lunes, 25 de abril de 2011

Las peñas literarias caraqueñas

De los Delpinistas a la nueva República del Este



Caricatura de Ugo Ramallo

De los Delpinistas a la nueva República del Este



Feriado. Revista Dominical de El Nacional. Domingo 4 de abril de 1999. Nº 823

Buenas peñas las caraqueñas

De ser grupos prestos a la defensa de alguna ideología, convicción u orientación artística, devinieron cenáculos sectoriales sin otra pretensión que la camaradería y el divertimento: su cambio de signo corrió paralelo al de la sociedad civil. Ahora, en pleno proceso de cambios profundos, podrían volver por sus fueros... pero lo que se nota en el ambiente es una interesante variedad y un apego a la nostalgia


Ilustración: Ugo Ramallo

Una peña es, esencialmente, un grupo de amigos que se reúnen cotidianamente para conversar sobre un tema específico, para conversar sobre varios temas o para dejar que alguien ilustre a la. concurrencia sobre un tema. A simple vista, no parece haber mucha diferencia entre las reuniones peñeras -y sus hermanas de sangre, las tertulias- y los miles de encuentros casuales que se producen a diario sin excusa ni concierto, con el solo fin de distraerse un poco mientras se consumen los tragos de rigor, o simplemente se conversa sin necesidad de tragos.



Sin embargo, los peñeros de corazón coinciden en que sí hay un punto clave de diferenciación: en las peñas y tertulias se crea, se produce; hay cierto dinamismo intelectual, cierto hilo conductor que obliga a interactuar a sus participantes conforme a unas reglas tácitas o explícitas. Pero, vista desde lejos, al menos en su forma, una peña -y una tertulia- difícilmente puede llegar a ser algo más de lo que parece: una cordial reunión donde se habla en voz alta, se hace catarsis y se celebra por las cosas buenas y malas de la vida.

LOS TIEMPOS IDOS

Sobre la existencia de una cultura peñera en Caracas, y sobre sus aportes a la otra cultura -la oficial- no queda ninguna duda; sobre el fenómeno como globalidad no se ha hablado lo suficiente, pero sobre determinadas peñas y tertulias en particular ya se ha dicho y escrito bastante. Fueron peñas -llamadas "literarias" para aclarar cuál era el orden del día, de todos los días- las que dieron origen y razón de ser a grupos como Viernes, Sardio, La Tabla Redonda, El Techo de la Ballena, En Haa, Cal. Prácticamente ninguna de las publicaciones emblemáticas de la literatura de los años 60 y 70 se eximió de tener su acta de nacimiento en una tertulia o en una serie de reuniones cuya dinámica guarda por lo general similares características: hay una reunión, casi siempre informal, en la que primero se escuchan las ideas iniciales, después se confrontan, se enriquecen; luego se unen todas, se suprimen las disidencias y el producto de todo esto solía ser un manifiesto que le daba vida y nombre al nuevo engendro literario o artístico.



Más atrás en el tiempo, Arístides Rojas se encargó de reseñar para la posteridad las incidencias de las tertulias musicales en Blandín, a finales del siglo pasado; se sabe de las reuniones efectuadas en el Pasaje Centenario, a las cuales era asiduo Juan Antonio Pérez Bonalde, y de las tertulias clandestinas que los miembros de la Generación del 28 realizaban en la plaza de la Misericordia, hoy Parque Carabobo. Por boca -más bien por pluma- de Aquiles Nazoa se sabe del Culto de Osiris, especie de secta mitad solemne, mitad escatológica, que tuvo su base de operaciones desde finales del siglo XIX hasta 1936 en la esquina de Manduca.



Jesús Sanoja Hernández entregó un buen resumen de lo que significaron para el humor crítico espectáculos-movimientos como La Delpiniada y La Sacrada -responsables de las más crueles e inteligentes parodias y provocaciones contra los entonces presidentes de la República Antonio Guzmán Blanco y Cipriano Castro, respectivamente-,además de dejar constancia de la existencia, hace un siglo y un poco menos, de grupos como el Dharma, y una serie de clubes y sociedades de pintoresca variedad y cuya enumeración sería bastante extensa: la Juventud Restauradora, la Juventud Liberal, el Centro Espiritista y el Club Cosmos, entre otros.

