martes, 31 de octubre de 2017

En la pista de los libros de artista





















Estimados Liponautas

Hoy tenemos el agrada de compartir una nueva entrada de nuestro amigo Carlos Yusti.

Esperamos la disfruten.



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James Joyce



Carlos Yusti

Viernes 16 de Septiembre de 2016


Comencé a interesarme por los libros-objeto y los libros de artistas gracias a un texto de James Joyce que aparece en el capítulo 17 del Ulises. Leopold Bloom escudriña las gavetas de la cocina:


Dibujo de Leopold Bloom realizado por James Joyce

¿Qué contenía el primer cajón abierto?

Un cuaderno de caligrafía de Vere Foster, propiedad de Milly (Millicent) Bloom, algunas de cuyas páginas llevaban dibujos esquemáticos, subtitulados Papi, que mostraban una gran cabeza globular con 5 pelos de punta, 2 ojos de perfil, el tronco completamente de frente con 3 grandes botones, 1 pie triangular: 2 fotografías amarillentas de la reina Alejandra de Inglaterra y de Maud Branscombe, actriz y belleza oficial: una tarjeta de Pascuas con una representación pictórica de una planta trepadora, la inscripción Mizpah, la fecha Navidades de 1892, el nombre de los remitentes: de Mi. y Mis. M. Comerford, el versículo: Que estas Pascuas te traigan paz, felicidad y júbilo venturoso: (…) algunas monedas austrohúngaras heterogéneas: 2 papeletas de la lotería patrocinada por la Corona húngara: una lupa de poca potencia: 2 fotolitografías eróticas mostrando a) coito bucal entre señorita desnuda (presentación trasera, posición superior) y torero desnudo (presentación delantera, posición inferior) b) violación anal a cargo de religioso varón (enteramente vestido, ojos turbios) de religiosa hembra (parcialmente vestida, ojos diáfanos), adquiridas por correo en el Apartado n.º 32, Estafeta de Correos de Charing Cross, Londres, W. C.: un recorte de periódico de una receta para la restauración de botas viejas marrones: sello adhesivo de 1 penique, de color lila, del reinado de la Reina Victoria: (…).

Y así otros etcéteras.

Lo que me gustaba era la descripción que convertía en visual una serie de objetos, fotos y papeles variados agrupados sin conexión alguna.

Arno Schmidt

El otro hilo, de este zurcido un tanto descolocado, fue un documental del escritor Arno Schmidt, considerado como el “Joyce alemán”. Cuando Schmidt comenzó a escribir y a realizar su primeros textos experimentales no había leído a Joyce. Luego de leerlo subrayó mucho más su experimentación estilística y su libro Zettels Traum (o El sueño de la ficha) es (grosso modo) un monumental (1.330 páginas) ensayo sobre Edgar Allan Poe. Para tal fin su autor redactó a mano 130.000 mil fichas y que mecanografiadas llegaron a la cifra de un millón ciento treinta con un formato de 33 x 44 cm. El derrotero temático del libro se podría simplificar así: una pareja de traductores están en los preparativos para iniciar la traducción de las obras de Edgar Allan Poe. Como parte del trabajo visitan a un anciano y ermitaño polígrafo, aparte de buen conocedor de la vida y obra de Poe, Dän Pagenstecher, para solicitarle algunas orientaciones. Durante un día completo (los acordes joyceanos son innegables) el lector participa de paseos, conversaciones, sospechas amorosas entre Dän y la hija del matrimonio, de dieciséis años, la visita a una feria campestre y casi siempre discusiones, citas y comentarios sobre Poe



Lo singular es que Arno Schmidt utilizó tres columnas, que se entrelazan, para desarrollar el libro. La columna central de la página desarrolla la acción externa e interna, la anécdota junto con el diálogo y el monólogo interior del anciano polígrafo. A la izquierda encontramos la discusión sobre Poe, llena de citas, y en el margen derecho se desarrollan los comentarios adicionales, las notas al pie y las acotaciones del propio escritor. Además cada página está llena de subrayados, líneas e incluso dibujos sin contar los neologismos y las palabras inventadas por el autor.

Ruscha en 1964, fotografiado por Dennis Hopper.


