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Este trabajo lo hice en 1996 para aportar algo a la memoria del teatro venezolano. En las dos fotos aparece Andrés Martínez al lado de la imagen de Juana Sujo
JUANA SUJO: LA MADRE ADOPTIVA DEL TEATRO VENEZOLANO
Andrés Martínez y el retrato de de Juana Sujo. |
Las tres hermanas Sujovolsky nacieron en Buenos Aires, en un hogar de judíos rusos emigrados. Subían y bajaban escaleras recogiéndose las amplias faldas de sus vestidos blancos y azules, que casi siempre estaban adornados con grandes lazos en la cintura.
Dos de ellas tocaban el piano y una era violinista. Un día, sus padres tomaron la decisión de enviarlas a estudiar música a Alemania y las tres muchachas se vieron de pronto en Berlín. Juana amaba el piano tanto como su hermana la pianista y sin embargo, en esos días friolentos berlineses fue cuando dijo, de manera definitiva:
-Dos pianistas Sujovolsky es demasiado...
Y acto seguido se inscribió en el estudio de teatro de Berlín bajo la dirección de Ilka Gruning. Allí estudiaba también Lily Palmer, quien fue su amiga de toda la vida.
El ascenso al poder de Adolf Hitler y el partido nazi afectó la vida de los artistas, como a todos. Los nazis entraban de sorpresa, revólver en mano, a las reuniones y representaciones teatrales cuyo contenido ideológico fuera contrario al régimen, como ocurrió con la pieza Fanny, de Marcel Pagnol.
Cuando se acentuaron las persecuciones a los judíos, las Sujovolsky y Lily Palmer huyeron a Inglaterra. Juana regresó a Buenos Aires cuando tenía 19 años de edad. Había pasado cinco años en Europa. Convertida en Juana Sujo debutó con la compañía teatral Susini en 1932 y después pasó a formar parte del elenco de la artista española Lola Membrives. Durante dos años hizo temporada con Mecha Ortiz en la obra Mujeres, donde la descubren y le dan su primer papel cinematográfico en 1938: actuó en la película Callejón sin salida, dirigida y actuada por Elías Alippi. Allí consiguió bastante atención por parte del público y la crítica.
Libertad Lamarque, Pedro Quartucci, y Juana Sujo en Eclipse de sol (1943) |
Posteriormente trabajó en películas con Libertad Lamarque, Hugo del Carril, entre otros y de acuerdo a una investigación acuciosa de Ricardo Tirado “Juana demostraba una excepcional autoridad de actriz y absoluto dominio de la voz y el gesto” lo que impulsó el hecho de que la contrataran para actuar en Venezuela. Juana Sujo trajo al país la escuela alemana de actuación. Llegó a Venezuela el 28 de abril de 1949.
El 15 de noviembre de 1950 fue la gran premiere de la película El demonio es un ángel, en el cine Lido. De ahí en adelante formaría parte del mundo cultural e intelectual venezolano. Esa premier acaba de cumplir 46 años este mes. También está cumpliendo años la escuela que Juana fundó y que continúa siendo la proyección de su obra y de sus técnicas. La Escuela de Artes Escénicas Juana Sujo ha formado a cientos de actrices y actores que llenan las pantallas de cine y televisión y enriquecen la actividad teatral. La escuela Juana Sujo, es dirigida en la actualidad por uno de los alumnos de Juana, el dramaturgo Andrés Martínez, quien ha hecho esfuerzos por modernizarla y mantenerla con vigencia.
Está ubicada en Quinta Crespo, un ámbito donde reinan el drama y los aires de la tragedia. Un sitio inhóspito sin mucho calor de espectadores. Pero la sensibilidad y fortaleza creadora de Juana Sujo siguen siendo inspiración y hacen que sobreviva, en ese lugar aporreado, el amor por la escena.
OPINIONES DE QUIENES LA CONOCIERON
Varias de las personalidades que conocieron a Juana Sujo y que de alguna manera trabajaron con ella o tuvieron relación con su trabajo, opinaron sobre ese personaje que sin duda alguna cambió el rumbo del teatro y de la actuación en el país. Sus opiniones sirven para que la gente de hoy tenga una imagen más nítida y justa de esa actriz que hizo de Venezuela su segunda patria.
“Yo conocí a Juana Sujo casi desde su llegada a Venezuela, adonde llegó por puro azar, porque en esa época hubo aquí una renovación del interés por producir películas y también por el teatro. Ella vino desde Argentina, con un grupo de artistas, de manera temporal, pero se quedó, afortunadamente, porque era una mujer de una personalidad extraordinaria y con una noción casi apostólica del teatro. Creía en el teatro, vivía para el teatro y respiraba teatro, por lo que fue de gran utilidad en la Venezuela de aquella época, para canalizar una serie de ansiedades que había en el país, necesidades en materia teatral, cohesión a los grupos, poner en marcha iniciativas, despertar interés y posibilidades de hacer realizaciones muy importantes”.
