"La ciencia ficción puede influir en las escuelas, reforzando en los niños la capacidad de soñar, de pensar en un mejor futuro."
Entrevista con el escritor colombiano Antonio Mora Vélez
Antonio Mora Vélez comparte junto a René Rebetez el honorable mérito
de haber sido uno de los primeros escritores en Colombia que apoyaron
su obra sobre el suelo de otros mundos. Por igual, ambos sufrieron la
incomprensión de la época y el rechazo tácito a la iniciativa de una
imaginación que no diera cuenta inmediata de los problemas locales.
Motivo que no los llevó a la desmoralización o al abandono de sus
trabajos sino a la reafirmación del género. En términos de René
Rebetez: “Lo que llamamos ciencia ficción es la crónica más fiel de
nuestro tiempo y una guía premonitoria del futuro”.1
René Rebetez. Imagen tomada de Goodreads. |
Hace 30 años un escritor local hablando de robots, de viajes al
espacio, de investigaciones cruciales desde complejos laboratorios
científicos, no podía sino raspar el desasosiego de una sociedad que se
veía a sí misma bajo la sombra del subdesarrollo y el margen histórico.
Actualmente, cuando deja de parecernos extraño hablar del universo al
tener un astronauta orbitando el espacio hijo de una mujer colombiana;
cuando estamos aportando desde nuestros laboratorios a la discusión
real de la ciencia universal y cuando, efectivamente, contamos con
nuestras propias escuelas de robótica e ingeniería avanzada; no podemos
sino agradecer a aquellos hombres que se atrevieron a soñar más allá
de las ataduras de su tiempo sin que por ello dejaran de expresar una
postura crítica con los problemas universales.
Antonio Mora Vélez. Nacido en Barranquilla. Abogado de profesión y
escritor de ciencia ficción de vocación. Accede a contestarnos unas
preguntas desde el futuro, desde la era del e-mail y los hyperlinks,
haciendo un recorrido desde sus primeras lecturas fantásticas hasta
hoy.
Superman (1978) Tráiler subtitulado en español.
—Para empezar nos gustaría saber qué lo motivó a crear historias de ciencia ficción.
—Las lecturas de Superman, Tarzán, Buck Rogers y otros personajes de las tiras cómicas y del cine. Películas como Forbidden planet, Flash Gordon conquista el universo, Frankenstein y Viaje fantástico, que vi en mis primeros años. Las novelas de Julio Verne y H. G. Wells. Los consejos de un profesor que me hizo leer El Ramayana en
la secundaria para que me enterara de que por esos tiempos de Rama en
la India hubo naves guerreras que surcaban el espacio, rayos letales
como el láser y simios que hablaban. Mis lecturas de cosmología que
hacía por afición y para preparar las clases de filosofía que dictaba
en el bachillerato, y la misma filosofía. Y los libros y revistas de CF
que leí antes de empezar a escribirla.
—¿Qué libros considera usted fueron las piedras angulares en sus comienzos como lector y posteriormente como escritor?
—20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne; La máquina del tiempo y El hombre invisible, de H. G. Wells; Fahrenheit 451, de Bradbury; Qué difícil es ser Dios, de los hermanos Strugatsky; El fin de la eternidad, de Isaac Asimov, y La nebulosa de Andrómeda y Corazón de serpiente, de Iván Efremov, novelas que leí en mis años de estudiante.
Forbidden Planet Official Trailer #1 - Leslie Nielsen Movie (1956) HD
—Debido al considerable tiempo que lleva sumergido en la
ciencia ficción ¿cuáles considera han sido los cambios más
significativos dentro del género? Y en relación a la anterior pregunta,
¿conoce las nuevas tendencias del género y, de ser así, qué opinión le
merecen?
—El gran cambio se da cuando la CF empieza a ocuparse del cosmos
interior del hombre y abandona la pretensión inicial de anticipar
inventos y descubrimientos. Y cuando elige como uno de sus temas las
repercusiones de la ciencia en la vida y en el futuro del ser humano.
