Jaime Ballestas, “El hombre más malo del mundo”: EL RECALENTAMIENTO DE LA TIERRA ES PEOR QUE EL CORONAVIRUS.
Una entrevista de José Pulido.
Jaime Ballestas, “El hombre más malo del
mundo”, se fue con sus macundales para Hungría
EL RECALENTAMIENTO DE LA TIERRA
ES PEOR QUE EL VIRUS
José Pulido
Lo veo clarito caminando con su
porte de filósofo y su leve sonrisa irónica; definitivamente es un ser humano
misterioso. Bromea con asuntos mágicos, y aunque solo he conocido los vampiros
de la ficción, la primera vez que lo vi me pareció un cazador de vampiros. Este
tipo es un cazador de vampiros. Me estremecí cuando llegó hasta donde estaba el
funcionario que antes me había interrogado.
-¿Nombre y apellido?
-Jaime Ballestas.
-¿Nacionalidad?
-Invertebrado.
-¿Cédula de identidad?
-Vencida.
-¿Estado civil?
-Monocotiledóneo.
(En uno de sus libros
Jaime Ballestas inició de este modo su biografía y tomé su idea para darle
inicio a esta entrevista. Sé que ni siquiera copiándolo reflejo la genialidad
que lo caracteriza, pero es un comienzo excelente. No lo nieguen).
Jaime Ballestas, a
quien los lectores venezolanos conocen bajo el seudónimo Otrova Gomas, es un
escritor humorista cuyos libros fueron y siguen siendo objetos de culto para
quienes coleccionan obras de humor negro. Su narrativa sobrevivirá en las
bibliotecas más exigentes. Es un escritor como pocos. Su imaginación es un
artefacto del futuro.
Jaime es uno de los
grandes humoristas de la escritura y el dibujo, que Venezuela produjo en el
siglo veinte, junto con los hermanos Aquiles y Aníbal Nazoa, Pedro León Zapata,
José Ignacio Cabrujas, Rubén Monasterios, Claudio Nazoa, Abilio Padrón, Régulo Pérez, Ana Black, Salvador Garmendia, Elisa Lerner, Kotepa Delgado,
Miguel Otero Silva, Luis Britto García, Luis Domínguez Salazar, Laureano Márquez, Manuel Jesús Graterol Santander (Graterolacho), Eduardo Sanabria (Edo), Rayma Suprani y tantos otros. Una macolla que se inició con Leoncio Martínez (Leo) y Francisco Pimentel (Job Pim).
Nació
en caracas hace 83 años, pero tiene 75, porque, como todos sus lectores saben,
Jaime inventó una manera de regresar al día de origen. En cualquier momento
será un muchacho de quince años y no recordará esta entrevista.
Su
madre era venezolana y su padre colombiano. Estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela y también estudió Filosofía, pero no terminó de graduarse
como filósofo (aunque lo es) porque le ofrecieron un trabajo con oficina en
Budapest. Era un cargo con rango privilegiado, que le permitió recorrer 56
países como representante de la juventud venezolana y dirigente juvenil de
Unión Republicana Democrática.
-Ajá. Tres años y medio en Budapest ¿y qué hiciste después?
-Después
del regreso a Venezuela y de mucho trabajo duro como abogado, seguí con el
vicio de los viajes, ya por mi cuenta, conociendo el resto de los continentes y
países interesantes que me faltaban. Fui profesor de filosofía en un liceo y de
derecho laboral en el INCE, poliglota, melómano; fui ordenado y cuidadoso de la
salud y la alimentación después de los 40 años. Asintomático por tantos sitios
recorridos llenos de virus y bacterias.
Capaz de olvidarme de los nombres de la gente que no veo hace tiempo y
del dinero que me deben y el que debo.
LA ENTREVISTA PROPIAMENTE DICHA
-¿Desde cuándo escribes de esa manera, con
ironía y humor? ¿Cuándo comenzaste a relacionarte con Zapata, los Nazoa y otros
humoristas?