“A Juana sujo se le tiene presente. Pertenece a nuestra ciudad, a nuestras calles y colores y pertenece más al momento en que cualquier telón se eleva y las luces se encienden y un personaje sale a escena y comienza a hablar, ahí está Juana Sujo, su presencia es inevitable, ella sigue viviendo aún al desaparecer la iluminación y quedar las sillas vacías.
Juana poseía una condición: amar. Amó y estudió la palabra, el gesto, el movimiento, la expresión. Amó igualmente a los niños, los sentía tan importantes y necesarios como el ascenso del amanecer con el sol subiendo tras las crestas de las montañas. Además, los niños debieron significar algo semejante a esa puerta que al abrirse nos deja sentir que allí comienza la gran riqueza del fruto. Amaba la voluntad creadora, lo pasional el sueño que se realiza, la acción diaria y cotidiana”.
“Juana era una mujer alegre, amistosa y trabajadora. Vivía para el teatro. La escena era para ella lo más importante. Yo diría que en el teatro venezolano Juana Sujo fue lo que Evita Perón en la política argentina. Nos hicimos muy amigos y cuando el tiempo lo permitía, pasábamos horas en su casa conversando. Tertulias de las que también Alejandro Otero era asiduo. Yo la admiré mucho porque fue una promotora cultural que le dio al teatro venezolano un aporte significativo, como también lo hizo otro argentino: Carlos Giménez, quien revolucionó el arte de la escena de las últimas décadas mediante tres importantes canales: la formación de actores, un teatro estable y el Festival Internacional de Teatro de Caracas”.
“Juana se enamoró del Ávila y se quedó enseñando teatro, que ella lo había aprendido en Alemania, junto a Lily Palmer. No es curioso que se enamorara de un clima cálido, a veces infernal. Ella manejaba con soltura la frialdad de la razón. Buscaba quizás en nosotros el fuego de la inspiración. Tomaba en serio la vida y nos lo hacía saber. Para ella la palabra más importante era 'disciplina' y trataba de imponerla en su escuela, en su teatro, en la vida. La gente empezó a amarla cuando descubrió que ella nos estaba regalando su talento y su constancia.
Juana siempre estuvo ligada a mi vida. Intelectual y afectivamente. La magia de una persona desconocida que de pronto se aparece en tu vida y te hace recapacitar sobre ti mismo y sobre tus ideales, una persona que te aclara tu visión sobre las cosas y lo que quieres hacer de ti.
Juana y muerte eran palabras irreconciliables. Pero en el misterio de la vida apareció un día una voz en el patio del Teatro de la Comedia:
-Murió Juana.
Y todos fuimos, para estar junto a ella. Nunca nos separaremos de su condición humana, de su amor por el arte. Está aferrada a la vida, a nuestra vida, al teatro, al pensamiento”.
Carlos Márquez y su esposa Juana Sujo |
“Juana Sujo fue una figura relevante cuyo aporte al teatro venezolano fue significativo. Sin ella, sin su trabajo, su tesón y cariño por el país, el teatro nacional no hubiera podido alcanzar el nivel de desarrollo que tiene actualmente. El mérito de Juana está en que fue propulsora o precursora. Ella sentó las bases para el desarrollo del movimiento teatral, pues no sólo se dedicó a la formación actoral, sino que formó a todo un público.
Juana acostumbró a los caraqueños a disfrutar de una buena representación teatral y de una forma u otra involucró a la gente en su trabajo”.
“En los tiempos en que Juana Sujo llegó a Venezuela no había nada concreto en materia de formación actoral ni de teatros estables, aunque sí se notaba entusiasmo por el arte de la escena.
Significa esto que Juana encontró el campo abierto para trabajarlo a su antojo, con la profesionalidad de que hacía gala, y realizando un trabajo fecundo y base de lo que hoy es nuestro teatro. Venía avalada de un gran prestigio por su formación europea y un trabajo actoral en su país, Argentina. Si bien en esos tiempos no podía hacerlo por motivos políticos, pues según tengo entendido, estaba entre los artistas que habían manifestado contra el peronismo. Juana triunfó en la escena y en la capacitación de los futuros actores y actrices. La escuela que fundó en su empeño por desarrollar un teatro serio, graduaba año tras año más y más jóvenes y con ello también podía lucirse en los montajes, ya que aprovechaba esos talentos en las representaciones”.
