sábado, 30 de enero de 2016

FÁBULA XI. DE 13 FÁBULAS Y OTROS RELATOS


La ilustracion fue tomada del libro La Marine Antique, tomo 1  de Jacques Martin. Tomada de Épilas Sociales

Corría en la oscuridad mientras, sus pies se hundían en el cieno. Se detuvo frente a un árbol caído y decidió no huir más. Se sentó y esperó. Al poco rato ella se muestra. Era bella, con serpientes que parecían cabellos y fríos ojos verdes. Le dijo:
- No te temo y sonrió.
 Una ola indiscreta le despertó, a su lado estaba él. La miró y le dijo:
-  Ya nada te pasará, yo te cuidare. Dime ¿Qué me espera a mi regreso?
Ella sonrió y le dijo:
- Tu mujer te espera ansiosa, varios hombres la pretenden. Pero ella te ha sido fiel mientras teje un tapiz donde se ve tu nave que navega en el mar. Si el viento da en el tapiz veras como el oleaje se mueve y se hinchan las velas de la embarcación. Serán dichosos juntos.
- Tu visión es hermosa, seremos felices, tú olvidarás y serás parte de esa felicidad.
- Si, mi señor lo seré.
Al desembarcar la llevó al palacio donde la vistió y perfumó. Ya en el salón él le dijo: Hoy conocerás a mi esposa. Entonces ella sintió algo frío que llenó todo el salón, sonrió para sí misma, y vio unos cabellos que parecían serpientes y unos fríos ojos verdes. Él sonrió y dijo:


-   Ante ti está la reina de esta tierra: Mi esposa Clitemnestra.



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Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 , en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica y en 2015 del ebook Tres años caminando juntos ambos libros editados por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.


viernes, 29 de enero de 2016

Cuando he tratado de dar consejo a millares de personas,lo hice siempre como compañero de sufrimientos, por Hermann Hesse




Hermann Hesse. Ilustración tomada de aqui

Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes esta carta del escritor alemán más querido en Valencia, la de Venezuela. Hermann Hesse perteneció a esa camada de escritores que tenían un gran contacto epistolar tanto con sus lectores fieles como los ocasionales.

Este es un hermoso gesto que hoy nuestros escritores, en una época que facilita la comunicación, deberían imitar.

Deseamos disfruten de la entrada.


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“De manera alguna me arrogo la pretensión de tener razón. Pero, en nuestro instante universal, considero que no es perjudicial, sino bueno y correcto, sacudir al hombre común de hoy en día por la fe fanática que le merecen el nivel del progreso alcanzado, sus máquinas, su modernismo ávido de placeres y su aversión a las obligaciones. Sufro bajo la miseria de nuestra época, pero no me considero llamado a guiar a los demás para escapar de ella; estoy dispuesto a recorrerla, como a través de un infierno, con la esperanza de hallar en el más allá una nueva inocencia y una vida más digna. Pero no estoy en condiciones de entregar ese más allá por un ahora y un aquí. Necesita y exige un conductor quien es incapaz de responsabilizarse y de pensar por sí mismo. Mi papel no puede ser el de sacerdote, pues detrás de mí no hay iglesia alguna, y aun cuando he tratado de dar consejo a millares de personas en cartas e indicaciones, nunca lo hice como conductor, sino siempre como compañero de sufrimientos, como hermano algo mayor.”

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Distinguido doctor Jordan:

Ha llegado a mi poder su carta abierta, encabezada con el epígrafe “La misión del poeta”, y halló eco en mí, pues es cordial y bien intencionada, y aun cuando supongo que es usted un católico militante, de manera alguna la siento como una manifestación partidista. Creo que no lograremos entendernos sobre algunos puntos, pues nuestros orígenes son harto diferentes; pero, en cambio, creo responder a otros que juzgo importantes y, aun cuando las respuestas no le satisfagan, reconocerá usted su sinceridad.

