jueves, 16 de marzo de 2023

BÁRBARO

Un poema de José Pulido





 Estimados Liponautas

Hace unos días se cumplió otro aniversario del fallecimiento del pintor ingenuo venezolano Bárbaro Rivas (4 de diciembre de 1893 - 12 de marzo de 1967). Por esta razón compartimos con ustedes este poema escrito por José Pulido al iluminado de Petare.

Esperamos disfruten de la entrada

Atentamente

La Gerencia

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Un poema que escribí comenzando el nuevo siglo. La fotografía es de Paolo Gasparini, 1956.



BÁRBARO

Petare era un templo, una plaza y contadas calles

ahora es el barrio más grande desde aquí hasta Júpiter

rectángulos de angustia bajo un cielo intocable

uno se puede morir asustado creyendo seriamente

que se han secado todos los océanos

Petare tenía matas de café y cacao, caña de azúcar y tabaco,

melados y aguardiente y también produjo a uno de los seres 

más desgraciados y solemnes

uno que podía hundirse y volar al mismo tiempo

Ojalá piensen alguna vez en Bárbaro Rivas

como cuando uno encontraba debajo de la cama los regalos que traían

el Niño Jesús y tres señores de barba polvorienta cuyos camellos

se podían comer la yerbabuena y beberse hasta el agua de maíz

Ojalá quieran conocer a ese olvidado señor irrepetible

capaz de convertir un cartón en sagrada belleza 

aunque la miseria quisiera cegarlo con sus paisajes remendados 

de perros durmiendo en costillares muertos 

La ignorancia es nuestra dueña y no quiere que recordemos gente así

Bárbaro llevaba en sus entrañas santos y demonios bañados de aguardiente

su corazón era una pulpería llena de víveres distantes

con un bidón de querosén y vengo a punto de raspar un fósforo

La drástica belleza infantilmente pura se posaba en sus cuadros

contenía pasiones bizantinas sin noción de Bizancio 

y también alojaba desconocidos monasterios en su alma

decía que Dios le quitaba las manos pecadoras y encallecidas

y las usaba como brochas divinas para pintar lo vehemente

él creía que sus manos no servían para nada

hasta que el Todopoderoso las usaba,

ebrio, pero Todopoderoso




Bárbaro Rivas: La Imagen



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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne

José Pulido

Poeta, escritor y periodista, nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.

Vive en Génova, Italia. 

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

(Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este  correo: jipulido777@gmail.com)

Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras. Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en SalamancaEn el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova. 

Publicaciones más recientes:

El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora.

Compilación: Kira Kariakin y Eleonora Requena, para Caritas.

Poeti Uniti per il Venezuela, Parole di Libertà  (Poetas Unidos por Venezuela, Palabras de Libertad) publicado por Borella Edizioni, evento respaldado por la Associazione culturale Orquidea de Venezuela, con sede en Milán.

Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores

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QUERIDA SYLVIA

Un poema de José Pulido



EL NUEVO AÑO QUE SALE DE TI

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Un poema de José Pulido.




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Un poema de José Pulido.



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Un poema de José Pulido a Rafael Cadenas.



LOS DIOSES FAMILIARES

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CREO QUE VIAJAMOS AL FUTURO.

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EL BULEVAR un poema de José Pulido



MARILYN REPETIDA HASTA EL CANSANCIO.

Un poema de José Pulido.



NUNCA CONOCERÁS A HANNI OSSOT por José Pulido




NUESTRA POETA EN UNA ESTRECHA TARDE, un poema de José Pulido



COSAS DE ANTES, un poema de José Pulido



EN EL JARDÍN DE LAS HIGUERAS, un poema de José Pulido




MARILYN ENFERMA por José Pulido



CREO QUE TODO SE HA REVUELTO, SEÑOR.

Un poema de José Pulido.