“Juana Sujo comenzó a enseñarme el oficio del actor desde su casa y más tarde fui a su escuela. Integré la tercera promoción, pero debo decir que no terminé el curso porque me empezaron a ofrecer trabajo, y como la situación para dos exiliadas de tierras lejanas no era muy buena, debía ayudar a mi madre. Se creaba entonces El Retablo de las Maravillas y el Teatro del Pueblo y en este último me ofrecieron setecientos bolívares mensuales. Después de mi madre, ella me enseñó que ser honesta es una cualidad muy grande, que la dignidad no tiene precio, que en la vida hay que ser frontal, dar la cara en todas las situaciones, que hay que tener gran responsabilidad y algo muy importante: el trabajo dignifica”.
“Fui uno de los primeros alumnos. Egresé de la primera promoción y fui también de los primeros en compartir con ella honores estelares en el teatro. Ella fue muy importante en mi vida y creo que si no la hubiera conocido hoy sería abogado litigante, no sé, cualquier cosa menos actor. De allí que en mí hay un recuerdo muy hermoso para Juana, como amigo, como alumno y como partner. Y para la escuela Juana Sujo, pues allí estoy ahora, enseñando lo que ella me enseñó. Recordando su magia como constructora de sueños y su amor por la vida”.
Ricardo Tirado |
“Todavía la recuerdo en la pantalla y en los carteles teatrales. Me impresionaba el rostro de Juana Sujo, de inconfundible procedencia eslava. Sería en el año 1953 o tal vez en el 1954 cuando la pude admirar por primera vez y no la pude olvidar jamás. La recuerdo perfectamente como Sadie Thompson, la prostituta de Lluvia, según la obra de Somerset Maugham, bajo la dirección de Horacio Peterson. Era la función vespertina de un domingo, en el magnífico Teatro Municipal con un público pleno, premiando con sus aplausos la labor de los actores al tiempo que comentaba maravillado el dispositivo de una lluvia pertinaz y real sobre el escenario 'como en Broadway', decían. Sin embargo, en mi memoria el triunfo interpretativo total correspondía a la señora Sujo. Porque la obra está concebida así, para el exclusivo lucimiento de una actriz capacitada”.
Andrés Martínez y el retrato de de Juana Sujo. |
Andrés Martínez le contó a Edgar Antonio Moreno Uribe, que conoció a Juana un mes de julio, “tras informarme sobre el proceso de inscripción para participar en los cursos de actuación; pero como era menor de edad, fui autorizado por mi representante. Así pude entrar como alumno regular en su escuela. Era muy distinguida, culta, elegante; siempre se le veía en los estrenos con pieles, guantes y hasta sombreros. Tenía pelo negro y corto, ojos pequeños y hundidos, un rostro redondo, muy ruso, en el cual destacaba una boca grande de labios desdibujados. Lo más bonito de ella eran sus diminutos y delicados pies, calzaba 34. Como su educación teatral la adquirió en Alemania, con las famosas maestras y actrices Lucie Hoflich e Ilka Gruning, esa misma disciplina la puso en práctica en sus estudios y posteriormente en su escuela”. Andrés Martínez falleció hace pocos días. Durante toda su vida estuvo manteniendo en pie la labor de Juana Sujo.
Moreno Uribe ha escrito teatro y del teatro y es justo agregar un fragmento de lo que ha dicho sobre la actriz:
“Juana Sujo (Buenos Aires, 1918) llega a Caracas el 27 de abril de 1949 y el 11 de noviembre de ese mismo año funda en la sede de Bolívar Film su Estudio Dramático. Se traslada al Museo de Bellas Artes y presenta Las Coéforas de Esquilo, con la participación de sus alumnos. El espectáculo logró un rotundo éxito de público y crítica, por lo cual ella inicia un viaje muy importante en su vida profesional: la formación de recursos humanos para el teatro y otras artes de la comunicación. Y es cuando “bautiza” a su Estudio como Escuela Nacional de Arte Escénico, con el apoyo del Ministerio de Educación, para iniciar su década de oro, los años 50. Después llevó su Escuela a la avenida Los Jabillos, de Sabana Grande, muy cerca de su residencia, luego la trasladó a los altos del Teatro Nacional, en la esquina de Cipreses, para desarrollar gran parte de su trabajo como maestra. A su muerte desalojan la escuela y en 1962, asume la dirección Porfirio Rodríguez y la escuela continúa su peregrinar hasta llegar al Teatro Leoncio Martínez, en Plaza Tiuna. Su permanencia es de apenas un año hasta que consigue ese viejo local en Quinta Crespo, donde está desde el año 1969”.
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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
Excelente
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita FANNY JEM WONG M
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