Hoy es un placer
traerles este breve texto del escritor y periodista Juan José
Millás. En concreto la parte final de un pequeño y delicioso ensayo
titulado: Introducción a la novela
policíaca, que sirvió como introducción a la antología de cuentos de Edgar
Allan Poe: El escarabajo de oro y otros
cuentos, que reúne tres cuentos (de los cuatro) que Poe escribió para crear
la moderna novela policiaca. Todos protagonizados por su investigador C.
Auguste Dupin salvo el primero: “El escarabajo de oro” (The Gold Bug, 1843), “Los crímenes de la Rue Morgue” (The Murders in the Rue Morgue, 1841) y
“El misterio de Marie Rogêt” (The Mystery
of Marie Rogêt, 1845). No se incluyó “La carta robada” (The Purloined letter, 1844). Hablo como
no, de la colección Tus libros de
Ediciones Generales Anaya, colección que
arrancó su singladura precisamente con este libro, siendo la primera edición de
octubre de 1981.
Juan José Millás. Fotografía tomada de Jot Down magazine |
Tengo el mejor
recuerdo de la colección Tus Libros de Anaya. Sus volúmenes eran garantía de
calidad, no pocos clásicos he leído en sus páginas. A mis tiernos trece años era autodidacta forzado en la
literatura, fueron sus tremendos ensayos en forma de prólogo o de apéndice los
que me permitieron bucear entre tanta oferta y conocer lo mejor de lo mejor.
Aún hoy, Tus Libros sigue siendo para mí un gran prescriptor. Cuando se llega a
los cincuenta, nada te importan las etiquetas, ya sea de literatura juvenil o la
inventada por el corpúsculo bien pensante del lustro. Para mí, si un libro
encontró cobijo en esta colección tiene salvoconducto hasta la cabecera de mi
columna de lecturas pendientes. Algún día resarciré mi deuda con esta colección
con un homenaje en condiciones. Pero eso será otro día.
Hoy toca hablar de
grandes autores de género policiaco que llegaron a matar a su criatura de
ficción, cuando su fama sobrepasó la propia. Es decir hablamos de egos, y de
como el éxito comercial no es suficiente para aplacar los celos artísticos.
Llega un momento que el dinero no es suficiente. Maslow y su pirámide lo sabían
bien, las necesidades humanas son mezquinas, una vez cubiertas unas, aparecen
otras. Y el ego, sobre todo el ego, nunca tiene bastante, es una máquina de
fagocitar. El ego fue el causante que Simon and Garfunkel se separaran. Según reconoció el propio Simon no pudo superar
la envidia que le producía, ver el efecto que causaba entre las jóvenes fans de
buen ver la interpretación de Garfunkel de las canciones compuestas por él
mismo.
The Sound of silence(1964)
Varios de los más
granados autores del género policiaco clásico mataron a sus creaciones. No voy
a adelantar nada más, Juan José Millás lo explica perfectamente, no quiero
privarles del placer de leer sus palabras.
Pero no acabo aquí.
Hablamos de 1981, internet no era lo que es, y la información no era tan fácil
de adquirir como ahora puede parecernos. Lo que en estos días se tarda segundos
en descubrir, a principios de los ochentas podían ser horas, o días si no se
disponía de la obras adecuadas en casa. Y aunque no me cabe duda que Juan José Millás
es un experto sobre el género policiaco y su ensayo sigue siendo una guía
válida para introducirse en este género; en 1981 de Sherlock Holmes sabía lo
justo y gracias. Extraído del artículo que nos ocupa:
“… Ha tenido
innumerables biógrafos y, si hiciésemos una encuesta, muchas personas sabrían
decirnos algo de su vida, aunque desconocieran por completo la personalidad de
su creador, Conan Doyle.
Vivía Sherlock Holmes con el doctor
Watson en el 221 de Baker Street; había nacido el 6 de enero de 1854 y llegó a
ser Caballero de la Legión de Honor. Con Holmes el detective se humaniza sin
que por eso pierda un ápice del carácter analítico de que hacen gala estos
investigadores. A lo largo de los relatos en los que aparece nos es posible ver
algunos de los rasgos más característicos de su personalidad, como su manía por
el orden, puestos de manifiesto en las escenas de vida cotidiana a las que
Conan Doyle nos permite asistir. …”
Todos los carteros
londinenses, aún hoy día, saben que Sherlock vive en el 221B de Baker Street no
en el 221, pero como ya avisé son minúsculos errores que internet hubiera
subsanado en décimas de segundo.
