Estimados Liponautas
Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes una sentida crónica hecha por Emilcen Rivero, de una toma simbólica del territorio en reclamación, El Esequibo, realizada por el doctor Alberto Solano, abogado y candidato presidencial del partido Fuerza Emancipadora para las elecciones presidenciales de 1983 en Venezuela. En esta expedición nacionalista el doctor Alberto Solano (2020+), fue acompañado por el poeta Gilberto Gil (2022+), por Emilcen Rivero y el barquero Antonio Da Silva.
El pasado referendum consultivo llegó bastante tarde.
Disfruten de la crónica de esta desconocida aventura escrita por Emilcen Rivero.
Atentamente
La Gerencia
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BANDERAS SOBRE EL ESEQUIBO
Escrito por Emilcen Rivero
Noviembre de 2023
Foto de estatua de Bolivar de Luis Chacín. Tomada de IAM |
Sumido en la angustia del
final de la campaña electoral de la elección presidencial de 1983, el doctor Alberto Solano (2020 +), se encontraba en
Caracas un jueves al mediodía de un noviembre que agonizaba, tanto como sus
pretensiones presidenciales. Empezó a salir
de cierta depresión al ver lejos
la estatua ecuestre del Libertador y una euforia repentina le brotó en la mirada. Aquel era faro de su
vida; claro, al recordar que anda quebrado se preocupa por el diario condumio
de su familia, la deuda en la imprenta y
por los recursos para el viaje a sus convicciones, a cumplir su promesa
estudiantil cuando soñaba en lo grandioso que volvería a ser Venezuela. Por eso
era necesario emprender un largo viaje a
lo exótico y lo anhelado de la selva.
Foto de estatua de Bolivar de Luis Chacín. Tomada de IAM |
Entonces, le retorna el dolor
que tenía incrustado en sus ideas de patria, desde que era un adolescente y
entró a la academia Militar: Allí supo que Bolívar era una lágrima, cayendo sin pañuelo y
sin dolientes, en la Venezuela que el petróleo transformó en derroche y corrupción, mientras ocurría
una impactante transformación económica
y educativa, no obstante, desvinculadas de ideales superiores. Y eso tenía que
cambiar, él lo cambiaría.
Se dispone a regresar a su
hogar después de reunirse con el secretario de su partido y discutir la
actividad electoral y la toma del Esequibo, para ese fin de semana largo. Era el candidato presidencial de Fuerza Emancipadora, recordó que aún debía
la mitad del pago de unos afiches y unos volantes. El impresor no quería
entregarle la publicidad hasta que pagará y había que pegarlos, repartirlos,
respectivamente y ya quedaba poco tiempo.
Ve la carpeta y ojea el acta que
habían discutido en la reunión del comando presidencial y vuelve a ver las
curvas matemáticas de las intenciones de voto, las proyecciones, y se dio
cuenta por datos que tenía de las encuestas, que iba muy mal, terriblemente
mal, casi de último entre la chorrera de candidatos que se competían y caviló,
o mejor reflexionó profundamente sobre lo que pensaba hacer, sobre el viaje que
medio habían planificado, viaje que si lo lograba tomaría un segundo aire en la
carrera presidencial.
Tenía temor a quedar, como otras veces, en el
palabrerío, no lograr ningún avance electoral, y volvió a pensar que los políticos que pierden
son como héroes desahuciados. Son seres que sufren, y no es para menos, nadie
se acerca a un político perdedor, a menos para burlarse o verlo con lástima,
tantas veces había pasado por esa y alegar que le habían robado los votos, era
una excusa de tontos. Lamentó que su propuesta electoral: mejorar la situación económica
de los más necesitados, castigar la corrupción de los funcionarios públicos, repotenciar
los valores patrios y girar hacia la Gesta de los antiguos Libertadores; no
había calado en los electores. Total,
era casi la propuesta de todos, pero que ninguno cumpliría si llegaba al poder (la
corrupción era la meta subterránea y en Venezuela la mejor opción para joder al
pueblo es hablarle de Bolívar y enternecerlo
con cuentos y batallas). Mientras tanto, andar en el huracán de la
corrupción para ascender económicamente, y por arte de birlibirloque permutar lo
bolivariano en resultados malos y a punta de muela crear borracheras como
parrandas interminables de promesas.
Él era diferente, él quería
fusilar o por lo menos encarcelar a los corruptos, pero los otros tenían
economía, apoyo de los gremios y sindicatos, y del sector empresarial. Muchísima publicidad, (por lo menos los que encabezaban
la contienda, los partidos del status quo,) se repartían los votos y los
partidarios a granel, además bien organizados, con dinero y palangre que es
casi lo mismo en la época electoral. La publicidad es la clave, y un golpe de
audacia publicitaria podía variar las cosas, golpe que procuraría, sin vender
sus ideas, sino más bien volver a las ideas que cuando era joven insuflaron su
voluntad, y hasta le hicieron acaudillar un levantamiento de la policía de
Caracas contra uno de sus comandantes por pro yanqui y corrupto.
