EL MINIMALISTA NO ERA CARVER SINO SU EDITOR: GORDON LISH
EFRAÍN VILLANUEVA
Raymond Carver publicó su primera colección de cuentos, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, en 1976. El The New York Times Book Review señaló sus historias como “cuidadosamente creadas, despojadas de ornamentos” y alabó la simplicidad de su prosa, su precisión, su capacidad de sugerir con pocas palabras, sin recurrir a “efectos sicodélicos o espectáculos de luces”. El libro fue nominado al National Book Award. Cinco años después, Carver publicó De qué hablamos cuando hablamos de amor y, una vez más, fue elogiado por The New York Times Book Review (entre otros tantos medios y críticos): “[su escritura] está llena de aristas y silencios, embrujada por aquello que no se dice […] sus historias están llenas de aventuras canceladas o incompletas, fiestas sin terminar”.
Carver se convirtió en un genio glorificado que ingresó al salón del canon literario estadounidense –del que no ha salido desde entonces. Su “estilo minimalista de sentimiento casi abstracto”, como lo catalogaría el periodista D.T. Max, es casi una marca registrada que escritores de todas las procedencias han intentado emular. El veredicto general es que a Carver no le sobra una palabra, ni una coma, sus composiciones están delineadas a la perfección, lo que no cuenta es tan poderoso como lo que sí incluye en el papel.
¿Trabajo editorial o reescritura?
A finales de la década de 1960, Curt Johnson llamó a Gordon Lish: “tengo que cancelar la reunión que teníamos. Estoy con un colaborador de la revista y está demasiado borracho para volver a su casa”. Lish salió a encontrarse con Johnson, quien lo introdujo al intoxicado escritor: Raymond Carver. Resultó que Carver y Lish trabajaban en oficinas cercanas, en la misma calle de Palo Alto, California. Carver editaba libros académicos, pero tenía ambiciones literarias. Se convirtieron en amigos y compañeros de bebida. Al poco tiempo, Lish se mudó a Nueva York como editor de ficción de Esquire, en donde se interesó en publicar voces nuevas y Carver fue de las elegidas: “vi en su trabajo un prospecto, un germen”.
Carver estaba tan entusiasmado que dejó de beber por un tiempo y le agradeció a Lish su aporte editorial: “gracias por la espléndida ayuda […] siento que las historias ahora son de primera clase, pero como sea que resulten, agradezco la fineza de tu lectura”. En 1974, cuando empezó a trabajar con Lish en la edición de su primera colección de cuentos, Carver le escribió: “sobre las ediciones necesarias en algunas de las historias, dime cuál o cuáles y me encargaré. O encárgate tú, ya me dirás qué necesita ser reescrito”. Para Carver, saber que alguien lo leía con atención y con el propósito de mejorar sus textos, lo animaba a continuar escribiendo. “Tú, mi amigo, eres mi idea de un lector ideal, siempre lo has sido, siempre, lo serás por siempre”.
En De qué hablamos cuando hablamos de amor, Lish realizó modificaciones de principio a fin, empezando por el título original que Carver le había dado: Principiantes. La evidencia de las modificaciones editoriales de Lish son evidentes para cualquiera que compare las versiones originales y las publicadas. En el cuento Una cosa pequeña, pero buena (al que Lish le cambió el título por El baño) un niño es atropellado el día de su cumpleaños y permanece en coma en el hospital; es una historia cargada de descripciones, de cotidianidad e introspecciones. Lish eliminó las descripciones, las reflexiones y se ciñó a la simplicidad de los hechos. Mientras que en la versión original Carver revela el destino del niño, Lish cambió el final y los lectores nunca nos enteramos si sobrevive o no.
Este descubrimiento lo logró el reportero DT Max cuando, en 1998 (Carver había muerto de cáncer de pulmón diez años antes), tuvo acceso a los borradores del autor, a las ediciones de Lish y a intercambios epistolares entre ambos. Lish había ejecutado modificaciones similares a las de El baño en la mayoría de los cuentos.
