domingo, 30 de septiembre de 2018

Arturo Uslar Pietri: La obra y la actitud de Cecilio Acosta constituyen una especie de contraste moral muy importante




Cecilio Acosta

En julio de 1981, a propósito de cumplirse cien años de la muerte de Cecilio Acosta, Arturo Uslar Pietri le dedicó su programa “Valores Humanos”. Documento de extraordinario valor, el texto que sigue es la transcripción tomada directamente del video disponible en internet 



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Por ARTURO USLAR PIETRI

25 DE MARZO DE 2018 

Amigos invisibles, se cumplen cien años de la muerte de Cecilio Acosta. Precisamente, ese mismo año de 1881, a comienzos de él, llegó a Caracas José Martí, el héroe cubano. En ese momento era un joven desconocido, tenía 28 años de edad, venía de Nueva York, estaba ya desde muy temprano trabajando por la independencia de Cuba y, posiblemente, vino a Venezuela en aquel momento pensando que podía aquí encontrar simpatía, eco o ayuda para su empresa de propagar la idea de que Cuba debía ser libre. Era una vieja idea, por lo demás. Esa idea de la libertad de Cuba la habían tenido los libertadores de América del Sur. Bolívar pensó muchas veces en una expedición a Cuba y a Puerto Rico para independizarlas. Se pensó en ella también desde Venezuela en tiempos de Páez.


De modo que era una vieja idea de que podíamos y debíamos ayudar a la independencia de Cuba y de Puerto Rico. Claro que esto no se realizó por muchas razones, pero los cubanos independentistas estuvieron trabajando todo el tiempo desde comienzos del siglo XIX por lograrla, y Martí fue uno de los que más temprano estuvo activo en los centros de emigrados cubanos de Nueva York, tratando de crear una conciencia a favor de eso. De modo que él viene a Venezuela a comienzos de 1881, hace cien años y aquí en Venezuela lo reciben muy bien, era un hombre joven, un hombre brillante, de una inteligencia comunicativa, de un don de palabra extraordinario, de una extraordinaria simpatía personal. Todo esto va a crear una atmósfera de curiosidad, de interés en torno a él, particularmente entre la gente joven de la época. Él se va a vincular con los intelectuales del momento y una de las primeras cosas que va hacer Martí en Caracas es visitar a Cecilio Acosta. Cecilio Acosta tenía para ese momento 63 años de edad, no era una edad muy avanzada, pero era un hombre que estaba físicamente muy agotado, estaba muy destruido, estaba en un estado de gran abatimiento y de gran debilidad física y hasta mental. De modo que él va a ver un hombre que está prácticamente concluyendo, él va a ver un hombre que está en el completo ocaso de su tiempo y de sus facultades. Sin embargo le va a producir una impresión muy importante. Cuando pocos meses después muere Cecilio Acosta ese mismo año, Martí escribe una de las páginas más hermosas que él escribió durante su permanencia en Venezuela, que es un elogio de Cecilio Acosta. Es un elogio que hay que leerlo con toda la curiosidad del caso para mirar la impresión que en el joven cubano hizo aquella persona. Una impresión extraordinaria, él dice los elogios más grandes de él. Dice allá está muda y sin voz aquella palabra que fue portadora de tantas verdades, está inmóvil aquella mano que fue sostén de pluma honrada, dice que era un hombre de ideas brillantes, que era una fuente de conocimiento y de orientación para los demás. De modo que Martí refleja una impresión de admiración, de adhesión moral por aquella figura ya crepuscular, ya moribunda, ya a punto de desaparecer de Cecilio Acosta. Todo esto nos plantea a nosotros ahora, en este centenario de su muerte, una serie de interrogantes que tendríamos que examinar con la mayor seriedad posible. Si nos ponemos a ver qué es lo que nos queda de Cecilio Acosta, qué obra deja Cecilio Acosta había que contestar que deja una obra escasa y fragmentaria. Cecilio Acosta no deja un libro, no deja una obra coherente, no deja un trabajo central importante. Deja simplemente fragmentos. Esos fragmentos que deja Cecilio Acosta son de gran importancia y desde luego vamos a hablar de ellos y hay que analizarlos. Pero es curioso que un hombre que fue básicamente un intelectual, que estuvo dedicado a una vida un poco aislada y vuelta hacia sí mismo, no hubiera dejado una obra más considerable. Muchas explicaciones habría para esto. Lo que ocurre es que en aquella Venezuela de esa época, la obra y la actitud de Cecilio Acosta constituyen una especie de contraste moral muy importante. Un contraste que va a tener su eco en todo el país, un contraste que va a servir para que la gente en momentos de gran desesperación nacional, piense en que no todo está perdido, que el país puede tener recursos morales, que hay hombres que podrían representar esa otra posibilidad y que allí está precisamente ese hombre que es Cecilio Acosta, que le parece a ellos que la representa. De modo que Cecilio Acosta se convierte en un extraordinario prestigio moral e intelectual en esa Venezuela.

Él había nacido en 1818 en un pueblecito entonces de los alrededores de Caracas, en San Diego de los Altos y allí estuvo hasta los 10 años de edad. Había perdido a su padre muy niño y viene con su madre a Caracas donde va a vivir toda su vida, va a pasar en Caracas toda su existencia hasta su muerte, sin salir nunca de aquella pequeña ciudad. Jamás hizo un viaje, jamás se asomó al extranjero, jamás perdió de vista la torre del campanario de la Catedral de Caracas. Allí discurre toda su vida y esa vida tan segregada ocurre y discurre en el momento en que en Venezuela van a suceder acontecimientos muy importantes.