En la universidad, estudió Derecho, postulaba unas ideas nacionalistas que quedaban ahogadas en el internacionalismo proletario de casi todos los estudiantes, todos eran de izquierda, una izquierda exquisita y rochelera pero más atractiva que sus ideales nacionalistas y bolivarianos. Recordó los comentarios de Emilcen sobre su libro ASÍ SE TOMA EL PODER, y los volvió a disfrutar, pensó lo acertado de ellos. En la dedicatoria del libro de puño y letra le ofreció un Ministerio a Emilcen, recordó con dolor cuando Emilcen leyó la dedicatoria al poeta Gil (2020 +)y entre risas dijo:<<Esta promesa es como un fantasma a pleno día, sin conjuro ni impeler”.>>
El poeta Gil (2020 +) y Emilcen Rivero al fondo. |
Se acordó de los años y noches en los que leyó la epopeya de Bolívar. Leyó
tanto y se convenció que si había un camino era el del Libertador y su fuerza
emancipadora, siguió caminando, entró a una cafetería y comió una arepa con queso y café y le vino a
la mente la imagen de Guaicaipuro entregando cara la vida cuando fue atacado en
su choza por muchos conquistadores, mando a varios al infierno antes de caer muerto.
Eso era la vida, luchar o morir y pelear
por la tierra hasta que haya ríos de sangre o de alegría, recordó a Jorge Eliecer Gaitán y su asesinato en el Bogotazo y sus libros que tanto había leído, y pensó
que los hombres que mueren por ideales son los que tienen un cielo en su mirada
y caviló que luchar y perder puede ser la razón de los valientes de siempre.
Vivir era menos importante que los ideales y su combate y en la coherencia está el diapasón
que afina nuestra felicidad.
Él apenas contaba con algunos
partidarios aventureros, románticos y atrevidos. Foquitas de vanguardia,
solitarios que quizás por ser izquierdistas que no llegaron a tiempo a la
aventura. Ahora lo seguían, aunque a
hurtadillas lo mentaban como el líder del desierto, lo que lo arrechaba,
también tenía muchos partidarios en los tres barrios y en el
parcelamiento agrícola del Jabillar que había fundado en invasiones amparadas
en interdictos agrícolas, que él presentaba en los tribunales en invasiones
memorables por la pobreza y la necesidad, la aventura y el dolor, aunque
también las fiestas y el aguardiente no faltan en esos parajes, y él siempre se
oponía a esas francachelas, porque pensaba que un pueblo borracho siempre es de
lo peor.
Mientras caminaba hacia el
estacionamiento pensó que Emilcen como manejaba sería muy necesario en el largo
viaje de más de 1600 km, iría de segundo en la caravana con las banderas y los
panfletos, con tristeza supo más adelante que los que se arriesgan siempre son
pocos, solo los idealista o aventureros que viven con esperanzas el límite de
su hastío y los que están claros en sus ideas arriesgan algo cuando la lucha es
sin el pago del vil metal.
Era como un hombre antiguo de
la época de La Independencia, envuelto en unos valores desesperados, hablando
de una patria y una honradez que tenía más de quijotismo y fantasía y en su memoria arribaron como una ribazón los
despojos y cenizas de la patria
arrodillada y también las luces como un arcoíris del otro lugar que quería
rescatar: El Esequibo. Ya había participado en otras elecciones presidenciales
obteniendo tan pocos votos que ni una diputación había ganado, no obstante
imponiéndose sobre la realidad su voluntad era una flecha en sus vacíos, en sus
cuitas contra la realidad, un hombre cuya victoria era no darse cuenta de su
derrota. Y sabía que tenía que inventar algo que pegará y a la vez coincidiera
con sus convicciones nacionalistas y cualquier riesgo es poco cuando por ideas
se va el combate. Era romántico con sueños atrevidos, ilusiones perdidas y
también en su desesperanza habían creado una partitura cuya música en clave de
sol sonaría en el Esequibo.
Cuando el doctor Solano llegó
a su casa en el Concejo solo encontró desolación y nada organizado.
