lunes, 31 de diciembre de 2018

UN ACERCAMIENTO BIOGRÁFICO A TEÓFILO TORTOLERO




Teófilo  Tortolero. Fotografia Héctor Lopez Orihuela.



Biografías Portátiles [12]: Teófilo Tortolero es la décimo segunda entrega de esta serie referida a esta gran voz poética de Valencia, Venezuela. JCDN. 




Teófilo Tortolero (Valencia, 1936 – Nirgua, 1990). Su obra poética se inició con un poemario sorprendente, Demencia Precoz (Editorial Arte, 1968), el cual abriría una nueva perspectiva del discurso lírico en Carabobo y Venezuela: la del poema breve, despojado y concentrado en sí mismo, más allá de la poesía militante, exteriorista y comprometida de la década de 1960. El prólogo del gran Psiquiatra y ensayista José Solanes, además de definir el texto poético de doble orilla como aquél en el que se funden la belleza y el sentido, saluda esta propuesta sin fallar en el análisis psico-crítico desmedido: “Es así como Tortolero tenía necesariamente que ser, pese a las apariencias, eso que es en su libro: el poeta de lo cotidiano y a la vez de lo trascendental”.



El conjunto, entre otras cosas, forja una visión desangelada de la alienación mental e incluso espiritual [no mediatizado por afán religioso institucional], al punto que la insania y el hospital psiquiátrico constituyen un mismo cuerpo por rescatar, por supuesto, en el reconocimiento de la legión o vocerío múltiple interior y del Otro sometido a una exclusión oprobiosa por el orden exterior. De allí su condición de poesía del exilio endógeno y exógeno. No se trata de la traslación trasnochada y extemporánea de la metodología surrealista, sino de la disposición de imágenes surreales que tantean las contradicciones humanas de la voz poética escindida: “Madre qué decía esta palabra / a tres pasos de la sala demente del llanto / (un ojo fijo en los corredores) / qué decían los centauros / recostados en el azul de cera de tu almohada?”.

Portada del primer libro de Teófilo Tortolero

Defendemos nuestra lectura mística que nos cita a San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, pues la esencia sufriente del libro simula el diario zigzagueante de un paciente psiquiátrico que balbucea la índole de su malestar. Es un objeto poético cruento y conmovedor que se nutre de las contingencias de la vida y no de la mera experimentación formal de vanguardias vacuas y ruidosas. Esta escritura se nos antoja, en un afán maternal y proteccionista, una cartografía extraviada de la tristeza, la nostalgia y el dolor psicológico y ontológico a la vez: “No me cura mi madre de sus hospitales / nadie quiere salvarme de esta luz / que me da golpes en la frente / (…) / Por esa carpintería sería feliz / un solo dibujo de Ágata me haría feliz”.



Julia Kristeva, en Sol negro. Depresión y melancolía (Monte Ávila, 1997), recalca que la enfermedad melancólica-depresiva apareja la pérdida del objeto amoroso y la modificación traumática de las relaciones significantes: “Estas últimas, y en particular el lenguaje, resultan incapaces de asegurar en este conjunto la autoestimulación necesaria para iniciar ciertas respuestas. En lugar de operar como un ‘sistema de recompensas’ el lenguaje al contrario hiperactiva la pareja ansiedad-castigo, insertándose así en la lentitud del comportamiento y en la lentitud ideatoria características de la depresión” (pp. 14-15). En el caso de Tortolero, más allá de las virtudes taumatúrgicas y terapéuticas del ejercicio poético, tenemos una vocación compulsiva por la recreación y comprensión de su propio mundo, además de una conciencia estética [no esteticista] muy consecuente y sólida. Al punto de iniciar una bitácora de escritura que va de la renovación lírica de Demencia Precoz y Las drogas silvestres (Universidad de Carabobo, 1973) al neo-romanticismo de La Última Tierra (2da. Edición, 1995), su último título.

Portada del segundo poemario de Teófilo Tortolero

Las drogas silvestres (1973), es una ratificación de esa búsqueda en la Poesía, la del aparente intimismo que coquetea con el existencialismo y la desconfianza prudente respecto a proyectos utópicos de índole ideológica y estética. A un texto aforístico proveniente de “Demencia…” como “Hoy es diluvio. Ya están con nosotros los pájaros gritando / clavando sus picos en el Arca”, le sigue y complementa esta declaración de principios mínima: “Yo te busco en un salto al vacío”.

La Poesía se confronta con las impiedades del entorno sin necesidad de slogans ni manifiestos político-artísticos exhibicionistas. Bulle adentro la despiadada duda metafísica más que la religiosa: “Oh Pastor de Dios / Quita de la hendidura el borbotear de sangre / Haz que cierre los ojos esa claridad / Que devana su muerte”. La parte que inicia el díptico, “Los campos de merinos”, desarrolla una paisajística que implica jugar a las damas con la muerte, quedando todas las partidas tablas por vía de la incertidumbre como pulsión vital: “Rada / Morir en vida propia / Sin probar la caricia / Pero en aguas brillantes y profundas / Donde el sol no se aplaca”.

