domingo, 10 de julio de 2011

De las cámaras a las encuestas.

Renny Ottolina, el pionero de la antipolítica



Renny Ottolina. Foto Archivo de El Nacional



De las cámaras a las encuestas


Renny Ottolina, el pionero de la antipolítica 


Suficientes elementos revelan cuál fue la preocupación más importante de el número uno de la televisión en los meses postreros de su vida. Hay, sin embargo, testimonios que lo ubican lejos de la política y sus redes.Reflexiones y hechos aparte, queda la sensación y el reconocimiento: el animador fue el primer venezolano en moverle el piso a los partidos del estatus.

Revista Feriado. 9 de agosto de 1998. Nº788

 José Roberto Duque 
Fotografías: Archivo El Nacional


Más que a una convicción, parece obedecer a un sen­timiento de frustración el que, todavía a estas alturas, se comente con un dejo de nostalgia "la gran oportunidad" que se le escapó a Venezuela de las manos en 1978, cuando la muerte despachó en violento trámite a Renaldo José Ottolina (Renny, para las masas).

Las justificaciones están al alcance de la mano: fue, para qué dudarlo, el primer gran antipolítico en el escenario electoral venezolano. Por supuesto que no fue el primer antipolítico (a secas), si se sigue una sincera cronología de las contiendas electorales; de allí que el gran aparezca en cursivas al comenzar este párrafo. ¿Qué diferencia a un antipolítico cualquiera de un gran antipolítico? En la primera categoría entra cualquier ciudadano que inscriba un partido al margen de las grandes entidades instituidas del poder político-electoral, así su gesto no pase de congregar un centenar de votos, antes de desaparecer entre la indiferencia general y alguna carcajada; el gran antipolítico es aquel que, sin pertenecer a un partido del estatus, se atre­ve a roncarle a éstos en la cueva de las encuestas, en los espacios mediáticos, en el sentimiento de los potenciales votantes.

Renny Ottolina condecorado por Carlos Andrés Pérez. Foto Archivo de El Nacional

Un dato del pasado y otro del presente. El del pasado: en julio de 1977, la compañía encuestadora Gallup hizo públicos los resultados de su primera exploración de preferencias electorales: obtuvo el 16 por ciento; Luis Herrera Campíns, Luis Piñerúa Ordaz, también el 16 por ciento; Renny Ottolina, 13 por ciento. El dato del presente: en 1998, cuando los antipolíticos se han ganado su gran debido a innumerables circunstancias que no vienen al caso, ciertos susurros aislados aseguran que Renny fue el precursor de Irene Sáez, Hugo Chávez y Salas Rómer. Lo cual no ha sido aprovechado por éstos: ni uno solo de ellos ha insinuado siquiera que la oportunidad que saboreó Renny se vuelve a presentar. Y esto puede interpretarse de varias maneras: los antipolíticos actuales no son tan oportunistas; no les interesa aprovecharse del discurso de Ottolina; no recuerdan al Ottolina de la contienda política, y quizá de soslayo al animador de televisión. Y la última: parece que, después de todo, los muertos siguen quedándose muy solos.





Según el cristal, según los tiempos

Jesús Sanoja Hernández suele traer a la palestra, cada vez que se le presenta la ocasión, un comentario que hizo Renny Ottolina en su programa de televisión, hacia 1956. Cuenta Sanoja Hernández que el animador, en su lectura de los principales titulares de la prensa escrita, reseñó el encarcelamiento de Ramón J. Velásquez, Chepino Gerbasi, Juan Páez Avila, Manuel Vicente Magallanes y otras personas, acusadas de fraguar un atenta­do contra el presidente de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez. Renny, cuenta Sanoja, leyó la noticia, y acto seguido agregó: "Bueno, eso les pasa por meterse en política". Esa actitud dista mucho de la del dirigente espontáneo, irreverente y extrapartidista a quien, 21 años más tarde, el gobierno de Carlos Andrés Pérez le suspendió su programa radial por hacer comentarios demasiado agrios contra el Consejo Supremo Electoral. Un caso de irreverencia que aumenta con la edad... o de acuerdo con las circunstancias.

Mucha agua tuvo que correr entre aquella concesión al régimen perezjimenista y su conversión en una referencia vital para comenzar a adecentar la democracia. Entre un momento y otro sólo hubo tiempo para el perfeccionamiento de una imagen que hoy nosotros llamaríamos fashion.