CABRUJAS por José Pulido



Armando te fuiste y nos toca acompañarnos en este dolor.



miércoles, 15 de marzo de 2023

Jorge Luis Borges: Mi único título verdadero es el de bachiller

 



  · 

Jorge Luis Borges: Puedo ser un impostor [Entrevista, abril de 1978]

Después de haber recibido el doctorado honoris causa de la Universidad de la Sorbona, Jorge Luis Borges escapó de todos los honores públicos y se fue a visitar a sus antiguos compañeros del Colegio Calvinista de Ginebra. Un sueño que desde 1920 no realizaba. Como si fuera un secreto sólo confesado a un mínimo grupo de amigos, Borges nos relató sus experiencias y sensaciones en Suiza y en Egipto. Un país siempre deseó conocer y que de alguna manera siempre está presente en todos sus escritos. "Las Mil y Una Noches", el desierto, la Esfinge, las pirámides y toda la mitología a través de la sensibilidad del mejor escritor de lengua castellana.

Como un profeta, quizá como aquel Homero que nombra en "El Inmortal", ya olvidado de glorias, premios, aplausos y ceremonias, sabe, sin embargo del triunfo (para su mal) y también del respeto y la admiración que despierta cuando camina muy despaciosamente por la calle, apoyándose en su bastón.

—Yo creo que la gente está equivocada conmigo. En cualquier momento pueden darse cuenta de su error y pensar que soy un impostor.

El oficio de periodista obliga a desconfiar. Jorge Luis Borges no puede pensar así.

—¿Por qué no? Yo no merezco estos honores. Yo no tengo obra. Lo mío es fraccionario. No poseo una literatura en conjunto. Yo creo que el premio de la Universidad de la Sorbona puede ser el error de un país. O de todo un conjunto de países. Basta leer la historia universal para saber cuántas veces el mundo se ha equivocado. Yo soy doctor honoris causa de Oxford, de la Universidad de La Plata, de Columbia University, de Santiago de Chile, de Cincinnati y ahora de la Sorbona. Y cada vez que otorgan un premio de esta naturaleza tengo ganas de atajarlos y decirles que estamos todos equivocados. Mi único título verdadero es el de bachiller; todos todos los demás son dones que me han sido otorgados.

Un viaje hacia el pasado

—Mi vida desgraciadamente es pública. Digo desgraciadamente porque yo detesto la publicidad.

Este último viaje me permitió, gracias a la buena voluntad del gobierno francés, realizar un itinerario hacia el pasado. Volver a mis fuentes, a mis raíces. En los días en que estuve en París me alojé en la misma habitación que Oscar Wilde, en un hotel en la orilla sur del Sena. Pero por desgracia nada queda del gran poeta inglés. Lo único que hoy recuerda su paso es una sencilla placa en la puerta de su cuarto.

Luego de la ceremonia de la entrega del diploma que me acreditaba como digno de recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de la Sorbona, me fui a Ginebra. Fue como una escapada de criatura. Tenía muchas ganas de volverme a ver con mis antiguos compañeros de colegio. Se puede decir que Suiza es una de mis segundas patrias, porque yo me he educado allí.

Llegué a Ginebra en 1914, cuando tenía 15 años. En ese lugar nos sorprendió la guerra y mis padres decidieron quedarse a vivir Yo hice mi bachillerato en el Colegio Calvinista. Ahora, a mi regreso, fui a mi antigua casa, toqué sus muros y pude comprobar que donde viví tantos años al lado de los míos ya no queda nada. Pero pude encontrar a mis viejos amigos.

¡Qué raro! Los amigos que yo tengo en Suiza son judíos polacos. El Dr. Simón Slinsky y el Dr. Maurice Abramovich. Son ciudadanos hervéticos, desde luego, pero por los nombres se puede saber que no son suizos. Ellos tenían noticias mías por los diarios y porque se han traducido varios de mis libros al francés. ¿Por el premio de la Sorbona? No. Ellos no sabían nada. En Europa no se le dio importancia. Ni siquiera en Francia; sólo aquí tuvo trascendencia. De uno de mis compañeros se puede decir que no lo veía desde 1918 ó 1920. Todos han desarrollado sus vidas. Uno es médico de barrio, trabaja para una obra social y el otro es un concejal del Partido Comunista. El tercero que me hubiera gustado encontrar era un librero que ya murió. Lo que fue muy grato es que uno de ellos todavía conserva un mazo de barajas españolas que yo le regalé cuando era estudiante. Realmente pasé días muy gratos en Ginebra. Hay un cuento mío que se llama "El Otro", donde se puede decir que yo converso con el Borges niño. Si bien este viaje a Suiza no fue el encuentro con mi niñez sino con mi adolescencia es posible que se pueda hacer una suerte de paralelismo entre ese escrito y el viaje de ahora.

