Carlos
Yusti
Reseñar
libros imaginarios es una actividad algo más compleja que hacerlo con libros
reales e impresos. Algunos escritores lo han hecho de manera excepcional como Stanislaw
Lem, Borges, Bolaño, Blaise Cendras, Luis Goytisolo y de nuestro patio SantiagoKey-Ayala, por nombrar sólo algunos.
Aunque
sin duda escribir sobre libros imaginarios debe esconder una ironía soterrada
tanto hacía los reseñadores habituales como a la reseña en sí, en cuanto a
estilo y forma.
Por
ese motivo quisiera que esta reseña se leyera, sobre dos libros de Juan Martins, como si tratara de un texto
algo imaginario, endeble en sus contornos y más que una reseña es un vuelo
rasante, fantasmal. Son dos libros de ensayos: El delirio del sentido, desde una poética del dolor y otros ensayos
y Él es Vila-Matas, no soy Bartleby, ambos
editados por Ediciones Estival en el año 2014. Es necesario aclarar que los
libros de Juan Martins tienen algo de inmateriales y que el escritor español
Enrique Vila-Matas tienes todas las particularidades de ser un escritor
inventado, un personaje moldeado en literatura, pero que escribe y desordena
los discursos (y géneros) al uso, convirtiendo lo literario en un juego
rigurosamente serio, pero despojado de formalidad pastosa.
El
libro El delirio del sentido, desde una
poética del dolor y otros ensayos, tiene un título engañoso. En primer
lugar no es un libro de ensayos sobre literatura, poesía o sobre el dolor. No
hay ensayos separados como tal y más bien parece que Martins escribió los texto
de forma aislada y después ensambló el libro como una unidad. Lo otro es que el
libro no remite al lector a la poesía, sino al teatro. Es si quiere una
inteligente disquisición sobre el actor, la escena, el cuerpo y el lenguaje. En
el pórtico el autor trata de aclarar de que va el libro y escribe: “La palabra
le es común al poema y al drama(…)El texto dramático escrito como poema, la
escritura desde la fragilidad del género”. Martins intenta descubrir los nexos
entre el poema y el actor; del cuerpo como envoltorio retorcido de la palabra
poética.
Por
supuesto esta imbricación del cuerpo y el texto poético, arrojado a un
escenario teatral, tiene que conducir al director polaco Jerzy Grotowski que
convirtió el teatro en un inusual laboratorio y cuya experimentación con el
cuerpo del actor expandió lo teatral más allá de una aquilatada puesta en
escena para convertirlo en un hecho, casi desnudo, en el que el actor, lejos de
ser un divo, era sólo un cuerpo vibrando más allá de las palabras y dejando en
carne viva las emociones más profundas. Por eso Martins escribe: “…que el actor
sea responsable de aquellas emociones tanto como el dramaturgo”.
En
el pórtico del libro Martins recomienda leer un anexo necesario “donde trato de
clarificar una poética para el actor”.
El
libro de Martins es también una indagación del crítico teatral que es al mismo
tiempo dramaturgo. De igual modo es una exploración teórica, abierta y sin
complejos del trabajo actoral con la palabra y del cuerpo del actor convertido
a su vez en un signo más del alfabeto teatral. El nudo central del libro puede resumirse en una frase de Pessoa citada
por Martins: “Creo que el teatro tiende a ser meramente lírico y que el enredo
del teatro es, no la acción ni la progresión y la consecución de la acción,
sino, abarcando más, la revelación de las almas”.
Este
libro de Martins es un delicia para actores y actrices. Los que gustan del
teatro encontraran un buen material para entender el teatro actual. Las teorías
expuestas en el libro no son definitivas, pero son un aporte, en un estilo
cuidado, inteligente y bien documentado, para la discusión.
El
otro libro Él es Vila-Matas, no soy Bartleby, podría considerarse como un
recorrido por la obra del escritor Enrique Vila-Matas. No obstante esta travesía
no es el que realizaría un crítico común; es más bien un peregrinaje hecha por
un devoto lector hacia un trabajo de escritura siempre cambiante y que mezcla
los géneros (amén de utilizar los soportes de otras literaturas) para crear una
obra bastante singular y que reconcilia con la palabra escrita, con esa
literatura trajeada de sorpresa y deslumbramiento. Más que una valoración es un
gesto de fraternidad de un lector agradecido o como lo escribe Martins: “Si he
valorado la obra de Vila-Matas antes he tenido una relación más espiritual y
creativa con ella ( o por lo menos lo intento”.