Esto no le impidió lanzar al ruedo alguna que otra opinión sobre la realidad del país, pero sus reflexiones eran las del ciudadano común obligado a decir algo ante la insistencia de la prensa. Por ejemplo, el 23 de abril de 1972, en una entrevista con Margarita D'Amico publicada en El Nacional, habló de los dirigentes del momento: "No hay un solo líder en el país. Caldera fue un líder, ahora es un ejecutivo, el primer ejecutivo del país, pero dentro del campo político no. Betancourt fue un tronco de líder. Jóvito no es líder nada. José Vicente Rangel no es líder, él quisiera serlo, pero no lo es".

Renny Ottolina con un cuatro en su programa de televisión. Foto Archivo de El Nacional

El 6 de agosto del mismo año, en El Universal, respondió así a las inquisiciones de los periodistas: "Hay un cuadro de posible desprestigio de los partidos políticos, porque en mi opinión los partidos durante el ejercicio de estos 15 años de democracia han enseñado cuáles son sus derechos, pero por razones electorales no le han ilustrado sobre cuáles son sus deberes". Dotado de profundidad o carente de ella, lo cierto es que tenía una opinión acerca del país y las relaciones de poder.

Fue lo único que el animador hizo: opinó. Sólo cuando se lo preguntaron, pero opinó. En otras palabras, le hizo saber a la gente que su vida no se limitaba a desplazar su sonrisa por las pantallas; era un hombre real en un país real. 


Pero, ¿quería ser presidente?

En 1977, con la etiqueta del número uno de la televisión a cuestas —ya no te­nía ningún programa en pantalla pero aún se le reconocía como el gran renova­dor del medio—, y concentrado en su nueva faceta de conductor de programas de opinión en la radio, sus críticas a la "institución del carnet político" como aval exclusivo para obtener cargos, comenzaron a encontrar eco en el público y reacciones de todo tipo en los partidos tradicionales. Era un año pre-electoral, ya los candidatos a la presidencia estaban en la calle y cualquier señalamiento dolía más que de costumbre.

Era un hecho el que Renny Ottolina había pasado de ser un opinante más a levantar vuelo como rival de considerable peso en la contienda. Ya se dijo que en julio estaba husmeándole el rastro a Luis Herrera y a Piñerúa en las encuestas; es preciso agregar que el fenómeno se produjo sin que el animador constituyera siquiera un partido o movimiento que lo apoyara.



Gonzalo Fernández de Córdova, productor de sus programas en los años 60 y 70, y también la persona con quien más tiempo pasó en los últimos 14 años de su vida, tiene una visión del tema "Renny político" diametralmente opuesta a la que expresan sus herederos políticos, y en general la que ha terminado por imponerse en la opinión pública. Fernández de Córdova asegura que Ottolina jamás iba a asumir su candidatura, y mucho menos la presidencia de la República. "Antes de entrar en la lid política ya se le notaba el desencanto; él se asomó a la política, y puedo asegurar que ese vistazo que dio lo asqueó, le causó repulsión", sostiene. Piensa además que la actividad electoral que desarrolló se debió a la necesidad de darle rienda suelta a una energía que se ahogaba dentro de él cuando ya no tenía a la TV para desbordarse.




"Cuando se fue de la TV nos quedó un vacío tremendo, sólo tenía el programa de Radio Capital. Lo único que le proporcionaba alguna actividad eran las campañas que hizo: las de tránsito, la del Ince, la de los Derechos del Mar. Pero su vida se convirtió en un gran vacío; hubo un tiempo en que sólo se dedicaba a jugar ajedrez. Estoy seguro de que comenzó a ejercer la política para entretenerse, para darle forma organizada a la opinión que tenía sobre su país, no como político sino como venezolano".

Gonzalo Pérez Hernández, actual candidato del Movimiento de Integridad Nacional (MIN, criatura política de Ottolina), asegura que el proceso fue mejor pensado. "En 1977 decidió constituir un grupo de electores; no un partido político, sino un grupo de apoyo a su candidatura. Desde julio me invitó a integrar ese movimiento. Recuerdo que él repetía mucho la frase: 'Hemos sido críticos pasivos; ¿por qué no ser críticos activos?'.

