martes, 4 de junio de 2024

Adhely Rivero: Cumplir 70 años... venirme a poner viejo ahora que me está gustando habitar bajo este cielo.

 

Adhely Rivero. Fotografía de Gema Pinto


Estimados Liponautas

Hoy , cuatro de junio de 2024 cumple años nuestro amigo el poeta Adhely Rivero. A manera de acompañamiento compartiremos con ustedes algunos textos de su autoría (prosa y verso, incluyendo cuatro poemas inéditos)  y un acercamiento a su labor como poeta por parte del ensayista Carlos Yusti.

Aprovechamos esta tribuna para desearle un Feliz cumpleaños a nuestro amigo, deseándole un día a su gusto con su familia , allegados y los versos que aletean a su alrededor entre el ayer y el mañana.


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Haré del recuerdo

la presencia de los que se fueron.

A. R


El viaje


Mi madre me decía: avíseme

cuando salgas para acá de viaje.

Siempre me lo repetía.

Un día le pregunté,

para qué le aviso.

Y me dijo:

Para rezar con Dios

todo tu camino.

Adhely Rivero, 2024


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MI DÍA Y LA PUREZA 


Por Adhely Rivero


Para un joven la vida en el campo es trabajo y libertad. Pasión por la naturaleza. Sentarse sobre una silla de montar caballo es sagrado. Correr por la planicie y comprobar que la sabana es otro color del cielo. Mi padre apostaba por mi libertad y labores de llano. Mi madre decía: estudia una profesión para que trabajes en la sombra. Este sol derrite.

En 1968 llego a Valencia a estudiar en el Liceo Pedro Gual y luego en la Universidad de Carabobo, la casa que vence la sombra. Estaba leyendo y creando poesía. Por la Ciudad y la Universidad caminaban y trabajaban grandes poetas: Juan Sánchez Peláez, Vicente Gerbasi, Ana E. Terán. Teófilo Tortolero, Eugenio Montejo, José Pepe Barroeta, Alejandro Oliveros, Reynaldo Pérez Só y Enrique Mujica.



Un día tuve la oportunidad de estrechar la mano de Teófilo Tortolero, me comunicó que me conocía mucho, y me quedé hablando toda la tarde, sabía que estaba delante de un ser de otra dimensión de lo humano. Se me hace imagen el tono pausado y la mirada apacible que delató el paisaje que le habitaba el alma. No fue fácil sobreponerme a no ser por un verso del poeta, me apartó del asombro y empecé a percibir el afecto que me une a su obra. Aquel verso que hoy recuerdo es de su libro: Demencia Precoz, “Si comienzo a morir esta tarde/ caliéntame con fiebre/ de tu buena compañía”


Teófilo Tortolero


Y fue en este encuentro cuando recibí uno de los consejos que ha sembrado rigor en mi quehacer poético. Me decía Teófilo con insistencia, que lo aprendiera al instante como una guía para la vida: “Poeta, usted es joven, aprenda esto, recuérdelo siempre. Nunca le mienta a la poesía, no la engañe, porque tarde o temprano ella, la poesía, le pasará factura. Ella es la creación”.

Teófilo Tortolero venía de la luz de occidente, venía de Nirgua, del arraigo de esa comarca. 

Otro día lo fui a visitar a la casa del gran número visible, y nos tomó la noche como a viejos amigos. Entendíamos que “un pájaro era esa sed de vivir” y nos quedamos en las neblinas de sus asiduas andanzas “y la taberna resultó pequeña para celebrar” y la calle sostenía una garua a nuestro paso cuando íbamos camino a la casa, hablando con ánimo y poesía, y la sorpresa de que la plaza Bolívar era esa noche, lavadizo de un falso caballo de yeso que se derretía bajo la lluvia. Estaba empozado el tinte del bronce ficticio, bajo el reflejo de su cuerpo mojado. El poeta hundió sus blancas manos y se cubrieron de una pátina disuelta en el agua. El maestro escultor encargado de realizar la estatua ecuestre del libertador Simón Bolívar en la ilustre población de Nirgua, en proceso de fundición, se dejó persuadir por el presidente de la Asamblea Legislativa del estado Yaracuy, para montar un simulacro del caballo y su jinete para adelantar la inauguración, urgidos por mostrar la obra al pueblo ante la proximidad de las elecciones legislativas. El escultor Cardona tuvo que afrontar la justicia y pagar por su credulidad a los políticos quienes lo abandonaron.

