ADHELY RIVERO Y EL PAISAJE DE ARISMENDI
POR DAVID CORTÉS CABÁN.
Mientras el tren se aleja hacia Manhattan por los asfixiantes túneles de esta ciudad. Algo como una lluvia fresca llena mi espíritu. Debe ser esta poesía de Adhely Rivero. Porque voy entrando en Los poemas de Arismendi con la emoción de quien descubre por primera vez un paisaje imprevisto. Y presiento como si ya lo hubiera andado por estos lugares. Creo que así debe ser la poesía. Sin trampas, con iluminaciones, con palabras que sepan sacar de lo profundo lo que vale de nuestra intimidad. Adhely Rivero nos instala en una dimensión que nos devuelve, tal vez sin proponérselo, lo que hemos perdido en el vacío de las grandes ciudades: la sensibilidad. Por eso, su poesía no busca pretexto para nombrar las cosas ni nace de ninguna confrontación con el ambiente, ni siquiera con el lenguaje mismo.
Su lenguaje nos acerca a una conciencia de
la vida, de una naturaleza y de un paisaje traspasado por la luz: “amanece la
luna blanca / debe brillar para que abunde sentimiento”, Nos dice en uno de sus
poemas, y, en otro; “Me asomo / al monte / y es blanco de luna…” Si la imagen
de la luz matiza el ritmo lento y profundo de estos poemas, el viento y la
lluvia son como elementos amortiguadores de la soledad (la vastedad) de ese
universo. Un resplandor de viento / canta sequía verano para que llueva / y
truenen los árboles viejos” / Lo que sentimos no es tan solo sentimiento del
poeta hacia todo lo que le rodea, sino la “transfiguración” del paisaje mismo
en el lenguaje. O para decirlo con unas palabras del poeta Luis Alberto Crespo:
“En vez de leer escuchamos”. Y es que sentimos la vastedad y lejanía de las
cosas palpitando como la tierra misma. No es necesario inclinar el oído sino el
corazón. Porque la intimidad del poeta con la llanura, con el paisaje y los
animales, con el viento y la lluvia, con Dios y la gente de Arismendi, traza la
hondura humana que cubre los caminos de esta poesía: “Dios es tan ínfimo / en
la soledad de un hombre / que silba / con la boca seca”, nos dice. Pues Los
poemas de Arismendi no son tan solo la intimidad que se siente a través del
paisaje sino la realidad de un universo que parece nacer de la configuración de
los versos. Lejos queda toda exuberancia verbal. He aquí el recatamiento:
esplendor y vida, soledad y silencio. Una manera de evocar las cosas, de
sentirlas vibrar en el paso del tiempo. Las imágenes crean un espacio en el que
nos movemos hasta reconocernos en la verdad del paisaje. Quizás por eso el
poeta ha escogido las palabras, los seres, las cosas mas humildes para fijar lo
que miran sus ojos: “mulas”, “bueyes”, “corrales”, “sabanas”, montes”,
“cangrejos”, “tierra”, “animales”, “barrancos”, “verduras”, “vacas”,
“herrería”, “luna”, “viento”, “árboles”, “lluvia”, “rio”; sustantivos todos que
evocan un mundo concreto donde las cosas parecen estar suspendidas en relativa
calma.
Asistimos al paso del tiempo. El tiempo, la aridez, la soledad de lo imprevisto; el río en lento zigzagueo, el silencioso recogimiento del atardecer, el perfil de algún animal que aparece y desaparece bajo el impreciso resplandor de la luna: “Nada esperes del camino / El paisaje y las bestias / existen / Aparece un río / cuando lo deseamos”. Pienso que estamos frente a un poeta telúrico, un poeta cuyas raíces parecen llegarles de la voz profunda de la tierra: “Yo tuve tiempo de ser la tierra / uno se siembra y se hace / uno es el corazón”, nos dice /. En estos versos sentimos palpitar la vida que se escurre silenciosa por senderos que se alargan en el horizonte. Y es que Los poemas de Arismendi no son un canto al paisaje urbano, ni al placer, ni al deseo, ni siquiera a esas inquietudes amorosas que con desesperante dulzura atraviesan el corazón. Los caminos que traza Adhely Rivero se rigen por otras fuerzas misteriosas. “Por este filo de monte / la luna pasa / en el alma”, nos dice en estos versos; o estos otros que proyectan la imagen de un yo lírico que se percibe a sí mismo como una parte integral del paisaje que lo envuelve.
Descanso sobre la cruz
del caballo
en su cielo
Voy más allá de sus
astros
y lo adorno de furia
El horizonte es su
intemperie
Como apartar lo que
somos a su estatura.
Es que en este libro
las palabras resplandecen como el relámpago en el horizonte, de manera que no
hay manera de evadir el paisaje como cuando dice:
En la charca
cuando la luz da en el
barro
nada puede brillar
Bajan filas de chivos
por la calle de
comercio
Apilados aromas en el aire
Arreamos
por una luz flaca
Que diga uno en edad
tuvo vida
beneficiando cerdos y
ovejas.
Tanto en la primera como en la última parte
del libro En sol de sed se enfocan los mismos tópicos y motivos: el
horizonte, la intemperie, la luz la soledad y el lento rumor de la vida del
llano. Por ahí se va el alma del poeta, entre el paisaje y la tierra que es
como decir la vida y la patria. Ambos textos encarnan un mismo sentir.
Adhely Rivero nos muestra no solo los tonos del paisaje sino la vida en el
llano, su continuo fluir. El llano visto y sentido como una experiencia que
funde la imagen de los habitantes de Arismendi con el transcurrir silencioso de
la vida a la intemperie. La naturaleza y el tiempo se proyectan como
imágenes centrales de una escritura que parece fijar el sentido de la vida y la
cosas. Es decir, el ser no ya frente a la naturaleza sino conformando
una especie de unidad con ella misma:
Temprano
Apaleando el agua
Sacan largas culebras
Las descuartizamos
Buscando las cuerdas
sonoras del río.
A la
intemperie, bajo el ancho cielo de Arismendi, palpita una naturaleza cuyo
paisaje marca el destino de sus habitantes. Y la vida transcurre lenta y
esquiva como los animales que se cuidan de la presencia de los cazadores y,
como el “fulgor / en el gastado retrato / que la gente va dejando”.
Los Poemas de Arismendi by Dimitri Lipo
Adhely Rivero nació en Arismendi, estado Barinas, Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.
David Cortés Cabán. Imagen tomada de Crear en Salamanca. |
David Cortés Cabán. (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Poeta y ensayista. Reside en Nueva York, Estados Unidos.Posee una Maestría en Literatura Española e Hispanoamericana de The City College (CUNY). Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1990), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (con prólogo de Ramón Palomares y Eugenio Montejo, 2004),, Islas (2013). Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en revistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Latinoamérica y España. Fue maestro en las Escuelas Públicas de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of The City University of New York.En 2006 fue invitado al III Festival Mundial de Poesía de Venezuela, y en 2015 a la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), dedicada a Puerto Rico. La Universidad de Carabobo le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza, en el Festival Internacional de Poesía de la ciudad de Valencia en 2013. Ha participado en los Festivales Internacionales de Poesía de Cali, Colombia (2013), y de Managua, Nicaragua (2014). En 2014 fue invitado a presentar el acto «Noche de Juglaría: Lectura de Poetas Venezolanos» en Berna y Ginebra, Suiza.
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