Oriente: el tiempo y la eternidad

"El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza." (del libro Historia de la Eternidad).

—Luego aproveché unos días y me fui para satisfacer un viejo deseo mío, que era conocer el Oriente. El Oriente que uno entrevé un poco en Andalucía, un poco en Grecia, y que no se siente en Israel, porque es un país nuevo. Yo fui a Egipto. Allí tuve dos sensaciones. La primera de estar en un país intemporal. Es lo que uno siente ante los monumentos egipcios. Están construidos en la eternidad, o por la eternidad, pero al mismo tiempo sentí que los egipcios actuales son gente bastante pueril. Actúan como criaturas pícaras. Son muy curiosos. Yo no puedo decir si he visto las Pirámides. Un ciego no ve nada. Pero el hecho de saber que uno está frente a ellas ya es algo, y es mucho, quizá todo. Por ejemplo, cuando me paré ante la Esfinge, yo no veía su forma, como no veo su cara ahora. Pero luego de haberla contemplado tantas veces en grabados y en fotografías, estar delante de ella y sentir su presencia, junto a la gravitación del desierto, fueron cosas que me emocionaron muchísimo. Ahí también pueden influir recuerdos literarios. Porque un desierto, ¿qué es? Es una gran extensión llena de arena. Pero ya conozco otros desiertos. El de Texas, el de Nuevo México, y conozco el pequeño desierto de la provincia de Mendoza. Pero no me han impresionado así. Tal vez sea porque sabía que estaba en el Sahara. Que al lado mío se hablaba en árabe. Y después porque estaba en El Cairo y allí se redactó el libro de "Las Mil y Una Noches". Eso tuvo que influenciarme mucho. También estuve en Alejandría y en Luxor, que es el nombre que tiene ahora Tebas, la ciudad de las cien puertas. Ahí visité sus dos palacios, el de Luxor y el de Carnac. Luego fui a los Valles de Los Reyes y de Las Reinas y navegué por el Nilo. Yo todavía no creo que haya estado en Egipto. Es como un sueño. Creo que tal vez estuve en otro lugar. En otro país.

Lo dice como para reafirmarse de lo contrario. Tal vez en su memoria todas las noches aparezcan los laberintos que soñó antes de conocer Egipto, y se acuerde de aquel verso que escribió: A un Poeta Menor de la Antología.

¿Dónde está la memoria de los días 

que fueron tuyos en la tierra, y tejieron 

dicha y dolor y fueron para ti el universo?

El río numerable de los años los ha perdido; 

eres una palabra en un índice.

Dieron a otros gloria interminable los dioses,

inscripciones y exergos y monumentos 

y puntuales historiadores; 

de ti sólo sabemos, oscuro amigo 

que oíste al ruiseñor, una tarde.

La raza y el origen del ser

—Y ahora pienso en otros sitios. Quisiera conocer Persia o el norte de la India. Porque siempre me he sentido atraído por el Oriente. Esta palabra que tiene un sentido tan preciso y que es tan difícil de definir. Yo creo que todos de alguna manera nos sentimos atraídos por el Oriente, y además creo que todo este cúmulo de significados que nosotros le atribuimos, para los orientales no existe. Ningún japonés siente afinidad con un persa, o un persa con un chino, o un hindú con un hebreo y éste con un marroquí. Creo que sólo para nosotros existe el concepto del Oriente, y posiblemente cada uno de ellos sólo pertenezca a su país. Pasa un poco como en América latina. Nadie se siente latinoamericano. Somos argentinos o colombianos. Los europeos son los que nos agrupan, y a lo mejor ni siquiera somos argentinos, sino porteños o entrerrianos. En mí se conjugan varias razas. Mi apellido Borges es portugués. El apellido de mi madre, Acevedo, es judío portugués. Yo tengo una abuela inglesa. Tengo ascendientes vascos, y, como todos los españoles, mi origen es árabe. Bueno, yo no sé hasta dónde se puede hablar de razas en este país. Yo creo que ser argentino es un acto de fe. Ser argentino es sentirse argentino, aunque sea muy difícil definirlo. Es lo que decía San Agustín sobre el tiempo. "¿Qué es el tiempo?: Si no me lo preguntan lo sé. Si me lo preguntan lo ignoro". Quiere decir que el ser argentino, como el tiempo, es esencial, pero no se puede definir con otras palabras.