Durante ese año, Ottolina y sus seguidores más cercanos redactaron las líneas programáticas o más bien las propuestas esenciales que tenían que hacerle al país: convertir a Venezuela, al cabo de 15 años, en una potencia agrícola; democratizar el capital en las empresas del Estado, que en realidad no son del Estado sino de los partidos; recuperar los valores morales y espirituales del venezolano a través del fortalecimiento de planes de instrucción, educación, vivienda y salud. Había muchos proyectos en ciernes que revelaban una decisión de tomar parte en la contienda con todas las herramientas a la mano. "Era un convencido de que la democracia no podía funcionar mientras prevaleciera el criterio de que las estructuras del Estado dependieran del carnet político de sus funcionarios. Contra eso opuso el discurso de la meritocracia, y esa era el arma con que iba a enfrentar a los partidos", reitera Pérez Hernández.



"Todo comenzó durante una reunión en la casa de Vinicio De Sola y su hermano", rebate Fernández de Córdova. "Ellos consideraron que Renny tenía mucho que decir sobre el país, así que le propusieron intercambiar opiniones con gente de todos los sectores. Había militares retirados, empresarios, profesionales. Renny, gran conversador, se encontró con un grupo de gente homogénea dispuesta a escucharlo y a intercambiar ideas. Y allí desarrolló las suyas, no para iniciar ningún proyecto sino porque no tenía más nada que hacer: esa era la época del vacío que quedó después de su retiro de la televisión".

Fernández de Córdova asegura que Ottolina tenía su propio dinero, pero no iba a aventurarlo en un proyecto político. "Fue entonces cuando comenzaron a proponerle ayuda económica, es decir, dinero a cambio de favores, de cargos. Ante el espectáculo de tanta corrupción comenzó a asquearse".


Y el epílogo, según el relato del productor: "Fuimos a un restaurant de Las Mercedes, a cenar. Allí le dije lo que pensaba: no me interesaba participar en una campaña electoral. Le dije que me iba para España a pasar una temporada. Yo tenía un dinero ahorrado; le ofrecí dejárselo para que dispusiera de él. El me respondió con estas palabras: 'No, llévatelo, porque cualquier cosa puede pasar, y tú puedes necesitar ese dinero. Además, yo me voy a salir de esto; no sé cómo, pero me voy a salir de esto'. Me di cuenta de que ya no soportaba más ese asunto en que se había metido. Me fui a España dos semanas después de esa cena; una semana más tarde, ya en España, me enteré de su muerte".

Instrucciones para morir

Conmoción nacional, especulaciones al mayor y detal. Pérez Hernández, la familia Ottolina y muchas personalidades venezolanas aseguraron que la avioneta en que viajaba Renny había sido víctima de un sabotaje. Macabra especie que encontró eco de la manera más simplista: "Han matado a Renny porque iba a ganarle las elecciones a AD y Copei". Las paredes de varias ciudades se llenaron con una sentencia amarga, que comenzaba con un eslogan acciondemocratista y culminaba con el sentir popular hecho reclamo: Con los adecos se vive mejor... Pregúntale a Renny.



Gonzalo Pérez Hernández dice tener pruebas de que la aeronave pudo haber sido objeto de un sabotaje. "El gobierno de Carlos Andrés Pérez no quiso hacer una investigación a fondo, conforme lo dicta la legislación internacional en caso de siniestros aéreos. En el gobierno siguiente se inició, a petición mía, una investigación, pero todo se paralizó porque un buen día el Congreso dijo no tener los 11 mil dólares que se requerían para contratar a la comisión de expertos. Todo quedó allí".

Fernández de Córdova trae a la me­moria la faceta del Renny hiperquinético: "Era un hombre muy inquieto; más de una vez se metió en la cabina de los aviones en que viajaba para enterarse del por qué de cada detalle de los instrumentos de vuelo. Sólo los capitanes con mucha autoridad se atrevían a con­tenerlo, a decirle que regresara a su puesto. Lo del sabotaje, lo del asesinato por motivos políticos, no me lo creí nunca; creo más bien que ese día, de tanto insistir, pudieron haberle permitido despegar la avioneta. No tengo cómo probarlo, pero no me extrañaría que hubiera muerto a causa de su personalidad incontenible".



En el propio año 1978, en los clasificados de los periódicos, aparecieron notas de agradecimiento a Renny por los favores recibidos: también era capaz de hacer milagros. Uno en particular puede estárselo debiendo un ex presidente venezolano: un mes antes de morir, Gallup sacó a la luz la siguiente medición: Luis Piñerúa Ordaz, 16 por ciento, Luis Herrera Campíns, 14 por ciento, Renny Ottolina, 13 por ciento. Pero si a algún partido contaminó la muerte del animador fue a AD; nueve meses después, Luis Herrera remontó la cuesta. Lo demás es historia conocida.

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