Yo de mayor siempre he querido ser Miquel Barceló García, no confundir con el pintor Miquel Barceló del que no es familia, como tampoco lo es de
la escritora Elia Barceló
a la que ha editado tanto de forma amateur como profesional. Lo que no sabemos
es si está emparentado con los hermanos mallorquines Julián y Andrés Barceló fundadores de
Barceló & Cia en República Dominicana y que desde 1930 comercializa Ron Barceló . Nuestro Miquel es catedrático
(informática) en la UPC de
Barcelona, fue editor de la colección Nova en
Ediciones B, faneditó Kandama,
ensayista, escritor, divulgador y autor de Ciencia ficción: Guía de lectura (1990)
más influyente en lengua española, alma mater del premio
de UPC y un referente del fandom…
lo dejo aquí, en la entrevista que le realizan Juan José Gómez y Ángel Fernández y publicado
en la más que interesante web http://www.jotdown.es/, hacen un exhaustivo repaso de sus logros
académicos y en la ciencia ficción.
Puedo añadir que tuve el placer de compartir mantel con él y unos cuantos aficionados más durante la Hispacon de Mataró en 1997 por lo que puedo añadir que es un grato conversador, de conocimientos enciclopédicos y verbo ágil.
No recuerdo ningún escrito, entrevista o
comentario de Miquel que no me haya generado interés. Ratifico su buen gusto
literario, cinematográfico y la sensatez con la que opina de los más variados temas.
Gracias a sus comentarios he descubierto magníficos autores, novelas, películas
y tebeos. Muchas de sus divagaciones me
han disparado febrilmente la imaginación e incluso me han inspirado
creativamente. Alguna vez he disentido, como es lógico, pero incluso esa
diferencia de opinión me dio para un atribulado artículo.
De esta extensa y magnífica entrevista, que lo
repasa todo lo habido y por haber, he sacado una lista de nuevas lecturas de
libros e historietas, temas a profundizar, frases a recordar (por ejemplo: “la divulgación científica, que es un poco
la docencia para la gente que no la espera”) y dos posibles artículos: “¿Teoría
de juegos en la obra de Isaac Asimov?” y
“El papel del dinero en El precio del mañana (In time, 2011) de Andrew Niccol”.
Seguro que usted, apreciado lector, encontrará
varias cuestiones que le cautivarán….
Para terminar una pequeña anécdota, este
artículo me descubrió la existencia de La
ciencia ficción (2008) de Miquel Barceló que citan los entrevistadores. A
pesar de la potencia de internet para buscar cualquier cosa, me costó Dios y
ayuda encontrarla. Afortunadamente ya la
tengo en casa, su dificultad estribaba en que se publicó conjuntamente con otra
obra: El big bang de Manuel Sanromà
en un libro de la Editorial UOC, en la colección Dúo: 2 libros en 1. Información que
espero sea útil a algún lector que desee adquirir esta obra.
********
Nunca conquistaremos el espacio, y eso es algo terrible.
Entrevista al escritor español Miquel Barceló
A mis 20 años todos eran antifranquistas.
Miquel Barceló García
Es probable que la monumental
“Introducción a la Ciencia” de Asimov nos llevara a muchos a las aulas
de las facultades de física. Es posible que el Cosmos de Sagan nos
dejara para siempre estrella-heridos. Y no nos cabe duda que las novelas
de Clarke, Heinlein, Dick, Pohl, Brown, Herbert o Robinson, por citar
sólo unos pocos de los grandes maestros han enamorado a generaciones
enteras de lectores de CF. Pero no es menos cierto que todos esos
grandes tratados y novelas ocupan la misma estantería que el libro que
nos ayudó a descubrirlos, sobre todo en los maravillosos noventa. Nos
referimos, claro está, a la Guía de Lectura de Miquel Barceló (1948),
ingeniero, científico, divulgador, editor, novelista y librepensador,
referente absoluto en la literatura española de ciencia ficción. Miguel nos recibe en su universidad
una tarde de sábado lluviosa en la que juega el Barça a unos metros de
allí, y con él charlamos animada y extensamente, sin prisas, entre
amigos. Gracias a su actividad editorial pudimos leer en España a los ahora consagrados Orson Scott Card, Connie Willis o Vernor Vinge
entre muchos otros. Es Ingeniero Aeronáutico, doctor en Informática por
la Universidad Politécnica de Cataluña —de la que actualmente es
catedrático del Departamento de Ingeniería de Servicios y Sistemas de
información— y creó y dirigió el programa de doctorado sobre
sostenibilitad, tecnologia y humanismo. Asimismo es autor de diversos
artículos y ensayos científicos, libros de texto y numerosos artículos
de divulgación científica; también ha escrito relatos, novelas y ensayos
de ciencia ficción. Hasta la fecha ha publicado dos novelas, ambas escritas con Pedro Jorge Romero, Testimoni de Narom (1998), ganadora del premio Julio Verne (Andorra), y El otoño de las estrellas (2001). También es autor de la Guía de lectura (1990) de ciencia ficción de la que se espera una nueva actualización y de La ciencia ficción
(2008) donde hace un análisis pormenorizado del género. Escribe en
diversas revistas de divulgación como la informática Byte o Astronomía.
Fue el editor de la colección Nova de Ediciones B, especializada en
ciencia ficción; es presidente de la asociación Unidos por la Ciencia
Ficción de la UPC y factotum del Premio Internacional Universidad Politécnica de Cataluña de Ciencia Ficción y edita la colección Quaderns UPCF—, y miembro de otras sociedades de profesionales, nacionales y extranjeras, de este género.
Los relatos de viajes exóticos y lejanos, desde Ulises a Marco Polo, inspiraron a sus lectores la exploración de los rincones del planeta en peligrosos viajes hacia lo desconocido. Mucho después Robinette Broadhead formó parte de esos exploradores casi suicidas que se embarcaban en los navíos de los Heechees. En estos tiempos de crisis, ¿cree que habría muchos voluntarios para embarcarse rumbo a lo desconocido como hizo en varias ocasiones el protagonista de Pórtico?
Yo soy muy timorato, soy una persona que intenta jugar sobre seguro y me asombran las personas que como John Glenn,
hace ahora 50 años, hicieron los primeros vuelos orbitales sobre la
tierra. El padre de ese tipo de novelas, dejando de lado las clásicas
como la Atlántida de Platón o Utopía de Tomás Moro, fue Julio Verne.
En 1860 había una presencia constante de la ciencia y la tecnología en
la vida de la gente, aunque no se reflejaba en las novelas. Verne,
consciente de esta situación, comentó con su amigo Alejandro Dumas hijo que había que escribir la que él llamo la novela de la ciencia
y de ahí surgió lo que los franceses llaman novela de anticipación; esa
ciencia ficción ingenua pero que en el fondo habla de ciencia, como el
viaje en globo. Es el primero que hace eso. Y esa vertiente la sigue Edgar Rice Burroughs, que para mí es un autor de aventuras. Asimov
habla de tres periodos diferenciados en la evolución de la ciencia
ficción, el primero centrado en las aventuras, un segundo más preocupado
por la ciencia y la tecnología y un tercero que gira en torno a la
sociología. Las novelas de Burroughs pertenecen a este primer periodo.
Las aventuras de Tarzán discurren en un mundo desconocido y
medio inventado, que es lo que era África en ese momento. La serie que
protagoniza John Carter en Marte —Barsoom para los
marcianos— son aventuras totalmente locas, pero es el viaje, la
exploración, lo misterioso; el sentido de la maravilla es lo que los
enlaza con el género.
Posiblemente el más osado de todos es Robinette Broadhead, que aprieta el botón de la nave Heechee y va a parar a un mundo de metano donde morirá o, como en su caso, a un mundo donde encontrará objetos preciados que lo harán rico, aunque en el camino pierda a su mujer. En Pórtico hay otro personaje reseñable, Sigfrid, que es el psiquiatra-robot de Robinette, y que aparece cinco o seis años después de que Weizenbaum hubiese sacado un programa, Eliza, que parecía ser inteligente. Eliza fue uno de los primeros programas en procesar lenguaje natural y lo hacía parodiando al psicólogo Carl Rogers mientras intentaba mantener una conversación de texto coherente con el usuario.
Se suele decir que la ciencia ficción es
escapista, y eso posiblemente haya sido cierto durante mucho tiempo.
Pero a partir de los años 40 o 50 en los Estados Unidos, gente de
izquierdas como Frederick Pohl empiezan a hablar de una ciencia ficción con retazos sociales, como El túnel debajo del mundo,
en el que se hace patente su interés y preocupación por el negocio de
la publicidad en el que había trabajado profesionalmente. O aquel viaje
en el que van todos por la carretera un domingo de fiesta y si les
pillan en un túnel, l0s gasean y mueren. Es una metáfora de que si sales
todos los fines de semana un día te va a tocar un accidente y vas a
morir. En ese sentido la ciencia ficción ha sido muy reflexiva, y cada
vez lo está siendo más, aunque mantenga esa imagen escapista. En los
últimos años, sobre todo en la ciencia ficción cinematográfica más que
en la literaria, los productores de cine en Hollywood tienen la idea de
que han de filmar historias de ciencia ficción con muchos efectos
especiales, para consumo sobre todo de adolescentes, y deben de creer
que sus adolescentes son poco inteligentes. Julio Verne respetaba más a
sus lectores.
Frederick Pohl |
¿Hacia dónde se pueden dirigir los exploradores del siglo XXI?
Yo tengo un trauma personal. Estudié
ingeniería aeronáutica, ingeniería nuclear e ingeniería aeroespacial tal
vez por haber leído ciencia ficción. Abrí los ojos al mundo en los años
50, soy de 1948, y entonces la imagen del futuro era el viaje al
espacio. Ahora sabemos que el viaje al espacio no lo vamos a hacer
nunca, y eso es algo terrible. Hemos ido a la Luna porque Kennedy
necesitaba retar a los soviéticos y poner de manifiesto que la
tecnología americana era mejor. Cualquier autor de ciencia ficción de
los 50 podía imaginar que un ser humano llegaría a la Luna, lo que
ninguno podía imaginar es que, una vez llegados a la Luna en 1969, el
programa espacial se cerraría en 1972. ¿Dónde vamos a ir? Al espacio no,
porque se tarda mucho tiempo. A Marte no se está yendo porque cuesta
mucho dinero. Frank J. Tipler especuló, en su libro La física de la inmortalidad,
que para esos viajes que duran tanto tiempo tendríamos que enviar
robots con inteligencias artificiales, porque nuestro cuerpo tiene
límites físicos. Se han hecho varios experimentos en el espacio en
relación a la fisiología que corroboran las ideas de Tipler al respecto.
Un experimento español consistente en llevar huevos de reptil y
hacerlos nacer en órbita no gravitatoria ha constatado la no viabilidad
de los mismos. La evolución nos ha hecho dependientes de la gravedad. Si
has de ir a Epsilon Eridani, que está a 10,5 años luz, no vas a llegar
en menos de 60-80 años. ¿Cómo vas a vivir 80 años sin gravedad? Va a ser
muy difícil. También tenemos la paradoja de Fermi, y consiste en que tampoco nos llegan mensajes de fuera. Está la fórmula de Drake,
que analiza todas las civilizaciones tecnológicas que puede haber en el
espacio, se trata de millones de civilizaciones tecnológicas, pero dado
el tamaño de la Vía Láctea, la distancia media entre ellas es de unos
600 años luz. Para una especie que quizá puede vivir 120 años, 600 años
luz es otro universo. Creo que las exploraciones en el espacio van a ser
más robóticas que humanas para adquirir conocimiento. Por eso la buena
ciencia ficción del momento está explorando qué puede hacer la ciencia y
la sociología del futuro. Hemos pensado en mundos distintos pero, ¿por
qué no empezamos a pensar en sociedades distintas? Las mujeres lo hacen
frecuentemente con sociedades no tan machistas como la nuestra. O con
economías distintas. Un exponente de este tipo de ciencia ficción es George Turner que en Las torres del olvido, escrita en los años 80, describió una sociedad económicamente dual como la que estamos ahora viviendo.