Esto me llevó hasta el artista Ed Ruscha, quien veía al libro no como Borges, para quien era “una extensión de la memoria y de la imaginación”, sino como una composición repetitiva de palabras y páginas, especie de objeto curioso y estético. A Ruscha le fascinaba ese sentido casi mecánico del libro con hojas y palabras produciendo una frecuencia repetitiva. Con esta idea elaboró su primer libro: Twenty-six Gasoline Stations, (Veintiséis estaciones de gasolina, publicado en 1963) como una composición de repetición. Eran 26 fotos cuyo tema eran gasolineras un tanto desoladas, ubicadas en la ruta 40 entre las ciudades de Los Ángeles (donde vivía) y Oklahoma (lugar de residencia de su madre), por las que pasaba cada vez que la visitaba. Realizó una autoedición con tiraje de 400 ejemplares y luego los colocó en cada una de estas gasolineras para su venta. Sus otros libros también eran de fotografía, como Todos los edificios de Sunset Strip, del año 1965. El libro presentaba en un formato panorámico la totalidad de los edificios a ambos lados del bulevar californiano de Sunset Strip. Lo interesante es que el interior del libro está encuadernado en forma de acordeón, mediante la unión de nueve fragmentos de papel doblados en veintisiete pasos, con una longitud total de unos ocho metros. Las imágenes que contiene recogen todos los edificios de la calle mencionada en el título en un rango de números, que van del 8024 al 9156, para los pares, y del 8101 al 9145 para los impares. Cada una de las secuencias aparece impresa en una larga fila, arriba y abajo de la página (esta última invertida), de modo que tienen absoluta autonomía. El texto del libro sólo ofrece información de los números de las casas fotografiadas y de las calles transversales que cruzan la calle principal. Este recorrido el artista lo hizo con una cámara montada en un camión; el tiempo que le tomó conducir los dos o tres kilómetros del recorrido y volver fue apenas de 35 minutos. No obstante, armar las fotos, unirlas, luego doblar y pegar las hojas impresas a mano le llevó alrededor de nueve meses. Ya el lector no sólo vería el libro, sino que lo manipularía como un artefacto que se despliega y el cual tiene que girar. El artista confeccionó un libro a su gusto, o como él lo dijo: “No soy un gran lector, pero amo los libros, los que son como objeto físico”.

Edición de Twenty-six Gasoline Stations.

Los antecedentes del libro de artista apuntaban a Giovanni Battista Piranesi y sus grabados sobre esas cárceles imposibles y laberínticas. Aparecieron impresas a mitad del año 1740. Goya hizo lo propio que Piranesi con sus Caprichos. Agrupó un conjunto de ochenta grabados, un tanto oscuros y grotescos, para ser vendidos como una obra en su totalidad en cuanto a coherencia y temática. Goya se preocupó por los temas y las tonalidades de la tinta que tendría cada dibujo. Luego estaba William Blake, cuya idea de crear libros con textos e imágenes se asume a plenitud. Blake creó sus conocidos Libros Iluminados (Illuminated Books), denominados así debido a que el poeta creó una técnica de impresión al emplear una solución, que él mismo concibió, que le permitía combinar, en una misma laminilla de cobre, texto y dibujo. Otro nombre en estos antecedentes fue el de William Morris, que concibe el libro desde una visión arquitectónica; retoma la ornamentación de los libros medievales y lo lleva a un grado de excelencia y barroca belleza. Por último, el poeta Stéphane Mallarmé concibió dos libros (Igitur y Un golpe de dados) que de alguna manera esbozaban sus preocupaciones sobre el libro. Jorge Luis Borges lo cita en su famoso texto sobre el culto a los libros: “En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar; la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos treinta siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males”. El libro Igitur o la locura de Elbehnon es extraño; escrito por Mallarmé en el año 1867, nunca fue publicado en vida del autor y es una obra algo resbaladiza. Con respecto al texto el propio poeta escribió: “Es un cuento con el que quiero aplastar al viejo monstruo de la impotencia y su tema con objeto de enclaustrarme en mi gran tarea…”. Su preocupación por escribir un libro total será su drama como creador. Luego de escrito Igitur hay un silencio prolongado hasta la publicación en una revista del poema “Un golpe de dados”, con una distribución espacial, casi pictórica, del poema, que lleva a escribir a Paul Valery: “Mallarmé me dejó ver por fin cómo había colocado las palabras en la página. Me parecía tener frente a mí la forma y el modelo de un pensamiento puesto por primera vez en un espacio circunscrito. Era el propio espacio el que hablaba, soñaba, daba vida a las formas temporales (…). Expectativa, perplejidad, concentración eran todas cosas visibles… Con mis propios ojos he podido ver los silencios que las formas asumían, instantes imperceptibles se hicieron claramente visibles: fracciones de un segundo durante el cual la idea viene y se va, átomos de tiempo que funcionan como gérmenes de infinitas consecuencias”.



