miércoles, 10 de abril de 2024

Las fotos,en la FILUC, de José Antonio Rosales son extensiones lingüísticas distintas que amplían las percepciones de los lectores

 




José Antonio Rosales, leve biografía de un instante


Fotografías de Coralia López Gómez


Edición tras edición, el fotoperiodista José Antonio Rosales (1956) ha registrado la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo. De ese hacer proviene una antología de 100 retratos, que incluye a autores de Venezuela y de otros países


Por Papel Literario -abril 5, 2024


YOLANDA PANTIN, POR JOSÉ ANTONIO ROSALES. Coloreada por el editor.



Por RAFAEL SIMÓN HURTADO


Una de las dignidades esenciales que destaca del encuentro del libro y el lector es su virtud dialógica, sobre todo en tiempos de informática —vertiginosos, desmedidos y efímeros— en los que el vértigo de la información a través de Internet parece contradecir la naturaleza original del libro —pausada, ponderada y seductora—.


Después de 20 ediciones, la Universidad de Carabobo (UC), a través de la Feria Internacional del Libro (Filuc), puede sentirse orgullosa de haber puesto el acento en esa virtud, otorgándole un lugar especial al lector y al diálogo que se impulsa mediante el acto de leer.

Eugenio Montejo


Durante más de 20 años, cada nueva edición de la feria ha contenido, en un espacio mayor, no sólo estructuras y lugares, sino también ideas, conceptos, valores y argumentos. Desde el punto de vista del lector, Filuc ha sido un punto cardinal, porque en ella ha conseguido diversidad editorial y novedad literaria.


Y aunque no puede atribuírsele a la feria la responsabilidad en la formación del lector, sin duda alguna, ese fenómeno de acercamiento que la feria produce ha servido para estimular la lectura.


Ahora bien, esta cúspide alcanzada, como hemos dicho, ha sido útil para poner en valor en la sociedad actual venezolana, una noción de diversidad. El temple del espíritu se construye en la diversidad de las ideas, y la modernidad en democracia es inconcebible sin ejercicio crítico. De allí que la feria, en un equilibrio que combina el objetivo comercial con el fin institucional e intelectual, ha insistido en este aspecto como norte.


Fotografías de Coralia López Gómez


Si bien es cierto que el éxito de una feria del libro se mide por hitos comerciales vinculados al número de expositores, de metros cuadrados, visitantes, ventas, reuniones de negocios, actividades culturales y asistentes a las jornadas profesionales, lo es también que ese triunfo se evalúa por el entusiasmo que muestran los autores por ser parte de ella y por la demanda de los lectores por acompañarlos en la lectura de sus libros.


Cada año, los estantes dispuestos para los expositores se han rebosado de ejemplares, y con ellos se ha demostrado que se puede convivir en la diversidad ideológica, en la pluralidad cultural, en la multiplicidad y complejidad temática, dando cabida a todas las voces. Por supuesto, en un espacio plural, como no puede ser de otra manera, también ha habido lugar para la polémica.

Rafael Cadenas


Pero, por encima de todo, el mayor orgullo de la Filuc ha sido potenciar el intercambio diverso y plural. De eso se han encargado cada uno de los responsables que, en diferentes etapas y momentos, en dos décadas y media de celebración nos han convocado a aproximarnos sin prejuicios, a compartir una forma de economía que vende un producto muy especial: la propiedad intelectual.


El acercamiento, de referencia nacional e internacional, se ha mantenido en medio de grandes dificultades, eso es verdad; pero gracias a una tesonera universidad venezolana, se ha sabido impulsar la producción editorial vernácula contenidas en trabajos de grado, de maestría y de doctorado, en un abrazo cordial con las ediciones de las artes literarias editadas en el país y en el mundo.


Esa vocación internacional se constata, por cierto, en la presencia anual de escritores hispanoamericanos y europeos, respaldados por sus embajadas, en contacto fraternal con los escritores venezolanos, consagrados y emergentes, de distintas generaciones y diversas formas de pensar.


YOLANDA PANTIN, POR JOSÉ ANTONIO ROSALES. 


Todos ellos, con sus discursos, charlas y conferencias, en un intercambio que excede la escala de otros espacios promotores del libro, han dejado una huella visible en el alma de los visitantes.


Del autor al lector


El libro —hecho novela, ensayo, poesía o libro de texto— es el vínculo prodigioso que ocurre entre quien escribe y quien lee. Es el extraordinario contacto entre quien crea, a través de la escritura, y quien recrea mediante la lectura. Una relación invisible entre dos entidades que no siempre se consiguen físicamente, y en cuyo fenómeno se funda un especial acto de comunicación.


