No sabemos si el novelista Soseki tenía un gato en su casa, pero se puso en la piel de un felino para entrar en la de los demás. Así descubrimos, explicadas por el propio animal y cargadas de sarcasmo, las intimidades de la familia Kushami y las particularidades de la sociedad burguesa de Tokio a finales de la era Meiji.
“Soy un gato” (Impedimenta) es la primera obra de éxito de Natsume Soseki (1867 - 1916), seudónimo literario de Natsume Kinnosuke, publicada en 1905, justo antes de la aparición de “Botchan”, su gran obra maestra que le catapultaría durante décadas a la lista de novelas más leídas en Japón.
El gato que protagoniza la novela es un pequeño felino de la calle, tan ordinario que en la casa ni siquiera le ponen nombre. Pero es un gato listo, ingenioso, y que saca todo tipo de conclusiones de lo que ve y oye a su alrededor: y es que la raza humana no deja de sorprenderle.
Soseki aprovecha al pequeño animal para criticar a una sociedad, la del Japón de principios de siglo, en plena evolución y apertura. Para retratar a esta nueva clase media introduce una serie de personajes exagerados y patéticos, como son un profesor dispéptico, el señor Kushami; sus amigos charlatanes y maleducados pero que pasan por intelectuales de altos vuelos; unos vecinos que se esfuerzan por adaptarse a su reciente situación de nuevos ricos pero que no consiguen disimular sus orígenes vulgares; o una criada que vuelve loca al pobre gato.
Y el pequeño animal es el personaje perfecto para mostrar lo que son en realidad, debajo de sus apariencias. De hecho, el propio gato, que nos narra el día a día en la casa, cuanto más conoce a la especie humana más la desprecia. Para muestra, lanza frases como “A menos que aparezcan sobre la tierra unas criaturas más poderosas y crueles que ellos, no podremos saber hasta dónde podrán estirar, y estirar, y estirar su estúpida presunción antes de que se les rompa”, o “llegará un día, y espero que no tarde mucho, en que los gatos dominaremos el mundo”.
Las largas conversaciones entre Kushami y sus aparentemente amigos -que aparecen y desaparecen de la casa al mismo ritmo que la merienda- son delirantes. Sus críticas alcanzan todo tipo de temas, incluida una conversación sobre Balzac, en la que del autor francés destacan su extravagancia y varias anécdotas de su vida más bien ridículas.
El propio Kushami se cree dotado de un gran talento, pero no ha encontrado la mejor forma de expresarlo, ya que sus haikus son mediocres, sus incipientes novelas nunca llegan a nada, y sus pinturas… son la burla de la casa.
Soseki, que conocía muy bien a esta clase media intelectual, refleja con un humor deslumbrante a esta sociedad en una obra que pese a tener más de un siglo mantiene una gran actualidad.
Esta edición, además de basarse en una traducción directa del japonés, incluye numerosas notas, especialmente sobre cultura e historia japonesa, de gran ayuda al lector para comprender el contexto de la obra.
Esta es la tercera obra de Soseki que publica Impedimenta, tras “Botchan” y “Sanshiro”. Otra de sus obras más significativas, “Kokoro”, está publicada por Gredos.
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