La segunda parte, “Las drogas silvestres”, se deja leer como un inventario de impresiones variadas e irregulares del que se vale la voz para atenuar el dolor, la angustia y los estados efusivos como si fuese un anti-manual homeopático: “Es igual un día y otro en las islas / Teñidas de martirio / Pasa y bebe ese anís tras la puerta del fondo / Quién regresara a tu paraíso donde a media mañana / Tomaste la cicuta”. Tortolero posee la virtud de componer con palabras justas una imaginería de corte expresionista, llena por igual de luces enceguecedoras [“Una mañana cae sobre otra mañana / Pero su telaraña sigue igual / No se ve otra cosa que el sol”] e inquietantes claroscuros [“Puedo ver tus pasos en la oscuridad”] susceptibles de conducir o extraviar la mirada de un mundo en descomposición. Hay una complicidad con las letanías inversas de Charles Baudelaire, de manera que el corpus del poema destile complacencia lúcida por la fealdad mustia de los alrededores. Como coda a esta entrada, nos sorprenden los retratos fotográficos del poeta en los cuales el parecido con Baudelaire es perturbador.

Teófilo Tortolero. Fotografía de Yuri Valecillo. Esta imagen fue tomada del libro "Rostro y Poesía"

Los lectores seguimos esperando por una nueva antología poética de Teófilo Tortolero que lo haga conocer dentro y fuera de Venezuela. Sin embargo, agradecemos todavía al Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, el volumen El Día Perdurable y Otros Poemas (1997) que, además de los poemarios antes comentados, selecciona textos de 55 poemas (1981) y La última tierra (1990 y 1995), y publica íntegro el libro homónimo acreedor de la Bienal Literaria José Rafael Pocaterra en 1982. A tal respecto, Reynaldo Pérez Só, para entonces Director del Departamento, argumenta su sitial notable en el devenir poético venezolano, muy a pesar de su bajo perfil: “Valencia nunca había tenido un poeta de su intensidad, de poco derramamiento, que voló más allá de Venezuela sin salir de sus fronteras, sin complejos cosmopolitas ni consumido por el aristocratizante poema que sus émulos de generación sufrieron”.

Teófilo Tortolero. Fotografía De Anaxímenes Vera. Revista Auditorio.

Resulta curioso que editoriales nacionales no hayan publicado a Tortolero [por ejemplo, tenemos entendido que ni Monte Ávila ni la editorial el perro y la rana lo hicieron pese a tenerlo en sus planes]. Peor aún, tenemos noticia de un volumen recopilatorio plagado de errores e inexactitudes [por ejemplo, atribuirle textos de J.M. Villarroel París] muy a pesar de la buena intención, El libro de los cuartetos (La Oruga Luminosa, 1993), bajo la curaduría de Orlando Barreto.

Más allá de estas contingencias que no tienen nada de supersticiosas, desde aquí estamos dispuestos a abrazar siempre la poesía de Teófilo Tortolero con efusión y tacto para no lastimarle y sí hacerle sentir nuestro afecto in crescendo.


José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

Tomado de Ciudad Valencia


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José Carlos De NóbregaEnsayista y narrador venezolano (Caracas, 1964 - Valencia, 2023). Licenciado en educación, mención lengua y literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web.

En 2015, fue profesor invitado por la Universidad de Salamanca para dictar un curso sobre literatura venezolana, auspiciado por la Cátedra Ramos Sucre de la USAL y el CENAL.


Ha publicado dos volúmenes de ensayo: Sucre, una lectura posible (Universidad de Carabobo) y Textos de la Prisa (Gobernación del estado Carabobo) en 1996. Los libros de ensayos Derivando a Valencia a la Deriva (2007) y Salmos Compulsivos por la Ciudad (2008, versión digital en www.letralia.com) han sido publicados por las editoriales “El Perro y la Rana” y “Letralia” respectivamente. En mayo de 2008, la Editorial Letralia publicó Para machucar mi corazón: Una antología poética de Brasil (serie Transletralia, versión digital en www.letralia.com), de la cual es el compilador y el traductor. En 2011 apareció el libro de ensayos Salmos Compulsivos, bajo el sello editorial Protagoni, c.a..


El Fondo Editorial Fundarte publicó el libro de cuentos El Dragón Lusitano y otros relatos, en 2013. En 2014,


Fundarte hizo públicas dos traducciones a saber: los libros de poesía Las imaginaciones / El soldado raso. de Ledo Ivo y la novela La Pasión según G.H., de Clarice Lispector. También tradujo Dispersión / Indicios de Oro, del poeta portugués Mário de Sá Carneiro.