Hay un consenso sobre la imposibilidad actual de viajar más allá del Sistema Solar, pero ¿a Marte se puede llegar?
A Marte se puede llegar, pero otra cosa es establecer allí una colonia. Las novelas de Kim Stanley Robinson
son muy bonitas, pero terraforman Marte en 150 años, cuando más bien lo
haremos en 1500. Es un proyecto muy difícil de emprender incluso,
aunque hubiera una economía boyante y suficientes recursos, hay un
problema de la escala de tiempo. El viaje puede llevar un año, pero
vivir allí es duro. ¿Por qué hablamos de terraformar Marte y nadie está
pensando en vivir bajo el mar? Está aquí al lado y es un ambiente casi
tan inhóspito como el de Marte. Michel Butor, en los
años 50, decía que la ciencia ficción trata de los viajes por el
espacio, sin embargo en la actualidad ya no trata de eso. Casi nadie
hace ese tipo de cosas.
Otros grandes viajeros espaciales fueron Ijon Tychi y Lazarus Long. ¿Cómo vivió sus aventuras cuando los conoció?
Stanislaw Lem es un
hombre con un solo defecto en su vida, y es que, cuando se le acercó la
muerte, empezó a decir que él no había escrito ciencia ficción, lo cual
no es cierto. Lo que ocurre es que es una ciencia ficción muy europea,
con un tono de ironía y desapego de la ciencia, porque él era médico y
sabía cómo era la ciencia. Los que nos dedicamos a la ciencia sabemos
que no es un absoluto, porque la hacen científicos, y los científicos
somos seres humanos y nos movemos por lo que se mueven los seres
humanos: ambición, poder, dinero. Lo que hace Lem es poner ahí unas
historias entretenidísimas como en Ciberiada o en los relatos
de Ijon Tychi con ese tono especialmente irónico que las caracteriza.
Lo de Lazarus Long me parece que es una de las muchas cosas que hace Heinlein, que
empieza bien y luego no sabe cómo terminar. Heinlein es uno de los dos
autores de la ciencia ficción americana a los que suelo etiquetar como
personas que están más a la derecha que Gengis Khan, el otro es Jerry Pournelle.
Sin embargo, Heinlein es capaz de escribir aquello de “la puerta se
dilató” en lugar de “abrió la puerta”. Es una expresión que deja claro
desde un principio que el personaje se encuentra en un mundo distinto al
del lector. Literariamente es mucho más efectivo que escribir toda una
parrafada para describirlo. Yo soy malo escribiendo ciencia ficción
porque soy profesor y estoy acostumbrado a explicar y contar. Y cuando
escribes no has de hacer eso, sino que debes de plantar las bases para
que el lector imagine.
¿Sería posible escribir en la
actualidad una novela en la que un padre tiene relaciones sexuales con
sus hijas gemelas sin ser acusado de pederastia, como hizo Robert A.
Heinlein?
Theodore Sturgeon en
uno de sus cuentos plantaba el dilema de si todos los hombres fueran
hermanos, ¿dejarías que tu hermano se casara con su hermana? En el fondo
habla del incesto, y su consideración depende del momento y los
lugares. Esta es una sociedad por una parte muy permisiva y por otra muy
hipócrita al criticar esa misma permisividad. Estaría mal visto porque
seguramente mucha gente imagina que la ciencia ficción es para consumo
de adolescentes, se entendería como un mal ejemplo para ellos. Aunque a
mí no me interesen en absoluto escenarios de ficción como el comentado
no considero ningún problema que se pueda elucubrar en la literatura de
ciencia ficción sobre ellos.
Volviendo a Frederik Pohl, en su novela Homo Plus
el autor nos narra los sufrimientos de un ser humano alterado
mecánicamente para que pueda desenvolverse en Marte. ¿Es este un caso de
transhumanismo cibernético? ¿Se apunta a las predicciones de Kurzweil y
su convicción de que en el año 2029 se llegará a la singularidad
tecnológica en que un ordenador pasará el test de Turing?
Considero que Homo Plus es una gran novela porque, de alguna manera, en lugar de terraformar Marte, lo que hace es marcianizar
al hombre. El protagonista, a medida que se va transformando para
adaptarse a las condiciones hostiles de Marte, sufrirá traumas
psicológicos. Es curioso cómo, 20 años después, en los 90, Greg Bear escribe Marte se mueve en donde cambia el enfoque adaptativo, pues con la nanotecnología sólo con ingerir una cápsula —que
toman todos, por lo que desaparece el sentimiento de marginación—, se
producen los cambios fisiológicos necesarios para poder sobrevivir en
Marte. Creo que es mucho mejor el relato de Frederick Pohl porque
profundiza en el personaje. Las novelas le tienen que interesar al
lector, y al lector lo que le interesa es lo que le pase a los
personajes; lo demás es decorado.
Sobre Kurzweil, no entiendo cómo este señor se ha apuntado lo que es de otro. La singularidad tecnológica es un concepto que establece Vernor Vinge
en sus inicios como escritor de ciencia ficción siendo profesor de
software de la Universidad de California en San Diego. Vinge, en 1993,
en un comunicado a la NASA sobre la robótica y la inteligencia
artificial, es el primero que enuncia el concepto de la singularidad
tecnológica que desarrolla a partir del concepto de singularidad
matemática, que es un punto de una función que no tiene solución. La
singularidad tecnológica es un acontecimiento futuro en el que se
predice que el progreso tecnológico y el cambio social se verán
modificados debido al desarrollo de la inteligencia artificial,
cambiando nuestro marco cultural de manera tal que cualquier ser humano
anterior a la Singularidad sería incapaz de comprender o predecir. A
partir de ese momento, los agentes de la historia futura serán humanos e
inteligencias artificiales. El padre de esa idea es Vernor Vinge. A
finales de los setenta escribió una historia muy curiosa que se llama True names
en la que un grupo de personas se relacionan por internet usando
nombres de usuario y tienen que evitar a cualquier precio que se conozca
el nombre verdadero asociado a estos nicks.
Kurzweil
predijo entre otras cosas la desaparición de la Unión Soviética a causa
de que los teléfonos móviles recortan poder a los gobiernos
autoritarios eliminando el control por parte del Estado del flujo de
información. Actualmente parece que internet cumple esa función. ¿Hay
algún autor que anticipara las implicaciones sociológicas de internet?
Además de True Names de Vernor Vinge destacaría Islas en la red, de Bruce Sterling.
El tema de la singularidad tecnológica me molesta; Kurzweil utiliza
frívolamente el concepto de singularidad. Cuando me preguntan si la
ciencia ficción tiene capacidad predictiva yo siempre digo que sí, como
el tarot. Haces 10.000 predicciones y alguna aciertas. Luego tienes que
convencer a la gente de que no has hecho las otras 9.999. Me gustaría
buscar el artículo en el que el señor Kurzweil escribió esto de la Unión
Soviética y ver si ese papel es anterior a 1989. Tengo una edad en la
que he descubierto que cuando yo tenía 20 años todos eran
antifranquistas. Pero yo sé quiénes estábamos en los grupos
clandestinos, y éramos cuatro gatos y nos conocíamos todos. Me parece
que Kurzweil ha sabido venderse bien, hacer negocio con estos temas. Lo
que es un disparate es lo del 2029. Ni de broma. El padre de la
inteligencia artificial, Alan Turing, de quien este año se cumple el centenario, cuando habló del proyecto de la inteligencia artificial en Computing Machinery and Intelligence,
un artículo de 1950, postuló que en el año 2000 ya habría programas que
pasarían el test de Turing, y no ha sido así. No me pongo en la
situación ideológica de un Roger Penrose diciendo que
eso no se podrá hacer nunca; considero que eso es ideología. Creo que se
podrá hacer, pero faltan muchos años. Y que cosnte que respeto a
Penrose que tiene un cerebro tan potente como Stephen Hawking, aunque Penrose sea menos mediático porque no está paralítico.
Alan Turing |
John Haugeland escribió en 1985 el libro Artificial intelligence: the very idea y en la presentación ya nos señala que el nombre que inventó John McCarthy
en 1956 cuando surge el paradigma de la inteligencia artificial es muy
bueno desde el punto de vista del marketing, pero todo el mundo lo
entendería mejor y nadie se llamaría a engaño si en lugar de
inteligencia artificial la hubieran llamado inteligencia ortopédica.
Cuando me dicen que un ordenador puede ganar a un ser humano al ajedrez porque Deep Blue ganó a Gary Kaspárov,
siempre contesto que seguro que Kaspárov sabe hacer unas tortillas que
Deep Blue ni puede soñar hacer. A raíz del libro de Penrose de La nueva mente del emperador Minsky
contestó a esto con el tema de los agentes. Pequeños agentes que, por
acumulación, puedan hacer lo que hace un cerebro humano. Una de las
grandes paradojas de la inteligencia artificial es que, como la
empezaron matemáticos, estos creyeron que lo más importante que hace un
cerebro humano es enunciar y demostrar teoremas matemáticos. Por eso,
desde los años 70 tenemos programas que son capaces de enunciar y
demostrar teoremas matemáticos. En cambio, no tenemos programas que sean
capaces de hacer lo que hace un bebé de seis meses, un gato o un
perro, que es reconocer a otro humano. Nuestra inteligencia es muy
complicada, damos muchas cosas por supuestas. Lo primero que se hace es
buscar lo más abstracto cuando, a veces, la cotidianidad también es
compleja de procesar.
John Haugeland |
Otro concepto relacionado es la inteligencia aumentada. Vernor Vinge escribió la novela Al final del arco iris,
en la que un poeta muy inteligente padece Alzheimer y, cuando al cabo
de unos años lo curan, descubre un mundo donde toda la gente funciona
con inteligencia aumentada, interfaces hápticas y mundos virtuales.
En You are not a Gadget
el prestigioso informático Jaron Lanier hace una crítica lúcida sobre
la deshumanización que provoca la mente colmena entendida como la
conciencia que surge de la colaboración entre personas como en el caso
de la Wikipedia. ¿Comparte la visión apocalíptica de este gurú de las
redes?
Una de las cosas que ha aportado el mundo de Internet es ese aspecto colaborativo. Hay un libro de Pekka Himanen, La ética del hacker,
que uso mucho en mis clases, y que en el fondo habla de la diferencia
entre trabajar a gusto, como hace un hacker, o trabajar forzado, como
hace un trabajador a sueldo. Esa manera de trabajar libremente por gusto
y afición de manera acumulativa, aceptando que otro descubra tus
errores y tú colabores con él, me parece un punto muy importante. Hoy en
día no hay un humano que sepa lo que sabe la humanidad. Esta sabe mucho
porque lo sabe colectivamente. Hay personas especialistas en historia,
otros en bioquímica, etc. Jaron Lanier reflexiona
sobre la la vida en la red que puede estar haciendo que perdamos la
noción de profundidad, algo muy en la línea con el artículo de Nicholas Carr ¿Está Google haciéndonos estúpidos? Después ha escrito un par de libros sobre el tema; cuando uno tiene una idea ha de aprovecharla en este mundo comercial.
Wikipedia tiene ese mismo
efecto: buscas cualquier cosa y la primera respuesta es Wikipedia, por
lo que la tentación es quedarte en ahí y no profundizar más.
Hay un problema de fondo que ya planteó Umberto Eco hace muchos años en Apocalípticos e integrados,
un libro que habla de la cultura de masas. Hasta hace 100 años, la
cultura era sólo para las elites, los que se habían formado en latín y
griego, los que eran capaces de leer y tenían acceso a esa cultura.