-Comencé a escribir en el Liceo Aplicación, aquel gran
liceo de la vieja Venezuela. Colaboraba con artículos jocosos en un periódico
mural llamado “Ariel”, que lo coordinaba la profesora Helena Rodríguez. Aunque
aún yo era muy joven, intuí que había una interconexión entre el pensamiento
analítico y el sarcasmo, y con los libros de Jardiel Poncela y Álvaro de Laiglesia, dos notables humoristas españoles, descubrí la capacidad del
humor para examinar las crisis presentando el monstruo al descubierto.
Después seguí en la Escuela
de Derecho, al año siguiente de mi ingreso llegó Luis Britto García, quien
también venía del Aplicación, como
era humorista y dibujante le propuse que hiciéramos un mural entre los dos, y así
arrancamos. Le pusimos de nombre “El
Torturado”, que cambió cuando me gradué y pasé a la Escuela de Filosofía, entonces
le pusimos “Cero”, y se le dio un contenido
más escéptico y filosófico. Para
entonces ya me había incorporado a la política. Estaba en la juventud de URD,
desde donde con tonos izquierdosos disfruté junto a Jóvito Villalba, José Vicente Rangel y otros líderes el placer de arengar a las multitudes.
El éxito de “El Torturado” trascendió a otras partes,
salía cada quince días, y la gente de otras facultades venía a la de Derecho para
disfrutarlo, ese éxito llegó al punto de que, Luis y yo fuimos invitados por
Miguel Otero Silva para escribir una columna en “El Nacional”. En ese diario me
quedé por varios años con una columna humor en las revistas dominicales. Paralelamente
escribía y trabajaba en “Clarín” y “Pueblo”, los periódicos de oposición urredista
que dirigían José Vicente Rangel y Luis Miquilena.
En esa misma época colaboré
en “La Pava Macha”, un semanario de humor fundado
por Kotepa Delgado donde también escribían y dibujaban Aquiles y Aníbal Nazoa,
Zapata, Regulo Pérez, Luis Domínguez, y casi todos los que luego fueron representantes
clásicos del humor venezolano. Luego vino un tiempo de receso. Me fui a Budapest,
la sede de la FMJD, donde asumí el cargo de Secretario General Adjunto a nombre
de juventud de URD. Esos fueron casi cuatro años retirados del humor entre la
estadía y el regreso.
Al volver, aunque trabajaba como
abogado, un día decidí regresar al humorismo, y desde entonces mantuve columnas
o páginas en todos los periódicos y revistas que hubo en la Venezuela
democrática, incluyendo los dos semanarios de humor que dirigía Zapata. Escribía,
de noche o en las mañanas, cuando me daba tiempo el trabajo de abogado. Fue en
esos días cuando terminé, “El Hombre más
Malo del Mundo” - una mezcla de humor negro, humor ingenuo, política y
filosofía, el cual ante las dificultades que encontré para publicar, lo edité
yo mismo, pero asustado cuando recibí los tres mil ejemplares y no sabía qué iba
hacer con ellos. Para mí sorpresa fue un éxito inesperado: en apenas cuatro
meses salieron tres reediciones, cuadriculando su tiraje. Hoy, muchas ediciones
de esos días, puedo decir que me alegra haberlo escrito. No solo por el
resultado editorial, sino porque ha sido el libro que inició a muchos niños y
jóvenes al mundo de la lectura. Con él fue el comienzo, luego empezaron a salir
los otros. De ellos diez y seis títulos de humor y los de fotografía, a los
cuales incorporé una página web quincenal con mis trabajos, la cual mantuve durante
diez años.
-¿Dónde vives?
-Vivo en Budapest desde hace
catorce años, pero con frecuentes viajes a Caracas. Aún conservo allá mi
biblioteca y algunas de mis colecciones, las que curiosamente fueron la razón
de mi cambio de residencia. Todo vino,
porque desde hace tiempo tengo un plan para montar un Museo del Humor, algo muy
bien estudiado y con buen material de apoyo, que en el proyecto se conecta a las
áreas de exhibición de unas veinticinco colecciones de cosas fuera de lo común,
que he estado guardando desde hace muchos años. Allí están la de las primeras máquinas
de escribir que se inventaron, la de puñales raros, arte africano, la de
anteojos antiguos, Netsukes, la de venenos y muchas cosas que coleccioné por todas
partes.