La lluvia

Sobre la penumbra de la sala y apagando la voz de Borges, la lluvia comienza a golpear los vidrios de las ventanas. Se detiene. Escucha. Interroga para estar seguro.

—Sí, llueve.

—¡Qué suerte! Es mucho mejor así.

Y de golpe saltan a la prodigiosa memoria del escritor los versos que hace unos años su creación nombró.

Bruscamente, la tarde se ha aclarado

porque ya cae la lluvia minuciosa.

Cae o cayó. La lluvia es una cosa,

que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado

el tiempo en que la suerte venturosa

le reveló una flor llamada rosa

y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales

alegrará en perdidos arrabales

las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada

tarde me trae la voz, la voz deseada,

de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

El otro yo de Borges

—A veces pienso que hay que cambiar la imagen que la gente tiene de uno para no repetirse. Por ejemplo, yo soy melancólico, y todos creen que soy risueño. Las frases ingeniosas que me adjudican no siempre han salido de mi boca. No soy un ser hiriente y sarcástico. Cuando digo algo no es para herir, sino que lo digo con la mejor buena voluntad y buena fe. Creo que se tergiversan muchas de mis intenciones. Un periodista, el otro día me llamó y me preguntó si podía decir qué equipo ganaría el mundial. Yo contesté que no importaba la nacionalidad, porque al fin y al cabo los que juegan son los individuos. Ese periodista debió creer que se lo decía irónicamente, y no fue así. Los que van a jugar son gente, y lo único importante es eso y no su nacionalidad.

El avión es una diligencia

—Es posible que antes de que termine este año pueda volver a Oriente. Pero lo que más me molesta de los viajes son los aviones. Es todavía un medio de transporte muy primitivo. Tengo la sensación de estar en una diligencia. Qué vehículo es ése que no ofrece al pasajero una cama. En los vuelos que duran muchas horas las personas tienen que ir sentadas. Además, no se percibe el paisaje. Sólo nubes. La única ventaja que tiene es que llega muy rápido a su destino. Yo prefiero el barco. Allí puedo sentir el agua, tal vez algún continente. En el avión todo es muy monótono e incomodo. Por otra parte, todos los aeropuertos se parecen.

La lluvia persiste, la estola de armiño que la Universidad de la Sorbona le entregó en mérito a su obra quedó en un rincón, casi olvidada dentro de una bolsa de polietileno casera. Ya no importa. Borges está más allá de todos los premios. Al salir, como al pasar recordamos el poema 1964. 

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.

Sólo me queda el goce de estar triste, 

esa vana costumbre que me inclina 

al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. 





Texto Cristina Matino

Fotografía: Carlos Pesce

En: revista Siete Días Ilustrados

5 de abril de 1978

Tomada de Mágicas Ruinas

Enlaces relacionados:

























































domingo, 12 de marzo de 2023

Diablos, móviles y ajedrez.

Un cuento de by PacoMan

 

Imagen tomada de Proandroid.


Estimados Liponautas

Hoy tenemos el gusto de compartir un relato de nuestro amigo PacoMan.

Esperamos disfruten de la entrada.

Atentamente

La Gerencia.

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Fotograma del Septimo Sello


Diablos, móviles y ajedrez  


A Carla8, Gamora y la Princesa Leia


De izquierda a derecha: Barry Kripke y Sheldon Cooper

 

Hay días que el diablo va y se pone de tu parte, y no es que vinieran el mes pasado unos yonquis a atracarme como al Sabina, ese que canta; más bien, fue que vino mi Barry Kripke, sí, ese que atosiga e incómoda, a partes iguales, a Sheldon Cooper al sentarse a la mesa donde desayunaba.  Resignado y con una sonrisa más falsa que un billete de treinta y siete euros, me dispuse a recibirlo.  


