martes, 29 de junio de 2010

"Lovecraft, un gran genio venido de otra parte"

por Jacques Bergier



Retrato de H. P. Lovecraft tomado de la revista Planeta número 1





Estimados Amigos hoy publicamos un texto facilitado por Marcelo Metayer que fue publicado en el número I de la legendaria revista Planeta en 1964. Esperamos que lo disfuten.

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Está más oscuro de lo que usted piensa.
WÍLLIAMSON.




En las fronteras de la literatura considerada como tal —y cuyo fracaso es hoy resonante—, existen numerosas obras maestras desconocidas o menospreciadas a pesar de representar mejor las tendencias profundas de nuestra época fantástica que la novela psicológica y burguesa. Es lo que nosotros llamamos la literatura diferente. Nos proponemos, en estas páginas, revelarla, defenderla y difundirla. He aquí ante todo un homenaje a Lovecraft, este Edgar Poe cósmico que murió totalmente ignorado y en la miseria. Publicamos también su único retrato. "Esta rama de la literatura (el realismo fantástico) —decía Lovecraft— que ha sido cultivada por grandes escritores como Lord Dunsany y por fracasados como yo, es el único realismo verdadero, la única toma de posición del hombre frente al universo." Luego de este homenaje a Lovecraft publicamos un cuento inédito en castellano. El texto original apareció en un número de la revista norteamericana "Weird Tales" en 1937.

He necesitado veinticinco años para hacer conocer a Howard Phillips Lovecraft al público francés. Finalmente, esos esfuerzos han sido recompensados: tanto la crítica como el público han comprendido lo que Lovecraft tenía de excepcional. Louis Pauwels fue el primero en elogiarlo públicamente1. Para poder apreciar a Lovecraft tal vez sea necesario haber sufrido; habría que preguntarse si su obra ha ganado lectores en razón de las circunstancias difíciles por las que hemos pasado. Es posible, pero no creo que esa sea la única razón. Lovecraft recibe hoy la acogida que él tanto había esperado, acaso porque en muchos de nosotros la imaginación ha despertado al fin. Los hechos inverosímiles que acabamos de vivir, la amenaza y las esperanzas del átomo, los grandes cohetes y la conquista aparentemente muy próxima del espacio, los descubrimientos del psicoanálisis, todo eso ha sido tal vez necesario para comprender a Lovecraft.

J. B. S. Haldane, biólogo y genetista de gran valor y materialista preciso, escribía recientemente: "El Universo no sólo es más extraño de lo que imaginamos, es más extraño que todo lo que podemos imaginar." Fuera del radio de acción de nuestra imaginación se extiende una inmensidad desconocida. Es cierto que esa inmensidad retrocede, como retrocede nuestra ignorancia acerca de las galaxias a medida que se desarrollan los grandes telescopios. Pero (Pascal ya lo había señalado) si el radio de una esfera aumenta, también aumenta su superficie, y mucho más rápidamente, puesto que crece según el cuadrado del radio. Y a medida que crecen nuestros conocimientos, crece con ellos el radio de nuestra imaginación, y la superficie de contacto con lo desconocido también se multiplica.

UN MITO QUE EXPRESA LA INFINITUD DEL COSMOS

El gran mérito de Lovecraft es haber conquistado dominios inmensos para la imaginación humana, dominios en los que nunca se había aventurado hasta ahora. Su pensamiento ha ido tan lejos como puede hacerlo hoy el pensamiento humano. Ha creado un mito que según él mismo "tendría también significado para los cerebros de gas de las nebulosas espirales". Un mito que expresa la grandeza y el terror del cosmos no sólo en la escala del hombre, sino para toda inteligencia, aunque su forma exterior no se parezca a la nuestra. Pues toda inteligencia, aunque sea más potente que la nuestra, tiene que sentir "el terror de los espacios infinitos" que estremecía a Pascal. Después de la muerte de Lovecraft, la ciencia ha confirmado plenamente la existencia de esas enormes extensiones del espacio y del tiempo.


La radiactividad ha permitido establecer que existe vida en la Tierra desde hace más de tres billones de años. Recientemente, las dimensiones del universo se han duplicado como resultado de mediciones más precisas. H. P. Robertson, en Estados Unidos, y Vorontzov Veliaminov, en la Unión Soviética, llegan a la conclusión de que el universo es infinito en el espacio y en el tiempo, y no finito y curvo como creía Einstein. Los radiotelescopios recientemente inventados captan señales de ese universo tal vez infinito que no parecen provenir de las estrellas, que son tal vez la manifestación de fenómenos naturales desconocidos, o de inteligencias que disponen de medios de acción infinitamente superiores a los nuestros. ¿No existirán, en ese infinito del espacio y el tiempo, actividades superiores a nuestra actividad de microbios, actividades en la escala del universo tal como nos lo muestra la ciencia? La reacción frente a esta idea de un universo viviente y rico en hechos naturales, situado más allá del radio de acción de nuestra imaginación, depende evidentemente de la mentalidad del sujeto. Lovecraft respondió con un terror que consigue comunicar prodigiosamente al lector. Otras reacciones son ciertamente posibles. La actitud de Lovecraft se explica, al menos en parte, por su psicología personal.