Cuando Cecilio Acosta llega de niño a Caracas es precisamente el momento en que va a ocurrir la separación de la Gran Colombia, en que comienza la época nacional venezolana, en que en torno de Páez se configura todo un grupo de hombres muy ilustrados que tratan de darle un rumbo a la República legalista y civista. De modo que esta es la atmósfera que él respira cuando ya está dejando de ser un niño. Él va a tener una influencia muy importante en su vida, su sentimiento religioso. Acosta es un hombre profundamente religioso, tan religioso que incluso cursó en el seminario estudios para hacerse sacerdote y esos estudios le tomaron varios años en el seminario. De esos estudios le quedaron varias cosas, le quedó una confirmación para toda la vida de su fe religiosa, era un hombre que en esa materia no tenía ni una vacilación, ni una duda, era un espíritu enteramente adscrito a la enseñanza, a la doctrina y a los principios de la iglesia y en segundo lugar le quedó una formación clásica muy importante. En su tiempo del seminario él se convirtió en un gran latinista, un hombre que conocía perfectamente de la literatura latina y que la dominaba y que escribía un latín extraordinariamente puro, esta formación fue muy importante para él luego. De allí pasa él a la universidad a estudiar Derecho. Es un estudiante lento, si uno se pone a pensar que en aquella época en que generalmente la gente se graduaba muy joven, en los estudios universitarios que hace, unos estudios de topografía por una parte y por otra parte de jurisprudencia y de derecho, los viene a terminar cuando tenía 30 años de edad. De modo que es un resultado tardío y lento. Es posible que en esto influyera su mala salud, él fue toda la vida un hombre de mala salud, a pesar de que era muy disciplinado y estudioso. Y vivía en una modesta casa de Caracas junto con su madre, esa es otra vinculación y fijación muy importante de Acosta. Acosta tiene con su madre una fijación no solamente del hijo único para la madre que ha sido para él todo puesto que perdió al padre siendo muy niño, sino que se establece una especie de vinculación afectiva indestructible y dominante. Él no vive sino con su madre, no se apartará de ella nunca, no se casará nunca, de modo pues que es un caso que revela por lo menos una condición de carácter muy digna de tenerse en cuenta. Cuando pierde a su madre, que su madre va a vivir muchos años y él la va a perder ya siendo un hombre más que maduro, ya en el comienzo de la ancianidad, este va a ser un golpe terrible para Acosta y uno de los golpes que posiblemente lo acabó de destruir interiormente y precipitó su crisis final hasta consumir su propia vida. De modo que esta vinculación con la madre, esta formación religiosa, todo esto determina un poco lo que era el carácter de Acosta.

Ahora cuando Acosta es ya un hombre de treinta años, precisamente ocurre el famoso motín de 1948 que marca la transición del paecismo, del monaguismo en Venezuela, lo que hemos llamado un poco a la ligera en la historia venezolana el asesinato del Congreso. El país entra en una conmoción profunda, surgen persecuciones políticas, surgen divisiones ardientes extraordinarias y todo esto lo presencia este hombre que tiene treinta años, que es un hombre culto, que es un hombre con una formación académica muy apreciable. Sin embargo él no parece mezclarse, en esa época ya él comenzaba a escribir en la prensa artículos y los artículos que nos quedan de él, de esa época son artículos más bien de advertencia, son artículos escritos con cierta lejanía y serenidad. No participa en la lucha, no se alindera en un lado o en otro sino que tiene siempre una especie de tono alto, de tono admonitorio para decirle a la gente que lo lee cómo debía ser una República, cómo debía ser la conducta de los hombres que verdaderamente desean la civilización para el país, cuáles son las aspiraciones y las normas que debían observar. Y en esto no se va a apartar nunca, si uno lee lo que nos queda de Acosta, uno encuentra siempre ese tono admonitorio, superior y un poco lejano. Él parece estarle hablándole a una gentes que no son las que están en las plazas públicas sino tal vez a unos jóvenes, a unos niños que van a ser los que mañana puedan hacer esa República con la que él sueña, pero que no es ni por asomo lo que él está viendo.

A él le toca luego vivir la época de los Monagas, que es una época muy agitada y dura para el país, y presenciar la caída de los Monagas. Cuando en el año 58 cae José Tadeo Monagas, Acosta tiene cuarenta años, es un hombre que está en plena madurez, que tiene un gran prestigio intelectual y sin embargo él no figura en ningún plano político importante. En todo ese tiempo un hombre con tanta fama, con tanto renombre intelectual, con tanto respeto como se le tenía, es curioso, jamás va a formar parte de un gabinete, nunca va a desempeñar una función pública importante, jamás concurrirá a un congreso. La mayoría de estos hombres, de estos intelectuales, de los hombres más o menos equivalentes a su figura, un Fermín Toro, fueron hombres que figuraron en los gabinetes, que fueron a los congresos y se destacaron en ello. Y sobre todo ese congreso de 1858 que conocemos con el nombre de la Convención de Valencia, que es un momento muy importante de la historia de Venezuela, porque es el momento en que a la caída de Monagas hay una tentativa de reorganizar el país, de terminar la vieja pugna que venía dividiéndolo de godos y liberales y de establecer un equilibrio por medio de unas instituciones muy sensatamente adoptadas, que fuera una especie de transacción entre el federalismo extremo y el centralismo extremo. Esa es la labor que hace la Convención de Valencia, con un esfuerzo muy grande de darle al país una base para que el país marche hacia el futuro, libre de amenaza. Sin embargo esa Convención fracasa, lo que sale de esa reunión de 1858 no es un porvenir para una República, para un orden legal, lo que sale es la guerra federal, el país se enguerrilla, se divide, se ensangrienta y surgen cinco años de terrible guerra destructiva. Esos cinco años los presencia igualmente Acosta, los presencia con horror, sin embargo no participa tampoco. Es curioso que en aquella época en que el país se divide a fondo, en que aparentemente todo el mundo está en un bando o en otro, Acosta se mantiene en su aislamiento, en su soledad, en su estudio, sin participar directamente ni en un sentido ni en otro. Luego, cuando llega el final del triunfo de la Federación él se mantiene también completamente fuera de toda actividad política. Mucha gente se pregunta por qué no figuró Acosta, por qué no le buscaron estos hombres que estaban tratando de organizar el país de una manera nueva. En torno a Acosta siempre ha habido un equívoco y ese equívoco es bueno que lo planteemos y que le dirijamos siquiera una mirada. Ha habido un equívoco de pensar que Acosta era un reaccionario, que Acosta era un hombre de ideas ultramontanas, muy cerradas, que iba a pugnar con toda la tendencia que el país traía por medio de los liberales y más tarde de los federales. Esto no es cierto, Acosta es el hombre que probablemente tenía las ideas más avanzadas de su tiempo, tal vez con la excepción de Fermín Toro, si uno se pone a leer esos fragmentos que nos quedan de él y esas cosas que nos dan de él, son ideas extraordinariamente avanzadas. Era un hombre que deseaba la libertad, que defendía la libertad, que creía en el pueblo, cosa rara en aquella época, que predicaba incluso el papel importante que tenían que desempeñar en la sociedad las clases trabajadoras. Él habla del taller y dice, es preferible que nos ocupemos del taller y no de las abstracciones filosóficas. Es decir, que el porvenir que venía era un porvenir que iba a pertenecer al pueblo, él pensaba en el ascenso del pueblo. De modo que Acosta no tiene una mentalidad reaccionaria como tantas veces se le atribuye. Por qué ha venido esa especie de idea de que Acosta era un reaccionario, de que Acosta era un hombre antiliberal por naturaleza, era muy liberal y él lo dijo una vez en una polémica. Dice, no me vengan a mí a echar en cara mis ideas que son las más avanzadas que puede haber y que no estoy detrás de nadie en cuanto a creer en la libertad o en el progreso social, y era verdad. Probablemente viene de dos causas. Viene de su clericalismo, que evidentemente en aquella época liberales y clericales eran contrarios, de modo que se podía pensar que ese clericalismo que tuvo toda su vida por su devoción inquebrantable a la iglesia y a su enseñanza, lo debió colocar en una situación extraña con respecto a todo ese movimiento liberal, anticlerical, masónico, que era el que se había ido extendiendo y el pueblo tanto no aparecía allí. Y luego hay otro aspecto que es importante también y que puede que también haya contribuido a configurarle por lo menos esa imagen y es el de que él fue siempre un enemigo de la revuelta armada, él no creía en la violencia, él condenaba la violencia, él pensaba que era un mal, y que por ese camino no iba el país a salir nunca de sus males. Él pensaba que la sola paz, que la sola tranquilidad, que la sola estabilidad gubernamental era ya un bien, porque el país se iba a habituar a vivir pacíficamente, a trabajar, a organizarse y que el cambio de ruptura continua del orden público, las insurrecciones continuadas, los alzamientos, las guerras civiles, el recurso, la violencia como manera de lucha política, era precisamente la fuente de todos los males y no tendrían remedios esos males mientras no se cesara en la violencia. De modo que él veía con muy malos ojos, eso que se llamaba en nuestro lenguaje del siglo XIX, las revoluciones, los alzamientos, los pronunciamientos, lo veía con un gran sentido crítico, pensaba que eran un mal y que de allí no iba a salir bien ninguno. Esto desde luego tenía que enajenarle también la simpatía de aquellos hombres enardecidos, violentos, apasionados que no estaban pensando sino en una revuelta detrás de otra, en un alzamiento detrás de otro, en un pronunciamiento armado. Pero aparte de esto sus ideas son realmente de las más avanzadas.

