domingo, 30 de octubre de 2016

El poeta y el viejo labrador

(Reflexiones sobre la mirada en lo poético),

por Sergio Quitral





Saludos, amigos de la página LiPo, buscadores de perspectivas para ver lo que todos vemos desde un ángulo diferente. 

Aquí está hoy un texto del poeta Sergio Quitral. Yo lo he visto como una confesión, algo así como el poeta contando lo que tiene en su alma y por ello escribe poesía. 

Y si, de una manera de lo más juglaresca y agradable nos cuenta por qué comenzó a escribir y sobre todo por qué ha seguido en ello y por qué actualmente lo sigue haciendo. 

Hay frases importantes, y notables en esta confesión, por ejemplo 

"la falta de poesía en la poesía proviene de su enfermedad natural que es vivir en la conciencia ordinaria"
Yo he disfrutado mucho estos párrafos, como espero que ustedes lo hagan. Hasta muy pronto, hay mucho por leer, afortunadamente.

Graciela Bonnet

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Sergio Quitral

               
             Deseo comenzar por una auto interpretación biográfica. Para mi ser poeta es un accidente. Mi profesión heredada es la de empleado público y la de comerciante.  Mis padres fueron empleados de tesorería, personas de archivos, recuentos, códigos ahora inútiles y dedos pintados de tinta. Luego vino la dictadura y trastornó todo. Debíamos ser sacudidos en nuestras vidas para buscar nuevos rumbos y tener una manera diferente de ver las cosas. Es sobre esto que deseo hablar, sobre la visión de las cosas.

             Con el tiempo se aprende a ver de muchas maneras diferentes. Incluso al revés de cómo se veía originalmente. Esta interpretación existe más allá de nuestros ojos. Lo que es malo se vuelve bueno, como en el cuento chino del labrador  y su buena o mala suerte (1).




             La mirada es muy importante en poesía, el paisaje construido por el destierro nace desde la mirada de un otro, siempre extranjero, escondido en el yo ordinario y cotidiano.  Ser poeta incluye dos cosas, estar dormido y “despertar” para ver con otra mirada. No podemos estar siempre despiertos y atentos a todo, hay largos estados de inercia ante la realidad, por eso uso este verbo en forma transitiva, como algo que esta ocurriendo. Esta relación con lo poético puede ser cultivada por mi relación con las cosas. Hay un viejo poema chino que refleja el problema de la mirada y la relación poética con el mundo ampliamente: El poema dice así:

“Una criada lleva un pollo a vender al mercado

El pollo, atado, lanza desesperados cacareos

En casa quedan otros pollos picoteando granos y gusanos

sin sospechar que el compañero va destinado a la cazuela

Para el hombre, todas las criaturas vivientes son iguales; 

ordeno a la criada que desate el pollo; 

su fin aún no ha llegado

Sigo con la mirada el río que corre al pie y se aleja ondeando como una bandera.”

        Como ven, el tema de este poema son los pollos pero algo trasciende a ellos y esto es “el destino”. La emotividad de la vida y la muerte y el reclamo ante el terrible destino que en el caso de los animales es decidido por el hombre, pero ¿qué hay de la suerte del hombre?, el río es aquí una figura melancólica que surge a los pies alejándose sin detenerse. Como ven hay varios estratos en un poema, los inmediatos y ordinarios en los que vivimos siempre, mientras nuestra conciencia está dormida y los hechos eminentes o elevados que exigen de nosotros una visión despierta y trascendente.




           Ambas miradas están juntas pero solo vivimos en la primera. Miramos la vida como algo aburrido y corriente.  Esta visión es la visión ordinaria del mundo, en ella hasta nuestra vida parece eterna y sin cambios, lleno de afanes y problemas, la  energía de  este primer mundo dormido, pero que vivimos a diario, es muy baja y solo requiere de nuestros instintos. En este nivel ordinario se maneja nuestra vida como si la guiara un piloto automático, la sociedad, la guerra y prácticamente todo lo que existe sigue su marcha ciega. La poesía  no existe en este nivel de ser. Está allí, pero no la vemos. Algo interior debe ser transformado para darnos cuenta quienes somos y hacia donde vamos. Nosotros lo sabemos, pero es más plácido olvidarlo, mantenerlo en el terreno de lo cotidiano. Creando más y más preguntas sin que dejemos al silencio interno espacio para respirar y existir. Pero el silencio es la respuesta.