Tendencias como la “New wave”, el ciberpunk y todas sus variantes y la
anti-ciencia-ficción de C. S. Lewis, son una consecuencia de este
cambio de enfoque que transformó la CF en una literatura de ideas que
pretende mostrar cuán alto puede ser el precio de la degradación del
ser humano por el camino que la ciencia y la sociedad transitan en el
mundo de hoy y criticarla desde la perspectiva de los valores del
escritor. Algunas obras de Dick llevadas a la pantalla como Blade Runner y Minority report (Sentencia previa)
y la Trilogía Cósmica de Lewis son un buen ejemplo de esta ciencia
ficción, que yo veo como parte de lo que ella es pero que no creo deba
ser la única posible ni menos la única legítima. Pienso que la
corriente esperanzadora tiene mucho que hacer en el mundo de hoy
todavía. O sea que no soy partidario de la exclusión, de considerar que
la ciencia-ficción debe limitarse a tal o cual variante, modalidad o
tendencia. Para mí es un género de libertad que admite todas las
tendencias y enfoques y su utilización depende de la cosmovisión y del
mensaje que quiera dejar el autor, y que no se limita a considerar como
parte estructural suya las ciencias básicas o naturales, sino que
extiende el campo a las demás ciencias, como lo sostuvo el escritor
cubano del género Oscar Hurtado al afirmar que Borges, en algunos de
sus cuentos, era escritor de ciencia-ficción ya que el término ciencia,
interpretado extensivamente, puede comprender la filosofía (“la ciencia
de las ciencias”). Y como lo sostienen hoy, para el caso de lo
religioso, C. S. Lewis y Orson Scott Card.
—¿De qué manera cree que afectó la imaginería de la vieja
ciencia ficción grandes revoluciones culturales sucedidas luego de los
años 80’s como la caída de la Unión Soviética; la marcada incursión de
la cibernética en la vida diaria de los individuos; la caída del muro
de Berlín; los monopolios de la información por parte de los grandes
grupos mediáticos; el terrorismo y el 11 de septiembre; los grandes
descubrimientos en materias como genética y biología —sólo por
mencionar algunos tópicos generales?
—La CF surgió cuando al hombre se le hizo evidente que el mundo y
la sociedad no han sido siempre los mismos, dicen Scholes y Rabkin. Por
eso ella evoluciona con los cambios científicos y sociales. La caída
de la Unión Soviética, por ejemplo, sepultó el optimismo marxista de
alguna CF que se hizo en ese país y que colocaba el comunismo como el
fin luminoso de la humanidad. En relación con el monopolio de la
información, que es el Gran Hermano pensado por Orwell, está toda la
literatura de ciencia-ficción que se inicia con 1984 de Orwell y Fahrenheit 451.
Los otros temas que señalan ustedes, en especial los descubrimientos
en biología y genética, sin duda aportan un material importante para
escribir la CF de hoy. Sobre todo para bajarla del espacio a la tierra.
De hecho ya hay muchas obras que se nutren de estos conocimientos y
que nada tienen que ver con la conquista del espacio. Como Clones, de Michael Marshall Smith, por ejemplo. O Presa, de Michael Crichton, que es una novela basada en la nanotecnología, otra revolución de las ciencias.
—¿Cuál cree usted que sea el reto más grande para los nuevos
escritores de ciencia ficción en un mundo de continuo progreso
científico en el que la ciencia parece ir un paso más adelante de la
imaginación fantástica?
