miércoles, 15 de abril de 2020

Buscando al monstruo, al de verdad: Los archivos de Van Helsing


Reseña de Los archivos de Van Helsing de Xavier B. Fernández, Ediciones El Transbordador.

Ediciones el Transbordador

Hay situaciones externas a un libro que marcan su lectura, sólo tengo otra experiencia semejante a lo ocurrido con este libro aquí reseñado. Hablo de 1992, del verano que pasé en Philadelphia (EE.UU.), que sin ser comparable con el confinamiento que hemos/estamos sufriendo con el coranavirus covid-19 comparte ciertas características desagradables y la más importante de todas, la forma que las combatí: leyendo sendos libros magistrales. En 1992 leí El amor en los tiempos del cólera (1985) del premio nobel de literatura Gabriel García Márquez, tal era el disfrute que sólo me permitía leer un capítulo por día para maximizar mi deleite. 



En 2020 ha sido Los archivos de Van Helsing (octubre 2019) Ediciones El Transbordador de Xavier B. Fernández. No me entusiasma ni el horror, ni el terror, he leído y leo algunas obras, escogidas de este género y siempre bien aconsejado: tantos libros que leer y tan poco tiempo para ello. En un principio me resistí, son 531 páginas, en un libro muy hermoso, todo hay que decirlo: Con una portada de Rebombo Estudio y una maquetación virtuosa, un objeto admirable en sí mismo. Pero la cosa mejora y mucho al empezar a leerlo. Y no era fácil ¿Quién no conoce la historia de Drácula? Junto con Sherlock, posiblemente sean los personajes de ficción (curiosamente ambos de la época victoriana) que más veces se han llevado al cine y que más pastiches han protagonizado.

Estamos ante un texto in crescendo: se inicia como un interesante y ameno pastiche, que toma prestados los personaje del irlandés Bram Stoker; para acabar en una lucha contra el mal absoluto, contra el monstruo definitivo. Pero no adelantemos estadios.

Peter Cushing interpretado a Abraham Van Helsing en alguna producción de la Hammer

¡Y como lucen los personajes creados por Stoker! Todo un descendiente del profesor Van Helsing, un pequeño católico polaco de ascendencia judía que es entregado a las SS durante la Segunda Guerra Mundial nada menos que por intermediación del Conde Drácula… y luego el Conde desaparece. ¿Desaparece? ¡Cómo va a desaparecer! Pues sí, digo no, él no está. Pero no se ha ido, está en los textos escritos de su puño y letra y recopilados por el abuelo de nuestro protagonista: el niño polaco, hecho cura, y ¡Vaya cura! todo un exorcista, el último exorcista.



Xavier no utiliza el estilo epistolar que usó Stoker y que ralentizaba mucho su obra, al menos desde la perspectiva de las exigencias actúales. Xavier usa la técnica fix-up (recurso muy extendido en la ciencia ficción: una serie de novelettes engarzadas con una narración para configurar una historia coherente que se presenta como libro. Esta técnica nace en la ciencia ficción y permite reutilizar cuentos ya publicados en revistas de género en un libro, son fix-up la trilogía inicial de Fundación (1951, 1952 y 1953) de Isaac Asimov, Más que humano (1953) de Theodore Stugeon, Dune (1965) Frank Herbert y El círculo de Jericó (1995) de Cesar Mallorquín.


Las primeras narraciones y anotaciones nos cuentan la historia ya sabida del Conde Chupón, pero se salpimienta con otros monstruos legendarios e históricos: Golem, la Condesa Erzsébet Báthory, San Juan de Capistrano, Hitler y toda su cohorte, Nicolae Ceaușescu, el monstruo de Frankestein que el autor hábilmente zurce en una urdimbre coherente con los dos protagonistas: la saga de los Van Helsing, los campeones del bien, y el magnificente Dracul, el defensor de su propia casa, porque él crea el mal, su propio mal. Cita de la página 34:

“… Si el bien es dar a los demás más de lo que recibes de ellos, y el bien absoluto es darlo todo por lo demás sin esperar nada a cambio, el mal es extraer de los demás más de lo que les proporcionas, y el mal absoluto es cogerlo todo de los demás sin dar nada en contrapartida. Como hace un vampiro, la metáfora más perfecta del mal absoluto. …”
La tesis del libro es rompedora, pero no original. Dios se ha ido y el demonio nunca ha existido. Página 39:

Isaac Luria

“… Según el rabino y cabalista del siglo XVI Isaac Luria, llamado «el León» y objeto de mi tesis, Dios, que siendo infinito debería ocupar todo el espacio y el tiempo, no dejando sitio para la existencia de nada más aparte de él, se restringió, un fenómeno que Luria llamó el tzimtzum, para dejar un hueco en el que pudiera existir la creación. Y en ese hueco dejado por el tzimtzum, la voluntaria limitación divina, ese hueco donde no existe Dios que Luria llamó el chalal panui, existimos nosotros y todo lo creado. Así que, según Luria, en cierto sentido, vivimos en la inexistencia de Dios. Dicho de otra forma, si Dios existe en alguna parte, no es en este mundo, ni en este universo. …”
Xavier cede la pluma al propio Drácula para que narre su historia en su Valaquia natal y como consigue su fama de empalador. Pese a ya conocer su historia se hace apasionante leerla de su puño y letra, sólo he sentido la misma fascinación cuando leí El príncipe (1532) de Nicolás Maquiavelo anotado por Napoleón. Es imposible no reconocer la fuerte determinación, rayando la locura del joven Bonaparte al redactar esos breves comentarios, pero esclarecedores en los márgenes de esa obra del Medioevo. Leer a Drácula es captar esa misma determinación y fortaleza. Pero no todo son éxitos, también  fracasa y va forzando alianzas eternas y todo ello de forma coherente con el canon vampírico que conocemos.

El autor introduce nuevas historias. El fragmento de las memorias manuscritas del teniente André Duvalier donde Xavier utiliza de modelo el cuento de Bram Stoker El invitado de Drácula que en posteriores reimpresiones de Drácula (1897) se incorporó definitivamente a la obra que hasta hoy nos ha llegado.

El Drácula ya vampiro padece la insoportable soledad del inmortal que Roger Zelazny ya nos contó en su Tú, el inmortal (1965), o como Anne Rice en Lestat el vampiro (1985) contó; la desesperante búsqueda por estar al día de los tiempos. Los condescendientes pero a la vez anhelantes diálogos con los humanos, donde Drácula lucha por impregnarse del espíritu del momento, se hacen aditivos.

Grande Armée en Rusia

Pero personalmente la novelette que más me ha gustado narra la historia del correspondiente Van Helsing que se une a la Grande Armée para junto a Napoleón invadir Rusia, y donde su camarada de armas-medicas es nada menos que el doctor Víctor Frankestein. Es una lástima que se nos privase de una conversación entre Drácula y Napoleón. La novela muta muy progresivamente, en consonancia con los tiempos que va viendo, va abandonando la barraca de feria donde muestra la parada de monstruos para ahondar en las relaciones de poder, de la esencia del poder, de su mutable naturaleza.
Xavier no pude sustraerse a reflejar un acontecimiento verídico que inspiró a Arturo Pérez Reverte el cuento “La sombra del águila” (1993). Cita tomada de Wikipedia:



“… En el año 1812, en medio de una batalla entre las tropas de Napoleón y el ejército ruso en Sbodonovo, el batallón 326 de infantería del ejército francés que estaba formado por antiguos prisioneros españoles, decidió desertar y pasarse al enemigo. La maniobra fue contemplada por Napoleón desde la cima de una colina cercana y la interpretó erróneamente como un acto de inusitado valor, ordenando una carga de caballería dirigida por Murat en auxilio de los temerarios españoles. …”
Napoleón, Víctor Frankestein, Drácula, un Van Helsing, un batallón de españoles y el destino de Europa ¿Qué podría salir mal en la campaña de La Grande Armée en Rusia?