Los artistas que conformaron las vanguardias estéticas europeas retomarían el libro para plasmar desde lo estético sus concepciones sobre la realidad y las posibilidades del arte.


Hoy la Internet copa el espectro comunicacional y el libro electrónico ha venido para quedarse, pero la transición será larga e incluso en un futuro ambos libros, el de papel y el electrónico, coexistirán, pero el libro de artista, con todo su trabajo artesanal a cuestas, será una rara joya, un artefacto insólito tanto de la literatura como del arte.



Tomado de Letralia



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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.



Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia


domingo, 29 de octubre de 2017

La mala fama del suicidio.




Estimados Amigos

Permitan que les presente otro interesante artículo de nuestro economista de cabecera, el gran Paco Mancera, alias by PacoMan. En esta ocasión, la mirada certera del autor se ha centrado en un tema polémico y también bastante incómodo, como puede ser el suicidio. Por supuesto, siendo quien es, desde una óptica economicista.

Escribe el filósofo coreano Byung-Chul Han en una de sus reflexiones: “Hoy se trata a los hombres y se comercia con ellos como paquetes de datos susceptibles de ser explotados económicamente. 

Ellos mismos devienen mercancía”. Sin darnos cuenta, nos hemos convertido en nuestros propios enemigos; por ello en la sociedad actual un triunfador ya no es aquella persona creadora que genera contenidos y produce calidad. Ahora las estrellas de la fama son quienes comercializan y “llegan” a más consumidores. El marketing ha devorado el producto. No importa la calidad de lo que se vende, importa venderlo aunque sea deficiente. Y cuanto más, mejor.

Byung-Chul Han en Seúl y Berlín


En semejante orden de cosas, el individuo-consumidor se convierte en esclavo del propio engranaje que le impulsa. El criterio economicista de la propia sociedad donde se halla inmerso le obliga a realizar un análisis racional; así deberá sopesar el coste-beneficio de su propia existencia, decidir si minimiza sus pérdidas mediante una estrategia como puede ser el suicidio.

Interesante este punto de vista, donde el suicidio se contempla como una decisión racional, y en cierta manera también económica. Una forma de minimizar pérdidas, ya sea debido a una crisis que 
nos ha arruinado de forma irremisible, o tal vez por un éxito profesional que nos descubre la vacuidad de nuestra existencia, de la vida genuina que hemos perdido a cambio.

Pero mejor que sea Paco Mancera quien nos lo explique con su sabiduría habitual. Sin duda nos sorprenderá, mostrándonos cómo el suicidio puede ser una estrategia dentro del complicado mundo 
de la economía que nos rodea. Y es que nosotros, todos, somos nosotros y nuestra economía.

Pasen y lean, merece la pena.

 Joan Antoni Fernández.

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Mi buen amigo Andrés Peláez Paz se preguntaba en Facebook en la madrugada del 15 de octubre de 2017:

“… No sé por qué el suicidio tiene tan mala fama. …”
Mi no menos buen amigo Armando Boix (y gran amigo de este blog) le contestaba a primera hora de la mañana con dos entradas breves pero intensas.

“… Es una cuestión cultural, muy propia del mundo judeo-cristiano, religiones que consideran la vida como un don entregado por Dios y, por tanto, no nos pertenecer. En otras culturas no hay esa mirada negativa. En la antigüedad grecolatina hasta se contemplaba positivamente, pues una muerte honorable por propia mano era preferible al deshonor. También se consideraba así en la cultura japonesa. …”
Tan alto es el don de la vida que obrar contra él, con un intento de suicidio, llegó a estar penado con la muerte… es broma, pero aún hay sitios que el intento de suicidio es un delito.

Y luego Armando redondea con:

“… "Tan cerca tenemos la libertad y ¿aún existen esclavos?, ¿no preferirías, por tanto, que tu hijo pereciera de forma similar, a que se hiciera viejo siendo un cobarde? ¿Por qué tanta preocupación si la muerte valerosa está también al alcance de los niños? Supón que no quieres proseguir la marcha: te empujarán adelante. Haz que dependa de ti lo que está en poder de otros. ¿No tomarás aliento de este niño para decir: «No soy esclavo»? Desdichado, eres esclavo de los hombres, de las cosas, de la vida; porque la vida, si falta el valor de morir, se convierte en servidumbre." (Séneca)  …”
¡Uf! Es difícil decir algo cuando Séneca lo ha dejado en todo lo alto. Pero ¿quién dijo miedo?