En 100 años esto lo hemos cambiado. Personas que lleguen al nivel de Bertrand Russell hay muy pocas; era un chaval que, para que su abuela no se enterara de lo que él escribía en su diario, lo hacía en alfabeto griego con un código especial que se había inventado. Esto hoy no parece muy factible en chavales de 14 años. ¿Eso es malo? No, porque mucha más gente accede a la cultura. ¿Que la cultura se está banalizando? De acuerdo. ¿Que con Internet se surfea y no se profundiza? De acuerdo. Pero es que el autor de ¿Está Google haciéndonos estúpidos? cuenta cómo hay quien le decía que veía un libro como Guerra y paz y no se atrevía a leerlo, porque son muchas páginas y tendría que estar mucho tiempo. Somos más de surfear, y la Wikipedia es un recurso fácil para encontrar cosas.
He descubierto que mis estudiantes, desde hace 10 o 15 años, ya no citan un libro en cualquier trabajo que hagan, y en las tesis doctorales hemos tenido que aceptar que la gente cite páginas web y Wikipedia. Lo único que se les pide es que ponga la fecha en que lo encontró, porque al cabo de un tiempo puede haber cambiado y ya no ser comprobable. Creo que es cierto que vamos hacia una banalización de las cosas. La televisión, por ejemplo, es mucho más banal ahora que hace 50 años. Si ves una serie de los años 60 y una de ahora, (y no es nostalgia de viejecito), es que una está cinematográficamente bien hecha, y la otra está hecha fatal porque de lo que se trata es de hacer muchos episodios. Antes, cuando dos personajes hablaban, veías plano y contraplano. Ahora los sientan a una mesa para que estén en escorzo y con un solo plano lo liquidan. Todo se está banalizando, pero es que también somos muchos más. Cuando yo nací, en el planeta había 3000 millones de habitantes, ahora hay 7000 millones. Creo que ahora la ventaja que tenemos es que la humanidad ya no se permite el lujo que se permitía hace 150 o 200 años de desperdiciar inteligencias potentes. Hoy en día, todo el que tenga una mínima capacidad intelectual, aunque haya nacido en Somalia —aunque, evidentemente, lo tiene bastante peor—, tiene la opción de salir y hacer cosas.
Umberto Eco |
En 100 años esto lo hemos cambiado. Personas que lleguen al nivel de Bertrand Russell hay muy pocas; era un chaval que, para que su abuela no se enterara de lo que él escribía en su diario, lo hacía en alfabeto griego con un código especial que se había inventado. Esto hoy no parece muy factible en chavales de 14 años. ¿Eso es malo? No, porque mucha más gente accede a la cultura. ¿Que la cultura se está banalizando? De acuerdo. ¿Que con Internet se surfea y no se profundiza? De acuerdo. Pero es que el autor de ¿Está Google haciéndonos estúpidos? cuenta cómo hay quien le decía que veía un libro como Guerra y paz y no se atrevía a leerlo, porque son muchas páginas y tendría que estar mucho tiempo. Somos más de surfear, y la Wikipedia es un recurso fácil para encontrar cosas.
Bertrand Russell |
He descubierto que mis estudiantes, desde hace 10 o 15 años, ya no citan un libro en cualquier trabajo que hagan, y en las tesis doctorales hemos tenido que aceptar que la gente cite páginas web y Wikipedia. Lo único que se les pide es que ponga la fecha en que lo encontró, porque al cabo de un tiempo puede haber cambiado y ya no ser comprobable. Creo que es cierto que vamos hacia una banalización de las cosas. La televisión, por ejemplo, es mucho más banal ahora que hace 50 años. Si ves una serie de los años 60 y una de ahora, (y no es nostalgia de viejecito), es que una está cinematográficamente bien hecha, y la otra está hecha fatal porque de lo que se trata es de hacer muchos episodios. Antes, cuando dos personajes hablaban, veías plano y contraplano. Ahora los sientan a una mesa para que estén en escorzo y con un solo plano lo liquidan. Todo se está banalizando, pero es que también somos muchos más. Cuando yo nací, en el planeta había 3000 millones de habitantes, ahora hay 7000 millones. Creo que ahora la ventaja que tenemos es que la humanidad ya no se permite el lujo que se permitía hace 150 o 200 años de desperdiciar inteligencias potentes. Hoy en día, todo el que tenga una mínima capacidad intelectual, aunque haya nacido en Somalia —aunque, evidentemente, lo tiene bastante peor—, tiene la opción de salir y hacer cosas.
En su Guía de Lectura hace
referencia a las distintas etapas y tendencias de la ciencia ficción
durante el siglo XX. Los años 80 fue el turno del ciberpunk, con
ejemplos como Blade Runner. Usted no se refiere al ciberpunk de un modo muy alentador
Diría que Blade Runner tiene
una estética personal, pero no una estética ciberpunk. ¡Qué más
quisieran los ciberpunk! Yo soy especialista en informática y hay
detalles “técnicos” en algunas novelas ciberpunk que son absolutos
disparates, y eso me remueve cuando las leo. Posiblemente de otros
disparates no me entero. Diría que Blade Runner no pertenece a este subgénero. Su origen es una novela de Philip K. Dick que además es bastante mejor que la película, y se parecen como un huevo a una castaña. Ridley Scott
cogió el guión, le preguntaron si iba a leer la novela original y dijo
que no; escamoteó el tema del mesmerismo, que es la parte
místico-religiosa del asunto en la novela de Dick. Sin embargo, Scott
consiguió una estética muy buena. Y es buena porque está muy bien hecha;
por ejemplo, se buscó un diseñador industrial para diseñar los
aparatos, por lo que no resultan un disparate. En la película, además,
notas que la arquitectura es acumulativa, no hay un único estilo
arquitectónico. Hoy día, cuando ves 2001: odisea en el espacio,
no te cuadra porque hay un único sistema de diseño. Y la realidad no es
esa. Aquí en Barcelona, por ejemplo, vas a la plaza de la Catedral y
ves la Catedral, que tiene cuatro o cinco siglos, y te giras y tienes
detrás el Colegio de Arquitectos con un friso hecho por Picasso. La arquitectura es acumulativa, y Blade runner
hace eso: combina ambientes modernos junto con callejones
desvencijados. Ese realismo es el que luego copia el ciberpunk. Para mí
el ciberpunk consiste en plantear la ciencia ficción del futuro basada
en cómo va a cambiar nuestra vida la tecnología informática.
¿Considera que el colectivo Anonymous son los herederos del ciberpunk?
Por la edad probablemente sean las cosas
que van con ellos, pero creo que Anonymous es, en el fondo, un
colectivo político de queja ante un sistema que está usando las
tecnologías como herramientas de dominación. Internet es un proyecto
militar fracasado. En 1969 era para uso de los militares y a principios
de los 90 cae en manos del gran público. Y en un proyecto militar para
usos militares no hay por qué tener sistemas de seguridad, pues el
soldado que está operando, como haga un disparate, tendrá un consejo de
guerra. La propia disciplina militar permite que Internet pueda ser
menos seguro. Recuerdo que en los años 70, en la informática
profesional, los bancos no querían saber nada de Internet precisamente
por los problemas de seguridad. Desde que en 1999 apareció Napster se ha
puesto de manifiesto que no se pueden poner puertas al campo. Durante
10-15 años se ha creado la idea de que, en un sistema capitalista basado
en el dinero, la propiedad y el consumo, se podía consumir gratis a
través de Internet. Eso tan poco habitual en el sistema económico
dominante ha creado un montón de usuarios del “internet gratis total”
que quieren seguir haciéndolo a los que las fuerzas vivas se tienen que
oponer. Y ahí hay una guerra muy seria planteada. Para mí Anonymous
representa una de las opciones. ¿Internet es para un uso comunitario
libre o para un uso controlado? Lo que me horroriza es pensar lo que
ocurre en China, donde grandes multinacionales como Google o Yahoo ceden
ante el poder, y parece que ahí sí se está controlando la red
Otro subgénero apasionante de la
ciencia ficción es el que trata los viajes en el tiempo. ¿Considera que
la exitosa serie Caballo de Troya si se hubiese promocionado como obra
de ficción hubiera podido optar al premio Hugo?
El original optó, pero es que el original fue una novela americana. La idea no es de Benítez. Hay una serie de personas como son Erich von Däniken en Alemania, Peter Kolosimo en Italia y J.J. Benítez aquí, que han vivido de esto. Tiene que ver con aquello que dijo Nietzsche,
“si se ha muerto Dios todo es posible”, pues la gente lo que quiere es
tener un dios que le proteja. Y si no me protege Dios y sus ángeles me
van a proteger los extraterrestres. Partiendo de una idea original de la
ciencia ficción, en la que usando la posibilidad del viaje en el tiempo
se narra la crucifixión de Cristo, Benítez cambia el enfoque para
presentarla como hechos reales, aunque nadie ni él mismo puedan creer
que eso sea posible.
La película Frequently asked questions about time travel
es una producción británica que trata de forma divertida las paradojas
que se producen al viajar en el tiempo. ¿Se pueden rodar películas de
ciencia ficción sin grandes presupuestos?
Sí, pero les puede pasar como a esta
(que es muy buena), que no tiene público. Lo que se ha hecho bien de los
viajes en el tiempo en la ciencia ficción es el tretamiento de las
paradojas: paradojas de ciclo abierto, el mismo ejemplo retratado una y
otra vez. Incluso hay versiones más light, en las que no viajas por el
tiempo pero llevas una cámara que sí lo hace. Hay un cuento de Horace Gold,
que fue el editor de Galaxy cuando empezó, en el que los protagonistas
tienen una cámara que puede viajar en el tiempo y filmar lo que pasa.
Como la han inventado físicos, la envían a ver si Isaac Newton
se volvió realmente loco y paranoico en sus últimos días, hasta que se
dan cuenta de que si Newton se ha vuelto loco es porque tiene la
sensación de que alguien le observa, y son ellos, los observadores del
futuro. Son jugadas intelectuales bonitas para todo aquel que sea un
poco racional y le guste jugar con la mente; las paradojas temporales
dan para mucho.
Divertidísima e inteligente comedia sobre los viajes en el tiempo. |
Otra producción británica de
ciencia ficción fue la popular serie de la BBC Enano Rojo. Alex de la
Iglesia intentó hacer algo similar con Plutón BRB Nero que no llegó a
dos temporadas. En su opinión, ¿la diferente acogida de ambas por parte
de los telespectadores se debe a la nacionalidad de los mismos o a la
calidad de la serie?
La calidad y los guiones. Seamos serios,
aquel episodio de Enano Rojo en el que han encontrado un gato que se
está muriendo y que sueña como real todo lo que le han contado sobre el
fin del mundo en Fiji con la gran salchicha… es reírse de la religión
con un nivel de ironía tipo Monty Python. Eso lo pueden
hacer los ingleses, los españoles no podemos, solemos ir a lo
chabacano. Y eso que Álex de la Iglesia es un señor de chapeau, pero hay una diferencia de calidad.
El último éxito relacionado con la ciencia ficción y la fantasía es la saga de George R. R. Martin Juego de tronos. Ha sido un éxito tanto la serie como los libros. ¿Dónde está la clave?
Es muy sencillo. Es una reconstrucción
de una visión curiosa del mundo británico del año 1000, con sus clanes y
sus jefes. Tiene sólo una cosa extraña: cada libro tiene como eje
central un personaje al que el autor, a falta de uno o dos capítulos
para el final del libro, mata. Con ello se obliga, en el siguiente
libro, a empezar con otro personaje, a quien también matará. Es
sorprendente lo que pasa es que lo hace muy bien, Martin es muy bueno.