Ha colaborado en diversas publicaciones periódicas: Poesía, La Tuna de Oro, Tiempo Universitario, Letra Inversa del diario Notitarde, Laberinto de Papel, Revista Nacional de Cultura, Imagen, suplemento Letras del diario Ciudad Ccs, el diario Vea y Fauna Urbana.




domingo, 30 de diciembre de 2018

"Mi vida no es muy emocionante, pero para mí está llena de pasión, ansiedad, alegría, tristeza,...".

Una Entrevista a Ursula K. Le Guin por Alejandro Serrano





Estimados Liponautas

Hoy compartimos con ustedes esta entrevista de la desaparecida Ursula K. Le Guin tomada de Fantasymundo .

Disfruten de la entrevista.


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Alejandro Serrano: La imagen típica de un escritor, sobre todo si tiene cierta reputación y una prolífica carrera internacional, es de una persona habitualmente sentada en su sillón favorito, dando vida a diferentes personajes, alejada del mundo. Sin embargo, sus libros muestran que su vida es mucho más intensa que todo eso, su imaginación tiene fuertes tintes sociales y un profundo conocimiento de la naturaleza humana… ¿cómo pasa sus días Ursula K. Le Guin? ¿Qué experiencias en su vida o qué libros han marcado su concepto de la fantasía?

Ursula K. Le Guin: me temo que, como la mayoría de escritores, Ursula pasa casi todos los días sentada enfrente de un escritorio, con un cuaderno de notas o un ordenador sobre él. Mi vida no es muy emocionante –para nadie-, pero para mí está llena de pasión, ansiedad, alegría, tristeza,... tanto que me asombra pensar en ello.

Ya escribía historias fantásticas cuando tenía ocho años de edad, así que no creo que mis experiencias vitales sean la base de mi forma de escribir fantasía. Simplemente, mi mente funciona así. La “razón pura” es inaccesible para mí; mi razón trabaja a través de la imaginación. 





Alejandro Serrano: La primera vez que alguien me habló de Terramar, hace mucho tiempo, la describió como “una muy buena saga de fantasía pero demasiado feminista”. Siempre sospeché de las etiquetas, así que ese comentario reforzó mi intención de leerla. Y no sé cual fue su intención al iniciar la saga, pero creo que intentó reclamar la imagen de la mujer en la fantasía pero sin olvidar al hombre, especialmente a aquel que respeta a la mujer y su papel en la vida. ¿Estoy equivocado? ¿Cree que la fantasía actual ignora bastante más el género de los personajes para centrarse en su psicología? Hoy en día hay muy pocas Éowyns por ahí, la mayoría de los personajes femeninos en los libros actuales toman roles protagonistas por derecho propio, no sólo como complemento del varón. No esperan a sus hombres cosiendo y suspirando, afortunadamente.




Ursula K. Le Guin: No estás equivocado, pero debes recordar que comencé a escribir Terramar en 1968, cuando no había mujeres en la fantasía heroica, tan sólo Éowyns. De hecho, había pocas mujeres en la literatura, tan sólo Emma Bovarys. Los libros trataban sobre los hombres, que hacían cosas propias de su género; las presencia de las mujeres era marginal, y tan sólo eran concebidas en su relación con los hombres. “Un mago de Terramar” no pone en cuestión eso en absoluto. El siguiente libro, “Las tumbas de Atuan”, sitúa a la mujer como centro, acompañada de un hombre: ninguno de los dos puede lograr su libertad sin el otro. “La costa más lejana” vuelve al mundo de los hombres. Los últimos tres libros de la saga miran al mundo de los hombres pero poniendo sus fundamentos morales bajo una lupa, a pesar de su realidad.

Sin embargo, la palabra “feminista” ha sido malinterpretada y denigrada, y al feminismo hemos de dar las gracias de la inclusión en la literatura de todo el género humano, no solamente de su mitad masculina.

Lo cierto es que las mujeres aún tienen más posibilidades de terminar al cuidado de la casa que los hombres –quizá cosiendo, quizá suspirando, quizá estudiando matemáticas o tocando la viola, pero casi siempre al cuidado de los niños, poniendo la comida en la mesa o limpiando el suelo. ¿Hay que avergonzarse de ello? ¿En qué hace a la mujer inferior al hombre dedicarse a esas tareas? Las mujeres no tienen porque imitar al hombre para ser consideradas seres humanos.

Durante mucho tiempo, la ficción falló precisamente en eso, en preguntarse que ocurre en el hogar, entre las mujeres. Si está cosiendo, ¿porqué lo hace? ¿Quiere hacer esto o no? ¿Porqué deshace el tapiz cada noche? ¿Suspira por su amante ausente, o por el estado de la economía del país, o el problema del origen de la maldad? ¿Cómo es la vida, la actual vida interna de la mitad de la raza humana?

Si a un hombre no le interesan las respuestas a estas preguntas, dejemos que lea libros para chicos sobre batallas, etc. Hay muchos de este tipo.