Pero a veces, en esa comunicación tendida en la distancia, en ese encanto de leer sin detenerse a pensar en todo lo que hay en el medio —editores, diseñadores, correctores, ilustradores, impresores, distribuidores, publicistas, libreros—, ocurre un milagro: el encuentro personal entre el escritor y el lector. En el que el lector no sólo ve, escucha y siente al autor de sus asombros —a través de su voz, de sus gestos, o de su particular perfume—, sino que, en la luz directa de su mirada, puede acceder al diálogo con un corazón en el que resurgen las simpatías, o se desata el nudo de nuevas e inesperadas percepciones.

Sergio del Molino


Este libro, editado por la Dirección de Medios y Publicaciones de la Universidad de Carabobo, recoge la exploración fotográfica que el fotoperiodista José Antonio Rosales ha hecho del rostro de 100 de los escritores que, a lo largo de 20 ediciones, han visitado la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo.


Desde 1998, cuando la UC celebraba 40 años de su reapertura, la Filuc vino a proponer el prodigio. Esa primera edición se llamó Expo-libro y convocó a escritores nacionales. Se inauguraba así una tradición con la que el lector, buscando su ejemplar, se encontraba en los stands y en los pasillos de la feria a los autores, en un saludo en el que éstos entregaban en propia mano, la firma de un ejemplar de sus creaciones, al tiempo que el lector le ofrecía la versión agradecida de su lectura. Así, el libro se convertía, con la presencia y la rúbrica de quienes escriben, en un ejemplar singularmente propio, con un valor patrimonial.


Fotografías de Coralia López Gómez


Esa dedicatoria —ese encuentro— que puede llevar legítimamente implícita una estrategia editorial se convierte en un homenaje que el lector percibe como una muestra de sincero vínculo, detrás del cual se vislumbra la admiración y el agradecimiento entre dos seres humanos que comparten un amor físico y espiritual por la lectura y el libro.


«La operación de escribir supone la de leer como su correlativo dialéctico, y estos dos actos conexos necesitan dos agentes distintos. Lo que hará surgir ese objeto concreto e imaginario, que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y del lector”, dice Jean Paul Sartre en el libro ¿Qué es la literatura? (1)


Y aunque los más de tres años de pandemia nos dejaron la experiencia de las ferias virtuales —refugio de charlas y conferencias en el ciberespacio a las que tendremos que acostumbrarnos—, debemos admitir que nada reemplaza la emoción del contacto personal. Aunque para disfrutar de la lectura de un libro, no es indispensable conocer al autor.


Biografía de un instante

¿Qué proponen los retratos de José Antonio Rosales? Son escritores que han visitado la Filuc, y que vuelven, una y otra vez, a ofrecer sus sentimientos, sus sensaciones, su pensamiento, su imaginación, sus conocimientos, su trabajo, a través de los libros que han cobrado vida en las manos de quienes los han leído, completando lo dicho en ellos, y de cuyas imágenes José Antonio se ha convertido en fotógrafo y en guardián.


Cada rostro representa una conciencia lingüística distinta que amplía el vocabulario y la percepción del lector, y un punto de vista diferente que nos hace entender que es necesario mirar el mundo por la ventana de los otros.


Fotografías de Coralia López Gómez


El acercamiento lo ha procurado un fotógrafo-lector en los diálogos públicos, en las conferencias y en las lecturas de la propia obra de los autores; en los discursos inaugurales y en los pregones de elogio a la lectura escenificados en las instalaciones de la feria, y con cuyas reflexiones se ha legado un aporte intelectual que es también la celebración de una vocación y de una pasión.


El registro fotográfico sintetiza una labor asentada, año a año, por José Antonio Rosales. Es el testimonio de una fe, de una persistencia, de una convicción por dejar constancia de estas presencias, en retratos embriagados de ficciones, poesía y ensayos, que reflejan, por una parte, el instinto periodístico de quien ha adoptado la fotografía como su modo de estar en el mundo y, por otra, un atributo adicional de la feria: el de dar cabida a otras artes.


Cada retrato es el testimonio de un segundo, de un tiempo ido, pero vivido con intensidad. Detrás de cada uno de los escritores contenidos en este libro hay miles de lectores, que también forman parte de la imagen. El inventario es institucional, pero también es personal, sobre una época de la vida de la feria, y de un talante incuestionable de asumir la fotografía como una opción de vida.


José Antonio activa el obturador y el rostro se suspende en el rectángulo de la cámara en donde se construye su particular relato. En ese inmóvil momento, que la brevedad procura deshacer con una persistencia que nos subyuga, la fotografía se impone. La imagen muestra la mirada honda, el interés o el desdén por lo circundante, el galanteo que sublima, la expresión corporal presionada por el instinto. La vida se puede reducir a un presente que la fotografía eterniza. Lo que subyace en el nervio del obturador no es, solamente, la pura imagen retratada. Lo que le otorga forma y contenido a ese instante infinito, es, ciertamente, el talento, una intuición natural, respaldada por la educación de esa mirada. La foto ofrece algo más de lo que el ojo ha visto.