Su mujer le informó que apenas en el mediodía había visto a Emilcen Rivero y Gilberto Gil (2020 +)y habían ido a visitar el viejo Chucho, y este le dijo que estaba muy viejo para esas cosas <<que él apoyaba moralmente - les dio 30 bolívares- él no iría, que las aventuras de Solano siempre terminan mal>>
Eran como las ocho de la noche
cuando nos vimos con Solano en su casa. Fue
duro decirle que las personas del Jabillar que estaban comprometidas, y que la semana
pasada habían jurado que marcharían al Esequibo, los encontramos bebiendo, bailando y jodiendo, muchos paloteados. Celebraban
el cumpleaños de uno de ellos quién había matado un cochino y lo habían asado y
al lado crujían en un enorme caldero los chicharrones. Comían, bebían y bailaban como sí el mundo floreciese como una
fiesta interminable. Le repetí con cierta arrechera que estaban bien rascados y bailando y que dijeron que dejáramos eso para después, nos
vinimos cuando el dueño de la parcela donde celebraba la rumba le ofreció una
cerveza a Emilcen y este volado como siempre se la echo encima y lo llamo
traidor y coño de madre miserable. Estaban tan felices y borrachos que yo
preferí dejar todo eso y jalé a Emilcen y nos vinimos, luego llegamos al otro
barrio y visitamos las casas de las siete personas que estaban comprometidas y
solo me queda la imagen de un Guardia Nacional ( había recibido de Solano una
bella parcela con un jagüey y vivía allí, con una mulata de cuerpo torneado y
acaramelado, hermosa), que siempre saludaba parándose firme y le decía a Solano
que estaba con él, que teníamos que asaltar a plomo el Esequibo y había ofreció
un fusil y un revolver para el viaje.
Hablamos con la mamá y le preguntamos por su hijo, de parte del doctor
Solano, pero la señora dijo que no había llegado a la casa, ya era oscuro y
solo estaba prendida la luz de la sala, Emilcen me dijo a sotto voce, que buscaría por toda la casa y lo encontró metido y
temblando bajo la cama. Nos fuimos desilusionados y dispuestos a contarle todo
a Solano. Ya manejando hacia la casa de Solano, le dije a Emilcen que con esa
gente no se podía, que le hacían la carantoña a Solano, porque éste con los
fulanos interdictos judiciales los defendía y les regalaba las parcelas donde
vivían, y a muchos les ayudaba a construir los ranchos ¡qué eran unos
descarados! El agradecimiento que comienza en el esplendor del alba en los malagradecidos
nunca pasa del atardecer, a menos que se refuerce con otros regalos y Solano no
andaba para regalos ni dichas, sino para sus luchas, luchas que parecían aventuras indomables. La mayoría de los
militantes de su partido eran habitantes de los cuatro barrios que había fundado sobre
terrenos de baldíos que de repente les salía un dueño y la lucha terminaba en
tribunales, donde él a veces ganaba. Pero los querellantes al obtener sus tierras por las gestiones del
doctor Solano y construir sus ranchos, se ablandaban y ya solo les interesaba
culiar y tomar aguardiente. Y esperar alguna dádiva del gobierno de turno.
Esa noche del jueves 24 de
noviembre surcada con una brisa agradable que giraba lentamente mientras uno
veía inquieto el titilar de la luz de una que otra estrella, estrellas que
desaparecían al danzar entre nubarrones grises, aunque desde la desilusión de Solano
siembre le brotaba un optimismo contagioso. Se notaba muy preocupado, porque la
supuesta invasión del Esequibo, se la había llevado la borrachera y la chanza
de sus militantes, irresponsabilidad; o
más bien, la fiesta interminable que se vive en Venezuela cuando toca cualquier
hecho que puede ser trascendental. Recuerdo que cuando Milagro la esposa de Solano, viendo jugar a su
hijo Albertico con las banderas, preguntó:<< ¿y ahora que harán, han
quedado solos?>> Casi al unísono los tres dijimos: <<Irnos a la
invasión y toma del Esequibo>>
Alberto Solano, Emilcen Rivero y el Lebaron azul. |
Colocamos las dos banderas en
el Lebaron azul. Por cierto no tenía caucho de repuesto y el repuesto del carro
de Emilcen no le servía. Decidimos irnos
y nos fuimos hablando de lo que haríamos y que pasaríamos
por Valle La Pascua a retirar más banderas y donde se incorporarían miembros
del partido que habitaban el Barrio Alberto Solano de esa ciudad. Nos fuimos
sin cenar y sin agua para beber.
Anduvimos como cinco horas, al final ya cansados y durmiéndonos,
preferimos aguantando en una bomba de gasolina que queda por la entrada hacia
Cabruta, quedamos rendidos y durmiendo en el mismo carro como hasta las seis o
seis y media de la mañana. A mí me parecía que realizábamos algo grande y no me
importaba cualquier sacrificio. Y le echamos gasolina al carro y seguimos por los
llanos inmensos, en una carretera solitaria donde los espejismos corrían hacia
nosotros desde los primeros rayos del sol y fuimos directamente hasta el barrio
Alberto Solano, donde se incorporaría más gente y más banderas. Las banderas
nos la dieron y las metimos dentro de la maleta, eran como quince, pero solo
nos esperó la señora que dirigía la junta de vecinos, muy amiga y agradecida
con Solano.
