martes, 19 de noviembre de 2024

Richard Ford en 2015: Donald Trump, no representa una amenaza. Nunca será elegido

 

Richard Ford en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.Foto:Antonio Moreno


Estimados Liponautas

Los escritores suelen escribir bien, así que cuando sus peroratas son dirigidas hacia otra área sus ideas pueden estar tan mal o bien dirigidas como las de cualquier  hijo de la panadera...

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La Gerencia

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Richard Ford: "Me reía con Carver de nuestro supuesto realismo sucio"

16 diciembre, 2015 01:00




Laura Fernández





Richard Ford ha resucitado en Francamente, Frank (Anagrama) a su peculiar 'alter ego', Frank Bascombe, el periodista deportivo que luego fue agente inmobiliario y ahora se ha convertido en un jubilado al que le asustan las caídas en el hielo, para hablar del huracán Sandy y todo lo que destruyó, y también de todo aquello que hace de la vida "una imprevisible maravilla".


Como Frank Bascombe, Richard Ford (1944) fue hijo único de padres mayores. Padres que le adoraban. Padres que nunca se tomaron muy en serio nada de lo que ocurría. "Crecí entre un montón de adultos", dice. Todos ellos le fascinaban. Se fijaba, desde niño, en todo lo que hacían y en cómo lo hacían. Trataba de descubrir por qué lo hacían. Luego, toda esa gente empezó a morir. "Empecé a tener que ir a un montón de entierros. Incluido el de mi propio padre, que murió cuando yo tenía 16 años", recuerda. La muerte, la muerte que acecha a Frank Bascombe, temeroso de resbalar, un día, en las escaleras del porche (porque un poco de hielo puede ser tan letal como un francotirador, a una determinada edad, o eso se repite, una y otra vez, el ex periodista deportivo y ex agente inmobiliario, lo más parecido a un álter ego que Ford ha tenido jamás), y no volver a ser el mismo, o no volver a ser en absoluto, está presente, desde el principio, en todo lo que escribe. Y lo está especialmente en ésta, en mucho sentidos, elegíaca antología, o los cuatro relatos que dan forma a una peculiar novela en cuatro partes que Ford quiso titular Let Me Be Frank With You, juego de palabras que en español se ha convertido en Francamente, Frank (Anagrama), y que, en su versión original, apela al artificio que constituye toda novela, por más realista que ésta sea.


"En los 60 hubo una generación de escritores, de la que formaron parte William Gass, Donald Barthelme y Robert Coover, que jugaban con esa idea de lo metaliterario. Yo crecí en esa época, consciente de que la literatura es artificio. Que nadie te está ofreciendo un ojo de la cerradura por el que mirar, sino que tú, como lector formas parte de una experiencia artística e intelectual cuando lees un libro. Así que con el título pretendía invitar al lector a vivir esa experiencia, a jugar a ese juego conmigo", dice el escritor. Está sentado a una butaca negra y sigue con la mirada a todo aquel que pasa junto a él, hasta que éste, sea quien sea, desaparece. Lleva encima una libreta, una diminuta libreta de bolsillo interior de americana, en la que anota frases que podría haber dicho Bascombe si en vez de un personaje "hecho de palabras" ("porque eso es lo que es", dice, "no soy la clase de escritor que considera que sus personajes están vivos, Frank Bascombe no existe", aclara), fuese un tipo de carne y hueso, y tuviese que enfrentarse a: 1) Tipos que regresan para pedirle cuentas por la que casa que les vendió y que ahora se ha llevado el huracán; 2) Curiosas ex inquilinas de la casa en la que vive que regresan para echar un vistazo al lugar en el que crecieron; 3) Ex mujeres que se han retirado a una residencia aquejadas de una enfermedad de la que no podrán escapar y 4) Amigos que en realidad nunca lo fueron y que quieren confesar un desliz antes de adentrarse en el Más Allá.


Para mí, la vida es una especie de carnaval. No me tomo nada demasiado en serio. Ni a mí mismo"


He aquí lo que esconden los cuatro relatos incluidos en Francamente, Frank, el regreso no esperado de Frank Bascombe, el tipo que protagoniza El periodista deportivo, El Día de la Independencia y Acción de Gracias. Ford, que creció en Jackson, Mississippi, en la misma calle que William Faulkner, en la misma manzana que Eudora Welty, que dijo de él que era "un chico inteligente pero un poco salvaje", recuerda que cuando ganó el Pulitzer (por algo que jamás volverá a escribir: una novela larga, muy larga, como El Día de la Independencia), le preguntaron qué le parecía que un tipo de Jackson, Mississipi ganara el Pulitzer y él respondió: "¿Que qué me parece? ¡Ni siquiera soy el único de mi manzana que lo ha hecho!".


