sábado, 27 de octubre de 2012

Saul Singer, coautor de 'Start-up nation', que explica la innovación tecnológica en Israel





"Si dejan de quejarse, verán sus puntos fuertes"

23/03/2012 - 00:00




La educación para los judíos es religión, puesto que veneramos la lectura individual: no hay judaísmo sin alfabetización. Y se es mejor judío, más ejemplar e influyente, cuanto más se estudia.

Quizás eso explicaría la tríada judía de la modernidad: Marx-Einstein-Freud...

Es que con la educación va la crítica. Antes de fundar el Estado de Israel, la comunidad judía fundó allí universidades. Y en ellas se cuestionaba todo desde el principio...

Si no se discute, no se aprende.

Y los judíos, más que hablar, discutimos con Dios. Ya desde Abraham. Nuestro patriarca le discute a Yahvé sus decisiones: si es moral que haya exterminado a miles de personas... ¡Moral! ¿Ve?: ¡Abraham se mete en el departamento de Dios! ¡Hasta la cocina!

Impensable para otros patriarcas.

Si discutes con Dios, cuesta menos discutir a Bill Gates. Y por eso también te puedes proponer hacerlo mejor que él. Nuestro concepto de autoridad es muy discutible. De hecho, lo discutimos continuamente.

¿Eso no los convierte en indisciplinados, ergo débiles?

Eso nos convierte en mejores para innovar, y reconozco que menos buenos para adquirir grandes economías de escala. La irreverencia es el fundamento de nuestra cultura innovadora: incompatible con los dogmas.

Pero disciplinada.

A nuestro modo. En nuestro ejército no se mantienen las formas jerárquicas como en otros. Y de los oficiales, esperamos más que obediencia: deben tener iniciativa. Queremos ganar, no ser perdedores obedientes.

Más les vale: su mili es muy larga.

Tres años obligatorios para los varones y dos para las mujeres. Es una etapa decisiva en la que el trabajo en equipo, la planificación y la subordinación del individuo a los fines del grupo se convierten en hábito.



Saul Singer. Foto: Xavier Cervera

¿Discutiendo a los generales?

Si tienes más datos decisivos que ellos, sí. La idea es que quien tome la decisión en cada momento sea quien tiene más y mejor información: sea cual sea su rango.

Efectivo, pero difícil de realizar.

También es el núcleo de la cultura de la innovación. Quien más sabe es quien decide en la empresa: las demás jerarquías son relativas; no decisorias. Y eso ayuda a pensar. Si te pones nervioso cuando llega el jefe, no puedes pensar...

Si le haces la pelota, ¿cómo discutirle?

Todos deberíamos ser un poco jefes en algún momento en el que sabemos más: muchos cerebros piensan más que uno.

Funciona hasta cierto punto.

Por eso somos mejores creando start-up (empresas recién nacidas innovadoras) que haciéndolas crecer. Porque tomar las decisiones por consenso es más eficiente en equipos de diez personas que de diez mil.

Sólo las grandes ganan a lo grande.

Immelt, presidente de General Electric, nos dijo: "Ustedes son buenos creando empresas, nosotros somos buenos haciéndolas crecer. Así que cada uno haga lo que sabe hacer: ustedes creen empresas en Israel, que nosotros ya se las compraremos".

Es la especialización de las naciones.

Y nosotros viajamos por todas. Somos un país de inmigrantes, luego innovadores. La emigración es emprendedora, porque emigrar ya es emprender, arriesgar, esforzarse y a veces ganar, pero siempre intentarlo. No hay innovación sin viaje.

El inmigrante debe ser optimista.

Porque los países tendemos a ver sólo lo malo de nosotros mismos. En Israel solíamos quejarnos de nuestra incapacidad de crear grandes empresas en lugar de apreciar que logramos incluir más start-up en el Nasdaq que la Unión Europea o China.

EE.UU. les ayuda, pero ¿ayuda a los emprendedores el Gobierno israelí?

Ha sido un milagro. ¡Nos han dejado tranquilos! Lo mejor que puede hacer un gobierno por la creación de empresas es autolimitarse. Hacer sólo lo que puede y sabe hacer: proveer servicios básicos y dejar que el emprendedor emprenda y cree empleo.

¿Pide al Gobierno que no gobierne?

Pido que no pretenda dirigirnos, porque es más ineficiente que nosotros. De esa forma también necesitará menos impuestos. Y la expectativa de pagar pocos tributos es un gran acicate para la iniciativa empresarial. Evite frenar al emprendedor con trámites, permisos... Para cobrarnos más impuestos.

¿Alguna lección para España?

Conozcan, estudien y admiren a sus emprendedores como si fueran estrellas del pop o cracks del fútbol. No por ellos, que no les hace falta, sino por la prosperidad del país.

¿Ustedes lo hacen?

En Israel el caso ICQ, en 1996, marcó la diferencia: un grupo de veinteañeros ideó el primer programa que permitía chatear en el incipiente internet de entonces.

Chatear fue una revolución.

Por eso, los cuatro chavales vendieron la empresa por 400 millones de dólares. Y se convirtieron en los ídolos de la juventud israelí. Como los de Skype en Estonia o...

O aquí con el mejor fútbol del mundo.

También tienen Zara-Inditex y Mango: genios de la logística. Su genialidad no es la high tech, sino revolucionar el modelo de negocio, por eso son líderes mundiales. La innovación no son sólo aparatos.

Hay que saber convertirlos en dinero.

Apple no es la invención del aparatito, sino, sobre todo, cómo sabe convertirlo en servicio y beneficios. Eso es innovar.


En nuestras manos

El relato de Singer es estimulante, pese a obviar la ingente ayuda norteamericana a un Israel que sería más innovador aún si incluyera en su prosperidad a los palestinos. Por lo demás, da en el clavo: crear riqueza consiste en tomar nuestro destino en nuestras manos, sin esperar que ningún partido político o Administración solucione nuestras vidas. No basta con quejarse o manifestarse, hay que actuar, convencidos de que lo que no hagas tú con tu equipo no lo hará nadie por ti (más bien debes prepararte para que te frenen). ¡Y hacerlo! Crear empleo. Es la lección del Israel, que prospera en el desierto, rodeado de enemigos y carente de materias primas, pero lleno de emprendedores.






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