sábado, 12 de marzo de 2011

Orlando Chirinos a Luis Alberto Angulo: "Creo que no hay Inocencia en ningún ámbito artístico, aunque el creador desee e intente alejarse de todo lo que se asemeje a carga ideológica, a mensaje político".



 

Orlando Chirinos y Luis Alberto Angulo. Fotografía de Héctor Lopez Orihuela

 




Silenciosos Amigos


Hoy le obsequiamos esta entrevista que Luis Alberto Angulo le hizo al escritor Orlando Chirinos hace algún tiempo. Continuamos con nuestra labor de rescate de la memoria cultural de Venezuela.


La Conversación con Orlando Chirinos, entrevista realizada por  Luis Alberto Ángulo fue tomada de la Revista de la Sociedad Civil “Flamboyán” para el desarrollo del arte, la ciencia y la cultura. Revista Auditorio. Nº 1. Diciembre 1991

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Orlando Chirinos y Luis Alberto Angulo. Presentación original. Fotografía de Lopez Orihuela

 


"Creo que no hay Inocencia en ningún ámbito artístico, aunque el creador desee e intente alejarse de todo lo que se asemeje a carga ideológica, a mensaje político".
Conversación con el escritor venezolano Orlando Chirinos.
 Entrevista realizada por Luis Alberto Angulo



Conversación con Orlando Chirinos


Si tuvieras la oportunidad de entrevistar a un gran narrador latinoamericano, ¿qué preguntas considerarías insoslayables? 

Creo que es una cuestión circunstancial. Si bien es cierto que compartimos una doloroso y avasalladora realidad signada por la miseria, el hambre, la dependencia económica y la perversión inmisericorde de nuestras culturas regionales, también es cierto que hay diferencias, matices, diferentes líneas de desarrollo histórico, lo que sitúa a cada escritor ante una perspectiva distinta en cada caso. Esto tiene que ver, igualmente, con las diferencias genéticas, incluso climatológicas, hasta con el tono de la luz solar.

Sin embargo, es posible que esas preguntas comunes a nuestros narradores latinoamericanos, tengan que ver con lo que afirma Mario Benedetti en el prólogo de su li­bro Poetas comunicantes. Interrogantes que tienen relación con el compromiso del escritor (el compromiso con la sociedad en su momento histórico); la voluntad de comunicación y el sacrificio del factor estético en beneficio de lo que el llama "comunicación de emergencia".Considero que son preguntas que tocan a cualquier escritor de cualquier sociedad de cualquier momento. Pienso que es tan auténtica y valedera la preocupación, pongamos por ejemplo de John Updike por llegar al lector norteamericano como la de Juan Carlos Onetti en Uruguay o Moreno Duran en Colombia o la de Sergio Ramírez en Nicaragua. Si de particularidades se trata, entonces hay que ubicarse en la especificidad de cada uno. Agrego otro sin em­bargo; quizá mis preguntas tendrían que ver con una preocupación muy personal, producto de la conduc­ta observada de algún tiempo hacia acá en algunos escritores: ¿Le seduce a Ud. el poder? ¿Sacrificaría su trabajo de escritor en beneficio de una carrera políti­camente productiva?

John Updike  en le revista Time de 1968


-¿Consideras que en los escritores de tu genera­ción se ha desarrollado un afán desmedido de prota­gonismo? ¿Qué relación encuentras entre el poder y la escritura?

-En principio y por definición, o más bien, por la naturaleza tan distinta de cada cosa, creo que son mundos opuestos, porque así nos lo han hecho con­cebir algunas personas. Me explico; nunca he creído de modo absoluto en lo del arte por el arte. Creo que no hay Inocencia en ningún ámbito artístico, aunque el creador desee e intente alejarse de todo lo que se asemeje a carga ideológica, a mensaje político. Toda creación envuelve una concepción y una posición ante la vida y nadie puede eludir esto. Eso se entiende y uno lo comparte, bien. Pero otra cosa es pretender utilizar la escritura o la pintura por ejemplo, para de­positar en ellas ex-profeso un interés ideológico deter­minado. Eso pervierte y desvirtúa, de entrada, la obra. Y a eso es lo que uno le teme, al uso con carácter de Inmediatez de la creación.

Pienso que hay que dejar que la obra "fluya", dis­curra, que tenga su propia autonomía, o que al me­nos así lo aparente, porque tal vez allí esté el "trucaje", si es que lo hay: decir las cosas de mayor peso o Inten­cionalidad política, pero hacerlo como si el autor es­tuviera distante de su creación. Ya Gustavo Flaubert lo dijo: "El escritor debe ser como Dios en la creación: estar en todas partes y no verse".

