La larga y silenciosa pérdida del patrimonio
La devolución al Museo de Historia Natural del esqueleto de una especie extinta, y que sería el ave más grande conocida, por parte de un museo alemán, reinstala el debate sobre la acción de huaqueros en la pérdida del patrimonio material y la restitución de invaluables piezas que hoy son exhibidas en museos de Europa o colecciones privadas.
Domingo 14 de noviembre de 2010| por
Mauricio Becerra
A fines de septiembre volvió a Chile el Pelagornis chilensis, considerada el ave más grande del mundo. No voló como lo hacía hace unos 6,8 millones de años, cuando surcaba el cielo del Pacífico. Lo hizo embalado en una caja desde Frankfurt, donde había llegado transportado por huaqueros.
Sus huesos de entre 5,20 y 6,10 metros de longitud fueron hallados en
El Morro, en las proximidades de Bahía Inglesa, donde habían llegado a
morir desde hace millones de años especies marinas, aves y hasta
mamíferos que hoy están extintos. El sitio es conocido por huaqueros,
quienes al identificar que se trataba de unos huesos con gran valor
paleontológico los vendieron a un coleccionista privado en una feria en
Europa, quien a su vez lo vendió al Museo Senckenberg en 35.000 euros.
El valor de este esqueleto es excepcional para los científicos
nacionales. Se trata de un ave dentada cuyo diámetro comprueba que hubo
especies que alcanzaron los 5,2 metros de envergadura. El fósil está
intacto en 70%, pese a que su especie se exterminó hace aproximadamente
dos millones de años. Hasta ahora sólo se habían encontrado fragmentos
menores.
De no ser porque el museo alemán decidió donar el esqueleto al Museo
de Historia Natural, otra pieza más de incalculable valor se hubiese
perdido en el permanente tráfico de bienes culturales desde América
Latina a museos, universidades o colecciones privadas de Europa y EEUU,
efectuada ayer por saqueo conquistador y hoy por la acción incesante de
huaqueros. Por ahora, la pieza no está en exposición para el público
debido a que el Museo de Historia Natural se encuentra cerrado por los
daños que sufrió tras el terremoto de febrero pasado. "Esperamos abrir
nuestras puertas el 2012", confirmó María Soledad Villagrán, del museo.
Huaqueros
Lina Nagel, del Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales (CDBP) de la Dibam,
advierte que "este caso nos muestra, por una parte, que también los
fósiles son sacados ilegalmente del país, en donde hay un gran mercado
para la adquisición de estos ejemplares, ya sea en Europa y Estados
Unidos".
Se sabe que el huaqueo se vale de las rutas destinadas al tráfico de
drogas y se liga a estos traficantes al convertir las piezas
arqueológicas en moneda intercambiable en el mercado negro. Las piezas
de arte indígena o restos fósiles reemplazan a los dólares y se
mantienen adornando salones esperando un buen precio.
Así pasó con el esqueleto del Milodón; cerca de cuatro mil piezas
desenterradas en Machu Picchu que hoy son parte de una disputa con el
Estado peruano y la Universidad de Yale; la mayoría de los códices
aztecas y la totalidad de los códices mayas.
Del animal más grande que se ha datado en territorio de Chile sólo
queda una réplica en la llamada cueva del Milodón. Un ovejero, cuyo
nombre nadie recuerda, Ernesto von Heinz y Hermann Eberhard llegaron a
ella en 1885 y abrieron una caja de Pandora a medida que sacaban huesos y
llegaban más naturalistas buscando al Yeti de la imaginería
decimonónica.
Un capitán náufrago, Charley Milward, que se instaló en Última
Esperanza, aprovechó la ocasión para dinamitar la cueva, desenterrar
grandes trozos de piel y pilas de huesos del Milodón y enviarlos al
Museo Británico luego de un buen regateo. Recibió 400 libras esterlinas.
Hoy cualquier chileno que desee conocer dichos restos debe ir a Londres
y pagar la entrada al museo.
"Ellos sienten que tienen más derecho a tener ese patrimonio porque
están obteniendo dividendos con ellos. Cualquier latinoamericano que
quiera estudiar su propia cultura tiene que obtener una beca del más
alto nivel y gastar un dineral para ir de museo en museo registrando
esas piezas", comenta Fernando Báez, escritor venezolano, quien en su
reciente libro, "El saqueo cultural de América Latina", detalla el
paradero de los códices aztecas que se salvaron de la hoguera de la
Inquisición: la mayoría están en museos de EEUU o Europa.
Del saber de los mayas sólo se conservan pocos códices. Ninguno está
hoy en territorio mexicano. El Códice Dresdensis, hoy en la Biblioteca
Estatal de Sajonia, Dresden, fue saqueado de la región de Chichén Itzá.
Dicho códice muestra los ciclos del planeta Venus y estuvo a punto de
ser destruido cuando la ciudad fue bombardeada en 1944.
El Códice Pereziano, que data del siglo XIII, hoy está en la
Biblioteca Nacional de París; y el Códice Tro-cortesiano, originario de
la península del Yucatán y que contiene la visión astronómica y cálculos
temporales mayas, figura en el inventario del Museo de América de
Madrid.
La experiencia de Báez en el tema lo hace concluir que "cualquier
arqueólogo de los países europeos te habla de cualquier tema, pero
cuando le tocas el de la devolución de los bienes culturales saqueados,
de inmediato va a decir que es una pregunta inoportuna. Hay un programa
mental en los estudios anglosajones y europeos. Es una respuesta
automática y muy cómoda, pese a que tenemos ya unos 200 años hablando de
estos temas".