Cabruta desde el cerro |
Éste se volvió a lamentar y dijo:<<Tenemos que seguir, ayer en la
mañana en Caracas, le di unas declaraciones a un periodista de El Mundo, de que
este fin de semana tomaríamos El Esequibo y no puedo regresarme y quedar como
un pazguato o un embustero, además cuando el clarín de la patria suena hay que luchar aunque
sea solo, yo por lo menos voy con
ustedes. Con esta gente sin conciencia y que se emborrachan no se puede contar,
hoy ni uno solo tuvo el valor de incorporarse al viaje. Uno se cansa de vivir
de derrota en derrota, porque la soledad no buscada duele, vamos>>
Alberto Solano y Emilcen Rivero. |
Emilcen ayudo a manejar hasta la chalana para pasar el Caroní en el
paso del Carruachi, allí nos tomamos fotos, y Emilcen y yo jodimos un poco,
para bajar la tensión. Recuerdo y veo las fotos de Solano y Emilcen, Solano muy
serio y circunspecto y Emilcen viendo el agua del río y pensando en el acontecimiento
que le deparaba la vida. Ese día comimos poco,
porque casi no llevábamos dinero y ya en la tardecita terminamos en un hotelito
en Tumeremos, donde averiguamos mucho sobre la vía al Cuyuní, sin hablar nada
de nuestros propósitos, más bien decíamos para disimular que andábamos en
campaña electoral, y enseñando el tarjetón de las elecciones del domingo 4 de
diciembre. Noté que ya Solano no le interesaba lo de las elecciones, solo
hablaba de Bolívar y recuperar el Territorio en disputa. Hablaba de guerra y
esperanzas, del renacer de la patria. Un renacido. Misericordia.
Nos tomamos unas sopas y mucha agua y volvimos a echarle gasolina al
carro. Dormimos en el hotel más barato del pueblo, en tres camas en una misma
habitación, Solano dio un largo discurso, recuerdo cuando viendo por la ventana
hacia una oscuridad de un cielo encapotado dijo que la patria era su dolor más grande.
En la mañana ya se veía en lontananza el sol
venezolano naciendo en el Esequibo, coleándose entre nubes y esperanzas,
surgiendo delicado y seguro sobre una selva intrincada, inhóspita que nosotros
teníamos que cruzar y la batalla al final será bajo esas nubes, prefigurábamos
misterios e incógnitas, cuando veíamos
el rostro de Solano nos sentimos alegres, pero algo preocupados porque ninguno
de nosotros sabíamos qué encontraríamos en la frontera del río Cuyuní, que
bordea al Esequibo.
Vi al doctor Solano anotar
algo en su agenda, extraído de un libro sobre la gesta fracasada de Valerie Paul Hart, una audaz líder indígena (enamorada de la rebelión de Guaicaipuro)
que comandó un grupo de amerindios en Guyana
en enero de 1969, la llamada Insurrección de Rupununi, movimiento que tomó la zona en reclamación del Esequibo y la
declaró venezolana. Mantuvieron libre el territorio durante tres días, y al no recibir ayuda de Venezuela, fueron
derrotados y como cien de ellos murieron en combate o por la tortura, y por la combinación del ejercito guyanés, con
militares ingleses y brasileños. Al final, Valerie llegó
piloteando una avioneta al territorio venezolano, le expropiaron todo su patrimonio
en Guyana. Ella murió abandonada y
solitaria en estados Unidos.
Alberto Solano y Emilcen Rivero. |
El doctor Solano nos dijo que,
la revindicaría y su gesta patriótica, en el acta que escribiría al tomar el Esequibo, la nombraría
en mayúsculas, que esa heroína tenía la belleza y valor de los que crean
memoria con dignidad y coraje. Lamentó su final e hicimos un minuto de
silencio. Siguió viendo la intrincada selva, ya no hablaba de votos ni le dijo
a Emilcen que el viaje servía para darle
fuerza a la campaña electoral, eso ya no era importante, era bagatela, que
debemos jugarnos algo grande al rescatar nuestro territorio, que los
venezolanos deberían repetir la gesta de Valerie Paul Hart, eso sí era vibrar
con el corazón de la patria, y no un poco de votos de gente cómoda o
muertos de hambre que vende su voto por cualquier nimiedad.
Continuó viendo hacia la
selva, parecía desarrollar alguna idea y
se apartó algo de nosotros, entonces nos fuimos a comer una empanada con el
dinero de don Chucho. Sentí que Solano había cambiado cuando nos habló de la
heroína, se venía más serio y enigmático, desde
su rostro, ya tocado por arrugas, emergió su voz nacionalista, parecía
otro, un soldado renacido en el clarín de los libertadores.