—El reto es escribir bien y no pretender ser como Verne o como
Efremov o como Bradbury o como Dick. Y ver en las ciencias un referente
que es el marco o el telón de fondo pero que no es la obra. Lo
fundamental es la trama, el argumento, los personajes y el mensaje que
quiera enviar. Eso sí, para no escribir tonterías, hay que documentarse,
sujetarse al inventario actual de las ciencias sin perjuicio de la
libertad de poder inventar en este campo lo que pueda y necesite la
obra para ser creíble. Y la razón ustedes la insinúan en su pregunta:
las ciencias son de suyo fantásticas y al escritor le es casi imposible
ir al paso de ellas, mucho menos anticiparse a ellas. Aunque, les
aclaro, no es necesario ser un esclavo del dato científico. Todo el
mundo sabe que en Venus no hay vida y que ella es imposible en ese
planeta y sin embargo Asimov la supone en Los océanos de Venus, y lo mismo hace Lewis en Perelandra, un viaje a Venus.
—En la mayoría de cuentos que pudimos encontrar de su autoría,
de los años 70’s y 80’s fundamentalmente, imperaba un evidente sentido
de optimismo y esperanza por el porvenir de los hombres. Este
sentimiento de confianza hacia la raza humana, ¿aún perdura? ¿Qué
opinión le merecen aquellos autores que optan por retratar mundos
distópicos, casi de darwinismo social, en los que la naturaleza del ser
humano queda bastante comprometida?
—Es cierto que la ciencia ficción de mis primeros cuentos tiene esa tendencia, sobre todo en Glitza (1979) y en la mayor parte de los cuentos de El juicio de los dioses (1982). Pero hay un cambio a partir de cuentos como “Error de apreciación”, cambio que es más evidente en el libro Lorna es una mujer
(1986) sobre todo por el cuento “Los ejecutores”. Y que se continúa en
varios cuentos inéditos, en los poemarios impresos, en Los jinetes del recuerdo (2006) publicado en la web y en la novela Los nuevos iniciados, que
va a ser publicada este año por Pijao Editores. Sigo creyendo que la
raza humana tiene todo para poder aspirar a dar ese gran salto a las
estrellas que impida su desaparición como especie junto con la
desaparición del planeta, pero no estoy ahora tan seguro de que no
seamos capaces de destruirlo antes con las armas que poseemos o con la
contaminación. Por lo anterior me parece lógica y necesaria la variante
distópica, sabemos que el hombre es un ser animal que también tiene
instintos y atavismos y que se deja irracionalmente llevar por las
ideologías, todo lo cual puede desdibujarlo como individuo y como
especie. La ciencia ficción está en la obligación de advertirle al
hombre las posibles consecuencias de sus errores y terquedades. Pero
les aclaro: yo no creo que haya una barrera infranqueable entre lo
utópico y lo distópico.
Antonio Mora Vélez |
—Desde un país como Colombia, ¿cuál es el valor de escribir ciencia ficción y qué le puede aportar al género?
—En mis primeros años encontré la hostilidad de los amigos y
lectores que consideraban que no era de buen recibo escribir ciencia
ficción en un país de bajo nivel científico y tecnológico como Colombia
y con problemas sociales tan graves que obligaban, según ellos, a
escribir literatura social comprometida. Pero desde que empecé a
vincular la geografía nuestra a mis relatos, los mitos y leyendas
nuestros a mis poemas, el mensaje crítico utilizando la extrapolación
que lo facilita y la palabra esperanzadora de la ciencia ficción
respecto del futuro, mis amigos y lectores que saben que Colombia es un
país que no tiene futuro a menos que cambie la orientación, empezaron a
mirar mis textos de otra manera. Yo creo que si la ciencia ficción de
Colombia muestra las falencias espirituales de esta sociedad
deshumanizada, logra su cometido como literatura de ideas. No debemos
olvidar que la ciencia-ficción es medularmente crítica y que logra en
este campo lo que no logra la llamada literatura realista y que es una
literatura que por mucha fantasía que tenga hunde sus raíces en la
realidad y que toma de ella sus argumentos, sus pensamientos, sus
ideales, sus sueños y sus lamentos. En un ensayo que escribí sobre la
novela de Daína Chaviano “Fábulas de una abuela extraterrestre”, digo
que la ciencia-ficción latinoamericana tiene que ser por fuerza
diferente de la anglosajona o la rusa porque nuestra realidad es
diferente y porque en ella debe pesar la influencia de nuestra cultura,
que es más mágica que racionalista y científica.