Alejandro Serrano: Su trabajo en Terramar y otras novelas se centra habitualmente en la maduración de sus personajes, y en sus esfuerzos por encontrar su lugar en un mundo cruel lleno de peligros, cuyo equilibrio tiende a ser volátil… Esto es únicamente un reflejo de la vida real, transplantado a un mundo lleno de criaturas sobrenaturales, y que realza aún más la universalidad de los temas sociales de sus libros. La mayoría de la fantasía suele centrarse en héroes sin escrúpulos o en escenas donde la espectacularidad eclipsa toda reflexión. Algunas veces parecen intentos por esconder la falta de argumentos del escritor, pero sus libros se centran por completo en estas reflexiones… ¿La fantasía debería hacernos pensar sobre el mundo real, sobre nuestra relación con el resto del mundo?
  
Ursula K. Le Guin: Dudo mucho a la hora de afirmar que cualquier tipo de literatura “debería” hacer algo; esto reduce al arte a la practicidad –enseñando, inculcando moral-, como si fuese su única función posible. Así que diría sólo que la fantasía que no explore de alguna forma metafórica nuestra propia existencia en el mundo, probablemente resulte trivial. No obstante, también puede ser divertida.

Alejandro Serrano: El papel de la mujer y el hombre en la sociedad occidental ha cambiado mucho en las últimas décadas, y ambos espacios vitales se han aproximado mucho, pero… algunas veces parece que si no estamos casados, no tenemos niños o relaciones estables no podamos realizarnos como personas; y si tenemos niños, tanto la mujer como el hombre han de trabajar fuera, sin tiempo para educarlos. ¿No cree que en muchas ocasiones se nos pide, a hombres y a mujeres, cumplir con su papel en el seno de la familia y en nuestro trabajo como si fuéramos superhéroes?

Ursula K. Le Guin: Sí. Veo lo duro que ha sido para la generación de mis hijos (ahora en los cuarenta) trabajar, cumplir con sus deberes, con muy poco tiempo para tomarse las cosas con tranquilidad; siento profundamente que algo está muy mal. Es el trabajo, y su naturaleza, los que están equivocados. Creo que los hombres y las mujeres están atrapados en una gran máquina que ha convertido al mundo, la máquina del capitalismo, en la que la productividad, la actividad y el crecimiento no pueden parar ni un momento. Esta gran máquina cubre la tierra de residuos y devora a sus hijos.




Alejandro Serrano: Todos los libros de la saga de La Costa Oeste (‘Gifts’, ‘Voices’ y ‘Powers’), serán publicadas en España, según el editor de Minotauro. Por el momento, tan sólo han traducido el primero, “Los Dones”, una novela que explora la naturaleza de los poderes, el crecimiento personal y como éstos pueden entrar en conflicto con el resto del mundo. Nuestro conocimiento puede ser útil, pero también el origen de nuestra ruina. Esta lección está bastante lejos del trato que usualmente se le da en la literatura, como regalos sin condiciones: pero hemos de ser cuidadosos al usarlo, son peligrosos. No creo que estos libros estén dirigidos sólo a la audiencia juvenil, los adultos pueden aprender mucho de estas historias y aplicar sus lecciones en su vida real, en su relación con los demás. ¿Cuántos conflictos podrían haberse evitado si fuésemos más cuidadosos con nuestras diferencias?


Ursula K. Le Guin: Los editores adoran la categoría de “joven adulto”, que les proporciona ventas seguras entre los adolescentes. Desafortunadamente, si publicas un libro en esa categoría puedes estar seguro de que los críticos (incluso dentro de la ciencia ficción y la fantasía) lo ignoren, y que muchos adultos lo eviten, creyendo que tan sólo es para críos. El hecho es que, muchos libros para “jóvenes adultos”, particularmente en la fantasía, difieren únicamente del resto en que sus protagonistas suelen tener menos de veinte años. Me gusta escribir sobre personas de esta edad porque son abiertos, vulnerables, su encuentro con el mundo es fresco y apasionado; pero ciertamente, no creo que mis libros con protagonistas jóvenes estén tan sólo escritos para adolescentes (después de todo, tan sólo hay que fijarse en “Romeo y Julieta”)…

Alejandro Serrano: Mientras esperamos por ‘Voices’ (“Voces”) y ‘Powers’ (“Poderes”) en España, Minotauro publicará a últimos de febrero de este año un libro con algunas historias suyas de ciencia ficción: “Los Mundos de Ursula K. Le Guin”, con ‘The Left Hand of Darkness’ (“La mano izquierda de la Oscuridad”), ‘The Word for the World is forest’ (“El nombre del Mundo es Bosque”), and ‘The Dispossesed’ (“Los Desposeídos”). ¿Siente que hay diferencias sustanciales entre escribir ciencia ficción o fantasía? ¿Puede contarnos algo sobre estas historias?