EXHORTO CONTRA EL OPTIMISMO ENGAÑOSO, Y CONTRA LA AVERSIÓN DE LOS PUEBLOS Y DE LOS INDIVIDUOS A ASUMIR SU RESPONSABILIDAD

Aun cuando lo hago a disgusto, debo recordarle, ante todo, que su conocimiento acerca de mi trabajo literario es muy fragmentario y su carta abierta se refiere a una parte aislada, no medular de mi labor: a mis ocasionales artículos periodísticos. En algunos de esos artículos descubre usted expresado un pesimismo que en última instancia encuentra irresponsable, y lo comprendo.


Desde mi punto de vista, estos artículos ocasionales que se sirven a sabiendas y deliberadamente de esa forma que se llama “folletín”, representan en primer lugar una parte intrascendente de mi trabajo y, en segundo lugar, esas manifestaciones ocasionales, algo triviales, a menudo coloreadas de ironía, tienen para mí un significado común: a saber, la lucha contra aquello que en nuestra publicidad llamo optimismo engañoso.

Cuando recuerdo, de tanto en tanto, que el hombre es un producto muy amenazado y peligroso, cuando por momentos destaco lo deficiente y trágico de la humanidad, precisamente allí donde estamos acostumbrados a tomar las cosas a la ligera y a la vanidad (en el periódico), ésta es una parte pequeña en magnitud e importancia, pero a pesar de todo consciente y responsable, de mi actividad: la lucha contra la religión europea-americana adoptada por el hombre moderno y soberano que ha logrado llegar hasta este nivel.

Si recuerdo con especial énfasis el carácter dudoso de la Humanidad, es como un grito de guerra contra la pueril, pero muy peligrosa vanidad del hombre de la masa, carente de fe y de discernimiento en su ligereza, su arrogancia, su falta de humildad, de duda, de responsabilidad. Las palabras de este tipo, que he pronunciado, no van dirigidas a la Humanidad, sino a la época, a los lectores de periódicos, a una masa cuyo peligro, según mi convicción, no consiste en falta de fe en sí misma y en la propia grandeza.

A menudo, también he ligado a esta advertencia general respecto a la futilidad de este híbrido humano, la exhortación inmediata respecto a los acontecimientos de nuestra historia reciente, a la ignorancia y la insensatez grandilocuente con la que marchamos a la guerra, a la aversión de los pueblos como de los individuos de buscar en sí mismos la responsabilidad compartida.

Comprendo que estas manifestaciones, a las que precisamente un sentido de la propia impotencia les da por momentos una particular rudeza desesperada en la formulación, no resulte agradable a muchos. De manera alguna me arrogo tampoco la pretensión de tener razón. Me sé cautivo en el tiempo y en mi propio yo, pero no obstante responsabilizo en forma absoluta a esta parte de mi actividad (como ya he dicho intrascendente) y, en nuestro instante universal, considero que no es perjudicial, sino bueno y correcto, sacudir al hombre común de hoy en día por la fe fanática que le merecen el nivel del progreso alcanzado, sus máquinas, su modernismo ávido de placeres y su aversión a las obligaciones.

NO OCULTAMOS QUE EL ALMA DE LA HUMANIDAD ESTÁ EN PELIGRO Y DESFIGURADA, PERO CREEMOS QUE PUEDE SER CURADA Y PURIFICADA

Por otra parte, a estas exteriorizaciones vinculadas al tiempo y, más que nada, ocasionales, se oponen otros trabajos míos, sobre todo mis novelas, y en ellas se le ha brindado mucho margen a la problemática y a la tragedia de la esencia humana, pero en todas ellas también se encuentra expresada la fe, no en un significado de nuestra vida y nuestras necesidades, formulado de manera singular y dogmática, pero sí en la posibilidad que tiene cada alma de comprender intuitivamente tal significado, y de elevarse y redimirse al servirlo. Y en un ensayo al que puse un título muy parecido al de la carta abierta que usted me dirigió, escribí sobre la misión del poeta, en nuestra época, lo siguiente:

“Nos asfixiamos en la atmósfera irrespirable ya para nosotros, del mundo de las máquinas y de las bárbaras necesidades que nos rodea, pero no nos separamos del todo, lo aceptamos como nuestra participación en el destino del mundo, como nuestra misión, como nuestro examen. No creemos en ninguno de los ideales de esta época, pero creemos que el hombre es inmortal y que su imagen puede curarse de toda desfiguración, puede salir purificada de todo infierno. No ocultamos que el alma de la Humanidad está en peligro y se encuentra al borde del abismo, pero tampoco debemos ocultar que creemos en su inmortalidad”.