Es el autor de Muerte de la luz, Una canción para Lya, Los viajes de Tuf. Se
ha dado cuenta de que el filón hoy día es la fantasía y se ha pasado a
ella desde la ciencia ficción y además utilizando una técnica que ya
dominaban a mitad del siglo XIX como es el folletin. Tiene buenos
personajes. Por ejemplo el enano, con sus defectos, es inteligente,
astuto. Han hecho la serie de televisión y ha funcionado bien pero es
que el muro aquel ¡es el muro de Adriano! Ese muro existía para separar
la parte de cultura romanizada de la parte salvaje del norte. Martin
toma estos elementos y les da un tratamiento de capa y espada e intrigas
palaciegas muy bien llevadas. En mayo del año pasado, cuando salió el
último volumen, Dance with dragons, mi hijo estaba en Nueva
York y se lo trajo. Estaba muy cabreado porque le cobraron sobrepeso en
el avión, pero es que solo el libro ya deben de ser dos kilos. Es
curioso lo gordos que son los libros de fantasía; y es como un trauma
porque, si lo empiezas a leer, sabes que la siguiente entrega no saldrá
hasta dentro de diez meses, por lo que te vas a quedar colgado, y a mí
no me gusta quedarme colgado.
¿Por qué cree que hay esta “gordificación”?
La gente quizá lea menos, pero a los que leen les gusta leer. Esto pasó con Harry Potter; las
tres primeras novelas tienen 250 páginas, y la cuarta ya son 600. Y
dicen que los niños de diez años no leen. ¿Cómo que no, si se pegaban
por leer aquello? Tú dales algo que les guste. Yo suelo dar una charla
en el Museo de la Ciencia —creo que la he dado 20 o 25 veces—, que se
llama Ciencia y magia: del profesor Tornasol a Harry Potter. Por ello he leído y analizado los libros de Harry Potter, y están muy bien construidos. Se nota mucho que Rowling
tenía unos hijos que iban creciendo: les daba a los chavales de 10 años
lo que ellos querían, y al cabo de 5 años se lo daba a los de 15. Y los
últimos volúmenes son oscurísimos, porque posiblemente a los
adolescentes les gusta el terror.
La ciencia ficción ha propuesto
nuevas disciplinas del conocimiento que quizás en un futuro se estudien
en nuestras universidades. ¿Qué opinión le merecen la psicohistoria y la
xenología
La xenología ya se hace, incluso hay
algún experimento de haber creado mundos imaginarios basados en ciencia
como el de Epona. Sobre la psicohistoria, Asimov en sus últimos años
decía que ojalá no se hubiera equivocado y la hubiera llamado
sociohistoria, que es lo que es. En el fondo es algo que tiene poco que
ver con la mente individual y mucho con los comportamientos sociales,
pues no deja de ser la transposición a la sociología de la mecánica
estadística de los gases. No puedes saber qué hará cada molécula de un
gas, pero sí puedes tener variables globales de un gas (temperatura,
presión, volumen) y saber cómo se comportará. Asimov plantea la misma
idea: no puedes saber qué hará cada ser humano porque tiene libre
albedrío y puede ir por su cuenta, pero sí puedes tener unos parámetros
globales que te permitan decir por dónde irá la sociedad; esa es la
hipótesis. ¿Que eso llegue a funcionar? Es difícil, ya el propio Asimov
planteaba el problema metodológico de que de en un gas hay millones y
millones de moléculas, pero en una sociedad no hay tantos individuos,
por lo que la ciencia estadística de una sociedad es menos fiable que la
de los gases. Esto, procedente de un chaval de poco más de 20 años como
era Asimov en aquel momento, es para quitarse el sombrero. La idea es
ingenua y tiene problemas, por eso hay una Fundación y detrás, preparada
para actuar si hiciera falta, una Segunda Fundación. Es curioso, la
primera Fundación consiste en científicos, físicos, químicos, biólogos e
ingenieros; y en la segunda, en cambio, se trata de sociólogos,
psicólogos, telépatas. Y luego, lo que han hecho Benford, Bear y Brin
me gustó mucho, porque justifican la aparición del mulo.
Intelectualmente es una maravilla. Había por un lado un robot, Giskard
que era telépata que había enseñado la telepatía a Daneel Olivaw. Se
plantea entonces una especie de escisión entre dos grupos de robots: los
giskardianos que, como saben todo de los humanos y son telépatas,
quieren ayudarlos al cien por cien; y los otros, que se suelen llamar
calvinianos por Susan Calvin, que creen que los humanos han de tener su
libertad. El mulo aparece como una reacción de la especie ante la
dominación absoluta de unos robots sobreprotectores. La especie se
defiende generando telépatas que puedan escapar de ese control, y uno de
estos da al traste con la Fundación. Brillante idea.
Es espectacular que esto se escribiera en los años 40.
Aquí en Cataluña los jubilados asisten a
aulas universitarias en las que hay una conferencia cada semana. Para
que funcione, cada aula está tutorizada por una universidad y yo estoy
coordinando las de la Politécnica. Este año, por ejemplo, estoy dando
charlas a los mayores sobre Alan Turing e Isaac Asimov. De Asimov les
cuento que se ha dicho lo que se ha dicho sobre él, porque en el
mundillo de la ciencia ficción todo el mundo ha tenido que matar al
padre, pero que es una de las mentes más potentes que nos ha dado la
ciencia ficción. Inventarse lo de las leyes de la robótica y lo de la
Fundación. Todo el mundo se acuerda de Una mente maravillosa, la película, sobre el premio Nobel y la teoría de juegos. Pues bien, en Segunda Fundación,
antes de que se escribiera la teoría de juegos, hay como dos páginas
que son pura exposición de los problemas centrales de la teoría de
juegos. ¡Eso se le ocurrió a un chaval que debía de tener 29 años!
Alrededor de la xenología hay
mucha ciencia ficción, desde la galardona La voz de los muertos hasta la
gran superproducción Avatar. Sin embargo, en mi opinión, lo más
fascinante que me he encontrado es el cómic de Leo, Aldebarán, y sus
continuaciones Betelgeuse y Antares. ¿Conoce la obra de este autor? ¿Qué
cómics incluiría en su guía de lectura?
Los cómics de Leo están muy bien. Un
grupo de personas hemos publicado unos libros. El primero, sobre
ciencia, tecnología y literatura. El segundo, llamado, Tiem(pos) modernos,
sobre ciencia, tecnología y cine. Y tenemos a medio hacer uno sobre
ciencia, tecnología y cómic, y en él uno de los cómics básicos era Aldebarán.
Todo ese rico complejo biológico de los planetas es muy atractivo; hay
una unificación global de la trama muy buena. Otro cómic de ciencia
imprescindible que incluiría sería Flash Gordon, barroco y fantasioso cuando lo creó Alex Raymond; y que luego en manos de Dan Barry
durante los años 50 se convierte en el gran cómic de la exploración del
espacio y que estoy seguro tuvo un gran influjo en mi decisión de
estudiar ingeniería aeronáutica e ingeniería aeroespacial. También
incluiría algunas obras de Philippe Druillet y de Moebius. De superhéroes aunque hay muchas obras entretenidas, sólo destacaría a Watchmen de Alan Moore por su profundidad y la crítica social.
El ilustrador HR Giger diseñó y
trabajó en todos los aspectos alienígenas de la película Alien el 8
pasajero creando un estilo muy personal en el que se inspiraron muchos
realizadores posteriormente. ¿Qué otras criaturas extraterrestres han
tenido tanta influencia como Alien en el universo de la ciencia ficción
Muy pocas. Quizá E.T., pero por otras razones. Una de las cosas sorprendentes y geniales de Alien
es que no ves al monstruo y muchas veces el espectador no es consciente
de ello. Es la historia de la casa encantada con fantasmas, solo que en
una nave espacial. Y tú no tienes por qué ver al fantasma. Luego en la
continuación de la saga se acaban incluyendo disparates, cómo que Sigourney Weaver
acabe dando a luz un alien. ¡¿Qué opinirían de ello los genetistas?!
Cuando el alien se hace explícito pierde la fuerza que tiene, mientras
que Alien es muy buena porque al monstruo simplemente te lo imaginas, y un horror imaginado es mucho peor. Es como La noche del cazador, de Charles Laughton, con Robert Mitchum
en el papel de malo; en el fondo no ves nunca nada, pero estás
acojonado por la amenaza que representa para la vida de esos dos
chavales.
The songs of the distant earth
de Mike Oldfield es una sinfonía electrónica inspirada por la lectura
del libro homónimo de Arthur C. Clarke, que a día de hoy sigue teniendo
el poder de evocar los viajes espaciales. ¿Qué otras composiciones nos
recomendaría para experimentar esas sensaciones?
Yo de música entiendo muy poco. Me gusta, pero no entiendo. Conozco la Sinfonía de los planetas
porque era la que se usaba en el programa de radio de Diego Valor del
que luego se hizo un cómic. Recuerdo que cuando yo tenía ocho años salía
corriendo de la escuela para poder llegar a casa a tiempo y poder
escuchar el programa. Ahora releído el cómic me asombro de lo malo que
era. Volviendo a la música en la ciencia ficción, rRecuerdo que un año,
en el concurso de ciencia-ficción de la Politécnica, me llegó una novela
acompañada de un cassette. El autor decía que cada capítulo había que
leerlo teniendo de fondo unas determinadas piezas musicales. Me hizo
mucha gracia, aunque la historia era mala. En la edición americana de Always coming home de Ursula K. Le Guin, el libro iba acompañado con un cassette de lo que ellos llaman filk music,
que es la música folclórica imaginada, donde Ursula K. Le Guin y
algunos amigos habían construido las canciones del grupo social del que
habla la historia.
Las novelas de Clarke como The
song of distant Earth ponen de manifiesto que en la ciencia ficción a
veces se cuentan buenas historias pero con una ausencia total de drama.
¿A qué es debido?
Pero es que Clarke no es un novelista.
En la estructura de sus libros suele haber muchos capítulos cortos de
cuatro o cinco páginas, porque tiene algo que contar, pero no una
historia de personajes. Y a veces plantea cosas que están muy bien, como
en Las fuentes del paraíso. ¿Qué pasa cuando la lanza que
puede penetrarlo todo se encuentra con el escudo impenetrable? Son dos
fuerzas inamovibles. Aquello era una historia potente, pero se diluye en
la novela porque no sabe tratarlo. Clarke no es un Dan Simmons, un Neal Stephenson, o un George R. R. Martin. Él te cuenta una historia casi siempre muy lineal y, seamos serios, él escribe 2001: odisea en el espacio
después de la película y el resultado es mediocre. La película con el
final abierto captura a todo el mundo; pero cuando cierras el relato,
eso en la novela acaba limitando la imaginación del lector. Y luego
quiere aprovechar el filón y hacer más novelas. Clarke ha escrito
novelas que están muy bien, pero casi siempre son cuentos alargados.
Como en La ciudad de las estrellas, en que a pesar de que hay
una idea muy buena, el desarrollo de los personajes no está a la altura .
Si Orson Scott-Card toma esa misma idea, la desarrolla alrededor de
unos personajes que te enganchan y que acaban dejando a la gran idea en
un segundo plano dentro de la propia novela. Esa fue la gran crítica que
hubo en los 60 de la new think, cuando se dijo que los autores
de ciencia ficción no escribían novelas, sino que explicaban o
divulgaban, y se les empezó a exigir contenido literario.
En contraposición al estilo de Clarke tenemos por ejemplo a la mencionada Ursula K. Le Guin. En La mano izquierda de la oscuridad hay un viaje iniciático de dos personas, con lo cual es una novela de personajes. Y Los desposeídos es una novela muy buena porque plantea una segregación política: la gente de derechas se ha quedado en el planeta Urras y un físico de Arres, la luna de Urras
donde se han exiliado los anarquistas, tras encontrar el principio de
simultaneidad tiene que bajar al planeta a contarlo. Es la extrañeza que
experimenta un tipo que viene de una sociedad pobre y solidaria, y
llega a una sociedad rica, capitalista y egoísta; con la idea de la
ciencia por medio. En Los desposeídos se describe la invención
del ansible que es un aparato basado en el principio de simultaneidad,
que permite la comunicación instantánea entre dos puntos del espacio.
