Pintando el
Espacio.
Hoy es un grato, y muy visual
placer, traerles un ensayo introductorio del Arte Espacial (entendiendo espacio
como el espacio astronómico), de la mano de la investigadora de la astronomía y
el arte, la malagueña Sofía López Martín.
El artículo: La conquista de los paisajes cósmicos
fue publicado en el número 8 de la revista Descubrir la Historia en
Octubre de 2016. Los contenidos de esta revista son descargables digitalmente
desde su página y si se desea recibir la revista trimestral en papel, es
necesario asociarse y pagar la cuota anual de 20 €. Los responsables (en su
mayoría malagueños) de la Asociación
Descubrir la Historia (ADLH) y la propia autora nos han autorizado a
reproducir el artículo, por lo que les estamos muy agradecidos.
Mi único acercamiento a este
mundo se lo debo al libro The art of Chesley Bonestell (2001) de Ron Miller and Frederick
C. Durant III, que afortunadamente adquirí a precio de saldo. Y como decirlo,
caí completamente rendido a su arte. Las ilustraciones de Chesley jalonan el
artículo de Sofía, robándole protagonismo en alguna ocasión.
Chesley Bonestell tuvo una
importante relación con el cine que no sólo se circunscribe a películas de
ciencia ficción espacial: Con Destino a la luna (Destination
Moon, 1950 Irving Pichel), Las mujeres gato de la luna (Cat-Women of the Moon, 1953 Arthur
Hilton), la serie de televisión Hombres en el espacio (Men into
Space, 1959-60) y las dos magníficas películas dirigidas por Byron
Haskin: La guerra de los Mundos (War of the Worlds, 1953) y La conquista del Espacio (Conques of Space, 1955). Sino también
películas generalistas como Esmeralda, la zíngara (The Hunchback of Notre Dame, 1939
William Dieterle) o dos películas del director Orson Wells: El cuarto
mandamiento (The Mangnificent
Ambersons 1942) y la magistral Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941).
Pero hay mucho más Arte Espacial
antes y después de Bonestell y el artículo de Sofía lo demostrará. También hay
un excelente futuro para el Arte Espacial, las películas de ciencia ficción
siguen requiriendo escenarios fantásticos y casi siempre ficticios, pero
algunas veces se precisan escenarios espaciales rigurosos
y respetuosos con la ciencia del momento: Gravity (2013
Alfonso Cuarón) ó Marte
(The Martian, 2015 Ridley Scott) son
algunos ejemplos de ello. Pero sin duda, si existe un espacio por explorar, un
vacío enorme que llenar son los videojuegos y el Arte Espacial tiene reservado
un papel estelar.
by PacoMan
Por Sofía López Martín - Ene 20, 2017
El arte espacial o Space art es una disciplina que la Historia del Arte ha ignorado a lo largo de los siglos, pero desde finales del siglo XIX, este género experimentará un crecimiento descomunal vinculado a los avances en astronomía y el nacimiento de la carrera espacial. En este artículo desarrollaremos sus antecedentes e inicios además de rasgos característicos y autores clave.
Los conocimientos en astronomía y los avances en exploración espacial sobrepasan hoy límites antes inimaginables, llevándonos cada década a llamar hechos a cosas que antes no eran más que ficción. Estos hallazgos hacen que toda la humanidad prospere, y como ha ocurrido a lo largo de la historia, nuestros avances y conquistas tendrán muy de cerca al arte como fiel retratista de los eventos acaecidos y del porvenir. El arte ha documentado nuestros triunfos y fracasos, lo cual no será una excepción con la odisea de conquistar del espacio.
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Alzar la vista al firmamento en el pasado implicaba algo radicalmente diferente a lo que supone hoy día. La contaminación lumínica era inexistente y se gozaba de un cielo nocturno increíblemente limpio y repleto de planetas, satélites, estrellas y nebulosas a simple vista, casi al alcance de la mano. «La primera y la más simple emoción que descubrimos en la mente humana es la curiosidad». Esta frase de Edmund Burke enunciada en su Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello publicado en 1757 nos define y nos hace ver que desde siempre los humanos hemos sentido curiosidad por querer saber qué hay más allá del cielo de nuestro planeta. No nos sorprende entonces que muchos se lanzaran a intentar comprenderlo y plasmarlo, pues encontramos representaciones de la Luna, planetas, constelaciones y diferentes cuerpos celestes desde el origen de nuestra historia.
Beta Lyrae, Chesley Bonestell (1960) (Wikimedia). |
La curiosidad, la ciencia y el cosmos
La necesidad de entender que cuelga sobre nuestras cabezas la vemos entonces desde Stonehenge, las taulas de Menorca, el disco de Nebra (un disco de Bronce con la primera representación de la bóveda celeste datado en el 1600 a. C.), las representaciones de constelaciones en diferentes cuevas, como Trois-Freres, además de en el antiguo Egipto y en múltiples manuscritos y tratados medievales. Encontraremos personalidades destacadas y devotas a la astronomía y sus representaciones desde la Antigüedad, como Hiparco de Nicea creador del primer catálogo estelar hacia el 134 a. C. tras la observación de una supernova, Tales de Mileto (624-546 a. C.), Claudio Ptolomeo (II d.C.), Abu Abdullah Al-Battani (858–929 d. C.) o Johann Müller de Königsberg (1436-1476 d. C.) entre otros muchísimos.
El disco de Nebra |
Centrándonos más en la Edad Moderna, veremos que con Nicolás Copérnico (1473-1543) encontramos multitud de ilustraciones de las órbitas imaginadas de los planetas del Sistema Solar, sentando las bases del modelo heliocéntrico en su De revolutionibus orbium coelestium, publicado en Núremberg en 1453. Como sabemos, este sistema no gustó mucho y veremos que algunos estudiosos buscaron encontrar una cierta conciliación entre éste y otro sistema, el ptolemaico (Ptolomeo definió el sistema geocéntrico, donde la Tierra es el centro del universo y Copérnico con el heliocéntrico nos decía que el Sol lo era y los demás planetas lo orbitaban). Tycho Brahe (1546-1601) fue quien se lanzó en busca de un punto intermedio entre ambas visiones, desarrollando en multitud de esbozos un sistema por desgracia, erróneo. Su labor no quedó ahí y dado que fue uno de los últimos astrónomos en una época previa al telescopio, nos sorprende la veracidad de sus ilustraciones. Uno de sus ayudantes, Johannes Kepler (1571-1628), heredó gran cantidad de sus estudios y éstos acabaron teniendo mucho peso en su trabajo. El dibujo en el caso de Kepler será más matemático que artístico, versando sobre la importancia del movimiento de los planetas y sus órbitas.
Superficie Marciana, Ludek Pesek (1968-1972) (Flickr). |
Llegamos a Galileo Galilei (1564-1642), inventor del telescopio en 1609 gracias a la invención del catalejo años antes. En su Sidereus nuncius (1610) se lanzó a observar y representar los elementos que nos rodean en el Sistema Solar donde encontraremos excelentes acuarelas y dibujos de la Luna, además de los movimientos de los satélites de Júpiter y las fases de Venus. Galileo sirvió como referente a seguir para estudiosos que vendrán tras él como Christiaan Huygens (1629-1695), Sir Isaac Newton (1642-1727) o Charles Messier (1730-1817).
Fases lunares dibujadas por Galileo Galilei |
Veremos entonces que la mayoría de los personajes que hemos mencionado son considerados científicos, pero no artistas. En el caso del arte espacial, las diferencias entre arte y ciencia se han difuminado con el paso de los siglos, perdiendo esa concepción de que una debe estar supeditada a la otra, ya sea la ciencia al arte por las proporciones y medidas o el arte a la ciencia a la hora de poder transmitir aquello en lo que los números y datos se quedan cortos.
Poertada de las revista Collier's con una ilustración de Chesley Bonestell |
El artista espacial
El papel del artista espacial es clave, pues como vemos en la frase del célebre autor Arthur C. Clarke: «El artista astronómico estará siempre muy por delante del explorador. Pueden representar escenas que ningún ojo humano haya visto jamás, ya sea debido a su peligro o a su lejanía en el tiempo y el espacio». El número de artistas en la pintura espacial a finales del siglo XIX es alto, pero a lo largo del siglo XX (sobre todo finales de los años treinta y la segunda mitad del siglo) es mucho mayor del que alcanzamos a imaginar.
Los primeros artistas buscaban la aprobación y admiración del público por encima de la veracidad y la exactitud científica, la mayoría de los casos dejando tras de sí la representación de concepciones astronómicas que antes se daban por ciertas y acabaron siendo erróneas. Un ejemplo llamativo serían las representaciones de Marte con vegetación que alcanzaron bastante fama a finales del siglo XIX o las de Venus como entorno hostil y árido, un desierto extremo, cuando en realidad cuenta con muchísima actividad volcánica. La importancia de la veracidad de estas ilustraciones con respecto a lo que plasmaban fue volviéndose la meta principal, ahora amparada por la gran mayoría de artistas.
Saturno visto desde Titán, Chesley Bonestell (1949) (Flickr). |
Estos artistas colaboraron en multitud de revistas y boletines astronómicos en el siglo XIX, para luego trasladarse a las novelas y tebeos a principios del s. XX, dar el salto al mundo cinematográfico en los años 50 y finalmente a los formatos virtuales a partir de los 80 hasta nuestros días. De todos estos artistas podemos destacar a los llamados «abuelo» y «padre» del arte espacial, el francés Lucien Rudaux (1874-1947) y el célebre americano Chesley Bonestell (1888-1986). Ambos son pilares a la hora de desarrollar las tipologías y ejemplos de arte espacial que otros muchos seguirán a lo largo del siglo XX, como son Scriven Bolton, Ludek Pesek, George F. Morrell, David Hardy, Ron Miller o Carolyn Porco.
Eclipse terrestre visto desde la superficie lunar. Lucien Rudaux |
«El arte es aquello que las palabras no pueden expresar. Muchas cosas han sucedido en la exploración espacial que la gente no puede conocer sólo a través de fotografías, titulares de periódicos o informativos de televisión. Es tarea del artista dar luz a lo misterioso, a lo sublime, a la gran belleza y al poder que rodea a estos eventos».
Chesley Bonestell. 1952 |
Esta frase de Peter Nisbet, comisario del Museo de Arte de Ackland nos resume perfectamente la imagen que se tendrá del trabajo de estos artistas en el siglo XX. Pero veremos que esta concepción se la deben a sus predecesores, los artistas del siglo XIX que comenzaron a observar el mundo con otros ojos, fascinados por los paisajes y la vastedad de los mismos, que comenzaban a postularse como elemento predilecto en la tradición pictórica.
,Among the Sierra Nevada Mountains, California,Albert Bierstadt. 1868. Hudson River School |
Los artistas estadounidenses, más concretamente los de la Hudson River School, exploraron y cayeron rendidos ante la naturaleza indómita y desproporcionada que encontraban a su paso. Los parques de Yellowstone y Yosemite les llevaron a querer formarse como geólogos y botánicos, siempre con el fin de poder transmitir la mayor verosimilitud posible en unos paisajes que habían conseguido conmoverles y aturdirles. Estas obras, lienzos de tamaños descomunales, comenzaron a viajar por el país sorprendiendo y enamorando a todos aquellos que podían admirarlas. Aquí empezamos a ver los rasgos que el arte espacial heredó directamente de la tradición pictórica, cambiando los parques de Yellowstone o Yosemite por las superficies también rocosas de Marte o la Luna.
Jupiter visto desde Europa, Chesley Bonestell (1949) (Flickr). |
Vemos entonces que es innegable la relación de esta pintura con la tradición dieciochesca y romántica del paisaje sublime. En ellas, la desolación, las grandes escalas y la idea de que son espacios deshabitados a millones de kilómetros del ser humano, producen la placentera sensación de lo sublime terrorífico que desarrollan teóricos de los que ya hemos hablado como Edmund Burke. De hecho, por esencia, cualquier paisaje espacial es sublime, pues pone de manifiesto la pequeñez humana como ningún paisaje terráqueo consigue.
Pero a mediados del XIX faltaba el último elemento que terminaría de impulsar el salto de la pintura espacial. Los autores literarios comenzaron a escribir movidos por los abrumadores avances tecnológicos que resucitaron la fascinación por lo que podía haber más allá de la bóveda celeste y así, el género de la ciencia ficción experimentó un crecimiento descomunal. La aparición de novelas de Julio Verne como From the Earth to the Moon (1865), Héctor Servadac (1877) o las enciclopedias astronómicas de Camille Flammarion como La Pluralité des mondes habités (1862) o Les Terres du ciel (1877) además de The Moon: Considered as a Planet, a World, and a Satellite (1874) de James Nasmyth requerirán ilustraciones que consigan que el lector se evada y quede fascinado, pero manteniéndolo siempre dentro de unos los límites de realidad.
A principios del siglo XX, la pintura espacial que hasta entonces había servido como simple acompañante a la literatura ya fuera en novelas de ciencia ficción o manuales astronómicos, comenzó a desvincularse para aparecer por sí sola, en ocasiones con la función de ilustrar algo, pero pudiendo extrapolar ese significado para limitarnos al deleite estético de la obra. Según el astrofísico Roger Malina, el arte espacial contará con muchas definiciones y connotaciones, por lo que realizará una división en siete categorías:
Arte que explora las experiencias sensoriales generadas por la exploración espacial. Nuevos paisajes se vuelven accesibles gracias a la fotografía.
Arte que expresa las nuevas concepciones psicológicas y filosóficas que se desarrollan con la exploración espacial. El concepto de la Tierra como un todo, que surge tras las primeras vistas de nuestro planeta desde el espacio.
Arte en el espacio visto desde la tierra.
Arte en la tierra visto desde el espacio.
Arte en el espacio visto desde el espacio.
Artes aplicadas a elementos como arquitectura y diseño de interiores en el espacio.
Artes que aprovechan las nuevas tecnologías, como sería el uso de satélites.
Estación Espacial. Chesley Bonestell |
Siglo XXI
La pintura espacial es conocida a gran escala ya que está mucho más presente de lo que creemos en películas, tebeos, libros, series, artículos científicos o noticias, pues éstos cuentan con ejemplos de ilustraciones astronómicas que todos hemos visto alguna vez. Es decir, el uso y la iconografía de imágenes relacionadas con paisajes fuera de nuestro planeta es bastante profuso y conocido por la sociedad prácticamente en su totalidad. Además, es de las pocas disciplinas que se ha encontrado en constante evolución desde su aparición, dependiente tanto de la visión del artista como de los conocimientos científicos que fueran haciendo su aparición, aunque ciertamente tendía a prevalecer el criterio del autor más que el de los astrónomos, siempre buscando la admiración y evasión del público como hemos visto antes. Pero su evolución no se limitará sólo a criterios del autor, si no que encontraremos diferencias tanto en los elementos que vemos, desde dónde los vemos y qué vemos desde ellos, hasta las diferentes técnicas pictóricas, pasando de grabados hasta software de procesamiento digital, servirán para conformar una disciplina pictórica extremadamente variada y compleja.
Soy graduada en historia del arte y me dedico a la investigación de la astronomía y el arte, sobre todo en los paisajes espaciales en el siglo XIX y XX y además de la pintura vinculada a la NASA.
Participé en el trabajo SPACE ART - THE CONQUEST OF COSMIC LANDSCAPES en el simposio From Galileo To Mars - An Exhibition on the Renaissance of the Artsciences organizado por el Instituto SACI de Florencia y NASA.
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by PacoMan
En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.
Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.
Y colabora con el blog de Grupo Li Po
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