Hay antecedentes, hay herencia, hay pedigrí. La decantación de todas esas manifestaciones, que debieron paralizarse por fuerza de los acontecimientos en la década de los 50, resurgió con fuerza en los 60 -ya se esbozó con qué resultados- en forma de nuevos grupos, algunos más contestatarios que otros. Poco después, y al margen de la lucha guerrillera, al borde más bien de los 70, hizo acto de aparición la República del Este, de la mano de David Alizo, Adriano González León, Mary Ferrero, Orlando Araujo, Víctor El Chino Valera Mora, Caupolicán Ovalles, Ludovico Silva, Elias Vallés y otros personajes de menor o mayor renombre. La experiencia corrió con suerte, pues todavía hoy se la considera una de las cumbres de la cultura del café y la barra, y recientemente se ha realizado un intento por revivirla. Las sesiones serán ahora en el restaurant Maute Grill de Las Mercedes, y la dinámica, cuentan sus promotores, será la misma de hace más de dos décadas: conversa, intercambio de ideas y libación.

Pero ¿qué ha quedado en el paisaje después de tanto recorrido? ¿Dónde están los peñeros de ahora, y qué función cumplen o han dejado de cumplir?




DE TODO, PARA TODOS

La exploración no resulta estéril; hay de todo en Caracas entre tertulianos y peñeros. En un momento tan propicio para ver resucitar la actitud contestataria, cabe preguntarse si las peñas actuales son eso: espacio generador de respuestas o al menos de propuestas vivas, dignas de difusión. Un primer análisis puede revelar que, por el contrario, la mayoría resulta más bien inocua -no porque la actitud de los participantes sea inocua per se, sino porque los tiempos y la función generadora de ideas de los grupos civiles cambió mucho en 40 años. Fue neutralizada o absorbida por la cultura de partidos e inhabilitada a la hora de violentar, o al menos satirizar, las reglas establecidas. Pero hay que decirlo: su existencia es tan variada como puede serlo el espectro de actividades, preferencias y círculos sociales en que nacen.



Así, aparte de la ya inconmovible tertulia conformada por los edecanes de El Libertador -los ya infaltables caballeros que en su ejercicio de la añoranza hacen guardia en la Plaza Bolívar- y de las inevitables reuniones propicia das por la existencia de clubes como la Hermandad Gallega, el club Táchira, el ítalo-Venezolano, etcétera, puede notarse una proliferación de agrupaciones más o menos anónimas cuyos miembros tienen gustos o intereses en común. Entre los adoradores de Orfeo destacan los gardelianos de Caño Amarillo. "Porque es un homenaje eterno; la mayoría de nosotros, los fundadores, lo vimos aquí mismo un mes antes de morir", dice Gustavo Añor; los especialistas y difusores del jazz, que instituyeron los miércoles como días de reunión en casa de Federico Pacanins, antes de mudarse a la de Simón Balliache; los bolerísticos, que han rodado por varios establecimientos de La Candelaria para homenajear, primero que a nadie, a Julio Jaramillo y a Olimpo Cárdenas; los rockeros originarios, con Jorge Spiteri, Alvaro Falcón, Cheíto Romero y Jesús Toro entre otros creadores de la época, y los llanerófilos, enquistados en su base de operaciones del bar La Guariqueña.



La lista se prolonga con una diversidad inusitada: Alfredo Iglesias, Arturo Aguilera, Ángel Mentado y los hermanos Ipsa tienen a su cargo una peña hípica de las más jóvenes pero recalcitrantes -"Porque nadie le da al hipismo la verdadera importancia que tiene: es una actividad que le da de comer a millones de personas", dice Iglesias-, mientras que en El Abó, restaurant también de Las Mercedes, es sede de un cónclave de médicos sobre el cual comenta el gastroenterólogo Jorge Luis Perera: "Es hermoso eso de convencer a los pacientes para que no ingieran licor, mientras uno se cae a tragos para liberar tensiones". Al club de jubilados de la PTJ ubicado en La Candelaria suelen ir los veteranos y fundadores de ese cuerpo policial, y es una delicia escuchar detalles inéditos sobre los casos resueltos y los cangrejos más impenetrables -"A veces hay un cabo suelto, un detalle olvidado que uno de pronto recuerda veinte años después", dice el ex detective Elmer Szabó. En El Inca, el restaurant Tarzilandia y varios locales de Santa Eduvigis se habla de los sabrosos encuentros de cineastas y cinefilos, con César Bolívar a la cabeza. También son célebres, aunque no por bulliciosos o desaforados, los encuentros de sacerdotes en los cafés que comienzan a proliferar en la parte baja de Los Palos Grandes.



