HERMENÉUTICA Y POESÍA PARA DEFENDER LO BUENO, DONDE QUIERA SE ENCUENTRE
jueves, 13 de noviembre de 2025
La Gracia más preciada: la Paz
Estimados Liponautas
Hoy tenemos el agrado de compartir con ustedes un texto escrito por el escritor venezolano Israel Centeno donde hace un acercamiento al otorgamiento del Premio Nobel de la Paz 2025 a la luchadora venezolana María Corina Machado.
La entrada la abre una imagen de la paloma de la paz hecha por el pintor Pablo Picasso. Este artista en diversos momentos de su vida hizo distintas interpretaciones de este símbolo que hizo parte de su vida. Su hija se llama Paloma y su nieta Paz.
La entrada la abre unas imágenes de Picasso para evadir las críticas sin sentido y las denuncias que nos han hecho en la plataforma de Facebook debido a las notas que hemos compartido en esta Venezuela pisoteada, donde mostramos lo común que es sobrevalorar cosas como el sistema de orquestas y sus epígonos y a los logros deportivos de algunos a pesar de que tengamos un montón de presos políticos y una población golpeada por innumerables necesidades. Mantener y mostrar esta posición que nos generó acusaciones de promotores de odio y cosas parecidas, provocando un aluvión de quejas y denuncias en Facebook en contra de la página del blog. Después de compartir nuestra postura vimos como mucha gente "amiga" cambió la manera como recibían nuestras publicaciones. Pero nosotros no cambiaremos nuestra posición. Ya viene a ser la hora de que los ""intelectuales" en Venezuela comiencen a ser amigos verdaderos de la gente.
Por cierto hoy 12 de diciembre de 2025 la entrada fue actualizada al insertarle los videos que están al final del texto.
Esperemos que los venezolanos logremos disfrutar de una verdadera paz
Disfruten de la entrada
Atentamente
La Gerencia
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11 de octubre de 2025
La Gracia más preciada: la Paz
“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.”
— Evangelio según San Mateo
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Hay dones que se confunden con la respiración del alma. El Amor es uno de ellos. Pero justo después —como su reflejo visible, su consecuencia natural— está la Paz. No la paz entendida como silencio de las armas ni como simple pacto de conveniencia, sino aquella que surge cuando el amor madura en forma de justicia y de verdad. La Paz es la Gracia que completa el ciclo del Amor.
Por eso, cuando el Premio Nobel de la Paz 2025 fue concedido a María Corina Machado, el anuncio resonó más allá de la política. En un mundo saturado de cinismo y de violencia, ese reconocimiento pareció recordar que aún existen mujeres y hombres que encarnan, a costa de todo, la posibilidad de una paz nacida del coraje moral. Y que, en el corazón herido de Venezuela, esa Gracia —la Paz— se ha vuelto la más preciosa de todas.
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I
El Nobel de la Paz no siempre ha premiado la tranquilidad; muchas veces ha coronado la tormenta. Basta repasar su historia para ver que su propósito no es recompensar la calma, sino honrar el valor de quienes, en medio del miedo, eligen el camino del espíritu. Martin Luther King Jr. desafió al odio racial y lo venció con la fuerza del perdón. Nelson Mandela convirtió su prisión en una escuela de reconciliación. Liu Xiaobo escribió, entre rejas, un manifiesto de libertad que aún resuena en el silencio chino. Shirin Ebadi defendió en Irán la dignidad de las mujeres y los niños con una fe que ni la persecución logró quebrar.
Todos ellos comprendieron que la Paz no es pasividad, sino una forma radical de resistencia moral.
Y así, el Comité Nobel, al distinguirlos, no premió la docilidad sino el fuego interior. No distinguió al político, sino al testigo. Aquel que mantiene la palabra encendida cuando todo a su alrededor se apaga.
Ese linaje espiritual es el que hoy alcanza a María Corina Machado, quien desde hace años sostiene una lucha civil, sin armas ni violencia, frente a un régimen que convirtió la represión en método y la desesperanza en paisaje. El Nobel, al distinguirla, reconoce esa fidelidad: la obstinación en permanecer humana en medio de la deshumanización.