             Yo nunca me sentí un poeta público, hecho hacia fuera, declamador y arrogante, aun no sé qué es ser poeta realmente, tampoco me adorné con ese adjetivo tan cargado de gloria ante otros, por razones de pudor. Comencé a escribir poesía a los 16 años, después de nuestro viaje a Venezuela en 1980 en que todo era descubrimiento, revelación, y sobretodo aislamiento. Después de Julio de ese año, me quedé escribiendo para siempre. Ella ( la poesía ) ha ido evolucionando lentamente como un magma que tiene que ir sedimentando y purificando solo a través del tiempo, la poesía es para mi como algo que va solidificando y cristalizado desde algo muy ardiente en el alma, a veces con demasiado esfuerzo buscando una forma y sobretodo su identidad propia y personal, como el estilo y un manejo natural del lenguaje, igual que las piedras, los peces, las cosas, han recorrido un largo viaje para quedar a un lado del camino o para ser parte del camino, aquí hay algo que no puede ser apurado y cuyo final es incierto.





             Todo poeta cree ir en pos de lo lírico con sus miedos y contrariedades. Entre los ruidosos poetas declamadores hay también los silenciosos, los tocados por la tragedia, para mi ellos estaban cerca de la idea  y de la esencia de lo que exige la poesía, la poesía es y fue para mí el silencio, el lado silencioso de la vida o algo que va hacia el silencio. Silencio que es íntimo con el hombre. Poesía es  aun para mi sinónimo de íntimo y sacro como lo era para  los antiguos hebreos quienes se reservaban el nombre de Dios porque pronunciarlo era quitarle su sentido sagrado. Así la poesía no es de los poetas, es el hombre el que pertenece a la poesía. Si la poesía no pertenece al poeta exclusivamente  es porque ella es patrimonio de todas las cosas. El poema es una forma de amor, y lo que siente el hombre, lo sienten todas las especies, lo que el hombre sabe lo sabe todo el universo. Él hombre es naturaleza igual que el Universo y las fuerzas que operan en él son las mismas en cada espacio del cosmos. Esa  es nuestra verdad, el uno es igual al todo.

               Todo es sagrado. Cuando falleció mi padre, veníamos de vuelta del entierro y dentro de mí creció un gran silencio. La totalidad se volvió transparente, contemplé las nubes sobre el pasto, toda la belleza en el universo era como el cristal recién tallado, me di cuenta que la totalidad del universo estaba en un largo y frágil suspenso, supe que “el todo” que es algo único y largamente forjado también desaparecería. Todo lo que contemplamos está  suspendido antes de borrarse. La gracia y la belleza que surge única e irrepetible debe perderse en un Universo que es también un accidente, una explosión de fuego y energía que va rumbo a apagarse y toda la solemnidad y belleza extraordinaria del universo, lo que vemos y lo que no vemos, lo que conocemos y lo que no conocemos va a desaparecer para crear nuevas cosas quizá, pero lo importante es el sentido de lo único que llena todo el universo.



                        Todo lo que podemos entender de la belleza, la flor simbólica de su orden, coexiste con el latente final, y en ese momento tuve la  certeza de que “todo es único y bañado por lo sagrado”, así es un consuelo, porque la muerte hace sagradas las cosas. Solo por eso comparto a poetas con esperanza en la vida y así todo sufrimiento siempre será bueno vivirlo.

        ¿ A qué aspira esta poesía que es solitaria y hecha a la vez para todo lo humano? aspira a lo sublime, como lo lírico aspira al encuentro con lo abstracto en su puro intento de evocar lo innombrable, a volar como otros han dicho, en las alas del espíritu. Hay en ella un aspecto de sublimación.  Esta poesía quiere sublimarse y sublimar lo humano. Aspira a ser también pura aceptando su impureza, es basta pero quiere cristalizarse por efecto de su amor. El poeta habrá de morir pero su poesía permanecerá.  La vida de cada hombre y mujer, tiene la necesidad de la perfección, y su sentido es éste, sublimarse. Encontrar lo sagrado. La vida es la belleza imposible, un poeta debe entender esto, encontrar algo digno de alabar no se producirá si en él no hay cariño por la palabra y por aquello que ella describe.