Dentro de esta misma pregunta, recuerdo la frase oída a alguien hace mucho tiempo: no hay que trai­cionar a la poesía, a la literatura. Una manera de dar­le la espalda precisamente, de serle infiel, es aprove­charla como trampolín, con una finalidad de utilitaris­mo personal, entendido como deseo de prestigio so­cial, de ubicación dentro del aparataje del poder cul­tural, económico o político. Se está en esto porque se ama, porque la calidad y permanencia del disfrute que otorga la práctica de esta actividad es más pro­funda y duradera.

-A pesar de que tu trabajo literario ha trascendido las tradicionales roscas culturales, la gente te percibe todavía como "out sider" de las letras nacionales: ¿cuál piensas sea el motivo de ello?

 - Sí, me siento, en cierta forma "desenroscado", por lo menos de esa estirpe de rosca como cenáculo, como capilla cerrada. Esas donde se maneja sin es­crúpulos ni medida el mutuo bombo, o para conce­derse premios entre sus miembros, o para joder a al­guien, si de joder a alguien se trata. De esas roscas es­toy fuera y lejos, muy lejos. Me siento de mucho más acá, del lado de los amigos que se quieren, pero tie­nen la suficiente honradez y capacidad de toleran­cia, para decirse las verdades literarias y aceptarlas.

Creo, por otra parte, que tiene que ver con una militancia en el anti-divismo. Se puede escribir, se pue­de ganar premios (siempre honradamente, guardan­do el propio y el ajeno respeto), se puede llegar a la edición de varios, de muchos libros, se puede llevar una discreta o desbordada vida social como escritor, pero NADA, nada de eso te confiere licencia para caer en poses de consagrado, de divo, de papa-Dios, o te da autorización para ver a alguien por encima del hombro, como si fuera "un bicho". Siempre estaré (toco madera) de este lado, en esta orilla, para compartir con los amigos, con mis muchos y queridos e inolvidables amigos, un café, unas cervezas, una pena (sobre todo, las penas), una alegría.

Juan Carlos Onetti. tomada de Atenas digital

Es posible que por esas y otras razones que no alcanzo a ver, produzca la impresión de ser "un extraño", uno "fuera del oficio". Porque, habría que agregar que, junto con el escribir (lo que hago desde que tenía unos diez u once años, sin percatarme por supues­to de la importancia que esto tenía para mí), tengo muchos años trabajando como controlador de tránsito aéreo, lo que combino con la docencia en el De­partamento de Lengua y Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Lo que quiero decir es que siempre he escrito, o fabulado, y que el hecho de ejercer aquel oficio, que no tiene que ver, en apariencia, con la escritura, a lo mejor contribuye para que me vean como alguien "fuera del oficio", como ya dije.

Me gusta ser así, desenroscado y sin poses de escritor, aunque me traiga inconvenientes, como el de que cierta gente malinterprete esto y quiera irrespe­tarte, aplicarte un "ventetú", y pretender descalificar tu trabajo a partir de esta conducta y no desde la obra misma, que al fin y al cabo es lo que puede o no permanecer. La obra, que es lo que a mí me importa porque yo me importo (casi siempre) muy poco a mi mismo.





-Me has contado que desde chamito fuiste fabula­dor y que contabas cuentos inventados con otros ni­ños en Punto Fijo, sin embargo, la decisión de hacerte escritor, de asumir esto como oficio, ¿dónde y cómo surge?. ¿Tiene acaso que ver con tus inicios como mi­litante Izquierdista de los años 60?

Decía que me veo, en la distancia de la memoria, por los diez años, ya escribiendo y tabulando. Re­cuerdo que vivíamos en Punto Fijo. Eran mediados los cincuenta. Imagínate Punto Fijo: unas doce calles ce este a oeste y otras tantas, perpendiculares, de norte a sur, una media docena de cinematógrafos, dece­nas de bares, unas tres o cuatro zonas de tolerancia una docena de borrachitos populares, viento, muchísimo viento, y sol, demasiado sol. Y un mercado, no podía faltar, y unos chinos que vendían especias: ca­nela, pimienta, nuez moscada, clavos dulces (poseo una memoria olfativa acuciosa, y más que acuciosa, mortificante, por lo que de remover nostalgias se refie­re). En ese espacio y en ese tiempo: una docena de amigos, para bebernos el callejón donde crecíamos y las partidas de béisbol, y los guantes (chanclas, les decíamos) de lona y trapos viejos, y la figura amorosa­mente erguida de mi madre, y mis hermanas, y el colegio de los salesianos, y junto con eso: Francisco, Fallito, el amigo con quien un día hubo la confidencia sobre el sueño de cada uno. Después uno inventaba diariamente un sueño que jamás había soñado, y le iba agregando aventuras, peripecias, con la interven­ción, imaginaria desde luego, de Teresita, una catirita que nos "traía de una ala" a todos los muchachos de la vecindad. De allí, a escribir carta de amor (¿para quién no, sino para Teresa?, en las que la imaginación poblaba el papel de novias ficticias y de aventuras galantes con ellas, para darle celos a Tere, así empecé, por un regusto muy íntimo con la palabra pero nunca me propuse ser escritor, nunca decidí, conscientemente: voy a ser un escritor. Se fue dando de manera natural, fluyendo, y cuando me entere ya iba a la altura del octavo o noveno cuento.