Curiosamente, desde que lo publica Le Guin lo usa todo el mundo en la
ciencia ficción, como ocurre con las leyes de la robótica de Asimov. Le
Guin ha inventado un aparato, pues nos acogemos al principio de
autoridad y si alguien se queja, las quejas al maestro armero.
Asimov, con posterioridad a las
tres leyes de la robótica, introdujo la ley 0, que viene a decir algo
así como que el fin justifica los medios. ¿Esa ley 0 no es la coartada
intelectual de cualquier totalitarismo?
Sí, lo es. Cuando Asimov introduce la
ley 0 se mete en un berenjenal. Las tres primeras hablan de un ser
humano, y la otra de la humanidad, con lo que ya se están introduciendo
valores, y las escalas de valores de cada uno pueden ser distintas. Él
sabe que las tres primeras leyes de la robótica no son más que juegos
lógicos para hacer juegos intelectuales. En las charlas que doy sobre
robótica a las personas mayores suelo hacer una especie de trampa. Si
cambias la palabra robot por humano tienes, en realidad, unas leyes
éticas de comportamiento. La que crea problemas es la importancia de la
tercera, que dice que “un robot tiene que procurar por su propia
existencia siempre que no vaya contra las dos primeras leyes”. Cuando la
cuento siempre digo que es una ley capitalista. Asimov sabe que
fabricar un robot será caro, así que mejor que intente sobrevivir todo
lo que pueda, siempre y cuando obedezca y no haga daño. Cuando cambias
“robot” por “humano” queda una ley muy dura para nuestro mundo
individualista, pero en otras comunidades ha sucedido y se acepta que
una persona se sacrifique por la comunidad. Y cuando ocurre todo el
mundo piensa que tal vez sea tonto, pero de puertas afuera se le
califica de mártir y santo. Es uno de los problemas divertidos de la
biología de la continuación de los genes tal como lo plantea Richard Dawking en El gen egoista
¿Por qué dejarte matar por una comunidad responde también a una
voluntad de preservar tus propios genes? La única explicación es que en
esa comunidad también están tus genes, con lo cual tu sacrificio no deja
de ser un sacrificio para preservar los genes de la comunidad.
Louise Brown |
La ingeniería genética ha
proporcionado el marco científico para muy buenas historias de ciencia
ficción como Parque Jurásico o Gentes de barro. Sin embargo el escenario
más cercano es el de la película Moon. ¿Cuándo estima que se clonará al
primer ser humano? ¿Es en algún caso ética la clonación humana?
Cuando se clonó la oveja Dolly, en
febrero de 1997, los estudiantes de biología ya clonaban otros seres
vivos como las moscas, pero la oveja es un mamífero y yo soy un
mamífero, luego si se puede clonar una oveja se me puede clonar. Ahí
està la novedad. Yesto la ciencia ficción ya lo había visto por ejemplo
en Los niños del Brasil. En noviembre de ese año 1997 hubo dos
declaraciones: una de los científicos diciendo que había que tener mucho
cuidado con el tema ético en la clonación y otra del Vaticano diciendo
que no hay que experimentar con células madre por la cuestión ética. Dos
años después ya se autorizaba la investigación con células madre en
Inglaterra; y hoy día está aceptada en muchos sitios, a menos que haya
un condicionante ideológico en el poder político. En una sociedad tan
basada en la economía como la nuestra, si alguien puede sacar beneficio
de clonar un humano lo hará, y punto. ¿Que va a ser más difícil hacerlo
en Madrid, Nueva York o París que en Pekín, Corea del Norte o Buenos
Aires? Seguramente. No obstante ante las dificultades legislativas que
derivan de los problemas éticos, las empresas biotecnológicas ya tienen
el gran argumento a su favor que es clonar no seres vivos enteros sinó
tan solo tejidos humanos, por ejemplo para rehacer un hígado, en lugar
de clonar a todo un humano. ¿Quién se va a negar a eso? Cuando se hizo
la primera niña probeta, Louise Brown, todo el mundo se
escandalizó, y ahora ¿cuántos niños probeta hay? Espera 100 años y se
aceptará. ¿Es ético que nazca un niño con una dotación genética
determinada para poder curar a su hermano? ¿Por qué no, si se puede
hacer y salvas una vida humana? Yo estoy convencido que si en medio de
estos avances tecnológicos no hubiese alguien que ganase mucho dinero,
no se harían. Hay una frase que decía mi exrector de la Politécnica, Gabriel Ferrater,
que es “sabemos cómo se inventa pero no sabemos cómo se desinventa”.
Esa frase, en su formulación original, es una idea que forma parte del
final de una obra de teatro de Friedrich Dürrenmatt llamada Los físicos.
El coprotagonista de Moon es
una inteligencia artificial que algunos críticos de cine consideran el
análogo bueno de Hal. ¿En qué estado de la técnica está la Inteligencia
Artificial
Creo que ahora están siendo más
realistas. Están intentando buscar programas distintos, como en la
traducción automática. Cuando en los años cincuenta-sesenta se planteó
el tema de la traducción, se creía que funcionaría como un cerebro
humano: un cerebro humano lee un texto en inglés, lo entiende y lo
reescribe en español. Pero esto no funciona así. Hoy día, El Periódico y La Vanguardia
sacan dos ediciones, una en catalán y una en castellano. Cada uno de
los que escriben lo hace en la lengua que quiera: catalán o castellano. Y
luego son programas los que traducen, pero ¿cómo traducen? No
entendiendo significados, sino por “fuerza bruta”. Es el procedimiento
por el que le gana Deep Blue a Kasparov. Almacenan en una base de datos
un gran número de frases hechas, luego ajustan y al final suele haber
alguien que repasa. Yo por ejemplo hace un par de años escribí un libro
en catalán para la UOC, Una historia de la informática. A los
tres días, me enviaron ya las galeradas en castellano para que las
corrigiera. ¿Cómo lo hicieron? Podrían pagar un traductor, pero este no
traduce todo el libro en tres días. Lo hizo un programa. Y lo hizo
bastante bien. Por ejemplo, hay un momento en que hablo de Digital
Equipment Corporation utilizando las siglas DEC, pero DEC en catalán
quiere decir “debo” que es el vocablo que aparecía en la traducción
automática. La sorpresa es que tú tomas esa traducción automática, la
repasas página por página, y hay pocos errores, uno o dos por página, no
más. Esos programas de “fuerza bruta” son muy buenos. En inteligencia
artificial se están haciendo cosas, pero ahora se parte desde un grado
de realismo acorde con las perspectivas tecnológicas: vamos a hacer
pequeñas cosas, que luego ya sumaremos.
A principios de mayo pasado en Budapest estuve en un congreso patrocinado por la Comisión Europea llamado Science beyond fiction dentro
de unas jornadas que se organizan cada dos años sobre tecnologías
emergentes y futuras. El congreso es para proyectos terriblemente
arriesgados a diez años vista, y a dos de esos proyectos se les va a
financiar con un millón de euros a cada uno. Y cuando se le pregunta a
la vicepresidenta de la Comisión Económica “¿cómo podéis gastaros esto
en época de crisis?”, la respuesta viene a ser: “mira, o pagamos esto
ahora y dentro de diez años tenemos lo que hayamos conseguido nosotros o
si no dentro de poco nos costará mucho más comprárselo a Japón, Corea o
Estados Unidos”. Y lo dijo por este orden: Japón, Corea, Estados
Unidos. Estaba más preocupada con Corea del Sur que con Estados Unidos…
En el mercado anglosajón hay
varias publicaciones especializadas en ciencia ficción que gozan de muy
buena salud como la revista Locus o la Asimov’s Sciencie Fiction. ¿Hay
algún proyecto similar en España
No. Cuesta mucho mantener una revista de este tipo. Aquí se ha probado varias veces, incluso la revista Asimov
ha tenido tres ediciones distintas. En España, se ha intentado incluso a
base de coger los mejores cuentos americanos y alguno de aquí, y no
termina de funcionar. En cambio, en Estados Unidos hay una cierta
tradición, Asimov’s Sciencie Fiction Magazine arranca en la primavera del 77, pero es que la Analog Sciencie Fiction & Fact arrancó
en 1930 y aún continua, y es la que tiene más contenido científico
porque tiene siempre un artículo de divulgación. Suele elegir una
ciencia-ficción con más contenidos de ciencia; en cambio Asimov’s Sciencie Fiction Magazine está
más abierta a la ciencia ficción más “literaria”. En Europa no hay un
mercado de la ciencia ficción tan potente como lo hay en EEUU y allí las
ventas también han bajado mucho. Las dos revistas que he comentado a
principios de los noventa debían vender cien mil ejemplares cada una, y
ahora pueden estar en torno a los cincuenta mil. Aun así ¡cincuenta mil,
funciona! En cambio en España nunca se dado una situación similar. Nueva Dimensión,
la mítica revista de ciencia ficción en España, en el 82 vendía unos
mil doscientos ejemplares; mil en suscripciones y doscientos que se
vendían en algunos puntos de venta.
En la revista Asimov’s Science Fiction Magazine
aceptan manuscritos de autores noveles que si son publicados pues le
generan al autor ingresos de hasta cuatrocientos euros para incentivar
la producción literaria. ¿Qué opciones les da el mercado español a los
autores noveles?
Creo que muy pocas. Había una asociación que montaron Brian W. Aldis y Harry Harrison que se llamaba la World Science Fiction,
hecha por profesionales. Yo he sido miembro de ella, y representante en
España de esta asociación, entre finales de los ochenta y principios de
los noventa. Hasta que descubrí que era un chollo que tenía montado
Harry Harrison para viajar, porque así conseguía que desde China
invitaran a los representantes de la World Science Fiction y…
¡siempre era él quien viajaba! Mientras estuve trabajando con ellos
intentamos lanzar en España algunos proyectos hasta que aceptamos que la
lengua era un serio handicap.
¿Qué pasó con el premio UPC? ¿Ha desaparecido?
Hay crisis económica y se estudió la
posibilidad de dejar de hacerlo, pero surgió la posibilidad de
realizarlo cada dos años, y se sigue haciendo. Hemos pasado de recibir
130 o 140 originales, a 70 que tenemos este año, porque no todo el mundo
se ha enterado. ¡Pero el premio está vivo! Seguramente antes del verano
daremos el resultado y el ganador. Hemos cerrado la recepción de
originales el quince de enero y ahora estamos leyendo los originales.
¿Y lo van a editar?
Bueno, ese es el problema; yo ahora no
estoy en Nova, es decir, ya no estoy en Ediciones B, y por tanto ya no
puedo garantizar eso. Desde hace un par de años no tengo ninguna
relación con Ediciones B. Lo que estamos haciendo ahora con el Premio
UPC es publicarlo en Ediciones UPC, la editorial de la universidad, pero
ahora se publica en digital. Así, por ejemplo, el que ganó hace un par
de años está solo publicado en digital. Era una novela de un
ortodoncista chileno, es una novela ciberpunk y biotecnológica, y es
muy entretenida; está publicada desde hace un año y medio, pero no se
entera nadie porque está publicada por Ediciones UPC, en edición
digital. Y Ediciones UPC, como suele hacer libros técnicos, se lo ha
dado a distribuir a Librería Díaz de Santos especializada en ese tipo de
textos.
Alejandro Jodorowsky estuvo a
punto de rodar la película de Dune con Dalí como emperador de la galaxia
y con Giger encargándose de los decorados. ¿Qué opinión le merece este
proyecto que no llegó a ver la luz?
La de David Lynch ya fue un disparate porque mete el primer volumen de Dune
en dos horas, y simplemente no cabe. Punto. Lo siento, no cabe. Luego
se ha hecho alguna serie de televisión con cinco o seis capítulos de una
hora, y eso ya funciona. Ah, aparte que David Lynch tiene como actor
fetiche a Kyle MacLachlan, que no puede ser el muad’dib, porque ¡el muad’dib ha de ser delgadísimo! Pero en cambio, el que hubiese quedado perfecto era Max Von Sydow.