El caso es que, en los
primeros años del chavismo, le pregunté a un gran amigo que estaba altamente vinculado
al fulano comandante, si podía ayudarme a conseguir un espacio para la sede.
Cuál no sería mi sorpresa cuando este me dijo que ni se me ocurriera, porque
todos los museos y empresas del país iban a ser expropiados en el llamado
proceso de la revolución. Este proceso sería de 20 años y lentamente, para no producir
traumas en la población, además evitar la violencia en su implementación.
Como yo conocía
perfectamente lo que eran los países comunistas, en el acto decidí mudarme con
todos mis macundales. Escogí a Hungría porque de allí era mi esposa, y ya
conocía bien a ese país.
-¿Cómo defines esta época?
-Diría que hoy estamos
viviendo uno de los momentos trágicos de la humanidad. Ha habido muchos. Basta hojear los capítulos
de la historia para ver que nunca se ha tenido una verdadera paz. Cuando las
hubo solo eran un descanso antes del próximo conflicto colectivo. El del
Covid-19 lo sentimos más porque hay más medios de comunicación, más libertad
informativa y más población, con lo cual, obviamente hay más pobreza y más
drama.
Pero creo que peor que el
virus es el recalentamiento de la tierra. Lo prueba el deshielo del Ártico, donde
este año por primera vez subió la temperatura a 30 grados, algo que tendrá
graves consecuencias. Ya yo vi y fotografié el desprendimiento de los primeros icebergs
en la Antártida hace unos 18 años; los científicos con los que viajaba en una
expedición argentina señalaron que si aquello continuaba sería el fin del
planeta por la hambruna, las inundaciones y el calor inaguantable. Lo grave es
que la causa no es solo humana, sino por los cambios en el sol y el
incontrolable mundo de la galaxia. No es
pesimismo, soy un optimista, pero con visión realista. El optimismo es bueno
para la tranquilidad de las personas, pero la realidad está siempre escondida y
a esa es a la que hay que ver.
-¿Cuál es tu gran pasión?
-Bueno, son muchas, y lo reconozco como un defecto de
exageración. Desde niño estuvo el mar, primero como buzo de profundidades, luego
como navegante, siempre la música, la lectura y todas las formas del arte, los
viajes, la fotografía, el escribir e inventar, al igual que en los deportes lo
fue el golf, el tiro, pero de las mayores pasiones el coleccionar, desde piedras
raras, caracoles e insectos hasta miniaturas y esculturas extrañas.
El problema es que ya se me
está acabando el ticket. Por suerte, en eso la filosofía me ha ayudado mucho,
acepto la llegada de la muerte porque la entiendo como parte de la vida; en cinco,
diez o veinte años, o cuando ella llegue, podré decirme a mí mismo que estoy
contento porque conocí y disfruté del sitio. Fue un buen viaje y no me quejo,
eso sí, me iré con la eterna duda que siempre he tenido y arrastramos todos, saber
por qué llegué aquí y por qué me voy.
DATOS MISTERIOSOS PARA
UN INTERMEDIO
(Menos mal que no
coloqué estos tres datos sobre su persona. No soporto que me acusen de mentir.
El hecho de que viva y de que tenga la fortaleza suficiente para pasar de los
cien años, solo indica que en realidad es uno de los inmortales. Lo he
entrevistado: está vivito y coleando. Pero lean esto:
1982: Muere por accidente
mientras termina de inventar la silla eléctrica de ruedas para ejecutar a
criminales paralíticos.
1983: es enterrado por
partes ante la circunstancia de que la familia solo puede pagar el entierro por
cuotas.
1985: Organiza en el
otro mundo un movimiento subversivo que exige el perdón de los pecados y la
resurrección de la carne de inmediato).
SIGO LA ENTREVISTA COMO SI
NADA
-¿Qué le ha aportado la escritura a tu
sobrevivencia de hoy?
