martes, 31 de agosto de 2021

Alirio Díaz: Venezuela es un país lleno de locos y artistas.



Conversación con Alirio Díaz

“ESTE ES UN PAÍS LLENO DE LOCOS Y DE ARTISTAS”

**Alberto Hernández**

**Fotografía: Gil Montaño**

“La guitarra puede llegar a ser el alma de un país. En Venezuela hay una gran raigambre en esto de trabajar con la música de la tierra”.

“Mi segunda patria es Italia, pero en Venezuela existe un gran amor por las selecciones populares”.

Cercado por el recuerdo de Antonio Lauro y Pedro Oropeza Volcán, Alirio Díaz retorna al lugar en el que por primera vez vio y constató la existencia del desierto. Verificó la presencia de los sonidos, los acordes de la naturaleza.

—Soy de La Candelaria, un caserío a unos 30 kilómetros de Carora. Pero también soy de Carora.

Una madrugada atendió al llamado del Morere y se dolió de su padre y de la muerte de la corriente amarilla. “Fue un río, ya no queda nada de eso. El color de la tierra y la inmundicia denuncian su extinción”.

En la oscuridad de aquella hora decidió abandonar la casa del padre, quien era muy poco afectuoso. Era un padre duro, muy rígido, como cuenta el artista larense. “Nos pegaba con un rejo, pero un día tomé otro camino, el largo camino hacia Carora”. Fueron treinta largos kilómetros, bien caminados por un muchacho de 16 años. Ya los hermanos se habían ido al estado Zulia, “por aquello del petróleo. Yo buscaba otra cosa, la cultura, que estaba en Carora”.

—¿Qué se llevó de La Candelaria?

—Los recuerdos y las ganas de aprender. En mi caja de viaje llevaba muchos sueños, mapas, y dos libros que conservo: la Divina Comedia de Dante y el Método de guitarra de Fernando Carulli. Recuerdo que recitaba mucho a Dante y a Santillana.

Un día de febrero de 2002: la muerte de Héctor Mujica.

La noche se hizo con los acordes de Lauro. La conversación se realizó en la habitación de Beatriz Guzmán. La cama de la viuda de Ludovico Silva sirvió de escritorio y asiento para quien se entrevistó con el guitarrista y para el poeta Harry Almela. La fundación que lleva el nombre del autor de In vino veritas albergó nuestras palabras y la música de Natalia y el Concierto de Aranjuez. Alirio Díaz ha hecho de ambas piezas una fórmula perfecta. El genio de la guitarra celebró al poeta y filósofo con la maestría de siempre, como si hubiese estado ante el auditorio más exigente. “Es que esta casa es una fiesta siempre”, se le oyó decir en el recibo de la estancia a Beatriz.

—Vengo de Carora, de enterrar a mi amigo Héctor Mujica. Es una tragedia para mí y para el país la muerte de Héctor —confió en la intimidad del encuentro.

De inmediato, recurrí a las páginas del autor de cómo a nuestro parecer para saber del deseo de Héctor Mujica de quedarse definitivamente en su tierra: “...cuando muera, querría estar con sus huesos calcinados en la misma tierra, la misma que el labriego sin agua hizo de ella cielo, cielo azul, cielo de cosmonautas, el cielo que don Cecilio encontró (...) a treinta años de su hamaca caroreña”.

Y entonces, con los huesos de don Chío Zubillaga Perera y Héctor Mujica, sembrados en la misma heredad de Rodrigo Riera, Alirio Díaz habló de don Chío, “el mentor de todos nosotros”.

—¿Qué tiene Carora que ha dado tanto talento, tantos artistas?

—Mira, Carora fue ciudad colonial. Allí se acentuó la esclavitud, mucho sufrimiento. De eso surgieron muchas manifestaciones. El tamunangue, la zaragoza, por ejemplo, hacen que Lara sea un estado muy musical. Hay como una memoria anclada que hace que aparezcan músicos, escritores, poetas, historiadores... toda una camada de gente que ha dado tanto a este país. Es decir, las tradiciones son capaces de producir todo eso. Ese auge durante la colonia española tuvo que ver con esa multiplicación de artistas y creadores. Fíjate, un clero esclavista. Esa casta eclesiástica produjo muchos dolores, dejó marcas. Hasta grandes obispos caroreños jugaron papel importante durante la historia. Claro, don Chío fue el padre de todos. Él hizo toda una generación.

—¿Qué hizo Cecilio Zubillaga Perera por esa generación?

