Que las eléctricas
españolas llevan saqueando con total impunidad el país lo demuestra el breve
cuento-artículo que hoy os traigo de Tomás Salvador: Un jeroglífico: El recibo de la luz
(1957).
Cuesta encontrar
algo que el dictador Franco, los gobiernos democráticos de UCD (centro
derecha), PP (derecha) y PSOE (centro izquierda) compartan. Excepto, si miramos
el trato que todos dispensaron a las compañías eléctricas españolas. Desde
siempre las eléctricas han ejercido un control férreo sobre el ministerio que
supuestamente las tenía que controlar. De facto el mercado eléctrico español ha
sido un conjunto de mercados geográficamente separados gracias a la concesión
de licencias exclusivas de explotación por parte del estado. En castellano,
cada eléctrica era un monopolio en su cortijo. Supuestamente estos monopolios
se desmantelaron e incluso con el tarifazo eléctrico de 2014 se iba a liberalizar el precio de la electricidad: todo
para nada, todo sigue igual, un ejemplo del gatopardimos
más extremo: cambiarlo todo, para que todo siga igual.
Tomás Salvador |
Como botón de
muestra: En Europa se ha venido cambiando la hora para ahorrar energía, en
España lo hacíamos para gastar más, por la simple razón que tenemos la hora
fijada fuera de nuestro uso horario. Todo empezó por un gesto de Franco a
Hitler y se ha mantenido hasta hoy, para mayor lucro de las eléctricas. Ya lo
conté hace años en este artículo: Nopor mucho madrugar amanece más temprano.
No sólo es que las
famosas puertas giratorias se den básicamente en las eléctricas (incluidos los expresidentes
de gobierno), sino que siempre se les ha tolerado una facturación
ininteligible. También es cierto que han sufrido los efectos de los más o menos
improvisadas políticas energéticas: moratoria nuclear, fijación del precio de
la energía, boom de las renovables, cerrojazo a las renovables, impuestos al
Sol… pero con más paciencia que Job, las eléctricas han sabido ir trasladando
al precio de la luz todos y cada uno de estas ocurrencias.
Hoy, en septiembre
de 2018 asistimos a la última. El gobierno de Pedro Sánchez elimina
“temporalmente” el impuesto que grababa con un 7% la generación eléctrica que el PP se inventó en 2012
y el Impuesto al Sol de 2015 también del ocurrente ministro Soria del PP. Cuando el ministro Sorialos creo garantizó que no afectarían a la factura eléctrica, lo que no se
cumplió, y ahora la ministra Montera amenaza que estará vigilante para que las eléctricas
trasladen a sus facturas esta reducción. Si algo bajará será testimonial, entre
otras cosas porque el precio de la electricidad ya ha subido más en setiembre que la bajada anunciada.
La ignorancia o la
mala fe de este gobierno socialista alarma, no llega a tres meses que el
ministro de cultura rebajó el IVA de los cines con la esperanza que el precio
de la entrada bajara y no lo hizo. No voy a volver a comentar en que se
sustenta la expectativa (errónea) del gobierno para la bajada de la factura
eléctrica, son las mismas razones que para la esperada bajada del precio de las
entradas. Ya lo hice hace unas semanas en este mismo blog: Fíjate en lo que hago no en lo que digo: El IVA del cine, puro atrezo, puro espectáculo. Básicamente depende de la elasticidad precio de la demanda de
electricidad y está ha dado sobradas evidencia de ser muy inelástica… como
inelástica es la demanda de insulina de un diabético. Pero hoy quiero destacar
el carácter arcano de la factura de la luz, cualquiera sospecharía que esta complejidad es reciente, que hace falta uno de esos másteres de
los que presumen, pero no cursaron, los jóvenes dirigentes de la derecha y muy
derecha española. Pero es falso, las eléctricas llevan más de 61 años
enmascarando sus tropelías en un galimatías incomprensible, en forma de
factura, con la connivencia de todos los poderes políticos que han ido
saqueando este país de pandereta.
Hoy os traigo un
cuento-artículo: del escritor español Tomás Salvador, por el cual tengo
devoción y tengo hecha promesa de realizar un artículo-ensayo profundo sobre su
persona y su obra. Salvador es el autor de La
Nave (1959) posiblemente la novela española más importante de Ciencia
Ficción y ya le dediqué un artículo sobre los acertijos en su novela Las siete preguntas (1981). En 1978 Tomás recopila en un libro los
artículos publicados en una revista y radiados (no había televisión), habló de Mi familia y yo editado por Ediciones
Marte. Os dejo con la ágil prosa de Salvador:
Un Jeroglífico: El recibo de la Luz
(1957) de Tomás Salvador.