En verdad, sucede que precisamente eso que exige del poeta en su carta abierta, ya para la cual invoca como testigo al “olímpico Goethe”, ese olímpico estar por encima no es mi cometido. Tal vez sea cometido del poeta clásico, pero no es el mío. De ningún modo siento el deber de disimular los abismos de la vida humana en general, ni de la mía propia, o de hacerla aparecer como inofensiva, sino reconocer, expresar y compartir el sufrimiento y el ser atormentado hasta el límite de los inhumano, precisamente en las formas que hoy presenta.


Esto no es posible sin contradicciones y, sin duda, en mis libros se encuentran algunas frases que están en contradicción con otras frases de estos libros… Debo rendirme ante este hecho. La totalidad de mi vida y de mi obra no se presentaría a quien intentara abarcarlas como algo armonioso, sino como una lucha permanente en torno de un sufrir permanente, pero no descreído.




Postula que un escritor, que ha ganado la confianza de muchos lectores, tiene la obligación de erigirse en su conductor. Confieso que aborrezco la palabra “Führer” de la que hace uso abusivo la juventud alemana, pues necesita y exige un conductor quien es incapaz de responsabilizarse y de pensar por sí mismo. En la medida en que es posible dentro de nuestra época y nuestra cultura, el escritor no puede asumir este cometido.

Por cierto, debe ser responsable, y debe ser algo así como un arquetipo, pero no evidenciando superioridad, salud, incontrovertibilidad (sin modestia, no sería posible para nadie), sino teniendo a través de la renuncia a la conducción y la “sabiduría”, la decencia y la valentía de no dejarse meter en el papel de un sapiente y un sacerdote por la confianza de sus lectores, cuando en verdad no es sino alguien que barrunta y sufre.

La circunstancia que mucha gente, sobre todo los jóvenes, encuentra en mi obra, algo que les inspira confianza en mí, se explica deduciendo que hay muchos que sufren del mismo modo, luchan del mismo modo por hallar fe y un sentido, dudan de igual modo de su época y no obstante intuyen llenos de veneración, detrás de esta y toda época, lo divino. Hallan en mí a un vocero.

SUFRO BAJO LA MISERIA DE NUESTRA ÉPOCA, PERO NO ME SIENTO LLAMADO A CONDUCIR A LOS DEMÁS PARA ESCAPAR DE ELLA

A los jóvenes les hace bien ver a un individuo aparentemente acabado y desarrollado declararse partidario de algunas de sus penurias, y les hace bien a los que tienen dificultad para pensar y hablar, hallar expresada una parte importante de lo que han experimentado, por alguien que al parecer domina mejor el verbo.

Ciertamente, la pluralidad de estos jóvenes lectores no está satisfecha aún. Quisieran tener no sólo un compañero de sufrimiento, sino un “conductor”, aspiran a metas y triunfos inmediatos, anhelan infalibles recetas de consuelo. Pero estas recetas ya existen. La sabiduría de todos los tiempos está a nuestra disposición y he señalado a cientos y cientos de impetuosos jóvenes que me escribieron para oír ávidos la última sabiduría de mi boca, las verdaderas y auténticas palabras, las imperecederas de la China y la India, de la Antigüedad, de la Biblia y del Cristianismo.

No toda época, no todo pueblo ni todo idioma está destinado a expresar sabiduría. No en todo siglo vive un iniciado que, al mismo tiempo, es un maestro de la palabra. Sin embargo, todas las épocas y todos los pueblos tienen parte en el tesoro común y quien pretende tener la sabiduría de todos los tiempos formulada en forma absolutamente nueva y para su caso particular, como consuelo para su dolor personal, pondrá en la mano del hombre al que quisiera tener por conductor una autoridad y un poder como el que sólo puede conferir a sus ministros una verdadera iglesia. Mi papel no puede ser el de sacerdote, pues detrás de mí no hay iglesia alguna, y aun cuando he tratado de dar consejo a millares de personas en cartas e indicaciones, nunca lo hice como conductor, sino siempre como compañero de sufrimientos, como hermano algo mayor.

