jueves, 5 de abril de 2018

Fernando Iwasaki: Mis éxitos literarios se los debo a mis fracasos amorosos. Entrevista. Parte II/III


 Fernando IwasakiFotografía: Manuel Gutiérrez


Fernando Iwasaki un lector agradecido


Carlos YUSTI


Es uno de esos escritores que se resiste a las etiquetas y a las clasificaciones sumarias. Va a sus aires por la escritura y con una versatilidad fluida a la hora de escribir cuentos, novelas o ensayos. Su interés literario va en distintas direcciones. Nunca sus libros son iguales y esto quizá sea una de sus características más resaltantes como escritor.

Otra características es el humor y la ironía que recorren algunas de su páginas, sin mencionar la hipertextualidad impiadosa de algunos de sus libros. Iwasaki se apoya en otras literaturas para ejecutar pastiches, parodias y remedos de esas grandes literaturas encumbrada en sus altos nichos de clásicos intocables. No obstante este trabajo escritural entre el remedo y la imitación es más bien un saludos a estilos literarios que no dejan de brindar enseñanzas útiles al momento de la escritura. Podría conjeturase que es un homenaje indirecto a toda esa literatura clásica que viene detrás; algo así como una fresca y renovada lectura de autores imprescindible al momento de escribir o leer.

El humor de Iwasaki tiene puntos de contactos con ese humor clásico de comedia de equivocaciones y tropiezos como el desplegado en su novela “Libro del mal amor”.

En sus cuentos breves del libro “Ajuar funerario” están todos los ingredientes que Augusto Monterroso convirtió en pequeños trucos: humor, certera utilización del lenguaje y singularidad al narrar en breve líneas un historia. Iwasaki ensaya con el género del terror y le varias vueltas de tuerca al género y a la ironía un tanto viscosa y hasta tragicómica. Con respecto a estos microcuentos el propio Iwasaki ha dicho: “Empecé con este género de minificción hace años, cuando me encargaron lecturas y conferencias para la universidad. Verdaderamente me sentía incapaz de leer textos míos de ocho o diez páginas, el público no merecía que le aburriese, así que decidí escribir estas pequeñas historias. Pero para que sean microrrelatos tiene que haber historia, y si no lo hay entonces podrá ser un poema en prosa, una anécdota, un aforismo estirado como un chicle… Pero no un microrrelato”.

Ha dicho que se formó leyendo a los escritores del Boom (Cortázar, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, etc.), que su deuda con su estilo y escritura es innegable. Pero sin duda Iwasaki está un poco más allá y se mueve hacia literatura sin pruritos y en la cual todas las formas y los estilos convergen.

Uno de sus libros que combina relato, ensayo y ese estilo inigualable en la que están redactados los concursos literarios y que parodia el título de un libro de César Vallejo, “España aparta de mi estos premios” en el cual ironiza ese afán que tienen la regios, los municipios, las ONG y demás organismos sin fines de lucro por los premios literarios. Iwasaki va creando un buen número de premios absurdos (municipales) e irrisorios. El libro concluye con “Decálogo del concursante consuetudinario (y probablemente ultramarino)” que no tiene desperdicio, aunque me quedo con el apartado sexto: “Si tus personajes van a estar divorciados, procura que el divorcio se haya producido antes de que comience el cuento. La gente ya lo está pasando muy mal para que encima tú sólo escribas sobre problemas. Además, cuatro de cada cinco miembros de jurados literarios están divorciados o les falta poco”.

Iwasaki escribió algo sobre Enrique Vilas-Mata que perfectamente le va un poco a él mismo: “La singularidad de Vila-Matas no puede consistir en recursos tan antiguos como trillados, y así tengo para mí que el quid de la cuestión es desde dónde narra Vila-Matas”. De igual modo pregunto y respondo: ¿Desde dónde narra, parodia, recrea e inventa Fernando Iwasaki?. Yo digo desde el corazón mismo de la literatura. Borges aseguraba que cada escritor agregaba una hoja a ese gran libro de la literatura universal. Iwasaki agrega su hoja respectiva con esa alegría viva, con ese desenfado lleno de humor, sin por ello degradar la calidad imaginativa ni estilística; en fin con esa luminosidad metafórica  de la risa que sólo se adquiere cuando se es un agradecido lector.


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Fernando Iwasaki: «A nuestros alumnos universitarios les tomaría el B2 de español el primer día de clases»


Publicado por Ángel L. Fernández Recuero, Paula Herrero, y David del Toro.


¿Qué opinas de la literatura potencial que desarrollan los oulipianos?

¿La literatura potencial? Si se puede escribir se convierte en acto y deja de ser potencial. Aristóteles ahí se lució. Como juego, como birlibirloque, la literatura potencial tiene un pase; pero ni Bartleby ni Joe Gould tienen una novela potencial porque ellos son la novela hecha acto. No me vale lo potencial.

El grupo se fundó en el sesenta, y sin embargo mucho antes Benjamín Jarnés escribió un texto, «Partituras de hielo», que no contiene un solo «que»… Y Georges Perec uno sin la letra e, en francés.

Pero eso no es potencial, eso es acto puro y además juego, adorno, patafísica. Me parece un clavel en el ojal del estilo y una manera muy exigente de trabajar. El texto de Jarnés donde no hay ni un solo «que» es un texto fastuoso. En una asignatura universitaria de redacción podría ser un examen brutal: «Escriba un texto de trescientas palabras sin estampar un solo “que”». Una escabechina, sin duda.


Georges Perec

Georges Perec fue, según Roberto Bolaño, el escritor más importante de la segunda mitad del siglo XX… supongo que no estarás de acuerdo.

No, pero no porque Perec no lo fuera, sino porque Roberto era tan entusiasta y generoso que le dedicó el mismo elogio a Philip Dick, a Borges, a Saer y a Levrero. Roberto era excesivo en su admiración. Sin ánimo de negociar, para mí los cinco grandes autores del siglo XX fueron Kafka, Borges, Proust, Faulkner y Joyce. Nadie más se les acerca.

En La literatura nazi en América de Bolaño o en Academia Zaratustra de Juan Bonilla, fantasía y realidad se engarzan en la narración de tal manera que es imposible distinguir si son o no textos de ficción. ¿Qué es más importante, la verdad o la verosimilitud?

La verosimilitud. Así como en el periodismo lo más importante es la veracidad —que no es lo mismo que la verdad— en la literatura lo esencial es la verosimilitud, que tampoco es la verdad. En realidad, la verdad es para los filósofos. Ni siquiera para los curas. Mientras que la veracidad pertenece al ámbito de la prensa, la verosimilitud pertenece a la esfera de la ficción.


Arcadi Espada en su casa de Barcelona. (Foto: ANTONIO MORENO). Foto tomada de El Mundo

Arcadi Espada lanzó un bulo sexual sobre Cercas como colofón a la polémica entre ambos relativa a la legitimidad de mezclar realidad y ficción. ¿Por qué este tipo de narrativa se considera obra maestra en las plumas de Capote, Coetzee o Philip Roth y en España se desprestigia?

Probablemente por los malos rollos que hay entre la gente en España. Siento aprecio por ambos, pero soy amigo de Javier Cercas y con Arcadi Espada no pasamos de un trato muy cordial. A mí me parece que toda aquella polémica fue muy absurda. De hecho, Francisco Rico la zanjó de forma magistral abrochando un artículo en El País sentenciando: «En mi vida he fumado un solo cigarrillo». Claro, porque había fumado miles y en ningún caso uno solo. Todos los que se apresuraron a reprocharle su «mentira» quedaron en ridículo, porque en el lenguaje hay infinitas posibilidades de crear trampas retóricas o de hacer juegos de espejos. Por eso a mí sí me parece que Javier Cercas hizo lo mismo que Truman Capote en A sangre fría. Y a su manera, también Chaves Nogales.


Manuel Chávez Nogales a la izquierda de la fotografía.



Y en esa línea, ¿qué te pareció la teatralización que hizo Jordi Évole del 23F?

El mundo audiovisual es otra realidad con sus propias reglas. Lo que hizo Orson Welles con la invasión alienígena no tiene nada que ver con las novelas de Cercas. Para empezar, porque a través de un medio de comunicación audiovisual llegas a una audiencia cuyo número crece de manera exponencial, mientras que los libros —ni siquiera los digitales— jamás podrían llegar con la misma velocidad a un número semejante de lectores. La recepción de una novela —ahí está la diferencia— nunca tendrá consecuencias inmediatas como en el caso de la recepción de la radio o la televisión. Ni siquiera el cine, porque incluso la recepción de las películas se aprecia a posteriori. Pero en la radio, la televisión y las redes sociales, lo que ocurre, ocurre online, en el momento. Creo que eso es completamente distinto.




Hay institutos de secundaria con programas exitosos de fomento de la lectura. ¿Se trata de una guerra perdida? ¿No conseguiremos nunca que los jóvenes se interesen más por leer que por lo audiovisual?

En la época presente va a ser muy difícil que los jóvenes renuncien a lo audiovisual. Por el contrario, quienes deseamos que los jóvenes lean, tenemos que adaptarnos a la realidad audiovisual. Esperaremos a que se haga una buena película de Moby Dick para recomendar la lectura de Moby Dick. ¿Cuántos adolescentes se enteraron de la existencia de la guerra de Troya gracias a Brad Pitt? Más bien, espero que pronto llegue a las aulas la primera generación de profesores que vio Bola de Dragón y que fantaseó con las primeras películas basadas en cómics, para que le hablen a los chavales de todo lo que vieron. Como soy un friki contumaz, me he chutado todas esas series y disfruto manejando aquel universo de referencias.


Moby Dick. Imagen tomada de AudioClásico

Pero debo añadir que si no le perdemos el miedo a lo «obligatorio» jamás conseguiremos que los jóvenes se vuelvan lectores, porque quienes somos de letras estamos a priori contra todo lo que sea obligatorio. Sin embargo, mis profesores de matemáticas me obligaron a sumar exponentes, simplificar radicales, despejar ecuaciones de tercer grado y calcular senos sobre cosenos. ¡Jamás senos sobre senos! Todavía recuerdo que menos B más menos raíz de B cuadrado menos cuatro AC sobre dos A, debe ser igual a cero. ¿Por qué carajo me acuerdo de esa huevada a mis cincuenta y cuatro años? Porque fui obligado a memorizar esa fórmula, tal como no tuve más remedio que aprender a sacar máximos comunes divisores, mínimos común múltiples y otras obscenidades. Los profesores de ciencias jamás dudan ni tienen los pruritos morales que nos acogotan a los de letras. Si el profesor de química te decía que tenías que aprenderte la tabla periódica con sus pesos atómicos, te los aprendías. Si el profesor de física te decía que debías saber que el tiempo de la caída libre de un cuerpo era igual a la velocidad final menos la velocidad inicial sobre la aceleración, te lo sabías. Yo me tuve que envainar todas esas fórmulas porque los profesores de matemáticas no dudan y por eso los profesores de letras hemos perdido la batalla del fomento de la lectura.




Pero en Estados Unidos no es así, ¿no?

En todo el mundo, los profesores de letras y humanidades siempre dudamos.

Y los coreanos…

Los coreanos no pertenecen a Occidente y la tradición occidental es la única que duda de sí misma. Solo un occidental es capaz de dudar de su condición de occidental. Por eso un francés duda de ser francés, un español duda de ser español, un gringo duda de ser gringo y un peruano duda de ser peruano. Los coreanos saben que son coreanos y que por ese caminito solo podrían ir a Seúl o Pionyang. Tan claro lo tienen, que todos los de Pionyang querrían irse a Seúl. En cambio, la duda está entronizada en la tradición occidental. Si el problema es el verbo «obligar», entonces habrá que usar «exigir», «impeler» o «instar» para que los alumnos lean, porque tienen que leer. El problema es qué deberían leer. Si tienen doce años, tendrán problemas para comprender el Lazarillo de Tormes o Rinconete y Cortadillo, pues para ellos sería más fácil leer Harry Potter, El Señor de los Anillos o los cómics de Iron Man. Si los maestros les explicaran la relación que existe entre la armadura de Aquiles y la armadura de Iron Man o entre la espada Excálibur y las espadas láser de La guerra de las galaxias, los alumnos lo agradecerían.


Rinconete y Cortadillo. Imagen tomada de Tebeosfera


Con este panorama, qué es mejor: ¿Abuelita es mi tronca o La abuela solidaria?

Entre La abuelita solidaria y Abuelita es mi tronca no hay escapatoria. Habría que quitar el sustantivo «abuelita» y quedarte con La tronca solidaria, porque con la «abuelita» no vamos a ningún lado.

Te gusta jugar con el doble sentido de las palabras en los títulos de tus libros, algo que no parece muy común y por tanto ortodoxo… ¿Te ha creado algún problema?

No, pero me gustaría añadir que en América Latina esos juegos son normales, pues nosotros nos entrenamos en el humorismo desde niños, a través de las conversaciones con nuestros padres, amigos y profesores del colegio. Y encima hemos tenido grandes maestros como  Cortázar y Cabrera Infante. En realidad, siempre se ha jugado con el doble sentido, pero yo he querido darle protagonismo en mi obra y por eso lo llevo como bandera. Sé que en España los juegos de palabras no provocan un gran entusiasmo, pero no me he sentido perjudicado por recurrir a ellos.


Un joven Guillermo Cabrera Infante. Fotografía de Ernezto Fernández.

¿Cuales son los factores extraliterarios que impiden que no se valore en su justa medida al escritor cubano Cabrera Infante?

Sin duda los políticos. Sus discrepancias con la Revolución, Fidel Castro, los comisarios culturales y el comunismo, en general. Y es una pena, porque en Cuba lo leen y sus libros gustan muchísimo, pero nadie lo proclama abiertamente todavía. Ojalá que las cosas también cambien en Cuba con respecto a Cabrera Infante. En 2014 me publicaron una antología de cuentos en Cuba y debo reconocer que me permitieron dedicar mi libro a la memoria de Guillermo.

Ni hispanoamericana ni española: literatura en español.

Sí. A mí me parece que Muñoz Molina no sería quien es sin Onetti, Borges, García Márquez o Vargas Llosa. Luis Landero y Almudena Grandes, tres cuartos de lo mismo. Eduardo Mendicutti no se entendería sin Manuel Puig, y sin Eduardo Mendicutti no existirían las novelas del chileno Pablo Simonetti, del peruano Jaime Bayly o del venezolano Boris Izaguirre. Es decir, que ningún autor contemporáneo en español lee solamente a los escritores de su tradición nacional. Vila-Matas, por ejemplo siempre ha reconocido sus deudas con Borges, Cortázar, Pitol y Monterroso. No fue el caso de Umbral, porque Umbral fue un escritor que se formó durante la posguerra y siempre presumió de no deberle nada a la literatura latinoamericana. Pero todos los escritores españoles que fueron adolescentes con el Boom, leyeron a los autores del Boom. ¿Cuánto de aquellas lecturas crepita en sus obras? Muchísimo. Si tú amputas lo borgeano de la literatura española contemporánea sería como quitarle la papa a la gastronomía española, porque no quedaría ni la tortilla.


Manuel Puig. Imagen tomada de Schavelzon Graham.

En La Mancha Extraterritorial reivindicas el papel de los escritores que escriben en español siendo nativos de otra lengua. Son garantía del futuro del español, así como los alumnos que lo estudian como lengua extranjera. ¿Hay señales de buena salud en el español actual?

La salud del español en los países hispanohablantes es muy mala. A nuestros alumnos universitarios les tomaría el B2 de español el primer día de clases [Risas]. Es decir, el mismo examen que tienen que dar los coreanos y los noruegos que vienen a estudiar en España, porque lo primero que hay que demostrarles es que no hablan correctamente su propia lengua materna. Los alumnos universitarios se quejan de que les mandamos leer textos muy difíciles, mas no porque estén leyendo epistemología o estructuralismo. No, para ellos algo es «muy difícil» cuando tropiezan con un adjetivo que no entienden. Y como es más fácil buscar un adjetivo en el ordenador, ya nadie tiene diccionarios en casa. Antes había al menos un Pequeño Larousse, un Everest, un Sopena, pero ahora es que han desaparecido. Soy de los que piensan que todos deberíamos pagar un canon para que en la barra de cualquier navegador haya un enlace a la web de la RAE, de modo que sea más sencillo hallar la definición de cualquier voz en nuestra lengua.


Valerie Miles. Imagen tomada de Rostros Literarios. Foto de María Calvo.

Valerie Miles, editora española de Granta, se apasionó por la lengua española hace veinte años y desde entonces su dedicación es «servir de puente» entre la literatura anglosajona y en español. ¿Cómo se encuentran esos puentes?

Esos puentes son un poco asimétricos, ahora mismo. Recuerdo que el ABC Cultural número mil le hizo una entrevista a veinticinco escritores de habla hispana y les pidió que citaran los cinco mejores títulos del sigo XXI. Solo dos de veinticinco mencionaron a dos autores hispanohablantes —Bolaño y Vargas Llosa—, mientras que el resto se limitó a citar autores anglosajones leídos en traducciones. Nadie nombró a Murakami, ni a Houellebecq, ni a Grossman, porque todos eran ingleses o norteamericanos. Paul Auster, por ejemplo, fue el más repetido. A mí me alarmó que Vila-Matas y el colombiano Juan Gabriel Vásquez fueran los únicos que admitieron haber leído un buen libro en español durante los once primeros años del siglo XXI. ¿Es que no existen más? Claro que existen. Por lo tanto, los puentes por los que preguntas son totalmente asimétricos, pues nosotros tenemos más curiosidad por la literatura anglosajona que los anglosajones por la literatura en español.


Juan Gabriel Vásquez,en Bogotá. 

De hecho, en Estados Unidos, traducidos —pero bien traducidos— casi no encontramos a nadie. Un par de títulos de Muñoz Molina y Javier Marías, alguno de Cercas, otro de Vila-Matas… pero nosotros sí que traducimos del inglés a escritores malísimos. Y no le concedemos la misma importancia a la literatura italiana y francesa contemporáneas, donde hay estupendos autores que no siempre llegan a los escaparates. ¿Por qué? Porque las editoriales se han integrado a grandes holdings que acaparan la distribución, la publicidad y la crítica. Un escritor que publique en editoriales pequeñas, independientes y bellas como Pre-Textos, Acantilado, Periférica, Impedimenta, Libros del Asteroide, Páginas de Espuma o Renacimiento, lo tiene mucho más complicado para ser reseñado e influyente.




¿Eres suscriptor de alguna revista literaria o de ensayo? ¿Qué te parecen proyectos nuevos como La Maletade Portbou o El estado mental?

Bueno, El estado mental la recibo, porque ahí está mi paisano Toño Angulo. También recibo algunas revistas chilenas, colombianas y peruanas. Durante unos años fui suscriptor de Claves y todavía lo soy de la asturiana Clarín. Creo que el ensayo recibe muy poca atención. Antes leías en la prensa unos artículos de fondo maravillosos que eran genuinos ensayos, pero el género está desapareciendo de los diarios para refugiarse en la red. Pienso en Tercera Cultura, que es un portal donde la divulgación científica se mezcla con antropología y humanidades.