Viene
mi mujer con aire preocupado. Cuando la mujer de uno viene con aire preocupado
lo mejor es hacerse el distraído, porque esas cosas terminan siempre con
solicitudes de dinero. No es que uno sea un agarrado, pero es que tampoco tiene
en casa una máquina de estas tan monas que usufructa la Casa de la Moneda.
Pero mi mujer, por esta vez, no
me habla de lo cara que está la vida. Me trae un papelito largo como un
mercancías.
—Papá —me dice—. Me gustaría que me explicases esto.
«Esto» es el papelito de
marras. Un papelito como todos, blanco, con unas letras impresas en colorado.
En fin, una factura.
—No me explico, cuatrocientas pesetas de luz. Es un abuso ¡Y siquiera
entendiera estos números!
—Pues es muy fácil mujer. Lo que pasa es que no tienes cabeza. Tú
consumes una electricidad que una compañía te suministra y dicha compañía, una
vez al mes, te pasa el recibo. Eso es todo.
Observo que mi mujer queda
asombrada ante mi clara demostración. Y es que uno es así: claro como el agua.
—Muy bien, Talento —me dice—. Pero explícame ahora también eso.
—Vamos a ver —digo tomando papel y
lápiz.
—Vamos a ver.
—Primera casilla. Mes y año, marzo de 1957. ¿No dirás que no entiendes
eso?
—Lo entiendo perfectamente.
—Segunda casilla: «Anterior: 2.180», quiere decir que el consumo anterior era de 2.180 kilovatios.
—Sería cosa de comprobarlo, pero vamos a dejarlo, sigue:
—Tercera casilla: «Actual: 2.634». Fácil ¡eh!, fácil. Porque ello nos da entrada a la cuarta casilla: «Consumo total: 504». Si me dejas hacer
la resta te diré si está bien. ¡Hum, veamos …! Sí, está bien.
—De acuerdo, está bien, sigue:
—Quinta casilla: «1º Bloque: 38». ¡Caramba, esto no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo.
—¡Bah! —dice ella cargada de
ironía—. No te preocupes quizás entiendas la
siguiente.
—Sexta: «2º Bloque, 97». Sigo sin entender. Pero como no hay segundo sin tercero, veamos el
tercero: «3º 369». ¡Caramba,
caramba!
Hago trabajar mi cacumen y vengo
a caer en diversos resultados, por ejemplo, que 38, más 97, más 369, igualan la
cifra de consumo, o lo que viene a ser lo mismo: 504.
—Esto, mujer, quiere decir que facturan por bloques.
— ¿Por qué? ¿Es que hay electricidades de distinta categoría? ¿Es que
estamos en el tren?
Doy vueltas al asunto y doy
vueltas al papel. En una de ellas queda al descubierto el dorso del documento.
Y allí veo las tarifas. Según las tarifas…
—¡Eureka! —grito—. Mira, esto es. Los kilovatios tienen distinto precio. Si consumes
poco, cuesta más, y a medida que gastas más te hacen una rebaja. No te quejes.
Así, pues tenemos que los primeros 25 kilovatios cuestan 66 céntimos, los
segundos a 55 y los terceros a 44, siempre en céntimos.
—Pues echa la cuenta —me dice.
La echo; tanto de uno, tanto de
otro, tanto del de más allá. Y me salen 139 pesetas con 41 céntimos. La factura
dice 240 con 79, la diferencia es pequeña.
—Sí, sigue, que ahora empieza lo bueno.
—Undécima casilla: «Rgt. horas
punta, 18 ptas. con 60 cts.»
¿Qué será esto de «horas punta»? Como no sea aquellas en que se consume
más. Pero la verdad, no está claro, porque si en apartados anteriores se nos ha
demostrado que gastando más se paga menos, un veinte por ciento menos, como lo
que se deduce del primer bloque al tercero, ¿por qué diablos te cargan más en
las horas de más consumo? Y en todo caso ¿quién le dice a la compañía que
nosotros tenemos encendido el hornillo o la calefacción precisamente en esa
horas punta? Veamos, filosofemos un poco, pensemos un poco.
—Déjate
de pensar y sigue adelante.
—Sigo:
casilla doce: complemento R (ofile), ptas.: 108 con 72 céntimos. ¡Repámpanos!
¿Qué será el complemento «R», que será el ofile? Un impuesto, claro.
—No,
porque el impuesto está en la casilla trece.
Doy la vuelta al papel y veo la
explicación: «Ofile, mínimo consumo:
equivale a una hora diaria de funcionamiento de la mitad de la instalación a
precio base del primer bloque».
—¡Requeterrepámpanos! ¡Esta sí que es buena! Después de cobrarte
distintos precios hace suponer que la instalación o media instalación ha
funcionado una hora diaria, y te cobran por esa hora diaria a media instalación
108 ptas! No lo entiendo. Si a toda
instalación, y funcionando las cuatro o cinco horas diarias, tú gastas
básicamente 240 ptas. ¿cómo puedes gastar en una hora a media instalación 108,
o sea, casi la mitad? Debe haber algún error mujer.