              El estilo para todo escritor es arduo, quizá el estilo es todo, pero su forma no se reconoce sino cuando toda la vida para uno se ha extinguido. Sin embrago encontré algo extraordinario como poeta, algo que debo a mi búsqueda y era no hablar de mi mismo sino de lo colectivo, era esa poesía que habla de miles de personas haciendo lo mismo. Imaginé a miles de personas barriendo y haciendo sus camas, a miles durmiendo a la misma hora  y amando, como si la mirada recorriera todo el mundo de un vistazo. No se trata del hombre que sufre individualmente, sino del aspecto social de ser, y escribí todo un libro como un fenómeno  global. Eso me gusta de mi poesía, su capacidad de hablar no como un individuo, como hace casi toda la poesía actual venezolana, necesitaba hablar  por toda la gente, como una coreografía humana que va al ritmo de una melodía. Todos cierran sus puertas al mismo tiempo, todos cierran los ojos y todos duermen a la vez, todos sueñan y en sueños son libres. No tienen nombre, no son diferentes a otros, no son buenos o malos, no son una nación, no importan sus creencias, todos con sus diferencias son uno solo . El libro anterior “ La promesa que nos hace la noche” era girar en torno a una cosa. Este me parecía más aéreo, más libre.




          La poesía es algo que debe encontrarse, así como cada poeta debe encontrarse con ella, es necesario estar vacío como exige el taoísmo. Matsuo Bashō, el célebre poeta japonés de pleno siglo XVI contemplaba las cosas durante horas de observación antes de comunicar una idea sobre ellas. Bashō las “internalizaba” de alguna manera. Un sapo para él debía ser sentido en toda su soledad como si el poeta fuera ese animal rodeado de todo el universo. 

             Matsuo Bashō era un poeta apasionado de la naturaleza. Como lo fueron los pintores y artesanos en esa cultura de la perfección.  Imaginen una palmera durante seis horas de observación, ¿qué habrá podido cambiar en ella?, ¿ ha dejado de ser lo que es?. Bashō hacía mención del estado de sus hojas, de su desgarramiento ante la lluvia y el viento. Él podía imaginar ese estado vegetal, sometido a las fuerzas exteriores, sin embargo algo de él frente a la lucha estaba en calma. La poesía es una especie de vivencia.




             Cada vez que uno percibe algo de manera diferente, en relación con el todo, esta interiorizando la poesía  que ya existe potencialmente en el mundo, pues en esencia todo lo que denota un sentido sublime de belleza desde la cosa más pequeña a la más grande, desde una burbuja de aceite, en su insondable perfección y brevedad, que es una parodia  del universo hasta el vaho de una montaña, todo es poético por el poder que encierra una fuerza que las gobierna a ambas.

           La fuerza fundamental que creó el universo aun se manifiesta en las flores, en la gravedad de la lluvia, en la dinámica del vuelo, en los átomos que pese a su aparente desorden dan sentido a la arquitectura de toda la materia, todo se mueve en orden incomprensible a nosotros. Ese ritmo, esa armonía, es siempre constante como nuestra respiración, para el poeta es arte, pero arte es solo una palabra que quiere decir reunión de cosas. Según su etimología es igual a religare, “reunirse con Dios” , religión, volver a la unidad con el uno, que es todo. Así arte, religión y poesía  que significa simplemente “hacer” van encaminadas a lo mismo. A integrar lo que está desunido.  