El poeta Teófilo Tortolero para entonces estaba muy solo, había perdido contacto con los poetas de Valencia y del país. Se comunicaba por teléfono con Ludovico Silva y Alfredo Silva Estada, se encontraba enfermo y con una situación económica deplorable. Se mantenía en una constante angustia. Le propuse ir a El Nacional para que le hicieran una entrevista. Santos López, el poeta y periodista se vino a Nirgua conmigo y logró la entrevista que se publica y contribuyó a refrescarlo en el mundo literario. Hubo un nuevo acercamiento, pero con el aspecto económico todo fue en vano.

Me encariñé con el poeta y su familia, lo visitaba cada 15 días y nos instalábamos en un bar de la plaza para conversar sobre sus poetas preferidos: Baudelaire, Rimbaud, Tagore y de lo que él pensaba sobre su arte poética…………………



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Lêdo Ivo en Valencia


Hablamos de nuestros orígenes,

el poeta de Maceió, estado de Alagoas,

al sur de Brasil

y mi persona de Guadarrama, Barinas,

al sur de Venezuela,

vinculados a lo rural.

Le comenté de mi jubilación en la Universidad,

para retirarme al paisaje de mi infancia,

entre ríos bucólicos, un mundo de añoranzas.

Lo telúrico.

Le oí decir: La Universidad no cura lo ingenuo.

La vida es un tren de pasajeros que sube

y baja hombres y mujeres en muchas estaciones,

pero nunca repetirá el primer viaje.

Lo que dejaste atrás consérvalo en el recuerdo.

La memoria es un de cajón peretos.


Adhely Rivero, 2024


Adhely Rivero y Ledo Ivo.


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ADHELY RIVERO o el sutil hilo de la memoria poética.


POR CARLOS YUSTI.

La poesía es una voz, un estilo y es sobre todo una manera de dotar al lenguaje de inigualable majestad y belleza. En la ciudad de Valencia, para algunos la sempiterna ciudad de Sulaco (perteneciente al país ficticio de Costaguana descrita en la novela Nostromo de Joseph Conrad), que un poeta logre cincelar un estilo, en el que alcance matizar su voz, en una propuesta poética de envergadura, no es sencillo. En la ciudad abundan los buenos, regulares y malos poetas. Se podría aseverar que este es el primer obstáculo que debe afrontar cualquiera que busque iniciarse en ese complejo arte de la poesía. Luego está la ciudad, especie de pandemonio de conservadurismo ancestral que jamás ha visto con ojos indulgentes a sus diligentes poetas.

Para Adhely Rivero cincelar su estilo no ha sido tarea fácil. No obstante, con perseverancia y aguzando el oído al máximo ha logrado hacerse de una manera particular de abordar el trabajo poético y que por supuesto ha sido permeado por el estilo de los buenos y malos poetas de la ciudad. Para Adhely Rivero esto de las influencias nunca ha sido una angustia, menos un problema que requiera un diván para ventilar sus traumas literarios. Como poeta en permanente formación sabe que para escribir buena y aquilatada poesía es necesario leer hasta el cansancio a los maestros del día para de alguna manera decantar un estilo que lo ubique en buen camino y tratar, en la medida de lo posible, de sacarle chispas de belleza filosófica a las palabras de siempre.

Adhely Rivero. Foto de Yuri Valecillo. Tomada del libro "Rostro y Poesía". 1996

El recorrido poético de Adhely ha sido fructífero y no solo como escritor de solvente poesía, sino como promotor cultural e impulsador de iniciativas en favor de la palabra poética y de sus distintos oficiantes. Su nombre está ligado a la revista Poesía del departamento de literatura de la Universidad de Carabobo.