—Pasado el cansancio de los 30 kilómetros que separan La Candelaria de Carora, supe de don Chío. Recuerdo que llevaba en mi avío unas alpargatas nuevas y mi ropita. Claro, no tenía un centavo. Mira, hizo mucho. Pregúntale a mucha gente, y tendrás muchas respuestas sobre la maestría, las enseñanzas de don Chío. Sus palabras, sus libros, su manera de ser, de estudiar el mundo. A mí me ayuda mucho. Yo fui portero de un cine, del Salamanca. Él me dijo que debía enseriar mi camino. Que yo era artista. Y me aconsejó irme a Trujillo, a estudiar con Laudelino Mejías. Ese día, lo digo siempre, nací de nuevo. Allá estudié con él mientras trabajaba en una tipografía. Sí, me enseñó teoría, solfeo y armonía.

—Maestro, insisto en Carora. En la literatura de muchos caroreños se registran muchas cosas...

—Sí, fíjate tú, en Carora la gente se “cruzaba”. Es decir, se casaban familias con familias, primos con primas. Por eso encontramos tantos medio locos y locos. Y tú sabes que de eso al arte hay pocos pasos. Imagino entonces —como en muchos otros pueblos de Venezuela— esto habría pasado.

—Eso quiere decir que estamos llenos de locos y artistas.

—Bueno, sí, este es un país lleno de locos y artistas.

De izquierda a derecha Alberto Hernández y Alirio Díaz:. Fotografia de Gil Montaño.



Caracas y la Escuela de Música

Luego de la experiencia trujillana con Laudelino Mejías, el futuro guitarrista siente la necesidad de irse a Caracas. Pero don Laudelino no lo dejaba ir, hasta que lo hizo y en el año 1945 arriba a la capital, donde logra inscribirse en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas. Allí estudia con Raúl Borges.

—¿Fue en 1950 cuando se marchó a España?

—Sí, ese año viajé Madrid y estudié en el Conservatorio de esa ciudad con Regino Sáenz de la Maza. Bueno, después viajé a Siena y se me cumplió un sueño, estudiar con Andrés Segovia, mi maestro. Llegué a ser su asistente.

—¿Y ese mismo año fue su primer concierto?

—Así es.

Los dedos largos, delgados y morenos de Alirio Díaz fueron hechos para tejer las cuerdas de la guitarra. De allí que su instrumento sea lo más cercano a su cuerpo y a su espíritu. “Mi dama”. Con esos dedos el insigne músico ha tocado a Vicente Emilio Sojo, Antonio Lauro e Inocente Carreño, sólo para mencionar a los más relevantes músicos del país.
En la habitación de Beatriz, luego de adelantar algunas palabras —ya contenidas en esta entrevista— y de tocar para el público amigo de la fundación, Alirio Díaz, para ilustrar un ejemplo, tomó la guitarra y le dio por tocar como si se tratara de una bandola. También como el cuatro, “el artífice del cambur pintón”, como él mismo dijo de la afinación del noble instrumento nacional.

—Entonces, maestro, ¿qué relación existe entre la guitarra y el cuatro?

—La guitarra puede imitar el cuatro. Fíjate, te da más matices. La imitación de instrumentos es una tradición que viene desde el Renacimiento. Eso dio origen a otros instrumentos. Por ejemplo, yo hice El diablo suelto y ahora en todos mis conciertos lo piden. Hacer que la guitarra suene como el cuatro es tener una visión de país. Fíjate, lo que se hace en Europa está de capa caída, en lo folklórico. Lo que hicieron los rusos, los españoles... eso se ha venido abajo. No ha habido restauradores de estos hermosos sonidos.

—Y ahora que habla de Europa, ¿qué siente hoy desde Venezuela, ahora que está radicado aquí?

—Mi segunda patria es Italia. Cuando descubrí Nápoles pensé haber encontrado un filón, porque España dejó mucho en Nápoles. Un poco de melodía. La música napolitana es sencilla, entonces hice una recopilación de cuatro autores napolitanos y sentí los 300 años que España estuvo allí.

—¿Y Venezuela?

—Bien, positivo. Existe un amor por las selecciones populares. El arpa, la bandola, hay que aprovechar a los buenos cuatristas. Hay mucha calidad. Imagínate un concierto para bandola y orquesta sinfónica. Eso significa que existe más tradición aquí que en Europa. Nada de eso lo ves en Alemania, Inglaterra, Italia. Bueno, Vivaldi estilizó. Por allí quedó algo de Tchaikovski. Y en España, Manuel de Falla, entre otros. Mira, en América, la ópera, como en España, hizo mucho daño. En Italia, no hubo evolución. Bueno, son rasgos muy generales. Podemos decir que en Venezuela hay una gran raigambre en esto de trabajar con la música de la tierra.