Portada del número I de la revista Planeta. Imagen tomada del blog Biblioteca Esoterika


UN ENFERMO CONFINADO EN LA ENFERMEDAD Y LA POBREZA

Las obras de Lovecraft publicadas hasta el presente no revelan gran cosa acerca de su persona. The silver key es la única autobiografía espiritual de Lovecraft de que disponemos hoy. Ella nos hace seguir un camino que lleva fuera de nuestro universo, en los continuos de lo desconocido. Este camino sigue, hasta cierto punto, la ruta de la ciencia. En cambio se separa netamente del ocultismo. Con respecto a este último, Lovecraft expresa un juicio severo: "La crasa tontería, el juicio falso y la rigidez de espíritu no son sustitutos válidos del sueño." Este camino que lleva hacia lo desconocido, lejos como puede ir la mente humana, sólo puede seguirse mediante la imaginación, secundada por los más extensos conocimientos históricos y científicos. Esta ruta está abierta a todos, incluso a ese enfermo confinado en la enfermedad y la pobreza que era Lovecraft. (El deportado que he sido ha comprendido también que esa ruta de evasión existe, y que lleva muy lejos, mucho más allá de los alambrados de púas.) Este camino existirá siempre. Incluso si un día el hombre desarrolla las naves del espacio, o máquinas aun más maravillosas, que viajen por el tiempo y las dimensiones; más allá del punto extremo al que se llegue físicamente siempre se extenderán otros dominios sólo accesibles a la mente humana. Para poder seguir este camino, Lovecraft comenzó por absorber gran parte del saber humano. Nunca mantuve correspondencia con un ser tan omnisciente. Conocía un número incalculable de idiomas, incluso cuatro lenguas africanas: damora, swahili, zulú y zani, y numerosos dialectos. Escribía con idéntica erudición sobre la matemática, la cosmogonía relativista, la civilización azteca, la Creta antigua o la química orgánica. Absorbía ese saber por una especie de osmosis extraordinaria. Cuando le escribí para felicitarlo por haber descrito un barrio poco conocido de París en The music of Erich Zann preguntándole si alguna vez había visitado París, me respondió: "Con Poe, en un sueño" (With Poe, in a dream).

EL EXILIADO

Desde su casa del número 10 de la calle Barnes, en Providence (Rhode Island), había viajado a todos los países descritos o imaginados por los hombres. De todos esos países, prefería el siglo XVIII norteamericano, que describió admirablemente en los comienzos de su novela The case of Charles Dexter Ward. Se hallaba en él como en su casa, y a veces, seguramente, en una máquina que pudiese llevarlo a través del tiempo. "El combate contra el tiempo", escribió un día, "es el único tema verdadero de novela". Marcel Proust no lo hubiese desmentido.


Lovecraft no abandonaría con frecuencia su casa del número 10 de la calle Barnes en Providence. Se lo impedía la pobreza. La pobreza y también cierta hostilidad que le manifestaban las cosas. No podía soportar el frío, incluso cerca del cero grado, y el menor contacto con el mar o con objetos de origen marino lo enfermaba. Por consiguiente, viajó poco. Sus únicos desplazamientos visibles fueron un viaje por el sur de Estados Unidos, una temporada en Nueva York, y algunas excursiones por la región de Boston.


Pero en compensación viajó muy lejos en la imaginación y el sueño. Los sueños de Lovecraft eran de una precisión extraordinaria. Algunos de sus cuentos son simplemente transcripción de sueños. Frecuentemente me envió relatos detallados, relatos extraordinarios, por el vuelo de la imaginación y la coherencia de los detalles. Conocía, a fondo, por supuesto, la obra de Sigmund Freud. Pero no le concedía mucha importancia. En efecto, el psicoanálisis difícilmente podría explicar construcciones tan coherentes como la novela corta The shadowout of time. Por lo demás, el caso de Lovecraft no es único. Lovecraft ha destacado la importancia de los sueños en un cuento titulado Beyond the world of sleep. Esos viajes imaginarios, que en un principio eran una evasión, se convirtieron rápidamente en la parte esencial de su vida. Pero incluso en sus sueños conservaba los rasgos esenciales de su carácter: el rigor científico y la lógica. Pocas veces he conocido un materialista más convencido o un aficionado que comprendiese mejor la matemática. En otras circunstancias hubiera sido un físico muy brillante. Pero, una vez más, la pobreza y la enfermedad pusieron obstáculos a su genio. Resulta inverosímil que en un país como Estados Unidos, donde se gana dinero con tanta facilidad, un hombre de la cultura de Lovecraft nunca haya llegado a ganar más de 15 dólares semanales. Un lavaplatos de restaurante ganaba en esa época 60 o 70 dólares y por un trabajo menos penoso que el de Lovecraft que durante 10 horas por día trataba de poner en buen inglés cuentos y novelas destinados a las revistas norteamericanas.


Más de una vez sus amigos trataron de que ganara más haciéndole escribir directamente esos relatos cuya trama es a menudo muy simple. Las revistas norteamericanas de la época (aún no existía la televisión ni estaban de moda las revistas de historietas) eran estrictamente especializadas. Había revistas dedicadas a cuentos policiales, a cuentos de bomberos, a historias del Canadá, de la selva, etc... Se hizo intentar a Lovecraft todos esos géneros. Pero los directores le devolvían siempre sus relatos. Eran obras que parecían escritas por un marciano. En un inglés perfecto, el autor revelaba su ignorancia de los detalles más comunes de la vida cotidiana. No sabía lo que era un hombre, una mujer, el dinero, el subterráneo, un caballo. Ignoraba incluso las realidades más fundamentales de la vida norteamericana: el empleo (job), la posición (standing), la necesidad de comodidad y de progreso material. A los directores que le escribían asombrados les contestaba: "Pido disculpas, pero la pobreza, la desgracia y el exilio me han sacado todo eso de la cabeza."


Exilio, he ahí la palabra clave. Lovecraft siempre se comportó como un extranjero, como un ser venido de muy lejos. De tanto en tanto surgen seres de esta especie. Kafka, que no parece haber conocido a Lovecraft, ha sido tal vez otro ejemplo.