La Teoria Del Big Bang – La inversión Cooper Kripke clip6

—Hola, Manolo— Sí, el nombre de mi particular Kripke es Manolo. Es de Granada y es profesor de Historia del Arte en Arquitectura y, aparte de ser un buen arquitecto, es mi amigo, qué le vamos a hacer.  

 —Cómo eres: cómo eres, nadie te lo va a decir, pero prefiero decírtelo a que todos nos estemos riendo de ti… y tú nos quieras hacer creer que no sabes por qué. Así, si te lo digo, no te queda más remedio que aceptar el bochorno.  


Imagen tomada de PxFuel.


Ese es Manolo; cuando quiere, un cabrón con todas las letras. Veis cómo Manolo es mi Kripke.  Supongo que venía a refregarme y a enseñarme el vídeo, que se distribuía por las redes sociales, en el que hacía un comentario, bastante políticamente incorrecto, hablando de la gestión de la sanidad pública durante el confinamiento del COVID en la comunidad de Madrid, durante una clase de Introducción a la Economía en el doble grado ADE y Economía.  

Como no le contestaba y sólo lo miraba, intentando no reflejar en mi cara que lo mataría cruelmente y con premeditación, con mucha premeditación, empezó a alargarme el móvil con la intención de enseñarme el vídeo de marras.  


Imagen tomada de Pasión por el Ajedrez.

 —Manolo, ¡no me seas vulgar!, desayunando no se mira el móvil, eso es de… Estamos en la cantina del templo de la sabiduría: la universidad. Tenemos la obligación moral de ser la última línea de defensa, la línea Maginot.  

—Pues esa duró bien poco.  

—¡No me interrumpas con precisiones históricas irrelevantes a mi argumento! Nosotros debemos ser ejemplo para las nuevas generaciones de alumnos de un uso racional, equilibrado y alejado de las prácticas habituales que están favoreciendo la expansión de la imbecilidad a través de las redes sociales que medran a sus anchas en los móviles. Nunca nada tan sofisticado tecnológicamente se ha usado para algo tan antiguo y deleznable como chafardear como comadres en el patio de la escalera. Eso sí, una escalera global, planetaria, pero de débiles mentales, terraplanistas y …  

 —¡Ea! Ya te has venido arriba en una de tus “manceradas” para desviar la atención del vídeo. Pero, venga, te compro pulpo como animal doméstico. Y ¡mira! Mira en esta misma cafetería: todos, menos tú, están mirando el móvil. Tu supuesta superioridad moral es irrelevante.  

Mefistófeles jugando ajedrez con Fausto.


Alcé la vista y miré alrededor: era cierto, todos habían sucumbido, como pueblos galos a Julio Cesar. Pero ¿todos? Todos no, aún resiste una pequeña aldea, digo una mesa. Al fondo, y detrás de una pequeña mampara que sólo permitía ver la cabeza de los comensales, ¡y qué cabezas!, nada menos que la del profesor Smullyan, que había salido a su padre, el matemático Raymond Smullyan, y la del profesor McLuchan, ambos con la concentración y actitud típicas de los que están jugando una partida de ajedrez. De hecho, Sumllyan se mesaba la perilla, en un gesto muy característico suyo, durante los enfrentamientos a muerte de los reyes negro y blanco. 

Imagen tomada de AraInfo.

 —No, Manolo, no. Como Asterix y Obelix, unos pocos nos resistimos a la imbecilidad del móvil. Míralos allí, en la mesa de la mampara, jugando al ajedrez.  

 —Pero ¿qué dices? ¡Si están con el móvil!  

 —Vayamos a su mesa y te tendrás que tragar tus palabras.  

Dicho y hecho. Cuál no sería mi sorpresa que, al llegar a la mesa de tan concentrados profesores, no tenían entre ellos un tablero de 64 casillas, sino sus móviles en sus diestras. El ego de Manolo creció hasta el extremo de hacerlo levitar, gritar, burlarse, y reírse; todo a la vez y en absoluto batiburrillo. Tanto es así que yo quedé noqueado y hasta los profesores perdieron la atención de sus móviles y nos miraron.  

