A CIELO ABIERTO, EL OTRO PAISAJE
POR ALBERTO HERNANDEZ
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Las varias lecturas de la poesía de
Adhely Rivero han sido registros que andan por los distintos senderos de
nuestra curiosidad. Desde hace décadas las hemos tenido presentes en notas,
crónicas y aventuras en las que nunca ha faltado el paisaje de su vocación
llanera. No se ha dejado pasar por alto el viaje desde las sabanas de Arismendi
hasta el valle de la cuenca del Lago de Valencia, ciudad donde ha escrito casi
toda su obra.
En esta ocasión, una nueva antología, un
nuevo tanteo de voces provenientes de 15 poemas (1984), El sol de sed (1990),
Los poemas de Arismendi (1996), Tierras de Gadín (1999), Los poemas del viejo
(2002), Medio siglo, la vida entera (2005) y Compañera (2012). Todos han sido
perfilados, anotados y releídos. Ha sido una larga jornada en la que continúa
el paisaje rural, campesino, de este poeta crecido en la polis pero que no se
ha desprendido del “olor a bosta”, del cuero de enlazar, del aroma del monte,
del canto de sus pájaros, de los peligros que entrañan los ríos, de los
diversos caminos andados y desandados.
Esa poesía la sabemos, la conocemos.
Ahora, vertida en la lengua de Dante, suena lejana y cercana. Lejana porque
reta al lector a encontrar alguna pista que lo lleve al origen del autor, y
cercana porque el tono se mantiene. El traductor, Emilio Coco, a juicio de los
entendidos, ha calcado el espíritu de Rivero en esta su versión en italiano. La
edición corrió a cuenta de Carmen Isabel Martínez Pérez.
Por las circunstancias arriba señaladas,
he seleccionado algunos poemas próximos a otra temática: el de la ciudad en la
que Adhely Rivero ha frecuentado sus apariciones, sus recurrencias en la calle
o en la casa, porque sería abundar acerca de una poética que ya este cronista
ha trabajo en otras oportunidades.
Los textos que he seleccionado son “La
casa”, “La sazón del hueso”, “Árbol”, “Ahora llueve”, “Cartas”, “La mosca en el
avión” y “Los ojos del cielo sobre Valencia”.
La escogencia contiene el viaje. La salida de Rivero de su lar nativo y el recorrido vital por la Valencia a la cual ha regresado de nuevo cuando se ha dado cuenta de que tanto el llano como la ciudad se complementan. Va y viene. Pero esta vez, cuando la experiencia y el tiempo corrido lo han marcado, ha retornado a la comarca industrial donde estudió y escribió su poesía.
Cuando salí del pueblo pensaba regresar / a comprar la casa de la esquina suroeste de la plaza, / cerca de un puerto solitario del río…
(“La casa”).
Este es el texto que funda el viaje, es
el poema de la despedida, pero también el texto que no olvida el viejo consejo
del poeta calaboceño Francisco Lazo Martí, en el que exhorta volver a las
pampas.
De ese primer poema quedó ese deseo,
anclado ahora en las aventuras públicas de la ciudad:
Nada hay especial en las mujeres de la calle. / Nadie sabe sus compromisos ni su salud mental. / La propiedad de sus trajes ligeros, sus zapatillas / de piel importada
(“La sazón del hueso”).
El cambio es evidente. La ciudad es otra
mirada. Otro impulso. El paisaje ancestral pasa por un instante a un segundo
plano o desaparece. El poema es Constantino Kavafis, cuando en el poema “La
ciudad” expresó:
Dijiste: “Yo iré a otra tierra, a otro
mar (…) La ciudad te ha de seguir: vagarás por estas mismas calles, / en estos
mismos barrios envejecerás / y bajo estos mismos techos habrás de encanecer /
Siempre en esta ciudad terminarás”.
No obstante, el viaje siempre lleva
consigo un símbolo, un elemento que no despega al sujeto poético de su quietud
contemplativa:
Este árbol / ha permanecido / en el mismo lugar / Yo he cambiado mi residencia / mi espacio / lejos de los árboles / que en la infancia / daban sombra / Dios expone demasiado a sus criaturas
(“Árbol”).
¿En qué lugar está ese árbol? ¿Dónde
quedó sembrado? ¿En la ciudad, en el campo? Es un árbol sagrado, como todo
árbol, que se ha quedado en la memoria del poeta. Quien se ha movido ha sido
él. No obstante, el árbol ha viajado en su texto, se ha movido: es otro árbol,
es la nomenclatura de todos los árboles.