Analicé con Emilcen por qué a Solano le había
ido mal en la política venezolana, en
los quince años que había participado en la política no había llegado ni diputado ni concejal y pensé lo estricto que era en su lucha contra
la corrupción y los vicios. Estaba en contra que sus militantes y la gente que
andaba con él bebiera aguardiente, o si veía que alguien dispensaba alguna
basura al suelo o pasaba riéndose por la
plaza Bolívar, lo reprimía con un
discurso nacionalista, quizás los veía como unos traidores, veía al dinero y a
las borracheras como lo peor; para él, el dinero todo lo corrompe, tuerce los ideales y la pureza de espíritu,
ante él uno no podía interesarse por el dinero, cuando a él le pagaban por sus
casos de abogado, el dinero le duraba poco, era capaz de dárselo a cualquiera,
incluso sin antes asegurarle a su familia el diario condumio, además era un
excelente abogado( uno que otro profesor universitario estudiaba sus casos ante
la Corte Suprema, por lo refinado y precisos de sus argumentos, además se le citaba
en algunos libros sobre jurisprudencia y ante los estudiantes)
Era un hombre de armas tomar
cuando iba a litigar ante los tribunales, temido y odiado; por muchos jueces,
secretarios de los tribunales y los abogados de la otra parte, porque los
dejaba en ridículo y su pasión por la verdad y la justicia, lo hacían meterse
en tantos problemas. Ganaba muchos casos, pero cobraba poco o no cobraba por
defender a las personas humildes. Era un gritón elegante cuando encaraba un caso jurídico y eso ayuda,
gritar más que los contrarios, quienes al amilanarse pierden. No tenía ningún
problema de decirles a los abogados contrarios que eran unos mentirosos e ineptos,
desconocedores de las leyes o simples arribistas vendidos por la paga.
Era él mismo un caso de
honradez, mezclado con unos ideales y testarudez ante la realidad. Siempre
escribía artículos para la prensa, aunque siempre andaba bloqueado en los
medios de comunicación, quizás las únicas sonrisas que se le veían eran cuando
andaba con su hijo Albertico, un niño
precoz que con sus travesuras y su
elocuencia, imitando los discursos de su padre, lo hacían sonreír cada vez que
perifoneaba en la campaña electoral y lanzaba tremendos insultos a los adecos y
copeyanos que se turnaban en el poder. Tenía buena amistad con Emilcen quizás
porque éste vivía una vida intelectual mezclada con la aventura, los viajes y
siempre buscando un no sé qué, dispuesto y lanzado a cualquier viaje, o lucha o
lectura, aunque parecía que Emilcen solo viajaba hacia sí mismo, hacía los
arcanos de su espíritu y pasar con alegría la vida. Además Emilcen le decía:<<
Tú eres la copia en el Derecho, en los
tribunales, en la ley como búsqueda de la verdad: el enantiómero del Venerable
médico Dr. José Gregorio Hernández. Eres abogado para defender viudas, menesteroso, la gente de los barrios
pobres, o a los obreros para que no le violen sus derechos, a todos de gratis;
el problema es que también defiendes a
gentes con recursos económico que tampoco te pagan, o te pagan muy poco, he ahí el detalle; sin dinero, es cuesta
arriba avanzar en la lucha política>>
Dr. José Gregorio Hernández |
No sé, sí Emilcen decía eso por joder o porque
lo creía, pero lo decía y a Solano le caían bien esas frases.
La luz cuando caía sobre Solano
se polarizaba de una manera donde solo fulguraba la soledad como si fuese el
líder del desierto, un hombre que estaba atrapado por el olvido, lo seguía
porque mi deseo de aventura y acción es
incontrolable, no me interesaban los resultados sino la adrenalina y ejercer
mis destrezas en tiempos de violencia, de lucha, lucha que siempre se contamina
con la maldad, y hay que andar con cuidado, ser feliz en el caudaloso Cuyuní y en esa selva
intrincada por donde corre, oscura como un túnel sin entrada ni salida, debo avanzar
al combate. ¡Qué lástima que esta toma será simbólica, debimos traer armamento!
Ni un fusil traemos porque el Guardia que lo prometió se escondió. Compensar y
liberar aquella frustración que tengo desde hace unos años cuando me incorporé
a un movimiento revolucionario, era más joven y más romántico, y cuando me
seleccionaron en el grupo que secuestraría tres aviones en Maiquetía y
Barcelona y lo llevaríamos para Cuba, para pedir la liberación de los presos
políticos.