¿Qué es lo que nos queda de las ideas de Acosta? Las ideas de Acosta hay que irlas a buscar en esos escritos fragmentarios, por ejemplo, en tiempo de Monagas. Él escribe una carta, esto es muy significativo, él era un hombre reservado, encerrado, poco comunicativo, solamente con un pequeño círculo de amigos y allegados que lo visitaban. Escribía una que otra vez en los periódicos y muchas veces las cosas que tenía que decir las decía en forma de carta a alguien, él se escribía una correspondencia copiosa con amigos suyos de Venezuela y fuera de Venezuela, con gente de Colombia, con gente de España mantuvo correspondencia muy importante y esa correspondencia está probablemente en una de las partes más importantes de su obra y de su pensamiento. En una de esas cartas publicadas en 1857, que ya conocemos hoy en día con el nombre de Cosas sabidas y cosas por saberse, él hace un análisis muy importante de la educación venezolana y ese análisis es muy atinado. ¿Qué es lo que dice de la educación venezolana?, dice cosas que todavía hoy en día tienen validez, él cree en la necesidad de extender la educación primaria, él piensa que la base, el nudo central del problema está en la educación primaria y hay que extenderla, hay que llevarla a todos. Él tiene más bien una actitud, curiosa en él, de desdén por la universidad. Él piensa que no es la universidad la que hay que fomentar, que hay que fomentar la escuela primaria, que hay que formar allí sus hombres que van hacer el país. En esto él coincide un poco con Simón Rodríguez, hay una coincidencia en esa visión que Simón Rodríguez tenía igualmente de que lo fundamental era la escuela primaria y que mientras no hubiera una escuela primaria que echara las bases para un hombre distinto, no iba a haber progreso social. En esto él coincide y lo dice con frases muy hermosas, dice, la luz que conviene es la que se expande y no la que se concentra.