Rivero ha publicado los siguientes poemarios: 15 poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los poemas del viejo (2002); Antología poética (2003); Medio siglo, la vida entera (2005);  Poesía (Casa de Poesía, IX Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, 2010); El libro de Canoabo (con prólogo del poeta y crítico puertorriqueño David Cortés Cabán y Luis A. Crespo) y el libro antológico La vida entera (2020). Half a Century, The Entire Life, 2009, versión al inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica, 2009). Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016, versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia). La vida entera, antología, ediciones El Taller Blanco. Colombia, 2021. Su poesía se ha traducido al inglés, portugués, italiano, alemán y francés. Se encuentra incluido en diversas antologías, tanto nacionales como internacionales. 



En lo personal tengo el libro Los poemas de Arismendi como el poemario en el que de alguna forma Adhely Rivero consigue su tono poético, el tarén (1) estético de su voz interior. Hay en estos poemas una profundidad filosófica sin pretensiones de ninguna naturaleza que se entrelaza con el paisaje natural y el habla familiar o del contexto rural de Arismendi. Adhely escribe con estos poemas una especie de conjuro coreográfico e hipertextual que le permite llegar al hueso limpio de lo metafórico con enorme economía de medios verbales y donde la sencillez en nombrar parece ser la norma, el mapa dibujado de su entorno familiar, del paisaje como memoria que aporta un aprendizaje esencial para vivir.


De  izquierda a derecha: Adhely Rivero, Carlos Osorio y Enrique Mujica.



Todo esto podría explicarse mejor a través de un ensayo (o más bien un texto-reminiscencia) que Adhely escribe sobre el poeta Lêdo Ivo, a quien conoció y con el cual departió en algunos recitales poéticos. Pedro Téllez escribe que cuando se trata de ensayo siempre este refiere más del ensayista que del tema tratado. En tal sentido, Adhely escribe: 

«“Felices los que poseen un alma distraída”. Hermosa frase que se la oí decir al poeta Lêdo Ivo en Valencia. Hablábamos de nuestros orígenes, él de Maceió, estado de Alagoas, al sur de su país, Brasil, y mi persona de Guadarrama, Arismendi, estado Barinas, al sur de Venezuela. Conversación que nos llevó a descubrir nuestros vínculos campesinos. Le comenté de mis aspiraciones de jubilarme de la Universidad, para retirarme a los paisajes de mi infancia, entre aquellos ríos bucólicos y mundos de añoranzas. La fuerza de lo telúrico. Me dijo que la Universidad no cura lo ingenuo, que volver atrás es imposible. "La vida es un tren de pasajeros que sube y baja hombres y mujeres en muchas estaciones, en idas y vueltas continuas, pero nunca repetirá su primer viaje. Lo que dejaste atrás consérvalo en el recuerdo. La memoria es un cajón de peretos»

Eso podría ser la poesía de Adhely Rivero: un acucioso, mágico y variado cajón de peretos. 

Resulta pertinente lo escrito por José Carlos De Nóbrega: «Adhely Rivero se ha preocupado por revisar y componer su obra poética en la estructuración de un solo libro dividido en sucesivas entregas, integradas por el tono austero e inmediato de la Poesía del Decir. [...] La interiorización del paisaje no se regodea en el barroco trazo deslumbrante del llano, más bien se nos antoja despojada y minimalista, en pos de una revelación enmarcada en la cotidianidad del diálogo entre el entorno y su habitante asombrado y silencioso…». Con Los poemas de Arismendi Adhely reencuentra sus huellas y vuelve a esa habla poética desnuda que expresa en pocas palabras ese universo particular del paisaje, de la vida encaramada en los hombros de la sencillez, del hombre que busca a través de la palabra poética aquello que Fernando Savater escribió: «Una mente compleja y gusto sencillos».



En este libro Frontera invisible condesa de algún modo un recorrido, una manera de mirar el mundo, de buscar la otra cara menos visible del asombro dispuesto en la mesa de lo cotidiano:



SANATORIO

Hacer la siesta en el Sanatorio no es extravagancia,

había tormentas en el cielo,

fortaleza y bondad en los pacientes.


Una canción a medio dormir suena agotada.