Si llegan a hacer la versión de Jodorowski, hubiese quedado seguramente
como película de culto para los cuatro chorras de siempre, y uno lo que
quiere es que estas producciones lleguen también al gran público.
Sin dejar la space opera, ¿qué serie o película es su favorita: Star Wars, Vorkosigan…?
En cine y televisión mi favorita sin duda es Babylon 5. Michael Straczynski
consigue mantener una historia en cada episodio; y además hay un hilo
común que consigue mantenerse durante las cinco temporadas, que es el
enfrentamiento con las sombras y el problema político en la Tierra . En
ese sentido también me gusta Star Trek, especialmente La nueva generación que cuenta con una nueva tripulación y una nueva nave Enterprise y un arco argumental más complejo que la serie clásica. Star Trek es una buena franquicia que ha dado para mucho. Para mí Star Wars son solo las primeras películas; ahora Lucas riza el rizo. Imaginaos al espécimen aquel de las orejas en la nueva versión en 3D, debe de ser horroroso. La historia de la primera trilogía de Star Wars es muy divertida y está llena de anécdotas. George Lucas venía de hacer THX-1138,
una película que fue un fracaso, pero consiguió convencer a Universal
para hacer una película de aventuras. El proyecto generó muchos ingresos
y Universal convención a Lucas para que preparase la continuación, pero
él no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo. Así que se fue a ver
a Leigh Brackett, que era autora de novelas de ciencia ficción y guionista de cine (Río Bravo,
de Howard Hawks, por ejemplo). Lucas le pasó la primera película. Y
parece que ella le dijo “como no hagas que el malo sea el padre del
bueno no sé qué se puede hacer”. Y eso es lo que aparece a partir de la
segunda película. Lo cierto es que, al ver la primera película, antes
de las remasterizaciones y detalles que le han añadido, nadie soñó (ni
Lucas…) ni por lo más remoto que Darth Vader pudiera ser el padre de
Luke Skywalker, pero ni de coña. Si recordáis, la primera peli termina
con que se ha acabado con los malos, se ha destruido la Estrella de la
Muerte, la princesa Leia está contenta, los nombra caballeros… y se
cierra. Es una peli de aventuras cerrada.
En todas las entrevistas le
suelen preguntar por sus novelas favoritas o indispensables, a nosotros
nos gustaría saber cuál es el relato o novela del premio UPC de ciencia
ficción que más le haya gustado. ¿Está a nivel de los grandes relatos de
escritores anglosajones?
Ahora me cuesta recordar… había uno de Cesar Mallorquí muy majo, en que había que buscar tres determinados sellos de Franco y tenía que ver con la Guerra Civil; me pareció un juego de paradoja temporal muy bien construido. La más famosa que ha ganado este certamen fue Siete vistas sobre la garganta Olduvai de Mike Resnick justo antes de ganar el premio Hugo y el premio Nébula al año siguiente. Hubo un relato muy curioso que se publicó el segundo año, ¿Quién quiere el Pangloss?, de Antoni Olivé que es un catedrático de aquí, de la UPC; me hizo mucha gracia porque reflejaba un departamento, el nuestro, en donde, en una Cataluña del 2050 en que se empleaban el catalán, el castellano y el inglés, se hablaba de construir un aparato, que es el Pangloss, que traducía simultáneamente a distintas lenguas. Olivé lo escribió en 1992, y se daba cuenta de que en un futuro cercano en la politécnica convivirían lenguas como catalán, castellano, inglés, árabe y dentro de poco chino. Estaba muy bien porque la historia trataba de como un técnico desarrolla un aparato que puede resolver un problema social, pero acaba generando muchos más problemas sociales. De hecho el Premio UPC es el único premio en Espeña al que se puede mandar el original en castellano, catalán, francés o inglés. Incluso me han pedido que se añada gallego, euskera, italiano y alemán. Si me encuentran un jurado que pueda leer los ocho idiomas, por mi no hay inconveniente. Y ha habido quejas y las comprendo, pero… Pero la cosa es así: catalán y español porque estamos aquí, en Cataluña, francés porque son nuestros vecinos y la cultura catalana está cerca, e inglés porque es la lengua franca en el mundo universitario.
Ahora me cuesta recordar… había uno de Cesar Mallorquí muy majo, en que había que buscar tres determinados sellos de Franco y tenía que ver con la Guerra Civil; me pareció un juego de paradoja temporal muy bien construido. La más famosa que ha ganado este certamen fue Siete vistas sobre la garganta Olduvai de Mike Resnick justo antes de ganar el premio Hugo y el premio Nébula al año siguiente. Hubo un relato muy curioso que se publicó el segundo año, ¿Quién quiere el Pangloss?, de Antoni Olivé que es un catedrático de aquí, de la UPC; me hizo mucha gracia porque reflejaba un departamento, el nuestro, en donde, en una Cataluña del 2050 en que se empleaban el catalán, el castellano y el inglés, se hablaba de construir un aparato, que es el Pangloss, que traducía simultáneamente a distintas lenguas. Olivé lo escribió en 1992, y se daba cuenta de que en un futuro cercano en la politécnica convivirían lenguas como catalán, castellano, inglés, árabe y dentro de poco chino. Estaba muy bien porque la historia trataba de como un técnico desarrolla un aparato que puede resolver un problema social, pero acaba generando muchos más problemas sociales. De hecho el Premio UPC es el único premio en Espeña al que se puede mandar el original en castellano, catalán, francés o inglés. Incluso me han pedido que se añada gallego, euskera, italiano y alemán. Si me encuentran un jurado que pueda leer los ocho idiomas, por mi no hay inconveniente. Y ha habido quejas y las comprendo, pero… Pero la cosa es así: catalán y español porque estamos aquí, en Cataluña, francés porque son nuestros vecinos y la cultura catalana está cerca, e inglés porque es la lengua franca en el mundo universitario.
En uno de sus ensayos comenta que la ciencia ficción es definida por muchos especialistas como la literatura de ficción que los editores denominan como ciencia ficción.
Eso es una boutade de Norman Spinrad.
Los editores publican con la etiqueta de ciencia ficción, cosa que se
está dejando de hacer, porque esa etiqueta por un lado te garantiza un
mínimo de ventas, pero por otro también te pone un tope, porque hay una
serie de personas que no va a leer nunca ciencia ficción.
En España, por ejemplo, Rosa
Montero ha escrito una fantástica novela, Lágrimas en la lluvia, que
también se ha llevado al cómic y que se desarrolla en un futuro cercano
inspirado en Blade Runner. Sin embargo, no se ha promocionado como
ciencia ficción. ¿A qué se debe esta política de marketing tan diferente
a la de los países de lengua inglesa?
No les gusta esa imagen porque para
ellos es reductiva. La ciencia ficción tiene mala imagen, y desde que
Hollywood la trata, peor. Incluso en cine hay cosas maravillosas, como Gattaca o In time. Andrew Niccol
como guionista y director de cine que, por cierto, se asemeja a Leo
como guionista y dibujante de cómic. Aparece, te hace una maravilla como
Aldebarán y dices: “Madre de Dios, ¿de dónde ha salido este tío?”. Niccol aparece, sin que lo conozca nadie, y te hace Gattaca y luego In time, que es la crítica más feroz al capitalismo que yo haya visto en mi vida.
Sin embargo, la fantasía si funciona en el mercado editorial como tal. ¿A qué es debido?
La fantasía tiene éxito y ese es otro mundo. Nació dentro del mundo de la ciencia ficción como con novelas como la saga Darkover de Marion Zimmer Bradley,
y acabó creciendo allí, pero se independizó porque tiene más mercado.
Hace un tiempo se hablaba de la muerte de la ciencia ficción, y creo que
esa muerte se está dando por dilución. Hay una cosa muy importante: la
ciencia ficción ya tiene miedo de ocuparse del futuro lejano, porque si
miras cómo era la vida hace 30 años y la comparas con cómo es ahora,
¿quién se atreve a decir cómo será en el 2050? El que lo intente tiene
muchas posibilidades de equivocarse. Por ello se intenta ir a cosas más
cercanas, y eso quiere decir thrillers biotecnológicos, thrillers ciberpunk con informática, thrillers
sobre nanotecnología… ese tipo de cosas. Esto resulta cercano, por lo
que la vida cotidiana que refleja es muy parecida todavía a la que
tenemos. Los mundos extraterrestres ya entran en un ámbito de fantasía,
que generalmente suele estar lleno de magia. A mí lo que me preocupa es
que ahora usan el vampirismo y los hombres-lobo para consumo de
adolescentes enamorados. Se está diluyendo. La televisión pone
habitualmente contenidos de ciencia-ficción, ahora mismo hay tres o
cuatro series en curso. Se ha convertido en algo normal, pero yo soy de
una época en la que la ciencia ficción era una cosa rara que solo leía
gente rara. Ahora se ha convertido en algo más cotidiano, lo que hace
que sea más fácil quitarle la etiqueta, porque la gente acepta esos
contenidos. En cambio no aceptarían algo como Fundación, porque ya se trata de un futuro muy lejano.
¿Aún se pueden leer los clásicos como Arthur C. Clarke o Asimov?
Yo creo que sí. Clarke es bastante
plano, y Asimov es legible. No vas a encontrar en su lectura metáforas o
la capacidad literaria de Dan Simmons, Neal Stephenson, Orson Scott
Card o Connie Willis pero son autores que narran una historia, en la que
pasan cosas, y hay una inteligencia detrás. Ir más atrás ya cuesta
bastante. Leer a Rice Borroughs, por ejemplo, es un poco pesado. O leer a
Wells, que es durísimo. Me gusta releer a Verne, quizá porque me lo sé de memoria de cuando tenía nueve años, pero coges La máquina del tiempo
de Wells y cuesta mucho trabajo, porque es como se escribía hace 100
años. Ese es uno de los problemas que tiene la ciencia ficción catalana;
está La piel fría de Albert Sánchez-Piñol,
por ejemplo. Está escrita al estilo de como escribía Wells, como se
hacía hace un centenar de años. Está muy claro que este señor no ha
leído la ciencia ficción del siglo XX. Viene del mundo de la literatura
en general (mainstream) y escribe una obra con las técnicas de
escritura del siglo XIX, y ha llovido ya mucho. Entre medias tienes, por
ejemplo, cosas como Una galaxia llamada Roma, o textos de Theodore Sturgeon que són del mundillo de la CF, pero esta gente de ahora no conoce la historia del género, y escribe como si no hubiera ocurrido.
Hace mucho que las leí y no recuerdo los finales en particular, pero sí la idea general. Los propios dioses es aquella novela en la que Asimov, bromeando, dice que hay sexo explícito; y Ubik es el epítome de lo más clásico de Philip K. Dick.
No sabes hasta qué punto está hecha desde una mente racional o desde
una mente tocada por el trauma de la muerte de su hermana gemela el día
de su nacimiento o por el abuso de drogas. Ubik es el gran ejemplo de ese irracionalismo real, por decirlo de algún modo, y en ese sentido cualquier final es posible.
La ciencia contemporánea ofrece
retos altamente ficcionables. ¿Cuáles son los más relevantes que, por su
influencia en el desarrollo humano, podrían tratar? ¿Quizá los
neutrinos sumerlumínicos
Yo escribo en Byte, una revista de informática; y ya recordé allí que lo de los neutrinos era un preprint. Que había otro preprint
de otro grupo que decía que era posible que esos neutrinos hubieran
ido más rápidos que la luz, pero que energéticamente no se notaba en
nada. Seamos serios: es un preprint, no está demostrado, no
está aceptado y parece que ya hay nuevos experimentos que invalidan los
resultados. Demos tiempo al tiempo, en ciencia no se niega nada, sino
que se está a verlas venir. Nos conformamos con certezas provisionales y
no buscamos verdades absolutas. Pero como los neutrinos vayan más
rápido que la luz no os podéis imaginar el follón que se nos monta. Es
como preguntarse si algún día se podrá viajar más rápido que la luz.