(Esta conversación ocurrió en Maracay en febrero de 2002. Muchas fueron las cosas que se quedaron en el morral por razones de espacio. Hoy, para celebrar la existencia del maestro larense en sus 86 años, la retomo para disfrute de quienes se sienten cerca de nuestra música, pero sobre todo para muchos, jóvenes y no tan jóvenes, que tendrán la oportunidad de saber un poco más de este hombre nacido en Venezuela el 12 de noviembre de 1923, quien nos ha dado tantas alegrías).


Alirio Diaz - A. Lauro - Seis por Derecho






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Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés. 






lunes, 30 de agosto de 2021

Martín de Riquer: El caballero español andante que tradujo el mito del Grial



Martín de Riquer, en su casa, en 1991. DOMÈNEC UMBERT


Martín de Riquer: El caballero andante que tradujo el mito del Grial



JAVIER BLÁNQUEZ
De manera intermitente, y durante más de cuatro décadas, Martín de Riquer estuvo trabajando en la más cuidada y querida de sus traducciones, 'Li contes del graal', la novela en verso póstuma de Chrétien de Troyes que introdujo en nuestra cultura el mito del grial. Numerosas ediciones -en Espasa, Acantilado y Siruela- dan fe de un proyecto heroico.
Desconozco cuáles son las lecturas obligatorias y/o recomendadas en el actual bachillerato, pero hubo una época en la que, para sacarte bien el BUP, tenías la opción de leer viejos romans franceses de lo que, años más tarde, sabríamos que se llamaba «materia de Bretaña» o el Ciclo Artúrico. Lo cual, qué quieren que les diga, tenía mucho fundamento porque no sólo proponía un viaje a los orígenes de la literatura europea -El caballero del león y El caballero de la carreta, sobre Yvain y Lancelot, que podían ser nuestros primeros ídolos si le echábamos valor y comprensión lectora-, sino que además lo hacía por la vía sencilla de camuflar un poema épico simbólico y en verso en forma de breves novelitas en prosa sobre señores con armadura. Era también la época en la que, a la que te cruzaras con profesores muy estrictos, te hacían leerte el Quijote entero y buena parte del TirantY así salimos, con la imaginación desviada y curtidos como adolescentes espartanos capaces de leer cualquier cosa. En aquella época, por tanto, ya nos sonaban nombres como Victoria Cirlot, Carlos García Gual, Luis Alberto de Cuenca o Martín de Riquer.
Martín de Riquer fue el mejor medievalista de su generación, el padre de toda una escuela que -fundamentalmente desde Barcelona- hizo todo lo posible por rescatar, traducir y dar brillo a una tradición de poesía trovadoresca y novelas de entretenimiento de la que no estábamos, ni de lejos, desapegados. Una de las cosas que te enseñaban en el colegio era que Don Quijote se había vuelto loco por leer aquellos mamotretos fantasiosos, como el Tristán de Leonís o el Policisne de Boecia, pero tarde o temprano también se asumía que de aquel ciclo había obras rescatables, y que entre ellas estaban las de Joanot Martorell, los primeros libros del Amadís y las de un autor francés llamado Chrétien de Troyes.
Chrétien vivió en el siglo XII y dejó escritos largos poemas sobre los hechos del rey Arturo y sus caballeros, y el último de ellos -que dejó incompleto a su muerte, alrededor de 1183- es, en muchos aspectos, uno de los libros más influyentes de toda la literatura europea. En Li contes del graal se explica el encuentro de Perceval, el más ingenuo y puro de los caballeros de la Mesa Redonda, con el rey Pescador en un castillo fantasmagórico, y cómo asiste al rito del desfile de una lanza sangrante y un extraño objeto al que se llamará Graal, más tarde Grial. Por tanto, el grial es, desde Chrétien, un poderoso símbolo que aún hoy nos intriga y nos fascina. Y no fue hasta 1961 cuando se pudo leer con cierta normalidad aquel poema que, más allá de la mística -que alcanzó su mayor expresión artística en las dos óperas griálicas de Wagner, Lohengrin y Parsifal-, era también literatura maravillosa con imágenes tan bellas como la de la gota de sangre de Parsifal que cae sobre la nieve, tras pincharse el dedo con una rosa.