Soñar donde otros no saben si duermen.

Tuve ojeras del cansancio

y miedo a la muerte del día.

Metido en los corrales

Me lavaba la cara con leche de vaca.

En el bote de la leche me frotaba los ojos con la espuma,

y del cincho tomaba el suero destilado del queso.

Pasaba el día triste.

Ya no sabía alegrarme.


Libro de evocaciones y de un reencuentro de eso que define, que se instala como una impronta y que no es fácil olvidar, a pesar del tiempo trascurrido:



PENSANDO EN EL CIELO

Vengo a pie de la quesera.

Me tumbó el caballo,

se me fueron los buenos tiempos.

Vi el cielo azul

y venía pensando en el cielo,

qué hermosas sabanas debía tener Dios.


Adónde va uno después de tanto Llano,

animales de día y de noche.

Si me ponen a pedir un deseo

voy a pedir que me dejen en lo mío.

Allí es donde puedo estar bien.


David Cortés Cabán y Adhely Rivero


Lo escrito por David Cortés Cabán es pertinente: «La poesía de Adhely Rivero ha mantenido a través de los años un equilibrio que refleja un mundo poético de honda gratitud hacia el entorno. El entorno es sentido como la realidad que alienta un modo de vivir integrado a la tierra, a la naturaleza, a la familia y a las faenas humildes del campo. Por eso, los temas que abarca tocan las fibras del corazón presentándonos un mundo tangible, pero también de inquietudes y cuestionamientos. Una poesía donde las posibilidades interpretativas serán determinadas no sólo por lo que germina en el poema, sino también por un decir que se convierte en un estilo y una manera muy peculiar de sentir la realidad. Se narra desde un yo que siente el paisaje no como algo sintético y lejano, sino como un vínculo con la tierra amada, ampliando así las experiencias del hablante y anexándolas a la poesía».

En Frontera invisible hay una reflexión subyacente del país de rebatiña y desasosiego que nos ha tocado vivir en estos últimos años. No hay panfleto, ni desgarro de vestiduras. Más bien una iluminada reflexión desde lo poético de todo ese marasmo político que ha destruido toda perspectiva:




LAS MIGRACIONES 

Cuando pasaban volando las migraciones 

de pájaros, decíamos: 

van a donde hay comida, van a las cosechas. 

Pasaba una parvada de pájaros amarillos, negros, 

debajo de ellos corría sobre la tierra una sombra oscura. 

Mi madre se santiguaba. 

Los espantapájaros se plantaban en la siembra 

con su cara deforme y seria a proteger los granos. 

Ahora los humanos están migrando 

y ellos son la sombra de la decadencia 

de la civilización. 

Los espantapájaros están en los puentes 

de las fronteras como muñecos perfumados, 

con gases, precintos y peinillas para inutilizar su vuelo. 

Cuando el agua migra de la mano cerrada 

asemeja al hombre cuando escapa de sus captores 

por las trochas, los caminos verdes, por los ríos. 

Los poetas son resilientes por desfachatez y testarudez. Nunca se dejan mellar por las dificultades y los contratiempos, por eso trabajan sin descanso la parcela de su destino. 

Pero si el terruño (ya estoy escribiendo como un crítico del siglo XVIII) forma el eje trasversal de la poética de Adhely, lo es de igual modo la ciudad de Valencia. Alberto Hernández ha escrito: «Las varias lecturas de la poesía de Adhely Rivero han sido registros que andan por los distintos senderos de nuestra curiosidad. Desde hace décadas las hemos tenido presentes en notas, crónicas y aventuras en las que nunca ha faltado el paisaje de su vocación llanera. No se ha dejado pasar por alto el viaje desde las sabanas de Arismendi hasta el valle de la cuenca del Lago de Valencia, ciudad donde ha escrito casi toda su obra»

Pero este poema describe mejor este cambio del campo a la ciudad:


LA HERENCIA 

No te detengas a contemplar la sabana, 

mueve la bestia, apura el paso. 

Debes comenzar temprano el viaje. 

Llévate un queso entero y carne seca, 

algo harás con ella

mientras te instalas en el mundo. 