Esa mañana de domingo, con poco descanso, no en vano había estado chateando con Andrés de estos temas tenebrosos, y el arrojo que confiere la inconsciencia posteé algo parecido a esto.

El suicidio desde el economicismo.

Los "chicos malotes" de la economía, los de la Teoría de la elección Pública (Public Choice), los Buchanan boys (por cierto James Buchanan es Nobel de Economía en 1986), hace ya un montón de años que aplican todo el modelo economicista a estudiar el suicidio, en particular Gary S. Becker y  Richard A. Posner. En este mismo blog he hablado sobre esta rama de la economía y yo mismo me he permitido analizar con su instrumental aspectos como la vejez o vacunarse. Los economistas para explicar la demanda (la función que relaciona para cada uno de los precios de un bien o servicio la cantidad que los consumidores desean comprar) nos inventamos la función de utilidad. Esta función de utilidad es un constructo, un unicornio dorado, una fantasía que nos permite capturar todo lo relacionado con gustos, preferencias, modas, expectativas, pirámide de Maslow y demás asuntos inmateriales. En particular la función de utilidad nos dice que cantidad utilidad o satisfacción obtiene el consumidor de cada una de las combinaciones de bienes y servicios que podría consumir. Así nuestro homo economicus es un maximizador de utilidad (escoge aquella que le reporta mayor utilidad) restringido por la renta que disponible y los precios de bienes y servicios que desea adquirir.
De tal guisa, que con la función de utilidad explicamos las funciones de demanda y algunos osados nos dicen que por esa razón, hay que recortar en salud y educación para salir antes de la crisis. Ni que decir tiene que por cada teoría economía hay tres contrarias, tan científicas unas como las otras. Hace años, en este mismo blog conté en que se parecen los juegos de rol, la ciencia ficción y la teoría económica.


¿Por qué un individuo decide suicidarse?

Obviaré el análisis psicológico y sociológico, lo que evidentemente es un dislate. Recordemos que este texto es un mero entretenimiento y simplemente esboza algunas pinceladas que en modo alguno, pretenden explicar el cuadro completo.

Desde la perspectiva economicista: el individuo se suicida cuando al calcular cuáles son sus utilidades esperadas desde ahora hasta el momento esperado de su muerte biológica natural,  descubre que la suma descontada es negativa. Por lo tanto si deja de vivir su utilidad total será cero (o al menos mayor) que si sigue viviendo. Es muy escueto, pero con menos se sustentó la bajada de impuestos en los 80's aplicada por Thacher y Reagan: una servilleta de bar, con la curvita de Laffer dibujada en ella. Y todos sabemos los brutales efectos que causaron en la economía en años posteriores. Lo de la posverdad lleva décadas inventado.

Lo del descuento requiere una mayor explicación, pero no es el lugar apropiado para ello. Sólo un apunte, el tiempo es oro: no es lo mismo un dólar hoy que un dólar dentro de tres años. Por eso el tiempo es oro, pero depende de la velocidad del viaje: una guía gozosa de la teoría del descuento de flujos monetarios y sus adaptaciones a mejoras tecnológicas del transporte… varios lustros antes que Paul Krugman, ese premio Nobel, hiciera un entretenimiento semejante en 2010 al que yo hice en 1996.

Si el buen doctor Asimov, nos adoctrino sobre El gen egoísta como una de las bases de nuestro comportamiento. Me voy a permitir el lujo de al amparo de la sombra de la teoría de Richard Dawkins, extrapolarla y suponer qué decidir no reproducirse es una suerte de suicidio en diferido.

Bajo esa premisa, la Teoría de la Elección Pública también se ha aplicado a la decisión de cuántos hijos tener. Asunto interesante, pero si lo llevamos al esperpento (uno diría que Valle-Inclán definió la extrapolación forzada). Los negros llegaron a América porque los indios no se reproducían en esclavitud. Voluntariamente dejaban de reproducirse: “no traían esclavos al mundo”. El suicidio del gen que portaban, al no reproducirse voluntariamente condenaban a la desaparición su gen egoísta. Otro acercamiento economicista al suicidio, aunque en este caso en diferido, como tanto le gusta a la actual ministra de defensa española: María Dolores de Cospedal.