EL ÚNICO REALISMO DIGNO DE LA MAGNITUD DEL UNIVERSO

Sería inútil exigir que aprecie nuestros valores a quien vivió exiliado entre nosotros. Su casamiento fue naturalmente un fracaso y las tentativas para "lanzarlo" terminaron naturalmente en otro fracaso.

Su nombre no apareció jamás en ninguna historia de las letras norteamericanas, en ningún diccionario de la literatura, ni en ningún Quién es quién.

Sin embargo, creía en la importancia del realismo fantástico. "Esa rama de la literatura —escribía—, que ha sido cultivada por grandes escritores como Lord Dunsany y por fracasados como, yo, es el único realismo verdadero, la única toma de posición del hombre frente al universo."


Siempre tuve la impresión que habría dicho más si no se lo hubieran impedido el pudor y el temor al ridículo. Por otra parte, era muy reservado con los demás hombres. La única forma de vida de este planeta que merecía su confianza era el gato. Tenía muchos en su casa y lograba con ellos esa comunicación secreta que los amigos de los gatos conocen bien. ¿Lo espantaban sus propias visiones? No creo. Simplemente eligió el terror como tema de su sermón, como medio de hacernos comprender la inmensidad del universo y de las fuerzas que operan en él.

JACQUES BERGIER  en Abril de 1978. imagen tomada de Claude Thomas




1 Véase la edición castellana de El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft (Ed. Minotauro, Bs. As., 1957).


lunes, 28 de junio de 2010

Por ordenes de Edgardo Parra, Alcalde de Valencia, la de Venezuela

demuelen de manera ilegal casa centenaria en la calle Rojas Queipo,

maltratando a sus ocupantes y matando a su mascota




En la calle Rojas Queipo de Valencia existían un grupo de casa bastantes particulares, que llamaban mucho la atención y contaban con el aprecio de los habitantes de la ciudad. Debido a la ampliación de esta calle las casas fueron demolidas presentandose una situación bastante tensa entre los inquilinos de estas casas y la alcaldía de Valencia. Hoy reproducimos la crónica que describe la manera como fue derribada una de estas viviendas para que cada uno de ustedes pueda formarse una opinion al respecto.


Fotografía de la casa después de la demolición. Lamentablemente no poseemos fotografías antes de esta intervención



José Gallardo denuncia que por órdenes de la alcaldía de Valencia le tumbaron su vivienda y lo despojaron de todas sus pertenencias.






Ha transcurrido una semana desde que la familia Gallardo se quedó sin casa. Fue el martes pasado (15/06/2010) cuando la Policía Municipal de Valencia; el presidente de Iamvial, Orlando Flores; y algunos abogados de la Sindicatura Municipal demolieron su residencia, ubicada en la calle Rojas Queipo, parroquia San José, del municipio Valencia, estado Carabobo.

“Se presentaron de una manera muy arbitraria, sin orden judicial, sin autorización, sin nuestro permiso y sin la decisión de un tribunal. Despedazaron la casa y se robaron todas nuestras pertenencias: lavadoras, televisores, reproductores de sonido, los juguetes de mis hijos (de 4 y 8 años de edad), nuestra ropa y todo. Además, mataron a la perrita de los niños”, relató José Benjamín Gallardo, quien estuvo detenido durante 30 horas presuntamente por resistencia a la autoridad y por haber lesionado al ingeniero Hermes Francisco Guerra Seijas, “quien se encargó de la cuadrilla que tumbó mi casa y la saqueó”.

Tras calificar este acto de “salvaje, irresponsable y violatorio de los más elementales derechos humanos”, Gallardo explicó que la Alcaldía de Valencia había demandado la expropiación de una porción de su casa y de las de otras siete familias para ampliar la avenida Rojas Queipo.

“Antes de expropiarnos, debía terminar el juicio que se estaba realizando. Lo lógico es que el tribunal determinara que nosotros tenemos el principal derecho por llevar más de 30 años viviendo alquilados ahí. No éramos los propietarios, pero sí los poseedores”.

También señaló que no se tiene muy claro quién es el propietario de esas ocho casas.

“Fueron construidas el siglo pasado por la empresa alemana del Ferrocarril y, cuando cerró, los terrenos pasaron a manos del Estado venezolano. Luego la empresa Pérez Aikman y Compañía Sucesora S.A. dijo que era la dueña, pero no tiene cómo demostrar la cadena titulativa y nosotros pagamos el alquiler a la inversora Electra. Todo demuestra que esas porciones son del Estado”, dice.

Lo cierto es que, sea quien sea el propietario, Gallardo considera que su familia debe ser indemnizada.

“Nosotros queríamos esperar a que concluyera el juicio. La única condición que poníamos era la indemnización, pero los demás vecinos autorizaron que les quitaran, de forma ilegal, el pedazo de su casa. Por eso no se las tumbaron”, asegura.

“Una familia no puede ser desalojada de su casa. El alcalde Edgardo Parra alega que ya le pagó a la empresa que dice ser propietaria irrespetando la decisión del tribunal. Hizo una violación de las normas jurídicas propias de una expropiación, lo que indica que pudo haber malversación de fondos. ¿Los alcaldes tienen derecho de usar a la Policía para violentar el estado de derecho? ¿O es que el derecho a la vivienda no es lícito?”, se pregunta Gallardo.

El denunciante solicita que el alcalde de Valencia provea a sus hijos de una casa, que aparezcan todos los enseres hurtados de su hogar y que aprisionen a los responsables directos e indirectos de este “acto vandálico y criminal”.

TODOS SE PUSIERON DE ACUERDO

Gallardo asegura que las órdenes de detención y movilización policial las dieron el alcalde de Valencia, Edgardo Parra, y el director de la Policía de ese estado, Chessar López.