Parece sorprendente
que se tilde de maníaco del orden a Sherlock, cuando es todo lo contrario. Sin
duda, siempre hay orden en su desorden, pero esa característica está muy
alejada de lo que entendemos por un maníaco del orden. Sin duda hay otros
rasgos más característicos de su personalidad que su orden: fumar en pipa para
pensar mejor, sus adicciones a sustancias psicotrópicas, o su respeto a la
reina incrustado a balazos en la pared
de la vivienda.
Pero es el propio
Watson al inicio de “El Ritual de los Musgrave” (The Musgrave Ritual, mayo 1893) el que comenta:
“… Una noche de
invierno, sentados los dos frente al fuego, me aventuré a sugerirle que, en
vista de que ya había acabado de pegar recortes en su libro de noticias, bien
podía emplear las dos horas siguientes en hacer un poco más habitable nuestra
habitación. No pudo negar la justicia de mi petición y, con cara un tanto
severa, se fue a su dormitorio. …”
Es cierto que
Sherlock tiene muchos biógrafos que nos han creado falsas ideas sobre Sherlock
Holmes. El más importante de estos falsos biógrafos (cabe recordar que Sherlock
es un personaje ficticio) es William S. Baring-Gould que en su obra de 1962, Sherlock Holmes de Baker Street (Sherlock Holmes of Baker Sreet: A Life of
the World’s First Consulting Detective). Baring-Gould crea sin soporte
alguno, todos los datos que considera necesarios, para crear una biografía
coherente a su criterio, partiendo de lo narrado por Doyle. Y una de las más
sangrantes creaciones infundadas de Baring-Gould es la fecha de nacimiento de
Sherlock.
El canon es el
conjunto de obras escritas por Arthur Conan Doyle sobre Sherlock Holmes:
hablamos de 56 relatos y 4 novelas, ninguna de ellas cita la fecha de
nacimiento de Sherlock.
Existen muchos más
errores como este. Tampoco aparece en el canon holmesiano la famosa expresión:
“Elemental, mi querido Watson” que se debe a una de las muchas películas que de
Holmes se han realizado, en concreto la titulada en España Sherlock Holmes contra Moriarty
y en Hispanoamérica Las aventuras de
Sherlock Holmes (The Adventure of
Sherlock Holmes, 1939 dirigida por Alfred L. Werker). Curiosamente esta
película ya ha sido objeto de análisis en este mismo blog, en la entrada del 10
de marzo de 2017: Sherlock Holmes contra las Clausulas Suelo.
Pero como digo, nada que un acceso a una obra
de referencia adecuada no hubiera arreglado rápidamente. Pero lo que sigue
tiene peor solución:
“… harto de él,
Doyle decide matarlo, y en su novela El
problema final Sherlock Holmes muere al caer por un precipicio cuando lucha
con su enemigo mortal, Moriarty. Sin embargo, al publicar la novela Conan Doyle
recibe miles de cartas en las que se le reprocha tal “asesinato”. Las presiones
sociales son tan fuertes que se ve obligado a resucitarlo, imagino que a su
pesar, en su siguiente relato, La casa vacía. …”
Sherlock muere al
caer a las cataratas de Reichenbach (Suiza) no en un vulgar precipicio. El
cuento “El problema final” (The Final
Problem, diciembre 1893) se publicó
en la revista The Strand Magazine
como toda la obra de Sherlock y es más tarde cuando se edita la antología en
formato libro: Las memorias de Sherlock
Holmes (The Memoirs of Sherlock
Holmes, 1894). Como vengo diciendo todo fácilmente subsanable cono una
buena fuente de información.
Aunque es algo muy
extendido, como el “elemental, querido Watson” y la fecha de nacimiento, es
falso que Doyle cediese a las presiones sociales que le reprochaban el
asesinato de Holmes... o mucho han cambiado
las presiones sociales desde entonces. La siguiente obra publicada por Doyle,
con Sherlock como personaje, es El
sabueso de los Baskerville (The Hound
of the Baskervilles) que empezó a publicarse por entregas en agosto de 1901
hasta abril de 1902 en The Strand
Magazine como siempre y rápidamente
publicada como libro en 1902, al tratarse de una novela.
Doyle tardo 7 años
y 9 meses en volver a publicar un texto de Sherlock tras su muerte. Dudo mucho
que este plazo de tiempo pueda ser considerado responder a una presión social.
Sin embargo Doyle no resucitó a Sherlock, pues esta narración se sitúa en un
tiempo narrativo previo a su muerte en las cataratas suizas. Por lo que podemos
considerar que Sherlock seguía muerto, y bien muerto.