Me ha gustado mucho como Xavier gestiona el periodo temporal que se solapa cronológicamente con la novela de Bram Stoker, como justifica que Bram conociese la historia, como evita volverla a contarla nuevamente, y lo bien que la resumen desde la perspectiva del Conde, que no tiene voz propia en la obra del irlandés. Sucintamente resuelve ese envite y nos coloca en un nuevo episodio: el sobrino nieto del héroe de Stoker debe volver a luchar contra el rey de los chupasangres. En el ínterin aparece Arthur Conan Doyle que nos cuenta como quiere matar a Sherlock Holmes en un simpático guiño a los holmesianos. Tras ese intervención, cuando Drácula retoma la escritura de su diario, este usa expresiones que definen al Moriarty holmesiano, pero claro, Drácula describe al verdadero Napoleón, al que conoció. Descripción que luego Doyle usará para definir a Moriarty como el Napoleón del crimen. Cita de la página 355:

Moriarty el Napoleón del crimen


“… Al principio, y tras estudiar sus primeros pasos como emperador, me maravilló su notable habilidad para tejer una telaraña de alianzas políticas y servidumbres en cuyo centro, cual araña suprema, se encontraba él. …”
Es cierto que el Drácula de Xavier B. Fernández es un tirano clasista y misógino, pero es culto, fuerte y clarividente. Drácula emerge como un monstruo total, flexible, adaptable: en suma el diablo. Los extremistas, cuando son inteligentes, tienen un discurso cautivador. Cada vez que toma la palabra, la novela mejora. Sus análisis sobre las distintas épocas que le ha tocado vivir y no vivir, son viviseccionadas con una profundidad y rotundidad encomiables, eso sí con el barniz de su personaje: absolutamente deleznable.  Pero en cualquier caso se añora su presencia, sin él, el lector se siente huérfano.

Nada contaré de la batalla del Van Helsing actual con Drácula, en lo bien traída, ajustada y resuelta que está y mucho menos del final de la obra salvo que se desarrolla en Barecelona. Pero para ir acabando me voy a concentrar en el monstruo final, el único ante el que Drácula reconoce su inferioridad. Un preaviso lo da cuando conversa con un banquero en las postrimerías del siglo XIX. Pero el demonio se quita la careta en el siglo XXI. Cita de la página 512:

“… —El mercado. Es ese un tirano ubicuo con un poder inmenso, pues ejerce un férreo control sobre todos los gobiernos de la tierra, no importa lo democráticos que digan o pretendan ser. Y además, también ejerce un férreo control sobre todos y cada uno de los aspectos de la vida de todos y cada uno de los súbditos de esos gobiernos; excepto, por supuesto, de los pocos que son lo suficientemente ricos como para poder resistirse a sus embates.

     »Ese tirano abstracto y total, ese tirano perfecto, gobierna sin ningún plan, porque ningún plan le es necesario. No tiene cabeza, ni mente, pero sus logros son asombrosos: ha liberado a los poderosos de las responsabilidades que tradicionalmente iban asociadas al ejercicio del poder. En especial, de la obligación de, en alguna medida, proveer y proteger a sus gobernados; de preocuparse, ni que sea mínimamente, porque sus necesidades estén mínimamente cubiertas, de que haya grano en sus graneros para que no se mueran de hambre y de que los enemigos exteriores no invadan sus tierras y maten a sus hijos. En nuestra época, por primera vez en la historia de la humanidad, gracias al sistema capitalista existe una casta dominante que tiene todo el poder y ninguna responsabilidad de las que, tradicionalmente, han ido asociadas a su ejercicio. …”
by PacoMan

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by PacoMan 


by PacoMan en extasis


En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de cuatro lustros.

Economista y de vocación docente. En la actualidad,sobrevive como puede: lo que viene siendo malvivir.


Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando sube posts a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po

1 comentario:

  1. En realidad, el modelo de referencia para la historia del teniente André Duvalier fue, más que la novelette que mencionas, la película "El Terror", de Roger Corman, con guión de Francis Ford Coppola e interpretada por Boris Karloff y un joven Jack Nicholson, que da vida a un teniente del ejército napoleónico que se llama, precisamente, André Duvalier. Pero, por lo demás, esta es una reseña excelente, y excelentemente bien documentada.

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