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viernes, 1 de enero de 2016

Jorge Teillier,poeta chileno, a Hernán Ortega Parada: "Para vivir de la literatura hay que dedicarse al periodismo o ser un profesional del arribismo"

Una entrevista al poeta chileno Jorge Teillier





Estimados Amigos



Hoy es el primer día del año 2016, y para continuar la linea de ayer compartimos con ustedes una entrevista al poeta chileno Jorge Teillier realizada por  Hernán Ortega Parada. Cumplimos así con divulgar un poco más la cultura literaria de América del sur mientras estemos en este mar electrónico.

Deseamos disfruten de la entrada y tengan un Año 2016  provechoso.

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"Para vivir  de la literatura hay que dedicarse al periodismo o ser un profesional del arribismo"
Una entrevista al poeta chileno Jorge Teillier 





 "Jorge Teillier, arquitectura del escritor".


XVI


A Beatriz, de nuevo, siempre.


Eres el peso profundo y secreto
de los granos de trigo
en la balanza de mi mano.
El frescor del sorbo de cielo
que bebe el pájaro marino.
Por el verano corren los claros esteros
de tu espalda desnuda.

Eres un puente entre los marjales de las pesadillas.
Las madejas de nuestros sueños se entrelazan,
estrechas desechas en lava.
Tú derribas 
los muros coronados por trozos de botellas
que sitiaban mis días.
Ya no voy solo por los viscosos corredores
de los sueños adolescentes.
Desde la buhardilla que escojo
para recibir tu cuerpo
vemos las tardes libres e infinitas
y caballos marcados sólo con estrellas en la frente.

Tu cuerpo es el frágil latido de flores con ojos de nieve
que me traen los vientos
venidos del país donde nunca se llega.
Me anunciaron que me estabas prometida
todos los gallos de las veletas,
todos los puentes construidos por los antepasados,
todos los andenes y todos los campanarios.

Tú extiendes las sábanas del alba,
tú haces que la noche sea la otra vida.
Pero si tu sombra aparece en todos mis muros,
ya no estarás más.
Soy extraño a toda fiesta para mí mismo.

Tú sabes que veo el sol y la muerte viajar juntos,
tú sabes que siempre hay un cuarto que no debe abrirse
y que el viento de pronto apenas se atreve a hojear los trigales
por miedo a encontrar un sol más oculto.

De Crónica del forastero,1968.


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Fragmento de la entrevista a Jorge Teillier, del libro " Jorge Teillier" de Hernán Ortega Parada






¿Cree en Dios?

No sé si creo o no creo en Dios pero el hecho de pensar en Dios quiere decir que existe. Ahora, simpatías por alguna religión determinada: no. Por tradición debería ser católico y por un momento sentí que el movimiento Carismático, en Chile, tenía un tercer mundo espiritual que me gustaba en el sentido que la gente se elevara, fuera más allá de sí misma. También me parece interesante el papel de la caridad, que es como la clave de todo –como decía Rimbaud–. La Iglesia es madre de la caridad, de la fe y de la esperanza. Krishnamurti dice que “la esperanza es lo peor que le puede ocurrir a un hombre”. Ningún ser humano debe tener esperanzas... porque ya es desdichado teniéndola. Mejor es ser caritativo. Y la fe también puede ser destruida. En cambio, la caridad no. Tú puedes dar y recibir. Creo en esa permanencia. Soy una molécula en el Universo y nada más. No soy una caña pensante porque pienso muy pocas veces. En eso no soy pascaliano.



¿Qué trabajos extra-literarios ha desarrollado dentro de Chile?


Fui profesor de Historia, de liceo, por dos años, lo que también está relacionado con un trabajo creativo, está relacionado con la literatura. Después, veinte años en la Universidad de Chile, siempre con escritores o científicos, que son creadores porque escriben sus artículos; entonces, gente ligada a la creación literaria en cierto modo. Algo extra-literario sería lo que me pasa ahora, en que realmente vivo más en el campo que en la ciudad. Pero que no me disgusta porque también hay un trabajo creativo, como injertar cosas, hacer jardines, preocuparse de cómo viene el río, el agua, formar una cooperativa con la gente de los pueblos. Creo que nunca he hecho un trabajo extra–literario, fundamentalmente. La literatura vive de las vidas de literaturas.

