lunes, 24 de septiembre de 2018

La ‘palabra justa’: Un acercamiento a Antía Cal, una maestra revolucionaria y ejemplar





Estimados Liponautas

Hoy tenemos el gusto compartir esta nota que encontramos divagando en la red.

Disfruten de la entrada.


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26.03.2018 Cine

La ‘palabra justa’ de Tita, una maestra revolucionaria y ejemplar

por Carlos Madrid

    

Miguel Piñeiro se ha lanzado a contar a través del documental ‘A palabra xusta’ (La palabra justa) la biografía de Antía Cal, más conocida como Tita. En él narra cómo se germinó el carácter desde bien pequeñita de una mujer que cuenta ya con 94 años: una sensibilidad diferente que le ayudó a apreciar las desigualdades entre hombres y mujeres en la España de Franco y que le dio fuerzas para arriesgarse a combatirlas desde el pilar más básico de cualquier sociedad: la educación. Fundó en Vigo una escuela revolucionaria en aquel tiempo, la Rosalía de Castro. En definitiva, y según la palabra justa de Piñeiro, “Tita es una ‘outsider’ de su tiempo, pero ante todo una mujer. Una gran mujer”. Hablamos con él.

Escribió Gloria Fuertes en uno de sus poemas: “Lamer la piel de quien amas / lamer el plato / pegar sellos: / usemos la lengua para todo menos para herir”. Unos versos que podrían ser suscritos por cualquier ser humano, pero hay algunas personas que encajan mejor en estos parámetros no sólo por sus palabras antibélicas, sino también por sus actos. Una de ellas es Antía Cal, más conocida como Tita. De ella se ha hablado muy poco, para todo lo que dice su historia personal. Quizá sea porque este tipo de vidas ejemplares son las que menos en cuenta se toman. Una vida basada en lo revolucionario, en una época de cortafuegos como la franquista: una agitación dirigida desde el amor, desde la educación, desde la convicción absoluta en la bondad del ser humano.

La pedagoga Antía Cal, en la escalera del jardín de su casa de Moaña. XURXO LOBATO
Te refieres a Tita como una persona ‘outsider’, que apuesta por lo que cree y es revolucionaria dentro del mundo de la enseñanza. ¿Cómo concretó ella esto en los convulsos años del Franquismo?

Para esto es necesario entender su pasado. Por ello retorno a su infancia, a su familia, a la emigración a Cuba, al paisaje… Ella desde muy pronto nota que hay una gran diferencia latente entre hombre y mujer. Aunque tenga una educación muy conservadora, va interiorizando que ahí no hay justicia, que no hay igualdad. Pero esta injusticia no se ciñe sólo a ella, sino a todas las mujeres que conoce. Una vez que se casa con Antón Beiras y viaja a Europa, ella, que tenía conocimiento de quién era pero no había profundizado en esa búsqueda de razones para poder luchar en contradirección, es en este punto cuando se llena de razones. Ella necesita que las mujeres pinten también mucho en la educación. En esa época en España no se podía ir al colegio hasta los siete años. Y ella entiende que hay que empezar cuanto antes. Es ahí cuando ella toma la iniciativa, aunque el sistema lo tenga todo limitado para cambiar la educación. A partir de aquí, toda su manera de educar, desde lo sensorial, desde que los niños conozcan la actualidad, el entorno, que participen… todo eso en 1961 fue una auténtica revolución.

¿Podríamos decir que Tita tiene roles feministas de los que no era plenamente consciente?

Está claro. Ella también tiene suerte en el entorno en el que se educa; con ocho años, ve en Cuba que sus primas son totalmente independientes, que van a la universidad, que tienen trabajos… Ella llega aquí en 1929 y comprueba que todo en su pueblo gallego es al revés. Yo creo que eso a ella le supone un golpe tan grande que le marca una meta fija: intentar escapar todos los días del rol entonces atribuido a la mujer. Porque a ella ya le había demostrado la vida que se puede ser mujer de otra manera.


Antía Cal, recién acabada su carrera, alrededor de 1950, ya casada y en Vigo.

Respecto a su forma de educar, basada en lo sensorial, en el entorno, en la actualidad…, su principal pilar es el amor. Educar desde la sinceridad, desde un parámetro de iguales.

Ella se centra mucho en educar desde el respeto, desde la transparencia y desde la realidad de que no todos los niños que tiene sentados delante son iguales. Esto último le plantea un doble esfuerzo que le da más razones para ambicionar una escuela mejor.


¿Qué repercusiones tuvo todo esto que llevó ella a cabo?

El colegio empezó muy poco a poco, pero llegó a alcanzar 3.000 alumnos. En ese momento Vigo era una ciudad que estaba despertando con una clase media que entendía que había otras posibilidades, otras formas de educación. Ella evidentemente monta una escuela privada, pero también ofrece becas para niños que no tienen recursos. La repercusión que tuvo le llevó a que sufriera mucha vigilancia desde la inspección: una vigilancia muy sutil. Creo que tiene un gran impacto no sólo en Vigo, sino en toda Galicia.


Antía Cal y Antón Beiras

¿Cómo descubres esta historia y cómo te acercas a Tita?

