La petrolera BP fue obligada a pagar por el daño que causó en el Golfo de México. Los países en desarrollo deberían emprender acciones similares y exigir “el que contamina paga”, afirma Martin Khor en esta columna.
GINEBRA, 16 ago (Tierramérica).- En una movida muy publicitada, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, logró que la compañía petrolera BP pusiera 20.000 millones de dólares para compensar las enormes pérdidas que provocó el derrame de petróleo en el Golfo de México.
Peores catástrofes ecológicas, causadas por corporaciones a menudo estadounidenses en países en desarrollo, hicieron perder muchas más vidas y tuvieron costos ambientales y sociales más altos que los de BP.
El caso más extraordinario fue el de la ciudad india de Bhopal, donde la emisión de gases venenosos de una fábrica de pesticidas de la empresa estadounidense Union Carbide afectó en 1984 a más de medio millón de personas, mató a 2.300 en forma inmediata y a entre 15.000 y 30.000 en etapas posteriores.
La fábrica fue vendida en 1992 a una firma local y en 2001 pasó a manos de Dow Chemical. Pero ni ésta ni Union Carbide aceptaron responsabilidad por el desastre.
India libró una orden de arresto contra el presidente de Union Carbide en la época del desastre, Warren Anderson, pero éste nunca fue llevado a juicio. La empresa pagó 470 millones de dólares en 1989, un monto muy pequeño ante la enorme cantidad de muertos y afectados que continúan sufriendo las consecuencias de esa catástrofe.
El 7 de junio de este año, un tribunal indio dictaminó que siete ex ejecutivos de la compañía india subsidiaria de Union Carbide eran culpables de negligencia y los condenó a dos años de prisión.
Los ciudadanos de Bhopal quedaron consternados ante la levedad de la pena. Sin embargo, el proceso y el ejemplo de Obama han dado impulso a nuevas acciones en defensa del ambiente en India.
Otro caso es el de Ecuador, cuya región amazónica fue contaminada por el petróleo en cantidades mucho mayores que las derramadas en el Golfo de México, cuando Texaco operó en esa zona entre 1964 y 1990. En 2001 fue comprada por Chevron.
Los pueblos indígenas del área denunciaron ante la justicia que los desechos tóxicos de la explotación de crudo se filtraron en los suelos, las napas subterráneas y las corrientes de agua, y que muchos niños murieron por el envenenamiento del ambiente.
Un informe de un experto --cuestionado por la compañía petrolera-- estimó que 1.400 personas murieron de cáncer a causa de la contaminación petrolera en esa zona del noreste de Ecuador.
Los grupos indígenas colocaron una demanda judicial contra Chevron por 27.000 millones de dólares y acusan a la transnacional de haber vertido más de 345 millones de galones de petróleo y de haber enterrado 18.500 millones de galones de desechos tóxicos en fosos excavados en plena selva.
El tercer caso se encuentra en el delta del río Níger, en Nigeria, donde extraen petróleo la anglo-holandesa Shell, la estadounidense ExxonMobil y otras empresas.
Un artículo del periódico The Observer describió como el crudo derramado contaminó pantanos, ríos, selvas y tierras de cultivo en la región.
“Cada año, se derrama más petróleo desde la red de terminales del delta, de las tuberías, las estaciones de bombeo y las plataformas de extracción que lo que se derramó en el Golfo de México”, escribió John Vidal en The Observer.
Según un informe de 2006, en el delta del Níger se dispersaron más de un 1,5 millones de toneladas de petróleo en el último medio siglo, 50 veces más que la contaminación causada en Alaska por el buque tanque Exxon Valdez en 1989.
El 1 de mayo, la rotura de un oleoducto de ExxonMobil arrojó más de un millón de galones en el delta durante siete días. Gruesas bolas de alquitrán son recogidas a lo largo de la costa en una agotadora tarea de limpieza. La gente del lugar culpa a la contaminación por la caída de la esperanza de vida de las comunidades rurales a poco más de 40 años.
Estos casos ilustran el gran contraste entre lo que el gobierno de Estados Unidos hace para que una empresa pague por el desastre ambiental y la forma en que compañías similares a BP consiguen evitar las compensaciones o desembolsar sumas insignificantes.
Lo que hace Washington es encomiable. Los países en desarrollo deberían aprenden esta lección y emprender acciones similares en línea con el principio de que “el que contamina paga”.
Los gobiernos de los países de origen de las multinacionales deberían actuar para que éstas compensen como se debe si provocan daños ambientales cuando operan en otras naciones.