“Los cuerpos de seguridad no fueron a garantizar el orden y el estado de derecho, sino el saqueo de mi residencia. Ya pusimos la denuncia en la Fiscalía. Cuando estaban haciendo el desvalijamiento, llamé al fiscal superior de Valencia y no apareció; le informé los daños al fiscal constitucional que ya conocía el caso y no se movilizó. Esto indica que pareciera ser un plan montado por el alcalde: silenció a las instituciones del Estado para que no hubiera resistencia”, añade.

También afirma que, como no querían reconocer que debían pagarles una indemnización, la solución para ellos fue no dejar ni rastros de la vivienda. Para eso, utilizaron tres camiones donde se llevaron sus pertenencias y luego pasaron máquinas pesadas por encima de la casa.


Tomado de Tal Cual Digital



domingo, 27 de junio de 2010

Las “dos raíces” de la poesía de Taiwan:

La japonesa y las tradiciones literarias chinas

Resistencia Poética en Taiwan.



Estimados Amigos

Hoy le obsequiamos este texto que nos abrirá una ventana a un lugar bastante lejano y que generalmente solo es conocido en Valencia, la de Venezuela indirectamente gracias a los restaurantes vegetarianos y por ciertos grupos Taoistas.

Deseamos disfruten de la entrada



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  • Por: PAT GAO / FOTOS DE HUANG CHUNG-HSIN
  • Fecha de publicación:01/01/2009

Los primeros números de Poesía Li, una revista que sirvió por mucho tiempo como la voz de un grupo de poetas valientes.




Durante sus cuarenta años de historia, la revista Poesía Li ha logrado seguir su tradición literaria.


En 1964, el poeta Chen Chien-wu hizo todo lo posible por convencer a los dueños de librerías y puestos en Taipei para que vendieran una nueva revista sobre poesía, pero descubrió que ninguno estaba dispuesto a colocar la publicación en sus estantes. Y cuando las copias de la revista bimestral, Poesía Li, fueron puestas a la venta en una librería de Taichung, poca gente las compró. “En ese entonces, nuestra publicación era considerada peligrosa porque podía meter a los lectores en serios problemas”, dice Chen en un foro sobre Poesía Li y la historia de la poesía taiwanesa, celebrado en la Universidad Tunghai, en Taichung en el centro de Taiwan, en noviembre del 2007.

La revista, que ha sido publicada sin interrupción por más de cuatro décadas, sirvió por mucho tiempo como la voz de un grupo de poetas valientes. Ahora con más de ochenta años, Chen, uno de los doce poetas y escritores que fundaron el Grupo Li, trabajó en la revista en una época cuando el Gobierno mantenía un estricto control sobre la vida política y cultural. “En contraste con la libertad de expresión y el entorno propicio de hoy día, en esa época los poetas taiwaneses enfrentaban un ambiente difícil para la creación”, dijo Chen en el foro de la Universidad Tunghai.

En mandarín, Li significa sombrero de paja o bambú con ala amplia, que generalmente utilizan los agricultores. El Grupo Li eligió ese nombre para reforzar la conexión íntima con la tierra y la gente de Taiwan. Como uno de los primeros grupos literarios importantes que aparecieron en Taiwan a partir de los años cincuenta, los poetas del Grupo Li no sólo han jugado un papel importante en los esfuerzos para desarrollar la poesía de Taiwan, sino que realizan un papel social más amplio. “Debido al entorno político único de Taiwan, hemos tenido considerable espacio para extender nuestro ámbito a fin de abarcar los asuntos sociales y culturales”, dijo el poeta Lee Min-yung en el foro de la Universidad Tunghai.

El desarrollo de la literatura en mandarín vernacular se remonta a 1919 en Pekín, cuando el Movimiento Cuatro de Mayo se separó de la tradición literaria china clásica. En particular, los poetas del Cuatro de Mayo incorporaron la estética y el simbolismo occidentales y se alejaron del lenguaje formal, los patrones fijos y las medidas encontradas en la poesía china clásica.

Durante la resistencia contra las fuerzas invasoras japonesas durante la Segunda Guerra Mundial, la literatura de China continental tomó un fuerte sentido nacionalista. Luego, después de la Guerra Civil China y el retiro del gobierno de la República de China a Taiwan, los escritores en Taiwan dirigieron este nacionalismo literario hacia un nuevo enemigo – los comunistas chinos continentales. Estos poetas anticomunistas incluyeron a Zhong Lei, Ge Xian-ning, Zhong Ding-wen y Li Sha. Estos dos últimos dieron voz a la nostalgia lírica y melancólica por su tierra natal, según narra Breve vistazo de la historia literaria de Taiwan, de Yeh Shih-tao, un distinguido novelista taiwanés.

A mediados de los años cincuenta, se formaron varios grupos de poetas en Taiwan –entre ellos, Epoca, Estrella Azul y Facciones modernistas. La mayoría de los miembros de estos grupos eran los llamados poetas “continentales” –algunos con antecedentes militares– que vinieron a Taiwan con el gobierno cuando se trasladó desde China continental.

Retoño literario

“Estos autores continentales y sus clubes crearon poesía en Taiwan como una diversificación del verso moderno de China, que fue a su vez un retoño de la tradición literaria china”, dice Lin Liang-ya, actual editor en jefe de Poesía Li, que es mejor conocido por su seudónimo de escritor, Mo Yu. En contraste, él considera que el Grupo Li está más íntimamente relacionado con Taiwan. “Como un grupo de poetas de origen taiwanés, nos conectamos e identificamos más con las raíces nativas y el ambiente de Taiwan”, dice.