Temo mucho que no nos entendamos y bien quisiera poder convencerlo, no del valor ni de la categoría de mis ideas y de mi posición, sino de la necesidad, de la inevitabilidad de mi situación. Los que se vuelven a mí, los que buscan en mí sabiduría son, casi sin excepción, personas a las que no pudo ayudar ningún credo tradicional. A muchos de ellos los orienté hacia los antiguos sabios y sus doctrinas. También les recomendé con insistencia los escritos de algunos destacados católicos contemporáneos.

Pero la mayoría de mis lectores se me aparece precisamente en su necesidad de venerar un dios velado. Quizá sólo sean los enfermos, los neuróticos, los insociables quienes se sienten atraídos por mí y mi obra; quizá el único consuelo que algunos de ellos encuentran en mí no sea sino el de redescubrir sus propias flaquezas y miserias en mí, un hombre de prestigio.

No es de mi incumbencia “decidirme” por un apostolado como usted demanda, sino realizar en el lugar que me ha señalado el destino todo cuanto me sea posible. Forma parte de ello, entre algunas otras cosas, no dar o prometer más de lo que tengo. Sufro bajo la miseria de nuestra época, pero no me considero llamado a guiar a los demás para escapar de ella; estoy dispuesto a recorrerla, como a través de un infierno, con la esperanza de hallar en el más allá una nueva inocencia y una vida más digna. Pero no estoy en condiciones de entregar ese más allá por un ahora y un aquí.

Por esta razón no creo que mi vida carezca de sentido, que no me guíe una misión. El perseverar en medio del caos, el poder esperar, la humildad ante la vida, aun cuando alarme por una aparente falta de sentido, también son virtudes, sobre todo en una época en la que son tan corrientes las nuevas elucidaciones de la historia universal, las nuevas orientaciones de la vida, los nuevos programas de todo orden.

Creo por cierto, más aún, tengo la plena certeza de que un crecido número de aquellos que se interesaron por mis obras durante un cierto tiempo, y para quienes fueron un estímulo, más tarde tuvieron que abandonarnos, a ellas y a mí, para no confundirse. Otros acuden a llenar el vacío dejado por los primeros y yo les ayudo a recorrer un tramo del camino hacia la hominización. Anhelo para los otros que sigan avanzando, que busquen y encuentren compañeros más fuertes que yo, que se aventuren por senderos más arriesgados. Yo debo quedarme en el mío, por dudoso que me pueda parecer a mí, y pueda parecer a otros, en estos momentos.

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HERMANN HESSE, Cartas escogidas, 1951. Edhasa, 1982. Traducción de María A. Gregor. [Tomado de Filosofía Digital, 07/05/2008]





jueves, 28 de enero de 2016

Invitación a la presentación del libro de relatos Mundos Diagonales


Estimados Amigos


El Grupo Li Po tiene el gusto de invitarlos el 20/02/2016 a la presentación del libro de relatos Mundos Diagonales del escritor venezolano Javier Domínguez, ganador del primer premio Editorial Lector Cómplice en la mención de narrativa. El acto de presentación estará a cargo del escritor Richard Montenegro.  

El evento se realizará en la casa de la cultura Aldemaro Romero del municipio San Diego al lado de la Universidad José Antonio Páez en Valencia, la de Venezuela el sábado, 20 de febrero a las 2:00 pm.

"Mundos Diagonales delinea con trazos sugerentes un conjunto de ocho cuentos que revelan la amarga realidad de seres que se encuentran en las complejas dimensiones de los sentimientos y demostrando así que el ser humano no es unidimensional." 

Esperamos contar con su valiosa presencia.

Pueden seguir a Javier Domínguez en las redes sociales:


Facebook: Mundos Diagonales 

Instagram: @javierdominguez2010 

Twitter: @jdominguez1293





miércoles, 27 de enero de 2016

Animales literarios en el paisaje de Valencia, la de Venezuela





Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir otra incursión literaria de nuestro amigo Carlos Yusti, donde nos hace participes de su primera labor como escritor y editor de una revista cultural en Valencia, la de Venezuela. Continuamos así nuestra labor de rescate de la historia local de a cultura.