Debería alcanzarse a un acuerdo internacional para que las compañías paguen indemnizaciones apropiadas por los daños ambientales que causan.
Peores catástrofes ecológicas, causadas por corporaciones a menudo estadounidenses en países en desarrollo, hicieron perder muchas más vidas y tuvieron costos ambientales y sociales más altos que los de BP.
El caso más extraordinario fue el de la ciudad india de Bhopal, donde la emisión de gases venenosos de una fábrica de pesticidas de la empresa estadounidense Union Carbide afectó en 1984 a más de medio millón de personas, mató a 2.300 en forma inmediata y a entre 15.000 y 30.000 en etapas posteriores.
La fábrica fue vendida en 1992 a una firma local y en 2001 pasó a manos de Dow Chemical. Pero ni ésta ni Union Carbide aceptaron responsabilidad por el desastre.
India libró una orden de arresto contra el presidente de Union Carbide en la época del desastre, Warren Anderson, pero éste nunca fue llevado a juicio. La empresa pagó 470 millones de dólares en 1989, un monto muy pequeño ante la enorme cantidad de muertos y afectados que continúan sufriendo las consecuencias de esa catástrofe.
El 7 de junio de este año, un tribunal indio dictaminó que siete ex ejecutivos de la compañía india subsidiaria de Union Carbide eran culpables de negligencia y los condenó a dos años de prisión.
Los ciudadanos de Bhopal quedaron consternados ante la levedad de la pena. Sin embargo, el proceso y el ejemplo de Obama han dado impulso a nuevas acciones en defensa del ambiente en India.
Otro caso es el de Ecuador, cuya región amazónica fue contaminada por el petróleo en cantidades mucho mayores que las derramadas en el Golfo de México, cuando Texaco operó en esa zona entre 1964 y 1990. En 2001 fue comprada por Chevron.
Los pueblos indígenas del área denunciaron ante la justicia que los desechos tóxicos de la explotación de crudo se filtraron en los suelos, las napas subterráneas y las corrientes de agua, y que muchos niños murieron por el envenenamiento del ambiente.
Un informe de un experto --cuestionado por la compañía petrolera-- estimó que 1.400 personas murieron de cáncer a causa de la contaminación petrolera en esa zona del noreste de Ecuador.
Los grupos indígenas colocaron una demanda judicial contra Chevron por 27.000 millones de dólares y acusan a la transnacional de haber vertido más de 345 millones de galones de petróleo y de haber enterrado 18.500 millones de galones de desechos tóxicos en fosos excavados en plena selva.
El tercer caso se encuentra en el delta del río Níger, en Nigeria, donde extraen petróleo la anglo-holandesa Shell, la estadounidense ExxonMobil y otras empresas.
Un artículo del periódico The Observer describió como el crudo derramado contaminó pantanos, ríos, selvas y tierras de cultivo en la región.
“Cada año, se derrama más petróleo desde la red de terminales del delta, de las tuberías, las estaciones de bombeo y las plataformas de extracción que lo que se derramó en el Golfo de México”, escribió John Vidal en The Observer.
Según un informe de 2006, en el delta del Níger se dispersaron más de un 1,5 millones de toneladas de petróleo en el último medio siglo, 50 veces más que la contaminación causada en Alaska por el buque tanque Exxon Valdez en 1989.
El 1 de mayo, la rotura de un oleoducto de ExxonMobil arrojó más de un millón de galones en el delta durante siete días. Gruesas bolas de alquitrán son recogidas a lo largo de la costa en una agotadora tarea de limpieza. La gente del lugar culpa a la contaminación por la caída de la esperanza de vida de las comunidades rurales a poco más de 40 años.
Estos casos ilustran el gran contraste entre lo que el gobierno de Estados Unidos hace para que una empresa pague por el desastre ambiental y la forma en que compañías similares a BP consiguen evitar las compensaciones o desembolsar sumas insignificantes.
Lo que hace Washington es encomiable. Los países en desarrollo deberían aprenden esta lección y emprender acciones similares en línea con el principio de que “el que contamina paga”.
Los gobiernos de los países de origen de las multinacionales deberían actuar para que éstas compensen como se debe si provocan daños ambientales cuando operan en otras naciones.
Debería alcanzarse a un acuerdo internacional para que las compañías paguen indemnizaciones apropiadas por los daños ambientales que causan.
Martin Khor |
* * Martin Khor es el director ejecutivo del South Centre, con sede en Ginebra. Derechos exclusivos IPS.
Texto reproducido con la autorización del semanario Tierramerica. Puede lleer la publicación original pulsando aquí .
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