martes, 29 de junio de 2010

"Lovecraft, un gran genio venido de otra parte"

por Jacques Bergier



Retrato de H. P. Lovecraft tomado de la revista Planeta número 1





Estimados Amigos hoy publicamos un texto facilitado por Marcelo Metayer que fue publicado en el número I de la legendaria revista Planeta en 1964. Esperamos que lo disfuten.

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Está más oscuro de lo que usted piensa.
WÍLLIAMSON.




En las fronteras de la literatura considerada como tal —y cuyo fracaso es hoy resonante—, existen numerosas obras maestras desconocidas o menospreciadas a pesar de representar mejor las tendencias profundas de nuestra época fantástica que la novela psicológica y burguesa. Es lo que nosotros llamamos la literatura diferente. Nos proponemos, en estas páginas, revelarla, defenderla y difundirla. He aquí ante todo un homenaje a Lovecraft, este Edgar Poe cósmico que murió totalmente ignorado y en la miseria. Publicamos también su único retrato. "Esta rama de la literatura (el realismo fantástico) —decía Lovecraft— que ha sido cultivada por grandes escritores como Lord Dunsany y por fracasados como yo, es el único realismo verdadero, la única toma de posición del hombre frente al universo." Luego de este homenaje a Lovecraft publicamos un cuento inédito en castellano. El texto original apareció en un número de la revista norteamericana "Weird Tales" en 1937.

He necesitado veinticinco años para hacer conocer a Howard Phillips Lovecraft al público francés. Finalmente, esos esfuerzos han sido recompensados: tanto la crítica como el público han comprendido lo que Lovecraft tenía de excepcional. Louis Pauwels fue el primero en elogiarlo públicamente1. Para poder apreciar a Lovecraft tal vez sea necesario haber sufrido; habría que preguntarse si su obra ha ganado lectores en razón de las circunstancias difíciles por las que hemos pasado. Es posible, pero no creo que esa sea la única razón. Lovecraft recibe hoy la acogida que él tanto había esperado, acaso porque en muchos de nosotros la imaginación ha despertado al fin. Los hechos inverosímiles que acabamos de vivir, la amenaza y las esperanzas del átomo, los grandes cohetes y la conquista aparentemente muy próxima del espacio, los descubrimientos del psicoanálisis, todo eso ha sido tal vez necesario para comprender a Lovecraft.

J. B. S. Haldane, biólogo y genetista de gran valor y materialista preciso, escribía recientemente: "El Universo no sólo es más extraño de lo que imaginamos, es más extraño que todo lo que podemos imaginar." Fuera del radio de acción de nuestra imaginación se extiende una inmensidad desconocida. Es cierto que esa inmensidad retrocede, como retrocede nuestra ignorancia acerca de las galaxias a medida que se desarrollan los grandes telescopios. Pero (Pascal ya lo había señalado) si el radio de una esfera aumenta, también aumenta su superficie, y mucho más rápidamente, puesto que crece según el cuadrado del radio. Y a medida que crecen nuestros conocimientos, crece con ellos el radio de nuestra imaginación, y la superficie de contacto con lo desconocido también se multiplica.

UN MITO QUE EXPRESA LA INFINITUD DEL COSMOS

El gran mérito de Lovecraft es haber conquistado dominios inmensos para la imaginación humana, dominios en los que nunca se había aventurado hasta ahora. Su pensamiento ha ido tan lejos como puede hacerlo hoy el pensamiento humano. Ha creado un mito que según él mismo "tendría también significado para los cerebros de gas de las nebulosas espirales". Un mito que expresa la grandeza y el terror del cosmos no sólo en la escala del hombre, sino para toda inteligencia, aunque su forma exterior no se parezca a la nuestra. Pues toda inteligencia, aunque sea más potente que la nuestra, tiene que sentir "el terror de los espacios infinitos" que estremecía a Pascal. Después de la muerte de Lovecraft, la ciencia ha confirmado plenamente la existencia de esas enormes extensiones del espacio y del tiempo.