El más famoso despido en diferido de la historia: el bochorno de la marca España.

Es evidente que el número de suicidios aumenta durante las crisis. En particular en España en lo más duro de los desahucios se dispararon. Obviamente se suicidan los desilusionados con la vida. A pesar de saber que es un despropósito, si nos volvemos a centrar en los aspectos economicistas: una de las causas de la desilusiones es la situación económica. ¿Qué tendría que decir Carlos Marx al respecto? El ejército de reserva de desempleados es la fuerza que obliga a los empleados a aceptar las condiciones que les imponen sus empleadores, so pena de perder su empleo que será ocupado inmediatamente por uno de los muchos parados desesperados que si aceptarán esas condiciones. Si este ejército de reserva se suicida ¿con qué van a amenazarnos?... con el castigo eterno de Dios: el infierno. La Iglesia católica medró en lo más duro de la Edad Media, esa edad donde la esclavitud (la que no querían para sus hijos los indios) había dado paso a los siervos: esos esclavos con pretensiones de libertad. ¿Cómo conseguir que trabajasen más que un esclavo por menos de lo que recibía un esclavo? Dándoles el cielo si eran buenos siervos y con el infierno si se suicidaban. Y de ahí el enlace con la primera respuesta de Armando Boix: Nihil novum sub sole.

Algunos escritores famosos y suicidas. ¿Reconocen a alguno?

Antes de acabar y para cerrar este tono distendido y volver a la cordura. Les dejo con la respuesta al comentario de Andrés, ese mismo domingo por la mañana del escritor César Mallorquí hijo del afamado creador del Coyote y otros personajes de bolsilibro: José Mallorquí.

“… El suicidio de una persona es una catástrofe para quienes le amaban. Lo sé por experiencia. Quizá de ahí venga su mala fama...  …”


by PacoMan


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Joan Antoni Fernández nació en Barcelona el año 1957, actualmente vive retirado en Argentona. Escritor desde su más tierna infancia ha ido pasando desde ensuciar paredes hasta pergeñar novelas en una progresión ascendente que parece no tener fin. Enfant terrible de la Ci-Fi hispana, ha sido ganador de premios fallidos como el ASCII o el Terra Ignota, que fenecieron sin que el pobre hombre viera un céntimo. Inasequible al desaliento, ha quedado finalista de premios como UPC, Ignotus, Alberto Magno, Espiral, El Melocotón Mecánico y Manuel de Pedrolo, premio éste que finalmente ganó en su edición del 2005. Ha publicado relatos, artículos y reseñas en Ciberpaís, Nexus, A Quien Corresponda, La Plaga, Maelström, Valis, Dark Star, Pulp Magazine, Nitecuento y Gigamesh, así como en las webs Ficción Científica, NGC 3660 y BEM On Line, donde además mantenía junto a Toni Segarra la sección Scrath! dedicada al mundo de los cómics. Que la mayoría de estas publicaciones haya ido cerrando es una simple coincidencia... según su abogado. También es colaborador habitual en todo tipo de libros de antologías, aunque sean de Star Trek ("Últimas Fronteras II"), habiendo participado en más de una docena de ellas (Espiral, Albemuth, Libro Andrómeda, etc.). Hasta la fecha ha publicado siete libros: "Reflejo en el agua", "Policía Sideral", "Vacío Imperfecto", “Esencia divina”, “La mirada del abismo”, “Democracia cibernética” y “A vuestras mentes dispersas”. Además, amenaza con nuevas publicaciones. Su madre piensa que escribe bien, su familia y amigos piensan que sólo escribe y él ni siquiera piensa.
      
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by PacoMan 

En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.

Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po


Enlaces relacionados:

































































































                                                                                                        Actualizada el 02/03/2024




jueves, 26 de octubre de 2017

MIGUEL OTERO SILVA: Nuestra historia ha sido un encadenamiento de frustraciones.






MIGUEL OTERO SILVA | 18 DE FEBRERO DE 1969 

Prueba oral de un novelista 


Por Leonor Botifol



—¿En el caso de las novelas Fiebre, Casas muertas y Oficina Nº 1, los ambientes son estrictamente venezolanos o se puede pensar en una intención de reflejar algo también de Hispanoamérica?



