lunes, 2 de julio de 2018

SEUDONIMIA LITERARIA VENEZOLANA



El hijo del hombre (Magritte)



Crónicas del Olvido

SEUDONIMIA LITERARIA VENEZOLANA

**Alberto Hernández**

1.-
Venimos de un nombre y con otro nos escondemos. Vale decir, somos el otro que nos agregamos para ocultarnos por muchas razones. O porque no nos gusta nuestro nombre o porque queremos revelarnos a través de otro que nos aleje de las amenazas. O por simple adorno. También por temor a ser descubiertos en alguna tropelía que nos angustia. Pero nada, esta no es una crónica sobre la psicología de escritores o la parapsicología de quienes los tienen en la mira.

Ha sido costumbre desde que el hombre es hombre, la mujer es mujer o viceversa, que esos sujetos se parapeten detrás de un sobrenombre, de un alias o de un sonido que represente oficio, vicio, buena o mala conducta. En el caso de los escritores muchas veces recurren a floripondios, altanerías, albaceas y pertrechos sustantivos de otros escritores que a la vez también hacían lo mismo. O estuvieron a punto y dejaron el gracejo de un sonidito que en algún lugar los identificaba.

Tanta alharaca por vestirse con nombres recreados. No, no se trata de alharaca ni nada parecido. Es toda una cultura, un comportamiento y hasta una necesidad en tiempos de borrascas. O en tiempos en que el humor, el ácido, el que le duele al poder, aparece en páginas periódicas, libros, revistas y hasta en las paredes de pueblos y ciudades en los que los pasquines también tenían voz anónima a través de nombres para liberar tensiones.

2.-

Todo esto viene al caso, ¿qué caso?, por un viejo libro que me prestó una amiga, titulado “Seudonimia Literaria Venezolana”, editado por el Centro de Investigaciones Literarias de la Universidad de los Andes, la del estado Mérida, en 1974, cuyos autores son Lubio Cardozo y Juan Pinto. La publicación contiene un apéndice calzado por José E. Machaco, pero lo que llama la atención es la lista de escritores de nuestro país que usaban seudónimos para publicar sus trabajos. De modo que al utilizar varios aparentaban ser varios autores.

Un seudónimo es un nombre falso, así como ciertas bestias tienen miembros falsos, los llamados pseudópodos, igual pasa con muchos poetas, narradores, articulistas, ensayistas, actores, cantantes y villanos que se tapaban la autoría real con un sustantivo propio. Que a la larga terminaba siendo tan común que ya todo el mundo sabía quién era. Hay casos de casos. ¿Quién no sabe en este país quién fue Santos Yorme? Si alguien no lo sabe, bueno, pues, nuestro recordado Pompeyo Márquez. Pero no me adelanto. Ya leeremos la lista de seudonimistas criollos que se pasearon por páginas de diarios y libros de la Venezuela del pasado muy pasado, es decir, el remoto del cual ya no tenemos control, y el más reciente. 



3.-

Se trata de un extenso diccionario, que para el tiempo que ha corrido hasta hoy se queda corto, en el que aparecen muchos nombres y alias, perdón, seudónimos (con p inicial o no)y que si los anduviesen buscando ya estarían en una mazmorra, aunque en estos días de venganzas no sería extraño que les sacaran los trapitos al sol como lo hicieron con Cristóbal Colón, a quien apodaron como el Gran Almirante, lo que fue cierto. Y si alguien lo quiere desmentir que le pregunte a las tres carabelas.

No se podrá –por razones de espacio porque son muchos- mencionarlos a todos. Sólo los más conocidos, los más cercanos a nuestras lecturas. O al solo hecho de haber sido nombrados en el algún bar, iglesia, escuela, universidad o calle, que a la postre (no sé si esta palabra cabe aquí porque no tenemos azúcar y su seudónimo, que podría ser papelón, tampoco está presente) es la misma cosa.

Vamos al grano:

Cecilio Acosta era: Enrique Silva, Tullius o Niemen. Lisandro Alvarado: M. de O. Federico Álvarez: Sansón Carrasco. Raimundo Andueza Palacio: Antolín Pérez. Orlando Araujo: J.C.L., Bachiller Raimundo González, Licenciado Caminos y Sansón Carrasco. Edmundo Aray: Atilio Rey. Cesareo de Armellada (nombre religioso de Jesús María García Gómez): Frailejón de Páramo, Emansensén Tuarí, Fray Pelegrín de Sata María y Padre Indio. José Tadeo Arreaza Calatrava: Fray Mefisto. Alfredo Arvelo Larriva: E. Lenlut. Rafael María Baralt: A.A.A., Manuel Aquilino García y Parnaso Venezolano. Andrés Bello: A.B. Pedro Beroes: Jorge Tinoco, José Luis caminos y P.B. Andrés Eloy Blanco: Morrocuá Bleu, 0,3 (cero Tres), Francisco Villaguada, Sebastián González y Próspero. Eduardo Blanco: Manilo. Simón Bolívar: Juan Trimiño, J. Trimiño, Un Americano, Un Americano Meridional y Un Caraqueño. Rafael Bolívar Coronado: Fray Nemesio de la Concepción Zapata, L. Zamudio Ballivián, Juan de Ocampo, Diego Albéniz de la Cerrada, Mateo Montalvo de Jarama, F. salcedo y Ordóñez y los que no caben en esta crónica, porque eran demasiados. José Manuel Briceño Guerrero: Jonuel Brigue. Manuel Caballero: Jasón. Lubio Cardozo: L.B. Olga Lucila: Lucila Velásquez. Cipriano Castro: Salomón Carrillo Terán. Heli Colombani: Juan José. Pedro Emilio Coll: A.R. Lequin. Yo, Amer Picón, Kara Keño, Juan de Caracas y Julio de Caracas. Ramón Díaz Sánchez: Roberto El Diablo. Gustavo Díaz Solís: G.D.S. Juan Crisóstomo Falcón: Amarú, Tluio Febres Cordero: Amauri, Horacio, Juvenal, Pablo, Roque y T.F.C. José Gil Fortoul: Chicúramay. Adriano González León: Andrés Yevel. Luis Beltrán Guerrero: Cándido, Pacífico Belona y Pacífico Belona Luzbel. Antonio Leocadio Guzmán: Varios Ciudadanos. Félix Guzmán: Ermilo Villa y Teo Teófilo Gofio. Antonio Guzmán Blanco: Alfa. Juan Liscano: Lorenzo Tiempo. Luis López Méndez: Lucrecio. Luz Machado: Ágata Cruz. Andrés Mariño Palacio: Raúl Lluvias. Leoncio Martínez: Leo y Don Serapio. Guillermo Meneses: José de las Gradillas y Juan de Caracas. Carlos Eduardo Misle: Caremis. Pedro María Morantes: Pío Gil. Héctor Mujica: Sansón Carrasco. Aníbal Nazoa: Matías Carrasco. Aquiles Nazoa: Carmen A. Puente, Francisco Ven A. Veinte, Lancero y Pascual Arolo Damiedo. 

4.-

Aquí dejo el grano un momento y voy a pausa. No se fastidien. Ya regreso. Los seudónimos también sirvieron para pasar agachado. No sé por qué cada vez que toco el tema me voy por el lado humorístico. Debe ser por los Nazoa, por Leo, Job Pim y Miguel Otero Silva, a quien más tarde nombraremos, pero pasa que los pseudónimos, como los pseudópodos, generalmente terminan sin pies, claro, no tan literal, quedan al descubierto. Como aquel Garganta Profunda del Nixon “affaire”, tan sonado que dio al traste con la presidente Richard, el pobre, tan telefónico. 

Bueno, sigamos, aunque no quiero abusar. ¿Abuso? Aquí vamos:

Enrique Bernardo Núñez: E.B.N. y Cardón. Miguel Otero Silva: Aureliano Buendía, Shelock Morrow, Mickey, Miotsi, Lúcido Quelonio y MOS. Ana Teresa Parra Sanojo: Teresa de la Parra y Fru-Fru. Luis Pastori: Concho Kolate, L.P., Francisco Ven A Treinta, Otro D´Sila. Saulo Rojas: Policía y Pascual Henegas Hilario. Francisco Pimentel: Job Pim. Hesnor Rivera: Diógenes Portero. Simón Rodríguez: Samuel Robinson, Simón Rodríguez Carreño: nombre de familia de Simón Rodríguez. Pablo Rojas Guardia: Armando Guardia, Armando espada, Armando escándalo, Dandy, Domingo del valle, Pitillas y Tirso Luces. Jesús Rosas Marcano: Atril, Cirio, Martín Garabato y Ross Marr. Jesús Sanoja Hernández: Edgar Hamilton, Manuel Rojas Poleo, Juan E. Zaraza, Pablo Azuaje, Ricardo Benavides Olaizola y Sarmiento López. Alfredo Tarre Murzi: Sanín. Fermín Toro: Emilio Kastos y F.T. Arturo Uslar Pietri: Bárbaro de Bulgaria. José María Vargas: Un Ciudadano. 

Bueno, quedan muchos en el “tintero” (vaya, el pasado). Y por dejar o poner muchos en el nidal, mis disculpas, pero no me aguanté.

Es un estudio muy serio que merece otro estudio de quienes están atentos a estas cosas de la doble personalidad, hoy cuando hay tanto soplete por ahí, enmascarados que nunca han leído o escrito un libro, pero por eso será que son sopletes y ostentan títulos y se dicen vengadores y después quieren pasar agachados, como si fuesen seudónimos.




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Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

En Venezuela ha publicado sus trabajos en la Revista Nacional de Cultura, Imagen, Solar, Poda, et al. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de CaraboboIntegrante de “Crear en Salamanca”, página digital de la ciudad castellana. Igualmente, en Cervantesmileshighcity de la ciudad de DenverEstados Unidos. Y en diferentes blog nacionales e internacionales.

En 2018 fue reconocido en la XVII Edición del Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana por su novela “El nervio poético”.



Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Stravagnza (Italia 2012), 70 poemas burgueses (Caracas 2014), Ropaje (Cancún, México. 2012), Los ejercicios de la ofensa (Estados Unidos. 2010)
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2 comentarios:

  1. Gracias por tan interesante información. El que no ha pensando y/o utilizado nunca un seudónimo que tire la primera piedra...

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