Ursula K. Le Guin: Estas tres novelas son todas de ciencia ficción, no de fantasía; esto es así, se sitúan en un universo en el que se obvían las leyes de la física que conocemos, pero no violan abiertamente los principios científicos, tal y como hace la fantasía con sus magos, gatos alados o los Alephs.

Creo que la fantasía es la más antigua clase de literatura que todavía se practica, y la ciencia ficción la más reciente. La ciencia ficción es un derivado del realismo. Al igual que el realismo, usa el mundo actual como base, a menudo el contemporáneo. Difiere del realismo únicamente en la extrapolación de un futuro al que se puede llegar a través de la actualidad presente, o en imaginar algún plausible avance científico o cambio social, todo ello desarrollado de la forma más realista y preciosista posible. Es una forma de ficción altamente ingeniosa y divertida, que he disfrutado leyendo y escribiendo.

Creo que la ciencia ficción está cambiando de forma, perdiendo su esquema intelectual, mezclándose bajo otras formas, y tal y como el mundo cambia rápidamente a nuestro alrededor, la ficción no puede, literalmente, mantener este crecimiento de la ciencia y la tecnología, y sólo lo intenta.

Alejandro Serrano: Hay sectores en nuestra sociedad (y en EE.UU.), que intentan forzar a la población a abrazar ideas políticas que creíamos superadas, como el fundamentalismo religioso, los tabúes sexuales o su visión de la violencia justificada. Persiguen a todo el que no opina de la misma forma, y aseguran que el país sufre bajo la falta de moralidad… ¿Cree que existe una moral distinta del fundamentalismo político o religioso, más tolerante en términos sociales, con mayor libertad de pensamiento? ¿Qué papel tiene la fantasía en ella? 


Ursula K. Le Guin: Diré únicamente que tanto la ciencia ficción como la fantasía son formas de lieratura que permiten imaginar ALTERNATIVAS. Sociedades, políticas, culturas, reglas de género, ideas religiosas,… todas ellas alternativas. Y precisamente por ello tienen un gran papel a la hora de cultivar el uso racional de la imaginación, en liberar a las mentes de la mano muerta de las ideologías rígidas e irracionales.




Leyendas de Terramar de Goro Miyazaki


Alejandro Serrano: No sé que ocurre con las adaptaciones de Terramar. Francamente, no es tan difícil comprender al menos el espíritu de la saga (aunque haya muchas cosas interpretables), pero cada vez que alguien intenta adaptarla a otros formatos, el resultado no tiene nada que ver con lo que usted ha escrito. No sólo le ocurre a usted, obviamente, por ejemplo, hace poco Hollywood ha destrozado por completo “Soy Leyenda”, de Richard Matheson. Creo que no deberían adaptar un libro si no quieren preservar su espíritu. Las tres películas de “El Señor de los Anillos”, de Peter Jackson, son una excepción… hay muchos cambios en ellas, pero el espíritu de J.R.R. Tolkien está en ella. Incluso con el exceso de la violencia y la falta de las profundas reflexiones que sí están presentes en los libros, uno puede apreciar la belleza de la vida y lo que Sauron pretende destruir: miles de pequeñas historias personales, todo lo bueno que existe en el mundo, algo que está por encima de la supervivencia de cualquier reino. ¿Cree usted que en el futuro podremos ver una buena adaptación de Terramar, tras los intentos de Goro Miyazaki y Lieberman? ¿Nadie está interesado en su propio guión, que escribió junto a Michael Powell? ¿Qué piensa de las dos adaptaciones de Terramar y sobre la de El Señor de los Anillos?




Un fotograma de Leyendas de Terramar de Goro Miyazaki


Ursula K. Le Guin: ¡Ay, ay, caramba! ¡Por favor, no me preguntes sobre eso!


Alejandro Serrano: Parece que todo está dicho en Terramar, y en ocasiones ha expresado su rechazo a continuar la saga, algo muy entendible, por otra parte, tras años de dedicación a ella. Y francamente, aunque podría continuar, argumentalmente hablando, parece bien cerrada. ¿Ha pensado alguna vez volver a escribir sobre Ged
y Tenar, o algún spin-off sobre algún personaje?

Ursula K. Le Guin: Bien, como se suele decir, “Nunca digas nunca jamás”. Amo a la gente que habita Terramar, y hay muchas islas que nunca tuve la oportunidad de visitar… pero creo que la historia finalizó por sí misma por completo al final del sexto libro.


Alejandro Serrano: El trabajo de un escritor nunca parece finalizar, al menos si la inspiración acude… ¿qué proyectos tiene en mente? 

