Bolívar por Roynu |
Estimados Liponautas
Mañana se cumple otro aniversario del natalicio de Simón Bolívar, El Libertador por lo que hoy compartimos este texto inédito en la red del poco conocido y siempre vigente escritor Santiago Key Ayala.
Esperamos disfruten de la entrada.
Mañana se cumple otro aniversario del natalicio de Simón Bolívar, El Libertador por lo que hoy compartimos este texto inédito en la red del poco conocido y siempre vigente escritor Santiago Key Ayala.
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CULTO PALABRERO
La fuerza real de los movimientos colectivos se
engendra en su contenido de sinceridad. Religión, idea política, escuela
literaria o de arte, nacen, se propagan, triunfan por su contenido de
sinceridad, que puede resistir en los conductores del movimiento en las masas
que los siguen. Por lo general, se forman en torno de una personalidad
brillante y excepcional. Hombres convencidos la rodean, propagan su fama y sus
modalidades. La figura principal, genésica, del movimiento, adquiere, o ya los
posee, lineamientos de profeta. En el período de formación, los acentos parecen
más toscos. Expresan su convicción y su fe con procedimientos rectilíneos, por
líneas rudas, a las cuales falta el refinamiento. Su obra es, sin embargo, fecunda.
Más tarde, otros y otros adeptos irán a buscar en ellos, los primeros, el
secreto del triunfo, de su prestigio y de su poder. Los primeros son los
primitivos, los apóstoles, los mártires, los precursores.
Agotado ese
primer período, los siguientes se refinan. Han adquirido experiencia. Todavía,
como sus antecesores, poseen fe y convicción. Aplican la convicción y la experiencia.
El movimiento logra las manifestaciones más duraderas y brillantes. Es lo que
el maestro Taine llamó en sus críticas de arte el período central.
Después la
fe disminuye. A los hombres convencidos y vigorosos suceden endebles
simuladores de una fe perdida. El procedimiento, es decir, lo formal, lo
exterior, sustituye al impulso franco, traductor de sentimientos y pasiones reales.
Suenan a hueco y a falso las imitaciones y los panegíricos. Obras vacías de
contenido, obras frágiles, febles y efímeras denuncian la ausencia de la vida
fecunda, la decadencia, la muerte final. Se siente la necesidad de la renovación.
Se reclama que vuelva la vida a los tejidos exánimes, la tonicidad a los
nervios agotados, la energía creadora a los órganos exhaustos.
Es la hora
en que las palabras no son ya representación de las ideas. De la antigua
devoción no quedan sino ritos repetidos por hábito. De los viejos sueños
políticos, de los fanatismos ideológicos, hasta de las rencillas partidarias,
sólo hay remedos no respaldados por los impulsos del ánimo. Es la agonía del
movimiento literario o artístico, del partido político, del culto religioso. Es
también la hora en que los hábitos sacan provecho de las simulaciones a costa
de los contados hombres de buena fe, reliquias de los devotos de antaño. Es la
hora de los más repugnantes oportunismos.
Bolívar
engendró en vida y ha engendrado en la muerte admiraciones delirantes. Su
positiva grandeza, su pensamiento brillante y preciso, sus vaticinios
realizados, el escenario de una naturaleza locamente fecunda, la sensibilidad
pasional de pueblos llamados a nueva vida, todo concurría a imponerle semblante
de profeta, armado a la vez del verbo y de la espada, entrambos convincentes.
Se le han consagrado pensamientos hermosos, retratos fulgurantes, poemas y
cantos; se le ha reconocido por enviado de la Providencia, se le ha
hecho semidiós.
Mientras
la adoración rebose de espíritus deslumbrados por la grandeza real del hombre,
es legítima, aun exagerada. Ella ha dado a la literatura histórica de América
páginas inmortales. La respalda la sinceridad, el acento inconfundible de las
francas devociones.
También ha
tenido detractores, inventores y repetidores de patrañas, desautorizadas ayer
por la crítica, renovadas hoy para morir y resucitar mañana; desahogos de
viejas pasiones, desquites de
nacionalismos lastimados.
A la más
alta crítica le está señalada tarea digna de grandes exploradores. Desbrozar el
continente exuberante de variedad que es el alma de Bolívar. Quede para la
impotencia mezquina el improperio de que ya no es posible decir nada nuevo
sobre Bolívar, porque todo está dicho. ¡Cuántas bellas, hondas y nuevas cosas
se han dicho del Libertador después de proferida la frase infeliz! Su vida
intensísima se gastó en cuarenta y siete años. Se gastarán dos siglos en
conocer su alma y colonizarla por completo para la Humanidad.
Entre la sincera
admiración y el odio sincero, frente a la crítica proba y capacitada, se
extiende una zona de indecible chatura. Es el culto palabrero. Responde, si no
en el tiempo, sí en la calidad y el significado, al período de decadencia de
los ideales literarios, artísticos, políticos y religiosos. Hipócrita monserga,
abierta a flor de labios, sin savia de cerebro ni de corazón. Se ha precisado
todo el valor concreto del hombre para salvar al héroe de sucumbir a la
inepcia de vocingleros papagallos. (sic)
Gentes alarmadas
han pedido que se entierre a Bolívar tal como un grande español pidió se
enterrase al Cid. Pero el muerto sería demasiado grande. Para enterrarlo
faltaría la inmensa urna que pedía para enterrar sus sueños y su dolor el poeta
del "Intermezzo", y para llevarla en hombros, los doce gigantes. No
abundan los gigantes en estos tiempos y no se encontrarían para cargar la urna
simbólica de Bolívar. Y pues no es posible enterrarlo, hagamos algo mejor y más
justo. Sigamos su alto ejemplo. Exploremos su alma con honradez. Llevemos a la
cuenta del hombre los errores, cuando los haya. Llevemos a la cuenta del Héroe,
del Padre, el caudal de enseñanza, de grandeza, de buena fe, que en él hay.
Libertemos al Libertador, que se consagró a libertarnos, de las patrañas y de las
inepcias que la inconsciencia y el oportunismo quisieren amontonar sobre su
nombre. Acallemos el culto palabrero. Reemplacémoslo con el culto fervoroso y
silente de los devotos primitivos. Empresa para los jóvenes más jóvenes de mi
país.
Fragmento de Vida ejemplar de Simón Bolívar. Tipografía Americana. Caracas, 1942.
SANTIAGO KEY AYALA
(25 de abril de 1874 - 21 de agosto de 1959).—Nació en Caracas. Ha desempeñado importantes funciones administrativas y
diplomáticas.
Ha escrito ensayos históricos y críticos, bibliografías y deliciosas
evocaciones de grandes figuras de nuestro pasado literario. Formado en la época del
modernismo, su estilo, sin embargo, se caracteriza por la sobriedad, la claridad y la concisión.
Obras: Bajo el signo del Avila. Edición de la Gobernación del Distrito Federal. Caracas.
Vida ejemplar de Simón Bolívar. Tipografía Americana. Caracas, 1942.
Tomado de:
Lecturas para jóvenes venezolanos.
Selección, Prologo y Notas de Arturo Uslar Pietri. Cuarta Edición. Ediciones
Edime. 1959.
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Entrada actualizada el 25 de julio de 2022
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