Luego tiene otra idea que también coincide un poco con Simón Rodríguez, y es curioso porque él no debió conocer a Rodríguez ni el pensamiento de Rodríguez, y es la idea de que hay que educar para el trabajo, de que hay que enseñarle a la gente a conocer las nuevas técnicas, el avance tecnológico de la época, el ferrocarril, la máquina de vapor, el telégrafo, que todo esto son los elementos de una nueva época y que eso hay que enseñarlo. Hay que educar a la gente para aprovechar y utilizar esos recursos, eso igualmente, él coincide un poco con el pensamiento de Rodríguez, que pensaba que había que enseñar a la gente no solamente ciencias y conocimientos sino que había que educarlos para vivir, educarlos para trabajar, adaptarlos a una posibilidad de ascenso social que se la tenía que dar la escuela, en esto él coincide. De modo que su pensamiento en materia pedagógica es muy avanzado, extraordinariamente avanzado. Claro, no le hacían caso, era aquella carta escrita a unos amigos, que circulaba en un pequeño grupo de gente que podían participar en esas ideas, pero eso no era por allí por donde iba el rumbo del país. Él se mantiene en su aislamiento, se mantiene en su apartamiento, se mantiene en su soledad, diciendo de vez en cuando estas cosas y rodeado de ese prestigio que va creciendo en torno a su nombre y en torno a su figura y en torno a su actitud. Hay un momento muy curioso en que él parece romper esa consigna de serenidad y es el año de 1868. Cuando precisamente el año de 1.878, precisamente, cuando ha surgido la reacción antiguzmancista que encabeza Alcántara, en ese momento Acosta, que era un hombre muy sensible en medio de su carácter, recibe una chirigota de Antonio Leocadio Guzmán. El viejo Guzmán en un escrito incidentalmente lo llama perezoso. Este calificativo es curioso, porque revela que seguramente en muchos círculos de la época se consideraba que Acosta no había hecho la obra que tenía que hacer, que Acosta había producido relativamente poco y ese calificativo de perezoso reflejaba un cierto criterio que debía haber en torno a él. Y en ese momento, este hombre sereno, este hombre distante, este hombre que parece no querer intervenir en la pugna, y que la critica, reacciona con una violencia extraordinaria y escribe la única diatriba que nos queda de él, que es una diatriba en contra de Leocadio Guzmán que se llama Los fantasmas que son y uno que va a ser, escrito un poco en la forma de los sueños de Quevedo, en el que ataca a Antonio Leocadio Guzmán con las frases más duras que se puedan decir. Le dice cosas sumamente hirientes, le recuerda toda su vida, las mentiras de su vida, las falsificaciones que ha hecho de su papel en la historia con un apasionamiento verdaderamente inconcebible en aquel hombre que parecía un modelo de serenidad. Incluso le dice cosas graciosas, hirientes e ingeniosas, le llama diccionario sin definiciones, máquina de palabras, le dice horrores. Es una reacción de violencia extraordinaria y luego en esa misma reacción hay una cosa muy curiosa, que revela el fondo de autovaloración y de orgullo propio que tenía Acosta. Él dice, se atreve a insultarme a mí, a Cecilio Acosta. Dice él, él no sabe que yo tengo una vida sin tacha, él no sabe que nadie me puede enrostrar a mí nada, él no sabe que yo tengo tras de mí un pensamiento, y una formación. Y llega a decir algo más. Él dice, lo que yo digo, perdura. Es decir, hay una especie de auto conciencia de su valer, de su importancia, de lo que significaba él en aquella sociedad. Porque este hombre evidentemente llegó a tener ese prestigio moral extraordinario intelectual en el país, y que no dejó sino esas obras fragmentarias o aquel otro discurso que pronuncia precisamente ya al final de la guerra federal, en la época de los azules, cuando lo hacen miembro correspondiente de la Academia Española. En ese momento se hace en Caracas un homenaje público a Cecilio Acosta, concurre gente de todas clases y él pronuncia un hermosísimo discurso literario en que hace un gran elogio de las letras, en que dice que las letras son la civilización, que el país no podrá enrumbarse mientras no cuente con un aprecio mayor que lo de las letras significa y que las cultive. Ese discurso que parece un discurso realmente de catacumba, porque da la impresión de que son un grupo pequeñísimo de gentes que están hablando de formas de civilización en un país que está entregado a la barbarie de la guerra, es una muestra de su manera de pensar. Sin embargo este hombre con todo eso nunca llega a actuar, muchas veces se ha estudiado su carácter y se ha pensado que era un hombre que tenía ciertas complejidades de carácter, era de una timidez extraordinaria, de una modestia casi enfermiza, le tenía horror a la figuración y a la figuración pública. Era un hombre en el fondo indeciso, temeroso, muy muy refugiado en esa forma elemental y simple de la protección de su casa y de su madre al lado. De modo que todo esto hace que este hombre no pudiera haber tenido, ni la influencia, ni el papel ni el eco que ha debido de tener en el país un hombre de su magnitud, pero desempeñaba un papel y ese papel indudablemente es un papel digno de que lo recordemos y lo reconsideremos, que era el papel de mantener un polo moral, de mantener un ideal de civilización, de mantener una especie de nostalgia por una forma de vida más justa, más alta, menos salvaje y agresiva que él representaba y que él encarnaba con su traje negro, con su aire distraído, con su soledad y con su pobreza. El año de 1881 muere, parece que tuvo un proceso después de la muerte de su madre de una especie de destrucción mental paulatina, fue perdiendo facultades, tal vez era un proceso de arterioesclerosis temprana, se hizo un poco abstraído, le costaba trabajo coordinar y comunicarse y esto fue agravándose hasta que desembocó en su muerte que ocurre en el año de 1881.

Cuando él muere sus amigos se reúnen y tienen la sensación que ha desaparecido una figura muy importante, es entonces cuando José Martí que está en Caracas escribe aquel elogio encendido de Acosta que realmente nos hace ver y medir el sentimiento que había en ciertos círculos hacia la figura de Acosta. Muere en la mayor pobreza, hasta el extremo de que para enterrarlo tiene que sufragar los gastos la caridad pública, porque no había con qué enterrar a Acosta. Es un hombre que vivió siempre en la mayor estrechez, en la mayor limitación de medios. Hay testimonios de quienes lo visitaron en aquella casita en que vivía de Velásquez a Santa Rosalía, una modesta casita y allí vivía en los límites materialmente de la indigencia, privado de todo, sin ninguna comodidad, sin ningún auxilio. Desaparece y cuando él desaparece va a ocurrir en los jóvenes que le siguen una transformación importante. Lo que va a venir no es lo que pudiéramos llamar los discípulos de la prédica moral de Acosta, lo que va a venir es el positivismo, el positivismo que había venido al final de la época de Guzmán y casi desde la época federal entrando en la universidad venezolana a través de las enseñanzas de Ernest y de Villavicencio y que iba a darle a los jóvenes intelectuales de la época una visión distinta de la historia del país y de la realidad social, una historia y una visión inspirada en los principios de la nueva ciencia positiva, en la influencia de tener, en la influencia de los grandes planteadores del determinismo social e histórico. Y esto, claro, los va a alejar de aquella enseñanza moral y elevada que representaba Cecilio Acosta. Pero hoy a cien años de distancia nosotros tenemos que volvernos hacia él hacia la escasa y dispersa obra que deja para reconocer el inmenso valor que tuvo en aquella Venezuela desgarrada, dividida, desviada, torpe, entregada a la lucha armada, casi con una pérdida completa de vista de lo que pudiéramos llamar los fines nacionales. Aquella figura apostólica, aquella figura venerable, aquella especie de ascetismo moral por el cual aquel hombre se convirtió en una representación visible y continua de lo que debía ser y no era, de lo que debía realizarse y no se alcanzaba, de lo que debía hacer un hombre de bien en un país de orden y de civilización, y ese es el valor fundamental que tuvo para sus contemporáneos y que debe seguir teniendo para nosotros Cecilio Acosta.



