domingo, 14 de septiembre de 2025

El quicio de mi puerta

 



Estimados Liponautas

Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes un texto de nuestro amigo PacoMan, donde cronica su sentir. Autocontempla su pensar, el palpitar de su cerebro y corazón. Donde recuerda y proyecta el correr de sus esencias mientras el Sol barre las calles, las calles por donde fluye la vida, su vida. 

Hombre sentado en el umbral de la puerta al lado de la bicicleta estacionada. Ramandhani Nugraha 
https://unsplash.com/es/fotos/hombre-sentado-en-el-umbral-de-la-puerta-al-lado-de-la-bicicleta-estacionada-BWXbe1Umtyw


La entrada la inicia un poema escrito a cuatro manos entre PacoManBernabé Naharro, que se titula del mismo modo que la crónica sentimental de PacoMan: El quicio de mi puerta, un título polisemántico porque ofrece muchas posibilidades como las de que habla PacoMan en su ensayo y crónica sentimental. Para comenzar es el título de una canción de Marife de Triana, del año 1958. Canción que no sabemos si conoce PacoMan, autor de la entrada de hoy.



Usualmente se dice que el quicio es la parte de la puerta donde van los pernios, que serán el eje donde rota la puerta. Estos pernios se insertarán en unos huecos que van a un costado de la jamba (los lados verticales del vano -hueco- de la puerta) llamados quiciales aunque mucha gente le llama quicios

Quicio superior de madera, para una valla en una cabaña de piedra seca


La parte superior del vano de la puerta es el dintel y la de abajo el umbral.  Si se está en el quicio de la puerta se estaría recostado o apoyado del lado fijo de la puerta. 



Pero sentarse en un eje vertical es algo complicado por lo que PacoMan, usa la palabra Quicio como en Venezuela: El escalón o piso de entrada a una casa. O simplemente el umbral de la puerta. 


De hecho al buscar imágenes para aderezar el texto de entrada de hoy. El buscador mostraba gente sentada en el umbral de la puerta.

Cerraremos la entradilla con un tema de Porchetto:


Sentado en el umbral de Dios

Ahora después de todas éstas galimatías podrán disfrutar  de la solvente obra de PacoMan bajo el inexorable Sol , que barrena la vida, nuestras vidas...y las jambas que las sostienen hasta que desaparezcamos aplastados entre el dintel y el umbral...


Disfruten de la entrada

Atentamente


La Gerencia


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Imagen tomada de Pexels
         



EL QUICIO DE MI PUERTA

Olas de calor barren las calles,
limpias de frías ideas,
templadas intenciones,
y congelados salarios.
Cronos, el señor del tiempo,
añora lo que nunca pasó,
aquello que desde el umbral
de cualquier insospechada puerta
no se decidió.
Sentado en el quicio de una de esas puertas
suspiro por una leve corriente de aire
que alivie tanta calor y desilusión.
Pretendo contemplar
el caótico devenir de aquellos caminos
que nadie quiso andar por
miedo a lo que encontraría.
Siento que a mi lado,
en el quicio de mi puerta,
ya no estoy solo.
La Probabilidad
que existe mientras no ocurre
y al acaecer desaparece
se ha sentado a mi vera.
Por más veces que mire su cara
nunca es la misma:
cambia, rota, evoluciona,
se degrada como nuestras democracias.
Es la reina de la incertidumbre,
marquesa del riesgo,
cortesana del desastre
y cuidadora del cisne negro de Taleb.
Es como el mito de Medusa.
Lo deduzco cuando ya he deshojado media vida observándola,
media vida que cabe entre dos ráfagas de aire estival.
Resisto, pese a que mi cuerpo desea convertirse en piedra.
Vuelvo a mirar a esos caminos no hoyados.
Ahora y gracias a quien me acompaña,
constato lo que el ciego Borges sabía sobre ellos:
jamás andados, que se desdoblan,
se duplican y alcanzan la infinitud.
Un río de caminos con su posibilidad reluciente en cada bifurcación.
Heme aquí, en el quicio de mi puerta,
viendo sin ver, sintiendo sin ser,
viviendo sin anhelos que la levedad del ser
me alcanza, me embarga y me desahucia.
Me siento solo,
estoy solo.
Probabilidad se fue con Cronos
y yo soy el quicio de mi puerta.
Ella me venció:
me convertí en piedra,
que cree recordar
que no siempre lo fue.
Que no siempre estuvo
en la entrada de mi puerta
siendo su quicio.
El Sol sigue barriendo las calles.