Por los años 60, ya yo escribía. Venía a Punto Fijo, de vuelta de Maracaibo, y era militante político (de izquierda como tú anotas), y estudiante de secundaria. Por las noches nos íbamos, en ocasiones, a estudiar a plaza, o al mercado municipal, un afectuoso y jodedor grupo de condiscípulos: Andrés Cortés (Cocodrilo) el flaco Arenas, David Henríquez (Caraota), Rubén Romero (Loquillo), Kiko Álvarez, el cabezón Palm y otros. La  mayoría bromeaba un poco y luego se sumergía en sus fórmulas químicas y oxidrilos y en la física y electrones y en aquella bendita matemática, materia que tanto nos hacía padecer. Yo me aislaba un poco para rayar páginas con "poemas", de amor casi siempre, de desgarrado sufrimiento, de separaciones y  amores imposibles. Mucha cursilería quizás, un tanto de almibaramiento, pero ¡cómo lo sentía!. Y, ¿que crees tú que hacían los atorrantes, como diría Joan Manuel Serrat, de mis amigos?, arrebatarme mis poemas, para irse, estremecidos por la risa a burlarse de esas páginas. Si uno supera una prueba así y sigue en esto,  es porque verdaderamente le gusta este oficio, o porque tiene madera de mártir o le mete al masoquismo.-

Moreno Duran

En una entrevista con motivo de la publicación de tu novela "Adiós gente del sur", decías que con ella concluía una búsqueda, un ciclo que tenía que ver con el tema del lugar de origen, la Sierra Coriana, la nostalgia, el deseo de repoblar la ausencia; ¿esto su­cede por agotamiento temático o por una búsqueda hacia otros ámbitos? ¿de ser una búsqueda, hacia dónde se dirige ésta?

 Es posible que esa afirmación (la de dar por clausurado un tema) suene tremendista, pero es lo que siento tras terminar la novela "Adiós gente del sur", porque intuyo que la misma es como la suma de elementos temáticos que estaban aparente­mente aislados (y es lógico, por la breve extensión que reclama el género cuentístico), en los cuentos de los libros que había publicado antes de "Adiós gente del sur", Sin embargo, valga la siguiente aco­tación: uno jamás se aleja de algunos temas, siem­pre estarán ahí, vecinos a uno, persiguiéndote, aco­sándote, y tú dejándote perseguir y acosar, así co­mo dice aquel venerable y sentido bolero: "que un viejo amor, ni se olvida ni se deja". Allí permanece­rán esos mundos, esperando que regreses a ellos, amorosa, hijoprodísticamente, para tocarlos, para palparlos y nombrarlos de nuevo, Lo que sí puede ocurrir es que se de (por necesidad, so pena de re­petirte y aburrir a los posibles lectores), un remozamiento, otra mirada, otros enfoques, tratados con un lenguaje diferente, y una estructura quizá distin­ta. Poder arriesgarte a repetirte, pero sin que luzcas como repetido, y por ende, cansón,Los temas, en la corriente de lo preguntado, no se agotan, y son infinitos. Lo de la búsqueda sí, por ahí se en-rumba la intención, buscar, buscar, buscar. Proponerte y abordar la literatura como una eterna aventura.

-Pensar que el cuentista se hace novelista porque ha alcanzado un mayor desarrollo como escritor, es sin duda un prejuicio bastante común. No obstante pareciera que en muchos casos, si es una tentación, un impulso de ambición literaria. ¿Qué supones ha su­cedido contigo que cada día te haces más novelista? 

Sí, considero que es un prejuicio muy arraigado en mucha gente, y es un error fatal, y odioso, además. El cuento es un género bastante exigente, riguroso, cuyo aliento, tan corto, precisa de una concisión y un cuidadoso manejo expresivo. Creer que se va del cuento a la novela, así como los mozalbetes de antes, que debían esperar su momento para alargarse los pantalones, es una idea odiosa, como dije.En mi caso, entré a la novela no por ambición per­sonal, pero quizá sí como una tentación y un reto. También, porque tenía un proyecto narrativo que ex­cedía los límites del cuento, y no cabía sino volcarlo en los moldes, más amplios, de la novela. Y me siento tan bien como trabajando la cuentística, Siento, igualmente, que es un género que te disciplina más, que te obliga a organizar (por una temporada por lo menos), tu horario, tu reloj, que te constriñe a organi­zar también tus materiales, a armar un mundo con sus reglas, sus conflictos que se prolongan en el tiempo y en el espacio. Un tiempo cronológico que tú tienes que traducir y ajustar a un tiempo literario, de una ma­nera tal que no se violente al lector (o que se violente al extremo, si es esa la intención del novelista), No siento oposición ni enfrentamiento entre los dos géne­ros, y se pasa del uno al otro, como tú dices, por una necesidad expresiva, necesidad que se alega desde el mayor aliento y cobertura de la novela para desa­rrollar universos más extensos