El modernismo, que enfatiza la experimentación, el individualismo y la intelectualidad, en lugar de elementos emocionales, fue la tendencia de la poesía de Taiwan en los años cincuenta. En algunos aspectos, el comienzo en 1964 de Poesía Li fue una reacción a las tendencias modernistas de escribir poesía por la poesía, eliminando el contexto temporal y enfatizando el surrealismo. Estos elementos modernistas eran muy evidentes en la poesía escrita por el Grupo Epoca después de 1959. “Muchos poemas de la época eran difíciles de entender por los lectores en general, debido a que eran demasiado misteriosos, vacíos u obscuros”, dice Mo Yu, agregando que él define el método del Grupo Li como un estilo de poesía más relevante a la vida cotidiana.

Juan Mei-huei, profesora asistente en el Departamento de Literatura China de la Universidad Tunghai, cree que el cambio del grupo Epoca hacia el surrealismo condujo al simple formalismo, la publicación de Poesía Li representó un cambio en la dirección contraria porque recalcó la sinceridad, la conexión con un tiempo específico y las preocupaciones de una generación específica. “Poesía Li fue introducida para dar a la poesía una forma más natural de expresión, enraizada en la tierra y los sentimientos de la gente común”, dice Juan. “La idea era que la literatura fuera aceptada fácilmente y apreciada por todo tipo de lector, y que no sólo sirviera como un juego verbal para las élites sociales”.

Poesía Li marcó una reacción a la literatura favorecida por los poetas del Grupo Epoca y otros seguidores de la escuela modernista. Sin embargo, Ting Wei-jen, profesor asistente en el Departamento de Lenguas y Literatura en la Universidad Nacional de Educación de Hsinchu, dice que los poetas modernistas, con su uso sofisticado y sutil del lenguaje, jugaron un papel importante en la creación de la excelente reputación de Taiwan en el mundo de la poesía en mandarín. Además de dedicarse a sus obligaciones académicas, Ting es un poeta premiado que ha establecido lazos con los grupos Epoca y Li.

Influencia japonesa

Chen Chien-wu
y muchos otros poetas taiwaneses con mucha experiencia pertenecen a una generación de escritores que recibieron educación durante el sistema japonés. Estos escritores fueron acallados después del cambio lingüístico después de la II Guerra Mundial en Taiwan, cuando el mandarín se convirtió en el idioma oficial del Gobierno. Los escritores necesitaron alrededor de 20 años –hasta la época en que Poesía Li fue fundada– para perfeccionar la escritura en el nuevo idioma. En 1970, Chen trató de concederle el lugar merecido a la literatura de la época colonial japonesa, que hasta entonces era un tabú y estaba abandonada, mediante la introducción de su famoso concepto de las “dos raíces” de la poesía de Taiwan, –la japonesa y las tradiciones literarias chinas del Cuatro de Mayo. “El concepto de las dos raíces sigue siendo una fuente de gran inspiración para nuestros eruditos y estudiantes de literatura”, dice Ting, y agrega que aunque muchos escritores taiwaneses están al tanto de la tradición del Cuatro de Mayo, podrían también beneficiarse si aprenden sobre la tradición japonesa.


Mo Yu, editor en jefe de Poesía Li.

A mediados de los años sesenta, la fundación del Grupo Li representó el esfuerzo de abarcar todas las influencias literarias diversas de Taiwan. “Los poetas del Grupo Li aparecieron para ocupar el lugar del movimiento Nueva Literatura Taiwanesa, que se inició en los años veinte, y restablecieron una perspectiva más completa de la historia literaria moderna de Taiwan. Con antelación a la creación del Grupo Li, la literatura taiwanesa se vinculaba únicamente con el Movimiento Cuatro de Mayo”, dice Ting.

Algunos autores insisten en escribir en holo o hakka, porque lo consideran esencial para la verdadera “literatura taiwanesa”, sin embargo, el Grupo Li da la bienvenida a una pluralidad de formatos de escritura, incluyendo aquellos que emplean la escritura romana. En cuanto al sistema estándar de romanización holo anunciado en 2007 por el Comité Nacional de Lenguas del Ministerio de Educación, Mo Yu, de Poesía Li, dijo “este es un asunto que alude a la política gubernamental sobre idiomas, y debería tratarse y promoverse como corresponde”. En la práctica, la mayoría de los escritores de lengua holo en el Grupo Li usa todavía una mezcla que alterna caracteres en mandarín y la escritura romana.

Visión más ampliaLos poetas del Grupo Li han intentado conectar a Taiwan con el mundo literario internacional. Poesía Li presenta las obras y los temas de los poetas locales, e igualmente, muestra la poesía de autores extranjeros, las teorías literarias internacionales, y las reseñas y ensayos relacionados. La revista ha traducido e introducido poemas de escritores extranjeros a lectores de Taiwan, incluyendo a los de otras naciones asiáticas y países cuyas obras literarias reciben menos publicidad internacional. “Esta presentación sistemática de obras extranjeras es una gran diferencia entre Poesía Li y otras publicaciones de poesía”, dice Ting.

La reunión anual de los poetas del Grupo Li en 2006. (Cortesía de Mo Yu)

Durante las últimas cuatro décadas, el Grupo Li ha ayudado a promover la literatura taiwanesa por derecho propio, porque en el pasado fue considerada generalmente una ramificación del canon general de la literatura china. El método del Grupo Li muestra la manera cómo la poesía taiwanesa debería desarrollarse –al identificar y abarcar las verdaderas raíces y tradiciones literarias, entre éstas, la influencia japonesa y las contribuciones de escritores de otros lugares diferentes a Taipei.