Me sentí inmenso y realizado,
me sentía feliz. Pero teníamos que buscar las armas, asaltando policías, o
militares y con Miguel El Tuerto que era el jefe del comando que se encargaría
del secuestro de uno de los aviones nos decidimos quitarles las armas a unos
vigilantes de un centro comercial, pero tuve un percance y al tratar de
desalmar a uno de los vigilantes, éste me pico adelante y me dio un tiro y la bala me quedo alojada en
una de las vértebras cercana a los pulmones y por eso me llaman el Poeta del Balazo. Siempre me han gustado las armas, los tiros,
las manifestaciones contra el Imperio y la revolución, las mujeres y el vino y
fumar viendo caer la tarde mientras leo y escribo poesía, anda por allí mi poemario
EL HUMO DE LA MADERA VERDE. Emilcen me lo editó y
se arrechó muchísimo cuando el día del bautizo en la casa de la cultura de Los
Teques, me dio por quemar cuatro de los ejemplares puestos en forma de cruz y
el director me dijo que yo no era poeta sino un piromaniático; me importó poco
lo que dijo el burócrata. Disfrute ver el
fuego mientras se quemaban los poemarios,
es que el fuego es mi dios particular y le rindo culto.
El secuestro de los aviones se hizo. No
pude participar porque estaba recuperando de la herida de bala. ¡Cómo me dolió
por no poder participar! Por eso me encanta esta toma del territorio Esequibo,
lástima que solo llevamos banderas y no armas. Porque hay cosas que solo se
pueden resolver con la violencia, el combate y correr riesgos, eso es
emocionante, quizás al final solo escriba un verso épico sobre este viaje. Pero
me gusta andar cruzando el peligro y el combate, es una manera de ser realmente
feliz y como dice Solano, amar a nuestra patria es guerrear por su grandeza,
aún desalmados. Lo de desalmados no lo entiendo cuando de luchas se trata.
Mejor es seguir con el relato
del viaje, que estas digresiones a veces tuercen el interés por la crónica y le
quitan ritmo a la narración y cuando una narración pierde su ritmo, también
pierde sus verdades y su belleza. Todos ya sabemos, porque lo hemos descubierto los poetas oscuros, melancólicos
y profundos como filósofos: verdad y belleza son las dos alas de un ave que
planea cantando y extendiendo su plumaje con optimismo y que termina cantando sobre un
ramaje sin importarle el gavilán ni el cazador ni la muerte ni la lluvia,
aunque sea un aguacero, el vuelo es su
felicidad para mí es este viaje a una región donde debe darse una gran batalla
en el futuro, esto es el abrebocas pletórico de alegrías. Nos faltan armas para
que los invasores griten misericordia.
Puesto militar venezolano en la isla de Anacoco. Ricardo Salvador de Toma - Viaje personal 2010. |
De repente llegando a la isla de Anacoco nos topamos con una alcabala de militares venezolanos, que no nos
quería permitir continuar. Emilcen peló
por el tarjetón electoral y se lo enseñó al guardia, quien se acercó a Solano
para ver si era el mismo de la foto y dijo que por primera vez un candidato
presidencial andaba por esos lares, aunque se puso un poco remolón porque en la
foto de Solano en el tarjetón, se veía mucho más joven y él dudaba, pero al fin
aceptó.
Como a las nueve de la mañana llegamos al
pueblo de San Martín de Turumbán, que está a tres kilometros de la isla, anclado
en las riberas de un caudaloso río Cuyuní.
Ya Solano no estaba para campaña electoral y Emilcen con una lona, a hurtadilla envolvió las
banderas venezolanas, y luego se acercaron a la margen derecha del río de un
marrón intenso, con tonos negros y amarillos, era ancho y medio peligroso. El río avanza hacia el lejano río Esequibo, la verdadera
frontera de nuestros adversarios, si seguimos el curso del agua que anda como solapada y tensa. Allí todo se
ve solitario, pero invita a cruzar el río. Varios parroquianos nos dijeron que
no se podía cruzar hasta la mitad del río Cuyuní, que los soldados guyaneses no permiten ir más lejos. Emilcen les preguntó a
los parroquianos sobre una embarcación que estaba amarrada a la orilla, y le
informaron que era de Antonio da Silva, un venezolano descendiente de
brasileños que vivía como a unos trecientos metros en una calle solitaria. Y
con uno de los chamos se fue a buscarlo.
Regresé con Antonio Da Silva,
quien se puso temeroso cuando Solano le dijo que lo llevara a conocer el río, incluso la costa del Esequibo y
Antonio le respondió que los soldados guyaneses no lo permiten, que lo podían
apresar como ha pasado varias veces, que nosotros solo podemos navegar y pescar
hasta la mitad, que el río es ancho y tiene parajes bonitos. Yo le dije arranca
y empezamos a avanzar por el río, era inmenso, y volteé a ver la estela de
espuma que marcaba el alejamiento de San Martín de Turumbán, llegamos al medio
y Antonio Da Silva no quiso seguir a hacia las costas del Esequibo. Y siguió por el medio del río con
mucho cuidado de no alejarse de la costa, la selva caía sobre las aguas como si
fueran manglares gigantes, los árboles eran enormes, en una degradación de
verdes como un calidoscopio, andando vimos al frente dos soldados guyaneses.
