Estimados Amigos
Hoy tenemos el gusto de hacerles llegar un texto que recorre la obra de nuestro amigo Yuri Valecillo.
Deseamos disfruten de la entrada.
Hoy tenemos el gusto de hacerles llegar un texto que recorre la obra de nuestro amigo Yuri Valecillo.
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Si hay algún encuadre que, como sello identificador, señala una especial seducción por los elementos arquitectónicos que definen la relación de volúmenes en la imagen, es el encuadre acostumbrado de Yuri Valecillos. Pareciera que este fotógrafo identificara el objeto a fotografiar en relación a la situación diametral con el entorno, siempre. Ello y la búsqueda de la consistencia abigarrada, de este nuevo “barroco” en el cual vivimos, son hechos atractivos para el ojo avisador de Yuri.
En sus fotografías presentimos la concepción de una mirada al mundo como escenario teatral. La escenografía es la misma figuración que la realidad cotidiana, de los espacios urbanos, construye.
Valecillos dimensiona un discurso de la ironía a través de sus conjuntos fotográficos. Ve a los seres humanos como personajes ubicados en un “paisaje” por azar, que adquiere tonos grotescos o sencillamente grandilocuentes, en su búsqueda de trascender los acontecimientos que definen las vidas públicas o privadas.
Valecillo vive con frecuencia entre Venezuela y México, eso hace que su ojo esté embebido en el mundo real de las ciudades, con el toque característico de estos dos países.
Pero la imposición inesperadas de las estructuras que hacen el medio, no son suficientes para que los seres humanos sean ignorados por el fotógrafo, por el contrario, su selección visual parece precisar la necesidad de insistir en los personajes como víctimas, o como arte y parte de estos “volúmenes” que con frecuencia los determinan o aprisionan.
El acto de participar, de estar allí, de formar parte de aquello de modo consistente, coloca a los seres humanos, en sus fotografías, como habitantes corresponsables de su destino en el mundo.
En los encuadres de Valecillo siempre hay un acontecimiento sucediendo, una anécdota, una historia de vida.
Si contemplamos, por ejemplo, esta fotografía tomada en México, en plena calle, advertimos que la edificación en un espacio de cultura, que hay un proceso ya sea de restauración o de derrumbamiento, y que son varios los personajes, en diferentes roles, los que intervienen en la construcción de este “escenario”. El hombre en primer plano, sentado en el escalón, es un saxofonista, tiene el instrumento sobre las piernas, y la caja del instrumento está abierta a su lado, en compás de espera. Mientras tanto, los jóvenes atrás, que trabajan sobre el friso del edificio, han pasado a poner su atención en el fotógrafo y el paisaje de la calle. Las diversas texturas dan señales de época, contrasta la escalera, las paredes y las lámparas, con el cartel que da cuenta de la agenda cultural de la edificación y las cintas plásticas amarillas, que evitan el paso hacia el lugar. Esta escena contiene pistas, huellas culturales absolutamente diversas, en un abigarramiento tanto cromático como temporal.
Para el ojo del fotógrafo esta circunstancia es un objetivo importante, lo vemos en su mirada a los graffitis y murales de las calles, y en visiones de conjunto con detalles desconcertantes.
En la imagen del joven pasando en la bicicleta mientras el fondo está constituido por un gigantesco mural de una mujer, en posición horizontal, como suspendida en un cielo de nubes al instante, y este enorme fresco continua en un edificio derruido de tonos rojizos, con los cristales rotos, paredes desconchadas, balcones abiertos y hasta un dispositivo de aire acondicionado colocado en la fachada. Las bicicletas se cruzan visualmente, pero una está estacionada.
Sentimos el peso significativo de los efluvios de la ciudad, del mundo urbano, en su violencia esencial, donde el tiempo y las circunstancias hacen acto de presencia, dando cabida a la superposición de íconos que definen modos de mirar y concebir el espacio y la vida en contraste. Esa mujer que corre en el cielo pero está, a la vez, acostada, por su disposición horizontal, esas paredes que muestran por áreas la desnudez del friso, esas ventanas abiertas entre el abandono y la acción, nos dan una percepción abigarrada de fuerte conducción simbólica a los paseantes asombrados.