Martín de Riquer tenía 45 años cuando entregó su primera traducción de Li contes del graal a la editorial Espasa-Calpe, en 1961. Le precedía el prestigio de ser catedrático de Historia de las Literaturas Románicas en la Universitat de Barcelona y abundantes estudios sobre la poesía provenzal, los trovadores, Ausiàs March y la novela épica en catalán. En 1961 aún no se había producido la posterior moda de la literatura medieval, que iría tomando forma a lo largo de los 70 con varios de los títulos de la Editora Nacional y, en los 80, con los catálogos de Siruela y El Festín de Esopo, impulsados por Jacobo Fitz-James Stuart y Jaume Vallcorba. Precisamente, la primera traducción de Riquer -en prosa y sin posibilidad de cotejar con el texto original francés, hecha a partir de varias ediciones críticas francesas y alemanas de la segunda mitad del siglo XX, que revisaban a fondo el famoso Manuscrito T que incluye el texto original de Chrétien y las continuaciones de siglos posteriores- volvió a reaparecer en actualizaciones o nueva traducción en Siruela y en Quaderns Crema (al catalán).
En 2003, De Riquer afrontó su último servicio al texto de Chrétien al retocar una edición en verso para Acantilado que recuperaba el texto francés en su edición definitiva, y aportaba una revisión de la traducción en la que había «procurado extremar el rigor y la literalidad, no evitando repeticiones de palabras ni bruscos cambios de tiempos verbales, a fin de seguir bien de cerca el roman francés, ya que la presente traducción sólo ambiciona prestar ayuda al que lee el texto francés». La primera, pues, era «más literaria que literal» y ambas, juntas, un enorme tesoro en castellano que nos acerca al misterio de la materia de Bretaña.

Quijotes y juglares


La filología hispánica del siglo XX no sería igual sin Martín de Riquer. Habitualmente, no se le suele reservar un lugar de tanta altura como el que han ostentado Menéndez Pelayo y su discípulo, Menéndez Pidal, por motivos diversos y que muchas veces tienen que ver porque aquellos dos señores habían estado antes y ocupáronse de temas más estrictamente castellanos -el poema del Cid, etcétera-y no de tanta variedad como Riquer, para quien era tan interesante el provenzal y el lemosín -la palabra con la que se designaba al catalán hasta el siglo XIX, y que no era exactamente occitano- como la lengua de Cervantes. Pero la perspectiva del tiempo, y la abundancia de su trabajo, finalmente le han situado donde merece estar:como alguien que abrió caminos y comprendió la literatura como un intercambio cultural líquido entre lenguas, naciones, comunidades y épocas históricas. Estudió la literatura catalana y dirigió una historia ambiciosa -en versión larguísima y también como tomo abreviado para lectores con urgencia-, pero también se ocupó de los trovadores del siglo XII, de la novela de caballerías, del Quijote y hasta de la heráldica tanto catalana como castellana, de la que compiló dos volúmenes rarísimos de ver con abundantes ilustraciones y características de los más brillantes escudos de armas de la Europa occidental de la Edad Media.

Un joven Martín de Riquer.Imagen tomada de Los papeles de Don Cógito

No es fácil quedarse con una obra de tesis de Martín de Riquer, pero quizá la más interesante para el lector común es la de temática cervantina. Uno de sus campos de investigación fue el intento de verificación de que, efectivamente, Cervantes había estado en Barcelona, y que los capítulos del 'Quijote' que transcurren en la ciudad están basados en observaciones de primera mano:según Riquer, la supuesta casa de Cervantes en el Paseo de Colón es auténtica, y allí vivió durante unos meses. O sea, no era catalán, pero un poco sí.


Tomado de El Mundo


domingo, 29 de agosto de 2021

El misterioso encanto femenino después los 40

 



La mujer ha sido a lo largo de la historia motivo de polémica, y controversia tanto por motivos pasionales y sentimentales debido a todo en vendaval de sensaciones que suele provocar en el sexo opuesto, desde que la inocente Eva se dejo persuadir por la serpiente, es mucha el agua que ha pasado por el puente desbocado de la virilidad masculina, sino preguntémosle a Sansón y su experiencia con Dalila y su corte de cabello que la postre lo llevaría a la tumba junto con el pueblo filisteo.


Todo un sinfín de historias plagadas a veces de inverosimilitud adornan el desarrollo histórico de los encantos femeninos  y el mágico hechizo que pueden provocar, guerra y muerte como lo fue helena para todo el pueblo troyano.