Gilberto y yo le dijimos que
avanzará hacia alguna playa que estuviese del lado de allá. Solano iba en la
punta delantera del peñero, que era bastante largo, parecía un capitán
preparado para un abordaje. Entonces Gilberto con astucia y muy seguro le dijo
al chamo que esto era la toma militar
del Esequibo. Antonio Da Silva se puso pálido,
le regalé un de los tarjetones, y
me dijo que la foto del tarjetón el candidato se veía más joven y nosotros le dijimos
que era el mismo Solano. Y le dije arranca hacia la primera playita que veas,
esto está ganado. Solano, parecía ensimismado, taciturno, como asombrado ante
la inmensidad del río y la totalidad de verdes de hojas, en una selva
intrincada, donde la vida vibra en las aves y sus diferentes cantos, era como
si se encontrará con todo lo que en su vida había anhelado, a su manera se veía
feliz.
Gilberto se acercó para
hablarle del efecto propagandístico que tendría algunas fotos de él, izando
banderas en la embarcación y en la Zona en Reclamación del Esequibo, no
obstante Solano le dijo que ya eso no era importante, que se jugaba algo mayor,
que la patria no es una elección sino algo terrible cuando no se le ama, que
siempre soñó con este día, que elección
era por esta liberación, que la vida estaba aquí, comenzaba en este río en
estas riveras, que el carnaval electoral de Caracas ya no le importaba.
Luego Gilberto regresó y le refirió a Antonio Da
Silva que ya esto estaba ganado, que lamentaba no haber traído armamento, que
con él ya hubiese dejado fuera de combate a los soldados que habían dejado
atrás y le mintió al decirle que ya el ejército venezolano estaba entrando y
tomando El Esequibo, por múltiples zonas, desde hacía varias horas y que
avanzará hacia la primera playita que encontrará del otro lado del río, y
Antonio enfilo la nave y terminamos en una pequeña playa donde izamos banderas
tricolor con ocho estrellada, esta vez las vi más radiantes. Solano alzo la primera
y dijo algo que no logré escuchar porque le estaba pasando banderas a Gilberto,
entonces Antonio dijo que regresáramos al peñero, que eso puede ser peligroso
si los soldados guyaneses se enteraban podían dispararnos y preguntó:<< ¿Por qué no suenan los tiros
si el ejército venezolano está tomando esos terrenos?>>,preguntó. Sabía
que esos soldados guyaneses son capaces de cualquier cosa, y no se entregarían así como así.
Le dijimos que siguiéramos
avanzando hacía Anacoco y buscando claros
y playitas en la orilla para seguir clavando banderas y cuando vimos una
playita como a cien metros Gilberto me dice
en voz baja para que escuchara Antonio Da Silva y no escuchará Solano: <<mira, Emilcen,
esa playa llevara mi nombre, de aquí en adelante será nombrada playa poeta Gilberto
Gil>> Antonio Da Silva escuchó con
asombro y al pararse Gilberto saltó primero y colocó una bandera y continuamos
navegando y más adelante vimos una pequeña ensenada en el río y le dije a
Antonio esta playa se llamará Emilcen, nos paramos y junto a Solano colocamos cuatro
banderas.
Antonio seguía navegando, pero
por la orilla del Esequibo, ya sin miedo ni precaución. No regresaba el peñero
a la mitad del río, sino que veía todo y tenía el rostro alegre, ahora iba más seguro, potente. Quería
decir algo y no se atrevía y al final no se aguantó y nos preguntó que sí podía
nombrar algún lugar del Esequibo como de él, que tenía familia, y necesitaba
tener alguna parcela, mejor apartar un terreno para crear una finca grande,
antes de que llegaran los soldados venezolanos
y que le dijéramos al doctor que se la diera con algún papel, que la firma de este
vale (señaló el tarjetón y puso el dedo índice en la foto de Solano). Seguimos
navegando y Antonio estaba como ambicioso, viendo con mucho cuidado el río y la
selva intrincada.