-¿Cuáles son a tu manera de ver, las actuales líneas tendenciales de la narrativa latinoamericana escrita en castellano, y en cuál de ellas aceptarías te ubicaran? 

Me atrevería a afirmar que se puede hablar de una línea de tratamiento de lo histórico, la novela histórica, pues; una línea que labora sobre el mundo de lo fantástico; una desmoñada, moñosuelto, con énfasis en lo erótico; otra que incorpora elementos de la música popular, y para complicar más la cosa, unas que mezclan unas cosas con otras, y unido a ello, una narrativa, digna, que ha vuelto sobre lo rural, con un lenguaje renovado y con puntos de vista y enfoques desde ángulos originales. Como podrá apreciarse hay para todos los gustos.Con respecto a la ubicación de mi trabajo, no se, Mejor dicho, si sé, pero creo que está ubicada en varias de esas vertientes. Intento hacer una literatura que tenga un espectro amplio, en los temas que trate, en el lenguaje con que penetre en ellos e incluso en la manera en que edifique el discurso. Escribir cada cuento, cada novela, cada libro como si fuera alguien distinto en cada oportunidad, ser uno y varios a la vez ¿y sabes por qué? Porque uno le tiene pánico a aburrir a la gente. Es un alto riesgo, sin duda, pero es tentador e interesante, y habría que añadir que es la posibilidad de observar y tratar la realidad desde varios puntos. Ya Proust lo dijo: "el escritor tiene la virtud de vivir dos veces", multiplícalo por tantas veces colmo formas diferentes de escribir tengas, ¿tienes una noción de la infinidad de años que nos aguardan?

Sergio Ramírez

¿Qué clave o claves pudieran darse en tu obra que facilitara una mayor y mejor comprensión de la misma?

- Pregunta cuesta arriba, a la inversa del tango, No sé si habrá o no claves, Pero, si en algún momento me atreviera a pasearme como un extraño, como un lector más por lo que he escrito (me da vergüenza decir "mi obra" de sólo pensar en aquel monumento de Balzac, "La comedia humana"), creo que encontraría no claves sino constantes. Hasta este momento, digamos que en una primera época, esas constantes tienen estrecha relación con la nostalgia por el paraíso perdido, con la gente que pobló ese edén, con buena parte de la infancia y adolescencia, En una segunda época, así lo percibo, los temas y el tono son ce índole variado, un humor, muy negro en ocasiones unido a una mirada sobre lo insólito, pero visto con mucha naturalidad, vuelta a lo mágico-rural, a una escena remota de la niñez, y todo eso junto, en un libro inédito cuya unidad es precisamente la diversidad, la heterogeneidad. Le sumo una novela, inédita también, donde hecho novelado y elaboración formal observan similar relevancia. A propósito, he acudido al uso de recursos literarios variados, mu­chas veces muy antiguos, pero que están allí con una intención lúdica como un reto al lector, pero si ese hipotético lector no los logra descubrir, eso no alteraría su aprehensión del lado anecdótico para nada. De ahí en adelante tengo proyectos, libros que mantengo flotando en la imaginación, el de­seo y la voluntad de escribir. Esperamos que las cir­cunstancias y el hado lo permitan.


Actualizada el 05 de agosto de 2023

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Luis Alberto Angulo (Barinitas -Estado Barinas, 1950). Los libros "La sombra de una mano" (Monte Ávila Editores, Colección Altazor. Caracas, 2005), y "Fusión poética" (Universidad de Carabobo, Valencia - Venezuela, 2000), recogen cinco de sus poemarios publicados a partir de 1982. Premio del IV Concurso Internacional Poesía UC, por "Antípodas" (1994). Premio de la Bienal de Poesía del Ateneo de Calabozo Dr. Francisco Lazo Martí, por "Fractal". Premio de Poesía Universidad Rómulo Gallegos por "De Norte a sur". Es coautor de "Viento barinés" (UC, 1978), "Rostro y poesía" (UC, 1996), "Setenta poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano" (Minci, 1977), y antólogo de "Poemas de San Juan de la Cruz" (Cuadernos Cardinal, UC 1992), Poemas de Miguel Hernández (El perro y la rana, 2006), "Antología poética de Ernesto Cardenal" (Monte Ávila, 2005). 


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