Estimados amigos
Hoy compartimos con ustedes este bello texto del escritor chino Lin Yutang, con seguridad el autor que logró mas por el acercamiento entre el Occidente y China. Durante muchísimo tiempo fue muy común hallar las obras de Lin Yutang en las casas de nuestro país. Pero con el pasar del tiempo muchos de esos libros fueron olvidados o desplazados por literatura más de moda. Sin embargo la dulzura de la prosa de Lin Yutang permanece y el tiempo no hace mas que mejorarla.
Deseamos disfruten de la entrada.
Richard Montenegro
*******
CÓMO CELEBRÉ EL FIN DE AÑO LUNAR
A consecuencia
de la revolución de Xinhai en 1911, que provocó la abdicación del
último emperador, Puyi, y condujo a la proclamación de la República de
China al año siguiente, muchas cosas empezaron a cambiar en la vida de
los chinos. Una de ellas fue que se abolió el calendario lunar con
semanas de diez días y se implantó el calendario gregoriano occidental.
Lin Yutang (Fujian, 1895
- Taiwan, 1976) fue un prolífico escritor, un gran divulgador de la
cultura china en Occidente, traductor de sus clásicos e inventor de un
sistema de indexación y romanización del chino, de una máquina de
escribir en este idioma y de un cepillo de dientes con dispensador de
pasta, entre otras cosas. Probablemente escribió poco después de la
abolición del calendario tradicional chino este entrañable artículo
costumbrista que posteriormente se recogió en la antología With Love and Irony, publicada en 1940.
*******
El antiguo Año Nuevo del calendario lunar era la festividad más importante del año para los chinos. En comparación, todas las demás fiestas palidecían como si carecieran por completo del espíritu de la celebración. Durante cinco días la nación entera vestía sus mejores galas, cerraba los negocios, holgazaneaba, jugaba, aporreaba gongs, tiraba petardos, hacía visitas y asistía a representaciones teatrales. Era el gran día de la buena suerte, en el que todo el mundo imaginaba con ilusión un nuevo año, mejor y más próspero; en el que todos añadían con placer un año más a su edad y a nadie faltaba un comentario auspicioso para sus vecinos.
Hasta la criada más humilde tenía derecho a no ser reprendida el día
de Año Nuevo; y lo que es más extraño, incluso la más industriosa de las
mujeres de China se dedicaba a holgar y a comer pipas de melón y se
negaba a lavar o a preparar comida alguna, y ni siquiera consentía tocar
un cuchillo de cocina. La justificación de tal ociosidad era que cortar
carne el día de Año Nuevo equivalía a cortar la buena suerte; y que
verter agua en un fregadero era derramar la buena suerte; y que lavar
cualquier cosa era desvaír la buena suerte. En todas las puertas se
pegaba rollos rojos con las palabras: Suerte, Felicidad, Paz,
Prosperidad, Primavera. Porque era la celebración del regreso de la
primavera, de la vida, la fertilidad y la prosperidad.
Y por todas partes, en los patios de las casas y en las calles
resonaba el estruendo de petardos y cohetes y el olor del azufre flotaba
en el aire. Los padres perdían su dignidad, los abuelos eran más
afables que nunca, y los niños tocaban silbatos, se ponían máscaras y
jugaban con muñecos de barro. Las mujeres del campo, vestidas con sus
mejores atavíos, caminaban varios kilómetros hasta una aldea vecina para
asistir a una representación teatral y los
galanes de pueblo se atrevían a ir más lejos de lo habitual en sus
requiebros. Era el día de la emancipación para las mujeres, emancipación
de la monotonía de la cocina y la colada. Y si los hombres tenían
hambre, podían freír nienkao1- o hacerse un bol de tallarines con salsa preparada, o ir a la cocina y robar un trozo de pollo frío.
El Gobierno Nacional de China ha abolido oficialmente el Año Nuevo
lunar, pero el Año Nuevo lunar sigue con nosotros, y se niega a ser
abolido.
Yo soy ultramoderno. Nadie podrá acusarme de ser conservador. No solo
estoy a favor del calendario gregoriano, sino que incluso soy
partidario del calendario de trece meses, en el que todos los meses
tienen exactamente cuatro semanas o veintiocho días. En otras palabras,
soy muy científico en mis puntos de vista y muy lógico en mis
razonamientos. Y fue este orgullo científico mío el que resultó
malherido con el rotundo fracaso de mi celebración del Año Nuevo
oficial, como cualquiera que haya pretendido celebrarlo con auténtico
sentimiento habrá descubierto por sí mismo.
Yo no quería el Viejo Año Nuevo. Pero el Viejo Año Nuevo vino. Vino
el cuatro de febrero. Mi gran Mente Científica me dijo que no hiciera
caso al Viejo Año Nuevo, y yo le prometí que no se lo haría.