Tomado de El Nacional


sábado, 29 de septiembre de 2018

Francisco Herrera Luque: Escribo del pasado porque le rehúyo al presente

Una entrevista de José Pulido






Estimados amigos


*Hoy compartimos con ustedes esta entrevista al desaparecido escritor venezolanos Francisco Herrera Luque. Esta entrevista es la segunda que publicamos del poeta José Pulido y no estaba debidamente etiquetada, razón por la cual se nos traspapelaba con frecuencia. Esperamos que a partir de este momento a los lectores les sea más más fácil de ubicar*

Cambiamos el título de la entrevista por uno más adecuado con las condiciones que actualmente viven los venezolanos en general.

Esperamos disfruten del hallazgo.




La sección entre asteriscos fue editada el 03 de octubre de 2023

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Francisco Herrera Luque: “Al doctor Fausto le salió psiquiatra”

Francisco Herrera Luque (1927-1991), psiquiatra, diplomático, novelista y ensayista. Autor de éxito, escribió libros que recibieron amplia acogida sobre figuras de la historia venezolana como Bolívar, Piar y Boves, o los tres volúmenes de “La historia fabulada”. La entrevista que sigue salió en 1983, a propósito de la publicación de “La luna de Fausto”.



Por JOSÉ PULIDO


16 DE MAYO DE 2018.


Ya está listo para irse al pasado y así lo manifiesta. Afuera ruge el presente, golpea muros, paredes, cristales, en forma de lluvia tormentosa que para los conductores es una cortina flotando y ondeando en cámara lenta. Una cortina de agua que deja siluetas engañosas donde antes había edificios, casas, árboles. Toma el teléfono sin cables y “toca” un número. Se despide de alguien.


La lluvia es como un gato jugando con el ratón de los colores: muestra que ha atrapado entre sus colmillos de niebla el verde intenso, casi artificial, de la grama.

Más allá de los cuadros de Tovar y Tovar, de los sólidos objetos de arte de otras épocas, en un alejado recodo de la casa, una cocinera hace sopa y el olor de esa sopa se viene de visita hasta donde el escritor y editor de Pomaire, José Cayuela, habla con el escritor-psiquiatra Francisco Herrera Luque, sobre los últimos detalles de un viaje.

Cayuela dice que Pomaire es una editorial internacional que, como todas, edita libros con intención de acuñar un éxito en cada tiraje. Tiene un reducido grupo de autores que sostienen las ventas de la empresa “y no debería decirlo, pero uno de esos escritores es Pancho”. Le dice Pancho a Francisco Herrera Luque y éste lo trata de Pepe.

Pepe me motiva a escribir, siempre me anda animando”, comenta Herrera Luque.




Cada uno de los libros de Herrera Luque ha sido un éxito de venta en el país y fuera del mercado venezolano. Cuando comenzó a combinar y mezclar los hechos históricos con la ficción, realizó uno de sus deseos más ambiciosos: ser novelista.

En 1972 publicó Boves, el Urogallo; en 1975, En la casa del pez que escupe el agua; en 1979 aparece la obra Los amos del valle y en 1981 surge La historia fabulada. Este último libro es un ejercicio literario repleto de sátira.

Cada uno de sus libros los escribe, por disciplina, siete veces. Cuando terminó Los amos del valle, que fue un trabajo de tres mil horas, dijo que no iba a escribir más. Estaba seguro de que se le había ido la inspiración. Por eso, todos los proyectos de novelas que tenía en la mente los metió como fragmentos en La historia fabulada, los dejó allí y siguió con su psiquiatría.

Herrera Luque explica: “Desde 1953 me apasionaba la personalidad del Welser Felipe Von Hutten, quien llegó a Venezuela en 1535. Pero no tenía el tema, la historia, hasta que supe que estuvo ligado a Fausto. Entonces, cuatro años después de escrita mi última novela, surgió en mi mente la inspiración. Otra novela”.

―Que será más universal ―interrumpe Cayuela, explicando que abarca Europa y Latinoamérica, aparte de mostrarse francamente atraído por el tema.

―¿Cuál es el hilo que une a Hutten con Fausto? ―preguntamos.

Francisco Herrera Luque detalla:

―El doctor Fausto le hizo una profecía en Alemania cuando se disponía a embarcarse para Venezuela en busca de El Dorado. Tanto la presencia de Fausto y de su semblanza, son rigurosamente históricas, al igual que lo que le dijo a Hutten cuando le trazó su horóscopo.

―¿Existió Fausto entonces?

Goethe, sin saber que Fausto había sido un personaje de carne y hueso, lo convirtió en uno de los dos personajes más importantes de la literatura universal.





Francisco Herrera Luque ha titulado su nueva novela La luna de Fausto. Le falta reescribirla y para ello necesita hacer la ruta de Felipe Hutten y rastrear a Fausto. Solo unas diez horas antes de partir hacia España y Alemania se desarrolló la entrevista.

La luna de Fausto

Herrera Luque se enfrenta a un tema mucho más apasionante y difícil que los anteriores. En el diván de su creatividad deberá acostar a Fausto y a Felipe Von Hutten. Tendrá que viajar al pasado con mucha imaginación para atrapar la atmósfera y la verdadera personalidad de los protagonistas.

Herrera Luque no se permite abordar la historia sin documentación certera, ni pone en juego su ficción sin comprometerse de alguna manera con el invento. No será un suceso extraño que en Alemania alguien le oiga hablando con un tal Fausto sin que ese señor se vea por parte alguna.

Felipe Von Hutten era un noble alemán, de la primera aristocracia y muy ligado afectivamente a Carlos V y a su hermano el archiduque Fernando, futuro emperador de Alemania.

La historia de La luna de Fausto transcurre en tres ambientes: Alemania, España y en la Venezuela que comienza a descubrir a los europeos. Entre estos europeos destaca Hutten por sus peripecias.

―Como en mis obras anteriores, la trama y la semblanza de los personajes históricos se ajustan en lo fundamental a hechos reales o tenidos como tales por los cronistas y los historiadores. Hace más o menos tres meses me bajó la inspiración, que me había abandonado desde hace cuatro años. Al igual que otras veces dejé fluir, como si fuese una catarata, todo lo que quería salir. En esta fase no se atiende ni el estilo, ni la precisión ni otros detalles. La narración surge por sí sola, sin esquemas preestablecidos.