Cronos devorando a sus hijos.


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Puerta de entrada de Casa colonial en Coro, estado Falcón, Venezuela.




El quicio de mi puerta.


Olas de calor barren las calles. Las deja limpias de frías ideas, templadas intenciones y congelados salarios. Vacías quedan, vacías están.

Cronos, el señor del tiempo, añora lo que nunca pasó, aquello que desde el umbral de cualquier insospechada puerta no se decidió, no se atrevió a entrar, a dar un simple paso adelante.

Sentado, en el quicio de una de esas puertas, concretamente la mía, suspiro por una leve corriente de aire que alivie tanta calor y desilusión. Pretendo contemplar, distraídamente como el vuelo del halcón milenario, el caótico devenir de aquellos caminos que nadie quiso andar por miedo a lo que encontraría o por saber perfectamente lo que allí hallaría. Pero no lo consigo por más que lo intento.

Siento que a mi lado, en el quicio de mi puerta, ya no estoy solo.


Imagen tomada de Territorio Mudejar

La que existe mientras no ocurre y al acaecer desaparece, se ha sentado a mi vera, en el quicio de mi puerta: ella, la Probabilidad. Ahora ya, nuestra puerta. Me habla o me contempla, quizás ambas cosas a la vez, posiblemente ninguna. Por más veces que mire su cara, nunca es la misma, cambia, rota, evoluciona, se degrada como nuestras democracias liberales. Es la reina de la incertidumbre, marquesa del riesgo, cortesana del desastre y cuidadora del cisne negro de Taleb. Medusa, esa es mi conclusión, es como el mito de Medusa. Lo deduzco cuando ya he deshojado media vida observándola, media vida que cabe entre dos ráfagas de aire en este estío que sufro con hastío.

Resisto, pese a que mi cuerpo desea convertirse en piedra, ahí, en el quicio de mi puerta, junto a ella, la Probabilidad. Vuelvo a mirar a esos caminos no hoyados, razón por lo que sólo se puede volver la vista delante, por la senda que se divide. Ahora y gracias a quien me acompaña, constato lo que el ciego Borges sabía sobre ellos, jamás andados que se desdoblan, se duplican y alcanzan la infinitud. Un río de caminos con su posibilidad reluciente en cada bifurcación.

Heme aquí, en el quicio de mi puerta, viendo sin ver, sintiendo sin ser, viviendo sin anhelos que la insoportable levedad del ser me alcanza, me embarga y me desahucia. Fluyan mis lágrimas digo en voz alta y ella me contesta: que se perderán en la lluvia.

Me siento solo, estoy solo. Probabilidad se fue con Cronos y yo estoy, o mejor dicho, soy el quicio de mi puerta. Ella me venció: me convertí en piedra que cree recordar que no siempre lo fue, que no siempre estuvo en la entrada de mi puerta, siendo su quicio.

El Sol sigue barriendo las calles.



by PacoMan Les Franqueses del Vallés, 4 de agosto de 2025.




El abuelo Vitor (1969) , Víctor Manuel 

https://www.youtube.com/watch?v=odnPkKgAvJ8&list=RDodnPkKgAvJ8&start_radio=1


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            ¿Y quién es Bernie OhlsSoy un librero hard-boiledDuro para poder seguir vivo y dulce para merecer estarlo en esta jungla de asfalto que es el mundo del libro, donde unos pocos tienen el dinero y el poder con el que procuran marcar las directrices del mercado. ¿Demasiado cruda la carne que te sirvo? No pienso disculparme. Creo que ya es hora de que se saquen del jarrón veneciano los tópicos y se arrojen a la calle, que alguien diga en voz alta verdades como puños y afronte la realidad del mundo del libro con otras palabras.



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PacoMan


Pacoman

En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de cuatro lustros.

Economista y de vocación docente. En la actualidad sobrevive como puede: lo que viene siendo malvivir.

Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando sube posts a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po


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