En el Gran Café de Sabana Grande y su periferia resuena todavía la voz de Oswaldo Trejo, cuyo anecdotario era tan diáfano como críptica su escritura. Recogieron su lanza los viejos correligionarios y compañeros de mesa. Entre las voces críticas que se levantaron desde esta peña destaca la de Fausto Masó, periodista cubano dueño de una prosa hecha a la medida para la polémica. Y en la Plaza Caracas, en el centro de la ciudad, los ex boxeadores han instalado su centro al aire libre para hablar de los tiempos gloriosos. Cualquier aficionado con buena memoria y mejor sentido de la nostalgia puede abordar allí a personajes del ensogado como Pedro Lemus, Fulgencio Obelmejías, Rafael Pantoño Oronó, Bernardo Piñango, Ildemar Paisán, Freddy Cochocho Rengifo. "Esa es nuestra oficina, y ahí estamos a la orden", dice Obelmejías, Fully Obel.



No se detiene en unos cuantos oficios la variedad de conceptos, contenidos y objetivos: ya son conocidos los cenáculos de adoradores de motocicletas Harley Davidson, aficionados a la magia -con el Mago Henry en plan estelar-, detectives privados y surfistas; hace poco anunció su creación y lanzamiento como grupo organizado la Asociación de Amigos del Scrabble.



Quizá sea conveniente regresar al asunto de la irreverencia, para insistir. En vista de este panorama, que sin duda invita al agrupamiento y la camaradería con fines lúdicos, ¿no se siente la falta que hace un renacimiento de las peñas de línea dura, las que, además de distraer y fomentar la unión entre amigos, proponían rutas alternativas más allá de los partidos y los poderes y, en suma, creaban la impresión de que los ciudadanos de ahora estamos tan alertas como los de antes?.



Adriano Gonzalez León

Memorias de Adriano

Ave Fénix, afán de revitalización o polvo del recuerdo, la República del Este se ha empeñado en volver a existir de la mano de varios adalides de la primera etapa. Ellos han lanzado una convocatoria abierta para quienes de¬seen participar, sin barreras de ningún tipo. El más entusiasta y el más celebrado entre los relanzadores es Adriano González León, quien le da un rápido vistazo a los ya famosos inicios. "La República nació en El Viñedo, allá en la calle El Colegio de Sabana Grande. Después se mudó al Triángulo de las Bermudas, en la Solano (II Vecchio Mulino, el Franco y el Camilo's), y las sesiones de gabinete las hacíamos en la Galería Durban, en Las Mercedes...". Por si quedan dudas sobre la seriedad y el empuje que caracterizan a esta Segunda República, valga el dato: todos los republicanos sobrevivientes están ya sobreaviso y han solicitado su carnetización.



-¿Cuál de sus experiencias peñeras previas a la República recuerda con especial intensidad?

-Antes de esa primera etapa ya habíamos participado en experiencias afines: cuando el grupo Sardio, nos reuníamos frente al Teatro Municipal; luego, con El Techo de la Ballena, lo hacíamos en la librería Ulises, en Sabana Grande.

-¿La República es la peña de las peñas? ¿Qué la hace distinta de las otras?

-Sí, me gusta ese concepto, la peña de las peñas. Lo que la hace distinta son los criterios de participación: quienes deseen participar en la República no tienen que ser forzosamente escritores o artistas. La participación es más amplia, de hecho puede participar quien lo desee.



-¿Fue más contestataria y más comprometida en su primera etapa?

-No, en realidad más comprometidos fueron Sardio y El Techo de la Ballena. La idea de la República del Este siempre fue más bien la celebración de la amistad, sin que importara la ideología de los participantes. Allí se hablaba de todo, incluso de asuntos personales de los miembros en situación difícil. A alguno se le llegó a ayudar emocionalmente...



-Una especie de consultorio psicológico, un diván colectivo.

-Algo así, ¡ja, ja ja!



-Recuerda algún detractor ilustre de la República?

-Ninguno. Quizá lo tuvo alguna vez, pero nunca le he prestado atención a eso.




-No sabía que él había sido un detractor.



-En Escrito con odio dice que la República era un grupo de borrachos que se reunían a beber y a hablar pistoladas.

-No lo leí. De verdad, no me interesa.




José Roberto Duque



4 comentarios:

  1. <Estoy por escribir un libro de relatos sobre la bohemia de Caracas. ¿Podría alguien recomendarme bibliografía sobre la llamad República del Este?

    GILBERTO PARRA
    gilparra60@hotmail.com

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  2. Saludos Gilberto. gracias por dejar tu comentario en el blog. Déjanos consultar a algunas personas y te enviaremos la información que nos faciliten.

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  3. Buenas, estoy iniciando un proyecto musical que espero no tenga precedentes, y me interesa íntimamente comunicarme con ustedes para así poder explicarles lo que quiero hacer y averiguar si me podrían ayudar.

    Para contacto: raulimd.97@gmail.com
    Muchas gracias por su tiempo.

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