lunes, 18 de febrero de 2019

Cinco Mañanas Juntas: Un poemario de Milagro Haack






Crónicas del Olvido

“CINCO MAÑANAS JUNTAS”,  DE MILAGRO HAACK

**Alberto Hernández**

“La voz entrecortada, asida a la imagen, a los sonidos que la albergan, prestigian la senda de este libro de Milagro Haack. En esta ocasión, como en ´Luto de otra boca´, la autora abreva en el poema cortante, despojado pero cargado de significados”.

**A.H.**

1.-

Podría parecer un lustro dentro del poema. Son muchos y muchas las referencias, los instantes vividos mientras el texto se elaboraba. La poesía afirma y niega, se hace tiempo y espacio, orbital porque gira mientras es pronunciada. La hora de su elaboración se resume en cada mañana, en cada amanecer mientras el cuerpo se habitúa al clima y se aposenta sobre las ideas.

El poema que corta la respiración. Ese texto afilado, cuchillo, que traza una línea entre la mirada y el soplo del aliento. La poesía se queda instalada mientras su autora saborea el café frente a las primeras horas que se hacen semana o devuelven el giro de las horas a su deseo de escribir lo que ha visto.

Con “Cinco mañanas juntas” Milagro Haack (Umbra Editores y el Fondo Editorial de la Secretaría Sectorial de Cultura del Estado Aragua, Maracay 2003), su autora confirma su vocación poética, al añadirle de sus libros anteriores el tiempo para consagrar las palabras que no dejan de acosarla.

Con este volumen se topa con el ella público y casero. La poeta es la voz de su silencio. La alternativa única de saberse parte de los sonidos que muchas veces interfieren entre el bocado verbal que la asimila como mujer y el tiempo que la señala como experiencia.

2.-

Por estas páginas pasa la infancia, también la mujer ya hecha, formada, la mujer que no deja atrás la memoria, que la conserva y la usa como escenario para labrar las palabras, los versos que hacen de esas “mañanas” instante para no dejarse llevar por el ruido citadino.

Pero también la mujer/ niña.

Por algo Saint John Perse y E.S. Eliot forman parte de este conjunto de textos, que se ha hecho organismo vivo. El primero reza: “Infancia, amor mío, no hay más que ceder… ¿Y lo dije, entonces? /Yo no quiero aún esos lienzos por remover, en lo incurable, / en las verdes soledades de la mañana…¿Y lo dije entonces?/ no hay más que servir/ como una vieja cuerda”.

Eliot se aproxima con estas líneas: “¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?/ Si cuento, sólo vamos tú y yo juntos/ Pero si miro hacia delante por el camino blanco/ Siempre veo al otro caminando junto a mí”.

Ese alguien, el que se ha ido para siempre, carne y sangre cercanas, el hermano que ya no está, es la savia de estos dolores de la memoria que Milagro Haack entregó a los lectores en estas hojas que hoy leemos de nuevo.

3.-

“Le ruega
a la raíz sacar el retiro
impuesto
sin ningún equipaje

Cuadro uniformado
de cinco mañanas juntas
se ignoró

en la modesta visita”.

Todas las lecturas posibles, el misterio de su contenido. El momento de ese tiempo, la partida, el extrañamiento de ese quien avalado por la ausencia convertida en mirada mientras el día comienza. Y han sido cinco los momentos, los que armonizan con el poema para hacerse poesía, esa intrusa, arribista, que toma por asalto el sorbo de café y el parpadeo de las primeras horas.

Allá lejos –tan cerca- ha quedado la infancia, el aroma del desayuno, la silueta de la montaña, la persistencia de los recuerdos. El amado que se va para siempre, “el pequeño cuerpo/ sobre la cama (…) empapado de una extraña ausencia (…) dentro del vestido de la hermana/ saliendo por la puerta/ que da al patio (…) con sobrepeso en sus zapatos/ de los nunca saboreados/ caramelos/ caminando    Dios/ hacia tu castigo   soportable”.

Es asunto de estarse en el poema, ese instante, el momento en que ese “pequeño cuerpo” se debate entre la fiebre y la mañana que se junta en relieve con el patio. ¿Cuántas miradas bastaron para construir el poema mientras esas mañanas se acumulaban en la memoria? ¿Cuántos referentes posteriores, señales verbales, corporales, espirituales para elaborar el ánima del poema?

Cada texto –invención voluble, verbal, consonante- representa un retiro al silencio. Quien escribe calla mientras pule con su alma los versos que habrán de celebrar o tributar una vida. Y en estos poemas de Milagro Haack la lectura promueve un homenaje a aquel que aún está en el imaginario familiar o personal. Alguien anda por ahí en el poema hecho poesía. Alguien que ha sido cultivado con el recuerdo se mueve entre los versos. Ese misterio que a veces es moderación o escándalo, el afecto, el amor como patrimonio humano.

El poema lo descubre sí:

“Resuelve/ ya decir mucho que llorar/ llamándote/ por todo el sonido/sordo y descalzo a los pies/ hermano/ que opuesto no alegrarse/ le gusta solo  sueño/ / ya decir lo mucho que llorar/ rincón/ ahora   deseando/ que/ la abraces”.

El largo sueño de la muerte habita en cada vida aquí señalada, porque el texto poético se asume como proximidad en el que no tiene afinidad con quien se ha ido. Cada poema es una oración, una veneración, la solidez de la brevedad de la existencia, pero sin olvidar que el olvido también forma parte del recuerdo. El olvido es memoria acumulada, escondida. En este caso, la memoria aviva el misterio del texto, a veces incomprensible, porque así ha sido el dolor, el desgarramiento: unas mañanas que se juntan para expandir el tiempo.

AsÍ:

“No pretendo/ olvido/ que te parezcas al señuelo/ impuesto a temprana edad por sortilegio/ sólo/ conoce lo engañoso de su camino/ azulando hasta el arco sonido// materno antojo// vestido de sola mudanza/ que ya descoser   anunciado líquido/ desahogo/ sabiéndote// Ave de Paso”.

Eso fue, un instante, un vuelo emergente, un rato en la vida, “ave de paso”, poema que se lee y se recuerda cada día, cinco mañanas juntas para jamás olvidar.

Esta lectura promete muchas lecturas. Este libro se abre como un abanico para permitir la abrupción de otros recuerdos: la madre, el paisaje que se cubre de interiores, la sombra, una niña que se pasea entre las palabras, ella, la misma poeta: el luto, pasos y Dios, la poesía.

4.-



Milagro Haack nació en Valencia, estado Carabobo, Venezuela, en 1954. Estudió dibujo en la Escuela de Bellas Artes “Arturo Michelena”. Así mismo, ha realizado talleres de lectura y poesía en el Departamento de Literatura de la Universidad de Carabobo.

Ha publicado los poemarios “”Temple ajeno” y “Puertas que no me pertenecen”, entre otros. Con éste obtuvo mención honorífica en la Bienal José Rafael Pocaterra (1990-1992). 








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Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés. 

2 comentarios:

  1. Título parecido al de Hernando Track "Todas las tardes juntas"

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