―¿Es ese su método? ¿es espontáneo aún investigando tanto sus temas?

―Cada escritor tiene su método. Uno, cuando se sienta ante la máquina, no sabe aún lo que va a salir. De pronto surge un personaje con gran fuerza y vigor, sea de ficción o histórico, del que no teníamos la menor idea que hablaríamos o que rebasó nuestros propósitos.

―Esto ¿detiene su labor?

―Como creo que toda novela debe continuar siendo un relato, debe tener un planteamiento, un desarrollo y un final. De lo primero que me ocupo, y a veces sale sin mayor esfuerzo desde el primer momento, es tener una sólida columna vertebral de la narración. Eso es lo que tengo en este momento. Luego habrán de pasar dos o tres años, porque la obra la escribo siete veces.




―¿Cuándo considera que la obra está lista?

―Cuando me la quita el editor― responde, con ciertas ganas de reír, que marchita antes que surja una carcajada.

Luego dice que “las galanuras literarias se añaden desde el principio o un poco después, dejando para las últimas versiones la atención específica del asunto. Porque luego de tener la columna vertebral, viene la parte de la precisión histórica y geográfica, que consume mucho tiempo. Siempre recorro los espacios y parajes por donde transcurren mis obras de novela histórica, pues me son indispensables a la inspiración”.

―Por eso se pasará varios días entre Würzburg, Ausburgo, Staufel, Sevilla, Sanlúcar y Canarias

―Sí. También pienso ir a El Tocuyo y Quibor. De allí viajaré hasta Coro, a través de la Sierra y repetiré el periplo tantas veces hecho por Hutten, de Coro hasta San Felipe y Barquisimeto, por el camino de la costa. Necesito para mi creación dejarme empapar por el ambiente. Debo ir hasta las cabeceras del Amazonas, donde se dice que Felipe Von Hutten halló El Dorado, pero lo veo muy difícil, salvo sobrevolar la zona.




―Al terminar ese recorrido ¿le da trabajo al psiquiatra que hay en usted?

―Suele surgir, después de un recorrido así, la última versión, la definitiva, y me aboco entonces al tratamiento psicológico de los personajes de acuerdo a su tiempo histórico.

Generalmente hace que sus manuscritos los lean sus amigos antes de entrar en imprenta. Trata de escribir tomando en cuenta opiniones que surgen “de las personas más sencillas hasta el más encumbrado intelectual”.

Su primera novela: rota

Francisco Herrera Luque, amenazado por una sopa que debe tomarse antes de hacer el viaje (“tómese su sopa doctor, mire que entre ese papelero se pasa horas sin comer nada”, le dice la cocinera), observa que la lluvia persiste en aplastar flores y mover limpiaparabrisas.

Cuenta que desde los 15 años escribe, pero la psiquiatría ha sido una vocación muy fuerte. “No la dejaría jamás”. A la literatura lo lanzó Luis Augusto Germán Orihuela: “él fue quien me metió en esta vaina”, comenta.

Siendo muy joven escribió una novela que nunca se editó: Las memorias de doña Engracia, una señora decente. No se editó porque una señora la leyó y la rompió acto seguido.

“Ser psiquiatra me ayuda en la perspectiva, pero más me sirve el hecho de que yo he vivido, conozco la vida”, dice.

―¿Por qué no escribe del presente?

―Escribo del pasado porque le rehúyo al presente. Si escribiera sobre el presente tendría que irme del país ―responde.

Es un hombre fornido, con eterna cara de estudiante. Se nota alto y enfant terrible, aún estando sentado quietecito delante de los retratos de sus bisabuelos, pintados por Tovar y Tovar.

Habla otra vez de su novela y señala que Fausto se opuso al viaje de Hutten, le vaticinó lo que iba a suceder. Los Welser eran la primera transnacional que hubo en el mundo. Tenían un capital de 15 toneladas de oro, la mitad de la flota española, bancos alemanes, eran traficantes de armas, de sederías, pedrerías, y eso le fascina. Igualmente la personalidad de un caballero aristócrata como Felipe Von Hutten, quien anduvo por el trópico con tantos forajidos. Recrea el impacto surgido al descubrirse unos a otros simultáneamente, aborígenes y europeos.




Detallará en su novela hechos insólitos como cuando el secretario del Rey de Francia se comió a un muchacho, o la de un europeo que disecó a un indígena. Los indígenas varones fueron excluidos en el proceso de colonización: los caquetíos tenían mujeres muy bellas, le decían a su tierra El valle de las damas “y allí 490 españoles e indias se dieron un banquete mutuo, una cosa orgiástica”.

“Creo ―expresa de improviso― que mi novela debería llamarse El despertar, pero sonaría muy cursi, aunque se trata de eso: de un despertar”.

Pepe Cayuela opina a esta altura de la conversación que Los amos del valle es una novela con valor estético. Hace el comentario porque considera que las obras de Herrera Luque son vistas a veces por la crítica como obras de menos valor literario que otras. Pone como ejemplo el caso del certamen Rómulo Gallegos y expresa que Los amos del valle tiene tanto valor literario como las mejores piezas que allí participan.

Herrera Luque piensa que después de escribir un libro en el cual se trabaja con realidad y ficción, recreando la realidad y creando en ella y en su entorno, el escritor cambia, se transforma. “A mí me pasa que salgo cambiado cada vez que escribo un libro… el autor ya no es el mismo”.

“La ficción es lo más difícil y a veces resulta ser más verdad que la verdad”, apunta.

Dice eso antes de partir en busca de los lugares por donde pasó Hutten, del vínculo que unió a este con un Fausto de carne y hueso. El gato blanco de la lluvia ha soltado, relamido y extenuado, al ratón verde de la grama.

Se maneja el concepto de que al enfant terrible generalmente no le gusta la sopa, y para muchos, Herrera Luque es un “terrible” de la literatura venezolana.

Quizás por eso, cuando su esposa se une a la insistencia de que debe probar la sopa, hacer un alto en su trabajo y alimentarse, el escritor expresa por lo bajo:

―Pepe: tienes que tomar sopa tú también… estás trabajando mucho.