Lamentablemente, este aspecto sobre la localización de Poesía Li atrae algunas veces más atención que las cualidades literarias de la revista, dice Shiu Wen-wei, profesor asociado en el Departamento de Chino de la Universidad Nacional Dong Hwa en Hualien, en el este de Taiwan. Shiu, quien también es coordinador de la Alianza de Poesía Moderna en Internet de Taiwan, indica que como una de las tres revistas más importantes sobre poesía de Taiwan –junto con las revistas trimestrales Poesía Epoca y Poesía Taiwan– la influencia de Poesía Li deriva de su presentación de asuntos específicos y la cobertura bastante regular que recibe en los medios de comunicación. Sin embargo, en comparación con otras facciones poéticas, el Grupo Li ha tenido un cambio generacional más lento hacia los poetas talentosos más jóvenes, agrega Shiu.

Hoy, tanto los poetas jóvenes como mayores del Grupo Li siguen produciendo poemas con imágenes atractivas, ingenio mordaz y un lenguaje simple pero convincente. Los temas principales se centran en el entorno natural y cultural de Taiwan. Con patrocinio gubernamental y privado, el Grupo Li continúa publicando la revista, así como colecciones de poesía.

En la misma línea, Mo Yu brinda ayuda en el esfuerzo de publicar una colección de los mejores poemas de los números del 2008 de Poesía Li y otras fuentes, que será la primera reseña de este tipo publicada por el grupo. “Presentará nuestra versión distinta y localizada de la literatura, así como nuestras perspectivas, en contraposición a otras variedades de la corriente principal, que más o menos continúan con los antiguos prejuicios sobre la literatura taiwanesa”, dice. Así como la revista lo ha hecho por más de 40 años, la nueva publicación dará un paso hacia delante en el desarrollo de la verdadera arte poética taiwanesa.


Tomado de Taiwan Hoy



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MIENTRAS BEBO, SOLO, A LA LUZ DE LA LUNA

Y TRES POEMAS MÁS DEL POETA CHINO LI PO DE LA DINASTÍA TANG .

Traducción de Luis Gregorich.


sábado, 26 de junio de 2010

"Recién ahora la izquierda se está curando de esa enfermedad en la que acusa al fútbol de que la gente no piense.

Ahora los intelectuales no tienen vergüenza".

CERRADO POR FÚTBOL.

Entrevista a Eduardo Galeano






En este momento, año 2010, donde todo el mundo esta enganchado al futbol le obsequiamos esta entrevista que tomamos prestada.

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Entrevista a Eduardo Galeano —confeso amante del fútbol— a solo horas del comienzo del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010: «Messi es el mejor del mundo porque sigue jugando como un chiquilín en su barrio»

Por Julio Boccalatte y Marcos González Cezer



A partir del viernes que viene y hasta la finalización misma del Mundial Sudáfrica 2010, como viene sucediendo desde hace muchísimo tiempo y cada cuatro años exactos, Eduardo Galeano exhibirá un cartel en la puerta de su casa: “Cerrado por fútbol”.

El gesto, más divertido y diplomático que el “no molestar” de los hoteles (y al que podría acompañar con un “estoy trabajando para ustedes”, ya se verá), de todas maneras parece innecesario: “Durante los mundiales directamente me voy del Planeta Tierra. Me mudo al Planeta Pelota, igual de redondo pero más chico. Me dedico a ver todos los partidos, o al menos a intentarlo, porque siempre pasa que alguno me pierdo. Pero lo que quiero decir es que me siento con una cervecita bien fría delante de la TV y me meto en una pelota. Y de ahí no salgo hasta que el Mundial se termina. Así de sencillo”.



Pero el Mundial todavía no empezó. Y el escritor uruguayo, antes de perderse en el laberinto de fixtures y horarios, esas coordenadas particulares del Planeta Pelota cuando la escena ocurre lejos, habló de todo (en el programa De Puntín, de Ediciones Al Arco, AM 970, radio Génesis, sábados de 13 a 14). Habló de Lionel Messi: “Es el mejor del mundo porque sigue jugando como un chiquilín en el barrio”. Habló de Diego Maradona: “Ha sido injustamente atacado, y aunque una cosa es ser jugador y otra técnico, todavía hay que darle tiempo y espacio”. En definitiva, habló de fútbol.

¿Sigue teniendo con el fútbol la misma relación de siempre?

—Absolutamente. No podría estar alejado del fútbol. Soy fútbol-adicto. Y esto viene de la infancia más remota, porque mi padre me llevaba al estadio cuando yo todavía era un bebé. Y luego, claro, toda mi vida jugué al fútbol.

¿Jugaba bien?


Imagen del carbono 60, C60, mejor conocido como fullereno o futboleno
—No. Mal, muy mal. Era entreala derecho, lo que hoy sería un volante ofensivo, pero siempre fui un chambón, un pata de palo. Así que al final me resigné, acepté mi destino y terminé intentando escribir, para ver si podía hacer con la mano lo que con los pies no pude hacer nunca.

Pero esos intentos fueron apenas eventuales hasta la aparición de El fútbol a sol y sombra.

—Es verdad. Hasta ese libro yo había escrito muy poco de fútbol, pero después me tomé el tema más a pecho. Por fin hice lo que quería: jugar al fútbol con las palabras y a mi manera. Este libro lo voy actualizando luego de cada Mundial, y eso también tiene que ver con aquello de “Cerrado por fútbol”.

El ejercicio de unir literatura y fútbol, por cierto, parece cada vez más aceptado, o al menos es más practicado.

—Celebro que haya gente que escribe muy bien y que no oculte su pasión futbolera. Cuando tenía veinte años, dirigí en Uruguay un diario independiente de izquierda. Se llamaba Época y tenía buena resonancia, con 35 mil ejemplares. Éramos todos muy jóvenes y capaces de esa locura, una experiencia maravillosa en la que nadie cobraba y de la que todos los militantes, unos 5 mil, éramos accionistas.