Deja los gallos de pelea.

Estos campos ni se van, ni se borran, 

cambiarán un poco. 

Cuando vuelvas tu mirada también habrá cambiado.

Tu corazón tiene paisaje, tierra y familia.

No quiero que te quedes detrás de la herencia, 

aquí no crece el pensamiento. 

La pandemia del Covid ha dado algo de tregua. En cuarentena, aparte de no volvernos locos, encontramos ese delicado equilibrio de la lentitud. Nuestra vida de pronto entró en una espiral ascendente de ralentización y los días iban cayendo en cámara lenta como minúsculos granos de arena en el reloj del encierro. Poco a poco hemos ido recuperando la calle y se vuelve a respirar el aire transparente de la inmediatez acelerada. Para Adhely la pandemia fue oportunidad de retomar la escritura desde esa lentitud aguijoneante del encierro. Retomó la poesía rodeado de incertidumbre por todas partes, pero con la convicción de no mentir desde lo poético por aquello que le dijo el poeta Teófilo Tortolero o como lo ha escrito él mismo: «Un día entré a un restaurante y me le presenté. Me comunicó que me conocía mucho. Y me quedé hablando toda la tarde. Fue en 1980. Ya para irnos, me paró y me dio un consejo: La poesía es muy celosa, no le mienta, tarde o temprano te lo va a cobrar. Desde entonces mantuvimos una amistad por años. Siempre lo visitaba en Nirgua».

Adhely Rivero . Fotografía de José Antonio Rosales.


Por mi parte he escrito todo esto del poeta Adhely Rivero rodeado de una insondable modorra. He estado en el cuarto oscuro del bloqueo y este libro Frontera invisible vino a rescatarme del acuciante orden que impone la oscuridad.

La poesía es una extraña música del detalle que viene de los escombros del asombro. Solo quien tiene un agudo oído sabe escucharla. Sin duda Adhely tiene un amaestrado oído para lo vital y él al igual que yo nos hemos perdido todos los ruidos de las revoluciones posibles para quedarnos a escuchar la música de las palabras, pero él tiende a centrarse en los detalles que la poesía le dicta. Por mi parte, tiendo a borrarme en los detalles. Para Adhely la poesía es un sutil hilo que teje y fija todo como un cuarto memorioso de magia y espanto de preciso hallazgo de la belleza a través de las palabras. Cada poema escrito por él es un frágil hilo que enhebra la memoria. 

Por teléfono le digo al poeta cómo anda todo y con su estilo inconfundible de veguero me dice: «Camarita, todo bien. Lo frágil sigue en la trinchera de la resistencia».

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(1) Los Tarén son especie de invocaciones mágicas que tienen a las palabras como ejes más allá de los meramente comunicacionales y permiten trastocar el entorno tanto humano como natural. Cesáreo de Armellada escribe: «Nociones lexicales. Tarén es un substantivo cuya etimología desconozco; y, si es que la tiene, nadie ha sabido dármela. Muchas veces me he preguntado si coincide o es la misma palabra ta- (k, u) rén: el que está en, el que vive dentro de. Por eufonía y por otros motivos gramaticales, que no es del caso explicar aquí, también se dice taremú y más frecuentemente y alargándolo aún más, taremurú. Así tenemos las expresiones: tarénsak, el dueño o sabedor de tarén; pemontóntaremurúdapón, libro de los tarén de los pemones; apotoimátaremurú, tarén contra las viruelas; kaikuséekupuipéerektaremurú-pe, el tigre se destinó a ser tarén contra los diviesos. Del substantivo se deriva el verbo activo tarem-bá y el verbo reflexivo ese-tarembá, hacer tarén a otro o hacérselo a sí mismo. Y de aquí la forma verbal taremba-tok y ese-tarembatok: lo que sirve para hacer o hacerse tarén».


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23 de enero


Hay marcha

de los seres humanos

por las calles

para que el gobierno los atienda

y no los trate más como Toro de Lidia:

poca libertad, sin agua ni comida,

baja luz o encierro en cuarto oscuro,

sin contacto con el mundo, sin sol,

ni paisaje para hacerlos débiles.