José Cayuela agarra el maletín y despidiéndose aprisa “porque tengo una cita de negocios” le responde al atravesar la puerta:

―Dile a Fausto que se la tome.





Tomado de El Nacional

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Actualizada el 03/10/2023

viernes, 28 de septiembre de 2018

Una oportunidad perdida. Reseña de Holmes & Watson Madrid Days (2012) de José Luís Garci.

Por PacoMan







Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de ofrecerles el acercamiento que hace nuestro amigo Pacoman a un producto literario y cinematográfico que se nos antoja típicamente anglosajón pero que ha permeado nuestra cultura y también ha sido penetrado a su vez por la nuestra. Esta vez Pacoman nos adentra  en una pelicula española sobre el archiconocido Sherlock Holmes.

Deseamos disfruten de la entrada.

Atentamente

La Gerencia


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Inicio el artículo agradeciendo la jugosa información que aparece en el segundo párrafo a los doctos amigos holmesianos del foro de facebook Círculo Holmes y concretamente a Andrés Peláez Paz, Matías Nicieza, Alberto López Aroca y Miquel Ojeda Peral.

Esta es la única película española sobre el detective creado por Arthur Coman Doyle. Sin embargo existen dos precursores patrios. En concreto Miss Ledya o Miss Ledyia película muda rodada en 1916 por el cineasta gallego Xosé Gil y Gil y guión de Rafael López de Haro. Sherlock ni aparece en ninguno de los 20 minutos de la cinta, sin embargo los protagonistas reciben un telegrama de un tal Serlok-Holmes (sin la H) avisando de un asesinato. En este enlace se puede ver el film completo. La otra referencia es más reciente, hablo de la obra de teatro: Oscar & Sherlock escrita por Santiago Moncada y dirigida por Jordi Purti. Emitida en TVE2 el 21 de Agosto de 1996 bajo el ciclo "Función de Noche". Se trata de una parodia llena de chistes sexuales completamente alejada del canon holmesiano. En este enlace se puede ver la grabación completa de la obra.



El oscarizado José Luís Garci rueda en 2012 y con 68 años de edad, la que es su última película, el pastiche Holmes & Watson Madrid Days. Por desgracia una mala película. Garci siempre ha hecho films tristes y es cierto que no soy una admirador de su cine, pero si he disfrutado con algunas de sus mejores películas. Siento por el personaje una amplia simpatía, por sus escritos de ciencia ficción (aunque luego renegara del género) y sobre todo debido a las grandes veladas que disfruté con el extraordinario programa de televisión que dirigía para TVE: ¡Qué grande es el cine! Me recuerdo delante del televisor extasiado con las brillantes tertulias que entablaba con sus invitados en torno al humo de su sempiterno cigarrillo. Garci tiene el ambiguo mérito de ser la última persona que ha fumado en un programa de TVE.

Sin embargo su  acercamiento al detective consultor resultó en fracaso de público y crítica. El 7 de Septiembre de 2012 se estrenó y hasta el 14 de Octubre había recaudado 185.000€, al calor de las búsquedas de Ayudas oficiales a la amortización (que se conceden graciosamente en función de la recaudación en taquilla) y tras un cambio de distribuidora asciende mágicamente hasta los 200.000 € (Cinemanía dixit) Obviamente un fracaso absoluto cuando se especula que el presupuesto de la película fue de 4 millones de euros (IMDB dixit). Si bien es cierto que las ayudas oficiales paliaron este quebranto y que en todas las películas españolas se pierde dinero, si o si. En cualquier caso, con esta información parece más explicable el parón de seis años de Garci, es cierto que ya tiene 72 añitos, pero intuyo que el fracaso económico ha cerrado definitivamente las fuentes de financiación a cualquier nuevo proyecto de José Luis. De hecho le costó Dios y ayuda conseguir reunir suficientes fondos para poner en marcha esta película. Cuestión que fácilmente se vislumbra en el uso de planos fijos sobre postales para narrar los traslados internacionales de los protagonistas.



Seré sincero, la película es un maldito mojón. La primera vez que la vi no fui capaz de acabarla, por aburrida, por deslavazada, por falta de ritmo y por tener una trama vergonzante, no sólo para los holmesianos sino para cualquier mortal. He tenido que dejar pasar meses para poder volver a verla. Esta vez armado con la intención y las herramientas para hacer esta crónica, en cualquier otro caso jamás la hubiese vuelto a ver. Y en honor a la verdad, esta vez no me desagradó tanto, pero no lo suficiente como para barajar la posibilidad de volver a verla en el futuro… por remoto que este sea.



No soy un holmesiano defensor a ultranza del canon. Me gustan nuevos acercamientos y planteamientos sobre la pareja de sabuesos. Gary Piquer está sobrio, correcto en su interpretación de Sherlock. Lo patético no es su actuación, sino el error garrafal de dotar al detective inglés de un conocimiento y uso perfecto del castellano. Que como licencia estoy dispuesto a asumirla, pero convierte su conversación en inglés con el periodista Alcantara interpretado por VíctorClavijo (que ha alcanzado notoriedad con la interpretación de Lope de Vega en la serie televisiva El ministerio del tiempo) en patética. Vergüenza ajena sentí las dos veces que he visto esa escena, la única oportunidad que permite abiertamente el guión el lucimiento de las dotes deductivas del protagonista. Uno creería que los guionistas se sentían en la obligación de dar al menos un lugar común a los espectadores que esperan encontrar ciertas características de tan afamado personaje. Lo que en un primer momento podría parecer una buena idea analizada al margen de la obra en general, se convierte en botón de muestra del despropósito generalizado que es todo este proyecto. Eduardo Torres-Dulce amigo personal de Garci y gran cinéfilo nos confesó a los asistentes a los Madrid Days organizado por el Círculo de Holmes el 22 y 23 de Octubre de 2016 (pinchar aquí para acceder a mi crónica de este evento) que él fue el responsable de la elaboración del primer boceto del guion, que Garci paseó por las televisiones buscando financiación para la película. Financiación que no consiguió. Pero esa fue toda su participación, cuando el proyecto consigue arrancar, Garci utiliza a su mujer: Andrea Tenuta y a María San Román Riveiro como guionistas. Eduardo afirma, avalado por su gran amistad con Garci, que es el propio Garci el que determinó lo esencial del guion. Garci hace suyo a Sherlock llevándolo a su terreno, aunque eso supuso perder muchos elementos canónicos del detective consultor. Lo más curioso es que finalmente acabó comentado que Garci quería grabar una película sobre el Madrid de Galdos y Sherlock fue la excusa.