José Antonio se mueve calladamente por los pasillos de la exposición, en los salones de conferencias, entre bastidores, buscando la imagen espontánea. Mira el mundo detrás de la cámara como si detrás de la mirilla pudiera permanecer sin ser visto. Son tomas frontales, verticales, sólo la cara o medio cuerpo, en blanco y negro, sobre el fondo del lugar en donde se hizo el retrato.


Fotografías de Coralia López Gómez


Se concentra en la expresión en donde se puede ver lo que hay dentro de cada uno de ellos. Se puede leer nobleza, también humildad, otras veces, arrogancia, coquetería o simpatía. A veces asoma la dura piel de una cara que evoca, o una cabeza blanca que espanta. Hay facciones que son la conexión profunda con los ojos vivos de un niño, y otros, la visión de antiguas piedras azules. Sus retratos escapan de la saeta del discurso y huyen de la lógica de la adoración.


Esa inteligencia visual, en el caso de José Antonio, viene dada, no sólo por el dominio de la técnica fotográfica —para José Antonio es importante el alfabeto, de la misma manera que es esencial lo que escribe con cada letra—, sino también por un gusto desarrollado en la música, las artes plásticas, la literatura, el cine, que suman en su cabeza un pensamiento, un punto de vista, una opinión, de la que la imagen se alimenta con generosidad.

Michelle Roche.


Cuando se enfrenta al desafío de cómo penetrar en esas miradas de la que procura su intimidad, se activa el bagaje del que está hecho. Al mecanismo de protección que levanta todo retratado, como una máscara para superar el segundo del clic, una suerte de mensaje tranquilizador surge de la voz de José Antonio. Entonces, “La flecha del ojo / justo / en el blanco del instante”, como dice Octavio Paz en Carta al tiempo (2).


Se allana el camino para salvar la batalla secreta entre el miedo a ser descubierto y a mostrarse tal cual se es, ante quien quiere fijar el rostro. Surge la historia individual, divisada en las estampas alegres, lejanas o esperanzadas, porque ninguno de los protagonistas elude el espejo personal donde se reflejará lo que la fotografía recupera. De tal manera que las fotos, además de ser memorias sujetas a la evocación, son imágenes que producen sentidos, más allá del recuerdo. En primer plano se funda el señalado relámpago de ese encuentro misterioso.


Conocemos y reconocemos a las personas a quienes retrata. El tiempo transcurrido ha modificado algunas facciones, y la materialidad de la foto retiene la vida de quienes sobreviven sólo en sus libros. La intimidad que provee la cámara, en relación con el retratado, permite admirar y descubrir aspectos que los protagonistas no han visto de sí mismos. Los retratados posan libremente, hay quienes son captados sin posturas, relajados. La pupila fotográfica apenas asoma el ajetreo de la feria que sirvió de escenario. Las fotografías son una extensión de la firma autógrafa ofrecida en los stands, que se prolonga en la piel que va en búsqueda de una comunicación pendiente. Las huellas de quienes cuentan historias, el instante de una leve biografía.



El jueves 12 de octubre de 2023 se realizó la presentación del libro titulado Filuc: 20 ediciones, 100 retratos del autor José Antonio Rosales, que contó con la presentación de la rectora de esta casa de estudios, Jessy Divo de Romero, la presidente del comité organizador de la Feria Internacional del Libro de la UCRosa María Tovar y el escritor y periodista Rafael Simón Hurtado.



1 ¿Qué es la literatura? Jean Paul Sartre. Losada S.A. Buenos Aires, 1947.


2 Vuelta. Octavio Paz. Seix Barral, México, 1976


*Filuc: 20 ediciones, 100 retratos. José Antonio Rosales. Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo. Valencia, Venezuela, 2023.


Tomado de El Nacional.


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Rafael Simón Hurtado. " Al fondo la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en MaracaiboEstado Zulia


Rafael Simón Hurtado

Escritor y periodista venezolano. Licenciado en comunicación social egresado de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Maracaibo, Zulia). Ha obtenido el Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia (años 1990 y 1992), el Premio Nacional de Periodismo Científico (2008),  el Premio de Periodismo “Jesús Moreno” (Universidad de Carabobo, 2009) y el Premio Nacional de Literatura “Rafael María Baralt" (2016). Ha publicado el libro de cuentos Todo el tiempo en la memoria y las crónicas literarias “Leyendas a pie de imagen, croquis para una ciudad”. Fue editor-director de la revista cultural Laberinto de Papel y de las publicaciones de divulgación científica Saberes Compartidos y A Ciencia Cierta, todas de la Universidad de Carabobo. 



Ficha tomada de Letralia.


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