Deseamos disfruten la entrada.



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Animales literarios en el paisaje



“Lo más importante no es ya la existencia de Krakers, sino las ideas que profesan, pues de hecho, el grupo pudiera desaparecer, mas no así las ideas, que provocan un daño terrible y en nada ayudan sino que obstaculizan el desarrollo de la joven poesía y arte venezolanos...”.

Javier Brizuela (grupo literario Labraga).



La adolescencia es una etapa irreal. A veces transcurre sin traumas ni contratiempos, otras es una etapa sometida a vaivenes inesperados y singulares. De la mía recuerdo con nitidez mis primeras lecturas de Herman Hesse y ese tiempo blando (algo daliliano y frenético) que pasé con el grupo literario.

El grupo nació por azar. Un buen día sin razones de fondo todas las tardes merodeaba por la plaza Sucre en el centro de la ciudad de Valencia. Cerca estaba la escuela de teatro Ramón Zapata que hoy todavía funciona. A la cita de cada tarde llegaba Judith Pezzente, antigua condiscípula de clases en el liceo Martín J. Sanabria. Después se incorporó Juan Aponte Celis, estudiante de ingeniería en la UC que leía mucho a Nietzsche, Humberto González, que fue mi profesor de castellano y literatura, y Argenis Azuaje, también maestro.

Agazapados en la sombra de un café discutíamos (por horas) de lo humano y lo divino, de nuestras lecturas, de la crisis política que aguijoneaba al país y de lo acartonado que era el mundo literario y cultural a nuestro alrededor. Cuando teníamos algo de dinero llegábamos como náufragos sedientos a la orilla de la barra en algún bar. Al poco tiempo se fueron anexando Alexis González, José Pérez, José Vicente Arcila y un pintor llamado Gerson Barrientos, que tenía una prótesis en una pierna y uno de los mejores hígados que recuerde.

En una de esas interminables reuniones, en las que nos enfrascábamos con regularidad, surgió el nombre del grupo y la idea de editar una revista. El nombre, Animales Krakers, lo tomamos de una película de los hermanos Marx, en referencia a esas galletas con figuras de animales. Como cada miembro había adoptado a un animal (o un insecto) que reflejaba como espejo las peores y mejores cualidades, el nombre era inmejorable, y si a esto le añadimos nuestra intención de realizar un quiebre, un crack con ese medio literario anodino oficial de la godarria valenciana, las piezas del rompecabezas fueron encajando en sus lugares respectivos. En todo esto había como un juego. El nombre de la revista, Zikeh, surgió de una lluvia de nombres metidos en un sombrero y apuntaba a la psique, del griego psyché, “alma”.

Delante del café de la miseria, como decía Umbral, evaluamos nuestras finanzas y eran nulas, así que ingeniamos algunos planes para recolectar dinero. Sorteamos un sin fin de peripecias y dificultades, pero logramos un incipiente capital para editar el primer número. A la sazón de tres o cuatro años como grupo editamos cuatro números. Era una revista editada en multigrafo, tenía cien páginas y su formato era como de un cuaderno escolar a lo ancho. El contenido estaba conformado por poemas, cuentos, ensayos y un etcétera variopinto. Como no teníamos quien ilustrara los textos tuve que realizar los primeros dibujos. Otra característica de la revista fue su lenguaje soez y en muchos casos escatológico. Las razones de esta elección nunca fueron claras, quizá nuestra mayor pifia, nuestra mayor inocentada. Pensábamos que así éramos creativos, rebeldes y efectistas.




Después de que el grupo se disolvió, con sus traumas respectivos, seguimos siendo amigos, pero ya sólo nos reuníamos para jugar dominó, celebrar los cumpleaños y esas cuestiones domésticas tan propias de los seres normales. Muchos hoy, creo, dejaron por completo la escritura y como es natural han engordado lo previsto y es hasta lógico si uno está a merced de la vida hogareña.