Y la lista sigue: El penacho de Moctezuma, último emperador azteca a
la llegada de Cortés a México, está junto a un collar de plumas de
quetzal, oro y piedras preciosas en el Museo Etnológico de Viena. Báez
agrega que "estos bienes culturales son ostentados como trofeos de
guerra y ninguno de esos museos tiene la voluntad de devolverlos, ya que
eso supondría admitir que están basados en el robo. No hubo préstamo ni
obsequio alguno, sino que deberían admitir que sus colecciones fueron
fruto del robo".
Así pasó con los códices aztecas: Los códices Bécker I y
Vindobonensis Mexicanus 1, saqueado por Hernán Cortés y enviado a Carlos
V, están en la Biblioteca Nacional de Viena; el Códice Zouche-Nuttall,
que registró a las dinastías de Teozacualco, Culipan y Tilantongo y
elaborado por los artesanos mixtecos, está en el Museo de Humanidades de
Londres; el Códice Ciuacóatl (también llamado Códice Borbónico) está en
la Biblioteca del Palacio de Bourbon en Francia; o el Códice Tudela,
que data del siglo XVI, lo tiene el Museo de América de Madrid.
Otra valiosa colección, llamada el Grupo Borgia, que data del periodo Pos-clásico tardío (entre el 1200 y 1300) está
en la Biblioteca Apostólica del Vaticano. Pese al valor incalculable de
estas piezas para la historia de México, los pedidos de devolución de
su gobierno han sido inútiles.
La Biblioteca Nacional de París, por su parte, tiene Los Anales de
Tlatelolco, compuesto en 1528, siendo una tentativa de los sabios
náhuatl en el uso del alfabeto latino para transmitir la experiencia de
conquista que sufrían y una decena de códices aztecas como el Xolotl, el
Tlotzin o el Ixtlilxóchitl.
El silencio huaqueo
La mayoría de estas piezas llegaron a Europa luego del saqueo de
siglos pasados. Pero si la expoliación de patrimonio cultural fue
ostentosa, hoy el huaqueo, práctica silenciosa, clandestina y mucho más
difícil de detectar, es la que se encarga de engrosar las colecciones de
museos y casas particulares en los países ricos.
Nagel sostiene que "el daño es enorme, ya que el huaquero rompe todas
las evidencias científicas del sitio arqueológico, que son
irreproducibles. Ellos sacan de estos sitios solamente los objetos
comerciables". Daniel Schavelzon, arquitecto y arqueólogo argentino
dedicado al tema de la conservación, añade que "un sitio huaqueado se
acabó para la ciencia, no hay marcha atrás".
Schavelzon detalla la paradoja trasandina que pasó de ser un país
donde casi no había tráfico arqueológico o era muy reducido por su
escaso valor en el mercado internacional a que éste aumentara luego de
la legislación patrimonial de 2003. Comenta que se produjo "un efecto
rebote que aumentó de manera insólita los precios por ser más difícil el
acceso a los objetos. Ahora los objetos de culturas antiguas sí son
apetecibles por el mercado internacional, lo que incrementó mucho el
saqueo en todo el país. Ahora que tenemos una Ley de Arqueología, se
aumentó la destrucción".
Ser huaquero además se transformó en una ocupación. Esto, según
Báez, "ha contribuido a desmantelar los principios de convivencia dentro
de algunas comunidades, ya que se volvió una tradición. El abuelo lo
hizo, luego el padre y ahora el hijo por unos dólares han estado
vendiendo la memoria de su país".
Pese al daño ocasionado al patrimonio nacional, la ilegalidad del
huaqueo hace difícil hacer una estimación. A la situación se suma la no
existencia de inventarios de los bienes culturales en la mayoría de los
países latinoamericanos contribuye a la pérdida de piezas de gran valor.
En Chile, El CDBP asesora a los museos en el eficiente inventario y
documentación de sus colecciones. Nagel cuenta que "el registro de los
objetos, además de permitir a los museos controlar sus colecciones y
saber exactamente qué tienen, ayuda a la protección de los bienes
patrimoniales ante un robo. La ficha de un objeto patrimonial con una
información textual y visual permite a la policía la búsqueda del objeto
en forma directa".
El arqueólogo argentino acusa que en su país "no existe una
cuantificación ni en cantidad de sitios, ni de objetos ni de dinero
transado respecto de bienes patrimoniales. Al haberse transformado en un
mercado negro, todo es más complejo. Y el que no exista es muy grave,
pero son las instituciones de la arqueología las que deberían llevar
esas estadísticas año a año".
Compara la situación con Guatemala, donde desde hace 20 años hay
listas de sitios mayas con sus planos y la ubicación de cada pozo de
saqueo. "Muchos países, incluso Argentina, tenían evaluaciones de salida
de objetos y su valor año a año, pero desde que el Estado monopolizó
todo, se acabó, nadie lo hace. Hoy no se elabora pensamiento crítico
sobre el tema, es como si las leyes cerraran los problemas".
Los investigadores coinciden en que la salida es educar a la
población sobre la importancia del patrimonio. Báez propone la formación
de los agentes de aduanas y policía para reconocer piezas auténticas de
artesanales, una "política legislativa más completa para la definición
de bienes culturales, tanto materiales como inmateriales y una
interacción más eficiente que detenga los flujos de los bienes
culturales, que ataque no sólo a los huaqueros, sino a las fuentes del
mercado negro que pagan altas cifras por una pieza inca".
Respecto de la devolución de los bienes, Báez recomienda que "la
reacción debe ser de insistencia, de no bajar la guardia y buscar
compromisos legislativos a niveles supranacionales que permitan que esos
bienes sean devueltos". //LND
Tomado de La Nación
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Entrada actualizada el 23 de julio de 2022
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