martes, 17 de diciembre de 2024

COMPAÑERA de Adhely Rivero

 



COMPAÑERA

POR ALBERTO HERNÁNDEZ

 

                                                                  Yo no lo sé de cierto, pero su pongo

                                                                  que una mujer y un hombre

                                                                  algún día se quieren,

                                                                  se van quedando solos poco a poco,

                                                                 algo en su corazón les dice que están solos,

                                                                 solos sobre la tierra se penetran,

                                                                 se van matando el uno al otro.

                                                                              Jaime Sabines

 

Con este poemario Adhely Rivero arriba a un espacio que había visitado en tono menor o con otra mirada. No quiere esto decir que no haya estado en sus accidentes, meandros, alturas y profundidades, pliegues, luces y sombras, en sus habitantes animados por afectos o desafectos. Compañera (Ediciones A, Valencia 2012) es el libro de un segundo aliento, el que atañe al amor, a la mujer: la que llegó después de una primera y larga experiencia cuya ruptura lo dejó un tiempo trastornado. Es el libro donde da con María, personaje de carne y hueso que en estas páginas representa la idealización de un reciente propósito existencial.

El poeta de Arismendi, quien siempre ha porfiado por su tierra y sus labores, es hoy parte de otro paisaje, el que lo confina a una hacienda con los animales de su diario devenir. No está en la tierra siempre cantada, sino en una casa de campo próxima al mar, ese otro llano como decía Lazo Martí:  El llano es una ola que ha caído. Esta escritura fue formulada en la costa con una mujer al lado, correlato afectivo que tiene sus antecedentes en una dolorosa separación que se advierte en muchos de los versos que en este libro moran.

Con un dejo en el que Sabines levita, el autor de Los poemas del viejo desnuda su intimidad y menciona con nombre y apellido a la compañera del alma, quien como el texto del mexicano es motivo de incendios, de penetraciones sobre la tierra, la misma que menciona Rivero en el epígrafe en el que recurre a Rafael Cadenas (Vivo /como la tierra de donde vine / la tierra que recorrí con mi padre). Y esta instancia, el autor deja ver al lector que Arismendi sigue estando en la memoria: con una amante / enfermera a la que “me dan ganas de decirte /que no vayas al trabajo, / que te quedes en la finca viendo los animales”. Es la misma mujer que debe atender sus labores en un hospital y a la que el poeta sugiere dejar que Dios cuide sus criaturas.

Un tema que llama la atención en esta ¿nueva etapa? de Adhely Rivero tiene que ver con la presencia de Dios en muchos de estos poemas. Se trata de versos / plegarias en los que el autor clama e invoca al Ser Supremo: Me voy a la biblioteca a pedirle a Dios / que se acaben los enfermos / y me dé ánimo para rezar y oírlos cantar. Los mismos enfermos que María atiende en el hospital donde trabaja. En otro poema, inicia el texto un Señor que convence más al lector de que cierta feliz espiritualidad ha acudido a la vida de quien escribe sin ningún temor, sin tapujo alguno sobre un tema tan delicado. Así: Eres la compañera más bella / y completa / que he tenido en mi vida. / Ahora vivo solo. / De una orilla a la otra el agua / del mar es salobre. / A Dios le quedan días / para los dos en la eternidad. / A nosotros nos atajará la casa, / ese lugar de amor en la tierra.

El amor, se alcanza a creer, atiza el fuego que la anterior poesía de Adhely Rivero trataba por otros medios, a través de otros motivos. Ya no es el sitio, el lugar físico. La mujer –espacio en el que coinciden todos los sonidos– concita una revelación: apuesta a la creencia de que Dios siempre ha sido el responsable de la escogencia de la mujer de hoy. Entonces asume el hábito, pero no deja de recordar que ha sido quebrantado, que ha ganado mucho / pero he perdido todo. La soledad que le dejó el pasado se dibuja en el perfil de los animales de crianza en las lecturas y trazos que hace con las palabras, contemplando el desamor y cómo pasan mis días / a la espera de la última mujer en mi vida. Con este mismo tono afirma que La mujer que tengo me va a incinerar. Añade sin ningún enmascaramiento que quien con él vive lo esconde de todos para estar ellos dos. Y a ese paso, des liza: Y yo en vida pienso que no tendré / una muerte justa, bella, a mi gusto. / Quiero pasar mi muerte / en la sombra de un árbol frondoso. Vie ja ambición de quien nació en plena sabana. Y así el otro deseo: No dejes María que me pierda, / aprendo tanto cuando sueño.

Es un libro de un hombre que viene del desarraigo, de una separación de las miradas / y las comidas. Pero no se trata, como podrían creer muchos, de un despecho lacrimógeno. Se trata de una mudanza a la soledad: Uno se va solo en el viaje del amor / con la mirada de Dios. Para luego entrar en una situación diferente: ...para proponerte María vivir conmigo la belleza / del mundo en esta casa. Y más adelante escribir: solo me llenan el terreno / mi compañera del alma y avatares.


El sobresalto de la ruptura quedó plasmado claramente en La casa no se pelea / les pertenece a los hijos, / a la mujer. / Tengo visto un terreno / junto al mar, / se ve el cielo. / Uno debe tener animales pastando / si tiene casa para su familia. / Voy a vender las vacas lecheras / los caballos de paso / y los toros / para comprarme una casa. / refundaré la finca, / después de haber salvado el amor. / Veré crecer animales en los pastizales / sin temor a la vejez, / hasta que Dios tenga la última palabra. Y comienza de nuevo otra etapa vital, con otro cuerpo, en otro tiempo.


Una clave de este libro /otro de Adhely Rivero la encontramos en las más de diez veces que nombra a Dios. Las doce que menciona la palabra casa y le agregamos cinco de finca, siete veces mujer. Cinco aparece la palabra amor y catorce mar o lugares relacionados con el mar. Es decir, el poeta, hasta ahora, ha encontrado el mundo en otro paisaje. Ya volverá a sus andanzas, de nuevo a la tierra prometida, como ya ha anunciado al margen de este libro.

Madera perdurable la que arde en el aire.


Compañera by Dimitri Lipo


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Adhely Rivero nació en Arismendiestado Barinas,  Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.

 


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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».


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