La pasión por la lectura nos llevó a conformar un grupo y de ese impulso inicial llegamos hacia ese otro paso vital de la escritura. Susan Sontag ha escrito: “Y el impulso de escribir casi siempre se desata por la escritura. La lectura, el amor a la lectura, es lo que incita el sueño de ser escritora”. No creo que en tiempos de Zikeh algunos de los integrantes del grupo soñara con convertirse en escritor, más bien publicábamos nuestras urgencias tipográficas por el gusto de hacerlo. Cuando se edita una revista, o se comienza a escribir, uno en verdad se hace muchas expectativas, cree que el mundo literario dará un giro completo o que la literatura es lo que uno hace y todo lo demás es sólo monte y culebra, para emplear una expresión del argot.

Muchas veces me pregunto qué motivó a mis compañeros del grupo Animales Krakers a dejar la escritura, por qué abandonaron. Quizá carecían de talento o descubrieron que, a veces, llevar al papel esas formidables ideas que elucubramos, esas intensas metáforas que pensamos, cuando las escribimos se nos resisten, y en el papel sólo quedan remedos menores de nuestros grandes pensamientos. Quizá tuvieron la suficiente entereza autocrítica para saber que sus escritos eran sólo materiales sin trascendencia. La literatura de todos los tiempos es un mapa florido de fracasos rutilantes y de malogradas experiencias con el arte de escribir, incluso muchos escritores geniales han sido unos fracasados sin remedio.

Además hacer equilibrios en esa cuerda tensa de lo que llaman vida literaria en la que se desatan las envidias, villanías y demás odios subalternos de colegas y allegados es doblemente frustrante. Enfrentar esos molinos de vientos trasmutados en camarillas, mafias y cofradías literarias que se reparten los premios, las becas y la calderilla del subsidio del Estado y los pocos espacios en las revistas literarias (o páginas culturales), es tremendamente desalentador. Leonardo Sciascia le dijo en una oportunidad a Gesualdo Bufalino que escribir era sencillo, pero que publicar libros era una aventura realmente siniestra, y él lo decía con profundo conocimiento después de haber publicado una veintena de libros y haber alcanzado éxito y una relativa notoriedad.

Por qué he insistido en publicar, seguir editando revistas y por sobre todo he seguido con la escribidera, como decía mi madre, no lo sé. En los días de la revista Zikeh todos éramos inéditos y esa condición nos resguardaba del fracaso, pero editar la revista fue el paso a nuestra extinción como grupo, como gente común que escribía algo y se lo leía a los demás sin otra pretensión que compartir y pasar un rato distinto. Había en todo esto un dejo de irresponsabilidad y falta de seriedad. Luego la vida, con sus horarios y obligaciones de gravedad y cosa, te ponen en su sitio, y vuelves a ser un tipejo del común que cuando joven tuvo la peregrina idea de escribir. Si yo sigo escribiendo lo hago desde esa irresponsabilidad amable que aprendí en el grupo, y en libro de apuntes de Elias Canetti leí una frase que él anotó, pero perteneciente al libro de Job 32:18, que puede explicar en algo el motivo por el cual sigo en la escribidera: “...porque lleno estoy de palabras, y me apremia el espíritu dentro de mí”.

Tomada de Letralia





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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.




Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia



martes, 26 de enero de 2016

Invitación a la charla: Observando objetos de cielo profundo (Catálogo Messier).




Estimados Amigos

El Grupo Li Po, la Asociación Carabobeña de Astronomía y la Sociedad Astronómica UC los invitan cordialmente este  jueves 11 de Febrero de 2016 a las 7 pm en el Colegio de Ingenieros de Valencia a la charla Observando objetos de cielo profundo (Catálogo Messier). La cual será dictada por el Dr. Nelson Falcon - Sociedad Astronómica UC.



La actividad se realizará en el Salón Blanco del Colegio de Ingenieros.

Centro de Ingenieros del Estado Carabobo Avda. Los colegios, Guaparo (Salón Blanco).


Observación Telescópica del Cielo (Si las condiciones atmosféricas lo permiten)

Nota: Las actividades se realizarán todos los segundos Jueves de cada mes del año 2016.


Entrada libre.

Los esperamos.