Pregunta.- ¿De veras no tenía previsto resucitar a Frank? ¿Por qué tomaba entonces todas esas notas sobre cosas que podría haber dicho?

Respuesta.- Frank ha sido desde el principio una especie de herramienta. Como una voz que está ahí todo el tiempo. Un instrumento que me mantiene alerta. Me obliga a prestar atención a lo que me rodea. Para muchos escritores, lo verdaderamente valioso es el pasado. Para mí lo es el presente. Estar vivo es un milagro, y hay que celebrarlo. Como he dicho, crecí rodeado de gente adulta y llegó un momento en que esa gente empezó a morir. Aquello me enseñó a apreciar lo que tenía: la vida. Todo me parece interesante. Pero no lo que ha pasado, sino lo que está pasando ahora mismo. Para mí, la vida es una especie de carnaval. No me tomo nada demasiado en serio. Ni siquiera a mí mismo.


P.- ¿Fue el huracán Sandy el que le impulsó a hacerlo, en cualquier caso?

R.- Sí. Lo cierto es que jamás pensé que resucitaría a Frank. Pero luego ocurrió lo del huracán Sandy y verdaderamente me impactó. Pensé que, dado que Frank conocía bien Nueva Jersey, podría ser un buen narrador para la historia. Aún no sabía qué quería escribir, pero sabía que tendría algo que ver con las consecuencias del huracán. Los escritores vamos de un lado a otro en busca de algo que contar, y las ideas toman forma en tu cabeza sin que seas consciente de por qué lo hacen. Yo estaba en Nueva York cuando el huracán destrozó la vida de toda esa gente. Fui a la zona, vi lo que había pasado, me quedé sin palabras, y me dije que tenía que escribir sobre eso. Porque de eso va la literatura. La literatura tiene que sacudirte. Tiene que decirle al lector: '¡Eh, un momento! ¡Aquí está pasando algo! Deja lo que estás haciendo y echa un vistazo'.


La literatura tiene que sacudirte. Tiene que decirle al lector: '¡Eh, un momento! ¡Aquí está pasando algo! "


P.- ¿Por qué tomó la forma de cuatro relatos? ¿Por qué no escribir una novela?

R.- No creo que tenga la energía suficiente para sumergirme en una novela como las que he escrito. Tengo 72 años, no quiero embarcarme en cosas complicadas. No sé si voy a seguir vivo mañana. Prefiero ponérmelo fácil. Así que escribí un relato. Y luego escribí otro y cuando tuve un tercero me dije que el número tres no me gustaba y que escribiría un cuarto. Luego mi editor quiso que escribiera un quinto y yo le dije que no podía volver a ese momento. Cada libro tiene un momento. Se genera una atmósfera a su alrededor cuando lo escribes y cuando dejas de escribirlo, esa atmósfera se esfuma. Ya no puedes volver.


P.- Raymond Carver decía cosas maravillosas de usted, y fueron grandes amigos además de contemporáneos, de los dos se dijo que lo suyo era realismo sucio, aunque usted no ha estado nunca a gusto con la etiqueta.

R.- La verdad es que no. Solía reírme con Carver de nuestro supuesto realismo sucio. Fue muy divertido, en realidad. Fue cosa de la revista Granta. Cuando nos juntábamos decíamos: '¿Qué tienen de sucias nuestras historias? No hay sexo, no hay violencia, ¿qué es lo que les parece sucio?'. En cualquier caso, sirvió de algo. Hoy en día aún se habla de Carver.


P.- Ha hablado antes de otros escritores, escritores como Donald Barthelme y William Gass, ¿influyeron en algún sentido en su obra?

R.- Por supuesto. Leerlos me hizo descubrir que el realismo no es realismo en absoluto. El realismo no existe. La novela es artificio y hay muchas maneras de ser verosímil. Una historia crea la ilusión de realidad, pero es sólo eso, ilusión. No hay más verdad en mis historias que en las historias de Barthelme. Ambas son igualmente artificiales. He discutido mucho sobre ello últimamente con Colm Toibin. Para él, sus personajes existen, para mí, no. Son eso, personajes. Están hechos de palabras. Como todo lo que les pasa.


P.- ¿Y qué me dice del sentido del humor en sus historias? ¿Diría que existe un humor sureño?