La resurrección de
Sherlock Holmes se produce tal y como apunta a Juan José, en el cuento “La casa
vacía”, más conocida como “La casa deshabitada” (The Adventure of the Empty House, octubre de 1903, se publica en una
antología en febrero de 1905 bajo el título El regreso de Sherlock Holmes (The
Return of Sherlock Holmes)), dónde ahora sí Sherlock vuelve a la vida como
un bíblico Lázaro. Han pasado 8 años y 11 meses desde su muerte. Sin duda la
razón de la resurrección de Sherlock no debe buscarse en la presión social ni en
nada parecido. Pero los motivos de su vuelta de entre los muertos bien merecen
otro detallado análisis, en otro momento y quizás en otro lugar.
En cualquier caso
nada desautoriza el extracto del conciso y brillante ensayo de Juan José Millás que ahora sigue.
By
PacoMan
Para leer el ensayo completo de Juan José
Millás: Introducción a la novela
policíaca siga este enlace.
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El doble, el mismo
Veamos finalmente
una cuestión que posee un gran atractivo y de la que se han ocupado algunos
psicólogos: las relaciones entre estos personajes míticos, los detectives de
ficción, con sus propios creadores.
He titulado esta
parte como «el doble, el mismo», porque tal es la sensación que me producen:
que son el doble de sus autores y que la relación prolongada con ellos lleva
inevitablemente a la confusión de personalidades, situación ésta difícil de
soportar para el ser humano. Sobre todo, cuando el doble alcanza más fama que
uno mismo, su propio creador.
Por otra parte, no
hay duda de que todo escritor proyecta sobre sus personajes elementos que
proceden de su propia personalidad. El problema surge cuando estos personajes
crecen por su cuenta escapando al dominio de sus creadores. La relación con el
doble es siempre ambivalente; de un lado, se le ama; de otro, se le odia. Si el
personaje crece más de la cuenta relegando a su autor a un segundo plano,
parece que la única salida posible es el «asesinato».
Maurice Leblanc
decía de Arsenio Lupin: «Me sigue a todas partes; más que ser una sombra mía,
he acabado por convertirme yo en una sombra suya.» Más conocida y reveladora es
la anécdota relativa a Conan Doyle y Sherlock Holmes: harto de él, Doyle decide
matarlo, y en su novela El problema final Sherlock Holmes muere al caer por un
precipicio cuando luchaba con su enemigo mortal, Moriarty. Sin embargo, al
publicarse la novela Conan Doyle recibe miles de cartas en las que se le
reprocha tal «asesinato». Las presiones sociales son tan fuertes que se ve
obligado a resucitarlo, imagino que a su pesar, en su siguiente relato, La casa
vacía. En esta divertida novela, en la que vemos sufrir como a nadie al doctor
Watson, Holmes acaba explicando que en realidad había conseguido cogerse a un
saliente del precipicio, evitando la caída, pero que había preferido hacerse
pasar por muerto, utilizando diversos disfraces, para mejor luchar contra
Moriarty.
Más enigmático
resulta todavía el caso de Agatha Christie y su personaje, el belga Poirot.
Como sabemos, en el año 1976 esta escritora publica una novela titulada Telón,
en la que hace morir a Poirot, que además se había pasado al «otro lado», como
muestra de la ambigüedad moral que caracteriza siempre a los defensores del
orden establecido. Parecía que Agatha Christie no estaba dispuesta a que el
gordo detective belga la sobreviviera. Efectivamente, a los pocos meses de la
aparición de esta novela ella murió también. Lo más sorprendente sin embargo es
que, según declaraciones de la propia escritora, Telón estaba escrita desde
1940, y en principio parece que su deseo era que se publicara después de su
muerte. Podemos ver aquí un caso de odio anticipado. Parece como si la joven
Agatha Christie de 1940 supiera ya que Poirot iba a usurpar una gloria que sólo
a ella pertenecía, y decide matarlo antes de dejarlo crecer. Poirot aparecerá
desde 1940 en un sinfín de novelas, pero ya es un cadáver. No es un condenado a
muerte; está muerto. Imagino lo que disfrutaría Agatha Christie con su secreto
y lo que éste supondría como alimento de una perversidad que todos llevamos
dentro.
También en el caso
de Poirot, como en el de Sherlock Holmes, se produjeron infinidad de reacciones
y su muerte ocupó durante semanas las páginas de muchos periódicos y revistas.
Lo que revela que por parte del lector se producen con sus personajes de
ficción favoritos relaciones complejas, en las que como en las novelas, como en
la realidad también, la vida y la muerte, el bien y el mal, se convierten en
las dos caras de una misma moneda.
Juan José Millás
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by PacoMan
En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.
Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.
Y colabora con el blog de Grupo Li Po
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Actualizada el 24/02/2024
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