Estimados Liponautas
La escritora, editora y miembro correspondiente de la Academia de Lengua de Venezuela Milagros Mata Gil falleció el pasado 7 de julio de 2023 y le hacemos llegar a ustedes esta entrevista que le hizo nuestro amigo el poeta José Pulido a manera de homenaje póstumo...
Desgraciadamente no pudo ver una mejor Venezuela...
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Milagros Mata Gil: Yo no lo veré, pero Venezuela resurgirá y será un mejor país
Una entrevista de José Pulido
Milagros Mata Gil“No hay lugar que no me
corresponda”
domingo 5 de julio de 2020
Mata Gil: “Me había propuesto que al jubilarme me iría a vivir a
Irlanda. Entonces llegaron los bárbaros y sentí la responsabilidad moral de
resguardar lo que pudiera de los valores éticos y espirituales”.
En el relato titulado “Obsesiones”, Milagros Mata Gil
muestra su carisma de escritora:
De cinco de la tarde a nueve de la noche, lee las Escrituras y
prepara las predicaciones que dirá cuando la peste termine. Las escribe en un
cuaderno viejo que usa hace tres años y que va llenando con su letra menudita.
Luego, se baña y se acuesta para tratar de dormir. A veces, lo consigue y tiene
sueños raros: sueños de maletas que abre y encuentra en ellas un hato de ropas
desordenadas. Sueños del Ángel de la Muerte, que llega atravesando sus
sembradíos de mandarina, resecos ahora.
Ella es la escritora más libre y atrevida que se pueda imaginar.
La más irreverente. Y sin embargo se guía por un instinto sagrado. Si no hay
una razón de peso que parezca un mandato de la Divina Providencia es mejor que
no la incluyan, que no la busquen, que no la molesten. Ella necesita saber con
qué se enfrenta y en qué lugar debe hacerlo.
Eso pensé la primera vez que vi a Milagros Mata Gil. Ya había leído varios
textos suyos cuando nos encontramos en Caracas hace treinta años. Al tenerla
enfrente por primera vez, supe que ella no era de estos sitios. Hablo de los
lugares demasiado agotados de edificios y de gente.
Sus pensamientos parecen moverse como una estampida en la región
de su cara; pensamientos jineteando los caballos de la fe, agitando sus filos
color de cuchillo en un campo de batalla continuo. Su inteligencia y sabiduría
se notan apenas habla y su leve sonrisa es una sentencia irónica. Ella se formó
adentro y afuera del país, pero a veces pienso que Irlanda constituyó una
influencia poderosa. Irlanda y toda la rebeldía transformadora que eso implica.
A veces sus palabras son instrumentos para desollar. En ella perviven la
ciencia y el mito, la experiencia detallada en el lenguaje. Y la certeza de que
Dios existe.
Milagros ha recorrido muchos kilómetros de palabras leídas. Ella
ha ido a la universidad para aprender y enseñar. Ella ha investigado como un
científico incansable. Y para completar su descripción: nadie sabe más de la
vida que esta señora. Porque Milagros Mata Gil ha vivido cada uno de los días
de su existencia como un arduo trabajo corporal y espiritual. Y ha transformado
toda esa experiencia en una narrativa que podría formar parte de un evangelio
sincero y femenino.
Alfredo Armas Alfonzo. 1972. Fotografía de Ricardo Armas. Imagen tomada de La Casa Cueva Editorial. |
Primero conocí sus ensayos sobre escritores, en particular todo
lo que escribió sobre Alfredo Armas Alfonzo. A continuación, descubrí su
novela Memorias de una antigua primavera, que ganó el Premio
Miguel Otero Silva de Editorial Planeta, y podía haber ganado cualquier
concurso porque es una novela excepcional. Después la conocí en persona y
gracias a la amistad que nació entre nosotros, conocí a quien era su compañero
de esa época, el poeta Néstor Rojas. En consecuencia, fui a Ciudad Bolívar y me
senté en una piedra a orillas del Orinoco para saturarme con la atmósfera que
los había engendrado.
INTERRUMPO PARA INFORMAR
Escritora: Profesora de Castellano, Literatura y Latín, periodista,
narradora e investigadora en literatura venezolana. Miembro correspondiente de
la Academia Venezolana de la Lengua desde 2011. Autora de la letra del himno
del municipio Heres del estado Bolívar.