—Sigue —ordena, feroz, sin
compasión a la zarabanda de números a que me obliga:
—Casilla trece: impuesto, 80 ptas. con 60 cts. ¡Buff! Un impuesto del
30% por ciento. Me parece demasiado.
—Sigue:
—Casilla catorce: «Contador, 2 con 25». No es mucho. Pero no deja de tener gracia que poniéndote un contador
para que te vigilen los gastos, te cobren encima luego. Y digo: Casilla quince:
timbre 40 ptas. «Debe ser otro impuesto». ¿Por qué no los unifican? ¿Les dará vergüenza el mucho tanto por
ciento? En fin, ya termino: «Mutal, una
peseta». Total 379. Las cuentas están bien… Lo que
no está bien es que…
—Este es el de la fuerza. Espera que te traeré el de la luz.
—¡¡No!! —grito y salgo corriendo.
El Supremo se pone del lado del oligopolio eléctrico
El Tribunal Supremo da vía libre a que las grandes eléctricas puedan acceder a la cartera de clientes de las comercializadoras independientes.
Gas Natural, Endesa e Iberdrola tendrán a partir de ahora una herramienta más para arrebatar clientes a las pequeñas y medianas eléctricas del mercado español. Tras un litigio de más de un año en el Tribunal Supremo, el alto tribunal decidió poco antes del verano dar vía libre a un cambio normativo que obliga a incluir el nombre de la empresa comercializadora en las bases de datos de consumidores y puntos de suministro. Lo que en la práctica supone prácticamente entregar la identidad de la cartera de clientes de su competencia al oligopolio que domina la electricidad en España.
El Supremo acaba de desestimar el recurso contra el cambio normativo que el pasado año interpuso la eléctrica cántabra Viesgo. En la sentencia, a la que ha tenido acceso Economía Digital, los magistrados argumentan que la inclusión de la comercializadora hará “más transparente el mercado”, permitiendo así que “los competidores diseñen con mayor eficacia sus políticas de comercialización”, aunque niegan que ello suponga de facto una ventaja de las operadoras con más clientes sobre el resto.
En junio de 2016 el Supremo admitió a trámite el recurso de Viesgo, suspendiendo cautelarmente la norma a la que ahora da el visto bueno. Fuentes de la compañía que dirige el empresario Miguel Antoñanzas descartan emprender nuevos pasos ante la justicia para echar abajo la norma.
El oligopolio eléctrico
A pesar de que la liberalización parcial del mercado eléctrico tuvo lugar hace dos décadas, la comercialización a particulares de la electricidad en España sigue estando en manos de apenas un puñado de compañías. Según las últimas estimaciones --los últimos datos oficiales de la Comisión Nacional de los Mercado y la Competencia (CNMC) corresponden a 2014--, los tres grupos mencionados más la filial española de la portuguesa EDP aglutinan en torno a nueve de cada diez clientes finales. Por detrás de ellas viene Viesgo y, con porcentajes todavía más pequeños, un ramillete de jóvenes compañías que han logrado arañar una cuota cada vez más relevante en los últimos años.
En su primer recurso que siguió a la publicación de la norma en el Boletín Oficial del Estado (BOE), en diciembre de 2015, la demandante Viesgo alegó que al entregar las referencias de su cartera de clientes a las grandes compañías, éstas tendrían la oportunidad de atacar, con todo su potencial económico y comercial y con ofertas a la baja, su parte del pastel. “Están ayudando a quien tiene más potencial para captar y robar clientes”, señalan fuentes del mercado no vinculadas con la eléctrica con sede en Santander.
El papel de la CNMC
El sistema de captación de información al que hace referencia la norma, conocido como SIPS, es de libre acceso para todas las empresas del mercado e incluye entre otros datos el documento identificativo del cliente y la ubicación de cada punto de suministro. Se trata, según la CNMC, entidad de la que depende, de un sistema cuya finalidad es “favorecer la competencia en el mercado de suministro de la electricidad”. De hecho, la inclusión del nombre de la comercializadora fue una propuesta de la propia CNMC en un informe publicado en marzo de 2015.
El Supremo compra ahora, de manera casi literal, los argumentos del organismo presidido por José María Marín Quemada. "El conocimiento del suministrador minorista a un determinado punto de suministro permite a otro operador mejorar su oferta y tratar de que el titular de dicho punto de suministro cambie de proveedor". Sin que ello implique necesariamente prácticas que atenten contra la competencia, tal y como advertía Viesgo, justifica el tribunal.
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by PacoMan
En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.
Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.
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