Pues tal vez. Pero el día que pueda hacerse, tendrá que revisarse tal
cantidad de cosas de lo que sabemos de física que es un mal que no le
deseo a nadie. Además, yo he estudiado ingeniería aeroespacial en Italia
y he estado mucho tiempo allí, y este experimento era del CERN pero
hecho y llevado por italianos… pues, con perdón, pero son italianos, tú.
Económicamente están peor que nosotros y ya tienen la prima de riesgo
más baja que nosotros. ¡Engañan a cualquiera! Son cojonudos en eso.
Aunque yo siempre digo que cuando me pierda y no me encontréis me
podréis buscar en Italia o en algún lugar perdido de Inglaterra. Me
gusta Italia y los italianos. Y en cuanto a Inglaterra tal vez ahora ya
no lo diría, porque desde la Thatcher aquello se ha degradado mucho. Hay tíos, un gran divulgador científico como Paul Davies por ejemplo, que acabó yéndose a vivir a Australia porque no podía vivir en Inglaterra. ¡Por favor!
El ciberpunk ha hecho cosas, y habría que continuarlo, como Vernor Vinge en Al final del arco iris,
un nuevo mundo virtual con inteligencia aumentada, interfaces de todo
tipo, ropa vestible con informática, etc.. En mi opinión el campo de
investigación más ficcionable sigue siendo la biotecnología: todo el
tema de las neurociencias, qué ocurre con el cerebro humano, cómo ese
complejo electroquímico es capaz de hacer funcionar un ser vivo. Sabemos
cómo funciona el cuerpo de un ser vivo, pero no tenemos casi ni idea de
cómo funciona el cerebro. Ahí hay un bonito campo de investigación,
pero la complicación es que cae en seguida en problemas de tipo
psicológico, y se presta a otro tipo de cuestiones. El día que la
nanotecnología funcione (ahora funciona, pero muy poco) podremos tener
sistemas de control de clima y sistemas farmacéuticos entre otro montón
de cosas que pueden cambiar la vida de la gente.
¿Y el fin del mundo?
Soy de una generación que pasó toda la
juventud con la espada de Damocles de la guerra fría y la amenaza
nuclear sobre su cabeza, sabiendo que hay capacidad nuclear para
destruir este planeta miles y miles de veces. Una de las sorpresas, que
siempre comento a mis estudiantes, es que llevamos más de 65 años en
estas circunstancias y todavía no nos hemos hecho el harakiri.
Es decir, que no somos tan idiotas. Nos quejamos mucho cuando Irak
quiere tener la bomba atómica porque “no le toca”; pero es que los que
se quejan son los únicos que la han lanzado contra población civil y,
además, dos veces: el 6 y el 9 de agosto de 1945. Estos, los americanos,
son los que dicen que aquellos, los iraníes, no tienen derecho. Es
increíble, si alguien no tiene derecho a tener bombas nucleares son los
EEUU, que sabemos fehacientemente que son capaces de usarlas. Yo he sido
comisionado de sostenibilidad en la UPC, y ahora tenemos el problema de
que nos hemos comido el mundo, sus recursos. Hay un gráfico terrible
que muestra los recursos que tiene el planeta, que es lógicamente una
línea plana, y otra que representa lo que vamos consumiendo; y entre
1986 y 1990 cruzamos la raya. Y esa fue responsabilidad de los 800 o 900
millones de personas que componemos Europa, Estados Unidos, Canadá,
Japón, Australia y poco más. Ahora, cuando vengan a cosnumir como
nosotros los 2500 millones de China e India será evidente que no hay
planeta para tanto. Es un peligro que hasta los años 80 casi nadie vio
como posible.
Esto también da de sí en la
ciencia ficción, en el sentido de que aporta estos escenarios de cómo es
posible, de cómo manejar este conflicto: con alta tecnología o con la
vuelta a la vida simple. Pero con 7000 millones de personas ese regreso a
la vida simple es muy difícil.
John Bruner escribió dos grandes novelas, Todo sobre Zanzíbar y El rebaño ciego. Todo sobre Zanzíbar
trataba básicamente sobre el exceso de población. La sostenibilidad va
asociada a eso: más somos, más consumimos y más problema creamos. Yo no
creo que por el problema de la sostenibilidad el mundo se acabe.
Cambiará. Los ecologistas de la casa me reñían porque yo decía: “Seamos
serios. Lo del cambio climático y el calentamiento global es y no es
grave”. Si le preguntas a un ruso te dirá: “Cojonudo, Siberia se podrá
aprovechar porque será un vergel”. ¿A nosotros nos va a llegar la
desertización? También. Pero el calentamiento global no acaba con el
planeta, sino con la manera de vivir que tenemos ahora y con la
geoestrategia política actual. A nivel de especie, esto no es tan grave.
Lo grave era la guerra fría y la nuclear. Se hicieron unas cuantas
películas: Teléfono rojo, La hora final, Punto límite cero, etc.;
la idea era que cuando alguien tiraba la primera bomba atómica, aquello
no se paraba nunca. Eso era una autodestrucción, y en 65 años no lo
hemos hecho; es casi sorprendente.
Esto me lleva a otro argumento
que considero interesante, y es que venimos de un tiempo de cierto
pesimismo en el que sabemos que esto de los viajes espaciales y los tíos
en pijama de Star Trekes optimismo ingenuo. ¿Cómo ve la salida de la paradoja de Fermi
Las dimensiones de la galaxia son las
que son, si alguien hubiera enviado un mensaje de radio a esta zona hace
150 años nadie se hubiera enterado. ¿Qué conclusión habrían sacado los
que lo hubieran enviado? Esa zona está vacía, ahí no hay nadie. Pero es
que, ese mensaje ¿cómo llegaría? ¿Cómo se entendería? Hay una trilogía
de ciencia ficción que se llama La desunión del trigono, que es
muy buena pero es intraducible, porque trata precisamente sobre un
mensaje de una civilización extraña que llega y se traduce. hacer
versión española es casi imposible ya que todo el mensaje está en
inglés, por lo que volver a construir todo aquello en castellano es un
trabajo dificil.
El planteamiento de El efecto
práctica de David Brin es de lo más sugestivo, un mundo donde la
entropía se reduce con el tiempo. ¿Cuál es para usted el marco de
ficción más sorprendente a la vez que riguroso tratado en una novela de
ciencia ficción?
Esa es muy buena, porque toma uno de los
principios esenciales de nuestro universo y le da la vuelta. Eso de que
tú tienes un trozo de hierro y al ir golpeándolo se convierte en una
espada de lujo, o que si llevas unos harapos durante mucho tiempo se
convierte en un traje de diseño, es una idea atractiva. Hay una anécdota
muy divertida con la edición española de esa novela porque la portada
la hicieron Aguilera y Paco Roca, el de Arrugas, y en la portada aparecen ellos mismos dibujados. La idea de Los propios dioses me parece que está muy bien. Pero más que científicas, me suelen gustar ideas como la de Los desposeídos oLa puerta al país de las mujeres de Sheri S. Tepper
que especula con la eliminación del machismo agresivo del planeta,
hasta el punto que la llegaron a acusar de fascismo-feminista. Sheri S.
Tepper trabajó durante más de 25 años en una agencia de planificación
familiar estatal en Kansas y salió un poco mosqueada. La idea de la
entropía me parece muy buena porque si algo conoce todo el mundo de las
leyes de la física es la entropía, con el uso, las cosas se desgastan, y
en la novela de Brin se hace una inversión clara de eso.
Una novela con una gran idea es Cronopaisaje de Gregory Benford.
La escribe en 1980, y cuenta que en 1964 hay un doctorando haciendo
unos experimentos que no le salen, y el doctorando parece ser el propio
Benford. No le salen esos experimentos porque en 1996 se envía al pasado
un mensaje con un haz de taquiones y ese haz de taquiones le perjudica
las medidas. Lo divertido es ver cómo este tío no puede hacer la tesis
doctoral en 1964 y su director de tesis le dice que acabe como sea
porque se les acaba la financiación, y los científicos de 1996 siguen
teniendo problemas para financiar su mensaje. Es un juego de paradoja
temporal en torno al mundo de la ciencia, que a veces te hace explìcito
con unos detalles sobre Kennedy, o de ese estilo. La idea es buena, pero
como sucede en todas las novelas que ponen fecha, el 1996 descrito por
Benford no se parece en nada al 1996 que vivimos. Se tratam según dice
David Brin de ver la ciencia ficción como una profecía auto-preventiva,
lo cual justificaría, en palabras de Brin, porque el 1984 que nos
detalló Orwell nunca llegó porque nos avisó del peligro y lo corregimos.
Como ingeniero, ¿qué opinión le merece la física de Star Trek?
Hay varios libros sobre el tema. Se suele usar mucho desde que Lawrence M. Krauss hizo un libro sobre la física de Star Trek
donde explicaba que el Transportador nació en realidad porque no había
dinero para mostrar el aterrizaje de una nave. Hay algunos absurdos como
el hecho de que haya una máquina para teletransportarse en el punto de
partida pero no en el destino. Y aún es más difícil de justificar el
tiempo que podría llevar esa teleportación. Lawrence M. Krauss calculó
que transmitir esos datos a las velocidades de comunicación en la época
de Star Trek, o incluso en nuestro tiempo, es cuatro veces la
edad del universo. ¡Pobre Capitán Kirk! A pesar de todo hay un elemento
aún más sorprendente que los anteriormente mencionados en la saga de Star Trek: en cualquier lugar del universo al que llegan los protagonistas todo el mundo habla inglés.
Se dice que el género de la
ciencia ficción es darwiniano porque apela a la adaptación humana tanto
física como mental a los cambios. Desde este punto de vista, ¿se puede
considerar un género casi filosófico?
Yo creo que lo es. Hay muchas
definiciones, pero aquí en la Politécnica suelo usar la de Asimov: “Es
la respuesta humana a los cambios en el nivel de ciencia y tecnología”.
Lo cual da por supuesto que habrá cambios en los niveles de ciencia y
tecnología, y que estos cambiarán la vida de los humanos. Eso es lo que
hace la ciencia ficción: tener en cuenta todo eso e intentar ver cómo
viviremos en condiciones distintas. Esa idea se puede extrapolar mucho
más, olvidarse de los cambios de la ciencia y la tecnología, e imaginar
directamente condiciones distintas. Hay gente que se ha inventado
civilizaciones del Pleistoceno para defenderse de algo que pasa en el
futuro. Tiene que ver con la ciencia y la tecnología en esa idea
original, aunque luego puede cambiar.
En un artículo del año 2005
expresó usted la convicción de que el estudio de la literatura de
ciencia ficción, tanto en los institutos como en las universidades,
puede contribuir al acercamiento de lo que nunca debió separarse, esto
es, las ciencias y las humanidades. ¿Podría explicar un poco más esta
idea?