R.- No sé si existe un humor sureño, aunque sí sé que el humor está presente en la literatura de William Faulkner y en la Flannery O'Connor, pero no es exclusivo de los escritores del sur, por supuesto. En mi caso, procede de muy distintos sitios. Por un lado, del cine. Cuando era niño podía llegar a ver tres películas al día. Y todas eran comedias. Luego están mis padres, que reían mucho, y se lo pasaban en grande. Y luego el lugar en el que crecí, en el que todo era absurdo. Crecer en un sitio en el que te dicen que las cosas son de una determinada manera cuando cada día tú compruebas que son justo lo contrario, es una buena manera de convertirte en un escritor que prefiera el humor, y el absurdo, a cualquier otra cosa.


A los americanos no les interesa la política, lo único que les interesan son los eslóganes"


P.- En Francamente, Frank, hay una presencia constante de la muerte, pero también del pasado, el pasado que simbolizan todas esas casas, el hogar perdido de quienes sufrieron las consecuencias del huracán, pero también del propio Frank, que se refiere a menudo a su pasado en el barrio en el que ahora vive, Haddam.

R.- La casa es tu refugio. El lugar al que vuelves, donde duermes, donde discutes con tu mujer. Es el lugar en el que inviertes más de todo: dinero y energía, sentimientos. Sabemos que estamos aquí de paso, pero nunca pensamos en la posibilidad de que ese refugio desaparezca. Para toda esa gente que perdió su casa en el huracán, todo desapareció. El lugar en el que habían visto crecer a sus hijos de repente ya no existía. Quería reflexionar al respecto, de ahí que en casi todos los relatos la casa sea importante. Y luego está la idea del hogar, que es una idea distinta. Uno puede sentirse en casa en cualquier parte, siempre que esté con alguien querido. La idea del hogar es algo más conceptual que físico.


P.- Bascombe es un demócrata convencido. Hay comentarios políticos en todos y cada uno de los relatos, pero se refiere, obviamente, al ex presidente Bush, y también a Obama, ¿qué cree que opinaría Bascombe o qué opina usted de alguien como Donald Trump?

R.- Oh, no creo que represente una verdadera amenaza. Nunca será elegido. Ni en las primarias de su partido, ni en las generales, en el caso de que llegara a presentarse como candidato republicano. En realidad no le interesa nada relacionado con la política, al propio Trump, sólo está ahí. Y cuando pierda, se irá. Desaparecerá. A menos que quiera quedarse y convertirse en una especie de agitador. En cualquier caso, su sola presencia asegura que los demócratas vuelvan a salir elegidos.


P.- ¿Cree que Hillary Clinton será la próxima presidenta de Estados Unidos?

R.- Creo que no ha hecho nada para serlo, pero lo será si Donald Trump sigue ahí. Si en vez de Donald Trump hubiera tenido otro rival, no le hubiera costado demasiado acabar con ella, pero no ha sido así. En cualquier caso, a los americanos no les interesa la política, lo único que les interesan son los eslóganes. Las pegatinas para el guardabarros del coche, que ahora están muy de moda. Todo el mundo tiene una. O un montón de ellas. Así es como dejan claro lo que opinan del mundo.


P.- ¿Ha cambiado mucho América desde que publicó El periodista deportivo?

R.- Bueno, entonces era 1986. No había internet, no había móviles, no había toda esa comunicación instantánea que tenemos hoy. Donde había pequeñas tiendas de barrio ahora hay sucursales de cadenas. Los viejos edificios se han convertido en aparcamientos para esas nuevas tiendas. Han subido los impuestos. Todo el mundo parece tener más dinero. Al menos, en Nueva Jersey. Pero también ha ocurrido que Nueva Jersey se ha hecho menos distinguible. Cuando yo llegué aquí, en 1976, era un lugar singular, muy distinto al resto, y ahora es como cualquier otra ciudad. Respecto a América, y la forma en que ha cambiado espiritualmente, no sabría decirlo. Estoy cerca de saberlo, pero aún ando preguntándomelo.


P.- ¿Quizá en la próxima novela? ¿Un nuevo Bascombe?

R.- Habrá un nuevo Bascombe, pero no será la próxima novela. La próxima novela la protagonizará un profesor. No sé. Pero, si sigo vivo para cuando la acabe, escribiré un nuevo Bascombe, sí. Y lo ambientaré en San Valentín. Bascombe hará un viaje en una de esas enormes autocaravanas. Será invierno. Uhm. Sí.


@laura_fernandez

    

Tomada de El Español


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