La ciudad marca. El llano no usa
paraguas. Las tormentas eléctricas, las lluvias en el llano son cuantiosas,
terribles, mares de animales ahogados, de ríos que embisten con la fuerza de
bestias invisibles. Pero la lluvia en la ciudad es otro asunto:
Ahora llueve / y las gotas negras / los paraguas / pasan por las calles / Ahora puedo ver por la ventana / un edificio temblando en el agua / Un hombre saltando / Una mujer pintada / en la pared contra la lluvia // Temprano / veía esta nube en el cielo / Ahora yace desplomada / en el pavimento
(“Ahora llueve”).
La experiencia es otra. Y el poema se
revela metáfora bajo la certidumbre de estar ante una ventana, frente a una
pantalla que ofrece un espectáculo revelador: en el monte no hay gente bajo la
lluvia, solo animales. Entonces, los animales de la ciudad son domeñados por
las gotas, perseguidos por una lluvia benigna que dibuja cuerpos y los somete a
la rendición.
Uno de los poemas más redondos de Adhely
Rivero es “Cartas”. Es un poema de tres versos que acumula una imagen realmente
hermosa. Es un homenaje al silencio. Es una carta que no dice en su interior.
Son cartas que esperan ser encontradas:
CARTAS
A veces nos sorprende una
nube dobladita
bajo la puerta.
Este poema no se podría decir en plena
sabana llanera. Este es un poema citadino, metropolitano. Con la singular
presencia de una nube en la que se lee un meta mensaje. La carta es una
definición, un sentido que descubre una espera.
“La mosca en el avión”: un hombre
—temeroso de la altura— se distrae con un insecto. Puedo revelar una
experiencia personal con Adhely Rivero durante un vuelo de Barcelona a
Valencia. Al subir al aparato, sentí que mi amigo estaba asustado, como yo, pero
en él se notaba más. Creo que rezaba con los ojos abiertos. Durante los
cuarenta minutos de la travesía, Adhely sólo quería silencio. No deseaba que le
hablaran. Con los ojos cerrados, demostraba que yo también, llanero al fin,
estaba aterrado. Había turbulencias. Nuestras manos aferradas a los asientos.
Cuando la nave aterrizó, salimos en carrera. Adhely casi se arrodilla en la
pista. Me pidió un cigarrillo y lo consumió entre la puerta del avión y la
puerta de la aduana. Me dijo: “Veguero, llegamos”. Estaba contento de pisar
tierra. Y quien esto escribe también. Estábamos en tierra dos animales de la
tierra, dos pamperos deseosos de oler el polvo, de sabernos a salvo.
Imagino que este poema, dedicado a
Víctor Manuel Pinto, debe tener algún correlato, algún referente en uno de esos
sustos de quien se sube en un avión. Por eso, para proyectar su emoción en otro
aspecto, se pregunta: “¿A cuánta altura tiene miedo La Mosca? / En tierra busco
a mi familia y los beso…”.
Este segmento dice mucho de aquel viaje en el que el miedo era una mosca con los ojos cerrados.
Y el poema con el que cierro, es el que
afinca a Rivero en la ciudad donde se hizo profesional y escribió sus libros.
El título: “Los ojos del cielo sobre Valencia”, poema dedicado a Alejandro Oliveros,
un poeta de Valencia que ha escrito sobre grandes ciudades del mundo.
Podría afirmar que se trata del poema
que completa el círculo de un viaje.
He aquí el texto completo:
Este día nos mueve el corazón
a la memoria eterna.
Atrás el tiempo de los reptiles en los
rieles,
la prisa de la locomotora, la gente
y las viejas estaciones.
Vienen los vagones
llenos de habitantes.
Vienen del sur y van del norte
cruzados de sonrisas.
El río es un tren de pasajero maltrecho
que viaja al Lago Tacarigua.
El tren es un río de gente que llegará
hasta el mar.
Ya vendrán los enamorados a sumarse a la
fiesta.
Pondremos en el oficio a los hombres
bajo la mirada de Dios.
Este homenaje a la ciudad, este tributo al río Cabriales, al viejo tren, a los vagones estacionados en la plaza 5 de Julio. Esta mirada a la ciudad, este viaje interior por sus calles, es el mismo viaje que comenzó en el llano y dibujó el paisaje de la casa en Arismendi, la casa de esquina que compraría cuando se realizara el retorno lazo martiano.
Pero también es el poema del regreso a
la ciudad luego de varios meses en el pueblo natal. El poema se recoge
contrito. Baja la guardia, espera un nuevo comienzo.
Y los que he dejado al margen, los de la mujer. Una mujer, las mujeres, las que también desandan los caminos, las que se hacen poemas y luego se despiden. Las que llegan con el aroma del monte o se quedan bajo el paraguas en medio de la lluvia metropolitana
Poesie Care Poemas Queridos by Dimitri Lipo
Adhely Rivero nació en Arismendi, estado Barinas, Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.
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