Ese es el argumento con el que “vendí”
la ciencia ficción en la Politécnica. Normalmente tú lees ciencia
ficción y te gusta, pero no te atreves a decirlo. A mí me pasó. Yo
empecé leyendo ciencia ficción en mi adolescencia y, al llegar a la
universidad, comencé a leer el Ulises de Joyce, El hombre sin atributos de Robert Musil, En busca del tiempo perdido de Marcel Proust,
hasta que piensas que todo eso está muy bien, pero ¿por qué no puedo
decir que me gusta la ciencia ficción? Cuando dejé la empresa privada y
vine aquí le transmití esta idea al rector. El argumento era que
estamos en un lugar de formación de técnicos: ingenieros, arquitectos,
informáticos, etc.. Tal como va el mundo, y como dijo C. P. Snow en la célebre conferencia de Las dos culturas
en 1959, es un mundo de ciencias separado de un mundo de letras. La
historia de la humanidad suele tener como gurús a personajes de letras
porque la ciencia moderna tiene sólo dos o tres siglos. La ciencia
moderna es Bacon, Galileo y Newton en
el siglo XVII. La manera de acercar a los de ciencias al mundo de la
cultura de los otros es a través de algo que mezcle las dos cosas, y le
“vendí” el tema de la ciencia ficción. Esto fue en 1991, curiosamente el
día que empezó la primera guerra del Golfo, y coincidió con que
estábamos yendo a Estados Unidos. El sistema de bibliotecas que usamos
la Politécnica, la Autónoma, la Diputación de Barcelona y la Pompeu
Fabra lo compramos al sistema de bibliotecas de la Politécnica de
Virginia. Y fuimos allá porque nos tenían que enseñar nuevas versiones.
El técnico que nos la enseñó dijo: “Voy a haceros una demostración de
cosas que hacen nuestros estudiantes. Vamos a buscar novelas de ciencia
ficción de Paul Anderson que estén en la biblioteca”. Yo aproveché y le
dije a Ferraté “¿Ves como la ciencia ficción es seria,
como está en las universidades?”. Luego ocurrió que, mientras volvíamos a
Nueva York en tren, yo iba leyendo una novela de Michael Flint que se llama En el país de los ciegos, donde se imagina que cuando Babbage
diseña su ordenador en el siglo XIX una sociedad secreta lo consigue
fabricar y desde entonces controlan el devenir del mundo. Entonces le
dije al Rector: “Tú, cuando estudiabas en Inglaterra y tenías 20 años ¿a
quién leías? ¿A que leías a Arthur Clarke y Asimov? Pues esto es lo que
va a leer nuestra gente. Hemos de meter la ciencia ficción en la
Politécnica”. Y ahí creamos el concurso de ciencia ficción, la
asociación de ciencia ficción de la Politécnica y la sección de libros
de ciencia ficción de la biblioteca, que hoy tiene 6000 ejemplares.
¿Cómo explica que esto no haya ocurrido más?
Porque en España hay que trabajar duro
para lanzar algo así. En España, la ciencia ficción no es excesivamente
cultivada por científicos e ingenieros o, si lo es, lo es a escondidas,
no lo dicen, al contrario que ocurre en EEUU o Inglaterra. Desde esa
época me estoy dedicando a hacer divulgación científica usando ciencia
ficción. Eso tiene también otros problemas, pues la divulgación
científica no está muy bien vista en este país. Sólo hay que fijarse en
que un jurista como Eduard Punset tenga fama de
divulgador científico; y últimamente está hablando sobre todo de la
psique, de ser feliz… ¿Y eso qué tiene que ver con la ciencia? ¡Si
todavía alguién discute si la psicología es ciencia! No lo sé. Las
ciencias “blandas” como la sociología, la psicología, la antropología,
la historia… son las únicas disciplinas en cuyas carreras hay una
asignatura llamada “Metodología de las ciencias sociales” o
equivalentes. Quieren saber hasta qué punto son ciencias. En física eso
no sucede, pues no tienen ninguna duda de que son ciencia, aunque yo no
creo que el hecho de usar fórumlas automáticamente califique como
“ciencia” lo que se está haciendo…
En sus libros ha definido usted
la ciencia ficción como una “literatura de ideas” frente a otra
literatura más estética, esto es, más preocupada de la forma y, según
los cánones, de mayor calidad. ¿Es esta división necesaria, más allá de
un academicismo en ocasiones impostado? Y, sobre todo, ¿sigue siendo
real?
Creo que ya ha cambiado. La revolución de la new wave que llevaron gente como Judith Merril
ha funcionado, y a partir de los 70 y 80 ha habido una mayor
preocupación por el contenido literario. Hay muy poca gente que escriba
literatura mainstream que pueda estar hoy en día al nivel de
autores como Connie Willis, Dan Simmons o Neal Stephenson. Y no es que
escriban una novela y se agoten en ella, sino que hacen, y hacen, y
hacen. Tienen un oficio.
Su Guía de lectura, publicada en
la colección Nova en 1990, realiza un recorrido exhaustivo por el
género, desde sus orígenes anglosajones hasta los autores españoles
actuales. ¿Qué nombres, títulos o datos añadiría hoy?
Para mí los que han aparecido nuevos con
fuerza son los mencionados arriba, Dan Simmons, Connie Willis, Neal
Stephenson. Orson Scott Card me gusta por la capacidad de novelar que
tiene, aunque a veces se repite bastante; pero es muy bueno para iniciar
en la ciencia ficción a adolescentes. Lo que pasa es que predica
demasiado, es obispo mormón y se nota. También me gusta mucho Sheri S.
Tepper. Últimamente me gustan las mujeres que intentan hablar de
sociedades distintas y de maneras distintas de funcionar en sociedad.
Luego está Ken MacLeod, un señor izquierdoso de Gran
Bretaña. Tiene una novela genial en la que empieza preguntando ¿te
acuerdas del día que murió Stalin? Todo el mundo sabe qué día murió
Kennedy, pero nadie suele saber qué día murió Stalin. Solo con eso ya te
está diciendo que el mundo ha sido distinto. Charles Stross
me gusta, aunque este autor pone sus libros gratis en la web, y por eso
los editores de aquí no quieren publicarlo. Y es que hoy en día ya hay
en España muchos lectores de ciencia ficción pueden leer directamente en
inglés.
Hace tiempo que la universidad
americana asumió las ventajas de enseñar e investigar sobre ciencia
ficción, y hoy día ya se ha convertido en una especialidad de prestigio.
¿Cuál es la situación en la universidad española?
Hace poco estuve en la Autónoma de
Madrid donde un filósofo montaba un encuentro sobre los viajes en el
tiempo y daba el punto de vista de la filosofía, la ciencia y la ciencia
ficción. Hace 20 años a nadie se le hubiera ocurrido que una facultad
de filosofía pudiera organizar algo de ese tipo. Es decir, se van
haciendo cosas. La temática de la ciencia ficción está entrando en la
mentalidad de la gente.
La sociedad se está interesando cada vez más por la ciencia y la tecnología
Llevamos 20 o 30 años en los que los
cambios de la ciencia y la tecnología han cambiado muchísimo la vida de
la gente. Hay un paleontólogo catalán, Eudald Carbonell,
que plantea que los descubrimientos tecnológicos tardan un tiempo en
extenderse a toda la sociedad. El fuego tardó miles de años en hacerlo y
en usarse en todo el planeta. Pero es que el teléfono móvil ha tardado
menos de cinco años. La velocidad de cambio en que la novedad
tecnológica aparece está siendo vertiginosa… ¿quién se acuerda de cuando
se escribían cartas? Es curioso, porque primero se escribían cartas y
se dejó de hacer porque se inventó el teléfono. Y luego se ha vuelto a
escribir, pero ahora escribimos e-mails.
¿Cómo se relaciona en su vida la docencia universitaria, la investigación científica y su labor en torno a la ciencia ficción?
De todas estas cosas lo que más me
interesa es la docencia. Entiendo que la buena docencia tiene menos que
ver con los contenidos que con la actitud. Hay que promover la
curiosidad. Organizo clases, por ejemplo, en las que vemos un documental
y luego lo discutimos durante una hora; o propongo temas, mis alumnos
los preparan y los exponen en clase, y yo se los discuto. Hago
investigación, pero de las cosas que me interesan. Estoy un poco fuera
de los cánones. Me metí, por ejemplo, en temas de sostenibilidad ya en
1995. Y académicamente esto no te lo reconoce nadie. Estoy en un
departamento que se llama “Ingeniería de servicios y sistemas de
información” y a nivel curricular en este departamento no me cuentan
mucho los artículos sobre sostenibilidad o el que acabo de publicar en Science Communication,
con un profesor de la Autónoma y dos investigadores de una universidad
Noruega, sobre la ética de la mejora del cuerpo humano con la
tecnología, usando la ciencia ficción como referente. Incluye, por
ejemplo, toda la cuestión de la cosmética que hay en la película Brazil, una divertida distopía de 1984 que dirigió Terry Gilliam.
Lo sigo haciendo. Tengo una edad, tengo un prestigio, he pagado mis
peajes haceindo gestión como vicedecano y vicerrector las veces que me
lo han pedido. Me dedico a la docencia y cada vez me interesa más la
divulgación científica, que es un poco la docencia para la gente que no
la espera. Por ejemplo, lo que estoy haciendo con la gente mayor se
podría pensar que es algo inútil, pero yo creo que no. Algunos preguntan
cómo puedo hablar de sostenibilidad a un anciano cuando no va afectar a
su vida. Pero es que sí afecta a la vida de sus nietos y con eso tienes
toda su atención, porque sus nietos les interesan mucho más que ellos
mismos.
Con respecto a las redes sociales, ¿se adapta?
No suelo usar redes sociales. Conozco
todos los problemas de seguridad que tiene Facebook y cómo se usa para
controlar a la gente. Mi problema con Twitter es que 140 caracteres no
me bastan, no puedo hacerlo, soy incapaz, soy un “rollista”. Uso poco
las redes sociales, aunque estoy metido en algunas para ver de qué van.
Sí uso mucho el correo electrónico, Internet, lectores de libros
electrónicos. Por ejemplo, en la facultad de Informàtica las tesis no
las hacemos , sino en pdf, y si un profesor se queja le dejamos un
lector durante dos semanas, y ya está.
Si todo avance tecnológico se
produce a costa de algo, es decir, conlleva una pérdida, ¿qué avance
cree que hubiera sido mejor no haber conocido?
No lo sé, es difícil, pero es que yo soy
un tío muy raro. Considero, por ejemplo, que uno de los mejores avances
es la lavadora. Los hombres hablamos siempre del teléfono móvil, del
coche o del avión, pero la lavadora es algo básico. ¿Tú sabes las horas
que ahorra? Y si además tienes lavadora y secadora ya es el colmo.
Avances buenos hay muchos. En cuanto a los malos, todo lo que sea
investigación militar. Lo que pasa es que toda la investigación militar
acaba teniendo utilidad práctica. El primer ordenador, por ejemplo, se
hizo, pagado por el laboratorio de investigación balística del ejército
americano, para calcular trayectorias de obuses durante la Segunda
Guerra Mundial. Soy de los que creo que hay que ser conscientes de para
qué tenemos las cosas y qué queremos usar.
¿No le parece que la famosa frase de Clarke: “Toda la tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia” ya es una realidad para el común de los mortales?
Te voy a dar un ejemplo. Ahora
controlamos los televisores con un mando, pero se podría hacer con la
voz. El día que esto funcione, como palabra para encender la televisión
de casa voy a poner “Abracadabra”. Porque la mayoría de la gente aprieta
un botón y no tiene idea de lo que está pasando ahí dentro. La gente
usa la tecnología como magia, porque no entiende los fundamentos de la
misma. Acostumbro a usar esta frase de Clarke con los chavales. Y no con
extraterrestres. Imaginemos que tenemos una máquina del tiempo y
traemos a un señor de hace 2000 años, de la época de Julio César.
Y a esta persona le enseñamos un coche, un avión, un teléfono, una
lavadora, etc. En realidad, no puede entender cómo funcionan. Los verá
funcionar y dirá que funcionan por magia. Pues el 90% de la gente,
cuando aprieta un botón de un aparato tecnológico tampoco sabe qué está
ocurriendo, por lo tanto dice: “Magia”. Bueno, no dice “magia” porque
sabe que es tecnología, pero tiene la misma reacción que con la magia. Y
cuando la magia no funciona, como cuando aparece la pantalla azul de
Windows, no sabe qué hacer, ha fallado la magia.
Fotografías de Barceló en blanco y negro : Samuel Sacristán
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23/06/2024
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