La radiactividad ha permitido establecer que existe vida en la Tierra desde hace más de tres billones de años. Recientemente, las dimensiones del universo se han duplicado como resultado de mediciones más precisas. H. P. Robertson, en Estados Unidos, y Vorontzov Veliaminov, en la Unión Soviética, llegan a la conclusión de que el universo es infinito en el espacio y en el tiempo, y no finito y curvo como creía Einstein. Los radiotelescopios recientemente inventados captan señales de ese universo tal vez infinito que no parecen provenir de las estrellas, que son tal vez la manifestación de fenómenos naturales desconocidos, o de inteligencias que disponen de medios de acción infinitamente superiores a los nuestros. ¿No existirán, en ese infinito del espacio y el tiempo, actividades superiores a nuestra actividad de microbios, actividades en la escala del universo tal como nos lo muestra la ciencia? La reacción frente a esta idea de un universo viviente y rico en hechos naturales, situado más allá del radio de acción de nuestra imaginación, depende evidentemente de la mentalidad del sujeto. Lovecraft respondió con un terror que consigue comunicar prodigiosamente al lector. Otras reacciones son ciertamente posibles. La actitud de Lovecraft se explica, al menos en parte, por su psicología personal.

Portada del número I de la revista Planeta. Imagen tomada del blog Biblioteca Esoterika


UN ENFERMO CONFINADO EN LA ENFERMEDAD Y LA POBREZA

Las obras de Lovecraft publicadas hasta el presente no revelan gran cosa acerca de su persona. The silver key es la única autobiografía espiritual de Lovecraft de que disponemos hoy. Ella nos hace seguir un camino que lleva fuera de nuestro universo, en los continuos de lo desconocido. Este camino sigue, hasta cierto punto, la ruta de la ciencia. En cambio se separa netamente del ocultismo. Con respecto a este último, Lovecraft expresa un juicio severo: "La crasa tontería, el juicio falso y la rigidez de espíritu no son sustitutos válidos del sueño." Este camino que lleva hacia lo desconocido, lejos como puede ir la mente humana, sólo puede seguirse mediante la imaginación, secundada por los más extensos conocimientos históricos y científicos. Esta ruta está abierta a todos, incluso a ese enfermo confinado en la enfermedad y la pobreza que era Lovecraft. (El deportado que he sido ha comprendido también que esa ruta de evasión existe, y que lleva muy lejos, mucho más allá de los alambrados de púas.) Este camino existirá siempre. Incluso si un día el hombre desarrolla las naves del espacio, o máquinas aun más maravillosas, que viajen por el tiempo y las dimensiones; más allá del punto extremo al que se llegue físicamente siempre se extenderán otros dominios sólo accesibles a la mente humana. Para poder seguir este camino, Lovecraft comenzó por absorber gran parte del saber humano. Nunca mantuve correspondencia con un ser tan omnisciente. Conocía un número incalculable de idiomas, incluso cuatro lenguas africanas: damora, swahili, zulú y zani, y numerosos dialectos. Escribía con idéntica erudición sobre la matemática, la cosmogonía relativista, la civilización azteca, la Creta antigua o la química orgánica. Absorbía ese saber por una especie de osmosis extraordinaria. Cuando le escribí para felicitarlo por haber descrito un barrio poco conocido de París en The music of Erich Zann preguntándole si alguna vez había visitado París, me respondió: "Con Poe, en un sueño" (With Poe, in a dream).

EL EXILIADO

Desde su casa del número 10 de la calle Barnes, en Providence (Rhode Island), había viajado a todos los países descritos o imaginados por los hombres. De todos esos países, prefería el siglo XVIII norteamericano, que describió admirablemente en los comienzos de su novela The case of Charles Dexter Ward. Se hallaba en él como en su casa, y a veces, seguramente, en una máquina que pudiese llevarlo a través del tiempo. "El combate contra el tiempo", escribió un día, "es el único tema verdadero de novela". Marcel Proust no lo hubiese desmentido.


Lovecraft no abandonaría con frecuencia su casa del número 10 de la calle Barnes en Providence. Se lo impedía la pobreza. La pobreza y también cierta hostilidad que le manifestaban las cosas. No podía soportar el frío, incluso cerca del cero grado, y el menor contacto con el mar o con objetos de origen marino lo enfermaba. Por consiguiente, viajó poco. Sus únicos desplazamientos visibles fueron un viaje por el sur de Estados Unidos, una temporada en Nueva York, y algunas excursiones por la región de Boston.