Lo cierto es que el encanto femenino ha sido y seguirá siendo una referencia que no se altera con el pasar de los años solo recoge más argumentos y se perfecciona con el pasar de  los tiempos, por lo que la a veces perdida de lozanía en algunas féminas, no debe verse o interpretarse como dejadez o declive, todo  lo contrario, la mujer es y seguirá siendo en el transcurrir del tiempo una especie de bujía en el motor de la sociedad. Tanto por su belleza como por el misterioso encanto que de ella brota al pasar de las 4 décadas.


Es que la mujer y todo el cataclismo que puede provocar con una mirada, no es en muchos casos predecible, ni evitable, pero de seguro el destino y sus agentes pueden intervenir y retrasar sus efectos, pero no impedir que su delicioso encanto se derrame como la miel sobre el panal de nuestras vidas


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 José Gregorio Medina.

Profesor de Literatura y amante de la Poesía.


sábado, 28 de agosto de 2021

ALAIN FINKIELKRAUT: La inteligencia y las competencias ya no se respetan.






ALAIN FINKIELKRAUT INTELECTUAL FRANCÉS VÍCTIMA DE INSULTOS ANTISEMITAS

“Hay que respetar el rechazo al multiculturalismo”

En una entrevista, Finkielkraut analiza las raíces de los recientes actos de fanatismo

ANAIS GINORI (LA REPUBBLICA)

París 20 FEB 2019



Alain Finkielkraut (París, 1949), intelectual francés de origen judío, fue víctima de insultos antisemitas el pasado sábado durante una manifestación de los chalecos amarillos en París. La fiscalía francesa abrió una investigación al día siguiente y este miércoles ha sido detenido un hombre en la ciudad de Mulhouse (noreste de Francia) que los servicios secretos tenían en el radar por su proximidad con grupos integristas islámicos de tendencia salafista. En una entrevista en su casa de París, Finkielkraut analiza las raíces de los recientes actos de fanatismo.

Pregunta. ¿Qué le impresionó más de lo que le sucedió?

Respuesta. Hasta más tarde, cuando volví a ver las imágenes, no me di cuenta de que no solo me llamaba “sucio hebreo”, sino también “gran mierda sionista”, “racista” y “fascista”. Un hombre me gritó: “Francia es nuestra”. Algunos pensarán que reproducía el viejo eslogan nacionalista antisemita de “Francia para los franceses”. No lo creo. El hombre llevaba barba y kufiya [un tocado masculino de cuadros, similar a un pañuelo]. El Gobierno lo ha identificado como un individuo próximo a los salafistas. Lo que creo que quería decir era “Francia es la tierra del islam”. Este insulto nos debe hacer reflexionar.

P. ¿En el movimiento de los chalecos amarillos se ha infiltrado la extrema derecha?

R. Existe un viejo antisemitismo al estilo de la década de 1930 que hoy en día se está reciclando. Todos repiten esta cita de Brecht: “El vientre que parió la bestia inmunda aún es fecundo”. Y es verdad. Pero actualmente esa bestia inmunda también sale de otro vientre. Los judíos son el primer blanco de la convergencia de las luchas entre la izquierda radical antisionista y los jóvenes de los barrios periféricos próximos al islamismo.

P. ¿Por qué no ha puesto una denuncia después de la agresión?

R. No me corresponde a mí mandar a la cárcel a esas personas. Puedo contribuir a analizar el problema diciendo que la solución no es la contraposición entre una Europa progresista abierta y una Europa cerrada, populista y nacionalista. Se lo dije también a Macron cuando me llamó el sábado.

P. Cuando habla de los Gobiernos populistas de Europa, ¿piensa también en Italia?

R. No conozco lo suficiente la situación de Italia, pero estoy convencido de que hay que respetar la libertad y la sabiduría de los pueblos europeos cuando rechazan sumarse a una visión multicultural de la sociedad. Tachar al actual Gobierno italiano con el término “lepra nacionalista” fue un grave error de Macron.

P. ¿Absuelve a los populistas?

R. El populismo es inquietante, pero es una reacción patológica al fenómeno de transformación demográfica que los Gobiernos no quieren afrontar. Si en 2015 Angela Merkel no hubiese tomado la decisión de acoger a un millón de emigrantes con su Wir schaffen das [podemos hacerlo] no habría habido Brexit.