Imagen tomada de Proandroid.


—Hombre, profesor Mancera, usted por aquí. Si lo desea, jugamos nuestra partida ahora, cuando acabe de jugar con el profesor McLuhan.  

—Pero ¿Y el tablero? — atiné a balbucear.  


Imagen tomada de Xataka.

—Ah, eso. Mi sobrino, profesor de física en el instituto de aquí detrás, organiza esta semana un torneo de partidas rápidas de ajedrez y me pidió el reloj. Y sin reloj, las partidas se hacen eternas.  

—Por eso estamos jugando uno contra el otro, en la aplicación de ajedrez liches.org— dijo el profesor McLuhan.  


Imagen tomada de Les Radio del Vatikano News 

Manolo es mi Kripke; le encanta incomodarme y discutirme, pero no es un cretino y era consciente de que, si bien formalmente él tenía razón, en esencia, a mí tampoco me faltaba, la razón quiero decir. Cierto que usaban el móvil, pero para un fin superior y no para el uso banal que se ha generalizado.  

The Big Bang Theory|Ajedrez 3D (Latino)

Me miró a los ojos, sonrió, me apuntó con el dedo y me soltó: 

—Profesor Mancera, esta partida queda en tablas— se giró y se fue con el tumbao que tienen los guapos al caminar, que cantaría Rubén Blades.  


Fotograma de Blade Runner.


by PacoMan


Ruben Blades. Pedro Navaja .Video editado de la la película mexicana Pedro Navaja.


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jueves, 9 de marzo de 2023

Wilfredo Carrizales sobre dos ruedas chinas en la Ruta literaria

 




Períodos de las bicicletas confiadas a la memoria


28 de mayo de 2022 Rutas literarias, Sobre 2 ruedas


Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales



Bicicletas en un callejón de Beijing, la capital de China




Regresaron, allí las vemos en diferentes lugares, lejos del pedaleo. Aguardaban el avance de una señal, el movimiento de una transmisión de pensamiento para ponerse en evidencia y formar parte del cuadro, de la escena acaso fortuita o quizá guiada por una cadena de un azar en desarrollo.


1


Si contáramos las prendas de vestir que colgaban, secándose, tal vez habría coincidencia con la cantidad de bicicletas estacionadas, cada una a la espera de su dueño que en ese momento almorzaba o tomaba una siesta. Después cada vehículo de dos ruedas salía y se dirigía por el callejón, ora al este, ora al oeste, según su costumbre. Los que iban hacia el sector oriental recalaban a las puertas del viejo templo taoísta y allí se dedicaban a jugar partida tras partida de ajedrez hasta que el ocaso los convocaba de vuelta a su albergue. Los que se dirigían al sector occidental iban lanzados con el manillar guiándolos a la tertulia de la Torre de la Campana, donde nunca faltaban chismes y noticias curiosas, mientras el vuelo cíclico de las bandadas de palomas ponía una nota no discordante en el ambiente.


Ya en casa, las bicicletas se ordenaban, unas junto a las otras, en dos segmentos, y compartían las experiencias del día y las ilusiones y los sueños que, entre rondas de piñones, se demarraban por las estrechas curvas de los antiguos barrios arbolados.


2


Trajeron a las señoras del mercado de fin de semana y al presente las aguardan, restregándose mutuamente. Las dos bicicletas podrían partir solas, pero prefieren estar a la expectativa e imaginarse el recorrido que se forjará dentro de poco.


Primero deambularán, a la escapada, por las más recónditas callejuelas, aquellas que, de modo súbito, te ofrecen jardines adosados a vetustas paredes de ladrillos grises, donde las macetas se apiñan y rivalizan por mostrar sus colecciones de pétalos o donde bambúes enanos se doblan y se yerguen al compás de brisas sin horarios.


Luego vagarán por angostillos en pos de los gatos callejeros más extraordinarios y observarlos tomando el sol, trepados a terrazas o tendidos debajo de gruesos árboles, lamiendo sus heridas y maullando u ocultando las uñas si no hay ratones en las cercanías.