Estoy casado con su hija. Tita se jubila a los 65 años y el poder del colegio se queda en los padres. Se jubila, pero a pesar de la cantidad de reconocimientos y premios que le dieron, nunca fue invitada a participar en un Consejo de nada. Mientras que compañeras suyas como Marta Mata sí participaban en la vida institucional y en el sector de la educación. A mí eso siempre me generó curiosidad. Es cierto que Tita tiene un corte galleguista, aunque no nacionalista, pues hay una leyenda de izquierda sobre su marido, pero que no era más que un oftalmólogo y un científico que trabajaba día y noche… Todo eso lleva a que vayan pasando los años, a que no participe en nada, y sin embargo yo sentía que tenía que dejar un legado en un formato que fuera accesible y que pudiera transmitirse rápido al sector de la ecuación, a las mujeres, a la juventud… No terminaba de encontrar un relato que tuviera coherencia y su casa de Muras, esa casa detenida en el tiempo, me parecía un buen paralelismo con el que hacer un repaso sobre su vida.



Dices que es galleguista, pero no nacionalista. Su lengua madre es el gallego. Así, como no podía ser de otra manera, el documental es en esta lengua.

Como estamos hablando con una pedagoga, con una educadora, tenía que expresarse en su lengua materna, una lengua que ella tiene instalada en su estructura cerebral. Yo creo que hay dos momentos muy sinceros en la vida: cuando eres muy pequeño y cuando eres mayor. Ella habla como le sale desde dentro. Cuando le preguntas sobre su vida, automáticamente le sale en gallego. Aunque a lo largo de todo el documental, su gran defensa es Europa. Ella es lo que es gracias a Ginebra, gracias a París… Sabe que en el movimiento y en el aperturismo están los avances.

Esa doble perspectiva que aparece en el documental gana mucha actualidad a día de hoy: el enfrentamiento de las lenguas. Y esta cinta viene a explicar que las lenguas son justo todo lo contrario…

Las lenguas son una manera de comunicarnos y una forma de sentir. No se pueden utilizar como arma arrojadiza. Ella lo tiene claro. Al principio del documental, cuando está en Cuba, dice que sus padres hablaban en una lengua secreta para que no se enterara. Pero que después llega a Galicia y se da cuenta de que es el idioma que se hablaba aquí. Entonces es cuando se da cuenta de que si sus padres, sus tías, sus vecinos la hablaban… ella pertenecía a esa lengua secreta.


A Tita la presentas como una enamorada del conocimiento, del saber, del gallego, de la lengua… En definitiva, de ‘A palabra xusta’.

Se llama así porque era un juego que hacía con sus alumnos al acabar la semana. En él, tenían que poner en un tablero lo que habían aprendido esa semana con las mínimas palabras posibles. Entre ellos, elegían cuál había sido la mejor definición. Yo aquí quise jugar a la palabra justa con ella: en 70 minutos intentar dar las pinceladas que habían compuesto su vida.


Con este juego, ella se muestra como alguien que lucha por la palabra precisa. Algo hoy en día bastante debilitado.

Lo explicaba Ángel Gabilondo el otro día. Lo fácil que es desde la política decir libertad de pensamiento, pero la libertad de expresión es otra cosa. (Risas). En casa de Tita siempre hay una maleta llena de diccionarios. Siempre está en busca de palabras, de su utilización… Si tienes la suerte de educarte así y con unos profesores de Lengua que le den esa importancia a la palabra, yo creo que nos amplía a todos más el conocimiento y entendernos mejor.

La palabra precisa es la que nos ayuda no sólo a entender mejor el mundo, sino a relacionarnos mejor con él.

Y a desarrollar un mundo interior más plácido. Si tú eres capaz de saber el nombre de las cosas y utilizar la palabra exacta, eso nos ayuda a todos al sosiego y a alcanzar más conocimiento.

Por lo que hemos ido hablando, podríamos definir el documental como una historia de educación, pero también de amor.

Yo creo que toda la base de la buena educación es el amor por el conocimiento. Y el amor al pupilo. En ella se ve claramente que desde muy pequeña hay una historia de amor por su familia, por su entorno… y después la suerte de encontrar esa pareja que hace que el amor siga estando ahí, y que le aporta mucha paz. Pero también se habla del amor por el conocimiento, por la lengua, por la ciencia… Ella tuvo la suerte y la valentía de tener el dinero familiar suficiente para invertirlo en esa decisión. Cuando su padre le dice en los años 60 que tiene tres millones de pesetas y que hay que invertirlos, en ese momento se podría haber comprado diez pisos y haber vivido de las rentas. Pero ella prefiere arriesgar por un colegio rarísimo. Imagínate qué aventura todo eso.




¿Con qué palabra justa describirías a Tita?

Ante todo una mujer. Una gran mujer.


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SOBRE EL AUTOR


Carlos Madrid
Terminé periodismo allá por 2013, pero, no sintiéndome suficientemente formado, me matriculé en lector insaciable, perpetuo viajero, musicodependiente, aprendelenguas... Difundo lo que me agita por dentro en aquellos lugares donde me toleran.

Tomado de El Asombrario



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