P.  Al principio estaba bastante a favor de los chalecos amarillos. ¿Se arrepiente?

R. No. Todavía pienso que hay algo de positivo. Gracias al chaleco fluorescente, la Francia rural, la de las periferias lejanas, se ha vuelto visible. Son los perdedores de la globalización y del Estado del bienestar. Lamentablemente, el éxito mediático ha corrompido el movimiento. A algunos de sus miembros se les ha subido el éxito a la cabeza y se han vuelto arrogantes. Lo que ahora me aleja de este movimiento no es el antisemitismo, que es marginal, sino un igualitarismo peligroso, en el que uno vale uno. La inteligencia y las competencias ya no se respetan.



Tomado de El País


jueves, 26 de agosto de 2021

LA “CONSTANCIA DE LA LLUVIA”, DE RICARDO RAMÍREZ REQUENA por Alberto Hernández





Crónicas del Olvido

“CONSTANCIA DE LA LLUVIA”, DE RICARDO RAMÍREZ REQUENA

**Alberto Hernández**

1.-

Todo el año 2013 fue compilado en un diario que Ricardo Ramírez Requena maceró mientras convalecía de una dolencia, en medio de las tribulaciones nacionales. La enfermedad lo hizo apostar por estas páginas que se recogen ambiciosas en la proporción de su calidad cuyo título invita a pasearlas por la ciudad donde él vive, Caracas.

“Constancia de la lluvia”, Premio XIV Concurso Anual Transgenérico 2014, es un inventario de su vida personal y de la vida pública de un país que se refleja en cada una de sus palabras. Pero también es un relato en el que un personaje interrumpe el viaje de su permanencia en el libro y queda suspendido por el desgano de quien contaba su historia a través de una ficción paralela. 

Este cruce de emociones: la vida íntima, familiar, literaria y viajera a través de libros que nombra y lee Ramírez Requena, es también la respiración de Ismael Da Silva, un personaje que recorrió parte del ánimo de este diario que el autor nacido en el estado Bolívar y radicado en la capital nos entrega para disfrute de su escritura. 

Caracas es la matriz de este relato fragmentado. Cada día es una breve historia. Cada día es un recuerdo colgado en el vocerío de la calle o en el silencio del hogar. En la pastosa frecuencia de quienes inhalan el país donde ocurre un dislate histórico, donde se mueven con precipitada frecuencia las lluvias de la depresión, de las alegrías instantáneas, de libros que se leen mientras el curso de las horas también tienen un hondo significado en cada palabra que nuestro autor escribe.

Detalles, pequeños detalles, el significado de las cosas, el signo invaluable de la vida, la rebelión de unas masas que detienen sus huellas, las borran y las vuelven a calcar en el mismo sitio. Un país dividido, el rompecabezas de un proceso de pérdidas y alcances personales y colectivos que desembocan en fechas que van desde enero hasta un diciembre opaco y sin aliento.

“Constancia de la lluvia” es un diario que se parece a una novela, como los diarios que son novelas y las novelas que son diarios. El lector se queda adherido a las páginas desde el primer momento de sus líneas. Desde el génesis, desde la primera mordida de la manzana Ricardo Ramírez Requena nos deslumbra con la elegancia de su estilo, con la transparencia de sus testimonios, con la belleza de cada uno de los trozos de existencia que deja en estas hojas.

Aquí está el país y la casa. Aquí están los sueños y las derrotas. Aquí navega un barco al garete, el que nos han incautado, el mapa y sus accidentes geográficos y afectivos. Aquí está el espíritu de un hombre que ha sabido enfrentar una enfermedad con la valentía de sus palabras, la nobleza de su respiración y la mirada inquieta sobre un paisaje que se desmorona en el afuera y se reconstruye en el adentro del poeta que es también nuestro autor.

2.-

Podría afirmar desde este libro abierto que Utopía está en todas partes y la distopía es la presencia absoluta de una isla invisible. El mismo Ramírez Requena nos aproxima a esta definición, a este instante del sueño que se convierte en un estado del alma colectivo indeseado, porque el país que él describe es el mismo que el lector derrama desde el inventario de su emocionalidad.

La escritura aparece en cualquier estado, estadio o lugar:

“Escribo apresurado en el Metrobús antes de llegar al trabajo. Definitivamente el movimiento, como generador de la creatividad y el pensamiento, existe. Caminar. Dejar fluir. Postergar la escritura. Postergarla y luego dejar todo salir. 

¿Tiene sentido este diario como registro escritural?” (p.50).