Una cúpula en el proceso de su mantenimiento o reparación, es otro motivo fotográfico de Yuri Valecillos, donde los trabajadores “colgados” para su faena, guardan asimetría con las líneas rectas de la construcción, que bajan de la cúspide. La toma desde abajo, señala la dimensión de la proeza de estos ejecutores en valiente postura, un lienzo blanco a dejado al descubierto el espacio, como si se tratara de un efecto teatral elaborado, en la búsqueda de espectadores.
Una fotografía a color en el cementerio, muestra la escultura sobre la tumba, dama arrodillada y pensativa, con la mirada en el cielo, quien en su melancolía marmórea, coloca el codo sobre el pequeño ataúd de piedra, mientras la acompaña la figura real, humana, de un caballero de pie, cuya mano parece cerrar la caja donde yacería el fallecido, una cierta ironía, (propia de parte del estilo de este fotógrafo) reviste la escena.
Señala Alejandro Vásquez que: “Es la memoria cultural, la encargada de empujar, desde las interconexiones personales anteriores la marcha del relato. De esta manera cuando miramos un grupo de fotografías (un ensayo), esperamos con la impaciencia correspondiente el surgimiento de una revelación. De una bocanada de luz que encienda la memoria y se inicie el entretejido de relaciones visuales de nuestro pasado y del pasado de las imágenes, es decir, cuando fueron tomadas y el presente, cuando las miramos en forma de ensayo o como fotografía solitaria. Destejer la telaraña del rastro visual pareciera desearse”(Vásquez, 2010,p.51).
En efecto, en el recorrido que hacemos desde las primeras fotografías que conocemos del trabajo de Yuri Valecillos, encontramos en sus encuadres la relación de conjunto, de las huellas de lo humano en el entorno, sobre todo en el paisaje urbano, en la relación de contraste que superponen épocas y grupos sociales, modos de mirar la dinámica de los gestos que definen la diversidad y a veces: el choque cultural. Pero también descubre la armonía y el engranaje de elementos visuales, aparentemente irreconciliables, dejando traslucir una cierta ironía desde su perspectiva. Su trabajo ha ganado solidez y es siempre revelador de sorpresas.
Referencia:
Vásquez Alejandro (2010) Anotaciones sobre el reportaje y el ensayo fotográficos. Editorial El perro y la rana, Caracas,2014
Yuri Valecillo, tomando café un lujo mantuana en la Venezuela de la escasez actual |
En sus fotografías presentimos la concepción de una mirada al mundo como escenario teatral. La escenografía es la misma figuración que la realidad cotidiana, de los espacios urbanos, construye.
Valecillos dimensiona un discurso de la ironía a través de sus conjuntos fotográficos. Ve a los seres humanos como personajes ubicados en un “paisaje” por azar, que adquiere tonos grotescos o sencillamente grandilocuentes, en su búsqueda de trascender los acontecimientos que definen las vidas públicas o privadas.
Valecillo vive con frecuencia entre Venezuela y México, eso hace que su ojo esté embebido en el mundo real de las ciudades, con el toque característico de estos dos países.
Pero la imposición inesperadas de las estructuras que hacen el medio, no son suficientes para que los seres humanos sean ignorados por el fotógrafo, por el contrario, su selección visual parece precisar la necesidad de insistir en los personajes como víctimas, o como arte y parte de estos “volúmenes” que con frecuencia los determinan o aprisionan.
El acto de participar, de estar allí, de formar parte de aquello de modo consistente, coloca a los seres humanos, en sus fotografías, como habitantes corresponsables de su destino en el mundo.
En los encuadres de Valecillo siempre hay un acontecimiento sucediendo, una anécdota, una historia de vida.
