martes, 19 de marzo de 2024

DAVID CORTÉS CABÁN: EL LIBRO DE CANOABO, DE ADHELY RIVERO proclama mediante la palabra bondadosa un sentido más lúcido y humano de la vida

 


Estimados Liponautas

Hoy 19 de marzo de 2024 el pueblo de Canoabo cumple 313 años. Por esa razón compartimos con ustedes esta entrada que esperamos sea de su agrado, donde el poeta David Cortés Cabán, nos adentra en los senderos de El Libro de Canoabo.

Atentamente 

La Gerencia



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EL LIBRO DE CANOABO, DE ADHELY RIVERO


Homenaje a Vicente Gerbasi



CANOABO

                                                A Eloína Ybarra.

                                                                                        Aquí  el alma encuentra su propia soledad…

                                                                                                 Vicente Gerbasi. 

Sobre la montaña amanece sentado el cielo,

abrigado con nubes blancas.

En la cumbre crían  ganado de raza,

hermosas vacas pastan en el frio. 

Naranjas y mandarinas tejen de verde

 la falda del horizonte

donde cuelga un camino de labriegos.

Canoabo es de una ternura ancestral,

el nativo siembra con la luna, 

según la sabiduría antigua,

los alimentos que mengua la hambruna.

Antes, recuerdas,

 Canoabo era una aldea de agua dulce, café y cacao,

grandes arreos de mulas y cacería silvestre.

Al pueblo llegó la universidad, los artistas, los poetas y los vecinos.

Ahora Canoabo está más cerca del mundo.



        Para que el paisaje nos devuelva su íntima historia, su más clara intimidad, ha decidido el poeta Adhely Rivero hacer un viaje a Canoabo, el hermoso pueblo donde naciera en 1913 el gran poeta venezolano Vicente Gerbasi. Allí, como si descubriera por primera vez el paisaje de aquel poeta que generosamente nos diera lo más profundo de su corazón en la hondura de sus versos, Adhely ha ido desentrañando su apreciación por el autor de aquel libro fascinante y mágico, Mi padre el inmigrante. Y ha llegado Adhely para abandonarse a la contemplación y a la alegría de la palabra que agita la condición pasajera de la vida. Ha fundido en El libro de Canoabo su visión de mundo como si proclamara el mismo sentimiento que sintió Gerbasi en la mirada del paisaje, y en la flora y la fauna que brindó a sus versos el matiz límpido y profundo de su propia existencia. 

 


LO AÑORÁBAMOS 

                                                                                     

No tenía ventana.

No veíamos la montaña desde adentro

y lo añorábamos.

La casa era prestada.

 Nunca se interesaron

por tener ventana para ver la montaña.

Un día construí una vista panorámica

para contemplar las nubes volando en el cielo,

sobre un fondo verde de árboles de naranjas.

Ver los arrieros con sus recuas de mulas

bajando frenadas

con las cargas idas al cuello.

La montaña mandaba la neblina

a espiar los dormitorios,

la sentíamos fría, 

 perfumada con flores silvestres.

Cuando el dueño de la casa vio por la ventana

la cumbre,

vio desde el cuarto el cielo.


         Lo que siente el lector al acercarse al El libro de Canaobo es el aliento del paisaje, lo esencial de la vida, la vibración del pájaro que abrió sus alas y se perdió en luminoso vuelo hacia el ocaso. Y es que lo singular de esta poesía está en el espíritu de afinidad que la reviste del recuerdo de Gerbasi. Su recuerdo, su vocación poética, la lucidez que hace posible la continuidad de ese cántico que para ser comprendido necesita de una honda dimensión de espíritu. Adhely conoce esta realidad porque es el poeta del Llano y del paisaje. Incorpora en sus versos la experiencia profunda de una mirada que nos devuelve la luz de un horizonte más noble y luminoso. Su poesía recoge ese misterio insondable que nos identifica con las cosas más dignas y humildes: el colibrí, el tordo, el horizonte, la aldea, la neblina, la sabana, el viento, el café, la soledad. Toda una visión del campo, de la tierra y del ser en una misma historia humana.



 Casco antiguo de Canoabo

LA CUMBRE

Aquí no se alza la voz,
eso es en el mar que la gente
va gritando.
Aquí se habla en la respiración,
en el susurro.
Nadie se atropella por volar más alto,
subes a la montaña
y ya estás en el cielo.
Si gritas te cansas y tu grito no retumba
en las paredes del monte.
Solo el hacha tiene un leco pernicioso,
va dejando un hueco entre los árboles.
Una ventana por donde se ve la tierra del cerro.
Pronto sube humo de la quema,
la ceniza abona.
Van a sembrar, dicen,
cuando lleguen las lluvias.