Como
acotación personal debo decir que de joven leí con fruición casi toda las obras
de Thomas Mann. Sus novelas eran para mi incansables catedrales del lenguaje.
No me interesaba las tramas ni los personajes; estaba subyugado por ese excelso
manejo de las palabras. Pensaba que la literatura era belleza construida frase
a frase. En fin Vila-Matas no es Mann, pero sus libros para Martins deben ser
catedrales menos solemnes en las cuales la escritura es un juego de espejos que
distorsiona los discursos y traspapela otras escrituras. Libros donde la
ficción y la realidad dejan sus formalidades rutinarias para ser sólo
literatura, sólo palabras con un belleza singular, extraña y hasta asombrosa;
pero belleza al fin y al cabo.
Entrar en el cuerpo
escritural de Vila-Matas es como entrar a un escenario de tramas cambiantes en
la que otras literaturas se combina para revelar al lector la fuerza súbita de
las palabras, su inigualable hechizo. Ya no hay fronteras para el lector o el
autor. La obra participa como un personaje más hecho a base de literatura
escrita/leída. Alberto Hernández escribe en el prólogo del libro: “En el mar
inquietante de Vila-Matas anda un lector que corre el riesgo de desaparecer
durante el viaje. Digo: leo y me borro. Creo que esa es en el fondo la
intención de Juan Martins al meterse de lleno en algunas de las obras de este
escritor de quien conocemos el gesto de captarnos como cómplices de sus
andanzas. Pero más allá de esta certidumbre, Vila-Matas es el narrador de los
escritores, de él embutido en su propia sombra: encarnada lectura de su
respiración”.
Un libro emblemático de
Vila-Matas podría ser Barletby y compañía.
Aquí es todos lo rictus de su escritura; la combinación de géneros (novela que
es un ensayo que es una investigación que es una antinovela, etc.) y sus
inevitables referencias literarias.
Byung-Chul Han en su libro
“La sociedad del cansancio” escribe que elrelato de Melville, Bartleby, puede
tener una lectura patológica. En virtud de lo cual escribe: “Bartleby
desarrolla síntomas que serían característicos de la neurastenia. Visto así, su
fórmula «Iwould prefer not to» («Preferiría no…») no expresa ni la potencia negativa
del «no-…» (nicht-zu) y tampoco el instinto que inhibe y que sería esencial
para la «espiritualidad». Antes bien, representa la falta de iniciativa y
apatía que acaban con la vida de Bartleby.”. Vilas-Mata va un poco más allá de
esta patología del agotamiento y lo coloca como figura icónica de los
escritores del no. Martins escribe: “Aquello llamado literatura pareciera esta
cada vez más cerca de un producto comercial. De esto huye nuestro protagonista
o por lo menos quiere explicarnos cuando va a la captura de escritores bartlebys
los cuales no escriben,…”
Bartleby sale a escena y su
público es un muro, el silencio…Martins acota: “ La escritura No busca lo sublime, el silencio para
la organización de las ideas. Inexcusable ante las convenciones atribuidas al
escritor y también al lector por supuesto”.
Martins no oculta sus
afinidades como lector y escribe: “Soy entonces lector de Vila-Matas. Lector
parcial, siempre limitado pero en encuentro grato con su literatura”.
Más allá de las intenciones
valorativas y exploratorias de Juan Martins como lector del escritor español,
el libro puede leerse como una novela, un ensayo, una crónica y un diálogo con
una escritura tan irreal y translúcida como los personajes de una novela
imaginaria; de ese personaje que se escribe y va escribiendo un tejido sutil de
literaturas hasta quedar atrapado similar a una mosca en una tela de araña.
Dos excelentes libros
escritos con pasión, pero sobre todo con inteligencia e impecable estilo.
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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.
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Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones El correo del Caroní en Guayana y el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal
Tomado de Letralia
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