Carmen Balcells junto a algunos autores del boom latinoaméricano: García Márquez, Jorge Edwards, Vargas Llosa, José Donoso y Ricardo Muñoz Suay



Con la muerte de Carmen Balcells, Vallcorba, Toni López Lamadrid y el retiro de Herralde, ¿se ha quedado huérfano el sector editorial español?

Sí, porque ellos sabían cómo dirigir una editorial, crear un catálogo y buscar autores. En realidad, lo mismo está ocurriendo con los periódicos y por eso las revistas y los medios digitales se han convertido en el refugio del nuevo periodismo. ¿Por qué? Porque una revista como Jot Down es lo más parecido a lo que yo llamo el periodismo del Far West. En los wésterns más memorables siempre encontramos periodistas que denuncian a los corruptos, que se enfrentan a los mafiosos y que ayudan al sheriff a derrotar a los malos. Repasa El hombre que mató aLiberty Valance, The Texican, Sin perdón y en todas ellas encontrarás a un periodista. Ahora, en medio de la balacera de la actualidad, el periodista descubre que la caballería no va a llegar porque le han hecho un ERE y que los indios son sus patrocinadores [Risas]. El periodismo independiente ha desaparecido.




En Somos libros, seámoslo siempre haces una analogía entre leer un libro en tableta y beber vino en tetrabrik. ¿Estamos cerca del fin del libro impreso?

No, porque a pesar de que las modernas aspiradoras son cada vez más chulas, la humilde escoba continúa en la brecha. Con los libros sucederá lo mismo: seguirán existiendo para una exquisita minoría, tal como han vuelto los vinilos. Es más, estoy persuadido de que sin papel no hay prestigio literario. Por eso hasta los talibanes del blog quieren que una editorial de campanillas encuaderne sus posts.

¿Quién tiene la culpa del cierre de las pequeñas librerías: las grandes cadenas o la educación escolar y universitaria?

No descartes a los periódicos, porque cuando empezaron a regalar libros los quioscos se llenaron de clásicos y aquello fue la puntilla sobre las pequeñas librerías. En honor a la verdad, espero que las pequeñas librerías se conviertan todas en librerías de viejo, pues la librería de viejo no ha sido destruida por el famoso cambio de paradigma. Han cerrado un montón, sin duda, pero el librero de viejo es un misántropo, una criatura huraña que no quiere ver al cliente y que rodeado de sus libros viejos se siente más seguro que en un refugio antinuclear [Risas].


Antonio Rivero Taravillo

¿A qué librerías acudes tú en Sevilla?

Debo reconocer que me están dejando sin librerías. La Casa del Libro me parecía un lugar estupendo cuando la dirigía el poeta Antonio Rivero Taravillo, pero mis favoritas han cerrado ya: La Roldana, Antonio Machado, Montparnasse… En Los Remedios resiste Palas, en el centro Céfiro, en Viapol Yerma y en la Alameda La Extravagante. Soy de todas ellas.


Koro Castellano
Nos decía Koro Castellano, directora de Kindle en español, que según un estudio que han realizado más de la mitad de españoles ha comenzado a escribir un libro. ¿Qué piensas de este dato?


Esa estadística me recuerda las encuestas electorales. No me la creo. ¿Y es una encuesta hecha en España? De ser cierto, en Alemania o en Francia el ochenta por ciento de la población ya debería haber escrito un libro. No me lo creo. Será una encuesta realizada dentro del universo de poseedores de una tableta Kindle o de clientes de Amazon, porque vivo rodeado de personas que ignoran lo más mínimo de la actualidad política, internacional, económica y cultural. Por lo tanto, de la literaria ni hablemos.

Documentación: Loreto Igrexas

Continuará



Tomado de Jot Down Magazine.


Enlaces relacionados:

Fernando Iwasaki: Mis éxitos literarios se los debo a mis fracasos amorosos. Entrevista. Parte I/III


Fernando Iwasaki: Mis éxitos literarios se los debo a mis fracasos amorosos. Entrevista. Parte III/III




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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.

Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia

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