—No voy a defraudarte —le dije, con más buena voluntad que convencimiento.
Porque ya había sentido el rumor de la proximidad del Viejo Año Nuevo
desde principios de enero, cuando una mañana me sirvieron como desayuno
un bol de lapacho, o congee2- con semillas de loto y ojo de dragón3,
que repentinamente me recordó que era el octavo día del doceavo mes.
Una semana después, mi criado vino a pedirme que le adelantara la paga
extra, que le correspondía cobrar el día de fin de año. Me pidió la
tarde libre y me enseñó el paquete con el corte de paño azul que iba a
enviar a su esposa. Los días primero y segundo de febrero tuve que dar
aguinaldo al cartero, al lechero, al cochero, a los repartidores de las
editoriales, etcétera. Desde el principio supe lo que se avecinaba.
Llegó el tres de febrero. Con todo me dije, "No voy a celebrar el
Viejo Año Nuevo". Aquella misma mañana, mi esposa me dijo que me
cambiara de ropa interior.
—¿Para qué? —le pregunté.
—Chouma te va a lavar hoy la ropa interior. No va a lavar mañana, ni pasado mañana, ni al otro.
Siendo humano, no pude negarme. Y ese fue el principio de mi caída.
Después del desayuno mi familia iba a ir al banco, ya que se había
desatado un leve pánico bancario, a pesar de que según la orden
ministerial el Viejo Año Nuevo no existía.
—Yutang —me dijo mi esposa—, vamos a alquilar un coche. Podrías venir con nosotros y cortarte el pelo.
No me apetecía cortarme el pelo, pero el coche era una gran tentación.
Nunca me ha gustado hacer el tonto en los bancos, pero me encantan los
coches. Pensé que podía aprovechar para ir al mercado del Templo de los
Dioses y ver qué podía comprar para los niños. Sabía que en esta época
habría faroles, y quería que mi hija pequeña viera cómo eran los faroles
giratorios.
En
primer lugar, no debería haber ido al mercado del Templo de los Dioses.
Cuando te metes allí en esta época del año ya sabes lo que va a pasar.
En el camino de vuelta a casa me di cuenta de que no solo llevaba
faroles giratorios y faroles con forma de conejo y varios paquetes de
juguetes chinos, sino también varias ramas con flores de ciruelo. Al
llegar a casa me encontré con que alguien de mi tierra natal me había
llevado una maceta de narcisos, los narcisos por los que era famosa en
todo el país mi tierra natal y que tan esplendorosamente florecían y tan
sutilmente perfumaban los días de Año Nuevo de mi niñez. No podía
cerrar los ojos sin que mi infancia reapareciera ante mí con todo
detalle. Cada vez que olía los narcisos, mi pensamiento regresaba a los
rollos rojos, el banquete de fin de año, los petardos, las velas rojas y
las naranjas de Fukien, las visitas de buena mañana y aquella túnica de
satén negro que sólo me permitían ponerme una vez al año.
A la hora del almuerzo, el perfume de los narcisos me hizo pensar en unos budines de arroz con nabo que hacen en Fukien.
—Este año nadie nos ha enviado budines de nabo —dije apenado.
—Es porque no ha venido nadie de Amoy. Si hubieran venido nos los habrían mandado —dijo mi esposa.
—Recuerdo que una vez compré unos budines exactamente iguales en una
tienda cantonesa de Wuchang Road. Seguro que puedo volver a encontrarla.
—No lo creo —me desafió mi esposa.
—Pues claro que sí —insistí aceptando el desafío.
A las tres de la tarde estaba en un autobús de vuelta a casa desde North Szechuan Road con una gran cesta de nienkao de un kilo y medio.
A las cinco de la tarde nos comimos los nienkao fritos, y con la sutil fragancia de los narcisos flotando en la habitación, me sentí terriblemente mal, como un pecador.
—No voy a celebrar el fin de año —dije con firmeza—. Esta noche pienso ir a ver una película.
—¿Cómo vas a irte? —me reconvino mi esposa—. Hemos invitado al señor Ts___ a cenar esta noche.
Todo iba de mal en peor. A las cinco y media mi hija menor apareció con su nuevo vestido rojo.
—¿Quién le ha puesto el vestido nuevo? —exclamé, visiblemente alterado pero guardando a duras penas la compostura.
—Ha sido Huangma —fue la respuesta.
A las seis de la tarde encontré velas rojas encendidas sobre la
repisa de la chimenea, y sus vibrantes llamas proyectaban un irónico
resplandor triunfal sobre mi Conciencia Científica. Mi Conciencia
Científica, por cierto, estaba ya muy baja, y cada vez parecía más vaga e
irreal.