Descarga las efemérides astronómicas  del año 2016 en:




lunes, 25 de enero de 2016

VENEZUELA Un poema de Alfredo Pérez Alencart





Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes el poema Venezuela de Alfredo Pérez Alencart junto con un acercamiento que le hace el poeta venezolano Alberto Hernández.

Deseamos disfruten de la entrada.


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VENEZUELA

Alfredo Pérez Alencart


Tierra escogida,
brisa respirada lejos del álgebra del fracaso
y de las bengalas malditas:
un río serpentea o galopa entre los Andes
y yo estoy arriba, por el páramo merideño, poniendo
piedras que faltan a la capilla de Mucuchíes, Juan Félix
abrazado del doctor Contramaestre, en alma
los dos bajando de otros firmamentos en un diáfano arcoiris,
serafines que luego la niebla no desvanece en mi retina,
tahúres celestiales como el librero Caupolicán
que muere y se agiganta en Salamanca
donde antes hablamos de ronquidos presidenciales,
enfermo ya, como doliéndole su nascencia en la negra boina
junto al tanatorio: cháchara gustosa que ungimos
con grasa de ballena y vino tinto de viejas tabernas.
Pero estoy por Maracaibo, en casa de los Crespo
o al habla con César David, mientras corporalmente
me criogenizo y sensible bulle mi corazón
la madrugada que transito al encuentro de Ramón, del Viejo Lobo,
del Capitán que lagrimea, como yo, por aquel
cuyo fantasma fue avistado en una esquina de Tovar.

Voy con mis muertos venezolanos, inquilinos
del sentimiento incandescente: atrás de todo, su tierra
y sus zapatos negros, las uñas que siguen
creciendo, la cicatriz del abrazo de sus historias inverosímiles
que suceden allá por La Hechicera, otra vez en Mérida
igual a sí misma donde bebo unas cervezas con Pepe Barroeta
y Salvador Garmendia una noche que se abre a la muerte,
como uno más de los misterios.

Entonces alguien llama: “¡Alfredo, Alfredo”, y yo
reconozco a Jesús Serra en cuya casa pernocté
antes de subir al páramo. Y luego otra voz:
“Ayúdame, hermano”, y llego a vislumbrar cómo disparan
contra Giandomenico, allá por la Pedregosa Alta.

Pero voy por Caracas con el viejo Adriano exacerbado,
acompañándolo porque no soporta la soledad
de sus huesos portátiles; pero voy con Domingo Miliani
para que me cuente sus historias; pero voy con Eugenio,
tan magno en la anunciación de su terredad,
hermano que al centro de la palabra había llegado.

Voy por ahí sabiendo que hay nieblas y tinieblas,
que hay señales furiosas. Pero sigo adelante,
vendándome la cabeza.
Sigo la pista de mis amigos muertos, pálidos diamantes
que desentumezco para la resurrección. Ellos están conmigo
porque vuelven desde la garganta del infinito y porque
yo sé darles un ánimo salvaje.

Venezuela,
¡préstame un poco de tus muertos
y deja que los frote adentro de mi corazón!

(A Enrique Viloria Vera)


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“VENEZUELA”, DE ALFREDO PÉREZ-ALENCART

-Alberto Hernández-

1.-

No leo el poema de Alfredo Pérez-Alencart. Paseo con él.

Me registro en los nombres de los lugares y en los de los fantasmas que habitan este clima, suspendido por los accidentes geográficos que, como viajeros, nos abrigan y conjuran.

Entonces comienzo a testimoniar las imágenes que el poeta peruano-español, radicado en Salamanca, dedica a tantos personajes de mi país. Poetas, narradores, hechiceros de la palabra, soñadores empedernidos, duendes distraídos, bebedores de miche y de cerveza.

Lo veo como si se tratara de un documental: con toda razón el libro que contiene el poema se titula “Cartografía de las revelaciones”.

Es un recorrido por ánimos y otras atmósferas habitadas por naturalezas diversas.

