sábado, 13 de abril de 2013

Noam Chomsky estaba equivocado:

Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente o

cómo traducir lo intraducible

 

 

 

Sergio Parra    

27 de diciembre de 2012 

 

Traducir una obra que contenga enunciados convencionales no es tan sencillo como parece, máxime si la lengua en la que tratamos de traducir la obra está inmersa en códigos culturales radicalmente distintos

 

En 1957, el padre de la gramática universal Noam Chomsky publicó su revolucionaria obra Estructuras sintácticas. En ella proponía una frase inventada y carente de sentido para explicar lo que él consideraba la diferencia fundamental entre una frase con significado y una gramatical. La frase era: Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente

Noam Chomsky

Sin embargo, al poco tiempo, un grupo de estudiantes demostró que Chomsky se equivocaba. Y, poco después, en Stanford empezaron a celebrarse competiciones de textos en los que frases como la de Chomsky tuvieran también significado. Para conseguirlo, sólo había que cambiar el contexto.

Una de las propuestas premiadas, por ejemplo, fue la siguiente:

Sólo imaginar el verdor por venir nos lleva en otoño a comprar esos trozos de material vegetal blanquecinos y durmientes por una película de piel marrón y luego a plantarlos cariñosamente y cuidarlos. Para mí es una maravilla que bajo esa cubierta estén trabajando en su interior, invisibles y a toda prisa, para darnos la repentina y asombrosa belleza de los bulbos que florecen en primavera. Mientras reina el invierno la tierra reposa, pero estas ideas verdes incoloras duermen furiosamente.
En resumidas cuentas, no se puede construir una frase gramatical correcta que no llegue a tener, en algún momento, un contexto de enunciación que la dote de significado. Eso implica, naturalmente, que cualquier cosa que puede decirse, puede traducirse. Lo que también dificulta aún más la tarea del traductor. 


Para traducir correctamente un enunciado, la lengua de llegada debe poseer convenciones paralelas sobre las cosas que pueden hacerse con palabras, claro, pero la cultura de llegada también puede añadir matices a esas cosas, tal y como explica David Bellos en su libro Un pez en la higuera:

Una promesa puede que sea una promesa en todo el mundo, pero las “condiciones de felicidad” así como las formas del lenguaje apropiadas para la realización de una promesa pueden variar marcadamente entre, por ejemplo, Japón y Estados Unidos. No es el significado lingüístico de “lo juro por mis muertos” lo que hay que traducir si el objetivo es realizar un juramento similar en la lengua de llegada. Una vez más, el enunciado (hablado o escrito) no es el único objeto de traducción, ni siquiera el más importante, cuando lo que cuenta es el valor de un enunciado, como sucede siempre.

Tomado de Papel en blanco

 

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