—La concepción de los ambientes es estrictamente venezolana, porque mis novelas son reflejos de una realidad venezolana más o menos vivida o presenciada por el autor. Si esos ambientes corresponden igualmente a otras regiones latinoamericanas, y no solamente latinoamericanas, sino también a otros sitios del mundo, no ha sido por intención mía, sino porque en esos países existen condiciones económicas, políticas, sociales, históricas y aún raciales similares a las nuestras. Por lo demás, no creo —o lo dificulto muchísimo— que pueda escribirse una novela con la intención premeditada de abarcar ambientes diversos sin que ella caiga en artificio o falsedad. Las grandes novelas universales del pasado y del presente fueron escritas para interpretar o revelar un ambiente localista: el Quijote es La Mancha, Madame Bovary es un pueblo de provincia francesa, el Ulises es Dublín.




—¿Qué elementos autobiográficos están proyectados en estas novelas?

—Todo novelista inicia por lo general su carrera de escritor con un libro autobiográfico. Y sucede también que el 90% de ellos (o tal vez más) se quedan en ese primer libro. También por lo general, cuando un novelista trae su segundo libro, con o sin autobiografía, es cuando comienza a ser escritor profesional.

En Fiebre, mi primera novela, hay innumerables elementos autobiográficos, no solamente de mi persona, sino también de mi grupo, de mis compañeros de lucha, de eso que se ha llamado la generación del 28. Las cosas que le suceden a Vidal Rojas en la primera fase del libro (la trama amorosa, la acción política) me sucedieron a mí, como son igualmente experiencias personales los acontecimientos de la montonera. En cambio, la parte que sucede en Palenque, es una experiencia de mis compañeros de lucha que fueron a parar a ese campo de concentración, ya que yo logré escapar al extranjero después de haber participado en las guerrillas y deseaba concluir el libro, no en el destierro, sino en aquella cárcel tenebrosa de los llanos del Guárico.

En las novelas posteriores hay menos sucesos autobiográficos, aunque siempre los hay. Algunos personajes de Oficina Nº 1 e incluso de La muerte de Honorio, repiten experiencias mías, pero que no las uso en un sentido estrictamente autobiográfico, sino como elementos existenciales que sitúo en un personaje cualquiera.



—En el caso de haber tomado ambiente, situaciones o personajes auténticos, ¿han sido llevados a la novela objetivamente o deformados literariamente?

—Deformados literariamente, por supuesto. En las novelas posteriores a Fiebre  he tomado de la vida real los personajes secundarios, aunque “deformados literariamente” como dicen ustedes. Los personajes principales, en cambio,  han sido personajes de creación, es decir, inventados por mí. En cuanto a los personajes que he denominado secundarios, existieron realmente en las poblaciones de Ortiz o de El Tigre. Les advierto que realizo para mis novelas un trabajo preparatorio de indagaciones y apuntes que me sirve luego para edificar el ambiente y dar vida a los personajes (salvo en el caso de Fiebre, que todo me lo saqué de adentro y lo completé con los relatos de los ex presidiarios de Palenque). En el caso de Casas muertas, me fui a Ortiz, que para entonces estaba derrumbándose completamente, busqué a los sobrevivientes de la época terrible, que eran muy escasos, y ellos me contaron cómo eran los árboles y los pájaros, qué se comía, cómo se vestían, qué canciones cantaban, y yo comencé a llenar los cuadernos con sus palabras. Entre estos personajes estuvo una maestra de escuela que suministró los mejores datos, me contó las mejores historias y por ello aparece luego en mi novela con el nombre de “la señorita Berenice”.



—Hemos notado en sus personajes en general un sentimiento de frustración. ¿Obedece esto a razones especiales?

—Les confieso que nunca he pensado deliberadamente crear personajes de frustración para mis libros. Tal vez ese efecto se deba, no a mis personajes, ni a mí, sino a nuestra historia, que ha sido en nuestro tiempo un encadenamiento de frustraciones. Fiebre es la novela de la llamada generación del 28, una generación frustrada que da lugar a una novela frustrada. Casas muertas es la novela de una ciudad mal muerta por el paludismo, el caudillismo, la dictadura y las guerras civiles: una ciudad frustrada.” es la historia de una ciudad mal nacida, parida por la explotación petrolera, con características anárquicas de campamento, con rasgos evidentes de frustración. Esa debe ser la razón especial que determina el sentimiento de frustración que ustedes han observado en mis libros. En cuanto a La muerte de Honorio, si bien concluye con una esperanza, la esperanza de la unidad de las fuerzas progresistas y democráticas que se logró el 23 de enero, la verdad histórica es que esa esperanza también se frustró después, aunque yo no tuve tiempo de registrar el descalabro en mi libro, porque para entonces ya mi libro había sido publicado.