Tengo pocos datos, porque sólo recibí de una amiga, radicada en la bella ciudad española, copia del poema “Venezuela”. Me senté a viajar con él, con la voz de Alfredo para hacerme a la idea de que formaba parte de él, de que los personajes que allí respiran dialogan conmigo. Pero igual los referentes topográficos por donde el poema se hizo, se elaboró con los adobes de tantas oraciones, de hermosas oraciones que sirven para elevar, a la vez, el edificio de un imaginario de nostalgias, memorias y recuerdos sostenidos por el tiempo y desde una distancia por la que ocurren husos horarios, gaviotas extraviadas y caminos polvorientos.

Indagué un poco y me tropecé con que fue editado por Verbum / Trilce, Salamanca 2011. El poema que me toca en este instante está en una de las estancias del libro titulada “Los puntos cardinales”, donde algunos países se hicieron poemas, entre ellos éste que habitamos y nos escuece a diario.

2.-

Un verso que se acerca y abre la puerta del texto: “brisa respirada lejos del álgebra del fracaso”. El espasmo de la última palabra, que al parecer siempre nos ha acompañado, evidencia nuestra travesía a pie por entre las breñas y pedregales del paisaje que iniciamos con Pérez-Alencart.

Y así, fantasmas y duendes, sus habitantes, en Mucuchíes, Juan Félix/ Contramaestre y “La mudanza del encanto” entre nuestras manos / Caupolicán: “que muere y se agiganta en Salamanca, / donde antes hablamos de ronquidos presidenciales”.

El país se desplaza a través de la mirada de quien lo reconstruye, como si se tratara de un mapa concebido para deletrearlo. El poema lo habla, lo conversa. Se hace una postal de augurios, de señales en el calor de “viejas tabernas en Maracaibo”, donde los Crespo, César David (Rincón) forman parte del desolvido. Y luego, de un verso a otro, “en una esquina de Tovar”.

“Voy con mis muertos venezolanos, inquilinos / de sentimiento incandescente…”

Poema en el que el obituario traslada la visión y anula el dolor del silencio de los muertos, de nuestros muertos.

Con razón, entonces:

La altura andina, La Hechicera, el lugar, “otra vez Mérida / igual así mismo donde bebo unas cervezas con Pepe Barroeta / y Salvador Garmendia una noche que se abre a la muerte, / como uno más de los misterios”.

Pero “No todos han muerto”, como tituló Pepe una vez y que ahora son todas las páginas de su poesía y su eterna distancia.

Y siguen los pasos en el polvo teñido por la niebla. Aparece Jesús Serra, el páramo, La Pedregosa Alta, los ensueños.

“el viejo Adriano exacerbado (…) sus huesos portátiles”. González León, el de “Viejo” y el "Del rayo y de la lluvia”…el de tantos fantasmas a cuestas.

Miliani solitario.

Y en un acto de fe, en una respiración lenta, atenuada, la voz de quien habla: “me voy con Eugenio”.

Y Montejo –desde la cumbre más alta- lee sus “Papiros amorosos”.

Especulo, voy más allá del poema de Alfredo.

Regreso: “Sigo la pista de mis amigos muertos, pálidos diamantes”.

Y la geografía termina en el blanco de la página.

El tono elegíaco de este poema me descubre en la “Venezuela” que nos duele, por lo que nos acontece y por todos esos muertos que hoy nos hablan y reclaman.



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Poeta y ensayista peruano-español (Puerto Maldonado, 1962). Desde 1987 es profesor de derecho del trabajo de la Universidad de Salamanca, en España. Desde 2005 es miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. De 1992 a 1998 fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León, de la Universidad Pontificia de Salamanca, y desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que anualmente patrocina la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura,en colaboración con la Fundación Camino de la Lengua Castellana. En 2009 recibió, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi”, otorgado en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela. En poesía ha publicado La voluntad enhechizada (2001), Madre selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), O feitiço da vontade (2004), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del alma (2009), Estação das tormentas (2009), Oídme, mis hermanos (2009), Savia de las antípodas (2009), Aquí hago justicia(2010) y Cartografía de las revelaciones (2011). Libros o poemas suyos han sido traducidos al alemán, inglés, italiano, portugués, árabe, serbio, francés, hebreo, búlgaro, vietnamita, holandés, ruso, japonés, estonio, croata, indonesio, rumano, filipino y coreano.

Tomado de Letralia.



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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».