          La poesía en toda su diversidad , como fenómeno social, parece a veces algo muerto, ¿La ha matado el capitalismo, este sistema que nos dice que todo se basa en la utilidad y que debe dar, para su justificación existencial, un resultado comercial?.No. El poeta debe darse cuenta que su meta no es ser éxito en ventas, que no busca la fama ni el poder o volverse rico, hay otros caminos mejores que la poesía para eso, su obligación no es con la sociedad o con Dios, todo esto está en su camino, pero su viaje tiene otro sentido, yendo solo  hacia la experiencia de la totalidad de la vida está obligado a convencerse de que no necesita allí más herramientas que su humor y su conciencia, su vida con su éxito y fracaso.  Este es el tema profundo de la poesía, la conciencia que encuentra un mundo que está desapareciendo, fruto de sus mismos cambios. No aspira al pasado sino a la belleza latente de todo lo que desaparece. Al darnos cuenta que todo es único, porque nunca en el universo se repite nada exactamente como el río de Heráclito que es siempre cambiante, comprenderemos que todo es sagrado.




                      Le sorprenderá al lector saber que la falta de poesía en la poesía proviene de su enfermedad natural que es vivir en la conciencia ordinaria, no ser capaz de trascender la primera mirada.  Allí, en la primera conciencia solo hay agotamiento interior, deseo individual de placer o fama, desgaste y miedo, se piensa en la enfermedad y en la crisis, en la maldad que parece estar siempre en aumento y se vive  en ese sueño colectivo que es el de  toda la humanidad. Al traspasar a una segunda conciencia más elevada todo eso desaparece. En poesía hay solo un camino y ese cultivar el silencio interno, todo lo que en ella hay de falsedad, de recurso manido, de fetichismo por al palabra retórica proviene del ruido interior. El Universo procede del aliento primordial, la falta de ese aliento es la marca  de un poema mediocre, lo contrario para un poema concentrado e intenso. A eso aspiramos algunos, a estar siempre interesados en la vida, siempre conmovidos, siempre  activos. Busquen en la poesía lo contrario a la pasividad. No los polos de la descripción ni la imaginación, la mezcla de ambas es lo humano, busquen lo que no fuese digno de alabar y busquen allí cómo lo vería un hombre enamorado,  así encontraran las respuestas.


(1) Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?». Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?


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Graciela Bonnet


 Nació en Córdoba, Argentina, en 1958. Es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela (1984). Ha trabajado 25 años como correctora de pruebas y supervisora de ediciones por contrato para todas las editoriales venezolanas, entre ellas Monte Avila, Planeta, Biblioteca Ayacucho, ediciones de la Casa de la Poesía, Pomaire, Eclepsidra, Santillana, Editorial Pequeña Venecia, La Liebre Libre. Experiencia de tres años como redactora free lance para una editorial de libros de autoayuda. Escritora fantasma (sin firma) realizó investigaciones para crear libros, novelas, tesis y monografías.Es dibujante amateur. En 1997 el grupo editorial Eclepsidra publicó su poemario "En Caso de que Todo Falle." En 2013 editorial Lector Cómplice editó "Libretas Doradas, Lápices de Carbón" En el año 2000 participó del encuentro de Mujeres Poetas en Cereté, Colombia.



Y su blog es: Graciela Bonnet Vertiente Recíproca



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Sergio Quitral nació en 1964, en Chile, residenciado en Venezuela desde 1980. Profesor egresado de la Universidad de Carabobo en Ciencias Sociales. Ensayista en temas de arte y poesía, colaborador de "Tuna de Oro" y revista "Poesía" en la UC. Profesor de Arte del Centro Piloto Luis Eduardo Chávez, del Ateneo de Valencia. Libros publicados: "La promesa que nos hace la Noche", 1er. Premio Bienal "Roque Muñoz", editado por Secretaria de Cultura Gobierno de Carabobo, en la colección María Clemencia Camarán (2002). "La balsa de Medusa" Colección Primer Libro Poesía de la Universidad de Carabobo (2002). "Aquel Viento sin Nombre", edición personal Hermana Poesía (2004). "Sobre tigres, hombres y sueños" Premio Conac, Poesía Concurso Nacional de las Artes, edición "Cada día un libro" (2006)  “El reino del pájaro silencioso”, Colección Breves Contemporáneos, editorial El Perro y la Rana, 2009.Caracas. El fuego protector", editorial El Perro y la Rana, 2013,Caracas.


Actualizada el 16/12/2023

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Actualizada el 24/02/2024


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