MOS por MOS

Antes de dar comienzo al temario de la entrevista, el escritor Miguel Otero Silva hizo una breve reseña autobiográfica:

Debo iniciar este experimento con la advertencia de que no soy ensayista, ni crítico de obras literarias ajenas, mucho menos de las mías. Tuve una formación cultural deficiente e irregular. Los únicos estudios universitarios que hice fueron los de ingeniería, bastante mal llevados, y luego los de periodismo en una promoción que fue bautizada justicieramente como “Promoción pirata”. Antes había hecho un bachillerato trashumante en varios liceos diferentes: uno de ellos de curas salesianos y otro dirigido por un católico fanático que nos levantaba a media noche para rezar el Vía Crucis de rodillas. Con tales antecedentes me sentiré en desventaja si ustedes me disparan preguntas de técnica literaria, de escuelas literarias. Para las otras cosas, estoy completamente a la disposición de ustedes, por más indiscretas que sean las indagaciones que se les ocurran.

Me preguntarán ustedes por qué estudié ingeniería y por qué, con una preparación tan deficiente, decidí meterme a escritor. Les contaré. La Universidad de Caracas en 1924, año en que me gradué de bachiller, no era una universidad moderna como la de ahora, ni tenía estas decenas de facultades especializadas. Aquel era apenas un claustro de Capitanía General, en el cual, quien no estudiaba Ingeniería, tenía que estudiar Medicina, o Abogacía, o Dentistería, o Farmacia, y nada más. Los que se sentían inclinados hacia la literatura se inscribían generalmente en la facultad de Derecho, no me explico por qué causa, ya que los códigos, los pleitos tribunalicios y los embargos, están a mi juicio, más lejos de las letras que la disección de un cadáver. Yo preferí la Ingeniería porque allí, al menos, se veían algunas materias de Matemáticas puras que era lo único más o menos poético que podía aprenderse en aquella universidad semifeudal. Pero finalmente dejé la ingeniería y me puse a escribir porque no me agradaba otro oficio sino el de periodista (que la dictadura no me permitía cumplir en su verdadera misión) y el de escritor.



Gallegos el maestro

Yo  creo sinceramente que, al menos desde el punto de vista consciente, no empleo símbolos en mis novelas, ni en las situaciones, ni en los personajes, ni en el paisaje, a pesar de ser un discípulo de Rómulo Gallegos, el gran maestro de los símbolos en la novela latinoamericana. En realidad, Gallegos fue mi maestro de literatura y filosofía en el liceo, y es indudable que sus novelas deben tener determinadas influencias sobre las mías. Pero no en lo del símbolo. Cuando Gallegos pone en sus libros una hacendada, esa mujer encarna al latifundismo; cuando a un americano, ese gringo encarna las compañías petroleras o al imperialismo; cuando a un peón, ese representa a la clase campesina, etc., y como tales se conducen a lo largo de sus libros. No sucede lo mismo con  mis personajes, quienes no siempre actúan de acuerdo con el oficio o posición social que tienen.

Les contaré una anécdota. Cuando leyó mi libro Casas muertas el maestro Gallegos me llamó a su casa para decirme que la novela le había gustado mucho, y agregó después: “Hay, sin embargo, una cosa que no me explico. Y es que tú metes un cura en el relato y el cura te sale bueno, lo cual es algo difícil. Y unas páginas más adelante metes otro cura y también es bueno, lo cual es todavía más difícil. Y por último, metes un tercer cura y también es bueno. Ya eso es inverosímil”.

Yo le respondí:

Mire maestro, lo que pasa es que cuando yo meto un cura no estoy metiendo al clero en su totalidad, como tal vez haría usted. Cuando yo pinto un cura es simplemente un cura de carne y hueso; y esos tres me salieron buenos porque dio la casualidad que en Ortiz, el pueblo de Casas muertas, vivieron tres curas en la época de mi relato y los tres eran almas de Dios. Y concluí para consolarlo: pero no se preocupe, maestro. Ahora estoy escribiendo un libro llamado Oficina Nº 1, donde aparece un cura que es un bandido.


Tomado de El Nacional