¿Cómo desea que se le recuerde en el tiempo?


Es una pregunta muy impersonal. Seguramente todo el mundo se va a olvidar de uno, pero... puedo quedar presente en algún texto. Quiero que me recuerde algún muchacho que descubra mis poemas y que le ayuden a vivir. Los poemas de un poeta muerto hace cien años –suponiendo que el mundo viva cien años más–, que yo sea un amigo intemporal. Los poemas que recordaran mis nietos; porque yo tengo un gran arraigo con mi familia.

¿Cómo se genera en su mente la concepción de un poema, cuento o ensayo? ¿Cómo identifica ahora ese principio?


Yo creo que ha habido varias etapas, en cuanto a escribir un poema, para mí. De pronto me nace de una sola frase, incluso al azar. Que “dos personas se conocen y se miran al espejo, una va a morir si se aman”: a partir de eso hay una idea poética muy curiosa. Eso lo escuché en una micro, en un viaje de La Ligua a Cabildo. Los amores siempre son como rayos pero no hay que mirarse en un espejo al mismo tiempo. Eso me pareció como un tema poético. A veces son palabras, a veces son situaciones poéticas, a veces quiero resucitar algo, evocar algo, contar la vida de un personaje. Tengo un poema dedicado a un viejo boxeador, sobre el que Braulio Arenas me dijo que le gustaba mucho porque había un distanciamiento respecto del “objeto” al “sujeto”, de quien crea a quien es descrito Creo en el trabajo últimamente, creo que uno debe estar escribiendo siempre, tomando notas. Ahora, que la lectura es para mí un vicio, entonces me estimula mucho y me dan deseos de escribir. Pero como han escrito lo mismo que yo, a veces digo para qué intentarlo. Pero, pienso que un poeta debe leer mucha poesía. Porque hay una creencia muy extraña –la que he escuchado muchas veces– “Yo no quiero leer o no quiero escribir, para no imitar a nadie y porque no quiero repetir”. Al contrario, uno tiene que desarrollar una sola cosa. Todos los temas están hechos, todos los árboles crecen si tú los plantas. Entonces, el tuyo va a crecer de otra manera que el que plantó el vecino.




¿Cómo y en qué momento califica los méritos de su obra? ¿Sus juicios autocríticos son siempre seguros o le provocan dudas y cambios constantes?


De los méritos de mi obra creo que puedo hablar como de los méritos míos. No estoy conforme conmigo mismo; por lo tanto, no lo puedo estar con lo que he escrito. Y no he escrito lo que debiera, así como en cantidad como en calidad: he sido muy flojo. Me gustan varios poemas míos, los creo bien logrados. En general, estoy disconforme cuando escribo un poema y, a veces, tan conforme que lo leo a los amigos, lo que es una especie de perversidad, “infligir un poema” a alguien es un castigo. Lo que pasa es que escribir me produce un exceso de concentración: no puedo dedicarme a otras faenas. La autocrítica es muy fuerte. Escribo diez o quince veces cada poema. No los corrijo sino que escribo otros poemas. Después, leo los diez poemas y elijo el que me gusta más; sólo entonces ése lo paso a máquina. ¿Y las contraversiones? Al tacho, como dicen los jugadores de poker.

¿Ha sentido flaquear su vocación literaria alguna vez?


No, porque sería como dejar de respirar. Me sentiría muy molesto, estaría muerto. Puedo dejar de escribir pero siempre tengo el remordimiento de no escribir; entonces, tendría que encontrar –y no he encontrado– algo que reemplazara no diré esa vocación sino esa forma de vida. Ganar mucho dinero en algo, hacer una empresa de colonizador, o sea una cosa creativa, o si no retirarse sencillamente a la meditación. Pero eso no es gratis, no tengo vocación de ermitaño.