Los gobiernos y los toreros son imbéciles.

Los seres no se entregan a pesar de la ventaja

que le monta el gobierno.

Un toro dará la lucha,

algún día el torero se descuida.

Mientras tanto la plaza aguarda la lidia

por la razón.


Adhely Rivero, 2024

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Venirme a poner viejo


Qué puedo estar pensando en soledad,

entre recuerdos y retazos de vida.

Así se le hacen los años a una persona,

preguntándose por los que viajan.

Conozco este plano de tierra, su gentilicio,

su lenguaje compartido con los animales

que entienden y se alegran.

Uno se mira a un espejo

y sabe que le están cobrando

la renta año tras año,

lo anotan las arrugas.

Decía Padre,

ah vaina,

venirme a poner viejo

ahora que me está gustando habitar bajo este cielo.


Adhely Rivero, 2024


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Cumpleaños


Cumplir 70 años.

La brisa zumba en los oídos.

Mi padre a esa edad se paró en la sala

frente al espejo con el sombrero en la mano

y en veinte segundos comentó:

que vaina se traerá Dios conmigo

en este invierno tan solo y sin mujer.

Se puso a mirar lejos por el tapiado de la casa

hacia la sabana y el monte de El gadín,

muy callado.

Y se fue sin prisa al patio.

Ahora me toca y me acompaña la memoria,

las palabras suenan en el pensamiento

y veo por la ventana la montaña del cerro El café.

Pienso que el testigo no existe en la finca,

la única prueba la tengo en el recuerdo

y busco el espejo en el apartamento para verme

los trotes de los años.

Pienso que llegar a esta edad

cuenta haber estado muy pendiente de usted mi Dios

y en buenas con la naturaleza.

Brindo mi ánimo.


Adhely Rivero, 2024


Poetas venezolanos en voz viva desde el Festival Internacional de Poesía de Bogotá, 2009




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Adhely Rivero. Venezuela.1954.

Lic. en Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Cursó estudios en la Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo. Venezuela.

Poeta, editor. Fue jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la U.C. Dirigió la revista Poesía. Coordinador del Encuentro Internacional Poesía de la Universidad de Carabobo. Director de las Ediciones Poesía. Coordinador de las Ediciones El Cuervo, traducciones, U.C.

PUBLICACIONES: 15 Poemas, 1984; En sol de sed, 1990; Los poemas de Arismendi, 1996; Tierras de Gadín, 1999; Los Poemas del Viejo, 2002; Antología Poética, 2003; Medio Siglo, La Vida Entera, 2005; Half a Century, The Entire Life, 2009, versión al inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) 2009. Compañera, 2012. Poesíe Caré, Poemas queridos, 2016, Versión al italiano de Emilio Coco. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, editada en Italia, 2016. La vida entera. Antología. Ediciones el Taller Blanco. 2021. Colombia. Frontera Invisible. Editorial Sultana del lago. 2022. Gente Íngrima. Editorial Sultana del lago, Zulia. 2023. Campo del alma. Traducción al alemán de Jonás Burghardt y Tobías Burghardt. E. Letra Grande. América. 2024. Sabanas en el cielo. Ediciones Rubiano. Inédito, en imprenta. Dios se está poniendo viejo. Antología. Inédito. Cajón de Peretos, poesía. Inédito.

Ha recibido los Premio Nacional de Poesía Cecilio Chío Zubillaga Perera. Carora, Venezuela. Premio Nacional de Poesía Universidad Rómulo Gallegos. Venezuela.

Premio Único de Poesía 40 Aniversario de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Premio Nacional de Poesía Universidad de Carabobo. Premio Beca del CELARG, de Poesía, con Rafael Cadenas.

Homenaje en la Revista Poesía 156. Condecoración en su Única Clase Alejo Zuloaga. 2009, Condecoración Chuchuíta Carvallo de Díaz, Ateneo de Valencia, 2023. Botón de FILUC. 2023.

Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza.2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Colombia. Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Venezuela

Traducido al inglés, portugués, italiano, alemán, griego, francés y árabe.

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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.

Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal

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