Miremos más de cerca el guión. Sherlock mantiene una relación amorosa con Irene Adler que tras su matrimonio, se dedica únicamente a cantar Ópera por las capitales europeas. Una Irene despojada de virtudes conspirativas, queda relejada al papel de diva que sabe engatusar a los hombres. Total que en una de estas cita a Holmes en Madrid. Uno diría que los sueños de Holmes sobre Jack el Destripador en otra ciudad distinta de Londres, que acaba siendo Madrid, es una burda excusa para justificar su marcha a Madrid a buscar el calor de Irene. Y como carabina se hace  acompañar del casado, hace un año en segundas nupcias,  Doctor Watson con Mary Morstan (interpretada por Leticia Dolera). Es decir estamos en 1889, y Watson tendría 37 años y Sherlock 35 años… aunque la caracterización de ambos les confiera bastante más edad. Pero acepto pulpo como animal doméstico. Dado que se les ve muy abrigados en toda la película, uno apostaría que vienen a España tras la resolución del caso La aventura del jorobado (The Adventure of the Crooked Man) que se cierra el 12 de septiembre de 1889 y antes del caso El pabellón Wisteria (The Adventure of Wisteria Lodge) que se desarrolla entre el 24 y 29 de marzo de 1890. Watson se muestra encantado de acompañar a Sherlock en su escapadita y hace bien, pues vive una bonita historia de amor en Madrid, eso sí casta y pura. Pues Watson acaba siendo un defensor del feminismo, de los toros, la gastronomía española y de la fidelidad en el matrimonio…. lo que, no le priva de flirtear hasta la nausea con una jovencita beldad de la burguesía madrileña, que sorpresivamente ningún personaje se percata que esta burguesita se comporta como una adolescente del siglo XXI, en lugar de lucir el comportamiento esperado de una joven casadera decimonónica. Pero pelillos a la mar, lo peor está por llegar. 

Y comienzan los asesinatos de putas en Madrid, no es por desmerecer a nadie, pero de las tres putas que aparecen en la película: una no habla y las otras dos son andaluzas…

Garci planta un discurso buenista en boca del ministro de fomento que no solo desentona con la época, sino que lo hace del todo imposible. Sólo es necesario recordar lo que el propio Benito Pérez Galdos (el verdadero protagonista de la película) decía de los políticos españoles en 1912:

“… Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte… No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos… Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria. No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos. La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. …”.
Es decir la película situada en 1889 cae en el reinado de Alfonso XII concretamente en el periodo conocido por la regencia, pero lo característico del periodo se alargó al periodo conocido como periodo constitucional que acaba con el golpe de estado de Primo de Ribera en 1923. Este largo periodo se caracterizó por el “turno” donde el Partido Conservador del malagueño Cánovas se alternaba en el poder con el Partido Liberal del riojano Sagasta. Cualquier parecido con el PP y el PSOE actual es pura coincidencia.



Pero Garci (único responsable real del guión de su película) necesita crear ese estado de opinión en los espectadores para presentarnos al malo de esta película. ¡Y tachan! el causante de los asesinatos imitando a Jack el Destripador es: el Progreso. Bueno, y este un punto a favor de Garci, es la bonita mentira que enarbola el Marqués de Simancas (bien interpretado por el actor jienense Manuel Tejada) para justificar sus intereses inmobiliarios. En realidad lo que quiere es convertir una zona empobrecida de Madrid, precisamente donde se asesinan a las putas, en un nuevo barrio residencial que acabe llevando su nombre, con los consiguientes beneficios que le reportará. ¿Puede haber algo más efectivo para echar a la gente de sus casas que los asesinatos de putas? Es decir actuar como los celebres espantaviejas pero de forma acelerada. A mí se me ocurren 19 cosas más efectivas, no es que sea muy listo, sino que he revisado como se hacían las cosas en el XIX, por ejemplo el ferrocarril del levante español, pisando los intereses de los agricultores y pescadores, expropiando nunca y mal… nada nuevo que no sigua haciendo el estado actual por ejemplo con el AVE en Murcia o manteniendo trenes decimonónicos en Extremadura. La verdad es que como móvil de los asesinatos es una mierda pero era la única manera de encajar (aunque mal) en toda esta historia a Holmes. De hecho el marqués no llega a matar a nadie, sino que son distintos esbirros los que comenten las fechorías por él. Juraría que Garci quería ajustar otras cuentas pendientes con este argumento, más presentes, más cercanas. Un ajuste de cuentas con la España del pelotazo constructor y la financiación ilegal e inmoral de los partidos políticos, la connivencia del político con el corruptor que bajo la piel de progreso esquilma, en su propio beneficio, los escasos recursos de este miserable país nuestro. También vi un cierto parecido entre el Marqués de Simancas y cierto presidente de una gran constructora española y presidente también, de un equipo de fútbol de la capital del Imperio, pero claro son alucinaciones mías.

Volviendo a la película, todo esto se le insinúa a Sherlock en los baños árabes que comparte con el Marqués de Simancas, por lo que la tensión de la resolución de los asesinatos se esfuma. La verdad es que mucha tensión no hubo en ningún momento. El resto hasta el final es un lento viacrucis, muchas veces creando vergüenza ajena sobre todo por lo españolista que demuestra ser Watson: conquistador de jóvenes (hoy sería un putero de volquete y gin tonic) y enamorado de su esposa, feminista y furibundo de los toros en fin un cuñado de toda la vida de Dios.

Y entre vergüenza ajena y resignación se acaba el engendro. Este es el fin de un buen director de cine y la constatación de una oportunidad perdida, una que no volverá a pasar.

by PacoMan


Miss Ledyia


Holmes & Watson, Madrid days. En Días de Cine



Holmes & Watson. Madrid Days - Trailer



Holmes & Watson Madrid Days 2012



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by PacoMan 

En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.

Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.


Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po