-Sobrevivir en esta pandemia
es duro para todo el mundo, pero creo que para los creadores es más manejable. En
mi caso, y pienso que también en el tuyo, escribir es como una droga. Una
pasión que si nos gusta lo que estamos desarrollando hace olvidar un poco la
tragedia. En la actual crisis he aprovechado los meses del encierro para
terminar un libro y avanzar mucho en otro en el que estoy trabajando. Si sigue
la situación, supongo que ese lo terminaré este año y arranco con el próximo,
una suerte de autobiografía que tengo detenida. Pero a pesar de todo me siento
tranquilo. No tengo miedo porque, siempre ando protegido, tengo un arma fácil de sacar, es una imaginación Mágnum 45. Esa siempre
permite tener más capacidad de fuego que el enemigo.
-¿Pensaste alguna vez que el país llegaría a
estar cómo está?
-Totalmente. Como te
dije, fui informado antes de los planes que los chavistas tenían para
Venezuela. Pero además tuve la suerte de haber vivido varios años en un nivel cuasi
diplomático en un país comunista y haber viajado a todos los otros. El panorama
era igual: miseria, engaños, destrucción y represiones. No olvidemos que la
sociedad marxista se fundamenta en la destrucción total de la sociedad burguesa
y, su estrategia es acabarla hasta en los recuerdos, luego, según dicen ellos,
empieza la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad. Ya vimos cómo fue de exitosa en todos los países
en que lo hicieron y el monto de los millones que le quedaron a sus líderes
dejando al país quebrado. Nada nuevo. Solo que, en nuestro caso, la situación
ha sido peor porque a los planes originales que tenían le salieron tres factores
no calculados: primero, los precios del petróleo para cuando llegaron al poder,
eso hizo entrar al país cantidades de dinero tan descomunales que era imposible
que no se abrieran las puertas para una corrupción desaforada y pocas veces
vista en la historia. En segundo lugar,
llegó la droga, el gran negocio, que apoyado por los militares y la inmunidad
diplomática ayudó sustancialmente a los carteles para mejorar la distribución,
algo que ya es universalmente conocido, y finalmente, no contaban con que el
nivel mental de los dirigentes de ese proceso fuera tan bajo, y que al mismo
tiempo los grados de incapacidad política y administrativa fueran de los más altos
que se hayan conocido.
Hoy el panorama es
lamentable, pero creo que los países no se destruyen completamente. Pueden
estar enfermos, en estado grave, y hasta moribundos, pero no desaparecen. Hay
una fuerza interna que les conserva vivos y permite que en un momento
inesperado resurjan con más fuerza. La
desgracia es, que como en todos los procesos sociales ese renacer puede ser
lento. Venezuela fue devorada por hienas. Monstruos que le arrancaron el alma.
La arruinaron, la robaron y destruyeron dos de los pilares fundamentales para
que una sociedad progrese: la familia y la juventud. El bárbaro comandante, que
habría acabado hasta con el imperio Romano en pleno auge, lo hizo con nosotros en
diez y ocho años. Su obra fue sublime: expulsó a todos los talentos, a los Suma Cum Laude, produjo la emigración masiva de
jóvenes y gerentes competentes, de capitales de inversión, técnicos de alto
rango, y expropió el trabajo de personas que se levantaron con sacrificio de la nada. Para colmo la endeudó hasta la infinitud y
corrompió masivamente a un ejército que ya estaba bastante corrompido.
METAMORFOSIS DIABÓLICA.
Había pobreza pero la transformaron en miseria extrema.
Había crimen y fue canonizado.
Había muertes y las santificaron.
Había tristeza pero la volvieron llanto.
Había dolor y lo multiplicaron.
Crearon la forma sublime del sufrimiento humano: el dolor de los ancianos, que los dejó sin lágrimas, hambrientos, sin hijos, sin nietos y en la soledad eterna.
Asesinaron la familia, la educación y los maestros, y los jóvenes se quedaron huérfanos.