La historia personal del poeta y la de Gerbasi van paralelamente descubriéndonos la grandeza de Canoabo. No la grandeza que nace de lo material y pasajero, sino la que proclama mediante la palabra bondadosa un sentido más lúcido y humano de la vida. ¡Qué bien se siente recorrer a paso silencioso el tema de este libro! Tus palabras son paisaje, ha dicho el poeta. ¿Lo ha dicho de sí mismo o de Gerbasi? Ambos caminan el horizonte de estos textos, ambos ascienden lentamente en confiada grandeza hacia la calma de estas montañas, a los caminos que reflejan la belleza del paisaje: En el campo es otra vida / allí se siente el mar volando, anuncia este verso. Y en otro, sentimos la naturaleza que trasciende la singular presencia: Aquí nació Vicente, / cuando comienzo a recorrer / la carretera fría e iluminada de bambúes amarillos / en el monte tupido.

 

Casa natal de Vicente Gerbasi en Canoabo. Fotografía del año 2011.Imagen tomada de Vicente Gerbasi.


          Desde el primer momento de la lectura nos reciben los pájaros. El colibrí y el tordo emiten sus alegres saludos: El colibrí se toma la flor / y se pone a volar. Querrá también el tordo acompañar nuestra condición de caminantes por estos versos que trazan el recorrido de Canoabo: El tordo en las calles, / canta, / para que me sienta bien. Estos cánticos nos descubren nuestra condición humana, nuestros sentimientos en la luz de un horizonte que va en ascenso hasta trazar su órbita natural y lejana como la humilde materia de las cosas sobre la tierra. Lo que vemos  en El libro de Canoabo nos provoca un amoroso sentimiento en la armonía del paisaje, la luz de su cielo y la confianza de su gente. Nos sobrecoge el hecho de vivir plenamente rodeado de la bondad y grata compañía de los otros, sumidos en la plena realización de la palabra límpida y sin manchas. Esto lo ha advertido Adhely en su recorrido por Canoabo para recordar una vez más  sus pasos por estas mismas calles que recorriera un día acompañado del propio Vicente Gerbasi y del poeta Luis Alberto Crespo: Aquí no se alza la voz, / eso es en el mar que la gente / va gritando. / Aquí se habla en la respiración, / en el susurro. / Nadie se atropella por volar más alto, / subes a la montaña / y ya estás en el cielo. Sentimos de inmediato que la vida en Canoabo traza sus propios signos, ésos que no demandan de agobiantes fórmulas de conocimiento, ni pretenden insinuar otras acciones que no se correspondan con la realidad del paisaje o de la vida misma. Ya lo ha señalado el poeta: Sobre la montaña amanece sentado el cielo, / abrigado con nubes blancas. / En la cumbre crían ganado de raza, / hermosas vacas pastan en el frío. / Naranjas y mandarinas tejen de verde / la falda del horizonte / donde cuelga un camino de labriegos. He aquí el paisaje que revela lo que siente el corazón, pues no hay otra forma de sentir la realidad que palpita en este libro. La que nos presenta la vida en su más profunda dimensión, la que consiste en vivir armónicamente con el entorno.

Carlos Ochoa, Reynaldo Pérez-só, Vicente Gerbasi y Adhely Rivero. (Foto de Vasco Szinetar)


Por eso encontramos que lo esencial de la vida se podría resumir en las cosas que dejan sobre el alma una grata ternura. Esta realidad nos la recuerda el poeta Adhely Rivero en el contenido de estos poemas. Un sentimiento provocado por el reencuentro con Canoabo, y porque ligado a este sentimiento vemos pasar la imagen del profundo Gerbasi en el puro fluir del tiempo, en la hermosura que repentinamente nos descubre la alegría de volverlo a sentir en la vivencia evocadora de esta poesía y en el paisaje sereno y noble donde El colibrí se toma la flor / y se pone a volar.

 

Carlos Ochoa, Reynaldo Pérez-só, Vicente Gerbasi y Adhely Rivero. (Foto de Vasco Szinetar)


        Dejemos ahora que el lector se apropie de estos versos para que su corazón recoja este hermoso homenaje a Vicente Gerbasi, y que la alegría lo lleve escuchar el tordo, la plenitud de su cántico cuando “Sobre la montaña amanece sentado el cielo, / abrigado con nubes blancas”.


 

                                                                                                              Nueva York,  Otoño, 2018                                                                                                  




El video que muestra la destrucción de la casa de Vicente Gerbasi es del historiador Fredy Rincón Noriega


Tomado de Crear en Salamanca


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Adhely Rivero nació en Arismendiestado Barinas,  Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.

 


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David Cortés Cabán. Imagen tomada de Crear en Salamanca.


El Libro de Canoabo. by Dimitri Lipo


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