Pero en compensación viajó muy lejos en la imaginación y el sueño. Los sueños de Lovecraft eran de una precisión extraordinaria. Algunos de sus cuentos son simplemente transcripción de sueños. Frecuentemente me envió relatos detallados, relatos extraordinarios, por el vuelo de la imaginación y la coherencia de los detalles. Conocía, a fondo, por supuesto, la obra de Sigmund Freud. Pero no le concedía mucha importancia. En efecto, el psicoanálisis difícilmente podría explicar construcciones tan coherentes como la novela corta The shadowout of time. Por lo demás, el caso de Lovecraft no es único. Lovecraft ha destacado la importancia de los sueños en un cuento titulado Beyond the world of sleep. Esos viajes imaginarios, que en un principio eran una evasión, se convirtieron rápidamente en la parte esencial de su vida. Pero incluso en sus sueños conservaba los rasgos esenciales de su carácter: el rigor científico y la lógica. Pocas veces he conocido un materialista más convencido o un aficionado que comprendiese mejor la matemática. En otras circunstancias hubiera sido un físico muy brillante. Pero, una vez más, la pobreza y la enfermedad pusieron obstáculos a su genio. Resulta inverosímil que en un país como Estados Unidos, donde se gana dinero con tanta facilidad, un hombre de la cultura de Lovecraft nunca haya llegado a ganar más de 15 dólares semanales. Un lavaplatos de restaurante ganaba en esa época 60 o 70 dólares y por un trabajo menos penoso que el de Lovecraft que durante 10 horas por día trataba de poner en buen inglés cuentos y novelas destinados a las revistas norteamericanas.


Más de una vez sus amigos trataron de que ganara más haciéndole escribir directamente esos relatos cuya trama es a menudo muy simple. Las revistas norteamericanas de la época (aún no existía la televisión ni estaban de moda las revistas de historietas) eran estrictamente especializadas. Había revistas dedicadas a cuentos policiales, a cuentos de bomberos, a historias del Canadá, de la selva, etc... Se hizo intentar a Lovecraft todos esos géneros. Pero los directores le devolvían siempre sus relatos. Eran obras que parecían escritas por un marciano. En un inglés perfecto, el autor revelaba su ignorancia de los detalles más comunes de la vida cotidiana. No sabía lo que era un hombre, una mujer, el dinero, el subterráneo, un caballo. Ignoraba incluso las realidades más fundamentales de la vida norteamericana: el empleo (job), la posición (standing), la necesidad de comodidad y de progreso material. A los directores que le escribían asombrados les contestaba: "Pido disculpas, pero la pobreza, la desgracia y el exilio me han sacado todo eso de la cabeza."


Exilio, he ahí la palabra clave. Lovecraft siempre se comportó como un extranjero, como un ser venido de muy lejos. De tanto en tanto surgen seres de esta especie. Kafka, que no parece haber conocido a Lovecraft, ha sido tal vez otro ejemplo.

EL ÚNICO REALISMO DIGNO DE LA MAGNITUD DEL UNIVERSO

Sería inútil exigir que aprecie nuestros valores a quien vivió exiliado entre nosotros. Su casamiento fue naturalmente un fracaso y las tentativas para "lanzarlo" terminaron naturalmente en otro fracaso.

Su nombre no apareció jamás en ninguna historia de las letras norteamericanas, en ningún diccionario de la literatura, ni en ningún Quién es quién.

Sin embargo, creía en la importancia del realismo fantástico. "Esa rama de la literatura —escribía—, que ha sido cultivada por grandes escritores como Lord Dunsany y por fracasados como, yo, es el único realismo verdadero, la única toma de posición del hombre frente al universo."


Siempre tuve la impresión que habría dicho más si no se lo hubieran impedido el pudor y el temor al ridículo. Por otra parte, era muy reservado con los demás hombres. La única forma de vida de este planeta que merecía su confianza era el gato. Tenía muchos en su casa y lograba con ellos esa comunicación secreta que los amigos de los gatos conocen bien. ¿Lo espantaban sus propias visiones? No creo. Simplemente eligió el terror como tema de su sermón, como medio de hacernos comprender la inmensidad del universo y de las fuerzas que operan en él.

JACQUES BERGIER  en Abril de 1978. imagen tomada de Claude Thomas




1 Véase la edición castellana de El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft (Ed. Minotauro, Bs. As., 1957).


1 comentario:

  1. "La radiactividad ha permitido establecer que existe vida en la Tierra desde hace más de tres billones de años"
    ...el universo tiene apenas casi 14 millardos de años, supongo que esta afirmación es producto de una mala traducción de "billion" (millardo) en inglés

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