Arruinaron el trabajo honesto, el ahorro, y la vida de todos se convirtió en un mar de espinas.
Devastaron el país, y la traición hizo que borraran la palabra patria.
Quedó transformada en el reino de la angustia y el desconsuelo, la madre de todos los tormentos.
Robaron las riquezas, el esfuerzo ajeno, la ilusión de crear y la esperanza colectiva. Se perdió el rumbo y se perdió el destino.
Sólo ellos disfrutaron, y su mancha siniestra por todas partes dejó sus huellas.
Hijos de culebras, de lobos hambrientos, horrible parto de las hienas.
Infausta metamorfosis que nos hundió en la más oscura de las noches.
Las trompetas rojas vitorearon esa banda destructiva manejada desde el centro mismo del infierno.
Estirpe de monos y gusanos en edición de cerdos.
La que borró la historia y creó esa raza nueva de adulantes ciegos, de camaleones rojos, estirando las manos para silenciar la muerte de su futuro negro.
Transfiguraron la belleza de los campos, volvieron barrancos las montañas y surgieron lodazales donde había lagos.
Demolieron bosques y paisajes y regalaron el fondo de la tierra, las minas y sus selvas.
Cuba fue la nueva patria, Irán la religión de muerte.
Y a su lado, China y Rusia, las de las largas marchas de infinitos muertos.
Desaparecieron el amor, la dignidad, el ejemplo honesto y la belleza.
Pobre patria, que desde lejos el mundo horrorizado mira los relámpagos siniestros de su tormenta.
Transmutación diabólica, la que hoy consume a Venezuela.
Jaime Ballestas (Otrova Gomas)
He admirado la alta calidad de tu escritura,
¿De dónde sale esa facilidad para el humor, pero también para el misterio? ¿Lo
sacas de tu infancia o de tu adolescencia?
-Gracias por la
alabanza, que es recíproca. Sin duda que la creatividad en el humor, al igual
que en la pintura, la música, la poesía, las matemáticas y muchas otras
actividades creativas y mentales vienen en el parto con un toque genético. También
influyen, y fue mi caso, las inquietudes juveniles, los estudios en áreas vinculadas,
al igual que la experiencia existencial y los grupos con los cuales trabajé. También pienso que fue importante la
inquietud filosófica que he tenido, ello confirma la idea de algunos tratadistas
sobre la naturaleza filosófica del humor. Me refiero a su capacidad de análisis
y, de descomponer una realidad para estudiarla y luego crear una nueva figura que
muestra las fallas o la farsa, sea esta social o política. Es obvio que cuando está
bien presentada, esa ruptura del equilibrio lógico en el acto nos produce
risa.
-¿Cuántas libros sin publicar tienes ahora?
-En este momento tengo
uno terminado que iba a ser publicado en España, pero el coronavirus lo
impidió. Se llama “No te mueras por
favor. No es de humor, son historias reales de sucesiones que conocí y parecen
producto de la fantasía por lo impresionante de los hechos. En él se muestran
los problemas que desatan las herencias, y al final hay unos modelos de
testamento que podrían producir risa pero son frecuentes. Por otro lado, hay una antología de mis
cuentos de humor, y en este momento estoy terminando uno de filosofía, debe
estar listo antes de fin de año, su título: “Veinte filósofos y su Concepción de la Muerte”. No es un libro
macabro o angustiante, todo lo contrario, casi todas son ideas tranquilizantes que
hacen entender la inevitabilidad del viaje final. En él se presenta una brevísima
biografía de cada filósofo, que es acompañada de una síntesis de algunos de sus
pensamientos, y la concepción que tuvieron de la muerte. Pero te aclaro que, no
es un tratado de filosofía, solo es la presentación básica de algunos grandes
filósofos, con la muestra de las ideas que tuvieron sobre la muerte.
Ya veremos cómo se
desarrollan las cosas para ver si todos salen publicados.
-¿Cómo es tu proceso creador? ¿Cómo logras ese
nivel expresivo?