Hasta cierto punto, se podría hablar de que las acciones de Lish corresponden a las del trabajo de un editor: realizar sugerencias a favor del texto. La polémica surgió porque sus cambios eran tan profundos que modificaban por completo la idea original de Carver. Pero también porque Lish las editó basado en la economía de palabras, prestando atención especial en la redacción, excluyendo descripciones provocativas y el sentimentalismo de Carver y aumentando los silencios y la falta de información para inducir preguntas en el lector. Todos los aspectos por los que, precisamente, Carver fue ampliamente exaltado por los críticos. ¿A quién, entonces, le correspondía la gloria? ¿A quién le pertenecían las historias?
Catedral
Durante la edición de De qué hablamos cuando hablamos de amor, Carver cambió su impresión por el trabajo de Lish. No negaba el talento de su editor, a quien comparaba con Max Perkins (recordado por haber trabajado con autores como Ernest Hemingway, Thomas Wolfe y F. Scott Fitzgerald), y sentía que gracias a él había ganado inmortalidad a través de los libros que le ayudó a publicar. Pero empezaba a descubrirse como una especie de muñeco de ventrílocuo. Lish, simplemente, estaba realizando demasiados cambios, algunas veces sin consultarle, modificando sus versiones, a las que, en general, consideraba mejores que las de su editor.
Carver también temía las consecuencias en su carrera. Muchos de sus colegas habían leído sus historias y Carver sabía que las propuestas de Lish las habían convertido en textos diferentes. “Temo, un temor fatal, así lo percibo, que si el libro se publicara como lo has editado, tal vez nunca vuelva a escribir, así de cercanas están, Dios no lo quiera, estas historias a mi sentido de supervivencia y salud y bienestar mental [se refiere a cómo su éxito literario lo alejó del alcohol y de ideas suicidas]”. Lish no prestó atención a Carver, el libro fue publicado con sus modificaciones.
Pero con Catedral, su tercera colección, Carver fue enfático y Lish no tuvo alternativa. Su contribución terminó siendo más que limitada. Inicialmente, enfurecido por la actitud del autor, Lish consideró hacer públicos los detalles de su influencia en las primeras dos obras de Carver. Pero Don DeLillo le aconsejó lo opuesto: “la gente no cambiaría lo que piensa de Carver al descubrir que se apoyó mucho en su editor, pero sí resentiría a Lish por complicar la lectura de sus historias”. En una entrevista de 2015 para The Guardian, Lish aseguró que, si él no hubiese editado a Carver, nadie le habría prestado atención.
Las versiones originales de Carver solo se publicarían años después de su muerte. Con una excepción. En 1982, Una cosa pequeña, pero buena (en la versión original de Carver) fue publicada en la revista Ploughshares y ganó el Premio O. Henry. También hizo parte de Catedral (1983), nominada al Pulitzer de ficción y al National Book Critics Circle Award. La crítica de la época estuvo de acuerdo en que era su mejor trabajo, una muestra del verdadero florecimiento del autor. Para The New York Times Book Review, algunos de los cuentos del libro podían incluirse automáticamente en el grupo de obras de arte de la literatura estadounidense. También se atrevió a ofrecer su veredicto entre El baño y Una cosa pequeña. A la primera la calificó de más “concisa y críptica”, fuente de discusión para los interesados en simbolismos. La segunda, en cambio, ahonda con mayor profundidad en lo humano. Esta reseña explica, en cierta forma, por qué a Carver siempre le molestó que lo llamaran minimalista. El minimalista, después de todo, era Lish.
REFERENCIAS
The Carver Chronicles de D.T. Max en The New York Times Magazine.
Will You Please Be Quiet, Please? de Geoffrey Wolff en The New York Times Book Review.
Stories Full of Edges and Silences de Michel Wood en The New York Times Book Review.
Entrevista a Gordon Lish de Christian Lorentzen en The Guardian.
Letters to and Editor de Raymond Carver en The New Yorker.
Efraín Villanueva. Escritor colombiano radicado en Alemania. Su primer libro, Tomacorrientes inalámbricos (2018), fue galardonado con el Premio de Novela Distrito de Barranquilla. Su primera colección de cuentos, Guía para buscar lo que no has perdido (2019), fue ganadora del Concurso Nacional de Cuentos de la Universidad Industrial de Santander. Sus trabajos han aparecido, en español y en inglés en publicaciones como Granta en español, Revista Arcadia, El Heraldo, ViceColombia, Literal Magazine, Roads and Kingdoms, Little Village Magazine, entre otros. Su Twitter es @Efra_Villanueva
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Tomado de Literal Magazine
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