Libros de ensayo de Milagros Mata Gil: Héroes y tumbas en Armas
Alfonzo; La Cuenca del Unare según
Alfredo Armas Alfonzo; La rebelión de las ficciones; El pregón mercadero (relaciones entre crítica
literaria y mercado editorial en América Latina); Ensayos diversos, Sobre una
ciudad campamento (In Loco Remoto); Una reflexión sobre el espacio en la novela venezolana; Los signos de la trama; El Orinoco es una identidad; Balza: el cuerpo fluvial; Tiempo y muerte en Alfredo
Armas Alfonzo y José Balza; Elipse sobre una ciudad sin nombres; Lucila Palacios: tiempo y
siembra (en
proceso); Imágenes e impresiones de El Tigre (entrevistas,
reflexiones, reportajes, en proceso).
Novelas: La casa en llamas (1986); Memorias de una antigua primavera (1989); Mata El Caracol (1990); El diario íntimo de
Francisca Malabar (1992); El caso del Pastor Acosado (2019); Piar: del traidor y del
héroe (en
proceso); Los manuscritos de Lyon (en proceso), antología personal de
cuentos venezolanos.
PROSIGO
Milagros Mata Gil es una luchadora que ha entregado su aliento y
su voluntad al arte de escribir. Podría decirse, sin exagerar ni un ápice, que
ha sacrificado todo por ese oficio tan anímico. Y lo ha hecho bien porque su
escritura es una especie de tesoro gramatical.
Desde niña, Milagros Mata Gil leía. Se ensimismaba en sor Juana
Inés de la Cruz, san Juan de la Cruz y Teresa de Ávila. Luego leía completa la
Biblia y más después leyó a Faulkner, Kafka, Virginia Wolf. Leyó página a
página el Ulises de James Joyce. Cuando se dice que Milagros leía no es que
lo hacía a vuelo de pájaro: es que ella ejercía la lectura como todo lo que
emprende: hasta toparse con el hueso.
Así como se dedicó a leer intensamente y con una especie de
responsabilidad fraterna hacia los libros, comenzó a escribir. Y sus ensayos
sobre escritores como Alfredo Armas Alfonzo han quedado ejemplificando lo que
es un ensayo carismático, detallado, y generador de una especie de retrato
espiritual y sentimental de quien escribe. Valga esta muestra:
Blanchot dice que cada hombre está llamado a recomenzar la
misión de Noé. Si cada hombre es Noé, entonces él debe ser el refugio donde
reciban amparo las especies de lo que existe y lo que existió, para evitar que
se extingan. Allí deben permanecer las cosas sangrientas, románticas,
terribles. La soledad y el amor. La enfermedad y la ambición. Los espectros
amigos o enemigos. Las aves que nutrieron la infancia y ya no están. Las nubes
en el cielo. Los días tormentosos y el abismo. El miedo y la dicha. Todo debe
conservarse. De un modo extraño, un hombre como Armas Alfonzo toma esas cosas
sobre sí, como un fardo, y las sumerge en el esplendor de su palabra para que
no desaparezcan radicalmente.
En uno de estos días de miedos y de añoranzas, le dije: “Me gustaría hacerte unas preguntas”, aunque en realidad tenía ganas de verla y de hablar con ella; de seguir aprendiendo con su modo intenso de escribir y de ser. Y Milagros Mata Gil, la escritora perfectamente íntima y contundente, respondió las preguntas. Y ya está. De lo bueno poco.
La entrevista
—¿Qué determinó en tu infancia el camino que seguirías?
—No podría decirlo con exactitud. Tal vez el gusto casi obsesivo
por leer, estimulado, además, por mi tío y padrino Manuel Gil. En algún
momento, a los siete, ocho años, sentí la necesidad de escribir lo que había en
mi entorno. Empecé con unas coplas y luego supe que por ahí no era. Las monjas
de mi escuela nos ponían como tarea hacer “temas de composición” y eran muy
severas en cuanto a las normas de ortografía y redacción. Supongo que todo eso
confluyó naturalmente en mi acercamiento al periodismo, en mis tempranos trece
años, y allí encontré un guía en Américo Fernández, quien entonces trabajaba
paralelamente en El Nacional y El Bolivarense, allá en Angostura.
Américo Fernández |
—¿Cuál es tu sueño más preciado en este tiempo?
—Morirme en paz, después de haber librado “mi buena batalla”.
—¿Cuándo sentiste que eras narradora, escritora?
—Desde que entendí que me era no sólo posible sino necesario
contar lo que sucedía a mi alrededor. Pero sólo después de los treinta años
decidí dedicarme con rigor a la literatura como actividad conscientemente
estética.
—¿Cómo te ha ayudado la escritura?
—Como dice la canción de Andrea Bocelli, “vivo por ella porque
me da fuerza, valor y voluntad”.
—¿Qué parte de la vida no puedes explicar, qué se te escapa?
—Muchas cosas. Destaco que no entiendo que la gente no vea cómo
Dios está en toda la vida que nos rodea y niegan su existencia.