-Suelo escribir
sentado. Pero solo cuando tengo el tiempo programado. Lo hago si tengo
compromisos de entrega o si me viene una idea, o decido ponerme a inventar, convencido
de que siempre sale algo. Por eso vivo anotando ideas en hojitas de papel y
ahora en el teléfono. Son como un cofre para no perder un material que vale la
pena desarrollar. Luego de escribir, corrijo
una vez al día siguiente, y si puedo lo meto en la nevera y lo reabro dentro de
más tiempo para hacer nuevas correcciones.
Ese corregir permanente me da la impresión de que, o soy muy mal
escritor, o no me gusta lo que escribo.
Ahora en este nuevo
libro y en esta nueva normalidad es distinto. Escribo tres horas por la mañana
y dos o tres entre la tarde y la noche. Por la naturaleza del libro el tiempo de
trabajo es un poco más largo que los de humor, ya que la filosofía supone
búsqueda, mucha relectura y el estudio de las obras seleccionadas.
-¿De qué vives?
-No de la escritura.
Cuando le gané algún dinero fue cuando fui mi propio editor. En realidad, algunos
fueron productivos, como la novela “El
Caso de la Araña de Cinco Patas” cuya primera edición fue de 20.000
ejemplares, otros de trece ediciones y reediciones, como el “Hombre Más Malo del Mundo”. Pero al
humorista Otrova Gomas lo mantuvo siempre el abogado Jaime Ballestas, algo que
me parece correcto, porque son viejos amigos y este sabe que en literatura el
humor y la poesía no dan dinero.
-Creo que en la fotografía también eres un
gran humorista y un fotógrafo original…
-Soy aficionado a la
fotografía desde muy joven. Estudié en algunos cursos, y leí mucho. En el
proceso de mejora tuve todo tipo de cámaras, estudios y laboratorios, siempre
con la suerte de que por mi anormalidad viajera pude atrapar cosas interesantes.
Pero de ese hobby, que en el fondo es arte, a esta altura las imágenes que más
me gustan son las del libro “Mundo sin
Sombra”. Son fotografías de las profundidades del mar en los cinco continentes,
y considero que algunas son realmente especiales por lo peligroso y arriesgado de
la toma. Ellas llevan textos muy descriptivos y el libro hace un llamado para salvar
los mares de la despiadada agresión de que han sido víctimas.
También me siento muy
agradado con “Retratos”, mi libro de
despedida del blanco y negro con fotos de la Venezuela de los años 80, en el
que aparecen los escritores más conocidos, los humoristas, los inmigrantes, y
gente de la televisión de la época. Me gusta porque es un reconocimiento a los
valores que ellos representaron y al aporte que hicieron para mejorar a
Venezuela.
En esa actividad tuve varias
exposiciones, tanto en Venezuela como en el extranjero, pero ahora prefiero
como sala a “Instagram”, la volví un
pequeño museo universal con muestras de mi trabajo sobre todos los temas que me
interesaron.
Verlas en conocer buena
parte de mi vida. Ellas no son propiamente de humor, solo que en las series que
salen todos los jueves en esa red y en Facebook, a veces les colocó textos humorísticos
que casi siempre son un pequeño toque de ironía por las locuras del país y las de
otros sitios.
-¿Cuáles palabras se te quedaron grabadas de
la infancia, cuáles se te quedaron grabadas de la época estudiantil?
-Muy pocas. Soy
bastante olvidadizo de lo que no es muy importante, y a veces hasta de eso
porque estoy pendiente de otras cosas que me son más importantes. Por eso
comparto la idea científica que han desarrollado últimamente según la cual la
gente olvidadiza es más inteligente. De todas maneras, siempre recuerdo a las
muchachas de las que me enamoré y de dos cachetadas, una que me dio el cura García
en bachillerato para que no hablara en clase, y otra de mi papá cuando me vio
fumando mi primer cigarro. La primera no produjo resultado porque seguí
hablando siempre en clase, y gracias a la segunda solo fumé pipa, pero después la
dejé porque me fastidié de fastidiar a los demás.
Otrova Gomas. Caricatura de Sansón Castro |
José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
21/05/2024
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