Al final llegó a una ensenada
y playa muy grande y bastante despejada, con un terrero plano sobre rocas altas
y arrimó el peñero a la orilla y fue a clavar las cinco banderas que quedaban,
Solano tomaba notas o escribía algo en una agenda, Antonio se nos acercó y nos
dijo que esta parte del río tenía buena pesca y que sería la de él y su
familia, que él y su mujer estaban viviendo con la suegra y era hora de tener
algo propio y siempre le gustó esta zona del río, además está cerca de la Isla de Anacoco y continuo navegando hacia el lado derecho donde nos paramos un rato
y tomamos fotos, Antonio Da Silva iba contento cuando regresamos por el río
hacia San Martín de Turumbán.
Allí Solano se puso a redactar el acta de la
toma del Esequibo, la fecha que la encabezaba era 26 de noviembre de 1983 y en
ella decretó el nuevo estado Piar, escribió contra los ingleses, que los llamo
La Pérfida Albión aclaró todo lo que había que aclarar sobre el territorio que
acabamos de pisar e izar banderas, era venezolano. Mientras Solano redactaba el
documento, Gilberto se alejó hacia el puesto de mando de unos soldados venezolanos,
estaban hablando amigablemente hasta que les propuso que le prestaran un fusil,
les dijo que lo mejor era dispararles a los soldados guyaneses que estaban de
la otra margen del río y estos le dijeron que lo mejor era que se retirara. Sin
embargo, el hizó el aguaje de dispararle colocando las manos como si tuviese un
fusil.
Era un acta de dos folios en papel sellado y varios lo
firmamos, Antonio Da Silva, lo leyó detenidamente y después de firmar me llamó
aparte y me dijo que en ese papel no aparecía lo de su terreno y que era una
tierra y una costa muy bella y grande y allí se trasladaría con su familia,
pero que tenía que tener la propiedad registrada.
Entonces nos comimos unas
arepas de pescado y jugo de papelón con limón y nos dispusimos regresar como a
las cuatro de la tarde, nos despedimos y Gilberto le dijo a Antonio que lo de
él estaba seguro, que le mandaría los papeles de propiedad a la isla de Anacoco[E1] . Y partimos de regreso
pero como a la media hora se espicho un caucho y Solano se para en plena selva
y de repente una camioneta cargada de mercancía iba rumbo al pueblo de San Martín de Turumbán y le hicimos señas para que se parará. Y le comentamos
nuestro problema y el propuso vendernos un caucho con ring, pero no teníamos
dinero y Solano se acercó y le habló de la patria y la solidaridad y que nos
prestará ese caucho que nosotros se lo dejaríamos
en la cauchera que está en la bomba de gasolina de la salida del pueblo. El
hombre no quiso y hasta discutió con Solano, luego se fue.
Alberto Solano y Emilcen Rivero. |
Entonces, empezó a caer la
noche, donde se confundían el sonido de los grillos, las hojas que temblaban y
la lobreguez que cada vez era más intensa, esperábamos que alguien pasara para
auxiliarnos, pero el reloj y nuestra angustia avanzaban en la noche, sin
comida, solo un litro de agua y la noche cada vez se tornaba más negra,
trancada, empezó una garúa y ceso y levanto más calor. Pensé en los animales salvajes ese sitio era un paso
de jaguares hacia el Roraima y las culebras hacen ola, creo que pasaron
guácharos y murciélagos, la oscuridad
aumentaba.
Nos metimos en el Lebarón,
pero el calor era insoportable, y al abrir la puerta llegaban los fastidiosos
mosquitos. Entonces Gilberto y yo, nos dijimos que debíamos trancar la calle
con ramas y palos porque en la oscuridad nadie se pararía; sí es que pasaba
alguien y sí regresaba el viajante, esta vez no le pediríamos el caucho sino se
lo quitaríamos. Ese carajo solo pensaba en dinero y nosotros no lo teníamos. Gilberto
cortó chamizas y ramas pequeñas, más unos leños que encontramos y tapamos la
calle al lado del Lebarón. Vinos dos luces en el horizonte combinadas con muchas luces de las luciérnagas. Ya cerca
nos metimos en el medio de la calle y se detuvo la camioneta del mismo viajante,
quien al ver a Gilberto con el cuchillo, seguramente pensó que esto ya no sería
por las buenas y dijo bueno les presto el caucho hasta Tumeremos, así fue y
nosotros regresamos emocionados.
FIN
EMILCEN
RIVERO
Noviembre
de 2023
*******
Emilcen Rivero y su hijo Iván Rivero |
Emilcen Rivero
(Venezuela)
Nació el 9 de julio de 1954. Estudió primaria en el colegio "Cecilio Acosta" y a secundaria en el liceo "Francisco de Miranda" ambos en los Teques.
Se graduó de ingeniero químico en la universidad "Simón Bolivar".
Fue directos fundador de la revista Lanterios y Crosogramas y actualmente dirige la colección Ateneo de los Teques.
Ha publicado los libros de cuentos Cuando la soledad no termina y Fantasías como historias y es coautor de Los poetas de los Teques.
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