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II
En Venezuela, hablar de paz puede parecer un lujo, casi una ironía. Cuando falta la luz, el pan, el agua; cuando los hijos parten, cuando el miedo se convierte en rutina y la mentira en ley, la palabra “paz” parece un sarcasmo. Pero precisamente allí reside su fuerza: en afirmar lo que falta, en invocar lo que se niega.
María Corina Machado ha insistido en esa forma de paz que no es rendición, sino lucidez. La paz como acto político, como coherencia interior, como negativa a corromperse. No es una santa ni una figura sin sombras, pero ha elegido mantenerse de pie sin devolver odio, en un país donde el odio se ha vuelto moneda corriente. Esa serenidad, tantas veces confundida con rigidez, es en realidad una forma de oración activa: el gesto de quien sabe que la violencia perpetúa la servidumbre.
La suya es la paz que resiste. La paz que no se rinde al cinismo. La paz que sostiene el sentido cuando todo se derrumba.
III
En la escala de las virtudes, el Amor es la más alta, porque de él se derivan todas. Pero el Amor, si es verdadero, exige Paz como fruto. Santo Tomás decía que la paz es la tranquilidad del orden, y San Agustín la describía como la serenidad del alma reconciliada consigo misma y con Dios. La Paz, entonces, no se opone al conflicto: lo redime.
Visto así, el Nobel concedido a María Corina Machado no es un trofeo político, sino un signo de redención colectiva. La Paz no pertenece sólo a ella; pertenece al pueblo que, aun exhausto, busca reconciliarse sin claudicar. Venezuela ha padecido mucho, pero aún conserva —en su humor, en su fe, en su ternura silenciosa— una reserva moral indestructible. De esa ternura brota la posibilidad de su paz.
IV
Si algo define nuestra historia reciente es la ruptura interior. Entre hermanos, entre generaciones, entre quienes se fueron y quienes se quedaron. Hemos vivido largos años de destierro interno. Por eso, el Nobel actúa como un espejo y una promesa.
Un espejo, porque refleja la dignidad de una nación que, aun herida, no ha perdido su centro moral.
Una promesa, porque insinúa que el mundo todavía cree en nosotros.
No es la primera vez que el Comité Nobel se atreve a señalar la esperanza donde parece imposible. Lo hizo con Lech Wałęsa en la Polonia comunista, cuando la opresión aún parecía eterna. Lo hizo con Narges Mohammadi, encarcelada en Irán por defender el derecho de las mujeres a vivir sin miedo. Y ahora lo hace con María Corina Machado, que representa la posibilidad de una transición pacífica en un país agotado por la represión y el dolor.
El mensaje es claro y antiguo: la paz también es lucha.
V
Cuando un pueblo se reconcilia con su verdad, cuando deja de devolver el golpe, cuando elige la esperanza en lugar del rencor, ese pueblo ya ha comenzado a sanar. La Paz, en última instancia, no depende de decretos ni de tratados, sino de una conversión interior. Es una Gracia que se concede a quienes aman con paciencia, incluso cuando no hay recompensa visible.
Por eso, este Nobel trasciende la política venezolana: habla de un orden más alto, de una misericordia que se filtra en la historia a través de las manos humanas. La Paz es el don de los que aman, y María Corina Machado ha sido reconocida precisamente por eso: por no dejar de amar a su país incluso cuando el país parece haberse olvidado de sí mismo.
VI
No hay paz sin amor, ni amor que no conduzca a la paz.
La historia del Nobel enseña que las verdaderas transformaciones comienzan en el corazón de alguien que decide no odiar. Mandela, Liu Xiaobo, Mohammadi, Ebadi: todos comprendieron que la violencia deja ruinas, mientras que la paz, incluso vencida, deja raíces.
Quizá este sea el mensaje más hondo de este 2025: que en Venezuela, donde tanto se ha sufrido, el milagro ya comenzó. Porque allí donde persiste la fe en la verdad, la Paz no es una utopía: es una Gracia en camino
Israel Centenonació en Caracas en 1958. Es uno de los principales narradores venezolanos de este cambio de siglo, y una de las voces más interesantes de América Latina. Prestigioso editor, poeta y narrador, entre sus novelas, publicadas todas ellas en importantes editoriales.
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