MIENTRAS BEBO, SOLO, A LA LUZ DE LA LUNA
Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me acompañe.
Levanto el vaso e invito a la luna:
con ella y con mi sombra seremos tres.
Pero la luna no acostumbra beber vino,
y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava,
mientras aún es primavera.
En las canciones que entono vibran rayos lunares;
en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;
ahora, ebrios, cada cual va por su lado.
¡Regocijémonos muchas horas todavía,
en nuestro extraño festín inanimado,
para encontrarnos al fin en el Río de las Nubes!
UN DÍA DE VERANO, POR LA TARDE
Agito suavemente un abanico de plumas blancas,
sentado, la camisa abierta, entre las hojas verdes.
Me quito el gorro y lo cuelgo de una saliente en la roca;
el viento entre los pinos roza mi frente desnuda.
LOS CUERVOS QUE GRAZNAN POR LA TARDE
Doradas nubes bañan la muralla.
Los negros cuervos graznan sobre sus nidos,
nidos en los que quisieran descansar.
En tanto, la joven esposa suspira, sola y triste,
sus manos abandonan el telar,
sus ojos están fijos en la azul cortina del cielo,
cortina que parece separarla del mundo,
como la leve niebla oscurece el río.
Está sola: el esposo viaja por países lejanos;
todas las noches está sola en su alcoba.
La soledad le oprime el corazón,
y sus lágrimas, como fina lluvia, caen en tierra.
ESCUCHANDO LA MANDOLINA DE UN SACERDOTE BUDISTA
El sacerdote budista de Chou tiene una mandolina:
baja del Monte de las Cejas hacia el poniente,
y hace sonar sus cuerdas en mi honor.
Sus vibrantes notas se parecen al alboroto
de un bosquecillo de pinos mecidos por el viento.
Mi corazón se siente purificado
como si lo hubiesen lavado las aguas del río.
La dulce melodía se une a los lejanos tañidos de una campana.
Insensiblemente desciende, en torno, el crepúsculo,
y los montes se esfuman en la bruma ligera.
Traducción de Luis Gregorich.
Textos extraídos de la "Antología de la poesía Universal". Selección y notas de Luis Gregorich. 1968.
Centro Editor de América Latina. Buenos Aires Argentina.
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Magnífico poema al vino, al festín inanimado mientras viajamos hacia el río de las nubes.
ResponderEliminarGracias por la visita Liponauta desconocido
EliminarHermoso!
ResponderEliminarMuchas gracias por esta belleza compartida siempre!!
EliminarMuchas gracias a ti pieldelmundo.blogspot por disfrutarla.
EliminarHERMOSO
ResponderEliminarGracias Fanny por disfrutarla...
EliminarExcelente...
ResponderEliminarGracias por tu visita estimado desconocido. Disculpa la tardanza.
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