Ursula K. Le Guin: Mi próximo libro, que se publicará esta primavera, se titula ‘Lavinia’. Es la chica italiana con la que Eneas está condenado a casarse, y para poder fundar la ciudad y el imperio de Roma. Los últimos libros de la Eneida están llenos de batallas: Virgilio tenía bastante que contar sobre la guerra, su locura y tragedia, porque (creo), él quería mostrar a su nuevo emperador Augusto el coste real del Imperio y preguntarle: “¿merece la pena?”. Pero no tuvo tiempo de contarnos mucho sobre Lavinia, o al menos de dejarla hablar. Así que, leyendo el poema, comencé a preguntarme sobre ella, le dije: “¿Lavinia, quién eres?” Y ella me respondió. Y aquí está la novela. Es diferente a todo lo que he escrito hasta ahora. Estoy muy contenta con ella.

Y tras Lavinia no sé lo que haré, nunca lo sé.






Alejandro Serrano: Finalmente, ha sido un placer conocerla… ¿Qué diría a sus fans de Fantasymundo y a aquellos que aún no han leído sus libros?

Ursula K. Le Guin: Un escritor sin lectores es una criatura miserable. Si sois felices leyendo mis libros, creedme, ¡soy feliz porque los leéis! Y estoy feliz de haberos encontrado, en una forma misteriosa –la única magia auténtica que conozco-, en el espacio de la literatura, donde las mentes y la imaginación se encuentran, se unen y juegan juntas, y aunque seamos siempre extraños, aún más por hablar en distintas lenguas, nos comprendemos.

He disfrutado esta entrevista. ¡Muchas gracias!

 

Tomada de Fantasymundo  

sábado, 29 de diciembre de 2018

YO PERTENECÍA a un pueblo de grandes comedores de serpientes: HOMENAJE A RAFAEL CADENAS





2018, HOMENAJE A RAFAEL CADENAS


Javier Tellez


Este año que ahora llega a su término dejó sin duda a Venezuela muchos sucesos infortunados y la continuidad trágica de un gobierno inconstitucional que tarde o temprano tendrá que rendir cuentas al país, pero el 2018 nos trajo también algunas noticias de esperanza que sirven para reconfortarnos mientras se alumbra un porvenir libre para el pueblo Venezolano, entre ellas destacamos el reconocimiento internacional al escritor barquisimetano Rafael Cadenas, a quien le fue entregado, el 23 de octubre en Madrid, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en su vigésimo séptima edición, un reconocimiento de gran relevancia destinado a autores cuya obra poética constituye una aportación única al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España. Rafael Cadenas es un intelectual de incontestable integridad ética, quien no solo es el gran poeta venezolano sino que también es es uno de los poetas vivos mas importantes de Hispanoamérica, por lo cual tiene mas que merecido este premio. 



En homenaje a Cadenas reproducimos aquí un poema de “Los cuadernos del destierro”, el primer libro que el poeta publicó y que fue escrito hace seis décadas, justo después de ser derrocada la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez:

YO PERTENECÍA a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor. 
Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben -o lo suponen- quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas, en sus trajes, en sus vocablos. De ella me viene el gusto por las alcobas sombrías, las puertas a medio cerrar, los muebles primorosamente labrados, los sótanos guarnecidos, las cuevas fatigantes, los naipes donde el rostro de un rey como en exilio se fastidia.

Mis antepasados no habían danzado jamás a la luz de la luna, eran incapaces de leer las señales de las aves en el cielo como oscuros mandamientos de exterminio, desconocían el valor de los eximios fastos terrenales, eran inermes ante las maldiciones e ineptos para comprender las magnas ceremonias que las crónicas de mi pueblo registran con minucia, en rudo pero vigoroso estilo.

¡Ah! Yo descendía de bárbaros que habían robado de naciones adyacentes cierto pulimento de modos, pero mi suerte estaba decidida por sacerdotes semisalvajes que pronosticaban, ataviados de túnicas bermejas, desde unas rocas asombradas por gigantes palmeras.

Pero ellos -mis antepasados- si estaban aherrojados por rigideces inmemoriales en punto a espíritu, eran elásticos, raudos y seguros de cuerpo.

Yo no heredé sus virtudes. 

Soy desmañado, camino lentamente y balanceándome por los hombros y adelantando, no torpe, mas sí con moroso movimiento un pie, después otro; la silenciosa locura me guarda de la molicie manteniéndome alerta como el soldado fiel a quien encomiendan la custodia de su destacamento, y como un matiz, sobrevivo en la indecisión.

Sin embargo, creía estar signado para altas empresas que con el tiempo me derribarían.