—¿De qué forma, si la hay, podría influir la ciencia ficción
en nuestro país, teniendo en cuenta la poca cultura literaria
existente?
—La ciencia ficción puede influir en las escuelas, reforzando en
los niños la capacidad de soñar, de pensar en un mejor futuro. Pero no
es suficiente. Es poco lo que logra ese capítulo que aparece en los
textos de noveno grado. Hay que pensar más en grande, en la TV por
ejemplo. Desde luego hay dificultades. De modo que toca estimular el
interés por ella entre los jóvenes escritores, en las editoriales, en
las colegios y universidades. Divulgando el género con lecturas,
charlas y seminarios, publicando en la red, editando revistas, páginas
web, organizando grupos de amigos del género y gestionando la edición
de nuestros propios libros. Y bueno, si de influir se trata, la
ciencia-ficción tiene todas las herramientas para hacerlo si llega a
los lectores, por eso la necesidad de crear las condiciones para que
eso suceda.
—Somos concientes de que ha habido un paso significativo en el
que la ciencia ficción ha dejado de quedar excluida a las
publicaciones de kiosco o pulps y ha empezado a considerarse como un
género válido por críticos y lectores. No obstante, parece ser un
género no muy tenido en cuenta en la organización de festivales y
eventos literarios, como los que están de moda por estos días.
¿Considera importante generar un espacio para la ciencia ficción en
estos eventos? ¿Estaría dispuesto, dado el caso, a ser partícipe de
ellos?
—Lo que ustedes dicen es cierto, ya se nota un cierto cambio. En
la Costa me invitan a ofrecer charlas sobre el tema. Hace dos años
dicté en Santa Marta una conferencia sobre ecología y ciencia-ficción
titulada El mar en la CF y ofrecí un recital de mis poemas
esotéricos, cósmicos y apocalípticos. Hace poco fui a Bogotá a una
semana de la ciencia-ficción que organizó la Biblioteca de la
Universidad Nacional. Hace algunos años participé en una Feria
Internacional del Libro, junto con Rebetez y Germán Espinosa, en una
mesa redonda sobre el tema. De modo que sí, estoy disponible en la
medida de mis posibilidades para colaborar en la tarea de divulgación
del género. Pero falta promoción de las editoriales en los eventos y
festivales y que crean en los nuevos cultores colombianos del género.
Toca aplaudir y agradecer por esto la edición de la reciente Antología de la literatura fantástica de Colombia hecha por la Universidad Sergio Arboleda con prólogo del crítico y escritor del género, Campo Ricardo Burgos.
—En la actualidad, ¿qué tipo de lecturas prefiere y, si se puede saber, qué se encuentra leyendo?
—Yo leo de todo. Pero leo ciencia-ficción para no perderme su
atmósfera, para mantenerme ligado al género y saber qué aportan los
escritores consagrados del exterior en materia de temática y de
recursos literarios. Para estar actualizado, en dos palabras. Y porque
si bien tengo inéditos un par de novelas, un libro de cuentos y un
poemario, todos de literatura realista, no puedo convertirme en otro
desertor del género, por el contrario, para servir de estímulo a los
nuevos y mejores valores debo seguir en la brega hasta que el cuerpo
aguante. Ahora leo Esa horrible fortaleza, la tercera novela
de la trilogía de C. S. Lewis. Y después tengo en turno varias novelas
de las conocidas sagas de Orson Scott Card.
- René Rebetez por Juan Carlos Moyano Ortiz. “Crononauta insigne, capitán del velero de la vida, viajero de sí mismo”. Revista Número.
Tomado de Letralia
21/06/2024
21/06/2024
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