Finalmente cruzarán con ligero pedaleo los antiguos puentes que aún quedan en pie y ofrendarán sus saludos a los animales de piedra que los custodian y habrá tiempo –antes del ocaso- para detenerse en alguna de las pocas casas de té sobrevivientes y disfrutar de las variadas infusiones, mientras se mastican pipas de girasol y se oyen las voces de los mirlos enjaulados.




3


Bello Jade, reclinada contra el granado, me ve llegar trepado sobre una bicicleta “hembra” y no sonríe. Me mira con fijeza y es cuando su hermosura resalta hasta turbarme. Mi lente atrapa su querida figura y enseguida me le acerco, le acaricio su oscura cabellera y le doy un beso y el sabor del granate asciende con rapidez a mi cerebro. Compartimos  gajos de sonrisas y ella, con un gesto de una mano, me indica un gran pedazo de papel blanco pegado de la pared, donde esbozó el recorrido que haríamos ese sábado y que en su totalidad sería para nosotros.


Disponemos nuestras respectivas bicicletas y enrumbamos hacia el cercano Altar de la Tierra. Dejamos las bicicletas en la entrada principal, las encadenamos juntas y les proveemos de suficiente agua. Bello Jade entra cantando una tonada tradicional de Hubei, su provincia natal, de la cual sólo puedo disfrutar la suavidad de la rima. A continuación nos ubicamos en el antiguo lugar destinado a las ofrendas a la Tierra y ella posa ante las cabezas de dragón que protegen los accesos al sitio.


Encontramos a las bicicletas algo sudadas, aunque todavía la primavera no ha concluido. Ponemos las proas de nuestros vehículos orientados hacia el sur y acudimos al encuentro con el próximo puente que salva un canal y que nos empuja, con suavidad, hasta el muro largo y violeta del Lamasario de Beijing. Ella desciende de la bicicleta y se pone a caminar, muy despacio, sin quitarme la vista de encima. No pierdo tiempo y la retrato con su falda siendo agitada por una leve brisa. En silencio me lo agradece y en silencio me invita a almorzar en un restaurante cuya especialidad es la carne de ovejo cocida en un caldero con agua hirviente y vegetales.


Ahítos, nos ponemos remolones para el regreso, pero las bicicletas han cumplido su círculo de horas y deben marcharse. Las despedimos y las vemos alejarse entre chirridos y nosotros nos abrazamos y prometemos volver a encontrarnos cuando vuelvan a florecer los granados.





4


Cada vez que pasaba por el frente de esa antigua mansión ella estaba allí, solitaria y con la rueda delantera medio sesgada y un brillo tenue en el cubrecadena. Me le acercaba y le oía musitar:


Ayer he pedaleado hasta la Torre del Tambor y he visto a las oropéndolas trasmigrando a través de los tejados cubiertos de pajas, mientras el abuelo del infaltable paraguas se me ha quedado mirando con su cara de inusitado estupor y los triciclos que, sin cesar, llevaban y traían turistas casi me atropellaron…


Hace cinco días atrás me sentí un poco agotada, pero aun así salí a dar una vuelta por el sector más alejado de Houhai y me puse a espiar a los nadadores furtivos en el lago y admiré la magnificencia del suave oleaje y los reflejos infinitos de los sauces llorones sobre el agua un tanto turbia…


La semana anterior me atreví a aventurarme por las orillas húmedas de los canales que han sido habilitados para que vuelvan a surcarlos las barcazas y he conseguido embarrarme las ruedas y, cosa de magia, el lodo se secó de forma extraña y no me hizo descarriar…


Hoy estoy a la espera y anhelo que me empunten hacia el establecimiento donde caigo bajo el poder de los sahumerios y me pronuncio con un timbre que posee  todas las contumacias…


Y de tal guisa ella proseguía su hilera de oraciones y yo me declaraba apto para retirarme y volver.





5


…Y después de haber rodado no se sabe cuántos cientos de kilómetros, arriba al muro gris, medianero y poco elocuente, y se le recuesta para escuchar sus cuitas, ¡que son las mismas de todos los muros de esa condición! Mientras tanto, alguien que no se percibe, barre el polvo, los polvos acumulados por las constantes refacciones que van a depositarse dentro de un balde en actitud sumisa.