Los Cuadernos del destierro, Rafael Cadenas

Tabla Redonda, Caracas, 1960

Portada: Ligia Olivieri

Primera edición 

ARCHIVO Javier Tellez


Javier Téllez

viernes, 28 de diciembre de 2018

"EL NERVIO POÉTICO" O LA CARNE VIVA DE LA PALABRA






Ricardo Ramírez Requena



La obra de Alberto Hernández es ya ampliamente conocida. Aun así, necesitamos una recopilación de sus artículos y reseñas, una reedición de sus ensayos y en especial una antología seria de su poesía. Sabemos de sus andanzas por Caracas: sus estadías en El Paraíso y sus caminatas hasta Sabana Grande. De sus estudios de posgrado en la Universidad Simón Bolívar y de un tiempo en España. Ha ganado premios y ha sido publicado afuera. También ha sido traducido. Como vemos, ha hecho su labor y los años han dejado obra que leer en el camino. No sé qué más puede pedir un escritor. Su labor se ha realizado en los valles centrales de Venezuela, en donde se ha movido con diligencias entre Maracay y Valencia, y también Caracas. Alberto, como Montejo, pareciera ser un nativo de la antigua provincia de Caracas, más que de los Estados y divisiones ya republicanas. 

Muchos pueden pensar que el premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana, ya termina de consagrarlo como escritor. En Venezuela debemos tener cuidado con la manera con que vemos los premios, en especial luego de los sesenta años. Son el destino de mármol de los escritores en estos parajes. Son un final, un capítulo que se cierra. Un acto floral con retreta de despedida. En el caso de Alberto, como en algunos otros, es bueno recordar que este premio es un reconocimiento a una obra singular en su currículum. Una que muestra, más que su consagración, su maestría. Pueden sonar similares, pero no lo son. Son diferentes. 

Una obra que muestre la maestría de un escritor es aquella que concentra más que su atención. Es aquella con la que paga una deuda, aligera, pesos, sostiene pesares. Una obra necesaria para vivir y, ante todo, para continuar escribiendo. Alberto lo hace a diario, de manera constante, parpadeando poco. Escribir es su café de la mañana, su guayoyo de la noche. No hay consagración en él, porque los poetas, a diferencia quizás de los novelistas, no se consagran con una obra, sino con la labor de muchos años. 

Hoy estamos aquí para atestiguar maestría: aquella presente en Alberto Hernández. 

Alberto Hernández. Fotografia de Alberto H Cobo.

En Venezuela hay un arte de la presentación de libros. Este arte nos enseña varias cosas: el texto leído debe invitar a la lectura de la obra que se presenta, no ha recordar las palabras que lo presentan; el presentador debe ejercer el don de la invisibilidad: que brille la obra de la que se va a hablar, incluso más que el autor. Y por último, que no atormente al lector, a quien escucha las palabras, en especial si está de pie. Seré breve. 

Un joven Eugenio Montejo (Caracas,19 de octubre de 1938 - Valencia, 5 de junio de 2008). Fotografía de Héctor López Orihuela
El nervio poético es una propuesta narrativa que trasciende la idea de una novela. Es un conjunto narrativo, donde la prosa y la meditación poética destacan sobremanera. Es un homenaje a Eugenio Montejo y a Pepe Barroeta, pero no desde una perspectiva biográfica: no son memorias, ni recuerdos, ni nostalgias de un poeta que recuerda tiempos hermosos con sus amigos. Alberto Hernández quiere ir a la profundidad del poema, y mostrarnos sin piel la carne de la poesía. Acomete un viaje a través de tiempos y lugares, en donde nos muestra los habitantes del país poético: los dos poetas mencionados, y aquellos que los rodean: Luis Camilo Guevara, Adriano González León, Diómedes Cordero, Caupolicán Ovalles, Rafael Cadenas, Vicente Gerbasi, por mencionar algunos, pero también los fantasmas de muchos poetas: José Antonio Ramos Sucre, Fernando Pessoa y sus heterónimos, en diálogo con Montejo y los suyos, Lautremont. Y los mismos poetas muertos que reciben homenaje: Pepe y Eugenio. Va abriendo el texto como un calidoscopio y haciendo zoom a cada persona, situación o lugar que menciona a través de la obra. No sobran las palabras en este libro: como un poema, están las que deben estar. Van al poeta en cuestión: Montejo, por ejemplo. De ahí, a los lugares que recorrió. De ahí, a sus heterónimos. De ahí, a sus propios poemas. Abre una puerta que abre una puerta que abre una puerta. 

José Barroeta. Fotografía de Héctor López Orihuela

Son lúcidas sus reflexiones constantes a través del libro. Indaga y abre la carne del poema. Por ejemplo:

El pensamiento poético arrastra mucho polvo viejo. Ya las metáforas existían antes de que el mundo apareciera como tal. Una esfera brillante, el ojo del universo: la mirada de Dios y todos los secretos que guarda aún en estos tiempos de tantísimos libros, unos legibles, otros insoportables, como éste, que no es libro y que es insoportable.

Es ese polvo viejo el que inunda cada página de este libro. Memoria, antigüedad. Como las muñecas de Reverón, la poesía es de temer. Es prima hermana de Las Parcas. Sabe lo que los dioses no quieren que sepamos. Y se calla lo que ellos quieren que sepamos. 

Reverón con muñecas. Fotografía de Victoriano de los Ríos, 1949-1954. Colección Fundación Museos Nacionales, Caracas.