»Así que recuerdo muy bien lo que eran las asambleas, con 200 o 300 personas hasta las siete de la mañana, en las que yo tenía que dar la cara y defender las páginas dedicadas al fútbol. Era la pelea más feroz de todas, porque para los militantes de izquierda aquello era dilapidar cinco o seis páginas de un vocero de la clase trabajadora, de un diario antioligárquico, para consagrar al fútbol, el “opio de los pueblos”.

»Recién ahora la izquierda se está curando de esa enfermedad en la que acusa al fútbol de que la gente no piense. Ahora los intelectuales no tienen vergüenza».



¿Y qué espera de este Mundial, como hincha y como intelectual?

—Que me ofrezcan una fiesta para los ojos. Ese prodigio de hermosura que el fútbol es. Obviamente que quiero que gane Uruguay, y si no es Uruguay que sean la Argentina o Brasil, los países que siento más próximos. Pero antes que nada soy un fanático del buen fútbol.

Más allá de los colores...

—Más allá de los colores. De chiquilín era hincha rabioso de Nacional. Iba al talud (la popular), detrás del arco, es decir la tribuna más pobretona y más violenta, porque en aquel tiempo yo también me fajaba como cualquier hijo de vecino. Era bastante peleón. Tenía once, doce, trece años. Pero con el paso del tiempo fui descubriendo que lo mío es el fútbol, sobre todo cuando alguien me ofrece esa fiesta, la del fútbol bien jugado.

»Cuando ocurre ese milagro, lo agradezco sin importarme el equipo o la selección. Y más todavía: incluso en partidos de Nacional, confieso que muchas veces quiero, secretamente, que gane el menos poderoso, el más pequeño. Como me dijo una vez un amigo español: “Estás condenado, porque vas a estar siempre de parte del toro”. Nunca del torero. Por eso me hizo feliz el título de Argentinos Juniors, la posibilidad de que se rompa el monopolio, más allá de que tengo amigos que son hinchas».



¿Sigue yendo a la cancha?

—Sí, sigo yendo. Es curioso, hasta masoquista diría, porque el fútbol rara vez me devuelve en el estadio algo que se parezca a la expectativa que me lleva. Espero ver un espectáculo bello y muy rara vez ocurre.

¿Y a qué le atribuye la insistencia?

—Primero, a la diferencia que existe, por ejemplo, entre el cine y el teatro. Una cosa es ver el partido en el estadio, donde se escucha la respiración de los protagonistas, y otra cosa diferente es verlo por televisión. Pero también creo que tiene que ver con algún residuo de mi formación católica.

¿Cómo es eso?

—Tuve una infancia muy católica. Creía en Dios y creía que Dios creía en mí. Ahora no creo más en el cielo, ni en el dolor, ni en ese elogio del dolor que la Iglesia Católica me metió adentro, pero me debe haber quedado algún efecto residual de aquel aprendizaje: que todo lo que sufras en la Tierra será recompensado en el cielo. ¡Debe ser eso lo que me lleva a la cancha!

»Pero también me lleva el espectáculo del público, el fervor, esas oleadas de entusiasmo que sentís cuando la gente está a tu lado y no cuando lo ves por televisión o te lo cuentan. ¡Y las ocurrencias de la gente! Recuerdo que había un jugador de Nacional, Escalada, que de noventa veces que pateaba al arco, apenas una era gol. En las restantes le gritaban: “¡Con la herradura no, con la herradura no!”. Eso también es parte de la fiesta del fútbol y es algo que yo, que siempre fui un escuchador, disfruto de manera especial».

De aquella infancia católica y futbolera, ¿qué cosa recuerda con cariño particular?

—La pared de mi pieza, en la que tenía un crucifijo rodeado de figuritas. Ahí estaban Rinaldo Martino, aquel de San Lorenzo, y tantos otros que jugaron en Nacional. Era toda la pared pegada de figuritas alrededor del crucifijo. Y abajo, como para que no se vieran mucho porque eran “enemigos” de Peñarol, también había pegado a (Juan) Schiaffino o a (Julio) Abbadie. ¡Me gustó tanto verlos jugar! Abbadie era capaz de hacer que la pelota fuera rodando por la línea lateral y con puros amagues, sin tocarla, iba eludiendo a sus rivales. Me gustaría escribir como Abbadie jugaba. Me gusta ese fútbol, el de las orillas, el del wing, que en inglés significa “ala”. Abbadie era un hombre con alas.

Como Garrincha.

—Exacto. Tuve la suerte de verlo jugar dos veces en Río. Era como ver a Chaplin en la cancha. Garrincha disfrutaba tanto que terminaba una jugada y se sentaba arriba de la pelota, después de dejar a todos sus rivales en el camino, provocando, como diciendo “a ver si me la sacan”. Después algunos lo querían degollar porque a veces ni siquiera hacía el gol.

¿Messi tiene ese perfil de jugador “orillero”?

—Yo creo que Messi es el mejor del mundo porque no perdió la alegría de jugar por el hecho simple de jugar. En ese sentido no se profesionalizó. Están los que escriben por placer y están los que escriben por cumplir con el contrato o ganar dinero. Messi juega como un chiquilín en su barrio, no por la plata. Cómo se mete, cómo engaña, esa picardía que es tan linda de ver en los potreros. Cuando el fútbol profesional me desengaña demasiado, me voy por la rambla de Montevideo a ver a los chiquilines jugando en los campitos.

¿Y a Diego? ¿Cómo lo ve en su función de director técnico?