…Y la bicicleta no ha traído ni agua en su cesta y cuando la sed la acose tendrá que pedalear con rapidez hasta el pozo oculto detrás de la alta pared y al cual no es fácil acceder, a menos que… ¡A menos que se posea un asiento azul que enamore al líquido del aljibe y le haga ondear de emoción!


La atardecida va adquiriendo una coloratura terriza y la bicicleta no quiere jugar en ese terreno y se arriesga a irse sin interponer vanas despedidas, porque su espíritu es portátil y otorga beneficios a quien lo comprenda. Al rato, sólo permanecen los vestigios del tránsito de la bicicleta y un tenue olor a grasa.





6


Bicicletas en la calzada, frente a un río que enmudece a destiempo. En el aire, las cometas que han elevado los signos de la trashumancia y el revoloteo. ¿Será posible que en algún momento ellas intercambien sus funciones? ¡Sería fenomenal disfrutar del espectáculo de bicicletas voladoras, penetrando el vacío de modo libérrimo y sin cortapisas!


Empero las bicicletas son seres de la tierra y a ella se amoldan hasta para convertirse en tránsfugas y alcanzar los predios del sueño y la imaginación.


Milagrería repentina: los biciclos transforman su quietud en enlaces rotatorios y se dedican a cascabelear durante horas y horas y a encajar en otro orden derivativo, el mismo que se encanala para que múltiples ruedas surquen los horizontes mediatos y, palmo a palmo, desasirse de las rutinas. ¡Ya no más clausuras ni encierros! ¡La revuelta ha comenzado con inmejorable guía!





7


Tembló y se cuarteó el piso. La bicicleta sintió mucho miedo y se replegó, buscando un asidero, un lugar seguro. Continuaron las réplicas del sismo y ella se sintió perdida. Entonces recurrió a sus ingénitas fuerzas y perpetró su audacia y salió con potencia de la callejuela.


El pánico había ganado a la mayoría de las bicicletas que se desplazaban alocadas sin rumbo ni destino. “Nuestro” vehículo de ruedas deslumbrantes, puro flujo magnético, se sobrepuso al miedo y reluchó y como un artista del equilibrio, atravesó vías zambullidas en el marasmo, planchadas tirando a desaparecer, aberturas que hacían perder los estribos y tentar el acabose.


A medianoche, exhausta, pero optimista, ella alcanzó su refugio en las afueras de la ciudad. El firmamento estaba teñido de púrpura y se oían lamentos por doquier. Reposó y no tuvo pesadillas y su manillar se orientó hacia los reconstruidos momentos venideros y una melodía le brotó, masiva, desde el interior de su estructura que no conocía desfallecimientos y sí sunchos de firmeza.




Tomado de Cultura en Bicicleta



China, un "reino de las bicicletas" 2.0


La producción de bicis se ha disparado en China



El Asombroso Cementerio de Bicicletas en China



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Escritor y sinólogo venezolano (Cagua, Aragua, 1951). Reside actualmente en Peking, China, donde estudió chino moderno y clásico, así como historia de la cultura china en la Universidad de Peking (1977-1982). De septiembre de 2001 a septiembre de 2008 fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en China. Textos suyos han aparecido en diversos medios de comunicación de Venezuela y China, entre otros países. También ha publicado los poemarios Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003; edición bilingüe español-chino con fotografías, Editorial La Lagartija Erudita; Peking, 2006), Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004), La casa que me habita (edición ilustrada; Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2004; versión en chino de Chang Shiru, Editorial de las Nacionalidades, 2006; Editorial Letralia, 2006) y Vestigios en la arena (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2007), el libro de brevedades Desde el Cinabrio (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2005), la antología digital de poesía y fotografía Intromisiones, radiogramas y telegramas (Editorial Cinosargo, 2008) y cuatro traducciones del chino al castellano, entre las que se cuenta Libro del amor, de Feng Menglong (bid & co. editor, 2008). La edición digital de su libro La casa que me habita recibió el IV Premio Nacional del Libro 2006 para la Región Centro Occidental de Venezuela en la mención “Libros con nuevos soportes” de la categoría C, “Libros, revistas, catálogos, afiches y sitios electrónicos”.

Tomado de Letralia.


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