Como postales, el libro va contándonos situaciones, épocas, poemas haciéndose. El nervio poético es eso: nos va contando, a través de flashes, de imágenes, cómo es que la poesía se va quitando la ropa sin apurarse. En Mérida, en Valencia. Nos muestra, en el lenguaje de los poetas, como una taquicardia va realizándose. En Caracas, en Puerto Malo. Nos va enseñando como se avanza hacia el morir y de nosotros, qué sobrevive. Ese hueso final. Lo que lo hace literatura, narración, prosa, es el encuentro del cuchillo con el nervio y el salto en nosotros: así es que se hace el poema. 

En el nervio poético leemos también un país, el que nos muestra la poesía. También el país de la enfermedad y el país de la muerte. Leeré tres extractos, que conectan estas ideas que señalo. 

Las paredes son el sarampión de las horas pico. El legado, el legado de un gigante, musitan unas señoras. Viva la gripe aviar, añade un loco egresado de una escuela capitalina. Me mordió un alacrán, chilla una muchachita linda y bella que no usa zapatillas. El país se pudre. La nariz de la vaca se abre y respira el asco de los asistentes. Una música de putas y cabrones viene de la miseria de un cubano que baila en pantaletas. Unas viejas gordas y de tetas colgantes corren para competir en las olimpíadas o en el Miss Venezuela. La res se queda en esqueleto. Las paredes se pudren. El país se pudre. Desde 1960 hasta 2014: el poema defeca, llora, el poema no puede ir al baño. El poema mira el fondo de la letrina. El poema quiere lanzarse a la letrina. El poema ladra como un gato. Una paloma de la paz gruñe como una tortuga. 

El país existe en toda la miseria de la carne podrida.

Acá podemos leer un lenguaje muy presente en la literatura venezolana de los años sesenta a los ochenta. Un lenguaje entre Bacon y Hopper

El segundo extracto, gira alrededor de la enfermedad: 

El cáncer y la poesía simbolizan la totalidad: vida o muerte. 

Se muere de cáncer. Se muere de poesía. Se muere en el cáncer. Se muere en la poesía. No obstante, las palabras se hacen portadoras de su extensión en el tiempo: la eternidad no aparece en vano. Se es eterno en la medida en que se es borrado. Se es eterno en la medida en que la memoria reconstruye el olvido. 

- Nadie muere de cáncer. Se muere de impaciencia, ha dicho un oncólogo dedicado a revelar los secretos de la poesía. 

La poesía recupera el todo y lo hace visible.

El tercero, es lo profético en la poesía, y el mandato de la poesía, en la voz de Pepe Barroeta:

Escucha, recuerda la profecía: Mira tu país, quémalo, arrásalo como sólo tú sabes hacerlo. Pon tus ojos a la disposición de la muerte; no olvides que la herida es lo único real. No olvides mis palabras que por ti se marchan del mundo de los desmesurados, del territorio de los grandes hacedores del fuego y que retornarán avanecidas y desgastadas por la molicie. Escucha siempre el ruido que dejó mi locura sobre las calles; atiende a esos silbos que brotaban de un hombre cuyo espíritu había crecido a punto de volcán. 

Vive de forma que los muertos de infancia se sobrecojan. Vive, pero mira tu país, quémalo, arrásalo con los ojos.

La vida, la tierra, la enfermedad, la muerte. Este libro de Alberto Hernández, no existe para brindarnos sosiego. Nos da las palabras para avanzar a través de la oscuridad. Y nos brinda lucidez y belleza. No mucho más. Pero, ¿querríamos algo más?

Los invito a leer esta obra, justamente galardonada por el jurado del Premio Anual Transgenérico.

Pienso que es un libro que llega a tiempo a sus lectores (no todos lo hacen y lo logran). 

Es, por lo menos, un libro que yo necesitaba, y doy gracias a Alberto por ello.

Tomado de Letralia


De izquierda a derecha: Ricardo Ramírez Requena y Alberto Hernández . Fotografia: Alberto H. Cobo


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Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés. 

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Ricardo Ramírez Requena

Escritor y librero venezolano (Ciudad Bolívar, 1976). Es licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Dirige La Poeteca, biblioteca especializada en poesía. Participó en la Semana de la Narrativa Urbana (2010) y fue finalista del Concurso de Cuentos de la Policlínica Metropolitana (2011 y 2013). Textos suyos han sido publicados en España y México. Ha colaborado con publicaciones digitales como Los Hermanos Chang, Prodavinci y Ficción Mínima, así como en los suplementos Literales, del diario Tal Cual, y Papel Literario, de El Nacional. Ha sido profesor en diferentes universidades venezolanas. Ha publicado el poemario Maneras de irse, finalista del I Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo, y el diario Constancia de la lluvia, ganador del XIV Premio Anual Transgenérico (2014) de la Fundación para la Cultura Urbana.