—Creo que ha sido injustamente atacado. Una cosa es ser jugador y otra, director técnico, pero hay que darle tiempo y espacio, ver qué pasa. Lo que ocurre es que Maradona tiene que cargar con una cruz muy pesada en la espalda: llamarse Maradona. Es muy difícil ser Dios en este mundo, y más difícil comprobar que a los dioses no se les permite jubilarse, que deben seguir siendo dioses a toda costa. Y el de Maradona es un caso único, el deportista más famoso del mundo, a pesar de que hace años que ya no juega, esa necesidad de protagonismo derivada de la popularidad mundial que tiene.

En su último libro, Espejos, habla de Diego como un “dios sucio”.

—Pero no en un sentido insultante. Quiero decir que es el más humano de los dioses, porque es como cualquiera de nosotros. Arrogante, mujeriego, débil... ¡Todos somos así! Estamos hechos de barro humano, así que la gente se reconoce en él por eso mismo. No es un dios que desde lo alto del cielo nos muestra su pureza y nos castiga. Entonces, lo menos que se parece a un dios virtuoso es la divinidad pagana que es Maradona. Eso explica su prestigio. Nos reconocemos en él por sus virtudes, pero también por sus defectos.




¿Usted lo considera capaz de llevar a la Argentina hasta la Copa del Mundo en Sudáfrica?

—La Argentina es uno de los favoritos a ganar la Copa por la riqueza de su plantel, con esto no estoy descubriendo la pólvora. Pero hablar de Maradona en esos términos me parece una desproporción, porque hoy se les da a los técnicos una importancia que para mí no tienen y que termina perjudicándolos: de hecho se los hace casi únicos responsables de una derrota. Es otra de las deformaciones del fútbol: se le da al técnico un aura científica, como si fueran colegas de Einstein.

»Antes ni se sabía quiénes eran los entrenadores. El mejor que conocí fue un señor que se llamaba Cóppola, que dirigía al equipo de un pueblito muy chiquito de Uruguay, Nico Pérez. Era peluquero, un día se sacó la grande y puso un cartelito en su local: “Cerrado por exceso de capital”. La cosa es que toda la táctica y toda la estrategia de Cóppola se reducía a lo siguiente: acompañaba a sus jugadores a la cancha, los palmeaba en la espalda a medida que iban saliendo y les decía, sencillo: “Muchachos, ¡buena suerte!”».

Por afuera de lo estrictamente deportivo, ¿podría perjudicar el camino de la Argentina en el Mundial esta presencia tan mediatizada de algunos barras en Sudáfrica?

—Sería una pena, teniendo la Argentina tanta calidad de jugadores, que se embarrara la cancha por un tema así. En principio, el hecho de que viajaran junto con el plantel me generó preocupación. Pero espero que no ocurra ningún desastre, que no empañen lo que creo será un alto lucimiento, que no haya episodios de violencia por estos fanáticos que no aman al fútbol del mismo modo que los borrachos no aman el vino.

»Entre muchas otras cosas, Da Vinci escribió un libro en el que recogió fábulas de la región toscana de Italia, y ahí hablaba de eso: de la ofensa de una botella de vino por la mala manera en que la tomaba el borracho. Siempre pensé que era una fábula muy justa y es la misma relación entre el fútbol y los fanáticos de la violencia, ese desahogo que hacen de lo peor que el alma humana tiene».

¿Y a Uruguay? ¿Cómo lo ve?

—Creo que mejoró mucho con relación a tiempos no tan pasados. Lo que ocurre es que Uruguay sigue siendo un país exportador de “pie de obra”. Vendemos mano de obra y, en el caso de los futbolistas, pie de obra. Hay más de doscientos jugadores uruguayos en el exterior. Tener esa cantidad afuera, en un país cuya población entraría en Avellaneda, habla de que estamos muy desangrados. Al período de esplendor de nuestros futbolistas lo vemos por la TV. De todas maneras, en función de esa calidad de jugadores, porque por algo son convocados de las ligas más importantes del mundo, yo tengo la ilusión de que Uruguay juegue lindo, juegue bien. Aunque ya no somos los que éramos.

¿En qué sentido?

—Hay una parte de la historia que parece inexplicable: cómo un país despoblado y pequeñísimo pudo ganar la medalla de oro en fútbol de los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, el Mundial de Uruguay de 1930 y pudo vencer en el Maracaná, en el Mundial de Brasil de 1950, contra todo pronóstico.

»Pero eso tiene explicación: el papel fecundo que tuvo el Estado uruguayo en los albores del siglo XX. Uruguay estuvo en la vanguardia del mundo en educación libre, laica, gratuita y obligatoria, con un papel creativo, y allí estuvo integrada la educación física. Sembró campos de deportes en todo el país. Por no hablar de muchas otras cosas: las ocho horas laborales antes que en los Estados Unidos, el voto femenino antes que en Francia, la ley de divorcio sesenta años antes que en España... cosas así. Eso explica cómo un país minúsculo pudo llegar tan alto. Pero el Estado perdió esa energía de cambio, se fue desinflando, y esa falta de continuidad en la vocación creadora del poder público se reflejó en el fútbol. Por eso digo que ya no somos los que éramos.

El futbolista tampoco es lo que era.

—Eso es verdad. La gente deposita en ellos una carga enorme. Esto engorda el ego de quienes reciben el elogio multitudinario, pero a la vez representa una carga muy pesada. Hay una cosa muy perversa ahí.

¿Cuál es, puntualmente?

—Fabricar ídolos para después voltearlos. Es un cuchillo de doble filo, en definitiva. La gente se reconoce en la alegría de un jugador, cuando gana o juega bien. Pero también los hace responsables de la desdicha colectiva cuando pierde. Porque allí el alma de mucha gente se desinfla.




por Julio Boccalatte y Marcos González