—¿Cuál es tu gran pasión?
—Tengo varias (además de leer y escribir): observo todo con
curiosidad, soy una investigadora nata, amo los gatos y los perros y amo las
plantas. Ciertamente, plantas y mascotas me parecen más dignas de consideración
y amor que muchas personas.
—¿Estás muy cerca de ti o te mueves como si estuvieras en un
lugar que no te corresponde?
—No hay lugar que no me corresponda.
—¿Qué lugar ocupa la religión en tu vida?
—No la religión, que es más bien un conjunto de reglas y normas,
a veces estúpidas o perversas. Participo en una iglesia y una confesión con
muchas reservas, más bien con intenciones sociales. Lo que sí es mi sino
existencial es la fe. Creo sin dudas en la existencia de Dios, en su presencia
en la vida, en la justicia absoluta de sus decisiones (de todas: las que nos
afectan directa o indirectamente); creo que aún el dolor, la enfermedad y la
muerte tienen una razón benéfica. Y, definitivamente, estoy enamorada de Dios.
—¿Dónde vives?
—En una casa en los suburbios de El Tigre, Venezuela.
—¿Qué haces?
—Muchas cosas: leo, escribo, mantengo un huerto productivo de media hectárea, atiendo a mis gatos, participo en la vida social y política proactivamente. Ya no en eventos culturales. Y tengo varios amigos con los que converso: virtuales y reales. Cocino, también. No tengo tiempo para ver televisión o para ir al cine, evidentemente.
—¿Cómo ha cambiado dentro de ti la ciudadanía, en un país que ha
cambiado tanto?
—Antes de esta catástrofe ni siquiera me sentía venezolana. Me
había propuesto que al jubilarme me iría a vivir a Irlanda. Entonces llegaron
los bárbaros y sentí la responsabilidad moral de resguardar lo que pudiera de
los valores éticos y espirituales. Por eso no me he ido. Por eso asumí varias
formas de combate, a veces con riesgo de mi salud física y mental. Soy más que
nunca venezolana y aún estoy aquí, más fuerte que nunca. Creo en la capacidad
regenerativa y en que este país resurgirá y será mejor. Yo no lo veré, pero no
importa. Trabajo por ello.
—¿Qué crees que pasará con el país?
—La verdad, en este momento no lo sé. Estoy en etapa de
alejamiento para percibir mejor. Me desalientan la incoherencia de la oposición
y el conformismo de los ciudadanos, limitándose a sobrevivir. Rumian sus
inconformidades y se amargan. Pero no hacen algo real y se atemorizan.
—¿Se ha dispersado tu familia?
—Sólo uno de mis cinco hijos y su familia están fuera del país.
En Colombia. Le está yendo bien. Trabajando dura y honestamente. Los demás
están aquí.
La pequeña Dorrit. Portada del Volumen IV del serial. 1856. |
—¿Qué te ha hecho sentir la cuarentena?
—Estoy leyendo La pequeña Dorrit, una excelente novela de Charles Dickens. No es sobre una peste
propiamente, pero tiene un episodio de cuarentena con el que puedo
identificarme:
¡Sería más encomiable, me parece a mí, que permitieras que los
demás allerán y marcherán a sus honrados negocios en vez de encerrarlos en una
cuarentena!
—Bastante fatigosa —dijo el otro—, pero saldremos hoy.
—¡Saldremos hoy! —repitió el primero—. Que salgamos hoy agrava
incluso el disparate. ¡Salir! ¿Y por qué nos metieron dentro?
—Me parece a mí que por ningún motivo importante, pero como
venimos del este y en oriente hay peste…
—¡Peste! —repitió el otro—. De eso me quejo, desde que llegué me
siento apestado. Soy como un hombre cuerdo encerrado en un manicomio; no puedo
soportar la sospecha. He llegado más sano que nunca, pero sospechar que tengo
la peste es como contagiármela. La he tenido… y la tengo.
—Pues lleva usted muy bien la enfermedad, señor Meagles —dijo su
interlocutor con una sonrisa.
—No, si conociera bien la situación sería la última observación
que se le ocurriría. Me he despertado noche tras noche diciéndome: ya la tengo,
ya la he contraído, ahora sí que se está desarrollando, ahora, con tantas
precauciones, estos individuos han conseguido que la tenga.
Después de poner este ejemplo de lo que está leyendo en época de
peste, Milagros dijo, terminando la entrevista:
—Por lo demás, fiel a mi naturaleza, no he sido muy rigurosa en
cumplir el aislamiento social.
Estuve a punto de preguntar: “¿Habrá un miedo capaz de mantener
encerrada a Milagros Mata Gil?”, pero desistí de la idea porque conozco la
respuesta.
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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
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