Estimados Amigos
Hoy tenemos el gusto de compartir la presentación del libro La Corteza no basta de nuestra amiga Sandy Juhasz que nuestro amigo el infalible Alberto Hernández leyó el domingo 16 de octubre de 2016 en el salón Teresa de la Parra en la Feria del Libro de la Universidad de Carabobo FILUC. Este 2016 la feria volvió a Naguanagua municipio sede de la Universidad de Carabobo. Se cambió el estacionamiento del centro comercial Metrópolis por el CIEM un centro de convenciones mucho más amplio y agradable. En un espacio pequeño ante un publico muy intimo se pudo disfrutar de la cálida lectura que nos invitaba a adentrarnos en la pulpas del libro de Juhasz. Al finalizar la lectura de presentación del libro hecha por el reconocido escritor Hernández la poetisa Sandy Juhasz deleitó al público con la lectura de algunos de sus poemas.
Teresa de la Parra |
Deseamos disfruten de ahora de la entrada, de la FILUC si pueden acercarse y que la entrada le sirva de aperitivo a la lectura del libro
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Alberto Hernández
1.-
Una cubierta verbal asoma el poema, lo
descubre. La corteza de su sonido se hace otra voz, la que alberga la poesía,
“esa palabra (que) muerde la lengua”.
De esta manera podría comenzar la lectura
de este libro de Sandy Juhazs, a quien cabe preguntar, ¿acaso quien traza esa
voz, quien la pronuncia, es la boca del otro?
Una oración, el componente espiritual del
sonido poético, traza el espacio para poder ser. Y ser es estar. Un ser y estar
que prevé la presencia de un lugar salvaje, dotado por una fronda que se enfoca
en la metonimia de la mímesis.
En “La corteza no basta” (Oscar Todtmann
Editores, Caracas 2016) la autora sugiere usar un estilete para cortar y
descubrir lo que hay en el interior, en el espacio que se encuentra en “el
limpio silencio (que) nos junta en el rezo de la mantis / para que la flor
mordida por el gusano / sea el único vacío / que oscurezca la tierra”.
Podría tratarse de una poética o de la
preparación para develar un instante místico, más allá de lo religioso. O
simplemente, tentativo.
El poema sigue cubierto por esa trama que
lo oculta, que lo arropa o mimetiza. Lo esconde mostrándolo al lector:
condición aparente de una lectura iniciática que se sostiene en la medida en
que la oficiante, la que escribe y se oye a solas, sabe que el poema la agobia,
la hace cuerpo en otro.
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Este libro, que se ancla en varios temas,
tiene en el amor, palabra tan peligrosa y a la vez delicada, una especie de
piedra arrojadiza, un vocablo ajeno, que pertenece a quien la pronuncia sin
dejar de ser de otro. La lengua, la que se succiona, la que se besa o se lame y
la que se habla en un lugar corporizan la imagen de la ausencia, un espacio también
oculto que posibilita la asimilación del poema que huye, se desplaza. Es decir,
la poeta también huye hacia alguien que siempre deja un rastro ineludible, el
cuerpo. El cuerpo del otro. El ajeno y el que se es. Se elude, muchas veces, el
cuerpo que se usa como propio.
Y como el engaño, el olor del cuerpo en el
deseo mismo, el que se advierte como un “reino sin palabras”.
Más allá de ese reino, otro reino, el
selvático como símbolo, el que nace para ser cazado en la bestia que se calca
en ese otro.
En el tigre de Borges, el que emerge del
reflejo de la ceguera.
“Me acuesto en el espejo de la noche
sin
romperlo
los tigres vienen por mi piel
lluviosa de labios
dulce en la
lengua tentadora
la luna nunca se seca
rayo de un goce secreto
suplica el
fuego la mirada zorra
irreal como mi cuerpo
al piel de un árbol
En la búsqueda de despojar el poema de su
envoltura, el cuerpo, interregno y a la vez lugar preciso, habiendo sido doble,
se hace uno solo, una sola savia, una sola metáfora. Un cuerpo o los pedazos de
él.
Un cuerpo que se construye en el poema para
ser otro o de otro, no prescinde de la indagación. Es necesario verterlo en el
texto. Hacerlo texto, poema / estadio que el mismo corpus (y aquí es necesario
decir del vacío ya nombrado) revierte, se hace tierra baldía, desierto,
sequedad.
De esa manera el poema que se oculta,
emerge en el cuerpo sospechado o conocido.
4.-
Imágenes recurrentes en esta poética: cuerpo,
selva, tigre. La figura de la bestia frecuenta el temblor de la voz que la
traza. De allí a la muerte, sólo para asomarla como referente amoroso: la
fiesta del cuerpo, la de sus líquidos contenidos bajo la piel: el renacer desde
la luz. Y un animal que acecha en medio de la selva verbal.
La voz que dice es hembra, como su lengua,
la que muerde y la que habla.
El espacio metonímico, tan dado en este
libro, tiene sitio en los sueños, en una especie de flora vocálica y carnal que despeja la corteza, el ocultamiento: la
geografía mimetiza el temblor, se hace paisaje al nombrarla, en un río, el
Orinoco, en un trueno, en la distancia, en el silencio que Basho invita a recorrer
a través de un árbol indagador, como el de la sabiduría budista.
Entonces, ese “único vacío” trasciende. Y lo hace al “Nacer en selva”:
“Una selva puede nacer en cualquier lugar
en las ruinas que llevamos dentro
o en la huella de lo nuevo que se asoma
la he visto en la chispa de las piedras
y en la cercanía de las almas que se
tocan”.
He aquí el lugar. He aquí el sitio donde
irrumpe el poema al romper la corteza y ser lo que anhela: cuerpo, lengua que
habla, lengua que ama, lengua que toca. Bestia que acecha.
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Alberto Hernández
Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.
Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.
Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999). Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».
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