—¿Quién ha encendido las velas? —pregunté en tono desafiante.
—Ha sido Chouma —fue la respuesta.
—¿Y quién ha comprado las velas? —exigí saber.
—Vamos, las has comprado tú esta mañana.
—Oh, ¿de verdad?
No podía haber sido mi Conciencia Científica. Tenía que haber sido mi Otra Conciencia.
Mi expresión debió ser bastante ridícula, y no tanto por haber
olvidado lo que había hecho aquella misma mañana como por el conflicto
que enfrentaba a mi cabeza y mi corazón en aquel momento. Pero no tardó
en sacarme de mi conflicto mental el estruendo de los petardos que
resonaban en el vecindario. Uno
a uno, aquellos estampidos fueron asentándose en mi conciencia más
profunda, pues tienen la cualidad de hacer vibrar el corazón de un chino
como ningún europeo imagina. El desafío de mi vecino del este fue
aceptado por mi vecino del oeste, creciendo hasta convertirse en una
descarga cerrada de fusilería.
No iba a permitir que mis vecinos me avasallaran. Sacando un billete le dije a mi chico:
-Ah Ching, toma esto y ve a comprarme unos petardos cielo y tierra y
unas cuantas tracas, tan grandes y ruidosas como sea posible. ¡Recuerda,
cuanto más grandes y ruidosas, mejor!
En medio del estruendo de los petardos me senté a la mesa para la cena de fin de año. Y a mi pesar, me sentí muy feliz.
Lin Yutang
Caligrafías de Año Nuevo de Xu Guoliang (estilo Kaishu):"Cuando canta el gallo dorado el alba es hermosa.
Y cuando resuenan los petardos,
el sabor de la primavera se hace aún más intenso".
Traducción del inglés de Luis Soldevila
NOTAS:
1) Nienkao. Pastelillos de arroz que se preparan por Año Nuevo.
2) Congee. Sopa espesa de arroz similar a las gachas.
3) "Ojo de dragón", o longan, fruto de un árbol tropical del sur de China, parecido al lichi.
Amor e ironía
Lin Yutang
Buenos Aires: Biblioteca Nueva
1943, 333 páginas
Puedes descargar un pdf con fragmentos del libro Amor e ironía pulsando aquí
Si te interesa descargar el libro La importancia de vivir pulsa aquí
*******
Richard
Montenegro. Perteneció a la redacción
de las
revistas Nostromo y
Ojos de perro azul; también fue parte
de la plantilla de la revista universitaria
de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo.
Es colaborador del blog del Grupo
Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/.
Es autor del libro 13 fábulas y
otros relatos, publicado por
la editorial El Perro y la Rana
en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista
del Grupo Li Po publicada por
la misma editorial en 2008 y en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica editado por
el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y
relatos han aparecido
en publicaciones periódicas venezolanas tales como:
el semanario Tiempo Universitario
de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa
del diario Notitarde, El Venezolano, Diario
de Guayana; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista
de Creación Literaria y de Humanidades
de la Universidad de Málaga y en portales o
páginas
web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la
colombiana Cosmocápsula.
*******
Enlaces Relacionados:
Gracias po compartirlo , es un bellísimo artículo y hay información que no conocia . Saludos
ResponderEliminarJEM WONG
Gracias por hacerme recordar lecturas de mi juventud. Por cierto, ¿quién hizo la traducción? Seguramente fue traducido del inglés. Saludos, Emma
ResponderEliminarEs un placer compartirlo Fanny. Gracias por comentar la entrada y por los saludos. Pásala bien
ResponderEliminarGracias Emma por tu visita y por comentar.La traducción es de Luis de Soldevila y fue hecha a partir del texto en inglés.
ResponderEliminarMe encantó!
ResponderEliminarEs una maravilla descubrir la escritura de Lin Yutang a través de esta crónica. Realmente fue una grata lectura que invita a leer más sobre este autor. Y gracias por los enlaces a otros libros de él. lamentablemente el enlace a La importancia de vivir no funciona. ¿Será posible corregirlo?
ResponderEliminarGracias a ti I.P. por tu visita. El enlace de La importancia de vivir ya fue actualizado. Ahora si podras descargar el libro. Disfruta del año nuevo lunar y gracias por dejar tu comentario.
EliminarXIE, XIE POR COMPARTIR.
ResponderEliminarGracias IGNACIO ALLEN por tu visita
EliminarQue excelente artículo, me encanta la explicación tan detallada, casi siempre te leo y me agrada que tu escritura sea tan fresca y versátil. Espero poder seguir disfrutrando de tus post. Muchos éxitos y suerte!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita y comentario Comprar en China por internet. Bienvenido al blog
Eliminar