Si contemplamos, por ejemplo, esta fotografía tomada en México, en plena calle, advertimos que la edificación en un espacio de cultura, que hay un proceso ya sea de restauración o de derrumbamiento, y que son varios los personajes, en diferentes roles, los que intervienen en la construcción de este “escenario”. El hombre en primer plano, sentado en el escalón, es un saxofonista, tiene el instrumento sobre las piernas, y la caja del instrumento está abierta a su lado, en compás de espera. Mientras tanto, los jóvenes atrás, que trabajan sobre el friso del edificio, han pasado a poner su atención en el fotógrafo y el paisaje de la calle. Las diversas texturas dan señales de época, contrasta la escalera, las paredes y las lámparas, con el cartel que da cuenta de la agenda cultural de la edificación y las cintas plásticas amarillas, que evitan el paso hacia el lugar. Esta escena contiene pistas, huellas culturales absolutamente diversas, en un abigarramiento tanto cromático como temporal.
Para el ojo del fotógrafo esta circunstancia es un objetivo importante, lo vemos en su mirada a los graffitis y murales de las calles, y en visiones de conjunto con detalles desconcertantes.
En la imagen del joven pasando en la bicicleta mientras el fondo está constituido por un gigantesco mural de una mujer, en posición horizontal, como suspendida en un cielo de nubes al instante, y este enorme fresco continua en un edificio derruido de tonos rojizos, con los cristales rotos, paredes desconchadas, balcones abiertos y hasta un dispositivo de aire acondicionado colocado en la fachada. Las bicicletas se cruzan visualmente, pero una está estacionada.
Sentimos el peso significativo de los efluvios de la ciudad, del mundo urbano, en su violencia esencial, donde el tiempo y las circunstancias hacen acto de presencia, dando cabida a la superposición de íconos que definen modos de mirar y concebir el espacio y la vida en contraste. Esa mujer que corre en el cielo pero está, a la vez, acostada, por su disposición horizontal, esas paredes que muestran por áreas la desnudez del friso, esas ventanas abiertas entre el abandono y la acción, nos dan una percepción abigarrada de fuerte conducción simbólica a los paseantes asombrados.
Una cúpula en el proceso de su mantenimiento o reparación, es otro motivo fotográfico de Yuri Valecillos, donde los trabajadores “colgados” para su faena, guardan asimetría con las líneas rectas de la construcción, que bajan de la cúspide. La toma desde abajo, señala la dimensión de la proeza de estos ejecutores en valiente postura, un lienzo blanco a dejado al descubierto el espacio, como si se tratara de un efecto teatral elaborado, en la búsqueda de espectadores.
Una fotografía a color en el cementerio, muestra la escultura sobre la tumba, dama arrodillada y pensativa, con la mirada en el cielo, quien en su melancolía marmórea, coloca el codo sobre el pequeño ataúd de piedra, mientras la acompaña la figura real, humana, de un caballero de pie, cuya mano parece cerrar la caja donde yacería el fallecido, una cierta ironía, (propia de parte del estilo de este fotógrafo) reviste la escena.
Señala Alejandro Vásquez que: “Es la memoria cultural, la encargada de empujar, desde las interconexiones personales anteriores la marcha del relato. De esta manera cuando miramos un grupo de fotografías (un ensayo), esperamos con la impaciencia correspondiente el surgimiento de una revelación. De una bocanada de luz que encienda la memoria y se inicie el entretejido de relaciones visuales de nuestro pasado y del pasado de las imágenes, es decir, cuando fueron tomadas y el presente, cuando las miramos en forma de ensayo o como fotografía solitaria. Destejer la telaraña del rastro visual pareciera desearse”(Vásquez, 2010,p.51).
En efecto, en el recorrido que hacemos desde las primeras fotografías que conocemos del trabajo de Yuri Valecillos, encontramos en sus encuadres la relación de conjunto, de las huellas de lo humano en el entorno, sobre todo en el paisaje urbano, en la relación de contraste que superponen épocas y grupos sociales, modos de mirar la dinámica de los gestos que definen la diversidad y a veces: el choque cultural. Pero también descubre la armonía y el engranaje de elementos visuales, aparentemente irreconciliables, dejando traslucir una cierta ironía desde su perspectiva. Su trabajo ha ganado solidez y es siempre revelador de sorpresas.
Referencia:
Vásquez Alejandro (2010) Anotaciones sobre el reportaje y el ensayo fotográficos. Editorial El perro y la rana, Caracas,2014
Laura Antillano
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