Esas palabras trazadas por el escritor fueron escritas el sábado 4 de mayo de 2013. Ya tenía andado varios meses de enjambres, de colmenas que la ciudad procura a la imaginación. Un libro de ensayos, fragmentos para otros libros, para relatos y hasta para la reconstrucción del personaje que se quedó a medio camino porque ya el aburrimiento desgastaba el ánimo. Pero el personaje siguió en el libro hasta la última página, porque dejarlo en suspenso nos permite como lectores imaginar varios desenlaces.

Y sí tiene sentido un diario como escrutinio, como carpeta abierta, como registro de una vocación verbal que seguramente encontrará otros años para hacerlos un diario nuevo. Y esos días por venir tienen cabida en esta expresión: “Si la vida del hombre es tiempo, entonces no puede ser esclavitud”, domingo, 5 de mayo de 2013 (p. 53).

Ismael Da Silva es un desconocido por conocer, un personaje que viaja, que nombra los sitios por donde pasa, que dialoga con el autor del diario y con los lectores. De su boca emergen  oraciones que caben en nuestro diario existir: “El oro, al fin y al cabo, busca a los hombres” (p. 66), y menciona los lugares donde la ambición se detuvo un tiempo y permitió que la vida y la muerte contaran sus astucias. La constancia de continuar revelando la opacidad humana. 

La voz de Ricardo Ramírez lo dibuja así: “Además del Diario de Da Silva, que es un divertimento, un ejercicio de la pluma, nada tengo que hacer aquí” (p. 82. Lunes, 20 de mayo). Pero se contradice, sí tiene que hacer: el diario avanza, se contiene, se recoge, se explaya, respira, vive, habla:

“La realidad de la palabra no acepta imposturas. Acepta ser reutilizada, simbolizada, representada, pero no aceptará nunca imposturas” (p. 82).

3.-

También, como lector, soy un diario. Duermo para luego despertar con el libro en las manos. El tomo reposa al lado de mi cama. Me hace guiños la portada. Café, agua, crema dental. El sol por la ventana y un gajo de loros como si fueran mangos en un árbol infértil.

Me recojo en la mañana y leo:

“Es imposible salir de la isla sin permiso. Se condena con la muerte”, y entonces cavilo y me miro el ombligo. Delineo el mapa nacional. Miro hacia el caribe. Y me ahogo, remo hacia mis adentros, hacia el diario de mi amigo:

“A la sociedad venezolana no le interesa la universidad más que como trampolín para un trabajo. Pero eso ahora ha cambiado. Ya casi no es necesario. El desprecio por lo intelectual es infinito…” (p. 100, viernes, 31 de mayo), me revuelvo en la silla y caigo en la marea de Ismael Da Silva: 

“Seamus dice que en el fondo del mar están los restos de Utopía y Cubagua…” (p. 101, martes, completas). Se cruzan las ideas, se confunden. Se hacen una sola. El autor y el personaje. Son el diario, la novela en ciernes. La utopía hecha borradura. 

Y he aquí el desenlace:

“…Al frente, entonces, vemos una ciudad vieja: Abraxas. Y luego, al final del documental, un nombre: Utopía” (p. 104). El país soñado, el borrado, el destruido, el imaginado. Y después:

“La literatura me ha enseñado que somos una sumatoria de soledades y que en esa soledad puede encontrarse la libertad” (p. 109, viernes, 7 de junio). 

Esa utopía, ese deseo, la libertad.

4.-

Regreso al texto de Ricardo Ramírez signado el martes 2 de junio, y de ese día rescato estas palabras:

“Abundamos en este sitio los enfermos de Crohn y de artritis. Hay una monja, gordos, flacos, jóvenes y ancianos: la enfermedad une a la humanidad; nos recuerda que somos frágiles mamíferos. Así sin el superior”. (p. 126).

Y los testimonios continúan su avance. El relator confirma su entereza. Más allá de la dolencia física está la vitalidad del espíritu. Ramírez celebra la vida con su esposa, con sus padres. Viaja a Valencia, a San Cristóbal, sueña con estudiar en otros países. Respira y se place en el paisaje de la ciudad. La desnuda, la critica, la analiza, la ama desde el dolor de verla aporreada, apostemada, golpeada. Y se adentra en el comportamiento de una ciudadanía también vapuleada, indefensa mientras en la UCV algunos pensadores la revisan y la ponen de revés en el sentido de querer rehacerla o refundarla.

He aquí la tierra que habita en medio del agobio:

“Hay poco espacio para respirar en este país, bajo este gobierno. Es una atmósfera vil, llena de veneno, resentimiento, vulgaridad. El país que alguna vez se soñó no fue, y quién sabe si será alguna vez. Vivimos en resistencia perpetua y parece que solo nos queda la honestidad y el escribir: la honestidad en el escribir”. (p. 130).

