Crónicas del Olvido
**Alberto Hernández**
“…porque el viaje en el tiempo sólo es una interesante ficción”
S.K (pág. 847)
1.-
“JFK slain in Dallas, LBJ takes oath”, así fríamente tituló el Daily News -en una edición Extra- el día de la muerte de “Jack” Kennedy, y ese anuncio fue usado en la tapa de la novela de Stephen King publicada por el Círculo de Lectores en 2011.
En casi novecientas páginas el lector se ve obligado a viajar a través de un túnel del tiempo con la intención de tratar de salvarle la vida al otrora primer mandatario de la gran nación del Norte, John F. Kennedy. En la contraportada del mismo diario, otro titular: “JFK escapes assassination, First Lady also Ok! Panic strikes during drive through Dallas”, que niega la versión histórica, como un deseo guardado en el ánimo de quien arbitró un atentado y la víctima dejó de serlo gracias a la capacidad ficcional de quien escribe una historia.
La foto de Jackie tratando de huir de los disparos nos impulsa a entrar en este viaje alucinante.
Hace unos años leí esta novela. Hace años la comenté con Antonio López Ortega, creo que –probablemente haya sido en la boca del túnel que nos llevó al pasado- en Mérida, Caracas o Valencia, en un instante en que nos topamos en el pasillo de un hotel o en el de una feria literaria. Sergio Dabhar había escrito una nota en El Nacional donde hablaba de los logros de esta monumental novela de ciencia-ficción, en la que el controversial autor norteamericano lucía sus dotes narrativas e inventivas.
2.-
Jake Epping da clases de inglés en Maine. Epping suele recibir relatos de sus alumnos para que éstos –en este caso sus alumnos adultos del turno libre de noche- demuestren lo que han aprendido de sus enseñanzas. Un crimen horrendo es relatado por Harry Dunning. El maestro de idioma lo lee y se sorprende. Paralelo a este episodio, Al, un amigo de Epping que regenta un negocio de hamburguesas, le cuenta de una puerta que hay en su almacén, a través de la cual se puede viajar en el tiempo. Al pasado, para ser más preciso. Pero más preciso aún: al día 9 de septiembre de 1958, fecha clave porque supuestamente el destino dio la orden de darle muerte al presidente Kennedy. Al le pide a Epping que viaje a ese día, medio siglo luego de los terribles sucesos de Dallas, para tratar de evitar que Lee Harvey Oswald dispare contra la cabeza de “Jack”, como familiarmente llamaban al ocupante de la Casa Blanca.
Epping se traslada a la mencionada época con el nombre de George Amberson. Muchas fueron las peripecias del viajero en el tiempo. Muchos los cambios, las aventuras. Una larga historia que fracasa. Amberson no pudo evitar el asesinato del presidente, pero supo de muchos que lo querían muerto y de otros que lo amaban.
Esta historia la comenzó a escribir Stephen King el 2 de enero de 2009 y la terminó el 18 de diciembre de 2010 en Sarasota, Florida, y en Lovell, Maine, respectivamente.
Un epílogo da cuenta de ese fracaso. Un recuento que diseña el fracaso, el porqué de ese fracaso. De esas respuestas que no pudo ofrecerle luego a la memoria de su amigo Al, quien murió en extrañas circunstancias.
Para dejar clara su intención de hacer de esa muerte una historia sin fin, sin solución de continuidad porque el misterio continúa, King afirmó que “…las fuentes más útiles que leí en la preparación para esta novela fueron “Case Closed”, de Gerald Posner; “Legend”, de Edward Jay Epstein (una chifladura a lo Robert Ludlum, pero divertida); “Oswald: un misterio americano”, de Norman Mailer; y “Mrs. Paine´s Garage”, de Thomas Mallon. El último ofrece un brillante análisis de los teóricos de la conspiración y su necesidad de encontrar orden en lo que fue un suceso casi aleatorio”.
Para quienes niegan la calidad narrativa y literaria de Stephen King está esta novela, que servirá de gancho para no perderlo de vista como narrador, como contador de historias que nos dejan sin aliento.
En uno de los epígrafes usados por el autor norteamericano, Norman Mailer dice:
“A nuestra razón le es virtualmente imposible asimilar que un hombrecillo solitario derrumbara a un gigante en medio de sus limusinas, de sus legiones, de su muchedumbre, de su seguridad. Si una persona tan insignificante destruyó al líder de la nación más poderosa del planeta, entonces nos hallamos sumidos en un mundo de desproporciones, y el universo en que vivimos es absurdo”.
Y ahora más absurdo es, cuando las naciones son gobernadas (¿?) por intrusos, por mensajeros sombríos, por criminales y traficantes de toda indigestión.
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Alberto Hernández
Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.
En Venezuela ha publicado sus trabajos en la Revista Nacional de Cultura, Imagen, Solar, Poda, et al. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Integrante de “Crear en Salamanca”, página digital de la ciudad castellana. Igualmente, en Cervantesmileshighcity de la ciudad de Denver, Estados Unidos. Y en diferentes blog nacionales e internacionales.
En 2018 fue reconocido en la XVII Edición del Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana por su novela “El nervio poético”.
Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999). Stravagnza (Italia 2012), 70 poemas burgueses (Caracas 2014), Ropaje (Cancún, México. 2012), Los ejercicios de la ofensa (Estados Unidos. 2010)
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