martes, 28 de julio de 2015

El Viajero,

un relato fantástico





Estimados Amigos

Hay gente que dice que nunca ha viajado. Pero nuestra vida puede resumirse en una sola palabra: VIAJE. Por más sedentarios que seamos hay que arriesgarse a salir de casa a comprar el pan, o como es común en Venezuela a recorrer cuanto supermercado o venta de víveres hay para conseguir los productos básico regulados (generalmente la harina de maíz precocida). Y si no nos movemos de lugar, nos novemos en el tiempo aunque en una sola dirección: hacia adelante. 

¿No se han dado cuenta de que cada vez que despertamos en la mañana estamos en un nuevo día?

Nosotros una generación incapaz de asombrarse simplemente nos levantamos y vamos al baño a cepillarnos sin percatarnos de tan gran portento.

Hoy tenemos el gusto de presentarles este texto que gentilmente Cristina Chiesa, amante de las letras de la Argentina, nos obsequió. Este escrito originalmente fue publicado en el número 16 de la revista NM, una revista dedicada a la literatura fantástica escrita originalmente en castellano.

Deseamos disfruten del texto.


Richard Montenegro


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El viajero





entonces, y apacibles bienaventurados
pasearemos, forasteros, el uno cerca al otro conversando,
divagando, soñando, hasta que este mismo paraje del adiós
rescate nuestras almas del olvido

(FRIEDRICH HÖLDERLIN)




Erraba en sueños llorando por cámaras atestadas de disfraces, por extensas mansiones, apartando velos y cortinados y cenizas encendidas y palabras esquivas de un vago desaliento.



Luego vino un olor como de tierra removida, como de alguien al que van a sepultar, y una música sin peso, sin sangre, sin símbolos humanos, una elegía llena de presagios como la de una muerta reina que convoca nuevamente sus muertos estandartes.



En el centro de la noche despertó entonces aterrada, con todo el peso de la existencia volcado sobre los hombros encogidos, crucificada, aplastada contra el afiebrado lecho y contra el cielo extático al que miraba fijamente.



Y en el desesperante espacio hendido de su necesidad, marchando entre espesos follajes de bruma, entre acres ramajes mecidos por la niebla, algo se iba abriendo paso, algo lastimero, insomne, algo antiguo, tan remoto como la solitaria estrella de su destino furtivo.



“ A qué vuelves ahora, Viajero, a horadar el tiempo, a mover los cortinados de la ausencia irremediable, a asustarla en los rincones oscuros de esa edad en la que ya no hay hogueras ni oropeles…



“ Qué es lo que quieres con tus viejos ojos como los de aquel árbol, fijado en el centro solar de un universo con su propia razón y su propia voluntad: como la del ánfora esmaltada en la cámara del joven faraón, delicada, indemne, pulverizando los siglos con su sola presencia…



” Todo el peso de la existencia le llovía ahora sobre los huesos como un antiquísima tristeza, la tristeza de los dos primeros desterrados…



“ La luna se recuesta sobre maderos macerados, en los que hombres aun más solitarios se atrevieron a escribir palabras melancólicas. ”El agua trae memorias inauditas. El agua que rige el silencioso cuerpo y la tierra sometida por volver a ver alguna vez su corazón desnudo.



“ Eras el enigma indescifrable, el mudo asombro de las aves ante la germinación de las semillas y la estocada final con una breve lanza, verde otra vez y amarillo en la solemne parquedad del guerrero que se tiende para siempre en su voluntario lecho funerario.



“ En los bosques oscuros, Viajero, cabalgas a ciegas, siguiendo el sonido desasosegado de un cuerno de caza.



“ Galopas a tientas sobre lienzos infinitos, guiado por una voz que solo tú conoces, voces mojadas como algas marinas, persiguiendo el mensaje, o la ficción, o algo que de una vez por todas te permita nombrar las corrientes marinas y conjurarlas con el gesto, la mano que palpa las texturas, como si no existiera límite entre el cuerpo y los objetos, y esa antigüedad inaudita, acongojante de tu mirada de árbol. La palabra, el signo que defina tu vinculación última con la luz, tu parentesco de sangre con la divinidad que canta.



“ Es así que es imposible ya volver de la sombra de un cuerpo que enmarcaba un muro



“ Ni del frío invierno celebrante del extraño culto de la vida que comienza ”Conduélete entonces, Viajero; no la atormentes, no la recibas ni la sujetes más a tus sagrados ritos.



“ Deja que el cortejo fúnebre de las aves del destino siga su camino hacia un sur inexorable



“ Dale el olvido y que olvide.



“ No tiene más tierra ni hacienda que ese cansado corazón que narra la Fábula.



“ Ya le parece que ha soñado largo tiempo”.


Cristina Chiesa



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Cristina Enriqueta Chiesa, nació en Rosario el 1° de mayo de 1957, es Licenciada en Ciencia Política. Colaboró en la Revista de Cultura de la ciudad de Rosario, y en Uomini e Fatti, revista dependiente del consulado italiano. También le fueron publicados cuentos en Axxon 195, NM 16, 24 y 28, y en la antología Cien Páginas de Amor. Desde el 2013 colabora en la corrección de la Revista NM (La nueva literatura fantástica latinoamericana).





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Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 y en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica editado por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.

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