Y de esa vida que recorre nuestro tiempo, el temor, la angustia de ser lo que somos hoy en esta tierra en la que no nos entendemos:

“Así son los días: una frágil sensación de logros, donde el ladrón, el asesino, respira sobre tus hombros”. (p. 136)

Cito en la medida en que las palabras se apegan a un sendero coherente. El tejido de estas reflexiones del autor envuelve las horas de la noche en la que me sumerge la lectura. Sigo el diario en la nocturnidad. Las sombras no detienen la voz del libro:

“…el escritor de diarios no debe mentir: cuenta sus experiencias de ese día con sinceridad. Hay una ética. Es un arte y una responsabilidad”. (p. 154).

La historia, esa costra que nos designa, que nos ubica, que nos pone en la exacta dimensión de nuestros aciertos y defectos también pasa por estas hojas volantes que nuestro autor continúa llevando a cuestas:

“El venezolano pasó por un proceso fuerte desde el siglo XIX al XX: pasar de ser hombre épico a ser un hombre cívico. No lo hemos logrado realmente”. (p. 163).

El uniforme, la “gorra”, las charreteras siguen acosando al mismo hombre del pasado. Somos ese mismo sujeto. Somos ese mismo pedazo de crónica arrasada por la maledicencia y por los deseos ligeros de notables y desaforados.

La lectura sigue: el diario nos desvanece, nos refunda. Autores, ensayos cortos, reminiscencias, semblanzas, calles, perros, esquinas, árboles, nombres familiares. Las universidades, las escuelas, los poetas, los locos, el mundo. La cultura, esa persistencia, el ángulo de todos los síntomas.

“Vivimos un Romanticismo tardío. Mejor denominarlo así  para no entrar en detalles alrededor del concepto de Modernidad (iniciado en 1070, o en el Renacimiento, o en la reforma y el Barroco, o en la Ilustración). Vivimos una Romanticismo tardío, un extraño manierismo, un curioso rococó”. (p. 188).

5.-

Una lluvia tenue, abigarrada por la luz que la penetra, sacude los árboles del patio. Llueve en algunos trozos  de tierra. El trópico es porfiado, malcriado, retrechero. Y también algunas voces que se sumergen, emergen, se extravían, dan en el blanco o se resbalan en el silencio. La poesía, esa niña de perfil afilado, vertebrada por los tantos nombres que la invocan o la escriben.

La lectura del país, hurgar en sus lunares, en las grietas de su discordancia. “Geográficamente, Venezuela es una isla del Caribe que reniega del Caribe, rodeada de montañas y algunos buenos ríos. Nostálgica de frío” (p. 204). 

Y queda la idea flotando, amalgamada, testaruda, caribeña.

El 3 de noviembre, una oración nos sacude:

“…el país va camino al infierno”. (p. 241).

La respiración del lector también busca la manera de afinar la realidad, no desecharla, preservarla lo mejor posible más allá de la actual, criminal y doliente.

Poemas, citas, colas en el Seguro Social, sin Navidad. Viaje en autobús hasta San Cristóbal. Retorno en avión. Lecturas, siempre hay lecturas. El diario casi cierra sus alas. Lluvia y sol. Una cervecita para matizar el último día del año.

Y comienza el 2014 con Czeslaw Milosz. Llueve de nuevo. El poema se estira como un gato. Margarita, la Isla y su resplandor. Termina el relato, esta forma de decir mundo, universo, pequeños detalles, voces, balbuceos. Diario de todo un año. Final, hasta el momento.


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(Ciudad Bolívar, 1976)

Poeta, narrador y Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Textos suyos han sido publicados en España, México, Colombia y Venezuela. Ha sido colaborador de Los Hermanos Chang, Prodavinci y Ficción Mínima, entre otras publicaciones digitales, así como de Literales del diario Tal Cual y el Papel Literario de El Nacional. Ha sido profesor en diferentes universidades venezolanas. Finalista de la Semana de la narrativa urbana (2010) y del Concurso de cuentos de la Policlínica Metropolitana (2011 y 2013). Con el poemario Maneras de irse, resultó finalista del I Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo (2011). Con su libro Constancia de lluvia resultó ganador del XIV Concurso Anual Transgenérico (2014). Actualmente se desempeña como director de La Poeteca de Caracas

Tomada de PoesiaVzla


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Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés.